Que el capitalismo se presenta hoy no solamente como un sistema de desarrollo económico, sino también como una forma de organización del territorio y de nuestro modo de habitarlo, es algo que, cada vez más, se hace visible en la acelerada transformación de nuestras ciudades. La lógica de la maximización del rendimiento del suelo, reducido finalmente a la condición de una mera mercancía, moviliza constantemente la forma de éstas, sometidas al vaivén de los flujos de capital en el mercado de las inmobiliarias. Y la expulsión paulatina de las familias de bajo o moderados recursos hacia los márgenes de una ciudad desbordada es tan sólo una de las formas en que ésta condición de nuestro tiempo se traduce en un paisaje vital concreto. La realidad material de este capitalismo internacional brutalmente neoliberalizador está y se manifiesta en una crisis agónica de la vida en la ciudad. De este modo, la necesidad de interpretar el capital desde su aspecto más material y cotidiano se hace evidente, y así, el rol de la reflexión tiene que abandonar su terreno puramente teórico para posibilitar una vuelta hacia lo común. Es decir, se debe volver la mirada a la calle, al alrededor; al crecimiento explosivo de los edificios, al terremoto macroeconómico de un uso cada vez más rentable del suelo de una ciudad cada vez más dispar.
Si en el terreno del pensamiento marxista alguien ha puesto su mirada en la cuestión de la ciudad, abriéndose al problema vital de la geografía como forma de organización del territorio, este es David Harvey. A sus 79 años, este teórico social y pensador marxista inglés sigue siendo una referencia vigente dentro del pensamiento anticapitalista, dedicado a estudiar el movimiento global de los flujos de capital y la determinación geográfica que estos operan, siendo como tal considerado uno de los principales expositores de la corriente de la geografía crítica.
Hacia principios de noviembre Harvey, invitado por la Academia de Humanismo Cristiano, estuvo en Chile para trabajar con grupos locales de geografía crítica y dar una serie de concurridas conferencias. En este contexto, y gracias al equipo del Departamento de Geografía de la misma universidad, tuvimos la oportunidad de plantearle al geógrafo inglés algunas preguntas respecto de las posibilidades de contestar el control hoy casi absoluto de los intereses capitalistas en la organización de la realidad urbana, así como sobre la condición geográfica del pensar en nuestros días.
Carcaj: A diferencia de un pensamiento marxista a veces excesivamente sujeto a las posibilidades explicativas de sistemas puramente conceptuales, en su trabajo hay una permanente consideración de las condiciones históricas concretas: por ejemplo en el rastreo de los movimientos materiales de capital. En relación a este enfoque nos gustaría saber su perspectiva sobre el trabajo académico mismo, particularmente tomando en consideración la existencia de una cierta división internacional del trabajo de investigación, que ha dado en una suerte de obligación del pensar de la periferia a plegarse a conceptos importados desde el centro. La pregunta está principalmente pensada desde las condiciones de las humanidades, en la academia chilena al menos, donde en realidad no estudiamos nuestro pensamiento o nuestra historia más que en la medida en que somos capaces de mediar su análisis por el uso de conceptos europeos importados … Esto se expresaría en que no se permite hacer un análisis concreto de nuestra existencia política, pues se opta principalmente por importar conceptos políticos y centrarse en comentarios de textos.
Harvey: Correcto, correcto… Bueno, que la geografía de la producción del conocimiento sea desigual es algo que debe ser reconocido: ustedes, acá, tienen que estudiar conceptos europeos, cierto, pero esto es algo que ocurre hoy para todos, en todo el mundo… Y hay que decir que a menudo esto es una buena cosa. En el sentido de que las personas en una parte del mundo llegan a algunas conclusiones, trabajan conclusiones que personas en otras partes piensan de modo muy diferente, y lo que ocurre entonces es que se abre la posibilidad de un diálogo entre estas diferentes perspectivas que es, creo yo, muy muy útil.
Pienso que obviamente en las humanidad ha habido una larga lucha, incluso en los Estados Unidos, sobre en qué medida debería la gente de humanidades estudiar la literatura africana, por ejemplo, o la china, la latinoamericana, etc…, y en este sentido ha habido un intento por alcanzar una concepción más multicultural, de modo que hoy ya no solo se estudian autores europeos, sino que autores de estos muchos países, lo que me parece importante. Pero luego, más allá de eso, hay que reconocer también que el capital es capital, donde quiera que vaya. Hay una cierta universalidad en lo que el capitalismo hace. Y esto implica una particular monotonía. Por ejemplo yo he viajado a muchas ciudades, y en Santiago a veces pienso “¿Estoy en Santiago o Sao Paulo?”, y luego en Sao Paulo pienso que estoy en Shangai, o cuando estoy en Shangai me pregunto si no estoy en New York, etc… Es decir, el capitalismo está homogeneizado, en muchos sentido. En el estilo de los edificios, por ejemplo, el estilo arquitectónico, de modo que las ciudades chinas se parecen a las ciudades estadounidenses, solo que más rápidas y grandes, y tienen barrios privados donde la gente influyente vive, como ustedes también tienen estos grandes barrios a las afueras de Santiago. Entonces luego te preguntas en qué medida lo de aquí es diferente a lo de allá, o a lo que hay en California, y así seguimos…
Es decir, lo que está ocurriendo en esta era de globalización es una remarcable homogeneización en el estilo de desarrollo urbano; las ciudades tienden a parecerse a donde quiera que vayas. Y esta es ya la realidad de la vida urbana… A mí me gusta esto. Entonces, sí, pienso que es importante conservar la máxima diversidad viva posible, en el nivel cultural; pero que no se piense por ello que de algún modo se va a estar afuera de la dinámica capitalista, no sin al menos lograr establecer un grado real de autonomía. Por eso me parece muy interesante, por ejemplo, que alrededor del mundo hayan hoy en día estos movimientos de autonomía, como en Cataluña, Escocia, o incluso en Bavaria, diciendo cosas como “queremos tener nuestra propia manera de vivir” o “queremos ser diferentes”… porque aquello que no reconocen es que no se puede ser tan diferente todo el tiempo, no cuando tienes el capitalismo…. Pero hay algo interesante ahí, algo políticamente significativo. Yo inicialmente no apoyé la independencia escocesa, por ejemplo, pero cuando luego me fue claro que no era un movimiento nacionalista, sino uno que planteaba el deseo de crear un Estado alternativo mucho más orientado a satisfacer las necesidades de la gente, y que quería abandonar las políticas de austeridad impuestas por Bretaña, por Londres, entonces pensé, “ok. Voy a apoyar esto”. Es distinto con Cataluña, porque es la parte más rica de España. Es como si estos barrios privados decidieran abandonar el resto de la ciudad para no pagar el costo.
Carcaj: Nosotros estábamos pensando en Santiago como un ejemplo de la regulación descentralizada del espacio propiamente capitalista, ejecutada principalmente desde el interés económico, que tiende a reproducir patrones de creciente desigualdad y segregación.
Estas tendencias parecen hoy radicalizarse a un ritmo importante, por ejemplo en la eliminación de los espacios públicos abiertos y el aumento de la planificación privada de la ciudad, dirigiendo todo hacia la producción de valor capitalista, o incluso en la misma falta de una consideración explícita del problema urbano en el movimiento social. ¿Cómo resistir este proceso en marcha y cómo pensar la ciudad desde un lugar alternativo al de los intereses del capital?
Harvey: Para mi, la única respuesta es lograr movimientos sociales vigorosos que logren articular una visión radicalmente distinta de lo que la vida urbana debiera ser. Una de las razones por las que sostengo la idea del derecho a la ciudad, es porque me parece una alternativa que permite que una gran diversidad de personas que trabajan en temas diversos, como la lucha contra la elitización de los barrios, el derecho a la vivienda, el problema de los sin hogar, puedan aparecer reunidas para decir que juntos podemos crear una perspectiva de urbanización alternativa que no esté dominada por el poder del dinero y sus crecientes mecanismos de vigilancia, los mecanismos de control efectivo e incluso de represión policial casi instantánea que vemos hoy en día. Porque en efecto lo que hoy vemos es una creciente militarización de la vida urbana; una cada vez mayor sofisticación de las fuerzas policiales, y de su armamento, el cual es usado contra la población. En este sentido también me parece importante sostener que tiene que haber un desarme de las fuerzas policiales. No podemos dejar que haya una fuerza que esté ahí simplemente para reprimir las protestas. Lo que debiese haber es una fuerza del lado de la población, en oposición a las fuerzas que actúan contra la población, y la conquista de este derecho depende completamente del balance del poder político. Así, en cuanto más gobiernos progresistas tengamos, que comiencen a controlar la violencia policial, más capaces seremos de comenzar a responder a estas cuestiones.
Carcaj: Claro, la cuestión del gobierno y del Estado en general no deja de ser importantes en este problema, en el sentido de que, aunque hablemos de una suerte de planificación privada de la ciudad, lo que decíamos apunta también a la preocupación por el hecho de que hay figuras públicas involucradas en esta idea de promover más espacios de especulación urbana, de modo que desde el mismo Estado pareciera fortalecerse esta voluntad de dejar todo el control de estos temas, que antes correspondían justamente a lo que concernía a la política de un gobierno, en manos exclusivas de los intereses capitalistas.
Harvey: Si, es un hecho que el Estado está cada vez más controlado por los intereses capitalistas de clase, y ya hace mucho Marx dijo eso que ya conocemos, que el estado es el comité ejecutivo de la burguesía… Y en efecto, probablemente ahora más que nunca parece serlo, más de lo que lo ha sido jamás en la historia: un comité ejecutivo de los intereses de la clase capitalista. Y mientras ésta pueda controlar los procesos electorales a través del poder del dinero, entonces más, el tipo de personas que se vuelven figuras públicas, pueden hacerlo porque están enteramente respaldadas por el dinero de la clase capitalista, que les permite realizar sus programas, fundar sus partidos, etc…
Hay un frase sarcástica que Marx Twain dijo ya hace tiempo, y que es que el congreso de EEUU es el mejor congreso que el dinero puede comprar. Y ahora no solo eso, sino que el gobierno, incluso, es el mejor gobierno que el dinero puede comprar. Y es el gran dinero el que lo compra. Entonces en EEUU, por ejemplo, se ha vuelto absolutamente repulsivo cómo el gobierno ha cedido su control al dinero. Pero luego la clase capitalista no solo controla al estado y a los políticos, también controla los medios de comunicación, y luego otros niveles del poder y de la sociedad, y así sigue. En esto, pienso yo, solamente un movimiento de masas que se ponga fuertemente en contra puede lograr producir cambios, y de hecho ya hay un fuerte descontento con esta situación. Entonces, si miras lo que ocurrió en Brasil el año pasado, cientos de ciudades, millones de personas en las calles, o lo que ocurrió en Turquía, de modo bastante sorprendente considerando que en Istambul hay un poder muy autoritario, podemos ver que en los últimos quince años ha habido una serie de explosiones urbanas de descontento.
Es cierto que estas explosiones hasta ahora no han sido más que explosiones, sin continuidad, pero si logran tener continuidad, lo que vamos a comenzar a ver es políticas alternativas emergiendo, las cosas que van a comenzar a verse radicalmente distintas. En todo caso, mientras todo este descontento no logre articularse en un sólido movimiento, esto va a ser difícil, y hay que considerar también que hoy, una buena parte de este descontento en Europa está yéndose a la extrema derecha. Se puede ver así la emergencia de un movimiento fascista en Francia, en Hungría, en Grecia y también en otros países… Y si el descontento se carga hacia allá, lo que tiene que hacer la izquierda es decir ¡Hey, vengan para acá!
(Entrevista realizada y editada por Vicente Medel, Harijan Fernandez y Nicolás Slachevsky)
carcaj.cl
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