- Fernando Buen Abad
- Portal ALBA
Vivimos atribulados por las amenazas del capitalismo, sus crisis y su irracionalidad. Vivimos, en todo el planeta, secuestrados por las amenazas de las armas, incluso las nucleares, que ponen en peligro todo: el estado de ánimo, el equilibrio emocional, la salud pública y la supervivencia de la especie humana. Estamos cercados, en todo el orbe, por bases militares imperiales y por armas de guerra ideológica trasvertidas como “medios de comunicación”.
El capitalismo amenaza el patrimonio común de nuestras tierras y mares; ambiciona toda la riqueza natural con que contamos, atenta contra los ecosistemas y destruye las bases históricas y culturales que la humanidad ha desarrollado a lo largo de su historia y, especialmente, los valores en materia de responsabilidad y solidaridad para la defensa de los derechos humanos y los derechos sociales. Con los más sofisticados métodos de explotación del trabajo y de esclavitud de conciencias, el capitalismo nos amenaza globalmente y secuestra toda la riqueza técnica y científica para someternos al más perverso proyecto explotador y alienante. Una cuantas familias poseen la riqueza que nunca podrá tener, bajo las actuales condiciones, la especie humana. La situación empeora y cada día es más claro que bajo el capitalismo no tenemos futuro.
Si por definición el capitalismo es enemigo de la unidad crítica de los pueblos, en plena lucha de clases, a nosotros nos toca identificar cada pensamiento y cada acción que nos fortalezca en las tareas, urgentes, de la integración, de la inclusión, de la unidad y de la solidaridad internacionalista y revolucionaria. Entre esos pensamientos y acciones, estratégicos, está la obra de Martí, San Martín, Morelos, Juárez, Simón Bolívar y lo que ella nos ofrece para interpretarla y re-crearla al calor de los acontecimientos y las necesidades históricas que la lucha de los pueblos reclama a estas horas. Ese pensamiento brinda líneas filosófico-políticas basadas en unir fuerzas y voluntades, basadas en respetar las diversidades, en superar las diferencias, en cooperar por el “buen vivir” y la “máxima felicidad posible” de todos y en solidarizarnos con firmeza para garantizar el desarrollo libre, lo dicho, de todos. Planetariamente.
Nuestra región cuenta con más de 20 millones de kilómetros cuadrados de extensión y más de 580 millones de habitantes, y salvo muy contados e incipientes casos, los pueblos no logran sacudirse las canalladas y degeneraciones con que el capitalismo obstaculiza su desarrollo. Ese capitalismo, su coloniaje y sus jaurías neoliberales, nos impone con su modelo de relaciones de producción, la mayor desigualdad en la distribución de la riqueza, las peores amenazas de su crisis económica global y la profundización de la extrema concentración de la riqueza en pocas manos frente a la pobreza ingente de las mayorías.
El futuro de la humanidad, ya no hay duda posible, depende de superar al capitalismo, definitivamente. Sólo en América Latina tenemos 180 millones de latinoamericanos y caribeños pobres y, de ellos, 72 millones en extrema pobreza. La pobreza afecta a 81 millones de niños y 13 millones de ellos ni siquiera cuentan con alimentación adecuada. Todo eso ocurre en un territorio capaz de producir muchos más nutrientes de los que se necesita.
Además, América Latina y el Caribe mientras padecen todas las calamidades del capitalismo, mientras han crecido en sus ingresos por exportaciones, fundamentalmente de productos básicos, carga un peso demencial en materia de “deuda externa”. Mientras se acumulan reservas se entrega la riqueza a las industrias mineras trasnacionales; se aceptan las tropelías de Monsanto; se deja reinar impunemente a las mafias mediáticas y los banqueros, los terratenientes, las iglesias más reaccionarias y el empresariado más depredador que hacen de las suyas contra la clase trabajadora. Simplemente… ya basta.
“Zona de exclusión aérea”, “Armas de destrucción masiva”, “Operación humanitaria”, ambigüedades usadas por el capitalismo para generar impotencia colectiva, terror y rendición psicológica. Nadie se equivoque, el capitalismo es responsable de la “inseguridad”, las invasiones, el robo de la propiedad y del producto del trabajo. Te mato y luego te ayudo… es la conducta del imperialismo que, tras asesinar civiles inocentes y luchadores conscientes, promete enviar asistencia “humanitaria”, acarreada por soldados corruptos y denigrantes, como en Haití, Afganistán y Libia.
Ningún servicio de Relaciones Internacionales democrático puede sostenerse sin el apoyo activo de los pueblos y menos aún una “revolución de la diplomacia” que sea pertinente a la revolución socialista y científica que recorre al mundo. Esta afirmación tiene una importancia decisiva para la educación revolucionaria hacia una diplomacia revolucionaria. La confianza en la diplomacia revolucionaria implica un programa nuevo para un nuevo orden de los principios en el plano de la solidaridad y la integración internacional. La idea básica del “servicio exterior” debe ser que los acuerdos comerciales, diplomáticos y militares, acuerdos inevitables, en ningún caso abandonen las premisas de la solidaridad, del desarrollo, de los derechos humanos y los derechos sociales, de la inclusión y de la hermandad de los pueblos. Eso, de suyo, implica frenar o debilitar la acción del capitalismo en los modelos diplomáticos vigentes y apoyar de inmediato el desarrollo de la revolución mundial que exige contactos directos y profundos desde las bases. Bolívar, en eso, tenía razón.
El Capitalismo es el capitalismo y no hay diplomacia capaz de hermosearlo. Renunciar al torneo de los eufemismos. La guerra es el comercio por otros medios.
La política exterior es continuación de la política interior.
Todos los dados están cargados. No hay palabra, gesto ni símbolo que no presente un frente de guerra semántica o no sea, en sí, un ejercicio de belicismo psicológico. La inmensa mayoría de los protocolos simbólicos de las relaciones internacionales camuflan sus intereses verdaderos. Se requiere entrenamiento y experiencia crítica para detectar en las frases, los giros idiomáticos, los gestos, los maquillajes, las corbatas, las sotanas o las bendiciones… el plan de contenidos ideológicos que se despliega, agudizado, en situaciones de guerra o conflicto. Está en juego muchísimo dinero.
La ideología de la clase dominante, que se especialista en manipular ambigüedades, suele perfeccionar sus ofensivas cuando más peligro corre de quedar en evidencia la grosería de sus dichos y sus hechos. Sus trincheras favoritas son, por ejemplo, las “acciones humanitarias”, la “verdadera democracia”, la “defensa de los bienes”, la “seguridad”, la “paz”… en el colmo de su cinismo, la ideología de la clase dominante se ha adueñado de signos referentes que tienen diverso tipo de influencia en las sociedades y, así, han exhibido, sin pudor, episodios “clericales” en los que se bendicen tanques de guerra, aviones bombarderos y batallones de criminales. Algunos aviones caza llevan dibujada, en la punta, la dentadura de un tiburón… ellos saben a qué juegan con eso. Nosotros también.
Hay que eludir, a toda costa, las ilusiones y la palabrería “pacifista” burguesa de toda clase, es necesario garantizar objetivamente la seguridad colectiva, al arbitraje, al desarme, etc., y denunciar todo el aparataje mediático que tiende a adormecer y engañar a los pueblos y sorprenderlos. Todos los logros revolucionarios de los pueblos hacen que el enemigo de clase se prepare para atacar con más virulencia. Los capitalistas internacionales son los primeros en organizar, a escala mundial, la peor explotación sistemática de los pueblos y tratan, en primer lugar, de reprimir todo movimiento revolucionario. Incluso con sus “cuerpos diplomáticos acreditados” Eso nos obliga a estar alertas y evitar que progresen las guerras mercancía alentadas en el seno de diversos Estados.
La crisis económica mundial reviste hoy una gravedad extrema, hunde en la postración a la clase trabajadora del planeta entero. Reina el hambre, la guerra y a las enfermedades. Hay peligro de agresiones combinadas y reina la barbarie. Esta nueva fase de la historia demuestra todo lo depende la humanidad, para su supervivencia, de la revolución socialista, de su desarrollo internacional. Ese desarrollo no puede resolverse dentro de límites nacionales y los avances o los retrocesos organizativos sólo son evidencia de condiciones más o menos favorables para una expresión revolucionaria internacional. La nueva diplomacia de los pueblos no puede ser comprendida como una herramienta revolucionaria limitada a simples conflictos territoriales sino de la lucha antagónica y mundial de dos sistemas irreconciliables. El capitalismo y el socialismo.
La verdadera diplomacia de los pueblos consiste en debilitar los argumentos explotadores y depredadores del capitalismo y consolidar los de los pueblos que luchan por emanciparse, en el mundo entero. Combatir toda relación desventajosa de las fuerzas y obligarnos a avanzar, unidos, para modificar favorablemente las fuerzas mundiales. Está claro que la soberanía de los pueblos bien puede incluir en sus mandatos, éticos y estratégicos, la premisa de la unidad y la justicia que derroten toda forma de peligro por obra el aislamiento. Que la soberanía, el desarrollo y la igualad de poco sirven si se agotan en un solo territorio y que la gran fuerza revolucionaria de los pueblos depende profundamente de lograr prosperidad, con justicia, para todos los ciudadanos del mundo. En el pensamiento de Martí, San Martín, Morelos, Juárez, Bolívar… en lo que de más avanzado tienen, contamos con un ideario ricamente homogéneo para ayudarnos a coincidir en las posiciones políticas necesarias en la ruta de alcanzar la unidad de los pueblos, lo más pronto y concretamente posible. Ya no estamos para diplomacia de declaraciones decorativas y acciones omisas. Por nuestro bien, por la seguridad del planeta y de sus regiones, por la supervivencia de la naturaleza y de la humanidad, debemos trabajar en un programa internacionalista fundado en la amistad, el respeto y cooperación. La disyuntiva de nuestro tiempo es Socialismo o barbarie.
Es hora de oponernos internacionalmente, con la fuerza de la unidad de los pueblos, con firmeza y con un programa de integración a todo intento de desestabilización del orden constitucional y democrático en nuestros países. Oponernos y combatir a las fuerzas que reciben el apoyo de Estados Unidos y de gobiernos europeos; oponernos y combatirlos. Luchar contra la complicidad con organizaciones privadas poderosas comerciantes de la información y la publicidad. Todos ellos grupos mafiosos y golpistas inspirados por los intereses más mezquinos y oligárquicos que con apoyo de capitales tras-nacionales pisotean los derechos legítimos de los pueblos.
Es un error grave desconocer que América Latina y el Caribe han cambiado gracias a las luchas que, desde abajo, libran nuestros pueblos. Hoy no se nos puede seguir tratando como siempre. Hemos librad luchas anti-coloniales y anti-capitalistas y nuestros pueblos están decididos a profundizar sus procesos revolucionarios independentistas y soberanos en un mundo complejo y convulso dominado por el capitalismo, y donde los pueblos revolucionarios se rebelan contra las injusticias imperialistas, el saqueo, la concentración de la riqueza, la corrupción, el abuso del poder y la humillación de las personas.
La palabrería de “desarme” o de “pacifismo” burgués sólo sirve para llenar con ficciones los titulares de la prensa más traidora. No hacen de la guerra un negociado porque tengan armas, sino, al contrario, impulsan las guerras para fabricar armas y desahogar las bodegas atragantadas por su crisis de sobre-producción bélica. Todas las convenciones de desarme o de limitación de los armamentos son saliva idílica para ocultar los laboratorios y las industrias capitalistas que multiplican aceleradamente su capacidad de producción de metralla. Ellos saben que en sus planes, a los únicos que quieren desarmar es a los pueblos y su potencial revolucionario.
Ya no hay diferencias de situación geográfica que valgan porque el poder económico colonial es ubicuo e imperialista. Pueden desplazarse a velocidad sin importar las distancias y tienen bases miliares estratégicas capacitadas para destruir lo que se les antoje en tiempos mínimos. En toda su historia las negociaciones y las conversaciones sobre el “desarme” sólo han provocado risa y decepción. A la nueva diplomacia de los pueblos le tocará iniciar una política revolucionaria y socialista del proletariado sobre un programa del desarme real que no sea saliva a raudales derramada en el vació sino verdadero y definitivo silencio de armas burguesas para la paz que la humanidad quiera y sostenga permanentemente. Esta es prioridad de prioridades.
Un caso de estudio obligatorio: La ONU, impunidad y fracasos seriales. Ninguna burocracia por encima de la humanidad.
Cuando la práctica traiciona a los principios
“Las Naciones Unidas, organización surgida de una guerra que costó 50 millones de vidas, entre ellas las de cientos de miles de jóvenes norteamericanos, tiene que importarle mucho a todos los pueblos y gobiernos del mundo. Padece grandes defectos, es anacrónica en muchos aspectos; su Asamblea General, donde están presentes todos los estados del mundo es una simple asamblea deliberativa sin ningún poder, donde solo se emiten opiniones; el Consejo de Seguridad, un supuesto órgano ejecutivo, donde sólo cuenta el voto de cinco estados privilegiados, uno solo de los cuales puede echar por tierra la voluntad del resto de las naciones del mundo, y uno de ellos, el más poderoso, lo ha usado a su antojo infinidad de veces. Pero aun así, no se dispone de otra cosa.” Fidel Castro
Uno tras otro, los fracasos de la ONU son el argumento -más que irrefutable- para conducir al “Organismo Internacional” al “banquillo de los acusados” y a su extinción si insiste en su patología actual. Ya sabemos que sus fracasos seriales nada tienen de inocentes. Sin atenuantes. No hay palabrería “diplomática” que alcance para esconder las barbaridades perpetradas. ¿Quién es responsable de los errores estruendosos y macabros de la ONU? ¿Todos los países asumen, por igual, su corresponsabilidad? La ONU transparenta al imperialismo.
La ONU es, en la práctica, una aberración degenerada, enemiga de sus propios principios, servil al imperialismo y dedicada a justificar ocupaciones, ataques, violaciones de todo tipo para asegurar, a los poderosos, ganancias por el saqueo de materias primas, control sobre mercados o zonas estratégicas, explotación y esclavitud de la mano de obra e impunidad descarada para enajenar conciencias. Ni olvido ni perdón para las tropelías imperialistas a las que la ONU ha servido en su historia. Ni perdón ni olvido a las injusticias cometidas contra Cuba, Yugoslavia, Venezuela, Haití, Afganistán, Iraq, Libia…la ONU toda y su “Consejo de Seguridad” deben someterse de inmediato a una auditoria político-económica radical. Y a todas las sanciones que les quepa a los responsables directos.
De cabo a rabo, desde los “cascos azules” hasta las “misiones especiales”, desde sus “misiones de paz”, hasta la UNESCO y todos los salarios de todos sus funcionarios y todos sus “Objetivos del Milenio”… auditoría integral a sus “redes”, sus “ayudas humanitarias”… basta de falacias, basta de errores, basta de impunidad.
Se hace todo lo contrario a las premisas, siempre perfectibles, que dieron origen a la ONU después de la II Guerra Mundial. Hoy, para dar cobertura “legal” a las pachangas arrogantes de imperialismo, la ONU cuenta con operadores amaestrados en el arte de la verborragia “elegante” y dispuesta, voluntariosamente, a esconder, bajo el tapete de su saliva leguleya, todos los muertos que genera el capitalismo. No pocos vienen de los brazos de terratenientes, banqueros y empresarios de todo el espectro delincuencial capitalista. Hay que abrir sus anales curriculares y libros contables.
Mientras tanto, los negocios de los imperios dejan en el planeta extrema pobreza y hambre, miseria en la educación, falacias en la “igualdad de género”, indolencia ante la mortalidad infantil, la mortalidad por falta de atención médica elemental, cinismo mercantil en la lucha contra el sida, hipocresía ostentosa frente a la destrucción de los ecosistemas e injusticias sin límite en las “alianzas globales para el desarrollo”. Tiene razón el presidente de Venezuela, la presidente de Argentina, el presidente de Ecuador y el presidente de Bolivia… entre los pocos líderes lúcidos que afirman (palabras más, palabras menos) que la ONU es un organismo antidemocrático y que sirve sólo a los poderes burgueses. ONU es una mascarada para camuflar la pachanga militarista imperial, de los 191 países miembros USA tiene bases militares en 129. Y sumando.
La ONU es un fraude mundial que, al contrario de ser defensora del “Derecho Internacional”, es violadora de los preceptos más sagrados en materia de justicia social, derechos humanos y sociales, respeto por la vida, libertad digna y el desarrollo planificado por los trabajadores del mundo con base en su riqueza natural y su fuerza productiva. La asimetría entre países imperiales y los países sometidos por el capitalismo se esconde permanentemente en la ONU. El fraude que constituye la ONU es, en realidad, expresión del fraude todo montado por el capitalismo y sus tensiones internas en la guerra por los mercados. Sólo para eso sirve su “Consejo de Seguridad” infestado por el tráfico de intereses y la más descarada política de usurpación, robo y asesinato. No hay atenuantes, millones de víctimas en todo el mundo pesan como una losa histórica sobre la barbarie legalizada en las entrañas ideológicas de la ONU. Ya sabemos cómo usa la ONU el término “terrorista” para tranquilidad del imperialismo.
Pocas tareas son más serviles y humillantes como la se ser Secretario de la ONU en sus condiciones actuales. Se hacen llamar “excelencias” y son sirvientes del formalismo diplomático burgués, incapaces de inspirar respeto o exigir dignidad. Colaboran gerencialmente en la tarea de ser pisoteados, de ser ciegos y sordos ante la realidad mundial, y muy solícitos ante las órdenes de sus amos. Perros falderos, tal cual. Aplíquese también a la OEA y similares.
Dominada mafiosamente por el capitalismo, la ONU es una entidad fraudulenta, dispendiosa y peligrosa incapaz de servir a la humanidad en su emancipación permanente. Es una pasarela mayormente ofrendada a la falacia y a los imperios. Muchos queremos otra cosa cuando hablamos de la unidad internacionalista hacia la desaparición de los “estados nacionales”, de las desigualdades de clase y de todas las fronteras. El final definitivo del hambre, de las guerras, de la opresión y de la alienación sólo se producirá con el fin del capitalismo y de todos sus tentáculos superestructurales y bélicos. La ONU hoy es una amenaza para los pueblos. Sus operaciones son dechados de inutilidad que cuestan mucho dinero. Son obscenos los resultados de sus “recomendaciones”, de sus “peticiones”, de sus “sugerencias”, de sus "resoluciones", de sus “organismos multilaterales” y de sus “convenciones”… Alerta máxima, la aventura macabra contra Irak y la aventura macabra contra Libia son, entre miles, un aviso más. Más que un aviso… son una amenaza. ¿Quién sigue? Basta de abrigar ilusiones con la ONU. Nadie puede argüir inocencia.
La salvación de la humanidad ante las amenazas de las fuerza guerras próximas, no puede confiarse a la ONU ni a los pactos de “garantía” que incuban sus amenazas contra los pueblos, ni en los referéndum de paz burguesa, sino, única y exclusivamente, en el temor saludable que, no sin razón, las potencias tienen a la revolución socialista y mundial. La ONU defiende al capitalismo no a la “paz”.
Defiende la de la violencia imperialista contra la inmensa mayoría de la humanidad. Su “paz” es una seguidilla de guerras incesantes, su fidelidad es imperialismo y todos saben cuál será su política hipócrita de mañana, la combinación de fuerzas invasoras y el camuflaje más cínico para la preparación de la próxima guerra. La experiencia ha demostrado que la ONU no ha conjurado las amenazas de guerra contra las masas trabajadoras en general. Las derrotas de los pueblos son las que han permitido a la burocracia diplomática burguesa usurpar el poder en su propio país y obtener, más o menos, la aceptación de la "opinión pública" de los países capitalistas.
La diplomacia burguesa, mercantilista desde el alma, cuyas variaciones y cambios mediáticos no están desprovistos de fulgores de perspicacia, vive de elogios a la burguesía mundial. Las posiciones de los pacifistas asalariados e hipócritas se consolidan; con ese camuflaje trabajan abiertamente, los sostiene la mafia mediática fabricante opinión pública miserable y disponen de medios tales como la Organización de las Naciones Unidas, con pistas múltiples, para el espectáculo de payasos “diplomáticos”. Sus discursos son disparates aparentemente interesados en mantener su “paz” siempre que sea financiada con guerras impuestas a los pueblos sometidos.
Una diplomacia nueva, emanada de los pueblos no puede ser víctima de los engaños del pacifismo burgués. Los discursos oligarcas para el “desarme internacional” y la implantación de “tribunales de arbitraje” como el consejo de seguridad de la ONU, o los desplantes espasmódicos de la CIDH… no son más que trampas de la hipocresía burguesa y del utopismo reaccionario para engañar a los pueblos y desarmarlos mientras la burguesía se rearma y reorganiza incesantemente. Es precisa una diplomacia de los pueblos implacable sobre la actual política internacionalista del capitalismo y de todos sus aliados “pacifistas”, agazapados en todo el planeta.
Al capitalismo le conviene ese circo que es, en las condiciones actuales, la ONU. Lejos de la unidad solidaria y fraterna de los pueblos donde la paz burguesa es un camuflaje que no hace más que maquillar la forma diplomática de los antagonismos, sin tocar el fondo, y sin alterar la naturaleza misma del control y el chantaje sobre los pueblos.
Las potencias ahí se juran fidelidad inquebrantable aunque no estén de acuerdo entre sí. Es una alianza de fachada para defender sus intereses mientras cada potencia está dispuesta a recurrir a la guerra, a una guerra que, en sus discursos mercantiles, sería religiosamente la “más justa de las guerras”. Los Estados subordinados que buscan refugio y ayuda en la ONU no tendrán opción de ponerse del lado del pacifismo burgués sino del lado de las víctimas de siempre que es el lado más terrible en el negocio de las guerras. Contra las armas de Guerra Ideológica que la burguesía despliega, los pueblos en lucha, así como todas las luchas emancipadoras, deben darse una estrategia comunicacional de base que le cuente el mundo los crímenes del capitalismo, como los de la ONU-OTAN, y del “Premio Nobel” de la paz.
Parte de la ofensiva oligárquica consiste en mostrar, de manera velada y de manera descarada, sus planes y tácticas. Así operarán en todo el mundo para quedarse con las riquezas naturales y con la mano de obra. Televisa, CNN, Prisa y su red de complicidades en toda Latinoamérica, reivindican el “ejemplo humanitario” de Obama y su Odisea Asesina. Despliegan impúdicamente todos sus “signos” de patología comunicacional, severa, en el relato autoritario que ellos llaman “periodístico”, como en CNN que atraviesa un éxtasis de necrofilia convulsiva. Repite y repite imágenes de odio y decadencia. Los lectores de boletines, que se hacen llamar periodistas, repiten un canto imperialista que recorre el continente con tufo criminal. El relato de los lectores de boletines, ampuloso y falaz, parece orgasmo necrófilo. Hacen llamar “periodismo” a su servilismo. Ellos leen boletines necrófilos con placer y disfrutan los bombardeos. Se les nota.
Más que nunca la humanidad requiere dirección revolucionaria, unidad y acción objetiva y subjetiva, contra el imperialismo y el capitalismo. Nadie se sorprendería si el “premio Nobel” de la paz cocina en su cabeza una invasión tipo ONU contra Cuba y Venezuela. Hoy más que nunca la unidad y la fuerza del ALBA y UNASUR ilumina las esperanzas de soberanía para las luchas emancipadoras latinoamericanas.
Las tareas de la diplomacia de los pueblos en el “cambio de época”. “Los Estados Unidos parecen ser destinados por la providencia a plagar de hambre y miseria a toda la América en nombre de la libertad” Simón Bolívar.
Es necesaria una nueva doctrina y praxis diplomática de los pueblos que, basada en las mejores ideas de Martí, San Martín, Morelos, Juárez, Simón Bolívar… pongan freno a la violación del Derecho Internacional y a la dominación mediante el uso de la fuerza contra las naciones soberanas al estilo de la OTAN convertida en criminal internacional que ahora amenaza con expandirse más allá de su tiempo y de sus límites para convertirse en “modelo” macabro que, por ejemplo, ha bombardeado durante meses a ciudades indefensas, masacrando a civiles y destruido la infraestructura que le cuesta a los pueblos y empujando a las personas al abismo de la condición de “desplazados” y “refugiados” de sus propios territorios. Mientras las potencias miran el “espectáculo” de las injusticias con frialdad, cálculo oportunista y hambre de buitres.
1. Preservar el espíritu combativo, organizando incluso una red de estudios permanente capaz de alentar la nueva doctrina diplomática como praxis de la nueva V Internacional de los pueblos.
2. Combatir toda mirada chauvinista del nacionalismo burgués y toda mentalidad de latifundismo provinciano y oportunista de los oligarcas y de sus cuerpos diplomáticos.
3. Desarrollar un profundo conocimiento de los rasgos generales de la lucha de clases a nivel internacional, del problema las naciones oprimidas y de las consecuencias del dominio imperialista en lo objetivo y en lo subjetivo.
4. Condenar, de forma científica, la “política exterior” que sea indiferente a los pueblos y apoyar irrenunciablemente a la clase obrera en todos los países para su imbricación internacionalista. En especial desarrollar tesis nuevas sobre este tema, producir tradiciones y servir al trabajo de estrechar relaciones entre organizaciones revolucionarias de todo el mundo. Desarrollar un nuevo internacionalismo a partir de la agenda mundial de las luchas de los trabajadores , propiciar viajes políticos para auspiciar consejos e intercambiar experiencias con las otras organizaciones de trabajadores en todo el mundo.
5. Apoyar en todo el mundo cualquier lucha honesta y de integridad política en la lucha independentista, anti-capitalista y anti-imperialista.
6. Participar de toda iniciativa dispuesta a blindar los recursos naturales, la democracia y la paz de los pueblos en todo el planeta contra las avanzadas del saqueo imperialista y de la explotación de los trabajadores. Especializarse en temas como el petróleo, la minería, la defensa de los recursos hidráulicos, las tierras fértiles, apoyándose en grupos de intelectuales revolucionarios y en “la defensa de la ley internacional” de la soberanía y la independencia anti-capitalista.
7. Enriquecer nuestra filosofía diplomática de los pueblos que es joven e incipiente pero es fuerte por su base doctrinaria y socialista, gracias al temple extraordinario de sus referentes y la mayoría de sus cuadros dirigentes.
8. Garantizar el espíritu del internacionalismo revolucionario, darle gran valor a los vínculos internacionales para fortalecer una generación poderosa de jóvenes en gestión de diplomacia popular, un equipo revolucionario internacional, contra todo del nacionalismo burgués y contra la persecución racial, el desplazamiento de los pueblos, las hambrunas y la miseria con que el capitalismo sella la realidad económica, ideológica y política de nuestro planeta.
9. Avancemos con programas dialécticos, también, en el campo organizativo de las relaciones internacionales a favor de la economía planificada y el buen vivir contra la propiedad privada. La nueva diplomacia de los pueblos debe imbricarse en la lucha contra las grandes calamidades y los grandes temas emancipadores de la humanidad y disponerse a dejar su huella sobre los más disímiles aspectos de la vida del ser humano, habiten donde habite, para lograr su desarrollo y superación.
10. Diplomacia de los pueblos como expresión de la escala superior del ser humano en su dimensión internacionalista contra los crímenes de exterminio a los pueblos originarios, contra la destrucción de sus civilizaciones y culturas, contra la esclavitud y el desarraigo de millones de seres humanos. Contra las guerras y el empleo del armas atómicas, contra la militarización de la globalización neoliberal, contra el derramamiento vergonzoso y degradante de sangre y contra el saqueo y muerte a cambio de petróleo y dinero. Fin al mundo unipolar. Fin al “choque de civilizaciones”, fin a las “guerras preventivas” fin al chantaje con pretexto “terrorismo”, fin a futuro humillante, sombrío y triste. Basta del despotismo y la prepotencia imperial.
Hay demasiadas incógnitas en la ecuación sangrienta que el capitalismo impone con sus guerras negocio. Para el Capitalismo la naturaleza y los seres humanos no son más que materia prima de la guerra. En tiempos de “paz” burguesa las fuerzas económicas están en la mira principalmente de la diplomacia del capitalismo y el monopolio del comercio exterior. En perspectiva de guerra somos botín dilecto en los campos de batalla. Ese es el peligro. Los pueblos están amenazados por la guerra que es la forma más violenta del comercio, por eso es febril la actividad de las misiones diplomáticas que en tiempo de “paz” burguesa necesitan de una burocracia demagógica y del monopolio del comercio exterior, es decir, para cubrir sus debilidades. Eso somete a los cuerpos diplomáticos a episodios humillantes permanentemente.
Es preciso entender que el imperialismo está desgarrándose por sus propias contradicciones. Los acuerdos diplomáticos y militares de la inmensa mayoría de los pueblos reposan, casi sin alternativas, sobre estas contradicciones. Los acuerdos diplomáticos no son más que palabrería que durará para secuestra las riquezas y que se estirará hasta que aparezca la guerra.
Esa palabrería es la primera fase de las operaciones militares de inspiración comercial y es indudable que la agrupación de las fuerzas diplomáticas, ya en la fase decisiva, estarán determinadas por factores y presiones mucho más poderosos que las muy elegantes promesas de diplomáticos especializados, precisamente, en la mentira. La diplomacia de los pueblos está en las antípodas de esa tradición mercenaria del servicio exterior burgués.
Para la diplomacia de los pueblos, dicho de otro modo, los pueblos del mundo con sus largas luchas emancipadoras, requieren con urgencia de un programa internacionalista de unidad fraterna de principios y de acciones objetivas. Jamás una actitud indiferente podrá resolver de las contradicciones inmensas de la lucha contra el capitalismo. Los acontecimientos de los años recientes no han hecho más que esclarecer esa realidad.
No podemos cerrar los ojos ante la enorme superioridad material y bélica del mundo capitalista, no podemos ignorar su sistematizada estructura diplomática entrenada para las mentiras, y engañarnos con las acuerdos, convenciones o decretos de “paz” y “armonía”… pero tampoco haremos mitos que exageren el poder del sistema capitalista y su pretendido poder monolítico e intocable ante los en los países más “débiles” en materia de armas.
Las máquinas de Guerra Ideológica, camuflados de “medios de comunicación” a nivel mundial presentan hoy peligros inéditos. Ese peligro se clasifica como riesgo de seguridad nacional y regional con el mismo grado de efecto violento que el de las bombas arrojadas y el yugo combinado de la explotación agraria e industrial del capitalismo ultramoderno. Es una amenaza contra la humanidad y las tareas de la diplomacia de los pueblos deben ayudar a extinguir al imperio.
Ese peligro contra la humanidad nos recuerda que, si la revolución no impide la guerra, la guerra podrá ayudar a la revolución. Una vez comenzadas, las revoluciones no se detendrán. El destino de la revolución que salvará a la humanidad no se decidirá en los mapas de los estados mayores, sino en la lucha de los trabajadores. Los pueblos se levantarán contra la oligarquía y será necesario un tejido de relaciones internacionales que, organizado con antelación, será el único que podrá impedir que los pueblos sean derrotados o apuñalados por la espalda.
No podemos pedir a las fuerzas diplomáticas de los pueblos que se expongan a aventuras internacionales tratando de forzar el curso de los acontecimientos mundiales. Los intentos fallidos sólo han beneficiado a la reacción. Nosotros requerimos otro tipo de orientación general de la política exterior basada en la tradición de la integración y la solidaridad con los derechos humanos y sociales abanderados desde las bases. Nuestra diplomacia entre pueblos hermanos no tiene mayor interés en defender las fronteras actuales a la manera convencional burguesa con sus aduanas mercantiles, sus pasaportes discriminadores y sus sistemas monetarios emblema de injusticias que, a granel, se acompaña con ejércitos monstruosos al servicio del chovinismo y el nacionalismo que se han arranciado como el mayor obstáculo para el desarrollo económico de la humanidad. La misión de la diplomacia de los pueblos no es eternizar las fronteras burguesas, sino suprimirlas revolucionariamente. Los nacionalismos histéricos son un peligro para la humanidad.
El nacionalismo diplomático y pequeño burgués es una trampa utilizada por la ideología contrarrevolucionaria para atacar toda idea de integración y solidaridad entre los pueblos. Es la hipocresía de los paladines del neoliberalismo “globalizado” que aprieta los dientes en sus terruños ideológicos y concretos. Al mismo tiempo intensifican el ataque de sus “medios de comunicación” que difunden las ideas de nacionalismo y de las organizaciones criminales de los nacionalistas burgueses y del aparato propagandístico contra el internacionalismo del proletariado. Entre las fuerzas diplomáticas burguesas circula el nacionalismo pequeño burgués desde las mentes que auspician de la confrontación.
Esta idea de una Nueva diplomacia es parte de la Revolución Humanista y el desarrollo del Socialismo que la humanidad construye para su salvación ante las amenazas, cada vez más monstruosas del capitalismo imperial. La política exterior ya no se subordinará a variables mercantiles, internas y externas, y sin descuidarlas en su marco de equidad y dignidad, deberá poner por encima de todo el interés de la humanidad. Hoy la soberanía anti-imperialista que es clave la toma de decisiones y las tareas de género internacional está por encima de todo interés comercial el interés emancipador abarca factores históricos, geográficos, económicos, ideológicos, políticos, éticos, o filosóficos. La naturaleza social e ideológica de la nueva doctrina diplomática de los pueblos se enraíza en las luchas contra todo régimen autocrático, clasista que somete el interés de los pueblos a los caprichos imperiales, tarde o temprano. Sólo una verdadera doctrina de base científica y socialista permite imaginar y luchar programáticamente por un verdadero mundo democrático popular o socialista con las condiciones para la consagración de esos intereses, su defensa y profundización permanente en el ámbito internacional.
Una Nueva Doctrina Diplomática de los Pueblos ha de ser una herramienta más para mantener la independencia, la soberanía, la autodeterminación y la seguridad con capacidad de darse políticas populares, democráticas y participativas basadas en sus tradiciones, inspiradas en un sistema económico-social para el desarrollo y la justicia, que, permita proteger la cultura y los valores socio-políticos en el escenario mundial y la realidad histórica con el surgimiento, la evolución y actualidad de un totalmente nuevo derecho internacional basado en la solidaridad internacional.
Para Una Nueva Doctrina Diplomática de los Pueblos el objetivo central es la obligación de tomar todas las decisiones y acciones pertinentes para derrotar los interese imperialistas. Luchar por terminar con el capitalismo e inclinar a favor de los pueblos la correlación de fuerzas, la capacidad de resistencia y lucha contra el imperio. Mantener todas las cualidades contestatarias ante todas las agresiones. Luchar por una Revolución Socialista genuina y de profundo contenido democrático y participativo, bajo la dirección de la vanguardia participativa de los pueblos conscientes, consecuentes y responsables sin discriminación y con una conducta coherente con el discurso político. Luchar por un sentido humanista profundo que proclame la urgencia de la abolición de la esclavitud y la necesidad de forjar un mundo sin fronteras pero con bases amistosas y pacíficas entre los seres humanos.
Una Nueva Doctrina Diplomática de los Pueblos debe redimensionar el internacionalismo como forma de conciencia, de la naturaleza del régimen político necesario en el plazo corto, mediano y largo con un rol protagónico y de triunfo revolucionario en el que la premisa estratégica de la política exterior sea la lucha frontal y permanente contra el imperialismo, donde el deber sea ejercer el internacionalismo proletario, revolucionario. Luchar por la victoria histórica del socialismo sobre el capitalismo.
En Una Nueva Doctrina Diplomática de los Pueblos la tarea por excelencia es poner todo al servicio de la humanidad, es la propia Revolución Socialista. Enriquecer el carácter global de la Revolución, preservar el programa de transición con la independencia y la soberanía de las fuerzas revolucionarias y consolidar las conquistas del socialismo. En una Nueva Doctrina Diplomática de los Pueblos la cooperación entre los pueblos está lejos de los cálculos mercantilistas y los intereses lucrativos donde unos cuantos explotan a las mayorías. Es premisa la hermandad y la solidaridad efectivas.
Una Nueva Doctrina Diplomática de los Pueblos el socialismo es patria y coyuntura crítica para la Revolución Permanente donde se desarrolla el principio del internacionalismo proletario y las tareas de la revolución socialista en relación con la revolución mundial. No es exclusivamente el deber de la lucha victoriosa del proletariado sino el deber del proletariado internacional en su conjunto contra la desigualdad en el desarrollo económico y político capitalista.
Ese internacionalismo establece que los intereses del socialismo están por encima de los intereses del derecho de las naciones a la autodeterminación, que los intereses de la revolución están por encima, que los intereses del país del socialismo están por encima, que el proletariado debe luchar por fortalecer y ampliar esa patria socialista. Que nuestro deber internacionalista es lograr ser libres para proseguir y consolidar la revolución socialista expropiar a los capitalistas y organizar la producción socialista, rehuir a las guerras burguesas. Esa lucha en todas su expresiones, es crucial, exige instrumentos revolucionarios de combate, es decir un programa que hoy es incipiente en las escalas nacional e internacional. Hay que construir es programa con base en la Nueva Doctrina Diplomática de los Pueblos teniendo en cuenta toda la experiencia del pasado, para luchar por la nueva internacional.
Al mismo tiempo, atender todas las luchas nacionales contra el reformismo y el burocratismo que son las fuentes de mayor daño en nuestro tiempo a la dinámica diplomática revolucionaria. La lucha revolucionaria no se interrumpe.Hoy las políticas revolucionarias deben redimensionar las tareas internacionales y eso no se logrará sin la unidad de las fuerzas internacionales. No se puede postergar ni un día esta tarea sin correr peligros ante las agresiones del capitalismo buitre.
En nuestro tiempo sólo con una Nueva Doctrina Diplomática de los Pueblos, apoyada en una geopolítica de principios internacionales que forme parte de un programa anti-capitalista y anti-imperialista, podrá echar raíces en ascenso de la conciencia para un servicio diplomático de nueva generación. ¡Ahora la lucha contra el capitalismo y todas sus formas de guerra significa, también, luchar por un nuevo orden social indisolublemente Internacionalista.
Dr. Fernando Buen Abad Domínguez
Universidad de la Filosofía.
Universidad de la Filosofía.
Fuentes: http://fbuenabad.blogspot.com/
http://filmimagen.blogspot.com/
http://universidaddelafilosofia.blogspot.com/
http://paper.li/FBuenAbad/1315843074
Fuente: TeleSur
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