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Brasil "El capital está imponiendo el agronegocio como la única forma de producir", Entrevista con Stédile

Joana Tavares


Brasil nunca tuvo un programa de reforma agraria que en realidad se propusiera democratizar el acceso a la tierra y entregar la tierra a los campesinos pobres.  Así sintetiza la situación actual del campo João Pedro Stedile, integrante de la dirección nacional del Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST).  Según Stedile, de acuerdo con la correlación de fuerzas, "a veces avanzamos y conseguimos asentamientos y en otros períodos el capital avanza e impide que hayan expropiaciones.  Y esta es la situación actual”. 
  
 Frente a este escenario, del 10 al 14 de febrero, más de 15.000 militantes del MST se reunirán en su Sexto Congreso, en Brasilia.  Tras ​​30 años de fundación del MST, la configuración del campo de Brasil apunta a la agudización de las contradicciones sociales que se acumulan como una deuda histórica.
  
 "Ante esta situación adversa, los últimos dos años nos pasamos debatiendo con nuestra base, nuestra militancia y construimos la idea de la necesidad de un programa de reforma agraria popular", dice Stédile.   En este programa se incluyó la necesidad de hacer amplias expropiaciones de los latifundios más grandes, empezando por las empresas extranjeras, agrega el dirigente.
  
 En esta entrevista, Stédile habla sobre la situación actual de la reforma agraria y sobre los principales desafíos que la clase trabajadora tiene en este año.  "A pesar de los avances que hubo en los últimos diez años en relación con el neoliberalismo, los trabajadores aún enfrentan graves problemas, que afectan también a la juventud", afirma.  Él cree que las movilizaciones, a más de ser bienvenidas, son necesarias para seguir cambiando el país. 
  
Brasil de Fato: ¿Cuál es la situación de la reforma agraria en el país actualmente?
  
 João Pedro Stedile.- Brasil en realidad nunca tuvo un programa de reforma agraria que se propusiera democratizar el acceso a la tierra y entregar la tierra a los pobres del campo.  Entonces, de acuerdo con la correlación de fuerzas, a veces avanzamos y conseguimos asentamientos y en otros períodos el capital avanza e impide que haya expropiaciones.  Y esta es la situación actual.  No tenemos reforma agraria, e incluso los procesos de conquista de nuevos asentamientos, están paralizados.  Y eso se debe a que hay una especulación en los precios de los commodities agrícolas, que incrementó el lucro de los hacendados y disparó el precio de la tierra a las nubes.  El capital está imponiendo el agronegocio como la única forma de producir.  Y se completa con el gobierno de Dilma, que está hegemonizado por el agronegocio.  Aquellos que defienden la reforma agraria en el gobierno son una minoría.  Y lo que es peor, hay una incompetencia administrativa del INCRA impresionante, que no puede resolver los problemas mínimos, incluso de los que ya están asentados.

 - ¿Cómo impactarían los cambios proyectados por el MST en el campo en las personas que viven en las ciudades?
  
 Ante esta situación adversa, los últimos dos años nos pasamos debatiendo con nuestra base, nuestra militancia y construimos la idea de la necesidad de un programa de reforma agraria popular.  Que represente cambios necesarios para todas las personas y no sólo para los campesinos sin tierra.  Y en nuestro programa pusimos la necesidad de hacer amplias expropiaciones de los latifundios más grandes, empezando por las empresas extranjeras.  Tenemos que dar prioridad a la producción de alimentos.  Necesitamos producir sin agrotóxicos para que la gente de la ciudad tenga salud.  Tenemos que adoptar la agroecología como una nueva matriz de producción en equilibrio con la naturaleza.  Tenemos que instalar agro industrias en forma cooperativa, para dar empleo a la juventud rural, detener el éxodo y distribuir la renta.  Y por último tenemos que democratizar el acceso a la escuela en todos los niveles.  Esta es, en esencia, nuestra propuesta de reforma agraria.
  
- Recientemente estuvo en la Academia Pontificia de las Ciencias, en el Vaticano, invitado por el Papa Francisco para discutir el problema del hambre mundial.  ¿Qué impresiones tiene de ese encuentro?
  
 Causó sorpresa a todos, pues por primera vez el Vaticano convocó a dos movimientos sociales: al MST y al movimiento de cartoneros (recolectores de materiales reciclables) de Argentina, para debatir con los obispos, intelectuales y científicos que forman parte de la Academia, cual es la causa para que haya pobres, excluidos y tantos problemas económicos.  Expusimos nuestros puntos de vista sobre el estado actual del capitalismo financiero e internacional, que está dominando el mundo y es el principal responsable.  Las 300 mayores empresas del mundo controlan el 60 % de toda la riqueza.  El uno por ciento de los ricos controla la mitad de toda la riqueza de la humanidad.  Sin combatir este sistema, no vamos a tener una sociedad más igualitaria, más justa y democrática.  El seminario tendrá ahora ciertamente otros seguimientos, con otras reuniones convocadas por el Papa Francisco, que a todos nos está sorprendiendo. 
  
- El MST fue el principal movimiento social en Brasil en las últimas décadas.  Ahora surge la juventud como el principal actor social  ¿Cuál es su opinión acerca de los actuales movimientos de la juventud?

 Las movilizaciones de la juventud, en cualquier sociedad, son siempre una especie de termómetro que indica la temperatura de la indignación de toda la sociedad.  Y aquí no fue diferente.  A pesar de los avances de los últimos diez años en relación con el neoliberalismo, los trabajadores todavía enfrentan serios problemas, que también afectan a la juventud.  Y la juventud se tomó la calle para decir, en nombre de todos nosotros, que necesitamos cambios sociales.  Cambios en el régimen político, que no representa a nadie.  Cambios en la política económica.  Y más.  El Estado y el poder público atendiendo las necesidades del pueblo en materia de salud, educación y transporte público de calidad. 
  
- ¿Está pensando el MST dialogar o articularse con esa juventud?
  
 En todas las movilizaciones, buscamos participar con nuestra militancia, a pesar de que nuestra base social está lejos de las capitales.  Seguimos alentando a que la juventud se organice y se movilice.  Y al mismo tiempo, contribuimos a la construcción de plenarias estaduales y nacionales de todos los movimientos sociales, que incluyan a todos los sectores, desde el movimiento sindical hasta las pastorales, para discutir el rumbo del país y la necesidad de la reforma política.
  
- ¿Cree usted que las movilizaciones de junio protagonizadas por esos jóvenes fueron una sorpresa por la magnitud e impacto que tuvieron?
  
 Fueron sorpresa por la forma y rapidez que sucedieron.  Pero todos los militantes sociales sabían que los problemas que el pueblo está enfrentando en las grandes ciudades estaban aumentando y latentes.  La situación del transporte público es uno de ellos, se pierde horas en el tráfico y es caro.  Mientras el gobierno exonera el IPI (Impuesto a los Productos Industrializados)y fomenta el transporte individual, que las multinacionales automovilísticas agradecen.  El servicio de salud pública es una vergüenza.  Y eso que por lo menos desbloqueó el Programa Más Médicos, que es una buena cosa.  Y en la educación, tenemos problemas serios, desde elevadas tasas de analfabetismo, que afectan a 18 millones de trabajadores adultos, hasta el hecho de que el 88 % de la juventud en edad universitaria, no puede entrar a la universidad.  Por otro lado, la política institucional en Brasil ha sido secuestrada por contribuyentes de campaña, que transforman las elecciones en rehenes del capital.  Y el pueblo, la juventud, ya no se sienten representados en los parlamentarios, en el sistema político.  Así que días más, días menos, esos problemas aparecerían.  Y aparecieron en el mejor lugar posible: ¡en las calles!  Que es el mejor lugar para que la juventud practique la democracia. 

- ¿Cuál es el balance de las movilizaciones de junio para la lucha política en el país?

 En términos de conquistas reales, el balance todavía es pequeño, porque solo pudieron parar el aumento de las tarifas.  Pero el saldo político es fantástico.  Volvió a colocar la política en las calles.  Volvió a colocar el debate de los cambios necesarios.  Y puso en agenda la necesidad de la reforma política y de la convocatoria de una Asamblea Constituyente.  Y el proceso está aún en curso y tiende a aumentar.
  
- En el balance de 2013, los movimientos constataron algunos reveses en la política económica nacional.  ¿Cuál fue la razón de ese retroceso?
  
 La política económica del gobierno federal es uno de los ejes centrales de la lucha de clases de la sociedad brasileña.  Porque es a través de ella que las clases dividen la riqueza producida todos los días por los trabajadores.  Y hay una presión permanente de los bancos y las grandes empresas para devorar los recursos públicos, en la forma de intereses.  En la forma de los préstamos del BNDES, en la forma de enmiendas parlamentarias, en la forma de exención de impuestos.  Y del lado de los trabajadores, tenemos que luchar porque estos recursos, que son públicos, que son de todo el pueblo, se destinen preferentemente a las inversiones en educación, salud, reforma agraria, y el transporte público en las principales ciudades.  Y en esta lucha, creo que en 2013, la clase obrera salió perdiendo.  Los bancos engulleron 280 mil millones de reales del tesoro en intereses.  El Banco Central, dominado por los bancos, aumentó la tasa de interés.  El ciudadano común, el comercio y la industria pagan tasas de interés que van del 40% al 144 % por año.  Esto es una afrenta.  Y el gobierno se quedó administrando, sin valor ni fuerza para detener el poder económico, porque parte del gobierno está impregnado por estos intereses.
  
- La derecha y la izquierda están apostando a que las movilizaciones retornen durante la Copa del Mundo  ¿Hay el riesgo de que las movilizaciones, que son un signo de la voluntad de cambio, apoyen a las fuerzas conservadoras?  ¿Esto puede ser usado en el juego electoral?
  
 Las movilizaciones masivas siempre ayudan a impulsar el debate político en la sociedad.  La derecha brasileña no tiene ninguna base social, ni discurso ni propuesta para movilizar a millones de personas.  Porque sería movilizar contra los intereses del pueblo.  Las movilizaciones, a más de bienvenidas, son necesarias para seguir cambiando el país, para tener más Estado al servicio del pueblo.  Más recursos para la educación, la salud.  Los que tienen miedo del pueblo es porque se encuentran lejos de sus intereses.  Ningún cambio social ha ocurrido en la historia de la humanidad, sin que haya habido movilización popular.  Ningún cambio se produjo por la “voluntad generosa” de algún gobernante o gurú.  En cuanto al calendario, me inclino porque las movilizaciones de calle comiencen después, pues en el período de realización de la Copa van a crear confusión en la cabeza de la gente que quiere ver la Copa del Mundo, y pueden limitar las movilizaciones como si solo fuesen protestas por el dinero gastado en las obras.  El dinero que se gastó en estadios, unos 8 mil millones de dólares, por supuesto que pudo ser mejor invertido, sin embargo, representa apenas dos semanas del volumen de recursos que el gobierno pasa a los bancos.  Así que, cada dos semanas tenemos una Copa del tesoro nacional para los bancos.  Y estos son nuestros principales enemigos, que tenemos que denunciarlos y derrotarlos, dentro y fuera del gobierno.
  
- ¿Qué esperar de las elecciones de 2014?

 Personalmente, creo que no vamos a tener grandes cambios.  Ni en los electos ni en las propuestas que los electos defienden.  Por lo tanto, los cambios reales ya no dependen del calendario electoral, dependerán de la capacidad de la clase trabajadora para construir un programa unitario que incorpore las medidas que la sociedad necesita para poder resolver los problemas cotidianos del pueblo.
  
¿El MST y otros movimientos sociales pretenden lanzar alguna bandera política y llevar a cabo movilizaciones en este año?
  
 Ya están situadas en la calle, desde la segunda mitad del año pasado.  Participamos en un amplio frente popular, que incluye a la CNBB, OAB, ABI, la CUT y los movimientos populares, para juntos luchar por la reforma política.  Una reforma política que cambie las reglas del juego, devuelva al pueblo el derecho de elegir a sus verdaderos representantes, cambie la correlación de fuerzas en la sociedad y abra las puertas para que se ejecuten otras reformas necesarias: la reforma urbana, la reforma agraria, la reforma educativa, garantizando el 10% del PIB para la educación, la ampliación de recursos para la salud, y el control de las tasas de interés y el superávit primario.
  
- ¿A qué otras reivindicaciones principales apostaría para el 2014?
  
 Este es el salto político que nosotros, los movimientos populares, tenemos que dar.  A más de las agendas específicas de reivindicaciones, que cada sector social continuará impulsando para satisfacer las necesidades de su base, ahora es fundamental construir una unidad programática en torno a los temas políticos.  Unidad para hacer una gran minga nacional y hacer trabajo de base para discutir con la gente qué cambios políticos queremos.  Y a partir de ese debate, organizar un Plebiscito Popular en la semana del 7 de septiembre, para que la gente vote sobre la posibilidad de convocar o no a una Asamblea Constituyente, elegida de manera soberana, bajo otras reglas, y exclusiva para llevar a cabo la reforma política del país.  Espero que podamos movilizar a millones de brasileños en esta misión, y así unir fuerzas para presionar a los tres poderes de la República para convocar a la Asamblea Constituyente en 2015. (Traducción ALAI)
  
Fuente: http://www.brasildefato.com.br/node/27337

El dilema de la reforma agraria en la agroindustria de Brasil

Joao Pedro Stedile · · · · · Sin Permiso, 13 de enero 2013 


La sociedad brasileña se enfrenta en el campo a problemas de naturaleza distinta que requieren soluciones específicas. Tenemos graves problemas y situaciones de emergencia que requieren una actuación urgente. Hay alrededor de 150.000 familias campesinas sin tierra que viven bajo toldos, acampadas, luchando por un derecho que esta en la Constitución como es tener tierra para trabajar. Para resolver este problema, el gobierno tiene que hacer un verdadero esfuerzo conjunto de los diversos organismos y asentar a las familias en tierras que existen en abundancia en todo el país. Recuérdese que Brasil utiliza para la agricultura sólo el 10% de su superficie total .

Allí, en el noreste, hay más de 200 mil hectáreas que se preparan para proyectos de riego, con millones de fondos públicos, pero que el Gobierno sólo ofrece a los empresarios del Sur para producir para la exportación. Ahora, la presidenta se comprometió durante el Foro Social Mundial (FSM) de Porto Alegre, el 25 de enero de 2012, que daría prioridad a la solución de los sin tierra en estos proyectos. Sólo entonces sería posible asentar más de 100 000 familias en lotes de 2 hectáreas de regadío por familia.

Tenemos más de 4 millones de familias rurales pobres que reciben la Bolsa Familia para no morir de hambre. Esto es necesario, pero es un paliativo y debería  ser temporal. La única manera de salir de la pobreza es permitir el trabajo en la agricultura y actividades asociadas, que un amplio programa de reformas debería permitir. Porque ni las ciudades ni la agroindustria proporcionará trabajo decente a estas personas.

Tenemos millones de trabajadores rurales, asalariados, expuestos a todo tipo de explotación, desde el trabajo semi-esclavo a la exposición irresponsable a los venenos que el capataz ordena usar, y se requiere la intervención del gobierno para crear unas condiciones adecuadas de trabajo, ingresos y vida. Incluida la garantía de libertad de organización sindical.

La estructura de propiedad de la tierra, producción e ingresos de la sociedad brasileña en las zonas rurales hegemonizadas por  el modelo agroindustrial está creando problemas estructurales muy graves para el futuro. Basta considerar lo siguiente: el 85% de toda la tierra en Brasil se utiliza solamente para la soja / maíz, pasto y caña de azúcar. Sólo el 10% de los propietarios, hacendados que cuentan con áreas superiores a 500 hectáreas, controlan el 85% del valor total de la producción agrícola, destinada, sin ningún valor añadido, a la exportación. La agroindustria ha re-primarizado la economía brasileña. Somos productores de materias primas, que se venden y se apropian unas 50 multinacionales que controlan los precios, la tasa de ganancia y el mercado mundial. Si los hacendados tuviesen conciencia de clase, se darían cuenta de que ellos también son meros títeres de las corporaciones transnacionales.

La matriz de producción impuesta por el modelo agroindustrial es socialmente injusta, ya que cada año hay más personas en paro que son reemplazadas por máquinas y venenos. Es económicamente inviable, porque depende de las importaciones cada año, tomen nota, de 23 millones de toneladas de fertilizantes químicos procedentes de China, Uzbekistán, Ucrania, etc.. Es totalmente dependiente del capital financiero, que debe conceder anualmente 120 millones de dólares para que pueda plantar. Y subordinado a grupos extranjeros que controlan las semillas, insumos agrícolas, los precios, los mercados y se quedan con la mayor parte de las ganancias de la producción agrícola. Esta dependencia crea distorsiones de todo tipo: en 2012 faltó maíz en el Nordeste y a los avicultores, pero Cargill, que controla el mercado, exportó 2 millones de toneladas de maíz de Brasil a Estados Unidos. Y el gobierno debe haber leído los periódicos, como yo. Por otro lado, importamos  frijoles negros de China, para mantener nuestros hábitos alimenticios.

Este modelo es insostenible para el medio ambiente, ya que las prácticas de monocultivo destruyen toda la biodiversidad existente en la naturaleza usando pesticidas de manera irresponsable. Y eso desequilibra el ecosistema, envenena el suelo, el agua, la lluvia y los alimentos. El resultado es que Brasil representa sólo el 5% de la producción agrícola mundial, pero consume el 20% de todos los venenos del mundo. El Instituto Nacional del Cáncer (INCA), reveló que cada año hay 400.000 nuevos casos de cáncer, la mayor parte provocados por la contaminación de los alimentos. Y el 40% de ellos morirá. ¡Este es el peaje que las multinacionales agroalimentarias están cobrando a todos los brasileños! Y cuidado: el cáncer puede afectar a cualquier persona, independientemente de su posición y cuenta bancaria.

Una política de la reforma agraria no es sólo una sencilla distribución de la tierra a los pobres. Esto se puede hacer en casos de emergencia para resolver los problemas sociales localizados. Pero tampoco le interesa al gobierno. En la fase actual del capitalismo, la reforma agraria es la construcción de un nuevo modelo productivo para la agricultura brasileña: a partir de la necesaria democratización de la propiedad de la tierra y la reorganización de la producción agrícola con otros parámetros. En agosto de 2012, se reunieron 33 movimientos sociales activos en el campo desde Contag, que es el más antiguo, pasando por el MST, Vía Campesina, el movimiento de los pescadores, quilomberos, etc., y construimos una plataforma de propuestas unitarias para el cambio. Es necesario que la agricultura se reorganice para producir en primer lugar alimentos saludables para el mercado interno y para toda la población. Y es necesario y posible, la creación de políticas públicas que garanticen el fomento de una agricultura diversificada en cada bioma, produciendo con técnicas agroecológicas. Y el gobierno debe garantizar la compra de esa producción por la Conab.



Hay que transformar la Conab en gran empresa pública de abastecimiento, que garantice un mercado para los pequeños agricultores y distribuya en el país con precios controlados. Hoy contamos con programas embrionarios como el PAA (compra anticipada) y el 30% de las comidas escolares se compra obligatoriamente a los agricultores locales. Pero por el momento solo implica a 300 mil pequeños agricultores, muy lejos de los 4 millones que hay en la actualidad.

El gobierno tiene que invertir más recursos en investigación agrícola para la alimentación y no sólo estar al servicio de las multinacionales, como esta haciendo Embrapa, que sólo destina el 10% de la investigación  a los alimentos de los agricultores familiares. Hay que crear un programa de grandes inversiones en tecnologías alternativas, la mecanización agrícola para las unidades agrícolas pequeñas y las agroindustrias pequeñas en el Ministerio de Ciencia y Tecnología.

Hay que desarrollar un gran programa de cooperativismo para las pequeñas y medianas empresas agroindustriales, para los pequeños agricultores de todas las comunidades y municipios de Brasil, para que puedan tener sus industrias agrícolas, agregando valor y creando mercados para los productos locales. BNDES, en lugar de seguir financiando a las grandes empresas con proyectos multimillonarios que concentran la renta, debe crear un gran programa para las pequeñas y medianas empresas agrícolas en todos los municipios brasileños.

También hemos presentado propuestas concretas al gobierno para un programa eficaz de promoción de la agroecología y un programa nacional de reforestación de áreas degradadas, montañas y riberas en pequeñas unidades de producción bajo el control de las mujeres rurales. Sería un programa de bajo costo y ayudaría a resolver los problemas de las familias y de la sociedad brasileña para el reequilibrio del medio ambiente.

Desafortunadamente, no hay motivación en el gobierno para abordar seriamente estas cuestiones. Por un lado, están cegados por el éxito de las exportaciones en bruto de la agroindustria, que no tiene nada que ver con el proyecto nacional, y por otro lado, hay un contingente de técnicos aduladores que cercan a ministros sin experiencia de la vida real, que sólo analizan los temas  desde una perspectiva electoral o si son caros o baratos. Últimamente, hasta inventaron que era muy caro asentar familias, que primero es necesario resolver los problemas de los que ya tienen tierra y que los campesinos sin tierra esperen. ¿Esperar qué? ¿La Bolsa Familiar, el trabajo doméstico, emigrar a São Paulo?

Presidenta Dilma, como usted lee Carta Capital, espero que lea este artículo, porque dudo mucho que ninguno de sus porta-carteras  lo incluya en la colección de recortes de prensa del día. 



João Pedro Stedile, economista, es miembro de la coordinación nacional del MST (Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra) y de Vía Campesina Brasil.

Traducción para www.sinpermiso.info: Enrique García

Brasil: Entrevista com João Pedro Stédile   por Instituto Humanitas Unisinos-Marcelo Schneider  06 de Octubre de 2012 13:01 

Um dos fundadores do Movimento Nacional dos Trabalhadores Rurais Sem Terra (MST), do qual também é membro da direção nacional, João Pedro Stédile foi um dos oradores na Conferência Ecumênica Global sobre a Nova Arquitetura Financeira e Econômica, reunida em Guarulhos, São Paulo, de 29 de setembro a 5 de outubro.

Stédile partilhou reflexões sobre a conjuntura econômica, desenvolvidas internacionalmente entre os movimentos de agricultores que compõem a Via Campesina, entidade que reúne representantes de mais de 100 países.

ENTREVISTA

No encontro anual do Fórum Ecumênico ACT Brasil, Ademar Ludwig, do MST, partilhou sua visão acerca da situação atual do país. Para ele, há três projetos em conflito no Brasil. -O primeiro, do governo do PT, com sua visão desenvolvimentista e assistencialista. -O segundo, da direita histórica, hoje situada mais no Democratas e no PSDB. -O terceiro projeto seria o da sociedade civil, das organizações populares que tentam discutir modelos alternativos e construir redes de cooperação. 

Em sua opinião, quais são as forças em conflito no mundo de hoje? 

Acho que, de certa forma, essa conjuntura que o companheiro Ademar apresentou sobre a correlação de forças no Brasil se repete na América Latina, ainda que com outros nomes, e também em nível mundial. Há um grande projeto, que é o do grande capital. Embora em crise, ele ainda é hegemônico ideológica, militar e economicamente. O capitalismo tenta se renovar para gerar um novo ciclo de acumulação mais adiante, que ainda não se sabe onde vai estar centrado, mas que será de acumulação sob controle das grandes empresas transnacionais do mundo.Há um segundo projeto, que aparece também muito claro na América Latina, que seria uma espécie de integração capitalista, em que as burguesias locais querem ter controle sobre a sua produção, mas que não representa solução para os problemas do povo. Ou seja, eles querem desenvolver o capitalismo e a produção sob seu controle, têm contradições pontuais em relação aos Estados Unidos e ao império, mas não representam uma solução verdadeira. Em geral, defendem uma maior ingerência do Estado, não porque sejam estatistas, mas porque hoje, no Terceiro Mundo, o Estado é o principal espaço que reúne a mais-valia social.

Portanto é o Estado que gera a maior parte do capital disponível. Então, esse grupo, precisa deste trampolim, precisa se apoderar desses recursos. E, para conseguir tocar esse montante, que é manejado pelos Estados, precisa ter projetos mais nacionalistas. E há um terceiro projeto, que seria uma alternativa popular. Seria a tentativa de reorganizar as economias dos países e do mundo em favor da solução dos problemas do povo. Quais são esses problemas? A fome, a falta de terra, de trabalho, de moradia e de educação.Nesse terceiro projeto, quais são as dificuldades que temos? Como sofremos um impacto muito grande, na década de 90, com a ofensiva generalizada do neoliberalismo, o que vemos hoje é um refluxo do movimento de massas. Só recentemente é que fomos ver, na Europa, as primeiras reações populares à crise econômica.

Há uma criminalização da luta social em toda parte do mundo. É uma criminalização na qual não se precisa matar ou prender o manifestante, o que ocorre ainda em alguns países como a Colômbia, mas é ideológica, feita pela televisão e pelo poder Judiciário. A nossa esperança é que no próximo período haverá uma re-ascensão dos movimentos de massa e que estes, por sua vez, irão colocar o seu verdadeiro projeto popular na agenda de disputa com os governos e com o capital.

O movimento ecumênico, historicamente, sempre esteve envolvido em muitas edições do Fórum Social Mundial (FSM) e, mais recentemente, teve participação ativa no processo que levou à Cúpula dos Povos. Esse movimento mostrou sinais de que há uma dinâmica diferente em voga, marcada por um esforço de convergência de agendas e lutas e é enorme a dificuldade de chegar a um consenso sobre o tema do desenvolvimento sustentável. Há uma diferença entre o tom de desabafo e protesto, que marcou tantas edições do FSM e a metodologia de convergência e pautas comuns da Cúpula dos Povos. Você sente que o momento atual é diferente? 

Acho que o espaço da Cúpula dos Povos gerou um clima político novo para essa convergência, sobretudo para que os movimentos sociais incorporassem na sua pauta os temas do meio ambiente, e os fizessem de uma forma politicamente correta. No entanto, mais do que documentos convergentes, o que vai alterar a correlação de forças é se, nos próximos dez anos, conseguirmos criar um clima político de re-ascensão do movimento de massas em todo o mundo.

Qual a sua opinião sobre o papel do Brasil na conjuntura mundial atual? 

Esse é um assunto complexo. Primeiro, os capitalistas, que atuam na economia brasileira, têm certa autonomia em relação ao governo. Então, uma coisa é analisar o capitalismo brasileiro e outra coisa é analisar o governo de Dilma Rousseff. O que percebemos no cenário internacional é que, em relação à América Latina, o governo Dilma tem tomado atitudes positivas, ou seja, fortalece a unidade do continente e se propõe a enfrentar os americanos.No entanto, quando chega ao G20, passa a ter atitudes de subserviência aos grandes interesses do capital. Essa contradição só vai ser resolvida quando tivermos uma re-ascensão dos movimentos de massa aqui no Brasil. No quadro atual, o povo brasileiro e as forças populares estão ausentes da política. Só o governo e os capitalistas é que estão agindo. Evidentemente que, entre essas duas forças, o governo ainda tem um papel positivo. Mas não são iniciativas do povo.

Num modelo econômico que preze a justiça e o cuidado à natureza, quais seriam as ferramentas metodológicas e políticas que o Brasil teria a oferecer à comunidade mundial? 

Acho muito ruim utilizar como parâmetro modelos ou exemplos. Acho que o Brasil não é exemplo, assim como a África do Sul, Cuba e China também não podem servir de exemplo. Cada povo tem experiências acumuladas suficientes para encontrar as verdadeiras soluções para seus problemas.O que está faltando, infelizmente, é que ainda vivemos um período histórico de descenso do movimento popular. Ao excluir as massas da política, o povo não tem espaço para apresentar soluções. Nossa visão é que com a volta das massas aos processos de tomada de decisão, os povos, que têm muita experiência acumulada, é que buscarão as soluções.

O caso do Brasil é, de certa forma, emblemático porque o país é enorme territorialmente, tem uma população muito grande e tem riquezas naturais intermináveis. O caso brasileiro vai ser muito peculiar, porque aqui encontraremos soluções mais rapidamente do que em regiões com limitações expressivas, como a Bolívia, que não tem indústria, ou o Paraguai, que virou uma plataforma só de soja. Nesses países, as soluções para uma economia mais justa serão mais demoradas do que aqui no Brasil.