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Roberto Regalado: La reacción del candidato derrotado, la «conexión venezolana» y el síndrome de la desmemoria


Alainet, 18 de marzo 2014

«[…] Aureliano le explicó su método, y José Arcadio Buendía lo puso en práctica en toda la casa y más tarde lo impuso a todo el pueblo. Con un hisopo entintado marcó cada cosa con su nombre: mesa, silla, reloj, puerta, pared, cama, cacerola. […] Poco a poco, estudiando las infinitas posibilidades del olvido, se dio cuenta de que podía llegar un día en que se reconocieran las cosas por sus inscripciones, pero no se recordara su utilidad. Entonces fue más explícito […]».
Gabriel García Márquez, Cien años de soledad.

La reacción del candidato derrotado

Pese al derroche de histrionismo con que el dos veces derrotado candidato de la ultraderecha salvadoreña, Norman Quijano, manifiesta supuesta indignación por el también supuesto fraude cometido contra él en la segunda vuelta de los comicios presidenciales efectuada el 9 de marzo de 2014, en realidad, lo que hace es seguir un guión melodramático elaborado con mucha antelación, que, por demás, ni siquiera es original, sino un remake del ya utilizado en Venezuela en la elección presidencial de abril de 2013.

Norman Quijano acusó al Tribunal Supremo Electoral (TSE) de cometer fraude a favor del hoy presidente electo Salvador Sánchez Cerén, candidato del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN); se negó a aceptar los resultados del conteo final de los votos; solicitó la anulación de la elección, primero ante el TSE, y después ante la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia; y así abrió una nueva fase de la cruzada de odio y miedo desarrollada durante toda su campaña electoral.

En la segunda vuelta de los comicios, Sánchez Cerén ganó con el 50,11% de los votos válidos y Quijano perdió con 49,89%, una diferencia mucho más reducida que entre el 49,92% cosechado por el efemelenista en la primera ronda y el 38,98% del arenero, acortamiento que, entre otras razones, obedece al desplazamiento hacia este último de los votos de los demás candidatos –todos de derecha– descartados en la primera vuelta, y a la exacerbación de la ya mencionada cruzada de odio y miedo, orquestada por Quijano en coordinación y en sincronía con la ofensiva desestabilizadora de la derecha venezolana.

Repárese, además, en lo alto del umbral exigido por la ley electoral salvadoreña, de 50% más uno, para el triunfo en primera vuelta, que sirve al propósito de la alianza de «todos contra el candidato de izquierda». Téngase en cuenta que el 2 de febrero de 2014 no solo se competía por la primera magistratura en El Salvador, sino también en la cercana Costa Rica, cuya ley electoral declara ganador con 40% de los votos, país donde el 49,92% de Sánchez Cerén hubiese sido un súper triunfo en la ronda inicial. En la también cercana Nicaragua, no solo se puede vencer en la ronda inicial con 40%, sino incluso con 35%, si la diferencia con el segundo lugar sea mayor de los 5 puntos, y así ocurrió ya en una ocasión.

En cualquier caso, la diferencia a su favor, limpiamente obtenida por Sánchez Cerén de 0,22%, sin duda alguna, despierta la envidia de un buen número de exmandatarios y actuales mandatarios latinoamericanos de derecha, quienes desde la elección presidencial mexicana de julio de 1988 hasta la actualidad, le han arrebatado triunfos electorales a la izquierda mediante procedimientos fraudulentos, incluida la grosera alteración de los resultados comiciales. A esos métodos no es ajeno ARENA, que desde su fundación y hasta que ello fue descubierto, era la «opción electoral» de innumerables ciudadanos salvadoreños fallecidos y de también innumerables ciudadanos de países fronterizos, acarreados en ómnibus los días de sufragio.

Uno de sus argumentos para solicitar la anulación de los comicios del 9 de marzo es que 182 delincuentes recluidos en centros penitenciarios salieron «de pase» a votar por el candidato del FMLN. Si eso fuera cierto, habría que preguntarle a ARENA cuánto dinero invirtió en esa maniobra y a cuántos funcionarios venales, enquistados en la estructura estatal durante sus dos décadas de gobierno (1989‑2009), sobornó.

La «conexión venezolana»

La actitud asumida por Quijano y la cúpula de su partido, con toda razón, ha sido denunciada como una copia al carbón de la estrategia desestabilizadora que, desde hace casi un año, lidera en Venezuela el también dos veces derrotado candidato presidencial de la derecha de ese país, Henrique Capriles, quien sucumbió frente Hugo Chávez en octubre de 2012 y frente a Nicolás Maduro en abril de 2013.

Capriles y Quijano, candidatos doblemente derrotados, el primero en un lapso de seis meses y el segundo de un mes, vociferan y exigen como si hubieran sido ganadores.

Capriles y Quijano exigen un recuento voto por voto, a sabiendas de que no hay razón alguna para ello, y de que tal exigencia no se corresponde con las leyes electorales de sus respectivos países. ¿Para qué? Para abrirse un infinito horizonte de posibilidades fabricar reclamaciones puntuales sin base alguna (como los presos «de pase»), con las cuales prolongar al máximo el recuento. De esa manera buscan generar incertidumbre, fomentar la percepción de ilegalidad del proceso electoral y de ilegitimidad del presidente electo, y así crear las condiciones para la campaña de desestabilización que la derecha venezolana desarrolla desde hace unos diez meses, y que la derecha salvadoreña recién ha iniciado.

Recordemos que el recuento voto por voto que exigen Capriles y Quijano les fue negado a los candidatos de izquierda en México en 1988, 2006 y 2012, y también le fue negado a la candidata de izquierda en Honduras en 2013, no obstante a que las denuncias de fraude en esos comicios –por solo citar los más conocidos–, sí tenían sólidas bases de sustentación. También vale la pena traer a colación el despojo de que fue objeto el demócrata Al Gore por parte del republicano George W. Bush en la elección presencial estadounidense de 2000.

No es casual que el estratega electoral de Capriles y de Quijano sea el prófugo de la justicia venezolana JJ Rendón, ni que el inicio de la actual ofensiva de violencia desestabilizadora contra la Revolución Bolivariana haya sido convenientemente sincronizado con la celebración de los comicios presidenciales salvadoreños. Tampoco es casual que la violencia en Venezuela haya alcanzado su máxima expresión durante el mes de campaña que separó a la primera de la segunda vuelta de la elección presidencial salvadoreña, de modo que ARENA, las catorce familias dueñas de la economía de esa nación, y los medios de comunicación propiedad de ellas, pudieran manipularla. Por lo ocurrido en Venezuela, podemos anticipar lo que ARENA intentará hacer en El Salvador en los meses posteriores a la elección, pero «guerra avisada no mata soldado».

La repetición en El Salvador del esquema utilizado en Venezuela no es casual porque la derecha de ambos países, y sus figuras visibles, como Henrique Capriles, Leopoldo López y María Corina Marchado en Venezuela, y como Norman Quijano, René Portillo, Jorge Velado y Roberto D’Aubuisson (hijo) en El Salvador, son simples ejecutores de una variante de la doctrina de la dominación de espectro completo dada a conocer en 2008 por el Departamento de Defensa de los Estados Unidos, que se nutre de las experiencias contrainsurgentes y contrarrevolucionarias acumuladas por el imperialismo en su enfrentamiento a las luchas anticolonialistas y revolucionarias en Asia, África y América Latina desde el fin de la Segunda Guerra Mundial.

La proclamación de la doctrina de la dominación de espectro completo es uno de los «ajustes» que el gobierno de los Estados Unidos ha tenido que hacer a su política exterior, luego que fracasara el «nuevo orden mundial», decretado en 1989 por el presidente George Herbert Bush. En América Latina, estos «ajustes» son una reacción frente al auge de las luchas populares contra la reestructuración neoliberal y a los espacios institucionales ocupados por fuerzas progresistas y de izquierda que, por primera vez en la historia, han sido electas y reelectas para ocupar el gobierno en un significativo número de países. 

Los golpes de Estado clásicos, característicos de la historia latinoamericana de los siglos XIX y XX, ya están demasiado desprestigiados. Por ello, el imperialismo actualiza los medios y métodos de desestabilización, que parten de la misma matriz utilizada para derrocar a Arbenz en Guatemala (1954) y a Allende en Chile (1973), pero hoy aprovechan sus incomparablemente superiores medios de comunicación, y minimizan la exposición pública del rol de los militares reaccionarios, quienes ceden el protagonismo a personajes civiles como Pedro Carmona («Pedro El Breve», Venezuela, 2002), Roberto Micheletti (Honduras, 2009) y Federico Franco (Paraguay, 2011).

Es importante notar que en Honduras y Paraguay se utilizó la modalidad de golpe de Estado «legislativo», y que en El Salvador, durante la presidencia de Mauricio Funes (2009‑2014), se ha intentado llenar un expediente «legitimador» para un eventual golpe de Estado «judicial» con la cobertura de la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia. Por ello, no es de extrañar que la cúpula de ARENA presente en esa sala una solicitud de anular los comicios del 9 de marzo, aunque sabe perfectamente que ella no tiene competencia en materia electoral.

¿Cómo se llena en la actualidad un expediente de golpe de Estado?

Se hace con la metodología de la dominación de espectro completo. Con palabras de Ana Esther Ceceña:

La dominación de espectro completo supone ocupar todos los espacios, todas las dimensiones de la vida, todos los lugares; no dejar resquicios para el enemigo real o potencial, no darle tiempo de recuperar fuerzas, de recomponerse; perseguirlo en los subsuelos, en tierra, aire y mar; controlar el espacio (que entre otras cosas es el de las comunicaciones); vigilarlo, disuadir cualquier iniciativa contestataria, cualquier transgresión de las reglas tácitas del poder y en su defecto aniquilarlo. Ser implacable y buscar impedir que el posible enemigo llegue a existir. Esto es: dominar en todo el espectro y con todos los medios.

La dominación de espectro completo se aplica en dos modalidades, es decir, en su modalidad defensiva y en su modalidad ofensiva: la primera, para defender a los aliados del imperialismo, como los países más reaccionarios del Golfo Arábigo‑Pérsico amenazados por la Primavera Árabe, a los que se aplicó un rasero completamente distinto al utilizado en Libia y Siria; y, la segunda, para desestabilizar y derrocar a los gobiernos que se rehúsan a someterse a la extranjerización y el saqueo de sus recursos naturales y energéticos. A su vez, cada una de estas modalidades puede aplicarse en condiciones de guerra o en condiciones de «paz».

Sea en condiciones de guerra o de «paz», la dominación de espectro completo funciona como un «temblor de tierra» permanente, ininterrumpido, constante, que no le permite al «enemigo», ni a la sociedad en su conjunto, siquiera un instante de tranquilidad, de estabilidad, de sosiego; y ese temblor permanente se combina con golpes políticos, económicos, mediáticos y de otro tipo, que se producen por doquier, en forma sorpresiva y reiterada.

¿Acaso no es esto lo que ha hecho la oposición de derecha venezolana desde la elección a la presidencia de ese país de Nicolás Maduro en abril de 2013? ¿Acaso la intención no ha sido impedirle gobernar? ¿Acaso no es eso lo que quisiera hacerle Quijano al gobierno del presidente electo Salvador Sánchez Cerén?

El síndrome de la desmemoria

Al estilo de Aureliano y José Arcadio Buendía, con un hisopo entintado, marquemos cada cosa con su nombre en la historia de El Salvador: expropiación, dominación, explotación, represión, dictadura, oligarquía, ARENA.

Dos elementos de la declaración pública hecha por Quijano al conocerse los resultados de la segunda vuelta de los comicios presidenciales, hicieron sonar las alarmas y ratificaron su condición de representante de lo peor de la oligarquía salvadoreña: uno fue su rechazo a desconocer la voluntad popular libremente expresada en las urnas, actitud que mantiene inalterable; y el otro, su invocación al ejército y la policía como veedores y garantes de su supuesto triunfo, maniobra frustrada por la declaración del Ministro de Defensa, quien recordó que la Fuerza Armada de El Salvador (FAES) es en la actualidad una institución apolítica y no deliberante, subordinada al Presidente de la República.

El partido de Quijano, Alianza Republicana Nacionalista, fue el instrumento político y paramilitar construido por los sectores más reaccionarios y sanguinarios de la oligarquía salvadoreña en las postrimerías de la década de 1980, con los propósitos de: deshacerse de la fachada demócrata cristiana de la que se había dotado el Estado contrainsurgente durante la presidencia de José Napoleón Duarte (1984‑1989); asumir directamente la jefatura de la FAES y otros cuerpos represivos oficiales para profundizar el enfoque militarista del conflicto armado; y utilizar el poder del Estado para darle cobertura y garantizar la actuación impune de los Escuadrones de la Muerte, creados, junto con ARENA, por ya fallecido Roberto D’Aubuisson (padre).

A contrapelo de los objetivos fundacionales de ARENA, debido a su incapacidad de derrotar militarmente al FMLN –pese a la multimillonaria ayuda militar y económica recibida de los Estados Unidos–, el primer presidente arenero de la República, Alfredo Cristiani (1989‑1994), se vio obligado a negociar con esa organización insurgente y a firmar los Acuerdos de Chapultepec (16 de enero de 1992), en virtud de los cuales la bancada de ARENA en la Asamblea Legislativa de El Salvador jugó el papel protagónico en la adopción de las reformas constitucionales y en la promulgación de las leyes derivadas de dichos acuerdos.

Las transformaciones políticas e institucionales realizadas durante la presidencia de Cristiani incluyeron la depuración de la FAES, la anulación de la facultad de garante del orden constitucional que la esta tenía, y el desmontaje de otros aparatos represivos (Guardia Nacional, Policía Nacional y Policía de Hacienda) que fueron sustituidos por la actual Policía Nacional Civil. Este paquete de reformas constitucionales y políticas realizadas por el presidente Cristiani y la bancada legislativa de ARENA, contenía también la aprobación de las leyes, órganos, normas y procedimientos electorales que hoy Quijano rechaza y pretende vulnerar.

En esencia, ARENA es la versión de finales del siglo XX e inicios del siglo XXI de los mecanismos político‑coactivo‑represivos históricamente utilizados por la oligarquía salvadoreña para garantizar su continuo enriquecimiento en un país pobre y atrasado, lo cual presupone la súper explotación de la fuerza de trabajo en función de maximizar los beneficios obtenidos de la exportación de productos primarios.

El capitalismo salvadoreño empezó a conformarse en la segunda mitad del siglo XVIII mediante expropiación de las comunidades indígenas para el cultivo del añil. Cuando, a partir de la primera mitad de la centuria siguiente, el mercado europeo para ese producto se agotó debido a la aparición de los colorantes químicos, se produjo una mayor y más brutal apropiación forzosa, ya no solo de las tierras indígenas, sino también de los ejidos y realengos en la zonas montañosas, y a ello le siguió una tercera oleada expropiadora en función del cultivo del algodón y la caña de azúcar, en este caso en las zonas costeras.

Cada una de estas etapas implicó un brusco «apretón de la tuerca», para concentrar la tierra bajo el control de un puñado de familias oligárquicas y para convertir a los antiguos propietarios y usufructuarios de las tierras expropiadas en trabajadores asalariados. El complemento de esa política era mantener la remuneración y el consumo de esos asalariados en el borde inferior del nivel de subsistencia para elevar la rentabilidad de las exportaciones.

El sistema de súper explotación al que ha estado sometido el pueblo salvadoreño necesita de un sistema de súper represión que lo sostenga. Durante una primera etapa, que abarca desde la independencia hasta inicios de siglo XX, El Salvador carecía de un ejército profesional, y los jefes y oficiales castrenses eran miembros de la propia oligarquía. En una segunda etapa, a inicios de la segunda década del siglo XX, se construye un ejército profesional cuya función es defender los intereses de la oligarquía. Una tercera etapa es la dictadura unipersonal del general Maximiliano Hernández Martínez, quien gana la confianza del imperialismo norteamericano y las élites criollas mediante la genocida represión de la insurrección campesina e indígena de enero de 1932. La cuarta etapa, posterior a la caída de Hernández Martínez, es una sucesión de gobiernos militares de cuatro o cinco años de duración cada uno, en el que el general o coronel de turno construía su propio partido y concurría a unas elecciones cuyo resultado estaba predeterminado.

A la Fuerza Armada de El Salvador se le adjudicó la función de garantizar el orden constitucional, lo cual era interpretado como el derecho a desplazar, mediante un golpe de Estado, al presidente militar que quisiera prolongar su mandato o reelegirse, con otras palabras, que se negara a respetar el pacto mediante el cual le correspondía a otro alto oficial y su grupo beneficiarse de uso corrupto del poder.

En un artículo publicado en el diario El Nacional, en Caracas, el 22 de octubre de 1979, Gregorio Selser señalaba:

Posiblemente no haya en América Central y en el continente todo un ejemplo igual al que ofrece la historia de la república de El Salvador, en cuanto a la ostensible presencia de militares en el poder, en lo tocante a la continuidad de permanencia.

En esta materia, solamente Guatemala se está acercando al récord salvadoreño. El caso de la familia Somoza, en Nicaragua, no es válido porque [...] –al igual que la familia Trujillo en República Dominicana– se permitía ciertos interregnos de fachada civil. En la vecina Honduras hubo [...] gobiernos que alternaron el goce pretoriano del poder. El Salvador, en cambio, ofrece la imperturbable frecuencia de regímenes militares que se van sucediendo uno tras otro, con interrupciones brevísimas de uso compartido del poder con figuras civiles, y un único caso –que ratifica la regla– que durará contados meses, de un civil que fungiera como presidente.[1]

Una anécdota contenida en las memorias del desaparecido líder político salvadoreño Schafik Hándal, ilustra la relación entre la oligarquía y el ejército salvadoreño.

Cuando, por intereses coyunturales, el entonces recién instalado gobierno del teniente coronel José María Lemus autoriza, en 1956, el regreso de los exiliados políticos, Schafik acude a la Embajada de El Salvador el Chile a solicitar una pasaporte. Mientras está en ese trámite, se le acerca el general Eduardo Casanova, quien ocupaba un puesto en esa misión diplomática, y le dice:

Mirá muchacho, ya vas a volver para allá. Vos estás joven. Dedicáte a estudiar y trabajar. Tu familia tiene dinero. Dedicáte. Ya no te metás en babosadas. Mirá, para que sepás cómo es mi país, porque vos no sabés bien, te voy a contar. Después del derrocamiento de mi general Martínez, vino todo aquello del romerismo, todo aquel relajo… Un día se presentó en el Ministerio de Defensa, donde yo trabajaba, don Miguel Dueñas. Entró, se paró en medio de la sala y dijo: «Bueno señores: ¿quién le va a poner fin a esto? Hay dos millones de colones para los que arreglen esta situación y derroquen a este gobierno». Entonces, se levantó mi coronel Osmín Aguirre y le contestó: «Don Miguel, yo lo voy a hacer». Y así fue como se arregló el golpe de Estado. Y mirá, hay que saber quiénes son los que mandan, a quiénes les pertenece El Salvador. Hay que dejarse de babosadas: ellos son los dueños, hombre, los que mandan [...]

Al respecto dice Schafik: «Yo le escuche. No le hice ningún comentario, pero le puse mucha atención para ilustrarme claramente sobre cómo se manejaba el país».[2]

Efímeros fueron los amagos progresistas en la historia de El Salvador: el liberal morazanista capitán general Gerardo Barrios (quien gobernó como senador designado en 1860 y como presidente de la República en 1861‑1863) fue derrocado, exiliado y finalmente asesinado; el gobierno liberal de los hermanos Ezeta (1890‑1894) fue derrocado; el presidente Manuel Enrique Araujo (1911‑1913), fue ultimado a machetazos en un parque; el presidente laborista Arturo Araujo (1931), una vez en el gobierno, asumió una política represiva y fue derrocado por un golpe de Estado del que emergió la dictadura de Hernández Martínez; tras la caída de Hernández Martínez, en 1944, hubo cinco meses de libertades democráticas interrumpidas por un nuevo cuartelazo; una Junta Cívico Militar progresista gobernó de octubre de 1960 a enero de 1961; y una Primera Junta Revolucionaria de Gobierno, inmediatamente derechizada, se mantuvo entre octubre de 1979 y marzo de 1980.

Fueron los reiterados fraudes, acompañados de masivas y sangrientas represiones, omnipresentes en la historia salvadoreña, en especial, los despojos y represiones de que fue objeto la Unión Nacional Opositora (UNO) en El Salvador en las elecciones presidenciales de 1972 y 1979, y en las legislativas de 1977, los que condujeron a la fundación del FMLN y al inicio de una guerra revolucionaria de once años de duración. Sobre este período, en su libro Comandante Ramiro. Revelaciones de un guerrillero y líder revolucionario salvadoreño, el miembro de la Comisión Política del FMLN, José Luis Merino, dice:

Se puso de moda, como modus operandi de los escuadrones de la muerte, desmembrar los cuerpos de sus víctimas. Para ello utilizaban un matadero que durante el día envasaba carne de exportación para los Estados Unidos, y por la noche descuartizaba a hombres y mujeres, con las mismas herramientas, la misma forma de matar: el desangramiento y el corte de los pedazos. Hay un libro de un escritor que tiene una habilidad espectacular para describir las cosas, que relata cómo un trabajador de la empresa, después de preguntarse durante un tiempo por qué, de pronto comenzó, a encontrar su bandeja, en la que él cortaba las piezas de las reses, siempre húmeda en la mañana, hasta que un día encuentra que, entre su bandeja y la del obrero que trabaja junto a él, se había quedado un dedo de una de las personas asesinadas en la noche. Se le «soban las tejas al hombre» –como decimos aquí– y arranca una denuncia pública.

Los escuadrones mataban a quince o veinte personas, dejaban todas las cabezas en un lugar, los torsos en otro, las piernas en otros y los brazos en otro. Quienes hicieron todo eso están vivos. Algunos son dirigentes políticos, pueden haber sido ministros en alguno de los gobiernos de la Alianza Republicana Nacionalista (ARENA) y puede que sean diputados. Están vivos y actúan en política esos que cometieron asesinatos y crímenes sin parangón.[3]

Desde la década de 1980, cuando la oligarquía salvadoreña funda a ARENA y emprende la reestructuración neoliberal, ya el principal rubro de exportación del país no es el añil, ni el café, ni el azúcar, ni el algodón, sino los propios salvadoreños y salvadoreñas. Con un nuevo y más brutal «apretón de la tuerca», hacen sus condiciones de vida insoportables para que emigren, en forma ilegal, hacia los Estados Unidos y envíen remesas a sus familiares. El negocio consiste en que los oligarcas de ARENA son los dueños de los bancos que canalizan las remesas y los dueños de las tiendas en el que los receptores de esas remesas gastan el dinero enviado por sus familiares emigrados.

En contraposición a todo eso, el presidente electo Salvador Sánchez Cerén tiene como punto fundamental de su programa de gobierno convertir a El Salvador en un país productivo, donde los ciudadanos y las ciudadanas puedan vivir y trabajar en paz, sin necesidad de sufrir la fragmentación de sus familias provocada por la emigración forzosa.

Sirvan estas breves referencias a la historia de El Salvador, para fundamentar la afirmación, con la que concluye este artículo, a saber, que la cúpula de ARENA no solo busca anular los resultados de la elección presidencial de 2014, sino retrotraer, de golpe, seis décadas de la vida de esa nación, que incluyen: diez años de lucha intensa lucha social y política (1960‑1970), diez años de lucha social y política combinadas con lucha insurreccional urbana (1970‑1980), once años de guerra revolucionaria que combinó diversas formas de lucha (1981‑1992), siete años, primero de diálogo y después de negociación (1984‑1992), y veintidós años de lucha por la construcción de una democracia política, económica, social y cultural (1992‑2014). Este intento de borrar la historia no solo es sumamente peligroso para El Salvador, sino para toda América Latina

En síntesis, en la reacción de Quijano y de la cúpula de ARENA, de irrespeto al desenlace del recién concluido proceso electoral, se aprecia el espectro del capitalismo salvaje que pugna por recuperar los espacios que ha perdido en nuestra región.

Notas

[1] Gregorio Selser: «Casi cuarenta años de militares», El Nacional, Caracas, 22 de octubre de 1979, p. A‑6. Citado por: Amílcar Figueroa Salazar: El Salvador: elementos de su historia y sus luchas (1932‑1985), Editorial Tropykos, Caracas, 1987, pp. 57‑58. Al hablar del único presidente civil que hubo en El Salvador entre el golpe de Estado del Gral. Maximiliano Hernández Martínez en diciembre de 1931 y la fecha de publicación de este artículo, Selser se refiere a Rodolfo Eusebio Cordón, quien ocupó la presidencia de El Salvador de enero a julio de 1962.

[2] Schafik Hándal: Legado de un revolucionario. Del rescate de la historia a la construcción del futuro, Instituto Schafik Hándal, San Salvador, 20112, p. 134.

[3] José Luis Merino: Comandante Ramiro. Revelaciones de un guerrillero y líder revolucionario salvadoreño (edición ampliada), Ocean Sur, México D.F., 2011, p. 55.

- Roberto Regalado es Politólogo y Doctor en Ciencias Filosóficas. Es profesor del Centro de Estudios Hemisféricos y sobre Estados Unidos de la Universidad de La Habana (CEHSEU) y coordinador de varias colecciones de Ocean Sur.

http://www.contextolatinoamericano.com/articulos/el-salvador-la-reaccion-del-candidato-derrotado-la-conexion-venezolana-y-el-sindrome-de-la-desmemoria/#



http://alainet.org/active/72157

Roberto Regalado:"La correlación de fuerzas en América Latina está determinada por una alianza estratégica entre ALBA y MERCOSUR"

Entrevista con Roberto Regalado, editor de la revista "Contexto Latinoamericano"

Fernando Arellano Ortiz

24 de octubre 2013Rebelión/Cronicón.net


En concepto de Roberto Regalado, editor de la revista Contexto Latinoamericano (http://www.contextolatinoamericano.com/), en la actual coyuntura de la región se está dando una situación cualitativamente nueva consiste en una alianza estratégica entre el ALBA y el MERCOSUR que inquieta a Estados Unidos y por ello busca ponerle palos en la rueda como el eje del Pacífico liderado por gobiernos neoliberales.

El contraataque de Washington no se hace esperar, además de buscar consolidar la denominada Alianza del Pacífico con gobiernos conservadores como los de México, Colombia, Perú y Chile, apunta también a seguir implementando tratados de libre comercio, desestabilizar mediante guerra económica o campaña de manipulación mediática a países como Venezuela, Ecuador y Bolivia, así como a ampliar su presencia militar directa en toda América Latina.

Lo que está en juego en América Latina, explica Regalado, es la balanza de poder y la correlación de fuerzas por cuanto en los últimos años el imperio norteamericano ha perdido su capacidad directa de injerencia puesto que no concebía que hubieran podido salir electos presidentes como Lula da Silva, Hugo Chávez, Tabaré Vázquez y José Mujica, Néstor Kirchner, Evo Morales, Rafael Correa y que Cuba fuera reinsertada al proceso integracionista latinoamericano. “Eso no estaba previsto en los libretos de los Estados Unidos”, subraya el analista político y periodista cubano.

Para profundizar en el tema de la geopolítica de América Latina y la amenaza constante de Estados Unidos a todo proyecto integrador, el Observatorio Sociopolítico Latinoamericano WWW.CRONICON.NET entrevistó a este politólogo y especialista en los procesos sociopolíticos del hemisferio aprovechando su visita a Bogotá entre el 15 y el 19 de octubre, durante la cual dictó una serie de conferencias en diversas universidades.

Doctor en Ciencias Filosóficas, escritor, analista de política internacional y periodista, Regalado es además profesor del Centro de Estudios Hemisféricos y sobre Estados Unidos de la Universidad de La Habana (CEHSEU) y coordinador de varias colecciones de la editorial Ocean Sur. Es autor de diversos libros, entre los cuales cabe destacar los siguientes: América Latina entre siglos: dominación, crisis, lucha social y alternativas políticas de la izquierda (2006); Encuentros y desencuentros de la izquierda latinoamericana: una mirada desde el Foro de Sao Paulo (2008); FMLN: un gran tsunami de votos rojos (2011); y La izquierda latinoamericana en el gobierno: alternativa o reciclaje, que acaba de publicar.

Cuba y su reforma económica

- Comencemos hablando de Cuba, su país. Luego del debate que se dio en torno de los nuevos los lineamientos económicos y sociales en 2011, ¿cuál es la realidad socioeconómica de Cuba y en qué va la implementación de la nueva política económica?

- Bueno, yo diría que la situación de Cuba por razón de todos conocida se asemeja a la vida de un ser humano cuando no ha cumplido las tareas de la infancia, digamos el momento que tenía que cumplirla, es decir, el niño aprende a determinada edad a caminar, a determinada edad a hablar, a determinada edad va al preescolar, aprende a leer, aprende a escribir. Y el tema de la Revolución Cubana es que tiene como razón fundamental la obstinada política europea o el aislamiento de los Estados Unidos y el derrumbe de la Unión Soviética. Dentro de ese conjunto de razones que nosotros ya lo habíamos aceptado, la Revolución Cubana viene arrastrando tareas, sobre todo de naturaleza económica que debió haber cumplido durante los primeros veinte o veinticinco años del proceso y han pasado cincuenta, es decir, estamos abocados a una carrera contra el tiempo. 

Es un proceso complejo, coincide además con el tiempo límite de funcionamiento de la dirección histórica de la Revolución, o sea, tiene que haber habido ya un relevo generacional. Además, se mezclan elementos de tareas incumplidas de desfase desde el punto de vista de la economía; de desfase desde el punto de vista de la readecuación del modelo socioeconómico del país; y con la inminente emergencia o nuevo liderazgo que el compañero Raúl Castro ha señalado en varias ocasiones, aunque de acuerdo con la legislación vigente pudiera buscar un segundo periodo como presidente, él no piensa ir por su reelección. Ya se producirá el relevo generacional, mientras tanto se trata de reordenar todo el sistema de relaciones internacionales y también de hacer un cambio tomando cierta distancia de lo que había sido el control absoluto del Estado, de todos los elementos de la economía, inclusive, los elementos del comercio minorista y toda una serie de cuestiones que implica un reto porque es una transformación que cambia la vida de la gente. Sabemos que a largo y mediano plazo la va a cambiar para bien, pero todos nos preocupamos un poco por lo que se está haciendo, buscando oportunidades en lo que nosotros llamamos ahora sector informal que para ustedes sería la micro y pequeña empresa. Yo diría que la política que se está siguiendo se enmarca muy bien en el sentido de los denominados lineamientos que realmente fueron discutidos con todo el pueblo. Uno aprecia que lo del proyecto de los lineamientos finalmente se está implementando, en mi caso, por ejemplo, he visto reflejado que lo que planteamos con mi núcleo de base efectivamente ha sido tenido en cuenta, y lo otro, como dice Raúl, es que hay que hacer todo este proceso pegado al suelo, escuchando a la gente y haciendo las adecuaciones que las circunstancias determinan que hay que hacer, yo creo que se está haciendo y tengo confianza en el proceso.

- ¿Hay apertura hacia la inversión extranjera por parte del Estado cubano?

- Hay una política que realmente no es nueva desde que se produjo el desmoronamiento de la Unión Soviética consistente en una apertura a la inversión extranjera en Cuba. Yo diría que hay adecuaciones a esa política que están rectificando problemas legales para que responda a las necesidades de la actualidad pero en ningún caso estamos hablando de una política igual a la de otros países en América Latina donde imperan gobiernos neoliberales en los que se aplican medidas indiscriminadas que le permiten al capital extranjero venir y depredar. La nuestra es una política donde se busca una asociación entre capital extranjero y fundamentalmente el Estado cubano, quizás eventualmente con otros actores de la sociedad, bajo el criterio de que sea en beneficio directo del país y que no perjudique de manera alguna nuestra soberanía.

- Hace poco me decía alguien de ultraderecha que el bloqueo norteamericano a Cuba es más “simbólico”, entre comillas, habida cuenta que Cuba mantiene relaciones comerciales con la Unión Europea, con China, con América Latina. No obstante existe un informe que señala que el bloqueo económico por parte de Estados Unidos la ha costado a la isla más de un billón de dólares. En virtud de ello, ¿cuál es el impacto real del bloqueo en la actual coyuntura socioeconómica de su país?

- En realidad el Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba está haciendo en estos momentos ese informe. Yo vi la presentación que hizo el vicecanciller Abelardo Moreno donde el impacto es devastador, imagínese que nosotros tenemos 90 millas de distancia con las costas de los Estados Unidos y tenemos que importar cosas de China, ahí se genera un problema de costos, importar de Europa y hasta países de América del Sur. El mercado norteamericano seria el normal para abastecernos de un conjunto de cosas. Hay comercio restringido entre los Estados Unidos y Cuba. A partir de un huracán devastador que azotó a Cuba, el gobierno de los Estados Unidos ofreció una ayuda, el gobierno cubano le dijo que más que ayuda nos interesaría es poder tener un comercio bilateral en términos justos. Eso se procesó por la compleja maquinaria política de los Estados Unidos y su Congreso, logrando desde años atrás que se puedan realizar compras de determinados artículos agrícolas de primera necesidad, lo cual es una ventaja por el tema de costos, por el tema de cercanía, pero las condiciones son onerosas en el sentido de que hay que pagar de inmediato, hay que pagar en euros, hay que esperar que el barco salga de las aguas territoriales de los Estados Unidos, porque si no alguna organización contrarrevolucionaria puede realizar una operación que lo detenga. A cualquier ciudadano de un país de América del Sur le sorprendería la cantidad de problemas que hay que afrontar, incluso problemas de salud, de equipamiento para curar cáncer en los niños. Esa persona que le dijo eso sobre el bloqueo estadounidense sencillamente no tiene ni idea, le recomendaría que fuera a Cuba y hablara con nuestras gentes.

- ¿El bloqueo económico que mantiene Estados Unidos contra Cuba se puede asimilar hoy en día a un crimen de lesa humanidad?

- Si, claro, en realidad el expresidente de la Asamblea Nacional de Cuba, compañero Ricardo Alarcón, que durante muchos años fue embajador en Naciones Unidas y tiene una larga trayectoria, se desempeñó como ministro de Relaciones Exteriores también, ha explicado incluso con un documento garante que el acto de bloqueo encaja perfectamente como crimen de lesa humanidad de acuerdo con el derecho internacional y los principios de Naciones Unidas.

En Emérica Latina hay posibilidad de hacer lucha social

- Hablemos de América Latina que es el tema que usted ha dedicado muchos años a través de la academia, el ensayo, la investigación y el periodismo. ¿Cuál es su óptica respecto de la realidad socioeconómica de América Latina? ¿Se pasó de la resistencia a la consolidación de las alternativas gubernamentales o todavía estamos en un proceso incipiente para lograr la emancipación?

- El último libro que escribí, el cual vengo a presentar a Colombia se llama “La izquierda latinoamericana en el gobierno: alternativa o reciclaje”. En él analizo si son estos gobiernos de izquierda una alternativa al capitalismo. Es el inicio de una transformación social en beneficio de los sectores populares o es un paréntesis en la dominación capitalista como en definitiva fue la Unión Soviética, que tuvo un larguísimo paréntesis pero a la larga volvió el capitalismo. Yo no creo que el tema sea tratar de dar una respuesta respecto de decir si un gobierno determinado tiene futuro, o si este bueno o aquel es malo, sino tener presente las circunstancias. En ese sentido, yo admiro mucho el concepto acuñado por el presidente Rafael Correa: no estamos en una época de cambio sino en un cambio de época. Pero estamos en una nueva época y asimilo ese concepto siempre y cuando exista una ruptura con la historia anterior de la humanidad. Entonces yo diaria que en América Latina hoy por un conjunto de circunstancias, por el Facebook y las redes sociales, hay la posibilidad de hacer la lucha social y la lucha política, incluso ocupar espacios institucionales por parte de fuerzas progresistas y de izquierda. Esto es una gran pugna de correlación de fuerzas, es decir por momentos avanzamos, por momentos viene una contra ofensiva del imperialismo y retrocedemos, y esto tenemos que ubicarlo en ese cuadro. 

Yo creo que el imperialismo norteamericano no se resigna a que en América Latina no haya gobiernos neoliberales como los originales porque en Washington quieren gobiernos como el de Menen, como el de Lacalle, como el de Andrés Rodríguez, como el de Collor de Mello, como el de Fujimori, y no se resignan, repito, a que haya otro tipo de gobiernos. Por supuesto hay una gran variedad ideológica y política porque no es lo mismo lo de Venezuela con el gobierno de Brasil, o como el de Uruguay, o el de Ecuador, cada uno tiene sus particularidades, pero yo lo que veo es que desde el mismo momento que comenzó la elección de gobiernos de izquierda y progresistas existe una contraofensiva del imperialismo norteamericano. 

Ha habido momentos álgidos recordemos Bolivia, la presión por el separatismo, o en Ecuador el intento de golpe de Estado en contra del presidente Correa. En este momento arrecia una campaña en contra de dos países muy importantes, uno es Venezuela y el otro es Brasil. El tema Venezuela es particularmente neurálgico porque en mi opinión personal la correlación de fuerzas en América Latina en este momento está determinada por una alianza estratégica entre el ALBA y el MERCOSUR, la cual si llega a su mayor expresión, se consolida con el ingreso de Venezuela como miembro pleno de a este mercado del sur, eso para los Estados Unidos es algo muy sensible. Y nosotros que nos congratulamos con esa presencia venezolana en el MERCOSUR y con la consolidación de esta alianza tenemos que tener muy presente que si algún día, estamos seguros que no será así, pero si algún día la reacción triunfara en Venezuela entonces se desarticularía este engranaje de mecanismos de concertación política de naturaleza progresista y de izquierda que ha habido en la región. En consecuencia, ya no sería la Venezuela de Chávez o de Maduro la que esté en MERCOSUR sino la de de Henrique Capriles, o de alguien como él.

- Pero el peligro es inminente: Estados Unidos ha atravesado el palo en la rueda con la Alianza del Pacífico…

- Por eso digo, en efecto, lo que está en juego son las relaciones de fuerza. En 2005 a Estados Unidos no le funcionó el proyecto del ALCA y optó el plan B, estableciendo tratados de libre comercio bilaterales y subregionales, y finalmente ahora está consolidando el eje del Pacífico como eje estratégico y por supuesto es un elemento de contrapunteo con MERCOSUR. En mi opinión, la correlación de poderes puede cambiar en la medida que se produzcan cambios políticos en esos países. En el Pacífico está Ecuador, está Chile, y ahora previsiblemente cuando se produzca la elección que todos esperamos que gane la expresidenta Bachelet ello implica un cambio, no es un cambio dramático porque ahí hay razones de sujeción transnacional que no permiten realmente al menos que haya una transformación muy profunda, pero esperamos que haya un giro en ese sentido.

- ¿Qué significa en términos reales para los países de América Latina y particularmente para Cuba un proyecto como el ALBA?

- Bueno, el ALBA es un mecanismo de concertación política. Yo establezco la diferencia entre la integración económica, cooperación y concertación política. Diría que la integración económica en América Latina en general marcha muy lento. Son países que históricamente se han integrado de manera subordinada a centros de poder mundial y que por tanto la integración entre ellos es muy relativa. En el caso del ALBA lo fundamental no es tanto la integración económica que desde el punto riguroso de lo que es economía no se ha avanzado lo suficiente pero si se ha avanzado muchísimo en la construcción de un mecanismo de concertación política y de colaboración. Otra cosa es la cooperación que es distinto. La cooperación no necesita conectar cadenas productivas, no necesita de una serie de requerimientos que ya hablando de integración económica sí sería imprescindible.

- Pero en los países del ALBA hay un común denominador y es que si bien es cierto sus gobiernos le han hecho frente a las políticas devastadoras neoliberales, no obstante tienen como característica el capitalismo de Estado. ¿Cuál es su análisis?

- El sistema imperante en el mundo es el capitalismo, con respecto a eso me permito citar a un gran amigo mío, Hugo Moldiz, politólogo boliviano muy importante. Él dice que lo determinante y dominante sigue siendo la democracia burguesa que por supuesto nosotros políticamente la rechazamos pero que ya no es la misma. Es decir, ya con constituciones como las de Colombia, Venezuela, Ecuador, Bolivia, no es exactamente la misma democracia burguesa que había antes, sigue siendo determinante pero hay otras formas de democracia: comunitaria, de participación directa que empiezan a copar espacios que aún no son determinantes. Todavía lamentablemente estamos en un escenario en el cual se puede orquestar una campaña de desestabilización, y se puede orquestar una campaña de medios como está ocurriendo en Venezuela, y con las armas mediadas del capitalismo, como decía el Che, están hostigando a la Revolución Bolivariana. El día que avancen los gobiernos comunales, ese tipo de proyectos políticos que son más democracia que la democracia representativa, cerraremos la brecha pero yo diría que ya no estamos como estábamos en la América Latina de la democracia neoliberal pura y dura de la década de los años 90.

- ¿Dentro de ese contexto del nuevo constitucionalismo latinoamericano se puede hablar de un pensamiento del sur, con las innovaciones de Ecuador y Bolivia, que han institucionalizado por ejemplo elementos epistemológicos o éticos como el Sumak kawsay o el Sumak qamaña? ¿Cuál es su opinión?

- Yo creo que estamos en un cuarto momento. Un primer momento fue cuando se derrumbó el muro de Berlín y la Unión Soviética, estábamos sencillamente desconcertados, lo que primaba eran las ideas aquellas de que la globalización había roto con toda la historia de la humanidad, que la revolución científico-técnica había desplazado al ser humano del papel de protagonista de su propia historia y era un esclavo de la competitividad. En un segundo momento empieza la crítica al capitalismo, al neoliberalismo, la gente comienza a darse cuenta, a desentrañar los misterios y a criticar, pero todavía sin ninguna propuesta propia, recuerdo que se hablaba de la búsqueda de alternativas. Un tercer momento, yo diría que sí, empieza la construcción de nuevos paradigmas emancipatorios y surge la idea del Socialismo del siglo XXI. Pero surge originalmente como una concepción que yo no comparto, que era la de contraponerlo y negar el Socialismo del siglo XX, negar la idea de Marx. Yo creo que por supuesto la idea de Marx hay que adecuarla y tomo distancia de lo que fue el socialismo real por errores que se cometieron que en definitiva hundió al socialismo de la revolución. En este contexto fue fundamental el hecho de que Chávez asumiera el concepto de Socialismo del siglo XXI. Él lo asumía más bien para calificar su proyecto, un desarrollo teórico, digamos, a muy largo plazo, estamos haciendo cosas, esto es para nosotros Socialismo del siglo XXI, y el hecho de que Chávez lo asumiera ha abierto la puerta importante para que muchísima gente entre en un debate de qué cosa es el Socialismo del siglo XXI.

- ¿Y en ese sentido, Chávez fue un profeta?

- En Cuba hay una religión africana, que yo no profeso, que alude a un elemento que se denomina el Elewa. Es el que abre los caminos. Sé que existe esa figura. Yo creo que Chávez en ese sentido abrió los caminos y hoy hay instalado un gran debate. Si nosotros nos ponemos a estudiar todo lo que se está diciendo sobre filosofía, sobre el tema de géneros, sobre el tema de afros, se puede afirmar que todos los elementos de lo que sería un paradigma emancipatorio están presentes ahí. Lo que si veo es un divorcio y es que ese debate que se está dando no necesariamente es el que orienta las acciones de todo gobierno progresista y de izquierda. Los gobiernos están actuando de manera empírica, están reaccionando a campañas de desestabilización, a problemas concretos que se presentan.

- ¿Un poco el ensayo y error?

- Y en paralelo se está dando, yo no digo que no haya interacción pero no la suficiente. Es decir, el Socialismo del siglo XXI que por supuesto tendrá que tener adecuaciones nacionales en cada caso, y no estoy hablando de un modelo como fue el stalinista, ni mucho menos, tiene que tener un gran vector de pensamiento emancipatorio que todavía no está instalado. No se ha logrado la síntesis entre praxis y teoría.

Las experiencias de procesos de paz en Latinoamérica

- Usted acaba de publicar hace unos meses un libro sobre los procesos de paz en América Latina, obviamente con las características de cada país. ¿Se pueden señalar elementos comunes en cuanto a la consecución de la paz en aquellas naciones que han enfrentado conflictos en esta región?

- Yo creo que hay experiencias, la matriz fue la gran lucha política e ideológica, incluso militar que se dio en Centroamérica y que derivó en los acuerdos que tuvieron un desenlace que francamente a mí no me satisfizo. Yo creo que finalmente el Grupo de Contadora que se creó como un esfuerzo latinoamericano para evitar una intervención militar de los Estados Unidos terminó siendo funcional al imperialismo norteamericano porque los países que hicieron parte de ese grupo terminaron siendo miembros de la Comisión Internacional de Verificación y Seguimiento Unilateral exigiéndole cada vez más a Nicaragua. Llevaron a los compañeros sandinistas a una elección en condiciones en que necesariamente la iban a perder. Pero bueno, rescatemos de que de todas maneras creó un marco general el cual sirvió para el proceso de diálogo y negociación en el caso de El Salvador que llevó a concretar los acuerdos de Chapultepec 1992 y posteriormente los acuerdos de paz de Guatemala que se firmaron en Nueva York en 1996. Estos son los que tendrían una relación más directa con lo que ha pasado en Colombia. En este libro que yo coordiné, una antología de varios autores, hay análisis sobre Nicaragua, Salvador, Guatemala y uno sobre los procesos de dialogo y desmovilizaciones durante los años 90 y 91 en Colombia. También hay un trabajo sobre los acuerdos de San Andrés con el Ejército Zapatista de Liberación Nacional de Chiapas en México, y tres trabajos sobre la mesa de diálogo entre las Farc y el gobierno colombiano en La Habana, así como sobre las perspectivas de diálogo con el ELN.

- ¿Qué elementos comunes se podrían tomar de estos procesos de paz, o cada experiencia es muy particular?

- El tema de anticipar una negociación es un proceso muy complejo y no termina el día que se firman los acuerdos. A partir de su firma viene su interpretación y la aplicación por cada una de las partes y eso es un proceso sumamente complejo. Por ejemplo, en el caso de los compañeros de El Salvador, lo que tenían que enfrentar era la cuestión política y no se percataron de que estaban frente a un flanco que ellos no lo advirtieron en ese momento y que era el tema económico. Si bien en este país con los acuerdos de paz se ha dado una democratización política al mismo tiempo se le abrieron las puertas de par en par al neoliberalismo y eso trae consecuencias. Otro tema importante es el de la desmovilización. En el caso salvadoreño fueron once años de guerra de la cual retornaron 16.000 combatientes que tenía el FMLN pero después de los acuerdos aparecieron 100.000. Eso quiere decir que gente que estaba en las ciudades, que tenían casa, que tenían empleo, fueron los que trataron de sobrevivir. Hay una serie de problemas que no tienen absolutamente nada que ver con la situación del conflicto colombiano. El caso de Colombia es muy particular, muy especial, pero hay cosas que de todas maneras hay que registrar, el tema humano, el tema de cumplimiento de acuerdos, es decir, un poco la intención de estos trabajos que he realizado es la de mostrar las experiencias, y si les sirven qué bueno y sino, simplemente no importa. 

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