El parque central estaba lleno de una manera en que nunca se llena. De sancarlistas, de más universitarios, de clase media, de clase baja, de jóvenes, de viejos, de familias con niños. De indignados. De gente harta de la corrupción después que saliera a luz la mafia aduanera y gente reclamando la renuncia del presidente Otto Pérez y la vicepresidente Roxana Baldetti.
FOTOS: CARLOS SEBASTIÁN
En la Guatemala desigual, separada por muros y llena de prejuicios, la última vez que diferentes clases sociales se toparon en una protesta en la Plaza de la Constitución fue en mayo de 2009 después del caso Rosenberg. Pero estaban divididos en dos bandos. Los de clase media de un lado, pidiendo la renuncia del expresidente Álvaro Colom, y la clase popular del otro, defendiéndolo. Y físicamente estuvieron divididos por una fina línea de funcionarios de la PDH y todo estuvo a punto de acabar mal.
Hoy todo fue distinto. No sólo porque había más de 15 mil personas. Hoy también había distintas clases sociales, de distintos colores, de pieles y camisas. Y hoy no habían acarreados de ningún lado. Todos los consultados por Nómada sabían por qué habían llegado. “Estamos hartos”. “Estamos hartos de la corrupción y del cinismo”. “Venimos porque queremos un juicio”. “Y un mejor país, con más equidad”.
Y coincidieron en la plaza por una misma causa –algo extrañísimo en Guatemala– desde la extrema derecha, con Ricardo Méndez Ruiz, pasando por libertarios, como el Movimiento Cívico Nacional, ciudadanos de a pie, estudiantes que querían demostrar que no son apáticos, mucha gente de oenegés, pacientes de insuficiencia renal afectados por la corrupción, hasta asociaciones de izquierda, como HIJOS, o el líder campesino Daniel Pascual. Todos juntos en el parque hartos de la corrupción del gobierno del Partido Patriota y pidiendo la renuncia y un juicio contra Pérez y Baldetti.
Pero una frase fue la que más se repitió entre los entrevistados y en los carteles. “Nos robaron tanto que nos robaron el miedo”. Después de una semana de campañas negras virales que llamaban a manifestaciones violentas, de activar en la psique colectiva que este presidente es exmilitar y que el ministro de Gobernación es exmilitar, que podía tornarse todo violento, que podíamos regresar al pasado.
Pero no. Hoy no hubo miedo en las cuatro horas de la concentración frente al Palacio Nacional de la Cultura.
Hoy fue todo alegría e indignación en una protesta espontánea. Un aviso para el gobierno, que sigue tambaleándose. La indignación no es sólo en la opinión pública, en las redes sociales y en las conferencias de prensa. La indignación está en la calle. Y la gente está harta.
¿Qué sigue? Mañana domingo, el Partido Patriota intentará mostrar fuerza en una asamblea nacional después de la desbandada. No sólo se fue Alejandro Sinibaldi, el precandidato presidencial, o Tono Coro, “el mejor alcalde del partido” y a quien no pudieron convencer de sustituir a Sinibaldi. También renunciaron tres diputados cercanos al sector privado. Y el presidente Pérez y la vicepresidente Baldetti sólo esperan contener la sangría.
Después de que todos los acusados de la estructura de defraudación aduanera liderada por Juan Carlos Monzón, secretario privado de Baldetti, fueran presentados ante un tribunal por el Ministerio Público y la CICIG, la jueza les dio dos meses más al MP y a la CICIG para encontrar más evidencias.
Mientras tanto, Pérez y Baldetti esperan el resultado de las investigaciones por narcotráfico de Marjorie Chacón, amiga de la vicepresidente, y saber si los incriminarán.
La advertencia del #RenunciaYa se convirtió en otra realidad: Guatemala Protesta.
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