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Sudafrica: Una cadena humana acompañó a Mandela hasta su sepultura en Qunu

Cubadebate, 15 de diciembre 2013
Foto: AFP.






El cuerpo del Nobel de la Paz, Nelson Mandela, descansa en paz en su natal aldea de Qunu, al suroeste de Sudáfrica. Sus restos recibieron sepultura con la presencia de familiares y amigos.

El pasado día 5 de diciembre se celebró el último de sus homenajes que se han sucedido desde su muerte. Fueron 4.500 personas, entre ellas dirigentes y personalidades mundiales, las que asistieron a un funeral que ha mezclado ritos cristianos, honores militares y ritos tradicionales del clan Xhosa abaThembu, al que pertenecía Mandela, y honores militares.

El último adiós a Mandela ha comenzado a las 7 de la mañana del domingo, hora local. El féretro ha recorrido el trayecto entre la casa de Madiba en Qunu y la carpa en un remolque de un camión militar y envuelto en la bandera de Sudáfrica. Una guardia militar le ha dado escolta al compás de marchas militares y mientras los cañones disparaban 21 salvas de honor.

Entre los presentes se encontraban, además de la familia del líder, líderes religiosos de distintas confesiones, el príncipe Carlos de Inglaterra, el príncipe Alberto de Mónaco y líderes de países como Malaui o Tanzania. También personalidades públicas, como la presentadora de televisión de EE.UU. Oprah Winfrey.

El actual presidente de Sudáfrica, Zuma, ha declarado que el país despide a “su padre” y ha recordado que fue llamado “terrorista” por el régimen del apartheid y quienes lo apoyaron.

Mandela falleció en su casa de Johannesburgo a los 95 años, después de una larga convalecencia por problemas respiratorios. Con él desaparece no solo un personaje histórico del siglo XX y de la lucha por la libertad, sino el padre de la actual Sudáfrica y un referente moral para el país.

(Con información de La República)

Discurso de Nelson Mandela despues de haber sido puesto en libertad, 1990


Nelson Mandela: Comunicado del CNA



The passing of Cde Nelson Rolihlahla Mandela


5 December 2013

Comrades and friends,
 The Mandela family,
 Fellow South Africans,

“In the life of every nation, there arise men who leave an indelible and eternal stamp on the history of their peoples; men who are both products and makers of history. And when they pass they leave a vision of a new and better life and the tools with which to win and build it.”

With deep sorrow and a profound sense of loss, the African National Congress received the sad news of the passing of our Isithwalandwe and former President, Comrade Nelson Rolihlahla Mandela.

Our nation has lost a colossus, an epitome of humility, equality, justice, peace and the hope of millions; here and abroad.

Madiba loved South Africa. We recall the strength of his fist punching the air as he stepped out of prison after 27 years; and his sternness during the negotiations for the freedom of our beloved country. We celebrate his ever-present smile, the cheerful Madiba jive, his love for children and great respect for the women of this country.

The large African Boabab, who loved Africa as much as he loved South Africa, has fallen. Its trunk and seeds will nourish the earth for decades to come.

Nelson Mandela, Isithwalandwe – Seaparankwe, born in the village of Qunu in the erstwhile Bantustan of the Transkei, recognised the burden of colonial and racial oppression and exploitation. He then joined the African National Congress in 1942. He was convinced by the belief his wise tutor, Walter Sisulu, had in the ANC as the means to effect change in South Africa. As he said,

“Sometimes one can judge an organization by the people who belong to it, and I knew that I would be proud to belong to any organization of which Walter was a member”.

He loved the ANC. Hence his frequent words that upon his death he would join

“the nearest branch of the ANC in heaven”

In his lifetime of struggle through the African National Congress, he assumed and was assigned various leadership positions. He served with distinction. He was part of the ANC leadership collective and did not make decisions without first reflecting with his comrades. Yet he would fight for the principle of what was the right thing to do.

Madiba was also a member of the South African Communist Party, where he served in the Central Committee.

His was a choice to not only be a product but the maker of his and his people’s history.

Soon after prison he took the mantle of the President of the ANC and, ultimately the country – becoming the first President of a democratic South Africa. He worked tirelessly for the ANC and a free South Africa. He hated racism and bigotry; sought a united, non-racial, non-sexist and democratic society where all are equal. As he said while in prison,

“Ours is not to ask for equality on a lower scale;
 Ours is to fight to win on an equal but higher level”.

He passed the baton to the younger generation of his beloved movement, the ANC, to carry on with the vision of bringing about an equal and just society. The ANC continues in this task as set forth by him and those of his generation, living and deceased. Indeed, men and women such as Nelson Mandela,

“... when they pass they leave a vision of a new and better life and the tools with which to win and build it.

His life gives us the courage to push forward for development and progress towards ending hunger and poverty. As we said of him while still alive, and we say so now,

“We have you, Madiba, as our nearest and brightest star to guide us on our way. We will not get lost.”

To the entire family of Mandela, we extend our heartfelt condolences. He was as much yours as he was ours, probably his dedication to the ANC family robbed you of a father. We will, from this minute on, as always, walk this journey with you to the end.
 To his friends, in the ANC and across the globe and across all divide, be comforted.
 To the people of South Africa, may your hearts be not in distress. He lives in each and every one of you and in your homes, because he gave of himself to all of us.

Let us celebrate the gift of his life from this moment on.
 Let us honour his memory in a dignified way as his leadership and stature deserves.
 Let us participate in all the activities organised in his honour in a disciplined and respectful manner, until he is laid to rest.

Rest in peace, Comrade President,
 Isithwalandwe-Seaparankwe,
 Nelson Rolihlahla Mandela.

Amandla ngawethu
 Matla ke a rona
 All power to the people

Secretary General’s Office

Nelson Mandela La lucha por la libertad


Palabras de Nelson Mandela:

No hay camino fácil para la libertad en ningún lugar y muchos de nosotros tendremos que pasar por el valle de las sombras una y otra vez antes de llegar a la cima de la montaña de nuestros sueños.

Fragmentos del discurso de Nelson Mandela en el juicio de Pretoria en 1962, con este discurso explica como y porque se había convertido en un luchador por la libertad:




Hace muchos años, cuando era un niño que crecía en mi aldea natal del Transkei, escuchaba a los ancianos de la tribu contar historias acerca de los viejos tiempos, antes de la llegada del hombre blanco. Por aquel entonces nuestro pueblo vivía pacíficamente bajo el gobierno democrático de reyes y amapakati [literalmente, "gente de dentro", aunque también define a aquellos más próximos en rango al rey]. Circulaban libremente y con confianza por todo el país sin limitaciones ni obstáculos. El país era nuestro, en nombre y por derecho. Ocupábamos los campos, los bosques, los ríos; extraíamos los minerales que hay bajo el suelo y explotábamos todas las riquezas de éste hermoso país. Establecimos y gestionamos nuestro propio gobierno, controlábamos nuestras propias armas y organizábamos nuestro comercio e intercambios. Los ancianos contaban historias sobre las guerras libradas por nuestros antecesores en defensa de su tierra natal, así como los actos valerosos de generales y soldados durante aquellos días épicos... 

La estructura y organización de las primitivas sociedades africanas de este país me fascinaron, e influyeron enormemente en la evolución de mi visión política. La tierra, que por aquel entonces era el principal medio de producción, pertenecía a toda la tribu y no existía propiedad privada alguna. No había clases, no había ni ricos ni pobres, ni explotación del hombre por el hombre. Todos eran libres e iguales, y aquella era la base del gobierno. El reconocimiento de este principio general hallaba expresión en la constitución del consejo, llamado indistintamente imbizo o pitso o kgotla, que gobierna todos los asuntos concernientes a la tribu. El consejo era tan profundamente democrático que todos los miembros de la tribu podían participar en sus deliberaciones. Jefes, súbditos, guerreros y hechiceros, todos participaban e intentaban influir en sus decisiones. Era un organismo tan poderoso e influyente que la tribu no podía dar ni un solo paso de importancia sin recurrir a él. 

En una sociedad así había mucho de primitivo e inseguro y, desde luego, tal sociedad no podría ponerse a la altura de las exigencias de los tiempos presentes. No obstante, en ella se encuentra el germen de una democracia revolucionaria en la que nadie se verá sometido a la esclavitud o al vasallaje, en la que la pobreza, la necesidad y la inseguridad dejarán de existir. Ésta es la historia que incluso hoy en día me inspira a mí, al igual que a mis colegas en la lucha política. 
... 
Diría que la vida de cualquier africano pensante en este país le lleva a un conflicto continuo entre su conciencia por una parte y la ley por la otra. No es un conflicto exclusivo de este país. también se le planta a los hombres de bien, a los que piensan y sienten profundamente, de todas las naciones. Hace poco, en Gran Bretaña, un noble del reino, sir Bertrand Rusell, probablemente el filósofo más respetado del mundo occidental, fue sentenciado y condenado por exactamente el mismo tipo de actividades por las que hoy comparezco ante este tribunal. Fue condenado por obedecer los dictados de su conciencia, por desafiar la ley en protesta contra la política en favor del armamento nuclear de su propio gobierno. No tenía más alternativa que oponerse a la ley y sufrir las consecuencias. Tampoco yo la tengo. Tampoco la tienen muchos africanos de este país. La ley, tal y como se aplica, tal y como se ha desarrollado durante un largo periodo de nuestra historia, especialmente la ley tal y como ha sido escrita y diseñada por el gobierno del National Party, es una ley que, desde nuestra perspectiva, es inmoral, injusta e intolerable. Nuestra conciencia dicta que debemos protestar y oponernos a ella, que debemos intentar cambiarla... Los hombres, en mi opinión, no son capaces de no hacer nada, de no decir nada, de no reaccionar ante la injusticia, de no protestar contra la opresión, de no luchar por una sociedad y una vida justas, tal y como ellos las entienden. 
... 
Fui convertido por la ley en un criminal. No por lo que había hecho, sino por aquello que defendía, por lo que pensaba, por mi conciencia. ¿Puede sorprenderle a alguien que tales condiciones conviertan a una persona en un proscrito? ¿Puede sorprenderse alguien de que un hombre, tras haberse visto condenado a la clandestinidad por el gobierno, esté dispuesto a vivir como un fugitivo, como lo he hecho yo durante algunos meses, según demuestran las pruebas presentadas ante este tribunal? 

No ha sido fácil para mi permanecer alejado de mi mujer y mis hijos, despedirme de los viejos tiempos en los que, al acabar un día de trabajo en mi despacho, podía reunirme con mi familia para cenar. En vez de ello, me he convertido en un hombre permanentemente acosado por la policía, he tenido que vivir alejado de quienes me son más queridos en mí propio país, enfrentándome continuamente al riesgo de ser descubierto y detenido. Ha sido una opción infinitamente más difícil que cumplir una condena de cárcel. Ningún hombre en su sano juicio escogería una existencia semejante frente a una vida familiar y socialmente normal, como la que es posible llevar en cualquier sociedad civilizada. 

Pero llega un momento, como me ocurrió a mí, en el que al hombre se le niega el derecho a llevar una vida normal, en el que sólo puede vivir como un fugitivo porque el gobierno así lo ha decidido, amparándose en la ley para imponerle esa clase de existencia. Fui empujado a esta situación, y no me arrepiento de haber tomado las decisiones que he tomado. Como yo, otra gente de este país se verá obligada a seguir mi camino por culpa de la persecución policial y las medidas administrativas que el estado emplea como armas. Se eso estoy seguro. 
... 
No creo, señoría, que este tribunal, al castigarme por los crímenes de los que se me ha acusado deba dejarse llevar por la idea de que el castigo alejará a otros hombres del camino que creen justo. La historia muestra que el castigo no detiene a los hombres cuando su conciencia ha despertado. Tampoco detendrá a mi pueblo ni a los colegas con los que he venido trabajando. 

Estoy dispuesto a pagar el precio de mis convicciones, aunque sé lo desesperada y amarga que es la situación de un africano en las cárceles de este país. Ya conozco nuestras prisiones. Sé los escandalosa que es la discriminación, incluso tras los muros y las rejas, contra los africanos... No obstante, esas consideraciones no me apartarán del camino que he emprendido, ni alejarán de él a otros como yo, porque para los hombres la libertad en su propia tierra es la cima de sus ambiciones, de la que ningún poder puede apartarles. Por poderoso que sea el miedo que siento ante las aterradoras condiciones a las que puedo enfrentarme en la cárcel, mayor es mi odio por las aterradoras condiciones a las que está sometido mi pueblo fuera de ella en todo el país. 

Cualquiera que sea la pena que su señoría decida imponerme por el crimen por el que he sido obligado a comparecer ante este tribunal, puede estar seguro de que cuando haya cumplido mi sentencia seguirá siendo mi conciencia la que me mueva, como mueve a todos los hombres. Cuando cumpla mi pena me veré impelido por el odio a la discriminación racial contra mi pueblo a emprender de nuevo, en la medida de mis posibilidades, la lucha por la eliminación de estas injusticias hasta que, por fin, queden abolidas de una vez por todas... 

He cumplido mi deber para con mi pueblo y para con Sudáfrica. No tengo la menor duda de que la posteridad reivindicará mi inocencia y, del mismo modo, afirmo que los criminales que debían haber comparecido ante este tribunal son los miembros del gobierno. 

"He dedicado toda mi vida a la lucha del pueblo africano. He combatido la dominación blanca y he combatido la dominación negra. He acariciado el ideal de una sociedad democrática y libre, en la que todas las personas convivan juntas en armonía y con igualdad de oportunidades. Es un ideal por el que espero vivir y que aspiro a alcanzar. Pero, si es necesario, es un ideal por el que estoy dispuesto a morir" 


Fragmento del discurso de Nelson Mandela en el juicio de Pretoria en 1962:




¿Por qué comparezco en este tribunal ante un juez blanco y un fiscal blanco, escoltado por ujieres blancos? 
¿Puede alguien decir, honesta y sinceramente, que en semejante atmósfera la báscula de la ley está realmente equilibrada? 
¿Por qué ningún africano en la historia de este país ha tenido nunca el honor de ser juzgado por su propia gente? 

Se lo explicaré a su señoría: el verdadero propósito de esta rígida separación entre las razas es garantizar que la justicia aplicada por los tribunales se ajuste a la política del gobierno, por mucho que ésta pueda entrar en conflicto con las normas jurídicas aceptadas por los estamentos judiciales del mundo civilizado... Señoría, detesto intensamente la discriminación racial y todas sus manifestaciones. La he combatido durante toda mi vida. Ahora mismo la estoy combatiendo y continuaré haciéndolo hasta el fin de mis días. Aborrezco con especial fuerza el montaje que me rodea aquí. Me hace sentir que soy un hombre negro en un tribunal del hombre blanco. No debería ser así. 

Nelson Mandela

Nelson Mandela:Palabras de despedida: perdonar pero no olvidar



La experiencia ajena nos ha enseñado que las naciones que no se enfrentan al pasado se ven atormentadas por él durante generaciones. La búsqueda de la reconciliación ha sido el objetivo fundamental de nuestra lucha por instaurar un gobierno basado en la voluntad de las personas, y por construir una Suráfrica que nos pertenezca a todos. La búsqueda de la reconciliación fue el acicate que dio impulso a nuestras difíciles negociaciones para la transición desde el apartheid y los acuerdos de ellas surgidos. El deseo de conseguir una nación en paz consigo misma es la principal motivación de nuestro Programa de Reconstrucción y Desarrollo. La Comisión para la Verdad y la Reconciliación, que funcionó desde 1991 hasta 1998, también ha sido un componente importante de ese proceso. Dicha comisión reveló los delitos cometidos durante la era del apartheid y tenía la facultad de amnistiar a aquellos que confesaran su culpa. Su trabajo ha sido un hito clave en un viaje que no ha hecho más que empezar.
El camino hacia la reconciliación atañe a todas las facetas de nuestra vida. Para la reconciliación es necesario desmantelar el apartheid y las medidas que lo sustentaban. Es necesario superar las consecuencias de ese sitema inhumano que pervive en nuestras actitudes hacia los demás, así como en la pobreza y desigualdad que afecta a las vidas de millones de personas.
Del mismo modo que conseguimos acabar formalmente con unas divisiones seculares para establecer la democracia, los surafricanos tenemos ahora que trabajar juntos para superar las divisiones en sí mismas y para erradicar sus consecuencias.
La reconciliación es la clave de la idea que hizo que millones de hombres y mujeres lo arriesgaran todo, incluyendo sus vidas, en la lucha contra el apartheid y la dominación blanca. Es inseparable del logro de una nación no racial, democrática y unida que concede la misma ciudadanía, los mismos derechos y las mismas obligaciones a cada persona, respetando al mismo tiempo la rica diversidad de nuestro pueblo.
Pienso en aquellos a los que el apartheid intentó enclaustrar en las cárceles del odio y del miedo. Pienso también en aquellos en los que infundió un falso sentido de superioridad para justificar su falta de humanidad hacia los demás, así como en aquellos que alistó en las máquinas de destrucción, exigiéndoles un caro peaje de vidas y miembros, y proporcionándoles un retorcido desprecio por la vida. Pienso en los millones de surafricanos que siguen viviendo en la pobreza por culpa del apartheid, desfavorecidos y excluidos de la oportunidad de mejorar por la discriminación del pasado.
Los surafricanos debemos recordar nuestro terrible pasado para poder enfrentarnos a él, perdonando lo que haya que perdonar, pero sin olvidar. Al recordar podemos asegurarnos de que esa falta de humanidad nunca nos volverá a separar, y podremos erradicar un peligroso legado que aún nos acecha, amenazando a nuestra democracia.
Es inevitable que un cometido de tal magnitud, emprendido hace tan poco tiempo y que requiere un proceso que tardará muchos años en culminar, sufra diversas limitaciones. El éxito del mismo dependerá en última instancia de que todos los sectores de nuestra sociedad reconozcan con el resto del mundo que el apartheid fue un crimen contra la humanidad y que sus viles acciones transcendían nuestras fronteras y sembraban semillas de destrucción, produciendo una cosecha de odio que incluso hoy seguimos recogiendo. Sobre esto no hay equivocación posible: reconocer el mal del apartheid es la clave de la nueva constitución de nuestra democracia.
Nosotros los surafricanos estamos orgullosos de la nueva constitución, y de la apertura y responsabilidad que se han convertido en las señas de identidad de nuestra sociedad. Y deberemos comprometernos de nuevo tanto con estos valores como con la acción práctica que fomenta nuestra idea de que una cultura sólida de derechos humanos se basa en las condiciones materiales de nuestras vidas. Ninguno de nosotros podrá disfrutar de una paz y seguridad duraderas mientras una parte de nuestra nación viva en la pobreza. Nadie debería infravalorar las dificultades que entraña la integración en nuestra sociedad de aquellos que han cometido violaciones flagrantes de los derechos humanos y de los que están acusados de haber facilitado información y colaboración. Pero también existen alentadores ejemplos de gran generosidad y nobleza por parte de muchos miembros magnánimos de nuestra comunidad. Sus actos constituyen un reproche para los que pidieron amnistía sin arrepentimiento y una inspiración para los que trabajan en la difícil y delicada tarea de la reintegración.
La mejor compensación para el sufrimiento de las víctimas y de las comunidades -y el mayor reconocimiento a sus esfuerzos- es la transformación de nuestra sociedad en una sociedad que haga de los derechos humanos por los que ellos lucharon una realidad viva. Esto es, en concreto, lo que significa perdonar, pero no olvidar.

MADIBA. GRACIAS POR TU ENORME LEGADO, SE FUE UN HOMBRE JUSTO QUE NOS ENSEÑO TANTO.




!QUE VIVA NELSON MANDELA¡

¿POR UN CONTINENTE AFRICANO SOCIALISTA, LIBRE Y UNIDO!

Nkosi, sikelel' iAfrika;
 Malupakam'upondo lwayo;
 Yiva imitandazo yetu
 Usisikelele.

Chorus:
 Yihla Moya, Yihla Moya,
 Yihla Moya Oyingcwele

 Sikelela iNkosi zetu;
 Zimkumbule umDali wazo;
 Zimoyike zezimhlonele,
 Azisikelele.

 Sikelel' amadod' esizwe,
 Sikelela kwa nomlisela
 Ulitwal'ilizwe ngomonde,
 Uwusikelele.

 Sikelel'amakosikazi;
 Nawo onk'amanenekazi;
 Pakamisa wonk'umtinjana
 Uwusikelele.

 Sikelela abafundisi
 Bemvaba zonke zelilizwe;
 Ubatwese ngoMoya Wako
 Ubasikelele.

 Sikelel'ulimo nemfuyo;
 Gxota zonk'indlala nezifo;
 Zalisa ilizwe ngempilo
 Ulisikelele

 Sikelel'amalinge etu
 Awomanyano nokuzaka,
 Awemfundo nemvisiswano
 Uwasikelele.

 Nkosi Sikelel' iAfrika;
 Cima bonk' ubugwenxa bayo
 Nezigqito, nezono zayo
 Uyisikelele.