Sin Permiso
27 Octubre 2013
Los dirigentes africanos que están detrás de la campaña para excluir al continente africano de la jurisdicción del Tribunal Penal Internacional (TPI) están intentando poder matar, mutilar y oprimir a sus pueblos sin que ello acarree consecuencias.
Su mensaje es que los dirigentes africanos no deben permitir que los intereses de la gente interfieran con sus ambiciones personales. Tener que rendir cuentas pone límites a su capacidad para actuar con impunidad para alcanzar sus objetivos. Los que se interponga en su camino - las víctimas - debe permanecer sin rostro ni voz. Defienden que la regla de oro de la reciprocidad – tratar a los demás como quieren que les traten a ellos - no debe aplicárseles. Y tampoco deben estar sometidos al imperio de la ley. Pero saben que no pueden decir estas cosas en público y, por ello, acusan al TPI de ser racista.
A primera vista, cuando se cuenta el número de líderes africanos procesados por el tribunal frente a los líderes europeos y norteamericanos, el argumento pareciera plausible. Cuando se tiene en cuenta los hechos, sin embargo, uno se da cuenta rápidamente de que el número de africanos llevados a juicio implica una condena de los dirigentes y del tipo de democracia en algunos países africanos, no del TPI.
África ha sufrido las consecuencias de líderes irresponsables demasiado tiempo como para dejarse engañar de esta manera.Cuando miles de personas son asesinadas y desplazadas en cualquier país es de esperar, en primer lugar, que los propios sistemas de justicia y equidad de ese país actúen para corregir los errores. Pero cuando ese país no está dispuesto o es incapaz de restablecer la justicia, ¿quién debe representar los intereses de las víctimas? Los responsables de la campaña para excluir a África del TPI dicen: nadie.
El TPI fue creado para ayudar a acabar con la impunidad de los perpetradores de los crímenes más graves e importantes para la comunidad internacional. El Estatuto de Roma que estableció el TPI proporcionó a las víctimas la oportunidad de hacer oír su voz y obtener, en su caso, reparación por su sufrimiento.
La lista de dirigentes africanos imputados por el Tribunal Penal Internacional para hacer justicia es cada vez mayor. El presidente Bashir de Sudán ha sido acusado de crímenes contra la humanidad en Darfur, y ahora el Presidente Uhuru Kenyatta y el Vicepresidente William Ruto de Kenya se enfrentan a cargos similares de violencia brutal contra su propio pueblo después de su elección al cargo.
Los acusados de crímenes proclaman su inocencia y vilipendian a la institución como racista e injusta, como Hermann Göring y sus camaradas vilipendiaron al Tribunal de Nuremberg que enjuició a los líderes nazis después de la Segunda Guerra Mundial.
Peor aún, hoy y mañana en la Cumbre de la Unión Africana, Kenia intentará liderar al continente para excluir a África del TPI. Sería un grave golpe para el Estado de Derecho y la memoria de los millones de personas que han sufrido en los campos de refugiados de Darfur, y los pueblos de Congo y Costa de Marfil.
En este momento, miles de personas de todo el planeta se están uniendo a una campaña organizada por Avaaz, una organización internacional de campañas electrónicas, pidiendo a los líderes de África que permanezcan en el Tribunal Penal Internacional y que apoyen a la justicia internacional y lo que significa para muchos ciudadanos vulnerables en todas partes del mundo. Representan nuestro compromiso mundial de trabajar juntos para que las generaciones futuras tengan un futuro mejor y más seguro.
Los ocho casos planteados ante el Tribunal Penal Internacional han sido, sin excepción, iniciados por países africanos y sus dirigentes. No hubo caza de brujas o imposición alguna: los jueces y los investigadores fueron invitados.
Así, aunque la demagogia de los líderes de la Unión Africana enfatice el racismo y el colonialismo, los hechos son evidentes. Lejos de ser una "caza de brujas del hombre blanco", el TPI no podría ser más africano si lo intentara. Más de veinte países africanos ayudaron a fundar el TPI. De 108 países que inicialmente suscribieron el TPI, treinta son africanos. Cinco de los dieciocho jueces del Tribunal son africanos, entre ellos el Vice Presidente del Tribunal. El fiscal jefe del Tribunal, que tiene un enorme poder sobre los casos que se abren, es de África. El Tribunal Penal Internacional es, literalmente, el tribunal de África.
Abandonar el TPI sería una tragedia para África por tres razones obvias.
En primer lugar, sin justicia, los países pueden atacar a sus vecinos o a las minorías en sus propios países con impunidad. Hace dos años, cuando el señor de la guerra Thomas Lubunga fue arrestado acusado de alistar y reclutar niños soldados, la amenaza del Tribunal Penal Internacional socavó el apoyo que tenía de otras milicias. En Costa de Marfil, desde que Laurent Gbagbo fue puesto a disposición de la justicia en La Haya, el país ha podido reconstruirse. Según Human Rights Watch las estaciones de radio y televisión nacionales han pasado de emitir mensajes de odio a hacer llamamientos a la moderación cuando el TPI amenazó con intervenir. Sin este tribunal, no habría freno a los peores excesos de los líderes mundiales. Y estos líderes violentos siguen siendo una plaga en África: en los Grandes Lagos, el norte de Mali, Nigeria y Egipto son motivo de preocupación. No se debe permitir que los perpetradores de tanta violencia queden impunes.
En segundo lugar, sin justicia no puede haber paz. En Sudáfrica, las cicatrices del apartheid siguen siendo profundas y dolorosas y ha sido necesario un largo proceso de verdad y reconciliación para que las heridas empiecen a cicatrizar. En Kenya, llevará mucho tiempo para que los disturbios y los asesinatos en el Valle del Rift lleguen a su fin, dejando comunidades enfrentadas, tensiones y divisiones. En pocas palabras, sin que se restablezca la justicia y el orden no puede haber curación, y la violencia y el odio se convierten en una bomba retardada.
En tercer lugar, la manera en la que África debe pesar en los asuntos mundiales, es a través del fortalecimiento de la justicia y el imperio de la ley, no socavándolos. Todo el mundo tiene el deber de cumplir con estos principios, que son parte de la responsabilidad colectiva global, no un menú que podemos elegir cuando y cómo nos convenga.
Las alternativas son demasiado dolorosos: la venganza, como ha sucedido en Ruanda, Kosovo, Bosnia; o una amnistía general, un compromiso nacional de amnesia como lo que pasó en Chile. La única manera de que cualquier país pueda hacer frente a su pasado es hacerle frente.
Necesitamos voces en Addis Abeba (sede de la OUA, NdT) que defiendan el mensaje de los pueblos del mundo, que callen a los que quieren que no hagamos nada. En la vanguardia necesitamos a los peso pesados de África - Sudáfrica y Nigeria – para que ejerzan su liderazgo e impidan a aquellos que no les gusta las reglas que intenten reescribirlas. Si las democracias de África realmente creen en la justicia y el imperio de la ley, deben hacer frente a este intento de sus hermanos y hermanas menos democráticos de socavar esos valores.
La reunión de hoy es un pulso entre la justicia y la violencia brutal. Lejos de ser una pelea entre África y Occidente, esta es una lucha africana, por el alma del continente.
Que los africanos justos hagan oir sus voces y defiendan el Tribunal Penal Internacional y el Estado de Derecho.
(La petición de Avaaz iniciado por Nobel de la Paz Arzobispo Emérito Tutu se puede firmar en secure.avaaz.org/en/justice_for_africa_icc / )
Desmond Tutu, arzobispo emérito de la iglesia anglicana en Sudáfrica, Premio Nobel de la Paz, es uno de los más veteranos y respetados luchadores contra el régimen del Apartheid.
Traducción para www.sinpermiso.info: Enrique García
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