23 de marzo 2014, Sin Permiso
La narrativa de la derecha para explicar la crisis en Europa tiene dos vertientes. Primero, considera que los gobiernos fueron irresponsables en el gasto y por ello incurrieron en una crisis de deuda soberana. Segundo, insiste en que los altos costos salariales en los países de la periferia europea provocaron el deterioro de su competitividad y llevaron a un déficit insostenible en la cuenta corriente. Se supone que esto provocó los desequilibrios estructurales entre economías superavitarias y países deficitarios. Ambas visiones de la crisis están equivocadas, pero la derecha insiste en mantenerlas como verdad absoluta y los medios de (des)información han machacado tanto esta historieta que mucha gente ha terminado por creer que algo tiene de verdad.
Para la derecha esta visión de las cosas es útil porque gobiernos y trabajadores salen mal parados: los primeros gastaron más de la cuenta, los segundos (a través de sus sindicatos) distorsionaron los salarios en el mercado laboral. Ambos, gobiernos y trabajadores, deben por lo tanto soportar el ajuste derivado de la crisis. De ahí se deriva la idea de que la austeridad y la devaluación fiscal son medidas justas y correctivas. Ambas acciones han hundido a Europa en la peor crisis de su historia.
Los datos no apoyan la idea de la irresponsabilidad fiscal: en 2007, el año en que estalla la crisis en Estados Unidos, las cuentas públicas de los miembros de la Unión Europea muestran un buen panorama. El déficit público agregado en la UE era de 0.8 por ciento del PIB (y 0.6 en la zona euro). La mayor parte de los países que después sufrieron de manera más fuerte la crisis tenía un buen desempeño fiscal y se habían ajustado a los criterios del tratado de Maastricht y del Pacto de crecimiento y estabilidad. Pero a medida que la crisis afectó los sectores reales de la economía las cuentas públicas comenzaron a deteriorarse: el menor crecimiento afectó los ingresos fiscales y los planes de estímulo incrementaron el gasto. Para 2008 el déficit público en la UE y la zona euro pasó a 2.3 y 1.9 por ciento, respectivamente. Es decir, el deterioro fiscal es producto de la crisis, no su causa.
Aquí entra la segunda vertiente en la cosmogonía derechista sobre la crisis: es la idea de que trabajadores y sindicatos distorsionaron los salarios, provocaron pérdidas de productividad y eso condujo a la crisis en las cuentas externas de los países de la periferia europea. Según esto los costos laborales en la mayor parte de los países de la periferia europea se incrementaron mucho más que en Alemania y eso explicaría el déficit en la cuenta corriente de aquellos países. El corolario de política económica que se desprende de este diagnóstico es sencillo: hay que imponer restricciones salariales.
Pero ahora el Banco Central Europeo (BCE) acaba de dar a conocer un estudio sobre la relación entre el déficit en la cuenta corriente y los costos salariales en los países de la Unión Europea. Es un análisis que echa por tierra todas las interpretaciones oficiales sobre la crisis y las políticas aplicadas para enfrentarla, en especial las políticas de austeridad fiscal.
Utilizando técnicas estadísticas estándar, el trabajo del BCE establece que para el periodo 1995-2012 los cambios en el saldo de la cuenta corriente precedieron a los cambios en los costos salariales unitarios. Al mismo tiempo, el análisis demuestra que los cambios en los costos laborales tuvieron muy pocos efectos sobre los cambios en los saldos de la cuenta corriente. El deterioro en las cuentas externas de los países de la periferia no se debió a los aumentos en los costos salariales. Así que no es cierto que el deterioro en las cuentas externas se deba a que los sindicatos presionaron irresponsablemente y eso condujo a la pérdida de competitividad.
Este punto es importante: ya son 23 los países europeos que firmaron el pacto Euro Plus que está basado en la idea de que el deterioro en competitividad (por aumentos salariales) explica los desequilibrios entre países con superávit y aquellos con déficit. El euro plus establece que los países firmantes deben adoptar medidas para mejorar su competitividad de costos. Una vez más se demuestra que las bases neoliberales de este pacto no tienen fundamento.
Los datos revelan que la crisis no provino de una postura irresponsable en materia fiscal, y tampoco fue provocada por aumentos salariales insostenibles. En cambio, uno de los factores más importantes es el de los flujos de capital: el estudio del BCE concluye que los flujos de capital están más relacionados con el deterioro de competitividad. Y esto no sorprende: en el contexto de una actividad bancaria a la que se le quitaron las regulaciones, los créditos bancarios y el boom inmobiliario efectivamente generaron una fuerte distorsión salarial. La conclusión es que es necesario controlar los flujos de capital, pero la derecha prefiere castigar a los trabajadores que limitar la voracidad del capital financiero.
Alejandro Nadal es miembro del Consejo Editorial de SinPermiso
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