FLORECERÁS GUATEMALA
9 de agosto 2014
En la ciudad de Guatemala, 756 personas, 389 mujeres y 337
hombres de comunidades del norte, oriente, occidente, sur y centro del país, de
los pueblos Kaqchikel, Tzutuhil, Mam, Ixil, Kiché, Q’anjob’al, Akateco, Qeqchí,
Chuj, Tectiteco, Sipakapense, Poq’omchí, Uspanteco, Chortí, Achí, Pocomam,
Xinka, Garífuna y mestizo, de más de 180 organizaciones campesinas y rurales,
de pueblos, de mujeres y feministas, organizaciones no gubernamentales,
juventudes y niñez, nos auto convocamos a participar en el IV Congreso Nacional
de Pueblos, Comunidades y Organizaciones del 7 al 9 de agosto de 2014, con la
consigna “Desde nuestras raíces, sembramos las semillas para una nueva
sociedad, Florecerás Guatemala” y con el objetivo de hacer confluir nuestros
caminos en la búsqueda del Buen vivir para la madre naturaleza, los pueblos,
las mujeres y hombres que les constituyen, clausuramos nuestro Congreso en el
marco del Día Internacional de los Pueblos Originarios, saludando su
reivindicación y lucha histórica por la defensa de la vida y la construcción de
un mundo más justo y equitativo.
Marcado por una participación mayoritaria de mujeres, una
delegación de niñas y niños y una presencia de jóvenes y artistas, realizando
el esfuerzo para garantizar la convivencia amistosa sancionando el acoso sexual
hacia las mujeres, y generando espacios para la expresión cultural y artística
de los pueblos, se vivió en fraternidad y complicidad la construcción de sueños
y caminos conjuntos.
Rindiendo homenaje a las luchas históricas de los pueblos
originarios que desde su herencia milenaria de sabiduría y relación de profundo
respeto a la naturaleza, han resistido para evitar el daño causado por el
modelo que sólo ve ganancia en donde lo que hay es vida. Recuperando la
herencia, sabiduría y ternura de nuestras y nuestros héroes y mártires rebeldes
y revolucionarios que nombraron las injusticias y lucharon para erradicarlas;
siguiendo los pasos de las mujeres insurrectas que desde sus cuerpos e ideas
irreverentes sembraron las semillas del pensamiento y la acción para el renacer
de su existencia; nos congregamos por la imperiosa necesidad de defender la
vida en plenitud.
Este modelo patriarcal, colonialista, capitalista-neoliberal con
una estrategia extractivista, que se apropia de la energía, el trabajo y los
cuerpos de los pueblos -mujeres y hombres-, dura ya más de cinco siglos,
provocando solo empobrecimiento y desolación en el país, a lo cual se suma el
elevado grado de violencia contra las mujeres e inseguridad ciudadana. La
exclusión, racismo, discriminación, segregación cultural, política y económica
del conjunto de la población, no hace más que agudizarse. Esto significa que no
tenemos educación, salud, empleo digno, vivienda, entre otros elementos del
bienestar humano. Las comunidades rurales de Guatemala soportamos en nuestra
vida diaria las consecuencias de una alianza entre el Estado militar/policial y
el mercado finquero y trasnacional, es decir, acaparamiento de tierras y
reorganización económica productiva para conseguir más trabajo por menos
salarios; el 88% de la población gana menos del salario mínimo.
El Estado protege, eso sí: a los capitales nacionales y
trasnacionales de monocultivos como palma africana, hule, caña de azúcar,
industria de minerales, hidrocarburos, hidroeléctricas y al capital
prestamista, legal o ilegal, poniendo al servicio de ellos al ejército nacional
y permitiendo a través del capital transnacional la importación del sicariato
internacional, a lo que se suma a la existencia de ejércitos privados nombrados
“empresas de seguridad privada”, que reviven la historia de contrainsurgencia,
represión, las prácticas de violación y violencia sexual contra las mujeres y
la persecución social con la modalidad de criminalización y judicialización,
implicando que más de un centenar de mujeres y hombres estén detenidos, otras y
otros con órdenes de captura pendientes en su contra y en procesos judiciales
para limitar su derecho a la expresión en la lucha que impulsan por la defensa
de los territorios y la vida.
La defensa de los múltiples territorios: cuerpos, tierra,
naturaleza, memoria e historia y la promoción de una reforma agraria integral,
están ahora entretejidas como nunca antes en la historia de Guatemala. No se
pueden defender los territorios si no se transforman las relaciones de poder de
dominio cotidianas, se detiene el acaparamiento de tierras y la violencia que
la acompaña. Es legal y legítima nuestra aspiración al ejercicio del poder y al
ejercicio de la autonomía de nuestros pueblos; es decir, nuestro derecho al
ejercicio de formas de vida, cultura y relación con la naturaleza desde nuestra
propia cosmovisión e intereses.
Este Congreso ha permitido escuchar las múltiples voces, quienes
desde las identidades políticas que les hacen construir conocimientos y propuestas,
han decidido poner sus energías en la construcción de una fuerza social que
articule los múltiples sueños en las resistencias y construcciones colectivas.
De allí derivamos, que el esfuerzo conjunto se dirige hacia el
replanteamiento de las relaciones que existen entre las personas y la
naturaleza, entre mujeres y hombres, entre los pueblos que cohabitamos en el
territorio y entre personas adultas y niñez. Coincidimos plenamente en la
necesidad de repensarnos en términos personales, evidenciando los saldos que el
sexismo, el racismo y el clasismo han dejado en nuestros cuerpos y nuestras
formas de vivir y de relacionarnos con quiénes nos rodean.
Este ejercicio nos permite decretar que las relaciones deben
estar basadas en el bien común, en el reconocimiento de la corresponsabilidad
del cuidado de la vida entre hombres y mujeres y en la necesidad de que las
nuevas formas de convivencia armónica desestructuren las relaciones de poder de
dominio basadas en la propiedad privada. Estas relaciones deben potenciar la
libertad, la autonomía, los placeres, la determinación de los pueblos, los
cuerpos y los territorios para una vida digna y en armonía, lo que implica
desestructurar la violencia contra la naturaleza, las mujeres y los pueblos.
Nos encaminamos conjuntamente al impulso de una Economía para la
Vida, que parte del reconocer que las personas somos parte integral de la
naturaleza y que las prácticas de dominio sobre ella nos están dejando saldos
de muerte. De tal cuenta el reconocimiento y la necesidad de recuperar los
conocimientos, sistemas de producción, la ciencia, la pedagogía y el arte de
los pueblos originarios, nutren nuestros sueños que ven al pasado para pensar
el futuro, constituyéndose en fuente de inspiración para crear las bases de
esta propuesta.
Algunas de las guías para la construcción de esta Economía para
la vida son la apuesta por la propiedad colectiva; el restablecimiento de la
naturaleza después de la contaminación realizada; resaltamos el papel de los
pueblos originarios en el impulso y mantenimiento del equilibrio entre las
personas, la naturaleza y el cosmos; el reconocimiento a los aportes que las
mujeres han hecho al sostenimiento de la vida; la necesaria redistribución
entre mujeres y hombres, de las tareas de cuidado en las casas y las
comunidades; la producción agroecológica, la recuperación de semillas
originarias, la siembra y uso de plantas medicinales; el reconocimiento del
papel de las diversas autoridades comunitarias como las comadronas, guías
espirituales y el papel de ancianas y ancianos, son algunos de los elementos
que constituyen nuestros sueños.
Para ello, se requiere de una nueva forma de organización social
y política, a partir de reconocer que las leyes e instituciones actuales no nos
sirven para el cuidado de la vida. Por ello requerimos construir esos espacios
necesarios para garantizar la construcción de autonomías personales y
colectivas. Es necesario resignificar el papel de las familias y constituir
nuevas formas para la participación.
La necesidad ineludible de construir una “Nueva organización
social y política” que garantice el bien común de las mayorías, sigue siendo
uno de los retos mayores en esta coyuntura, al cual decididamente estaremos
haciendo frente. Hoy asumimos el desafío de fortalecer nuestros pueblos,
comunidades y movimientos, para hacer más sólidas nuestras articulaciones en la
búsqueda de la instalación del Buen Vivir como forma de relacionamiento en
todos los rincones del país.
Por eso hemos definido el impulso de diversas rutas de acción, que
contemplan la resistencia, defensa, lucha, recuperación y mantenimiento de los
territorios; la construcción de poder social y popular; el impulso de la
economía desde los pueblos; la reconstitución de los pueblos; los desmontajes y
desaprendizajes personales y colectivos para la descolonización,
despatriarcalización y desmercantilización del pensamiento y del ser. Por
último vemos como necesaria la sanación como herramienta política para generar
la fortaleza para continuar la lucha.
Este Congreso marca un hito, nos brinda una base indicativa de
rutas, es el inicio de otro camino que abre retos para ampliar las concepciones
de alianzas con otras y otros, dándoles nuevos contenidos y construyendo
perspectivas más abarcadoras, para identificar rutas nuevas, vernos y movernos
desde otros lugares, recuperar la necesidad profunda de hacer una fuerza que
posibilite los cambios en nuestros territorios.
Por ello hacemos desde ya el llamado a todas las comunidades,
pueblos, autoridades ancestrales y organizaciones diversas, artistas,
intelectuales, con una filosofía de lucha reivindicativa de las causas
sociales, para que se sumen a este sueño de construir una nueva sociedad.
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