FRANCIA EN LUCHA. ENTREVISTA A S. KOUVELAKIS


Un movimiento social contra el régimen neoliberal autoritario

DAMIEN BERNARD Y EMMANUEL BAROT
Viernes 3 de junio de 2016
Viento Sur
[Desde el 9 de marzo Francia vive en un estado de revuelta social permanente. Seis años después de una fuerte derrota social (la reforma de las pensiones impuesta por Sarkozy tras 2 meses con tres millones de personas movilizadas en la calle) y a cuatro de la llegada del Partido Socialista al gobierno que siguió aplicando las recetas neoliberales de la derecha. Muchos años de asfixia social y política ante los que la sociedad francesa se ha puesto en pie para decir ¡basta ya!
La chispa que encendió la mecha fue el proyecto de reforma laboral que se debate ahora mismo en el Senado y que el gobierno impidió que se votara en la Asamblea Nacional porque no iba lograr hacerla pasar, atentando contra el más elemental principio democrático, si bien en el marco constitucional (esta opción está avalada por el artículo 49.3).
Desde el 9 de marzo las movilizaciones no cesan en sectores productivos estratégicos (huelgas y bloqueos en refinerías, transporte por carretera, puertos, ferrocarril…) y en las "plazas" con el movimiento Nuit Debout: que se ha convertido en un catalizador de todos los malestares fragmentados que anidaban en la sociedad francesa. No se puede predecir el resultado de este pulso entre el gobierno y el movimiento. Por el momento y a pesar de las molestias que generan estas movilizaciones a la población, las encuestas son claras: 7 de cada 10 personas consideran que la responsabilidad de ello está en el gobierno y el proyecto de ley sólo tiene el apoyo del 13 % de la población.
En cualquier caso la radicalidad mostrada en las movilizaciones, la emergencia a la lucha de la juventud que había desaparecido de escena hace más de 10 años y el sentimiento es que se trata de la primera batalla de las que habrá que impulsar para acabar con estas políticas desastrosas y la negación de la democracia que conllevan.
Estas movilizaciones trazan un cuadro muy distinto al que se vivió en 2010 donde, tras la derrota del movimiento, la esperanza se depositó en la victoria electoral del PS en el 2012, que… constituyó una segunda derrota: el gobierno del PS no dio marcha atrás en ninguna de las reformas del gobierno de Sarkozy y profundizó la deriva autoritaria del Estado, al amparo de los atentados de enero y noviembre. Nde]

RP : El periodo anterior estuvo caracterizado por la ofensiva securitaria y autoritaria del gobierno, sobre todo tras los atentados del 13 de noviembre, y la implantación prolongada del estado de excepción. Actualmente hemos entrado en una nueva fase, un nuevo episodio de lucha de clases abierto por el proyecto de reforma laboral, con importantes movilizaciones, apoyadas en una opinión pública que está a su favor. ¿Cómo analizas este radical cambio de ambiente?
Stathis Kouvelakis : La ofensiva securitaria del gobierno y el estado de excepción sólo representan en realidad un grado suplementario en un proceso de endurecimiento autoritario que viene de muy atrás. El período Sarkozy supuso un giro en este sentido, aunque los elementos de este endurecimiento ya estaban antes. Dos terrenos sirvieron de laboratorio: por una parte lo que en Francia se denomina la cuestión de las "barriadas", esto es la gestión securitaria y autoritaria de poblaciones gravemente estigmatizadas y víctimas de un racismo de Estado; y, por otra, las llamadas leyes "antiterroristas" que, al menos desde el 11 de setiembre de 2011 – y en realidad antes: los primeros intentos se remontan a finales de los años 1970 con la ley anti-disturbios de Alain Peyrefitte–, han levantado un dispositivo de vigilancia, seguridad y represión en el conjunto de países occidentales capitalistas avanzados. Este estatismo autoritario, según la definición de Nicos Poulantzas, remite por tanto a fenómenos profundos, y es incontestable que figuras como Sarkozy, y después Valls, o, antes que ellos, Pasqua y Chevènement, no hacen sino encarnar y personificar estas tendencias de fondo que están en marcha.
La puesta en marcha de estos mecanismos ha sido facilitada por la relativa atonía del movimiento social en Francia desde 2010 y la derrota del movimiento contra la reforma de las jubilaciones. Pretendía neutralizar preventivamente la movilización popular. Pero lo que está ocurriendo representa ya un fracaso de la lógica de este giro securitario y autoritario porque, justamente, presupone que las resistencias populares pueden ser preventivamente desactivadas y no superar un determinado umbral de visibilidad y de condensación. El hecho de que la movilización contra la ley laboral haya franqueado estos umbrales supone ya un primer fracaso de estas políticas y contribuye a impulsar una crisis política, una crisis de representación, ya latente, que se acelera a ojos vistas.
Pienso que, a corto plazo, con los atentados y la proclamación del estado de excepción, el poder creyó que podía imponer cualquier cosa. Ha habido una verdadera huida hacia delante, traducida no sólo en políticas autoritarias sino también en reformas neoliberales duras, simbolizadas en la ley El Khomri. En realidad se puede hablar de una nueva forma política de dominio neoliberal, por un lado con el estado de excepción y por otro con la individualización a ultranza de la fuerza de trabajo y del sistema de relaciones profesionales, el desmantelamiento completo de las pocas garantías que todavía existían en las negociaciones colectivas, y ambos marchan a la par. Está emergiendo un régimen neoliberal autoritario, aunque no es seguro que pueda estabilizarse. En efecto, esta huida hacia adelante del poder ha mostrado también su propio debilitamiento, el hecho de que Hollande, el gobierno, el PS, y en general la política representativa en Francia tienen un desfase cada vez más acentuado respecto a la sociedad y este corte se está manifestando hoy en Francia. Asistimos por tanto a un cambio muy importante en la relación de fuerzas, que abre perspectivas que tan sólo tres meses antes no existían.
RP : En tu libro de 2007 La France en révolte caracterizabas la situación política y la crisis reflejadas por el sarkozysmo en términos de "inestabilidad hegemónica", y la situación actual lo confirma en el tiempo. Este arraigo de la inestabilidad guarda relación con las estructuras del régimen republicano y del propio Estado, que se han reforzado. ¿Hasta dónde piensas que se está debilitando el régimen, hasta dónde irías en tu diagnóstico de crisis del aparato de Estado?
SK : Diría que asistimos a una profundización de la crisis de la representación política preexistente, pero que ésta no ha llegado todavía a convertirse en una crisis del Estado, una crisis generalizada, del tipo de la que asistimos en Grecia a partir de 2011, donde no sólo se ha hundido el sistema político, sino que ha sacudido profundamente el conjunto del sistema de dominación de clase, dando lugar a lo que Gramsci denominaba una "crisis orgánica", o Lenin una "crisis nacional". En Francia todavía no estamos ahí, pero para profundizar en el análisis hay que hacer un balance del sarkozysmo, En ese libro, lo definí como un "populismo autoritario", expresión tomada de Stuart Hall, era un proyecto muy claramente inspirado en el proyecto thatcheriano y el neoconservadurismo estadounidense. La victoria de Sarkozy expresaba una contraofensiva sistémica frente a la conjunción del "no" a la constitución europea de 2005, la revuelta de las barriadas, y el movimiento contra el CPE que hizo morder el polvo al gobierno de Villepin.
El balance de este proyecto debe ser matizado sin embargo. Sarkozy logró sin duda una parte de lo que quería hacer, a saber: remodelar el discurso dominante, el discurso estatal, legitimando el giro securitario-autoritario, y, sobre todo, rechazando los límites de lo decible en el campo de la política "mainstream". Impuso cierto número de temas, como la identidad nacional, y dio una amplitud nueva al racismo de Estado, acentuando su aspecto islamófobo –que desde luego ya existía antes. Banalizó de esta manera temáticas que antes eran propias de la extrema derecha y del ala más reaccionaria de su propio campo. Legitimó así algo nuevo: un discurso de confrontación en cuanto tal, al más alto nivel del Estado. Esto constituyó una incontestable ruptura con respecto al período Chirac por ejemplo.

RP : En modo "amigo-enemigo" habría dicho Carl Schmitt.
SK : Exactamente. Sarkozy dijo: tenemos un enemigo, es un "enemigo interno", hay que enfrentarse a él. Algunos llegaron incluso a decir que se trataba de un discurso de guerra civil. Tal vez sea un poco exagerado, pero había una violencia, simbólica y discursiva en Sarkozy, preparando el terreno a algo parecido a una forma de "guerra civil de baja intensidad", reforzando la violencia, muy concreta y ya en marcha, de los aparatos represivos. Sobre eso pienso que Sarkozy ganó una batalla decisiva, y en este sentido hay elementos de estabilización hegemónica, o de resolución de la inestabilidad hegemónica preexistente. Lo que en cambio Sarkozy no consiguió, y de hecho la burguesía francesa no lo ha logrado desde el final del gaullismo por lo menos, es construir un aparato político que permita estabilizar una relación de representación, y por tanto de consentimiento, suficiente para bloquear el sistema institucional y político.
Sarkozy, o más bien el sarkozysmo, triunfó en parte, pero el propio Sarkozy fue derrotado en 2012 y la UMP aparece como un aparato frágil. La recomposición impulsada por Sarkozy con la creación de la UMP ha mostrado sus límites, como se ve hoy día con la multiplicación de primarias en la derecha y el fracaso del retorno del propio Sarkozy. En este contexto, un viejo pringao como Juppé puede aparecer como el "hombre providencial" de la derecha. En el otro polo, el PS está profundamente debilitado, y desde luego el Frente Nacional obtiene provecho de este bipartidismo a la francesa, muy incompleto y muy inestable. La inestabilidad continúa por tanto, y este hecho abre en principio posibilidades a las fuerzas opositoras. Pero hay que tener en cuenta sin embargo que algunos fundamentos se han degradado. Y en mi opinión, la izquierda radical, la izquierda anticapitalista, no ha hecho un balance serio del sarkozysmo, y eso pesa mucho en la situación actual.
RP : Te has referido al estatismo autoritario de Poulantzas, hay otro enfoque, que analiza la actual transformación estructural en términos de un reforzamiento de las tendencias bonapartistas soportadas por el Estado capitalista en general, pero específicamente en el caso del autoritarismo republicano, que tiene una larga historia en Francia. ¿Consideras que esta definición, en el plano teórico, en términos de tendencias o elementos bonapartistas, es compatible con ese otro concepto de estatismo autoritario?
SK : Hay que volver a Gramsci que hablaba de un "bonapartismo sin Bonaparte", en el sentido de que, en una situación de crisis política, asistimos a un retroceso del papel de las instituciones representativas clásicas y a un reforzamiento del ejecutivo, y al establecimiento de lazos directos entre fracciones de las clases dominantes y el personal estatal que gestiona el Estado y pone en marcha las políticas. Las mediaciones tradicionales, esencialmente partidistas, resultan entonces cortocircuitadas. Se entra en una crisis muy profunda de la representación política. Pienso que esta noción de "bonapartismo sin Bonaparte" es la que mejor conviene a la situación actual. En primer lugar, porque no hay Bonaparte. Lo menos que se puede decir de François Hollande es que es un personaje anodino y patético. Sus actuaciones son extremadamente nefastas, e incluso peligrosas, pero no tiene ninguna de las características de una llamada personalidad carismática que pueda ofrecer una salida a la crisis de representación y de las mediaciones políticas clásicas. Lo que aporta de más el concepto de "estatismo autoritario" es que pone el acento en las transformaciones materiales de los aparatos de Estado, y no simplemente en la evolución de las superestructuras, de la crisis de la representación política y la manera como se resuelve. Permite por tanto analizar cómo los aparatos, no sólo los represivos, el aparato mediático por ejemplo, juegan un papel nuevo en un contexto de debilitamiento de las mediaciones clásicas. El aparato mediático cumple, en parte, no sólo la función de difusión del discurso dominante sino también de reorganización del campo político, que los partidos clásicos de las clases dominantes ya no pueden hacer porque están extremadamente debilitados y desacreditados.
Se puede ver claramente en países de América Latina donde los medios de comunicación son el centro neurálgico, político, de las clases dominantes, mucho más que los partidos políticos burgueses, muy debilitados. Se ha podido ver también en Italia, con Berlusconi, y en Francia, con el sarkozysmo y lo que ocurre ahora con la toma de control de los principales medios por oligarcas vinculados de múltiples maneras con el Estado y el personal político. Pero el estatismo autoritario se refiere también a lo que Poulantzas denominaba la politización de la alta administración: hay una gran continuidad de las políticas de Estado, aseguradas por este hecho, a pesar de las alternancias, que tienen una significación muy limitada y que pueden volverse cada vez más rápidas debido a la inestabilidad existente. Lo que asegura la permanencia de la política de las clases dominantes es el cuerpo de altos funcionarios, que asume cada vez más el papel de partido de la burguesía, en la cúspide del Estado aunque no sólo, en la medida que se multiplican las pasarelas entre el Estado y las fracciones dominantes del capital, en particular las finanzas.
Asalariados, sindicatos, jóvenes contra la reforma laboral
RP : Volvamos a la movilización actual. ¿Crees que la reforma laboral como tal supone un hito que el propio Sarkozy no consiguió franquear, una inflexión en el cuestionamiento de muchas conquistas del movimiento obrero, aunque sólo sea por torpeza (basta ver la manera como se hizo público el proyecto)? Y en relación con esto, tras el primer asalto de la movilización y la entrada en una segunda fase, correlacionada con la apertura del debate parlamentario, cuál es tu visión de la movilización, de Nuit Debout, etc.?
SK : La gestión de la fuerza de trabajo, la "legislación de fábrica" como decía Marx en El Capital, siempre ha estado en el centro de las políticas neoliberales. Sarkozy infligió derrotas a las puntas avanzadas de la resistencia obrera, impuso los servicios mínimos en la SNCF y en los transportes, que son el sector conflictivo por excelencia desde el final de los años 80. Hizo avanzar la flexibilidad, y desmanteló o desvió lo que quedaba del mecanismo de las leyes Aubry. Pero sin duda la ley El Khomri supone franquear un nuevo umbral porque individualiza a ultranza las relaciones de trabajo e instaura el debilitamiento de la ley en beneficio del contrato. Lo expresa la famosa "inversión de la jerarquía de las normas", el hecho de que la empresa y los acuerdos de empresa sean en adelante centrales, porque son el terreno más favorable al capital en el momento actual. Pero también porque la lógica de esta ley implica una voluntad de debilitamiento y de recomposición en el plano sindical. La idea, perfectamente integrada en la estrategia patronal y gubernamental, es favorecer a la CFDT, una fuerza que se ha especializado en gestionar, a nivel de las empresas y de la manera más consensuada posible, este tipo de organización de las relaciones profesionales. Por ello el relativo progreso de su implantación en el sector privado.
La resistencia a esta ofensiva de una brutalidad extrema ha venido de dos lados, prolongando movimientos anteriores de 2006 y de 2010. Por una parte de los asalariados, como se puede ver sobre todo en la presión de la combatividad de base, por ejemplo, en la CGT. En su 51º congreso se pudo ver ya una combatividad de la base, pero fue un empuje difuso, con dificultades por el momento para cristalizar en un sector particular que pudiera actuar como locomotora capaz de arrastrar a los demás. Este es uno de los grandes retos del próximo período, qué sector puede jugar este papel de locomotora. En varios ciclos anteriores de movilizaciones, los ferroviarios estuvieron en primera línea, en 2010 fueron sobre todo sectores como la química, en particular las refinerías –la federación de química de la CGT utilizó entonces métodos bastante duros de movilización.
La otra parte de la reacción ha venido de la juventud, en continuidad con el CPE y el movimiento de las jubilaciones. La juventud bachiller y universitaria tiene plena conciencia de lo que le espera, pero los universitarios tienen además un pié puesto entre los asalariados, estando una parte de ellos integrada en la fuerza de trabajo en sentido amplio. Es una realidad establecida y banalizada. Esto abre nuevas posibilidades de conjunción entre los asalariados y la juventud, en una forma potencialmente más avanzada que en el pasado. Menos masivo que en ciclos precedentes, es tal vez más exhaustivo, por las formas adoptadas por el movimiento, en los institutos, en las facultades (con los límites conocidos), y también en el movimiento Nuit Debout, cuyo núcleo activo lo constituye la juventud. La juventud estudiantil, precarizada, y los asalariados jóvenes, encuentran ahí un medio de experimentar prácticas de acción colectiva de un tipo nuevo en Francia.
El papel de la represión
RP : En estos dos últimos meses ha habido once jornadas de manifestación, donde la juventud muchas veces ha quedado aislada en la línea del frente, y sufrido una gran represión del gobierno y de su policía. ¿Cómo valoras el papel de las políticas de las direcciones sindicales desde este punto de vista, la costumbre de los “saltos” por ejemplo? ¿Cómo analizas el hecho de que la denuncia de la represión, de la juventud en particular y del movimiento en general, no haya sido asumido globalmente por el movimiento obrero, para poder construir esta alianza asalariados-juventud-Nuit Debout de la que hablas, cuando hay una disponibilidad, una amplia receptividad sobre esta cuestión?
SK : El poder sigue una política de puño de hierro desde el comienzo del movimiento, que no se dirige sólo a la juventud, sino también al movimiento sindical y en particular a sus sectores más movilizados. No es casualidad que la CGT sea la más estigmatizada y requerida al orden. También apunta específicamente contra los intentos concretos de unión en la calle entre jóvenes y asalariados: hemos visto cómo han machacado a los estudiantes en la estación de Saint Lazare, o en el puerto de Gennevilliers, cuando intentaron unirse a sectores de asalariados que se estaban movilizando. Hay desde luego una sobre-represión de la juventud estudiantil, que pretende poner una cuña entre la juventud y el movimiento sindical, y es importante que éste no caiga en la trampa.
Hay dos elementos a tener en cuenta: por una parte, la tradicional reticencia del movimiento sindical a aparecer como aglomerado de sectores "incontrolables", o considerados como tales. Por otra parte, hay un problema real ante el que no hay que esconder la cabeza: en el actual estado de las fuerzas militantes en la juventud, encuentran cierto eco las estrategias o las tácticas, por decirlo en pocas palabras, del black bloc, que buscan el enfrentamiento con la policía, con la ilusión de que si se eleva el nivel de confrontación se consiguen efectos de radicalización. En realidad, con este tipo de táctica no se hace más que legitimar o servir de pretexto para justificar la represión policial ante la opinión pública. Lo que puede llevar a un efecto minorizador y a desanimar a una participación más masiva en las movilizaciones. Yo creo que estas tácticas son completamente estériles, y el movimiento haría bien en protegerse de ellas, impidiendo que influyan en el curso de las manifestaciones.
En cuanto al movimiento sindical y su práctica, el fracaso de las jornadas espaciadas de movilización ya ha quedado demostrado en toda su amplitud, tanto en 2003 como en 2010. El movimiento de 2006 contra el CPE triunfó a pesar de esta actitud de los sindicatos, porque había una movilización constante y masiva de la juventud, contra una medida que le afectaba muy en particular, mientras que el objetivo de la reforma laboral resulta mucho más amplio. Hoy día no se puede contar con la juventud para sacar las castañas del fuego, como hicieron los sindicatos en la lucha contra el CPE. Hace falta pasar a una velocidad mayor. En los sectores sindicales hay una presión en este sentido, visible por ejemplo en el reciente congreso de la CGT. El llamamiento publicado en su clausura no es desde luego plenamente satisfactorio, refleja equilibrios internos, sobre todo la resistencia de federaciones importantes a reconducir y a generalizar el movimiento. El punto negativo es que la federación de ferroviarios parece situarse en esta lógica, por lo menos hasta ahora. Sin embargo, este llamamiento marca una inflexión: por lo que sé, es la primera vez que la CGT plantea explícitamente la cuestión de la reconducción de la huelga.
Nada está asegurado, ni decidido, pero hay una posibilidad, y actualmente hay sectores de la CGT que buscan la confluencia con el movimiento de la juventud, sobre todo con las Nuits Debout. El hecho de que Martinez (Secretariio general de la CGT) haya acudido y tomado la palabra en la plaza de la République, aunque su intervención no haya estado a la altura, es un paso en la buena dirección. No hay que perder de vista que cuando Martinez dice que el estado de ánimo actual en las empresas, en los grandes servicios, no es el de una huelga reconducible, creo que tiene razón. Dicho esto, ésta es la dirección por la que hay que ir. Los sectores más combativos deben proponerse esta tarea de forma muy urgente.
RP: Volviendo a la cuestión de la represión y de la lógica black bloc, más allá de los elementos de realidad que apuntas con toda razón, hay también una construcción ideológica y discursiva a escala de masas, una escala mediática, extremadamente poderosa. Que haya black blocs o equivalentes, o que no los haya, es en todo caso la forma como está construida en esencia la representación dominante de esta movilización. Y la represión opera contra los jóvenes, los trabajadores que están con ellos, etc. Incluso cuando no hay ninguna estrategia de confrontación de este tipo. Existe el riesgo de sobredeterminar o también de plantear mal esta cuestión, es importante situarla en su justa medida: es un límite de la movilización actual, pero también en el sentido de síntoma de falta de estrategia, de pérdida de referencias y de cuadros a largo plazo en el movimiento de la juventud, y de la debilidad de las organizaciones radicales y revolucionarias en su seno. Visto a lo que se enfrentan, estas debilidades se pagan con el enraizamiento de estas corrientes y sus estrategias minorizadoras.
SK : Estoy de acuerdo con este análisis. Es un síntoma, y a la vez un efecto del enfoque de los medios de comunicación para justificar la represión. Esto existe, no se puede minimizar u ocultar, porque sus efectos negativos son reales. En la región parisina, la acción del MILI ha jugado en última instancia un papel muy negativo en las movilizaciones estudiantiles. Este momimiento conseguió arrastrar a su lógica durante un cierto tiempo a una fracción nada despreciable de los estudiantes movilizados, con el resultado de llevar a un retroceso de la movilización estudiantil, que ahora está siendo relanzada con una modalidad nueva, con la constitución de la Coordinación Nacional Estudiantil. Es un problema interno del movimiento y, estoy de acuerdo, es sobre todo un síntoma. Corresponde por tanto a las fuerzas militantes y revolucionarias, que deben reconstruirse en la juventud, no dejar el campo libre a este tipo de lógicas absolutamente estériles.
Nuit Debout, fuerzas y debilidades
RP : ¿Cuál es tu visión de Nuit Debout? Estaría bien tener una perspectiva internacional, y relacionar este fenómeno con los indignados en España, Occupy Wall Street, etc., y también con lo que ha ocurrido en Grecia.
SK : Nuit Debout pertenece a este ciclo de movilizaciones, por la forma que toma esta acción colectiva, la ocupación de un espacio, una forma de política espacial. Hemos visto durante el último período cómo las formas espaciales de acción colectiva se han puesto en primer plano, en todos los casos que has señalado, a los que habría que añadir el movimiento de Gezi Park en Turquía. En todas esas movilizaciones, incluidas las de Nuit Debout, el núcleo activo lo constituye la juventud educada, aunque en algunos casos la participacíón ha sido mucho más amplia.
En el caso de Grecia, que es el ejemplo que mejor conozco, el "movimiento de las plazas" de la primavera de 2011 era mucho más masivo, pero también mucho más "plebeyo". La participación de amplias capas sociales reflejaba el hecho de que la sociedad griega ya había sufrido el contragolpe masivo de la puesta en marcha de las políticas de memorándums que, en un año, habían llevado a enormes retrocesos, brutales recortes salariales y presupuestarios, una pauperización muy rápida de sectores enteros de la sociedad. Había rabia a flor de piel, que está ausente como tal en la movilización en Francia. Desde luego hay cólera, un gran rechazo, que se manifiestan en la plaza de la République, pero que se mantienen relativamente sensatos, en comparación con los torrentes volcánicos, esa rabia popular auténticamente explosiva que existía en Grecia. Había una violencia, una contra-violencia más exactamente, en las formas populares de expresión, que no se encuentra en Francia.
Hay que recordar que la plaza ocupada en Grecia no fue una plaza cualquiera: la plaza Syntagma es la plaza central de Atenas, frente al parlamento. Existía la voluntad de la masa, aunque tan sólo fuera por el propio dispositivo espacial, de confrontarse directamente con el parlamento. Se manifestaba un antiparlamentarismo extremadamente fuerte, y un rechazo radical y total de la representación política largo tiempo dominada en Grecia, como es sabido, por el bipartidismo instaurado por la alternancia entre la derecha y el PASOK. Los eslóganes coreados por la multitud condenaban, de forma muy virulenta, a los políticos ladrones, corruptos, y responsables de la entrega del país bajo la tutela de la troika y del régimen de memorándums. En comparación, la movilización francesa se mantiene relativamente ponderada.
En cambio, el elemento más avanzado que percibo en Nuit Debout es un discurso anti-patronal, incluso anticapitalista, o al menos "anti-capital". Está claro que lo que se cuestiona de forma masiva en las asambleas generales, las discusiones, los debates, es el poder del capital en todos los sectores de la vida social. Esto se focaliza en buena medida en la reforma laboral, en el poder del capital en la empresa, la arbitrariedad patronal, el aplastamiento de los asalariados en su trabajo cotidiano, el sufrimiento existente a ese nivel. Pero va más lejos y afecta a muchas cosas. Los textos de la comisión ecología, por ejemplo me parecen claramente anticapitalistas, señalan al capital, las grandes empresas y las instancias a su servicio como los primeros responsables de la destrucción del medio ambiente y de la naturaleza. En este sentido, pienso, aparecen nuevos elementos de radicalidad, incluso comparando con las manifestaciones altermundialistas, o llamadas altermundialistas, del ciclo anterior, con las cuales este movimiento tiene muchos puntos en común.
Lo que también tienen en común los movimientos, y va a plantear muchos problemas, es la tentación, y por tanto el riesgo, de deslizarse en el procedimentalismo, en interminables debates sobre la manera de decidir, el hecho de que la toma de la palabra y su "liberación" adquieran una dimensión auto-referencial, se vuelvan un objetivo en sí mismas, sustituyendo de esta manera a la búsqueda de una acción claramente política que se dé objetivos concretos y medios para alcanzarlos.
RP : Una manera muy abstracta de plantear la cuestión de la democracia, desconectada del conflicto de clases y de su extensión…
SK : Exactamente. O cayendo en una discusión que no conduce a tomas de decisión orientadas hacia la acción, sino sólo a la elaboración de mejores procedimientos, de mejores marcos deliberativos, donde la democracia se convierte en sinónimo de una interminable discusión en el vacío. Esta tentación también ha existido en Grecia, en las asambleas generales que se celebraban en la plaza Syntagma y otros sitios, pero fue superada de hecho por la dinámica de la situación: el hecho de tener enfrente la votación del Memorándum, la imposición del país bajo la tutela de la Troika, y también la frecuencia de muy poderosos movimientos de huelgas, permitieron hacer de contrapeso a estas tentaciones del procedimentalismo y del ciudadanismo desconectado de un verdadero contenido político.
Recomposiciones en perspectiva
RP : Fuiste uno de los primeros en constatar, a mediados de noviembre, la muerte del Frente de Izquierda. Aunque actualmente la movilización está lejos de haber terminado, porque está en curso un segundo round, tendrá impacto en la recomposición de la izquierda de la izquierda, de la izquierda radical, de la extrema-izquierda. ¿Cuáles son los escenarios, las hipótesis posibles, cómo ves las cosas en relación con las elecciones presidenciales de 2017 y el estado actual del gobierno?
SK : El paisaje de la izquierda radical y anticapitalista en Francia es muy problemático, dado el fracaso de los dos principales retos jugados en el período reciente. El primero es el del NPA, el proyecto lanzado por la LCR, que había sido la fuerza política motriz de la izquierda radical en los años 2000, gracias sobre todo a las dos campañas de Besancenot y a lo que había cristalizado a su alrededor en ese momento. El segundo fracaso es efectivamente el del Frente de Izquierda, que nunca ha conseguido ser otra cosa que un cartel de organizaciones y una alianza electoral por la cúspide. Nunca se ha podido construir como verdadera herramienta de intervención en las movilizaciones, en las luchas, y permitir una verdadera recomposición política, actuar por la reconstrucción de un espacio político. En mi opinión, el Frente de Izquierda estaba ya moribundo antes de los atentados de noviembre -las municipales y regionales ya habían mostrado la perseverancia del PCF en su papel de fuerza de apoyo del PS. Pero el golpe de gracia, desde mi punto de vista, simbólicamente, ha sido el voto favorable al estado de excepción por la totalidad de los diputados del PCF en la Asamblea Nacional, y su participación en esa farsa de unión nacional puesta en pie en ese momento.
Es demasiado pronto para saber cuál va a ser la dirección que tomen las cosas, pero se puede estar seguros de una: el movimiento social en curso supone un verdadero giro, y su impacto sobre el campo político será importante. Es una lección que se puede extraer de todos los movimientos comparables que han tenido lugar en otras partes. Incluso en el caso más desfavorable, el de los Estados Unidos, donde Occupy aparecía como algo bastante limitado, dominado por una lógica bastante anti-política, o libertaria, en un país donde no hay expresión política autónoma del movimiento obrero, donde nunca lo ha habido verdaderamente a una escala significativa, pues bien, incluso allí hemos visto un impacto, mediado pero muy importante para las normas estadounidenses, con la campaña de Bernie Sanders. En cuanto al sur de Europa, ya sabemos que ha dado lugar a cambios políticos de mucha importancia. Pero éstos no sobrevienen de manera espontánea, existen actores que toman iniciativas y que, en una situación dada, pueden producir resultados no contemplados antes, inscribiéndose en posibilidades que antes no existían.
En Francia, ahora, la situación abre posibilidades. Por una parte, porque el PS está extremadamente debilitado: este movimiento contra la ley El Khomri significa en mi opinión la ruptura definitiva entre el PS y lo que quedaba de apoyo y de base social. Es probable que asistamos ahora, pero sólo ahora, a algo así como una pasokización del PS, o en todo caso a fenómenos de descomposición, de los que no sabemos cómo puede salir el PS. Se deduce de ello que las fuerzas de la izquierda que se consideran antagonistas al PS están en este momento ante un gran desafío. Estas fuerzas existen, desde luego, en la extrema-izquierda, a condición de salir de las lógicas sectarias o grupusculares; existen también en algunos de los movimientos o componentes del ya difunto Frente de Izquierda, a condición en todo caso de que rompan con toda lógica subalterna respecto al PS y al poder, a condición de que comprendan lo que está ocurriendo en la calle, en las movilizaciones, y que se pongan a reflexionar seriamente sobre una alternativa.
Creo también, a un nivel más programático, que éste es el desafío del momento: no se puede satisfacer con una plataforma antiliberal, con objetivos mínimos, y en realidad de naturaleza parasindical. Hace falta una verdadera alternativa política que señale las barreras, los nudos de la situación actual y de la estrategia del adversario. Eso quiere decir, por ejemplo, que hay que apuntar al fin del presidencialismo y de la Vª República, y también de la Unión Europea, que es la verdadera máquina de guerra del capital a escala del continente. Sin ruptura con la UE, no se llegará a ninguna solución, el desastre de Syriza en Grecia ll ha demostrado de forma definitiva. Esta perspectiva implica también una verdadera visión de reconstrucción de las relaciones sociales, en una lógica liberada del dominio del capital, de forma a la vez concreta, en una lógica realista, apoyada en reivindicaciones transitorias, pero determinada. Ya no estamos en una etapa en que bastaría con defender los servicios públicos o proponer su extensión. Eso ya no está a la altura de lo que está ocurriendo, de las formas de la contestación que han emergido en los sectores más avanzados del movimiento, y también de la formas bajo las cuales el capital ha extendido de manera espectacular su dominio sobre el conjunto de las relaciones sociales.
RP : En el terreno de esta alternativa, hay dos grandes experiencias en los últimos años que son sintomáticas de los grandes peligros que hay en apoyarse en movilizaciones populares para conseguir una cristalización o una salida política, sin sacar algunas lecciones de las experiencias anteriores y caer a toda velocidad en reveses completamente previsibles. Podemos, en su especificidad y lo que se ha vuelto su aparato político en el último período, y desde luego, la experiencia, que conoces bien, de Syriza, de su capitulación y del fracaso de su proyecto político, fracaso tan rápido como intensa la esperanza inicial. Hay un desafío vital en hacer un balance completo de sus lógicas, y nuestro objetivo no puede ser reproducir el mismo tipo de ilusiones estratégicas para chocar una vez más contra el mismo muro. ¿Cuáles son en tu opinión los anticuerpos sobre los que habría que insistir?
SK : Yo saco una triple lección del fracaso de Syriza. La primera, la más evidente, es que en estos momentos cualquier política, aún modestamente antiliberal, a fortiori anticapitalista, que rechace la ruptura con la Unión Europea, y no se procure los medios para llevar estar ruptura hasta el final, está condenada al fracaso. Esta ruptura no es en absoluto sinónimo de "repliegue nacional", como se obstinan en repetirlo algunos, porque si no se abre una brecha en alguna parte, en uno de los eslabones de la cadena, no podrá haber expansión y perspectiva de internacionalización de esta ruptura. La segunda es que estrategias puramente parlamentarias son insuficientes y sólo pueden conducir al fracaso. Syriza, a partir de 2012, antes incluso de acceder al poder, modificó su enfoque y sus prácticas en una perspectiva puramente parlamentaria, no en una perspectiva marchando sobre dos pies, impulsando a la vez movilizaciones que hicieran subir en intensidad el nivel de confrontación social, y obteniendo victorias electorales que permitieran conquistar el poder gubernamental. De hecho, acceder al gobierno sólo tiene sentido si permite ir más lejos en esta confrontación, teniendo a mano algunas palancas esenciales para profundizar la crisis política y abrir nuevos espacios a esta movilización popular. Desde ese punto de vista, Mélenchon, con su "revolución ciudadana" operando únicamente por medio de las urnas, está en completo desfase no ya sólo con algunas lecciones teóricas fundamentales del pasado, sino también con situaciones muy recientes.
RP : Muy típico de las fuerzas reformistas…
SK : Sí, un error muy típico que en el caso de Mélenchon demuestra un enfoque muy superficial de las mismas experiencias a las que se refiere en apoyo de su "revolución ciudadana", sobre todo en América Latina, donde fuerzas antiliberales, o progresistas, han podido obtener sucesivas victorias electorales. Ciertamente, ha habido victorias en las urnas, pero en todos los casos, para alcanzarlas, han sido necesarias luchas populares, a veces insurreccionales, aunque sólo sea para conseguir estos resultados limitados. En Venezuela, el "Caracazo" de 1989, y sus centenares de muertos, hicieron posible la experiencia chavista, y también en Bolivia hizo falta una verdadera insurrección popular, con muertos, para que Evo Morales, con todos los límites que esta experiencia pueda tener, llegase al poder.
La tercera conclusión se refiere a la forma partido propiamente dicha. Asistí enSyriza, y asistimos a algo muy similar con Podemos, al hecho de que antes incluso de acceder al poder gubernamental y a los sillones ministeriales, desde el momento en que aparece la perspectiva de ganar unas elecciones o de tener un fuerte avance electoral, estos partidos han conocido un proceso de estatización "hacia arriba". Nicos Poulantzas ya había tratado sobre esta posibilidad en sus últimos textos, cuando decía que esta estatización era el principal riesgo de una estrategia de guerra de posiciones y de conquista del poder de Estado, a través justamente de este binomio de movimientos sociales y mayoría electoral.
Esta estatización se expresa en concreto en el hecho de que estos partidos se vuelven cada vez más centralizados, la dirección se autonomiza respecto a la base, los militantes pesan cada vez menos en el proceso concreto de toma de decisiones. La manera como se conciben estos partidos es cada vez más la de aparatos de gestión del poder y no de producción de una política de masas en interacción con los movimientos sociales y las movilizaciones populares. Hemos visto estas tendencias en marcha en el interior de Syriza en particular desde 2012. Eso no quiere decir que no existieran antes, pero a partir de ese momento, cuando Syriza se encuentra a las puertas del poder gubernamental, adquieren una amplitud completamente nueva. Y en el caso de Podemos es aún más rápido. Sin duda porque Podemos no viene de un proceso de recomposición del movimiento obrero y porque se apoya en estructuras organizativas mucho más débiles, y por tanto más sujetas a esta tendencia a la estatización. Para hacerla frente, hay que experimentar formas organizativas y políticas que permitan, no ya abolir con un golpe de varita mágica estas tendencias, que en mi opinión son inherentes a las condiciones mismas del campo político tal como existe en nuestros países, pero sí contenerlas e impedir que predominen.

RP : Esta lógica de estatización preventiva viene alimentada en particular, y es también una de sus facetas, por una debilidad: la falta de arraigo de este tipo de recomposiciones políticas en un conjunto de anticuerpos, evidentemente políticos pero también, más allá de simples períodos de movilización, en la principal palanca capaz de hacer de contrapoder a estas lógicas de dilución, que es una base social, una base de clase mucho más masiva. Una de las lecciones que se puede sacar de este último período, es que uno de los retos de una alternativa es justamente no poner en el mismo plano, como si tuviesen la misma importancia, la lógica de intervención en el plano de las cristalizaciones políticas, y el enraizamiento en la clase obrera, en toda su complejidad. A corto plazo, tal vez sea menos "eficaz" en términos de "salida", pero con el tiempo parece ser un anticuerpo vital para evitar caer en el mismo tipo de atajos y por tanto de fracaso.
SK : Estoy de acuerdo hasta cierto punto con este análisis, porque señala una de las debilidades de estas construcciones políticas del tipo Syriza o Podemos, que es su implantación limitada, o inexistente en el caso de Podemos, en la clase y el movimiento obrero. Pero el problema sigue siendo para mí un problema de prácticas políticas, de formas de organización y de estrategia, y no sólo de implantación sociológica.
RP : Es evidente, la cuestión no es sólo estar implantado en la clase obrera, sino saber qué política se defiende en ella.
SK : En efecto, ya que estos procesos de estatización "hacia arriba" han existido en los años 1970 en partidos comunistas, cuando se planteó la cuestión del acceso al poder gubernamental por la vía electoral, en Francia y en Italia. Había partidos con implantaciones muy masivas, partidos hegemónicos en el seno del movimiento obrero. Lo que no impidió al PCF con el programa común y al PCI durante el período del llamado compromiso histórico, colarse en el molde de la estatización. Estas son las realidades que contemplaba Poulantzas cuando desarrollaba sus análisis, consciente del riesgo de que los partidos comunistas siguiesen en buena medida, en su misma materialidad, la evolución de los partidos socialdemócratas y obreros en el período anterior.
Pienso que hay que concebir el terreno de la construcción organizativa y partidaria como un campo de experimentación, pero también desde luego como un campo de confrontación y de lucha para que puedan aparecer formas políticas nuevas. Estas no podrán, lo repito, abolir estas tendencias, que son estructurales. Cualquier construcción política de masas que opere en el interior del marco de un campo político que se mantenga estructurado por el campo electoral, relaciones de representación, instituciones parlamentarias, se encontrará confrontada a problemas y a tendencias de este tipo. Pero estoy de acuerdo en hablar de anticuerpos, creo que es ahí donde hay que trabajar, en términos de enfoques estratégicos, de formas organizativas y de arraigo profundo en la sociedad, en la clase obrera y los grupos sociales dominados, tal como son hoy día y no como fueron estructurados en el pasado.

RP : Estamos de acuerdo en la amplitud del debate a llevar, y no faltarán ocasiones y motivos para retomarlo en el próximo período. Pero en lo inmediato, y para concluir esta entrevista, una última cosa: tras una de sus primeras intervenciones en Nuit Debout, alguien preguntó a Frédéric Lordon si era un revolucionario o un reformista, y él respondió, en pocas palabras, que la pregunta no era pertinente. ¿Cómo responderías tú a esta cuestión?
SK : Creo que es una cuestión que ha tenido sentido, desde luego, pero hay que saber lo que se entiende por la palabra "reformista". En el contexto actual, no sólo aparece como derrotada la perspectiva revolucionaria, en términos históricos, tras el hundimiento de la URSS y el fin de lo que se ha llamado el "corto siglo XX ". También aparece como derrotada la estrategia reformista. Los partidos social-demócratas actuales son partidos social-liberales que gestionan el neoliberalismo, y no proponen de ninguna manera un verdadero "compromiso social", ni siquiera en el marco del capitalismo, con conquistas, avances, en favor del mundo del trabajo, como pudo ser el caso durante tres o cuatro décadas después de la Segunda Guerra mundial. También el reformismo está en crisis en el momento actual.
Pienso sin embargo que hay que ir más lejos: en realidad, yo invertiría el modo tradicional de formular el problema. Creo que para que haya reformismo, y siempre habrá reformismo en el sistema capitalista –siempre habrá fracciones, e incluso corrientes organizadas, grupos subordinados, que creerán en la posibilidad de mejorar las cosas en el marco del sistema–, hace falta que haya también una perspectiva revolucionaria creíble. En otras palabras, que la perspectiva reformista es una perspectiva derivada de la existencia de una perspectiva revolucionaria. Porque hubo para todo un período histórico, como posibilidad concreta, a escala mundial, la visión de un futuro post-capitalista, de una perspectiva de derrocamiento del sistema basado en la relación de fuerzas surgido de la victoria del Octubre ruso y de las revoluciones anticoloniales, había un reformismo que decía: sin llegar hasta tanto, se puede sin embargo obtener cierto número de cosas sin cambiar el sistema. Hoy día estamos en una situación en que, como dice Fredric Jameson, "es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo ". Se ha vuelto el "sentido común" de nuestra época, y esto es a fin de cuentas lo que tapona, lo que hace impensable la perspectiva revolucionaria y también una verdadera perspectiva reformista. Lo que hace falta hoy día son nuevas experiencias victoriosas para las clases dominadas, que permitan plantear en términos concretos, efectivos, a la vez una hipótesis revolucionaria y una hipótesis reformista.
1/05/2016
http://www.revolutionpermanente.fr/...
Stathis Kouvelakis es profesor de filosofía poíitica en el King’s College de Londres, y miembro de Unidad Popular, el partido surgido de la escisión de Syriza el pasado verano. En su reciente libro de entrevistas con Alexis Cukier“Grecia, Syriza y la Europa neoliberal” (La Dispute, 2015), recordaba su posición " interna-externa " en la vida política y militante francesa, donde militó en los años 80 primero en el PCF, después en la LCR, antes de participar en los inicios del NPA. Responde aquí a las preguntas de Révolution permanente sobre el cambio actual en la situación política francesa, encarnado por la movilización contra la reforma laboral.

No hay comentarios:

Publicar un comentario