Se ha abierto el debate acerca de si la Globalización ha muerto, si está viva, moribunda, incluso si es o no es. Consideramos importante e imprescindible participar de este debate iniciado por el compañero García Linera porque nos permite y obliga a tratar uno de los temas de mayor centralidad y actualidad, y de alto impacto político estratégico su comprensión y resolución. En este sentido haremos nuestras reflexiones y consideraciones siempre desde el lugar del más profundo respeto reconociendo en él no sólo su capacidad científico-académica para tratar el tema sino, fundamentalmente su legitimidad política para llevarlo a cabo.
Introducción
Se ha abierto el debate acerca de si la Globalización ha muerto, si está viva, moribunda, incluso si es o no es. Consideramos importante e imprescindible participar de este debate iniciado por el compañero García Linera porque nos permite y obliga a tratar uno de los temas de mayor centralidad y actualidad, y de alto impacto político estratégico su comprensión y resolución. En este sentido haremos nuestras reflexiones y consideraciones siempre desde el lugar del más profundo respeto reconociendo en él no sólo su capacidad científico-académica para tratar el tema sino, fundamentalmente su legitimidad política para llevarlo a cabo.
Este debate se abre justamente en un momento en que la crisis estructural del capitalismo (que se manifiesta en un avance lento, freno e incluso retroceso de las diferentes áreas del mundo en términos de crecimiento de PBI y por ende, cierres de fábricas, crisis bursátiles, disminución de los flujos de comercio, corridas cambiarias, fuga al oro, aumentos flagrante de la pobreza y la indigencia, coeficiente de Gini creciendo, aumento de la dinámica de las migraciones, pérdidas de calidad en el empleo y desempleo crecientes) se profundiza hasta llegar a hacer visibles opciones alternativas al sistema capitalista.
Estamos, en otras palabras, en una fase de transición hacia otras formas de poder, valor y estado, que incluye incluso el escenario de un post-capitalismo, cuyo tiempo de duración es difícil de estimar y cuya alternativa aún está abierta. Una batalla entre las fracciones más poderosas del capital financiero transnacional justo en el centro de poder del capitalismo (Estados Unido de América –EUA-), que luego de la batalla de Alepo pierde posibilidad de poder hacerlo escalar y exportarlo a escenarios más complejos (China, Rusia, India, etc.), lo cual deja entrever que el escenario real del conflicto puede situarse en los EUA, manifestándose primero como una gran profundización de la crisis, como crisis político institucional e incluso de enfrentamientos entre facciones armadas.
Los hechos político institucionales que abren este debate son la victoria de Trump y del Brexit. Hechos que suceden en EE.UU. y en Gran Bretaña justamente y que irradian la desesperanza globalista y con ello la esperanza en la “desglobalización”. Hechos que nos muestran triunfos electorales de nacionalismos que claman por una reindustrialización nacional (y/o trabajo nacional) de potencias imperiales que parecen ya no ser. Nacionalismos que son observados y propagados como fascismo-nazismo por los comunicadores pro-globalistas.
El intento del capital financiero globalizante y sus medios de comunicación dominantes (CNN/BBC/Euronews/Al Jazzera/Bloomberg, etc) es estigmatizar a la alternativa industrialista nacionalista de Trump como nacionalismo-fascista, para reivindicar el lugar de antifascistas para sí, cuando “jueguen” a la corrida o crisis financiera. Crisis que ellos mismos crearan y que presentarán como el resultado de tal nacionalismo fascista y nos propondrán la opción que sólo un Estado Global podrá evitarla o corregirla. Los globalistas aún están en posición de provocar la crisis financiera, con un fuerte aumento en las tasas de interés a través de la Reserva Federal, que hasta febrero de 2018 estará bajo su control.
En la crisis de los años treinta, con la lucha también entre facciones imperialistas que llevan el crac de la bolsa de valores de nueva york y a la quiebra de muchas empresas, el liberalismo tocó fondo, pues ya no servía más a la burguesía “expansionista”. Al fracasar, el liberalismo fue sustituido por un proteccionismo de corte nacionalista en los países centrales que se retrasaban en sus condiciones para dar el salto a la nueva situación, escala y composición orgánica. Los que avanzaban se llamarón el bando de los “Aliados”, “Democráticos”, y los que se retrasaban fueron llamados “el Eje”, “Fascistas”. Crisis, división y lucha de poder que recorría y fragmentaba a todos y cada uno de los países. No hay un solo país central o metrópolis en la cual no encontremos la fractura del capital financiero imperialistas en estos dos “bandos”. La diferencia de a qué “bando” pertenecía cada país se definió por la fracción de capital financiero que fue hegemónico.
Quedan por fuera de estos “bandos” de capital financiero y su caracterización, los países dependientes, periféricos, semicoloniales, coloniales o subdesarrollados. Los cuales fueron solo parte auxiliar, subordinada y oscilante en estos “bandos” según las circunstancias centrales del capital financiero. Y según los momentos en los cuales su posición de estar alineado o neutral (lo cual implicaba un alineamiento) beneficiaba a cada nación dependiente en su desarrollo con proyecto estratégico propio, lo cual siempre se manifestó como un nacionalismo industrialista de país dependiente, un nacionalismo industrialista popular antimperialista. Lo cual siempre los enfrentó a ambos bandos del capital financiero.
En el “bando financiero del eje/fascista” formó parte: Alemania, Italia, Japón, España, Portugal, etc. En estas se construyó un poder estatal corporativo, burocratizado, militarizado, autoritario y antidemocrático, que rechazaba el parlamentarismo, basado en el mismo individualismo atomizador que caracterizaba al liberalismo económico y que también caracteriza al neoliberalismo de mercado. En el “bando financiero aliado/democrático” formó parte EUA, Gran Bretaña, entre otros. Donde al igual que en los países del bando fascista se militarizo la sociedad civil, se clausuró todo parlamentarismo, medios de comunicación y movilizaciones sociales. Porque el enfrentamiento entre fracciones de burguesías financieras al pasar de la guerra económica-financiera a la guerra militar, conllevó la militarización de todas las sociedades civiles, la clausura de todo liberalismo político formal en función de la acumulación capitalista y en todas el Estado se centralizó en administrar esa acumulación.
El gran negocio capitalista, para los bandos en pugna, fue la guerra misma, como motor de acumulación acelerada y en la batalla militar solo se definió la fracción financiera ganadora. Esto permitió y obligó siempre al despliegue en todos los gobiernos financieros en los países centrales, de una política populista y corporativa. La burguesía financiera capitalizaba mediante el “populismo”, las demandas sociales de inclusión corporativa de la base social en un proyecto de Estado Corporativo (un estado burocratizado-militarizado). La no exclusión de los elegidos de la nación dependía de la no exclusión de la burguesía en la competencia internacional. Solo en las naciones periferias dependientes, etc. los gobiernos tuvieron espacios, aunque limitados, para desarrollar políticas populares que incluían con actores políticos centrales a los pueblos y con otro nacionalismo con objetivo de desarrollar soberanía política, económica, cultural, social y estratégica.
En el mundo actual, donde la crisis y una gran depresión se manifiestan cada día más, el enfrentamiento entre las dos mayores fracciones del capital financiero transnacional tiene lugar en un mismo país: los EUA. Este conflicto se da de modo principal dentro de EUA y no entre naciones. Aparece como un enfrentamiento entre EUA y China, lo que principalmente sucede en EUA. A partir del proceso de globalización, la fracción del capital financiero globalista en su avance procura crear e imponer el Estado global, su forma Estado, que subordina a todas las naciones incluso a los EUA. Para ese capital financiero global el mundo no solo ya dejó de tener fronteras nacionales, sino que tampoco cuenta con ciudadanos, como sí era aún el caso en los años treinta. El Estado global sin fronteras ni ciudadanos consiste en las llamadas redes financieras globales con su red de empresas transnacionales (ETN´s) y cities financieras. Las fuerzas en pugna buscan hoy estar por encima de todos los pueblos y de todas las naciones y quien constituye un peligro real para el retorno del nazismo es el mismo capital financiero globalizante.
Para una economía de mercado a ultranza, como la globalización, sólo existimos y tenemos razón de existir en tanto que intercambiemos nuestro (fuerza de) trabajo por dinero. En la visión (neo)liberal, los derechos sociales y nuestra ciudadanía no se desprenden de una visión que parta de la totalidad, sino que parecen nacer a partir del intercambio y dentro de los límites de éste. En la visión neoliberal a ultranza, el desempleado crónico y los excluidos tienden a perder todos los derechos. Los derechos de ciudadano no se derivan del hecho de ser miembro de una sociedad que se define a priori como nación o pueblo. Somos miembros de la sociedad en tanto y en la medida en que participemos en el mercado (en tanto somos pro-veedores de bienes y servicios, piezas y partes para ser ensambladas por las ETN´s Globales).
A partir de esta visión, los derechos como ciudadanos se crean y perecen dentro de los límites del mercado, y no surgen o se pierden con base en el hecho de que seamos miembros de una nación, sociedad o comunidad humana. Sólo somos y tenemos realmente derecho de existir en tanto que intercambiemos nuestro (fuerza de) trabajo en el mercado. Aquella población excluida que no intercambia su (fuerza de) trabajo en el mercado y se ve privada de forma paulatina de todo derecho económico y social, pierde ciudadanía. En un mundo donde no haya lugar para ciudadanos, los excluidos constituyen una amenaza creciente para la totalidad y tienden a perder incluso el derecho a la vida, o sea, son tendencialmente eliminables-exterminables. De este modo la lógica neoliberal culmina, en su extremo, en una concepción nazi/fascista.
Un gran dilema para el capital financiero globalizado es que en un conflicto geopolítico entre intereses de fracciones de capital financiero a nivel mundial difícilmente podrá prescindir de la mediación política de estados con fronteras y primero que nada de la mediación con el Estado norteamericano. Esta batalla se está dando en este momento y podría conllevar a la profundización de la crisis no solo del proceso de globalización, sino del sistema capitalista como tal. Todo proceso de crisis estructural es un proceso complejo de luchas, confrontaciones y debates, en donde una heterogeneidad de actores capitalistas que avanzan y se retrasan, van dando el tono a la puja de intereses y que, además, en un momento generan espacios de insurgencia para actores no-capitalistas.
Lo alentador es que surge una discusión acerca de la sociedad en que vivimos y el lugar de los seres humanos en ella. Esta reflexión es fundamental para dar respuestas reivindicativas ante la progresiva exclusión. La exclusión significa pérdida de lugar y de identidad, y la crítica a la misma puede conducir a la reivindicación de una sociedad con lugar para todos. Ello implica cuestionar el sistema excluyente. Sin embargo, una crisis de identidad no significa, a priori, una crisis de legitimación del sistema. Puede también desarrollarse una posición crítica sobre la legitimidad de la exclusión, sin que implique poner en duda la legitimidad del sistema. Lo segundo suele anteceder a lo primero.
El peligro de reivindicar la legitimidad de la inclusión sin cuestionar al sistema es que conduce rápidamente a una “legitimación” de la exclusión del otro. Con ello no se enfrenta el problema de la exclusión en su raíz. Más bien ocurre lo contrario. Al sustituir una modalidad de exclusión vía el mecanismo del mercado, por otra vía, la pertenencia o no a determinada nacionalidad, condición social, religión, raza, género, cultura, etc., se deshumanizan aún más todavía las relaciones, sociales. Los seres humanos no se solidarizan para reivindicar una sociedad donde haya lugar para todos sino, por el contrario, se enfrentan los unos a los otros para acaparar los cada vez más escasos lugares. Ante el miedo de perder su lugar, pueden reclamar con fuerza creciente su inclusión, aunque sea a costa de ciudadanos de otros países (inmigrantes, refugiados) religiones (musulmanes), etc.
Al encaminarse hacia un mercado unificado con un Estado global se debilita la identificación de los ciudadanos con este nuevo espacio económico. La realidad para los ciudadanos es que el proceso de regionalización (Unión Europea, NAFTA) y mundialización ha dado lugar a una formidable concentración de capital y riqueza en pocas manos a costa de una exclusión progresiva. El resultado de ello no es el desarrollo de una mayor identificación con el mercado crecientemente abstracto (ser ciudadano se reduce a ser consumidor de productos, servicios, espectáculos electorales, noticias prefabricadas a menudo falsas, opiniones doctrinarias, etc.).
El resultado es más bien la identificación con una comunidad más concreta, y más antigua (la nación o incluso la localidad) donde en el pasado hubo más derechos económicos y sociales, y vida aparentemente más digna, aunque los espacios objetivos para que triunfe el capital sobre la base de ese retorno sean casi nulos. La regionalización y mundialización de la economía así como la integración de bloques económicos (UE y NAFTA) conducen así, de forma contradictoria, a tendencias nacionalistas y hasta separatistas basadas en razones extraeconómicas. He aquí el motivo del éxito de Brexit y de la victoria de Trump y la crisis consecuente para el capital financiero globalizante. He aquí la tarea difícil de la administración Trump.
2. La globalización es el proceso de desarrollo de una nueva forma de capital financiero (forma global o transnacional) que emerge y lucha por imponerse frente a la forma dominante anterior, el capital financiero multinacional. En un mundo donde el crecimiento y la tasa media de benefi¬cio tendía a la baja, en los años ochenta se desarrolló una fuerte evolución de las IDE (Inversión Extranjera Directa) dentro de la Tríada (EUA, Japón y Europa), orientada a fortalecer las posiciones de competencia de las Multinacionales en el mundo. La guerra económica entre las Multinacionales se desarrollaba a partir de este esquema para mejorar posiciones en el mercado mundial restante, mediante IDE en el exterior.
El capital financiero multinacional entra en crisis entre 1980-1991-2001, cuando emerge el proceso de flexibilización y deslocalización de empresas transnacionales que salen de los países centrales y se localizan en las economías emergentes; cuando va en profundidad la destrucción de estructuras de la administración pública de las naciones bajo la consigna del estado mínimo; cuando el poder en el gobierno cada vez más se desplaza de los presidentes de gobierno electos a los presidentes de los bancos centrales impuestos por las grandes bancas financieras globales en cada city financiera.
La globalización es un proceso que emerge como alternativa capitalista al capitalismo multinacional de país central y que en esa lucha abre una crisis estructural en el periodo de tiempo 1999-2001-2008. En la cual aún estamos inmersos. La globalización es también un proceso de luchas capitalistas financieras inter-imperialistas. La globalización es parte de la crisis, es parte de la lucha que se observa como crisis. Es la parte que avanza o sale hacia adelante en la lucha y crisis del capitalismo financiero.
2.1 Un recorrido histórico del capital financiero
El mercantilismo recorre un largo camino desde el siglo XV, fines de 1400, hasta mediados del siglo XIX, 1850, cuando se transforma en dominante el capitalismo industrial, a partir del capital industrial, de la fábrica, de la gran industria mecanizada, y en estado-nacional en Inglaterra subordinando a la monarquía feudal, al estado-reino, a la producción feudal y mercantil. Habiendo transitado el momento de los talleres manufactureros.
El estado-nacional que nace es un Estado nacional de metrópolis enfrentado a las monarquías feudales y que desarrolla naciones coloniales o semicoloniales. Constituye el régimen específicamente capitalista de producción.
El capitalismo llega a ser dominante como modo de producción cuando desarrolla e impone una forma de capital industrial de gran industria mecanizada. De ahí en adelante es capital industrial pero en su recorrido subordinado a los modos feudales fue primero corporaciones artesanales feudales y talleres manufactureros antes de poder ser gran industria mecanizada. En este momento subordina al campo y lo redefine con el paso de los años como producción agraria industrial. El campo era el terreno del poder de la monarquía feudal y la ciudad industrial el del poder del capitalismo industrial y lo agrario su extensión, así como la city financiera es la del capital financiero global.
El capitalismo industrial se transforma en capital financiero entre 1880-1890, crisis económica y 1era guerra mundial mediante, cuando el capital industrial en su desarrollo absorbe al capital bancario y se transforma en capital financiero, y transforma también a la fábrica en grupo económico financiero (ggee). La transforma porque la unidad económica básica ya no es la fábrica de la gran industria sino un grupo económico de fábricas diversificadas en sectores de la actividad (producción para el consumo industrial-ciencia-tecnología y producción para el consumo personal) y diversificada en áreas dentro de cada sector. Esta centralización de la conducción estratégica del capital y descentralización del mando operativo caracteriza y define al capital financiero.
Porque por primera vez el capital, como capital financiero, desarrolla un aparato administrativo estratégico privado que disputa, confronta, provee y acuerda con la administración política pública de cuadros y como políticas de estado. Y lo desarrolla porque ahora su objetivo-terreno es el mundo y su política internacional de nación-estado metrópolis a naciones colonias o semicolonias. El instrumento central es el crédito y la relación de acreedor-a-deudor, donde el acreedor impone las condiciones y el producto a través del financiamiento para el desarrollo de industrias que van a producir en las colonias/ semicolonias lo que el acreedor necesita como materia prima o piezas/partes.
El capital financiero internacional entra en crisis a en el período 1929-1940, se manifiesta a partir de la guerra/crisis financiera de 1929 y posterior guerra militar (1936-44), porque emerge y se desarrolla la corporación financiera multinacional que da sustento al capitalismo financiero multinacional (como forma avanzada de la época), que se impone volviéndose hegemónico en el resultado de la segunda guerra mundial (1936-44). La corporación multinacional se expresa en el estado multinacional de país central, con su casa matriz central que hace al país central y sus empresas filiales en los países/naciones dependientes/ periféricos/subdesarrollados.
Las filiales de la casa matriz coinciden en la mayoría de los casos con las empresas más importantes y dinámicas en cada rama de producción, que se desarrollaron en las semicolonias a partir de la relación deudor/acreedor cuando era dominante el capital financiero internacional. Ahora, el capital financiero multinacional impone el capitalismo multinacional que tiene presencia directa y cuantitativa en cada nación, en las cámaras empresarias, en los partidos políticos, etc.
El capital financiero multinacional entra en crisis como vimos entre 1980-1991-2001, cuando emerge el proceso de flexibilización y deslocalización de empresas transnacionales. La banca financiera global de este modo inicia la subordinación real de lo nacional y continental por lo Global, re-denominándolo como Local. Donde el par Global-Local caracteriza al desarrollo del capital financiero global. Esto altera geográficamente la producción y realización de valor/riqueza capitalista y comienzan a mostrarse diferenciales de crecimientos de PBI y participaciones mundiales dando paso al llamado mundo emergente.
El capital financiero deslocaliza sus estructuras estratégicas de los países centrales hacia el mundo, globalmente lo llama, de modo que pone en crisis la escala del poder de las casas matrices en cada país central, porque eleva la escala umbral de poder de multinacional a global. Pero no solo deslocaliza su estructura económica, política y estratégica globalmente también deslocaliza su estructura de producción en lo nacional/local cuando hiper-especializa funciones-tareas laborales y de gerencia, cuando terceriza en proveedores de bienes y servicios los que antes eran trabajadores formales en áreas y secciones de la misma empresa.
El fenómeno de la deslocalización no debe opacar sin embargo el descomunal proceso de desarrollo de las fuerzas productiva de toda esta época. Pues aun observando el creciente peso de las denominadas economías emergentes en la generación de la riqueza global, también puede verse el crecimiento aunque relativamente menor de la riqueza en los llamados países desarrollados, principalmente EUA. La crisis ahí no parece tanta consecuencia de un proceso de destrucción de riqueza sino más bien de un importante deterioro en la participación de la misma.
Es que el proceso de lenta pero profunda inserción en de nuevas tecnologías, robótica, inteligencia artificial, etc., es decir automatización creciente y ya no sólo de lo manual sino de la función intelectual, (máquinas inteligentes) produce saltos enormes de productividad que no se trasladan a salarios ni ingresos de las clases medias. Es un proceso de rutinización extensa y profunda que precariza la condición de trabajo al punto que, mientras la productividad en los 80 daba cuenta de la necesidad de 25 obreros industriales para generar un millón de dólares en mercancías, en 2016 sólo se necesitan 5 para el mismo resultado. Sin dudas este resultado se explica en parte por la automatización creciente de la producción y en parte por la tercerización. Pero este proceso que tiende a mostrar una participación creciente en el PBI de las ex economías centrales de los “servicios” a la producción también sufre un proceso de automatización. Un ejemplo es la automatización de los servicios de transporte y logística. Es decir, ahí donde había peso del ingreso asalariado (servicios) también comienza a ser erosionado por el desarrollo tecnológico. Este aspecto estructural del funcionamiento de capitalismo (con independencia de sus fases) es el que explica en todo caso la tendencia a la caída de la tasa media de beneficio, la necesidad de los saltos de escala ahorrando costos y con ello la deslocalización como mecanismo auxiliar.
La empresa global se compone en un 10% de los trabajadores formales de la gerencia y ensamble de bienes y servicios. El otro 90% lo componen trabajadores proveedores de bienes y servicios, donde algunos tienen la función de gerenciar las unidades proveedoras y parecen pequeños empresarios. Este fenómeno fue caracterizado como la “postmodernidad”, donde los servicios pasan a explicar supuestamente en mayor proporción los PBI, hecho que antes se denominaba el sector industrial. En realidad solo deja de contabilizarse dentro de la unidad fábrica precisamente por la misma tercerización. Esto asume la forma de redes flexibles de proveedores de bienes y servicios, informales para las plataformas capitalistas globales de ensamble de bienes y servicios para la plataforma global de producción y, de bienes y servicios para la plataforma global financiera (la cultura del outsourcing).
El capital financiero global lucha por imponerse y esta lucha se hace observable como crisis por primera vez en septiembre de 2001 con la caída (implosión) de las Torres Gemelas del Centro del Comercio Financiero Global (World Trade Center) de la City de Nueva York. La “caída” la producen los intereses financieros multinacionales continentales, expresados directamente en Washington en el poder político, en el poder judicial, en el poder financiero multinacional, en el complejo industrial militar y en la policía federal. La caída de los edificios del centro financiero global es la respuesta militar-policial (durante el gobierno de Bush) al poder financiero global por imponer la derogación de la ley Glass Steagall en 1999 (durante el gobierno Clinton), ley que bloqueaba desde 1934 la integración de la banca comercial (legal) y la banca de inversión (ilegal, según la Ley Glass Steagal) cuya conjunción constituye el capital financiero global.
La derogación de la Glass Steagal es el hecho central instituyente del capital financiero global y sus fondos financieros de inversión global, paraísos financieros fiscales y su red de cities financieras globales. La segunda acción en contra del capital financiero global vendrá en septiembre de 2008, cuando la suba de tasas de interés de la Fed en manos de los Bush, abra paso a la crisis financiera de la hipotecas basura y a la “caída” de la banca de inversión Lehman Brothers, que supone un gran golpe al Citigroup (la primera gran banca global), y el ingreso a la gran crisis financiera global en la cual aún nos encontramos.
En este camino histórico hemos tratado de recorrer la crisis final del feudalismo en el siglo 15 (1400) y como en ello se desarrollaban y fortalecían las primeras formas del mercantilismo o del capitalismo mercantil. Desde aquellos momentos donde los mercaderes daban a los trabajadores, en relación de dependencia servil personal (con sus señores de la tierra), las materias primas para que estos elaboraban en sus casas (en el tiempo que no trabajaban para el señor) que luego serían pagadas para poder venderlas en sus rutas de mercadeo. Pasando por los talleres manufactureros donde se concentraron por primera vez grandes masas de trabajadores manuales en las ciudades que hizo la gran mediación y crisis del feudalismo que solo pudo subordinar, sepultar la fábrica de la gran industria y con esto ahora si imponer al capital industrial de la gran industria como modo y relación social de producción dominante.
No hay capitalismo dominante hasta el capitalismo industrial basado en la gran industria mecanizada como relación social de producción y en la fábrica como unidad económica básica, categoría económica y espacio específico donde modo, relación social y unidad económica básica se constituyen y constituyen a los seres humanos como sujetos/actores de este modo de ser.
La emergencia-insurgencia de un modo de producción: el capitalismo industrial nacional, el nacionalismo industrial, el capital industrial y el movimiento obrero industrial organizado presupone la fábrica como unidad básica, la gran industria mecanizada como relación social del capital y el capitalismo industrial como modo y estado. La crisis del estado nación, del nacionalismo industrialista, del capital industrial siempre impone un proceso de luchas y negociaciones hasta que se impone un nuevo modo, relación y unidad económica. Esto es válido también para el globalismo, para el capital financiero global y su red de cities financieras.
El camino histórico recorrido por el capital financiero tiene tres grandes etapas con sus crisis desde 1880: de 1880/90 a 1929/39; de 1945/1950 a 1990/2001; de 2006/08 a >>>. El Estado nación metrópolis de los grupos económicos financieros, el estado nacional de país central de la corporación financiera multinacional; el estado global de la red financiera global en proceso de crisis financiera, económica, militar e institucional. El globalismo financiero ha constituido su unidad económica: la red financiera global, su relación social de producción: el capital financiero global y su modo de producción: capitalismo financiero global. Pero no lo ha instituido política y estratégicamente. No lo ha vuelto hegemónico aun. La crisis global, el proceso de la crisis y su profundidad estructural expresan eso.
¿La conducción del proceso de la crisis/lucha en el proceso de la revolución política por parte del globalismo financiero se ha debilitado a partir de que insurge el multipolarismo universalismo Brics/Humanismo ecuménico-interreligioso en 2013-2014 y, de la reacción anti-globalista de los elites nacionales del Brexit y de Trump? Sí es así, es claro. ¿El globalismo pasa por una crisis de conducción del proceso general? Sí también es así. ¿Qué aparece como alternativas? El Nacionalismo industrialista de EE.UU., el Continentalismo financiero de país central y los Universalismos multipolares no financieros.
¿Hacia los universalismos multipolares no financieros con Trump?
En lo que concierne a Pekín, el presidente Trump puso fin a la participación estadounidense en el Acuerdo Transpacífico, que había sido concebido en contra de China, excluyéndola. Es sabido que Trump tuvo conversaciones sobre la posible adhesión de Washington al Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (Asian Infraestructure Investment Bank o AIIB). Si Estados Unidos se suma a esa institución, estaría aceptando no solo cooperar con China –en vez de oponerse a ella– y ambos países podrían participar en el establecimiento de dos «rutas de la seda». Lo anterior es señal clara hacia los universalismos no financieros lo cual haría contraproducentes las guerras del Donbass y de Siria (Thierry Meyssan, Contra Donald Trump, la propaganda de guerra, Voltaire, 7 de febrero de 2017).
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En aras de resolver el conflicto ucraniano, Donald Trump está buscando cómo deshacerse del presidente Petro Porochenko. Por eso recibió en la Casa Blanca a la jefa de la oposición, Yulia Tymochenko, incluso antes de aceptar una llamada telefónica del presidente Porochenko. En Siria e Irak, Donald Trump ya inició las acciones comunes con Rusia, aunque su vocero lo niegue. El ministerio de Defensa ruso, después revelarlo imprudentemente, suspendió de inmediato toda declaración al respecto.
En el plano financiero, el presidente Trump ya inició el desmantelamiento de la ley Dodd-Frank, que trató de resolver la crisis de 2008 evitando la quiebra abrupta de los grandes bancos estadounidenses –en aplicación de la línea política llamada «too big to fail». A pesar de algunos aspectos positivos –su texto consta de 2 300 páginas–, la ley Dodd-Frank instituye un tutelaje del Departamento del Tesoro sobre los bancos, lo cual evidentemente frena su desarrollo. Donald Trump parece disponerse también a reinstaurar la diferencia entre los bancos de depósitos y los bancos de inversiones mediante el restablecimiento de la Glass-Steagall Act (Ibid).
Trump también ha iniciado la limpieza en el seno de las instituciones internacionales. Los fundadores de la ONU nunca previeron el despliegue militar con 100 000 cascos azules en conflictos internos. La ONU fue creada para prevenir o resolver conflictos entre Estados, nunca conflictos internos. Las actuales operaciones de «mantenimiento de la paz» tienen como objetivo imponer el respeto de una solución impuesta por el Consejo de Seguridad de la ONU y rechazada por una de las partes en conflicto, lo cual es prolongar el colonialismo. Poner fin a ese sistema sería regresar al espíritu y el contenido iniciales de la Carta de la ONU, renunciar a los privilegios coloniales y pacificar el mundo.
Es importante entender que en Washington ha comenzado una guerra a muerte con el capital financiero globalizado. La prensa atlantista bajo control de ese capital comente las declaraciones de Trump de manera malintencionada y no deja ver los hechos. Donald Trump se ha dedicado a garantizar su control sobre los órganos de seguridad. Sus 3 primeros nominados –el consejero de seguridad nacional Michael Flynn, el secretario de Defensa James Mattis y el secretario de Seguridad de la Patria John Kelly– son 3 generales que cuestionaron el «Gobierno de Continuidad» desde el año 2003. Después reformó el Consejo de Seguridad Nacional para excluir al jefe del Estado Mayor Conjunto y al director de la CIA. En este viraje político de 180 grados Trump da al traste con un sistema instaurado durante los últimos 16 años y que se originó en la guerra fría, la opción que Estados Unidos adoptó en 1947. Ese sistema ha gangrenado no solo instituciones como la ONU (con el embajador estadounidense Jeffrey Feltman) sino (con Jens Stoltenberg y el general estadounidense Curtis Scaparrotti) también la OTAN (Ibid).
3. Nacionalismo, Continentalismo y Globalismo/Universalismo
La llamada “crisis del globalismo” o “desglobalización” se observa y plantea por muchos intelectuales a partir de que los actores e intereses globalistas pierden el control del Gran Bretaña y la City de Londres y por lo tanto, de la capacidad de influencia sobre la Unión Europea (UE). Este proceso se inicia con la pérdida del referéndum por la permanencia o no en la UE de Gran Bretaña, donde gana el Brexit, la salida de la UE. Hecho que se expresa en una diferencia de menos del 2% y que se explica por el voto de los obreros blancos industriales del norte de Inglaterra y la decisión de la Corona Británica de apoyar el Brexit. El otro hecho es la perdida por parte del Globalismo Financiero de la city financiera de Nueva York (Wall Street), del control e influencia sobre el gobierno de los EE.UU. con el triunfo de Donald Trump, aunque momentáneamente mantiene el control de la política monetaria de la Reserva Federal.
Estos dos hechos marcan y delimitan el inicio del debate acerca de la globalización/desglobalización. Pero la llegada de Trump al gobierno de EEUU, observado por sus decisiones de gobierno, muestran una política que expresa una orientación hacia un nacionalismo industrialista anti-oligarquía financiera global (contra China y salida de los TPP) y anti-oligarquía financiera Continentalista (contra México y salida del TLCAN). Un nacionalismo industrialista que plantea la relocalización de las inversiones industriales en EE.UU. y salida de los países emergentes. La reversión del proceso iniciado en 1991-94.
Una política industrialista que rememora a aquella que se desarrolló durante la segunda guerra mundial, en la cual EE.UU. participó como gran proveedor de bienes industriales haciendo saltar en escala su proceso de industrialización hasta diciembre de 1942 y que solo ingreso a la guerra directa cuando esta estaba definida por el agotamiento de ambos bandos, que dejo a EE.UU. como el gran vencedor de Occidente, que le permitió subordinar a Gran Bretaña e imponer el dólar como moneda dominante en su órbita. EE.UU. sale de la segunda guerra mundial, que fue el modo de resolver la crisis/guerra financiera de 1929, como la gran potencia capitalista imperialista y se planta como un nacionalismo industrialista expansivo imperialista. Que era, como fue planteado en su tiempo, un Continentalismo imperialista enfrentado al Continentalismo soviético.
Los EE.UU de Trump tienen muy grandes obstáculos para que pueda hacer realidad su plan de nacionalismo industrialista antioligárquico financiero, lo cual plantea la realidad de la profundización de la lucha y crisis económica como lucha y crisis institucional política.
Incluso cuando el presidente de China, Xi Jinping, en Davos se yergue como la personificación del globalismo, es decir, de todos los globalismos en general y del globalismo multipolar no financiero en particular, porque en las economías emergentes conviven en 2017, en especial en el Asia-pacifico, las transnacionales financieras globales y las grannacionales universales. Todo lo cual marca que la escala del umbral de poder mundial es el Universalismo/Globalismo. La escala nos muestra cual es la magnitud de poder en la cual se produce/realiza poder/valor. Es el espacio más probable que triunfe a partir del conflicto interno entre las dos fracciones de capital financiero que se agudiza con el proyecto de un nacionalismo industrialista de Trump.
Hoy parece no haber margen para el poder de un nacionalismo industrialista, en el límite sí podría haberlo para un continentalismo militarista norteamericano, solo por el poder militar del complejo industrial militar y su amenaza de guerra termonuclear. Depender de este único instrumento de poder no le da status de muy probable. El nacionalismo industrialista tampoco podría ser contenido/subsumido por el continentalismo financiero militarista porque el primero necesita negar toda posibilidad de su despliegue como tal, pues lo fragmentaria.
El nacionalismo industrialista antioligárquico solo podría ser contenido/subsumido por el universalismo multipolar industrialista de los BRICS y del Humanismo ecuménico-interreligioso. Porque su desarrollo es necesario para este, lo que no podría desarrollar es ser su motor y país central. En la misma situación se encuentra Alemania, Francia y la UE. Esta posición tiene historia y base social en EE.UU. en aquellos que siguen a Thomas Jefferson, y su lucha contra el imperialismo británico, y a F.D.Roosevelt, y su ley Glass Steagall contra la banca financiera angloamericana en la Reserva Federal.
4. Estamos ante un momento crucial en la historia.
Nos encontramos en una situación donde las fisuras del globalismo neoliberal se hacen cada vez más evidentes y la “inseguridad” acerca de la estabilidad del sistema capitalista como tal crece. En un mundo donde no solo caben cada vez menos ciudadanos, sino también importantes fracciones de capital financiero dentro de los propios EUA como nación hegemónica quedan excluidas, pueden desembocar en un proceso de desgaste del propio proceso de globalización e incluso del capitalismo como sistema. Tarde o temprano el rumbo de la economía tiende a reorientarse hacia una re-regulación económica a nivel mundial.
En el marco de un mundo multipolar no hay subordinación de unas naciones por otras ni la subsunción de todas a un Estado global. Si Rusia y China reivindican a ultranza algo para un mundo multipolar, es precisamente la soberanía nacional. El papa Francisco reivindica a nivel espiritual el respeto de cada religión por la otra y la convivencia ecuménica entre las mismas. Las dos concepciones se refuerzan. No vemos que el proceso de acumulación de capital tenga larga vida a partir del mundo multipolar cuando apuestan con la ´Nueva Ruta de Seda´, a una especie de proyecto desarrollista productivo a escala mundial desde las periferias. Es una salida al menos temporal donde hay lugar para todos los capitales, hasta el capital de los EUA y con Trump podrían entrar.
La gran pregunta que nos hacemos es si una vez concluidas las grandes obras de infraestructura en EUA y con la Ruta de Seda, si estas inversiones encadenan o no un próximo ciclo de reproducción del capital. Nosotros creemos que el escenario más probable es que no-encadenarán, como hemos señalado en nuestro libro “Geopolítica de la Crisis Económica Mundial”. De ser así la transición hacia el post-capitalismo estaría en proceso.
Los cambios sistémicos nunca se procesan en períodos de calma sino en medio de tempestades que ponen todo patas arriba. La elección de Donald Trump es una de las insubordinaciones políticas más espectaculares que, en conjunto con Brexit y otros menos llamativos, apuntan a un colapso de la hegemonía neoliberal. Aun cuando difieren en ideología y objetivos, esos motines populares electorales comparten un blanco común: rechazan la globalización de las grandes corporaciones, el neoliberalismo y el establishment político que los respalda. Sus votos son una respuesta a la crisis estructural de esta forma de capitalismo, crisis que quedó expuesta por primera vez con el casi colapso del orden financiero global en 2008. Sin embargo, uno de los más importantes problemas que enfrenta la lucha emancipadora en las últimas décadas es la subordinación de los movimientos anti-sistémicos al capital financiero globalista.
La victoria de Trump no es solamente una revuelta contra las finanzas globales. Lo que sus votantes rechazaron no fue el neoliberalismo sin más, sino el neoliberalismo progresista. En palabras de la feminista Nancy Fraser, ´el neoliberalismo progresista es una alianza de las corrientes dominantes de los nuevos movimientos sociales (feminismo, antirracismo, multiculturalismo y derechos LGBTQ) por un lado y, por el otro, el más alto nivel de sectores de negocios “simbólicos” y de servicios (Wall Street, Silicon Valley y Hollywood)´. En esta alianza, las fuerzas progresistas se han unido efectivamente con las fuerzas del capital financiero globalizado. Ideales como la diversidad y el “empoderamiento”, que en principio bien podrían servir a diferentes propósitos, ahora dan lustre a políticas que han resultado devastadoras para la industria manufacturera y para lo que antes era la clase media (Nancy Fraser, Trump o el fin del neoliberalismo progresista, Rebelión, 23 de enero de 2017).
El neoliberalismo progresista se desarrolló en los EEUU durante estas tres últimas décadas y fue ratificado por el triunfo electoral de Bill Clinton en 1992. Clinton fue el principal organizador y abanderado de los “Nuevos Demócratas”, el equivalente estadounidense del “Nuevo Laborismo” de Tony Blair. Clinton y los Nuevos Demócratas tienen una pesada responsabilidad en el debilitamiento de las uniones sindicales, en el declive de los salarios reales, en el aumento de la precariedad laboral y en el auge de las familias con dos ingresos que vino a substituir al difunto salario familiar. Cubrieron el asalto a la seguridad social con un barniz de carisma emancipatorio, tomado prestado de los nuevos movimientos sociales.
Al identificar “progreso” con meritocracia -en lugar de igualdad-, se equiparaba, en palabras de Nancy Fraser, ´la “emancipación” con el ascenso de una pequeña élite de mujeres, minorías y gays “con talento” en la jerarquía empresarial basada en la noción de “quien-gana-se-queda-con-todo” (validando la jerarquía en lugar de abolirla)´. Esa noción liberal e individualista del ´ser progresivo´ (´homo oeconómicus´ del siglo XXI) fue reemplazando gradualmente a la noción emancipadora, anticapitalista, abarcadora, anti-jerárquica, igualitaria y sensible al concepto de clase social que había florecido aun en los años 60 y 70. El resultado fue un “neoliberalismo progresista”, amalgama de truncados ideales de emancipación y formas letales de financiarización. ´Ante sus ojos, las feministas y Wall Street eran aves de un mismo plumaje, perfectamente unidas en la persona de Hillary Clinton´, termina Fraser (Ibid). Quienes necesitan la estabilidad son precisamente las élites de los movimientos, incrustadas en el poder, desde donde pretenden evitar que la opresión las afecte en un camino de una salvación individualista.
La rabia de Wall Street y de los medios del sistema es que la victoria de Trump deja dicha ´alianza entre emancipación y financierización´ en estado de máxima debilidad, por eso su empeño en movilizar a los jóvenes para evitar fracturas. Para los de abajo, la llegada de Trump al gobierno, es síntoma de descomposición del sistema que nos afecta como los latigazos de una tormenta. Es en medio del caos sistémico como nos empeñamos en construir lo nuevo, con todos los riesgos que eso implica, pero con la voluntad intacta (Raúl Zibechi, La oportunidad Trump, Rebelión, 10 de febrero de 2017).
Concluyendo, el globalismo financiero imperial está en un momento de crisis, que es lucha y confrontación estructural. No ha muerto y la lucha interimperialista que forjó y desarrolla contra el continentalismo financiero con base en EE.UU. y el TLCAN sigue su curso bajo otras condiciones, formas y modos. El relato ideológico del neoliberalismo y el neoprogresismo globalista ha sufrido un duro golpe, al haberse mellado su halo determinista de neo-destino manifiesto global. No ha muerto, pero ha perdido toda su potencia discursiva virginal de “tercera vía”. Seguramente hará todo un gran intento por retornar con aureolas remozadas. La historia no se repite, salvo como farsa, la crisis actual debate su superación a veces bajo la forma de reacción.
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