Las relaciones de Donald Trump con Latinoamérica, más allá de la verborragia habitual del
presidente norteamericano, aún muestran conos de incertidumbre. Por un lado, figura la
embestida que el multimillonario ha encarado con respecto a los megaproyectos de alianzas
encaradas por el ex presidente Barak Obama. De hecho, una de las primeras iniciativas de Trump
fue la de firmar una orden para que EE.UU no forme parte del Acuerdo Transpacífico de
Cooperación Económica.
Se sabe por sus propios dichos que el nuevo presidente estadounidense es un crítico acérrimo de
los tratados multinacionales, por considerar que no contemplan las prioridades estadounidenses y
ponen los intereses comerciales por encima de la generación de empleo que él considera pivote
de la economía. Extraña conclusión, ya que cada uno de los TLC impulsados por EE.UU siempre
han derivado en ganancias espectaculares para la parte norteamericana.
Esta decisión, que cayó como un mazazo en casi todos los mandatarios neoliberales de la región
que palpitaban el triunfo de Hillary Clinton, los ha obligado a repensar un plan alternativo. De
hecho, en la reunión del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC) que se realizó a fines
de noviembre de 2016 en Lima, la respuesta ante el proteccionismo azuzado por Trump fue parte
del debate. Fue allí que un fanático de los TLC (a expensas de la miseria que encarnan para los
pueblos del continente) Ildefonso Guajardo, secretario de Economía de México -y ex negociador
en Washington de otro gran acuerdo, el NAFTA-, declaró en ese entonces que, junto con Japón,
Australia, Malasia, Nueva Zelanda y Singapur, estudiarían soluciones alternativas para un TPP sin
Estados Unidos, aunque no tenía nada claro cómo podría lograrse.
En realidad, el camino a seguir
será el alentado por China que está dispuesto a ocupar el sitio que eventualmente dejaría libre
Trump.
En términos de relación política y comercial, Trump contará con aliados de un nivel de
obsecuencia que llega a irritar al propio establishment norteamericano. Allí está el caso de
Argentina, con Mauricio Macri y su deseo explícito de convertirse en el gran bonete de todo
ataque diplomático a Venezuela bolivariana. Para ello no bastan con los encuentros afectivos con
la esposa del golpista Leopoldo López o con atizar el fuego del Mercosur para que condene a
Nicolás Maduro, sino que Macri juega fuerte a través de su canciller Susana Malcorra generando
una rebelión de los países con gobiernos derechistas en la OEA y tratando de cumplir
disciplinadamente lo que impone el Secretario Luis Almagro, otro gran peón del Imperio.
Por su parte, el gobierno golpista brasileño de Michel Temer y el de Horacio Cartes en Paraguay,
también se han ofrecido a Trump no solo para elucubrar nuevos TLC sino para acompañar la
gestión agresiva norteamericana contra Venezuela, y de paso también apuntar a Cuba.
Pero si hay un país donde Trump puso la mira desde antes de ganar las elecciones, ese es México.
Contando con la anuencia inicial del propio presidente mexicano Peña Nieto, que cortejó a Trump
en plena campaña electoral invitándolo a su país y congraciándose con algunos de sus peores
gestos, el mandatario norteamericano puso primera apenas obtuvo el triunfo y amenazó con
duplicar lo que ya aplicaba Obama con respecto a la inmigración mexicana. Esas señales
xenófobas, racistas y prepotentes encendieron todos los fuegos de la población mexicana y fue tal
el repudio que hasta los propios políticos de la derecha tuvieron que asumir consignas de tinte
patriótico frente al imperio.
Vapuleado por la oposición, Peña Nieto quiso ponerse a tono y prometió no pagar el muro
anunciado por Trump para intentar cerrar la puerta a los migrantes, pero además, en lo que hace a
lo económico el Gobierno de México empezó conversaciones con sus contrapartes de la Unión
Europea para actualizar su propio tratado de libre comercio que fue inicialmente firmado en el año
2000. Aumentando el desafío, funcionarios del Gobierno de México se dirigieron al Foro
Económico Mundial en América Latina donde reiteraron su interés en comprar más bienes —
particularmente maíz y soja— de Brasil y Argentina en lugar de hacerlo a Estados Unidos. Esto
último no es un detalle menor ya que México es uno de los mayores compradores de maíz y soja
estadounidenses. El maíz es un alimento básico para la dieta de los mexicanos, usado para todas
sus comidas desde puestos de tacos hasta restaurantes finos.
Hay equipo
Entre las figuras a las que Trump les derivará funciones de asesoramiento e incluso participación
en algunas actividades que tengan que ver con las relaciones con Latinoamérica y el Caribe,
figuran:
Mauricio Claver Carone: hijo de cubanos, nacido en Florida y criado en Madrid, el abogado
Mauricio Claver Carone es director ejecutivo del poderoso US Cuba Democracy PAC, el principal
grupo de lobby pro-embargo de Washington, y de la organización sin fines de lucro Cuba
Democracy Advocates. Además, es un habitual columnista en temas de política internacional
en períódicos, radio y TV y en su propio blog, Capitol Hill Cubans. Desde todas esas plataformas
marcó su fuerte oposición a la política de Barack Obama de acercamiento a Cuba y aboga
por mantener las sanciones a la isla hasta que haya elecciones libres, democracia plena y libre
mercado.
Trump lo designó como parte de su equipo de transición en el Departamento del Tesoro, en donde
ya había sido asesor legal en el pasado.
José Cárdenas: Hijo de colombianos, nacido y criado en Washington DC, ocupó distintos cargos en
el Departamento de Estado, el Consejo de Seguridad Nacional, la OEA y la agencia para el
desarrollo USAID durante los gobiernos republicanos. Integrante de la línea más dura del
conservadurismo estadounidense, Cardenas es socio de Roger Noriega (ex subsecretario de Estado
de Gorge W. Bush) en la consultora Visión Américas, que asesora a empresarios estadounidenses
y latinoamericanos en busca de negocios en el continente. En los últimos años alzó su voz para reclamarle a Barack Obama posiciones más firmes contra la Venezuela chavista, el
ecuatoriano Rafael Correa o el boliviano Evo Morales. También apoyó el intento de destitución del
hondureño Manuel Zelaya.
Leah Campos: Descendiente de inmigrantes mexicanos, fue agente operativo de la CIA en Europa y
América Latina durante una década. Ferviente católica y madre de cuatro, dejó la agencia de
inteligencia cuando su marido fue asignado a Afganistán. En 2012 se postuló sin éxito para una
banca legislativa por Arizona. Durante su campaña, pedía que su país "no caiga en la retórica
divisiva que predomina en países como Venezuela y Argentina" ni se deje seducir por "las falsas
promesas del estatismo fallido de las socialdemocracias europeas”. Integra diversas
organizaciones conservadoras y fue una promotora entusiasta de la campaña de Trump a la
presidencia.
William Brownfield: El actual subsecretario de Estado para la lucha internacional contra el delito y
el narcotráfico es uno de los diplomáticos estadounidenses en actividad con mayor experiencia en
América Latina. Nacido en Texas y con un fluido español, William Brownfield fue embajador en
Chile, en Venezuela (donde vivió en tensión con Hugo Chávez al comienzo de su mandato) y en
Colombia (donde tuvo una relación mucho más amistosa con el entonces presidente Álvaro Uribe).
También ocupó diversas posiciones en las embajadas de El Salvador, Argentina, Panamá y Suiza.
Con buena llegada tanto a republicanos como a demócratas (su esposa, la también embajadora
Kristie Kenney, es asesora de John Kerry), ya ha sido consultado por el equipo de Trump y algunos
creen que podría convertirse en el soporte más profesional y menos ideológico del equipo del
presidente para la región.
Craig Deare ha sido nombrado Director Principal para el Hemisferio Occidental del Consejo Nacional de Seguridad (NSC). El Dr. Deare ha sido profesor en la National Defense University desde enero de 2001, y actualmente es Decano de Administración del College of International Security Affairs (CISA). Ingresó a CISA en marzo de 2010 luego de más de nueve años en el Centro de Estudios de Defensa Hemisféricos (CHDS). En CHDS el Dr. Deare fue Decano de Asuntos Académicos de 2004 a 2007. Deare se desempeñó en el Ejército durante 20 años, donde cumplió una variedad de tareas, especializándose en inteligencia militar como funcionario en América Latina. Se retiró del Ejército con el rango de Teniente Coronel. Es experto en México. Recibió una beca del Congreso de la Asociación Americana de Ciencia Política (APSA). Fue Asistente Legislativo para Asuntos de Seguridad Nacional del Senador Bob Graham (D-FL). Luego de ello fue Oficial de Enlace con el Congreso de la Oficina de Enlace Legislativo del Ejército, y Jefe del Sector de Planes y Operaciones de la División de Programas. Ha publicado artículos en varias publicaciones académicas y políticas, entre los cuales se destacan “Security Implications of Drug Legalization in the U.S. and Mexico,” en The State and Security in Mexico: Transformation and Crisis in Regional Perspective Strategic Forum, nº 243; “Relaciones de defensa México-Estados Unidos” en Atlas de la Seguridad y la Defensa de México 2009; “Improving U.S. Defense Structure for the Western Hemisphere” en Joint Forces Quarterly; y “La militarización en América Latina y el papel de Estados Unidos” en Foreign Affairs Latinoamerica. Se anticipa que en marzo de 2017 publicará su libro sobre las relaciones entre México y los Estados Unidos. También se recibió en la U.S. Marine Corps University Command and General Staff College. Carl Meacham es Vicepresidente Adjunto para América Latina de PhRMA (asociación de laboratorios farmacéuticos), habiendo recientemente regresado a Washington D.C. para ocupar dicho cargo. Durante 2016 trabajó en Chile en al área de relaciones gubernamentales de Uber. La mayor parte de su carrera ha sido en Washington D.C. Antes de trabajar para Uber, se desempeñó durante dos años como Director del programa de las Américas en el Centro para Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS). Antes de trabajar para CSIS trabajó para el Senador Richard Lugar (R-IN) en el personal republicano del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, donde monitoreó la labor del Departamento de Estado con el Hemisferio Occidental. Antes de eso Meacham trabajó para dos Senadores demócratas. Asimismo, fue Asistente Especial del Subsecretario del Departamento de Comercio, se desempeñó en la Oficina de Asuntos Cubanos del Departamento de Estado, y en la Embajada de Estados Unidos en Madrid. Meacham ha escrito sobre los beneficios del acuerdo con Cuba respecto al compromiso general de los EE.UU. con la región. Anteriormente había escrito que las sanciones a Venezuela podrían ser efectivas, pero que se corría el riesgo de aumentar la inestabilidad económica. También comparó a Venezuela con Ucrania en términos de los riesgos de desestabilización de sus respectivas regiones. Mediante Twitter, indicó que Venezuela podría ser la primera crisis del Presidente Trump y el Secretario de Estado Tillerson, y que estaba decepcionado por la falta de discusión sobre Venezuela, y las protestas en México por el aumento del precio de la gasolina, en las audiencias de confirmación de los nombrados para ocupar cargos en los Departamentos de Estado y de Defensa, y la CIA. También mediante Twitter ha manifestado que “cree en políticas públicas basadas en evidencia verificable.” Obtuvo una Licenciatura de la State University of New York en Albany, una Maestría de la School of International Studies de American University, y otra de la School of International and Public Affairs de Columbia University. Se crió en Chile
. Otto Reich nació en Cuba, de donde, junto con su familia, se exiló a los 15 años. Fue Embajador de los EE.UU. en Venezuela (1986-1989), y ocupó diversos cargos en los gobiernos de los Presidentes Ronald Reagan, George H. W. Bush, y George W. Bush. Actualmente es presidente de Otto Reich Associates, una firma consultora que asesora sobre relaciones internacionales, comercio, e inversiones para clientes estadounidenses, e internacionales. En 2001 el Presidente Bush lo nombró Secretario de Estado Adjunto para el Hemisferio Occidental. Sin embargo, no obtuvo el apoyo de Comité de Relaciones Exteriores del Senado y el Presidente Bush solo lo pudo nombrar para ocupar el cargo durante un año. Terminado dicho período, fue Enviado Especial de la Casa Blanca para América Latina de 2003 a 2004. Reich ha sido el centro de varias controversias. Una de las más notorias fue su labor con los Contras nicaragüenses (un grupo que luchó contra el gobierno Sandinista) mientras ocupaba la dirección de la Oficina de Diplomacia Pública para América Latina y el Caribe del Departamento de Estado. En 1987 el Fiscal General de los Estados Unidos dictaminó que parte del trabajo de Reich habían sido “actividades de propaganda prohibidas,” y que estaban “fuera del rango de actividades aceptables para la agencia de información pública.” Sin embargo, a diferencia de otros funcionarios de Reagan, Reich no fue imputado por violar la prohibición de ayudar a los Contras, que había sido aprobada por el Congreso en 1984. Durante la década del 1990 Reich trabajó como cabildero en asuntos latinoamericanos. Colaboró en la redacción de la Ley Helms-Burton que fortaleció el embargo de los EE.UU. a Cuba. En una entrevista en marzo de 2016, criticó la campaña de Donald Trump en las elecciones internas del Partido Republicano y afirmó que el candidato tenía ideas extrañas, y que sus antecedentes como empresario eran cuestionables. En enero de 2017, junto a otros cuatro ex diplomáticos, firmó una carta enviada al Presidente electo Trump, exhortándolo a detener la cooperación en materia de inteligencia con Cuba.
Reich obtuvo una Maestría en Estudios Latinoamericanos de Georgetown University, y una Licenciatura en Estudios Internacionales de la University of North Carolina. Sirvió en el Ejército de 1966 a 1969. Yleem Sarmiento de Poblete: Originaria de Miami, Florida, la Dra. Poblete fue nombrada por el Presidente Trump como integrante del equipo del Consejo Nacional de Seguridad. En 2013, junto con su marido, fundaron el Grupo de Análisis Poblete.
La Dra. Poblete es Becaria del Instituto de Investigación Política y Estudios Católicos, y profesora invitada de instituciones académicas privadas y públicas. Durante casi dos décadas trabajó en la Cámara de Representantes ocupando varios cargos. De 2011 a 2013, fue Jefe de Personal y Directora de Personal del Comité de Asuntos Internacionales presidido por la Diputada Ileana Ros-Lehtinen (RFL). Antes de eso fue Directora del Personal de la Minoría del Comité de Asuntos Internacionales de la Cámara de Representantes; Directora del Personal del Subcomité de Medio Oriente y Asia Central; y Directora y Subdirectora del Personal del Subcomité de Operaciones Internacionales y Derechos Humanos. También trabajó para el Subcomité de Política Económica Internacional y de Comercio, y para el Subcomité sobre África. En el Comité de Asuntos Internacionales Poblete trabajó en la legislación para imponerle sanciones a Irán y a Siria; suspender la contribución estadounidense a la Agencia Internacional de Energía Atómica, que estaba proporcionando asistencia técnica a Irán, Siria, y Corea del Norte; y exigirle cuentas a las fuerzas de paz de la ONU acusadas de abuso sexual. En 1996 participó en la redacción de la Ley Helms– Burton. Ha publicado artículos en The Hill, Wall Street Journal, National Review Online, National Interest, y The Washington Times, entre otras publicaciones. Ha escrito sobre las relaciones entre Cuba y los EE.UU., la influencia de Irán en América Latina, y la necesidad de imponerle sanciones a Venezuela. Está convencida de que hay grupos terroristas infiltrados en América Latina cuyo propósito es atacar a los EE.UU. Poblete obtuvo un Doctorado en Política Mundial y Relaciones Internacionales de la Catholic University of America, con una concentración en el Medio Oriente y el Hemisferio Occidental. También obtuvo una Maestría en Relaciones Internacionales de la Universidad de Miami, y una Licenciatura en Relaciones Internacionales de Saint Thomas University. Trump y Cuba Asesorado por lo más recalcitrante del lobby cubano-americano Trump no ahorró epítetos para atacar a Cuba en la campaña electoral. Llamó a Fidel “brutal dictador” y por muy poco no se fotografió en las calles de Miami festejando con los “gusanos” la muerte del máximo jefe de la Revolución Cubana. Sus asesores principales en lo que hace a reforzar las presiones sobre la Isla, provienen del staff que habitualmente ejerce una actividad desestabilizadora también contra Venezuela, siendo su principal artífice el senador (hijo de inmigrantes cubanos) Marco Rubio.
Este personaje junto con el senador Bob Menéndez y la congresista Ileana Ros-Lehtinen, hija de uno de los testaferros del dictador Fulgencio Batista, son considerados la base fundamental que le dio el triunfo a Trump en La Florida, en base a promesas de endurecer cada vez más las medidas contra Cuba. Los tres son también grandes amigos de Israel y sus posiciones guerreristas en la región de Medio Oriente y en base a ello logran suficiente apoyo económico para resucitar la idea de volver a hostigar a Cuba como en los tiempos de la Fundación Nacional Cubano-Americana, piloteada por Jorge Mas Canosa. Este núcleo duro de la mafia anticubana, se constituyó en eslabón fundamental para boicotear antes y después del anuncio de Obama de flexibilizar las relaciones. En esos momentos jugaron todas sus influencias para que se expidan otras “personalidades” para denunciar a la “dictadura” cubana.
En ese sentido, ganaron la escena el presidente de la Cámara de Representantes, John Boehner, junto con Jorge Luis García Pérez, Antúnez, y su esposa, Yris Tamara Pérez Aguilera, ambos con antecedentes penales, incluso antes de ser convertidos en “disidentes”. Por su lado, Marco Rubio, “ofreció” en plena campaña de Trump, el testimonio de Rosa María Payá, la hija del fallecido Oswaldo Payá, la que negoció su visado como refugiada política en Estados Unidos a cambio de hacer campañas contra Cuba, las cuales no han tenido resultados. Y Ros-Lehtinen presentó a la hija de unos de los pilotos que fueron enviados por ella a Cuba para violar el espacio aéreo y provocar incidentes que frenaran las posiciones que estaba asumiendo el presidente Bill Clinton hacia la Isla, lo que consiguió obligándolo a firmar la Ley Helms-Burton, donde entregó al Congreso sus prerrogativas presidenciales para eliminar el Bloqueo.
Sin embargo, al mes de asumir el cargo Trump se produjo el nombramiento de Jason Greenblat como negociador para el tema cubano. Este funcionario fue hasta diciembre de 2016 vicepresidente de la Organización Trump y es defensor del acercamiento comercial entre ambos países. De hecho, ha visitado Cuba en varias ocasiones como miembro de diferentes delegaciones. Desde La Habana se han pronunciado de manera clara: Cuba está dispuesta a continuar el diálogo con Estados Unidos, aunque no hará concesiones en cuanto a su soberanía e independencia. Es condición innegociable el tema del levantamiento del bloqueo y también la devolución de la zona donde actualmente está ubicada la Base Naval de Guantánamo.
Todo hace pensar que en los próximos meses se dilucidará la incógnita del quehacer de Trump frente a un gobierno que el multimillonario detesta pero al que no sabe cómo acometerlo. Por un lado, pareciera que el mantenimiento de la actual política hacia Cuba responde al interés nacional de Estados Unidos, no solo por el beneficio económico sino también por un tema de seguridad nacional, y funcionarios del gobierno como Jason Greenblatt (del NSC), el secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, y el secretario de Seguridad Nacional, John Kelly, estarían “abiertos a este argumento”.
Por el lado de los business, compañías con intereses en Cuba también han estado activas tratando de enviar un mensaje al gobierno de Trump con una agenda proempresarial. “Con el deseo del nuevo gobierno de impulsar nuestra economía, tenemos la esperanza de que ambos gobiernos seguirán el impulso para continuar trabajando y abrir la puerta para que florezca el comercio entre nuestros dos países”, dijo hace pocos días Vanessa Picariello, directora de relaciones públicas de Norwegian Cruises.
“Líderes cívicos del American Farm Bureau, la Cámara de Comercio de Estados Unidos y legisladores republicanos han alentado al presidente Trump a cambiar nuestra fallida política de embargo a Cuba. El presidente Trump puede crear miles de millones de dólares en comercio y decenas de miles de empleos en Estados Unidos con la ampliación del comercio con Cuba”, recalcó James Williams, director de Engage Cuba, una activa coalición de empresas y organizaciones que cabildean para eliminar las restricciones económicas a Cuba. Durante este tiempo, cartas a favor de la actual política de acercamiento a Cuba han sido enviadas a la administración por la Cámara de Comercio de Estados Unidos, líderes católicos, el American Farm Bureau, organizaciones cubanoamericanas como el Cuba Study Group y legisladores republicanos como Tom Emmer, quien presentó nuevamente una iniciativa (Ley de Comercio con Cuba) para eliminar el embargo. A pesar de estas luces y sombras, Raúl Castro muestra cautela y evita caer en una confrontación directa con la Casa Blanca, en espera de que Trump defina su postura.
Por el momento, las autoridades estadounidenses se han limitado a informar que se encuentran "revisando" su política con respecto a la isla. De todas maneras, Cuba avanza franqueando puertas. Recientemente Raúl recibió a Thomas J. Donohue, presidente de la Cámara de Comercio de los Estados Unidos, con un doble propósito: subrayar su disposición a seguir abriendo la isla a la inversión norteamericana para contrarrestar en lo posible el cabildeo del lobby republicano favorable al embargo; y también para aprovechar el acceso de Donohue al nuevo secretario de Estado norteamericano,
Rex Tillerson, expresidente de Exxon Mobil, una de las petroleras que aportaron fondos a la cámara. No es descartable que el dirigente de la poderosa agrupación de empresas y hombres de negocios estadounidenses fuera a su vez, mensajero del equipo de Tillerson, que amagó con la reincorporación de Cuba a la lista de países patrocinadores del terrorismo si no aceptaba un acuerdo más beneficioso para todos. El improbable reingreso perjudicaría duramente por su simbolismo y derivaciones en el mundo de la banca, la inversión extranjera y la diplomacia.
La administración Trump trata, a través de sus enviados, de doblarle el brazo a los jefes revolucionarios cubanos, exigiendo liberación de lo que ellos definen como “presos políticos” y Cuba considera delincuentes comunes o criminales. También abogan por lograr una promesa de Cuba en el sentido de terminar a corto plazo con el sistema de partido único, algo que Cuba rechaza con mucha lógica. Solo con ver lo que significa la partidocracia occidental, asumir ese reto sería dar un paso fundamental hacia la corrupción y la politiquería burguesa, algo que el pueblo cubano rechaza tajantemente.
En lo que hace a Trump como amenaza militar, Cuba a esta altura de lo que han sido sus relaciones con Estados Unidos durante 58 años, no descarta nada. De allí que más allá de buscar salidas alternativas en el marco del buen relacionamiento, siempre está preparada para un eventual ataque, algo que con Trump y su impronta de generar incertidumbre sobre sus próximos pasos, no se puede descartar. Venezuela en la mira de Trump Las incógnitas sobre las relaciones con Cuba no son tales cuando el multimillonario presidente habla de Venezuela.
En la campaña electoral y luego de asumir de su boca salieron rayos y centellas cada vez que menciona a Nicolás Maduro. “Todo anda mal allí, ya que es una dictadura que viola todos los derechos y libertades”, dijo en una charla con periodistas, pero luego, hablando con su equipo de asesores, Trump aconsejó algo más que mano dura. De allí que no sorprendiera las medidas tomadas contra el vicepresidente bolivariano Tarek el Aissami, quien según Washington fue el blanco de una investigación de varios años por su posible participación en el envío de cargamentos de droga a México, cuyo destino final era EEUU.
El Departamento del Tesoro también lo vincula con el cártel mexicano de Los Zetas. NI más ni menos. El Aissami y el propio Maduro respondieron que Trump seguía los pasos desestabilizadores e injerencistas de Obama y demostraron que todo lo dicho por el jerarca imperialista de la Casa Blanca era puro montaje. No se habían aquietado esas aguas turbulentas cuando se conocieron las palabras ante el Comité de Servicios Militares del Senado, del Comandante del Comando Sur estadounidense Kurt W. Tidd, quien dijo que la inestabilidad en Venezuela afecta a toda la región y manifestó su preocupación por la influencia de Rusia, China e Irán en América Latina. Según este cruzado yanqui, Venezuela atraviesa un período de inestabilidad significativa el año en curso debido a “la escasez generalizada de medicamentos y comida, una constante incertidumbre política y el empeoramiento de la situación económica”. Luego agregó las palabras claves que facilitarían una intervención militar en toda regla: "La creciente crisis humanitaria en Venezuela podría obligar a una respuesta regional”, Hay que recordar que el Comando Sur de Estados Unidos es una fuerza militar conjunta de más de 1.201 personas, que opera en 32 países de América Latina y del Caribe, y está adscripto al Departamento de Estado. Por su parte, el influyente diario The Washington Post, arrojó más gasolina al fuego en un editorial reciente: “Castigar a los líderes venezolanos corruptos y apoyar a los opositores moderados, no violentos como López, debería ser una decisión simple para Estados Unidos, dado el catastrófico declive de Venezuela, la agenda antiestadounidense y el creciente aislamiento en la región”, indica el editorial.
“El gobierno de Estados Unidos debe seguir con las sanciones especialmente contra los generales envueltos en ganancias provenientes de la especulación por la escasez de alimentos y el encarcelamiento de los líderes políticos. Debe haber un lobby en la Organización de Estados Americanos para ir contra el régimen de Maduro mediante la Carta Democrática Interamericana”, y agrega que debe demostrar resolución acerca de los derechos humanos. Cada una de estas intervenciones prepotentes y casi siempre humillantes, muestran un panorama altamente crítico para la Revolución Bolivariana. Estados Unidos alimenta a la oposición más violenta y, como en Siria, la califica de “moderada”. Mira a un costado cuando jóvenes de ultraderecha arremeten contra todo lo que tienen a su alcance en las llamadas “guarimbas” pero ponen el grito en el cielo cuando el gobierno venezolano toma medidas necesarias y lógicas contra estos abusos. Finalmente, visto el accionar de Trump frente a Siria, bombardeando territorio soberano sirio, poco se puede esperar de lo que este dinosaurio fascista pueda efectivizar en Latinoamérica de bueno. Por lo pronto, Cuba y Venezuela están en su diana, y solo falta por saber cuando se decidirá a apretar el gatillo.
Craig Deare ha sido nombrado Director Principal para el Hemisferio Occidental del Consejo Nacional de Seguridad (NSC). El Dr. Deare ha sido profesor en la National Defense University desde enero de 2001, y actualmente es Decano de Administración del College of International Security Affairs (CISA). Ingresó a CISA en marzo de 2010 luego de más de nueve años en el Centro de Estudios de Defensa Hemisféricos (CHDS). En CHDS el Dr. Deare fue Decano de Asuntos Académicos de 2004 a 2007. Deare se desempeñó en el Ejército durante 20 años, donde cumplió una variedad de tareas, especializándose en inteligencia militar como funcionario en América Latina. Se retiró del Ejército con el rango de Teniente Coronel. Es experto en México. Recibió una beca del Congreso de la Asociación Americana de Ciencia Política (APSA). Fue Asistente Legislativo para Asuntos de Seguridad Nacional del Senador Bob Graham (D-FL). Luego de ello fue Oficial de Enlace con el Congreso de la Oficina de Enlace Legislativo del Ejército, y Jefe del Sector de Planes y Operaciones de la División de Programas. Ha publicado artículos en varias publicaciones académicas y políticas, entre los cuales se destacan “Security Implications of Drug Legalization in the U.S. and Mexico,” en The State and Security in Mexico: Transformation and Crisis in Regional Perspective Strategic Forum, nº 243; “Relaciones de defensa México-Estados Unidos” en Atlas de la Seguridad y la Defensa de México 2009; “Improving U.S. Defense Structure for the Western Hemisphere” en Joint Forces Quarterly; y “La militarización en América Latina y el papel de Estados Unidos” en Foreign Affairs Latinoamerica. Se anticipa que en marzo de 2017 publicará su libro sobre las relaciones entre México y los Estados Unidos. También se recibió en la U.S. Marine Corps University Command and General Staff College. Carl Meacham es Vicepresidente Adjunto para América Latina de PhRMA (asociación de laboratorios farmacéuticos), habiendo recientemente regresado a Washington D.C. para ocupar dicho cargo. Durante 2016 trabajó en Chile en al área de relaciones gubernamentales de Uber. La mayor parte de su carrera ha sido en Washington D.C. Antes de trabajar para Uber, se desempeñó durante dos años como Director del programa de las Américas en el Centro para Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS). Antes de trabajar para CSIS trabajó para el Senador Richard Lugar (R-IN) en el personal republicano del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, donde monitoreó la labor del Departamento de Estado con el Hemisferio Occidental. Antes de eso Meacham trabajó para dos Senadores demócratas. Asimismo, fue Asistente Especial del Subsecretario del Departamento de Comercio, se desempeñó en la Oficina de Asuntos Cubanos del Departamento de Estado, y en la Embajada de Estados Unidos en Madrid. Meacham ha escrito sobre los beneficios del acuerdo con Cuba respecto al compromiso general de los EE.UU. con la región. Anteriormente había escrito que las sanciones a Venezuela podrían ser efectivas, pero que se corría el riesgo de aumentar la inestabilidad económica. También comparó a Venezuela con Ucrania en términos de los riesgos de desestabilización de sus respectivas regiones. Mediante Twitter, indicó que Venezuela podría ser la primera crisis del Presidente Trump y el Secretario de Estado Tillerson, y que estaba decepcionado por la falta de discusión sobre Venezuela, y las protestas en México por el aumento del precio de la gasolina, en las audiencias de confirmación de los nombrados para ocupar cargos en los Departamentos de Estado y de Defensa, y la CIA. También mediante Twitter ha manifestado que “cree en políticas públicas basadas en evidencia verificable.” Obtuvo una Licenciatura de la State University of New York en Albany, una Maestría de la School of International Studies de American University, y otra de la School of International and Public Affairs de Columbia University. Se crió en Chile
. Otto Reich nació en Cuba, de donde, junto con su familia, se exiló a los 15 años. Fue Embajador de los EE.UU. en Venezuela (1986-1989), y ocupó diversos cargos en los gobiernos de los Presidentes Ronald Reagan, George H. W. Bush, y George W. Bush. Actualmente es presidente de Otto Reich Associates, una firma consultora que asesora sobre relaciones internacionales, comercio, e inversiones para clientes estadounidenses, e internacionales. En 2001 el Presidente Bush lo nombró Secretario de Estado Adjunto para el Hemisferio Occidental. Sin embargo, no obtuvo el apoyo de Comité de Relaciones Exteriores del Senado y el Presidente Bush solo lo pudo nombrar para ocupar el cargo durante un año. Terminado dicho período, fue Enviado Especial de la Casa Blanca para América Latina de 2003 a 2004. Reich ha sido el centro de varias controversias. Una de las más notorias fue su labor con los Contras nicaragüenses (un grupo que luchó contra el gobierno Sandinista) mientras ocupaba la dirección de la Oficina de Diplomacia Pública para América Latina y el Caribe del Departamento de Estado. En 1987 el Fiscal General de los Estados Unidos dictaminó que parte del trabajo de Reich habían sido “actividades de propaganda prohibidas,” y que estaban “fuera del rango de actividades aceptables para la agencia de información pública.” Sin embargo, a diferencia de otros funcionarios de Reagan, Reich no fue imputado por violar la prohibición de ayudar a los Contras, que había sido aprobada por el Congreso en 1984. Durante la década del 1990 Reich trabajó como cabildero en asuntos latinoamericanos. Colaboró en la redacción de la Ley Helms-Burton que fortaleció el embargo de los EE.UU. a Cuba. En una entrevista en marzo de 2016, criticó la campaña de Donald Trump en las elecciones internas del Partido Republicano y afirmó que el candidato tenía ideas extrañas, y que sus antecedentes como empresario eran cuestionables. En enero de 2017, junto a otros cuatro ex diplomáticos, firmó una carta enviada al Presidente electo Trump, exhortándolo a detener la cooperación en materia de inteligencia con Cuba.
Reich obtuvo una Maestría en Estudios Latinoamericanos de Georgetown University, y una Licenciatura en Estudios Internacionales de la University of North Carolina. Sirvió en el Ejército de 1966 a 1969. Yleem Sarmiento de Poblete: Originaria de Miami, Florida, la Dra. Poblete fue nombrada por el Presidente Trump como integrante del equipo del Consejo Nacional de Seguridad. En 2013, junto con su marido, fundaron el Grupo de Análisis Poblete.
La Dra. Poblete es Becaria del Instituto de Investigación Política y Estudios Católicos, y profesora invitada de instituciones académicas privadas y públicas. Durante casi dos décadas trabajó en la Cámara de Representantes ocupando varios cargos. De 2011 a 2013, fue Jefe de Personal y Directora de Personal del Comité de Asuntos Internacionales presidido por la Diputada Ileana Ros-Lehtinen (RFL). Antes de eso fue Directora del Personal de la Minoría del Comité de Asuntos Internacionales de la Cámara de Representantes; Directora del Personal del Subcomité de Medio Oriente y Asia Central; y Directora y Subdirectora del Personal del Subcomité de Operaciones Internacionales y Derechos Humanos. También trabajó para el Subcomité de Política Económica Internacional y de Comercio, y para el Subcomité sobre África. En el Comité de Asuntos Internacionales Poblete trabajó en la legislación para imponerle sanciones a Irán y a Siria; suspender la contribución estadounidense a la Agencia Internacional de Energía Atómica, que estaba proporcionando asistencia técnica a Irán, Siria, y Corea del Norte; y exigirle cuentas a las fuerzas de paz de la ONU acusadas de abuso sexual. En 1996 participó en la redacción de la Ley Helms– Burton. Ha publicado artículos en The Hill, Wall Street Journal, National Review Online, National Interest, y The Washington Times, entre otras publicaciones. Ha escrito sobre las relaciones entre Cuba y los EE.UU., la influencia de Irán en América Latina, y la necesidad de imponerle sanciones a Venezuela. Está convencida de que hay grupos terroristas infiltrados en América Latina cuyo propósito es atacar a los EE.UU. Poblete obtuvo un Doctorado en Política Mundial y Relaciones Internacionales de la Catholic University of America, con una concentración en el Medio Oriente y el Hemisferio Occidental. También obtuvo una Maestría en Relaciones Internacionales de la Universidad de Miami, y una Licenciatura en Relaciones Internacionales de Saint Thomas University. Trump y Cuba Asesorado por lo más recalcitrante del lobby cubano-americano Trump no ahorró epítetos para atacar a Cuba en la campaña electoral. Llamó a Fidel “brutal dictador” y por muy poco no se fotografió en las calles de Miami festejando con los “gusanos” la muerte del máximo jefe de la Revolución Cubana. Sus asesores principales en lo que hace a reforzar las presiones sobre la Isla, provienen del staff que habitualmente ejerce una actividad desestabilizadora también contra Venezuela, siendo su principal artífice el senador (hijo de inmigrantes cubanos) Marco Rubio.
Este personaje junto con el senador Bob Menéndez y la congresista Ileana Ros-Lehtinen, hija de uno de los testaferros del dictador Fulgencio Batista, son considerados la base fundamental que le dio el triunfo a Trump en La Florida, en base a promesas de endurecer cada vez más las medidas contra Cuba. Los tres son también grandes amigos de Israel y sus posiciones guerreristas en la región de Medio Oriente y en base a ello logran suficiente apoyo económico para resucitar la idea de volver a hostigar a Cuba como en los tiempos de la Fundación Nacional Cubano-Americana, piloteada por Jorge Mas Canosa. Este núcleo duro de la mafia anticubana, se constituyó en eslabón fundamental para boicotear antes y después del anuncio de Obama de flexibilizar las relaciones. En esos momentos jugaron todas sus influencias para que se expidan otras “personalidades” para denunciar a la “dictadura” cubana.
En ese sentido, ganaron la escena el presidente de la Cámara de Representantes, John Boehner, junto con Jorge Luis García Pérez, Antúnez, y su esposa, Yris Tamara Pérez Aguilera, ambos con antecedentes penales, incluso antes de ser convertidos en “disidentes”. Por su lado, Marco Rubio, “ofreció” en plena campaña de Trump, el testimonio de Rosa María Payá, la hija del fallecido Oswaldo Payá, la que negoció su visado como refugiada política en Estados Unidos a cambio de hacer campañas contra Cuba, las cuales no han tenido resultados. Y Ros-Lehtinen presentó a la hija de unos de los pilotos que fueron enviados por ella a Cuba para violar el espacio aéreo y provocar incidentes que frenaran las posiciones que estaba asumiendo el presidente Bill Clinton hacia la Isla, lo que consiguió obligándolo a firmar la Ley Helms-Burton, donde entregó al Congreso sus prerrogativas presidenciales para eliminar el Bloqueo.
Sin embargo, al mes de asumir el cargo Trump se produjo el nombramiento de Jason Greenblat como negociador para el tema cubano. Este funcionario fue hasta diciembre de 2016 vicepresidente de la Organización Trump y es defensor del acercamiento comercial entre ambos países. De hecho, ha visitado Cuba en varias ocasiones como miembro de diferentes delegaciones. Desde La Habana se han pronunciado de manera clara: Cuba está dispuesta a continuar el diálogo con Estados Unidos, aunque no hará concesiones en cuanto a su soberanía e independencia. Es condición innegociable el tema del levantamiento del bloqueo y también la devolución de la zona donde actualmente está ubicada la Base Naval de Guantánamo.
Todo hace pensar que en los próximos meses se dilucidará la incógnita del quehacer de Trump frente a un gobierno que el multimillonario detesta pero al que no sabe cómo acometerlo. Por un lado, pareciera que el mantenimiento de la actual política hacia Cuba responde al interés nacional de Estados Unidos, no solo por el beneficio económico sino también por un tema de seguridad nacional, y funcionarios del gobierno como Jason Greenblatt (del NSC), el secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, y el secretario de Seguridad Nacional, John Kelly, estarían “abiertos a este argumento”.
Por el lado de los business, compañías con intereses en Cuba también han estado activas tratando de enviar un mensaje al gobierno de Trump con una agenda proempresarial. “Con el deseo del nuevo gobierno de impulsar nuestra economía, tenemos la esperanza de que ambos gobiernos seguirán el impulso para continuar trabajando y abrir la puerta para que florezca el comercio entre nuestros dos países”, dijo hace pocos días Vanessa Picariello, directora de relaciones públicas de Norwegian Cruises.
“Líderes cívicos del American Farm Bureau, la Cámara de Comercio de Estados Unidos y legisladores republicanos han alentado al presidente Trump a cambiar nuestra fallida política de embargo a Cuba. El presidente Trump puede crear miles de millones de dólares en comercio y decenas de miles de empleos en Estados Unidos con la ampliación del comercio con Cuba”, recalcó James Williams, director de Engage Cuba, una activa coalición de empresas y organizaciones que cabildean para eliminar las restricciones económicas a Cuba. Durante este tiempo, cartas a favor de la actual política de acercamiento a Cuba han sido enviadas a la administración por la Cámara de Comercio de Estados Unidos, líderes católicos, el American Farm Bureau, organizaciones cubanoamericanas como el Cuba Study Group y legisladores republicanos como Tom Emmer, quien presentó nuevamente una iniciativa (Ley de Comercio con Cuba) para eliminar el embargo. A pesar de estas luces y sombras, Raúl Castro muestra cautela y evita caer en una confrontación directa con la Casa Blanca, en espera de que Trump defina su postura.
Por el momento, las autoridades estadounidenses se han limitado a informar que se encuentran "revisando" su política con respecto a la isla. De todas maneras, Cuba avanza franqueando puertas. Recientemente Raúl recibió a Thomas J. Donohue, presidente de la Cámara de Comercio de los Estados Unidos, con un doble propósito: subrayar su disposición a seguir abriendo la isla a la inversión norteamericana para contrarrestar en lo posible el cabildeo del lobby republicano favorable al embargo; y también para aprovechar el acceso de Donohue al nuevo secretario de Estado norteamericano,
Rex Tillerson, expresidente de Exxon Mobil, una de las petroleras que aportaron fondos a la cámara. No es descartable que el dirigente de la poderosa agrupación de empresas y hombres de negocios estadounidenses fuera a su vez, mensajero del equipo de Tillerson, que amagó con la reincorporación de Cuba a la lista de países patrocinadores del terrorismo si no aceptaba un acuerdo más beneficioso para todos. El improbable reingreso perjudicaría duramente por su simbolismo y derivaciones en el mundo de la banca, la inversión extranjera y la diplomacia.
La administración Trump trata, a través de sus enviados, de doblarle el brazo a los jefes revolucionarios cubanos, exigiendo liberación de lo que ellos definen como “presos políticos” y Cuba considera delincuentes comunes o criminales. También abogan por lograr una promesa de Cuba en el sentido de terminar a corto plazo con el sistema de partido único, algo que Cuba rechaza con mucha lógica. Solo con ver lo que significa la partidocracia occidental, asumir ese reto sería dar un paso fundamental hacia la corrupción y la politiquería burguesa, algo que el pueblo cubano rechaza tajantemente.
En lo que hace a Trump como amenaza militar, Cuba a esta altura de lo que han sido sus relaciones con Estados Unidos durante 58 años, no descarta nada. De allí que más allá de buscar salidas alternativas en el marco del buen relacionamiento, siempre está preparada para un eventual ataque, algo que con Trump y su impronta de generar incertidumbre sobre sus próximos pasos, no se puede descartar. Venezuela en la mira de Trump Las incógnitas sobre las relaciones con Cuba no son tales cuando el multimillonario presidente habla de Venezuela.
En la campaña electoral y luego de asumir de su boca salieron rayos y centellas cada vez que menciona a Nicolás Maduro. “Todo anda mal allí, ya que es una dictadura que viola todos los derechos y libertades”, dijo en una charla con periodistas, pero luego, hablando con su equipo de asesores, Trump aconsejó algo más que mano dura. De allí que no sorprendiera las medidas tomadas contra el vicepresidente bolivariano Tarek el Aissami, quien según Washington fue el blanco de una investigación de varios años por su posible participación en el envío de cargamentos de droga a México, cuyo destino final era EEUU.
El Departamento del Tesoro también lo vincula con el cártel mexicano de Los Zetas. NI más ni menos. El Aissami y el propio Maduro respondieron que Trump seguía los pasos desestabilizadores e injerencistas de Obama y demostraron que todo lo dicho por el jerarca imperialista de la Casa Blanca era puro montaje. No se habían aquietado esas aguas turbulentas cuando se conocieron las palabras ante el Comité de Servicios Militares del Senado, del Comandante del Comando Sur estadounidense Kurt W. Tidd, quien dijo que la inestabilidad en Venezuela afecta a toda la región y manifestó su preocupación por la influencia de Rusia, China e Irán en América Latina. Según este cruzado yanqui, Venezuela atraviesa un período de inestabilidad significativa el año en curso debido a “la escasez generalizada de medicamentos y comida, una constante incertidumbre política y el empeoramiento de la situación económica”. Luego agregó las palabras claves que facilitarían una intervención militar en toda regla: "La creciente crisis humanitaria en Venezuela podría obligar a una respuesta regional”, Hay que recordar que el Comando Sur de Estados Unidos es una fuerza militar conjunta de más de 1.201 personas, que opera en 32 países de América Latina y del Caribe, y está adscripto al Departamento de Estado. Por su parte, el influyente diario The Washington Post, arrojó más gasolina al fuego en un editorial reciente: “Castigar a los líderes venezolanos corruptos y apoyar a los opositores moderados, no violentos como López, debería ser una decisión simple para Estados Unidos, dado el catastrófico declive de Venezuela, la agenda antiestadounidense y el creciente aislamiento en la región”, indica el editorial.
“El gobierno de Estados Unidos debe seguir con las sanciones especialmente contra los generales envueltos en ganancias provenientes de la especulación por la escasez de alimentos y el encarcelamiento de los líderes políticos. Debe haber un lobby en la Organización de Estados Americanos para ir contra el régimen de Maduro mediante la Carta Democrática Interamericana”, y agrega que debe demostrar resolución acerca de los derechos humanos. Cada una de estas intervenciones prepotentes y casi siempre humillantes, muestran un panorama altamente crítico para la Revolución Bolivariana. Estados Unidos alimenta a la oposición más violenta y, como en Siria, la califica de “moderada”. Mira a un costado cuando jóvenes de ultraderecha arremeten contra todo lo que tienen a su alcance en las llamadas “guarimbas” pero ponen el grito en el cielo cuando el gobierno venezolano toma medidas necesarias y lógicas contra estos abusos. Finalmente, visto el accionar de Trump frente a Siria, bombardeando territorio soberano sirio, poco se puede esperar de lo que este dinosaurio fascista pueda efectivizar en Latinoamérica de bueno. Por lo pronto, Cuba y Venezuela están en su diana, y solo falta por saber cuando se decidirá a apretar el gatillo.
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