Entrevista a Débora Nunes (MST)
Pablo Ruiz de Aretxabaleta
Viento Sur, 26 de abril de 2014
[La integrante de la dirección del Movimiento de los Trabajadores Sin Tierra (MST) Débora Nunes ha visitado Euskal Herria poco después del VI Congreso de esta organización, que quiere dar una nueva caracterización a la lucha por la reforma agraria en Brasil.]El VI congreso del Movimiento de los Sin Tierra (MST) de Brasil, celebrado el pasado febrero coincidió con el 30 aniversario del movimiento. El eje del congreso fue la construcción de la reforma agraria popular.
¿En qué consiste ese nuevo modelo de reforma agraria?
Durante mucho tiempo luchamos por la reforma agraria clásica con la distribución de la tierra. En varios países del mundo esa fue la condición para el desarrollo del capitalismo, pero Brasil no cumplió esa etapa. El Estado brasileño no la ha hecho ni la va a hacer. La reforma agraria popular continúa la lucha por la tierra, pero tiene que traer un cambio del modelo productivo y tecnológico, como la agro-ecología, agro-industrias de pequeño tamaño, nuevos productos, la producción de alimentos saludables y otras dimensiones de la vida, como la cultura y la educación.
¿No confían en el apoyo del Gobierno?
En la reforma agraria clásica no más. Seguiremos luchando por la tierra mientras una familia no la tenga, pero también tenemos que intensificar la lucha por la reforma agraria popular. Y aglutinar fuerzas para construir y transformar las relaciones sociales y las estructuras. Construir la transformación que confronte como modelo al agro-negocio, que ha concentrado la tierra, ha destruido los recursos naturales, ha destruido la biodiversidad, que produce mercancías, no alimentos saludables.
¿Plantean para ello nuevas alianzas?
Estos 30 años nos han enseñado que la reforma agraria es una lucha que no va a ser conquistada solo por los sin tierra, porque presupone resolver problemas estructurales de la sociedad brasileña, la concentración de la tierra y un gran éxodo rural. Al punto de que en los años 50 del siglo pasado el 85% de la población brasileña vivía en el campo y en la actualidad el 85% de la población reside en las ciudades. Ha sido un proceso acelerado que ha tenido consecuencias graves, en movilidad, en falta de acceso a la salud y la educación, desempleo... Pero ese reto no puede ser asumido solo por los Sin Tierra. Es precisa una alianza con el conjunto de la clase trabajadora. Es un desafío de clase, por eso es importante construir alianzas con diversos sectores, del campo y de la ciudad. No solo a nivel de Brasil, sino de Latinoamérica y a nivel mundial. El MST ha cumplido 30 años porque hemos recibido la solidaridad de varios países, y diversas formas de lucha contra la violencia y la represión.
¿Continuarán las ocupaciones de tierras?
Ha sido la principal estrategia y no va a dejar de existir, porque la reforma agraria popular presupone que la tierra se tiene que democratizar. Estamos cuestionando si en la coyuntura actual eso solo es suficiente. Con las elecciones y la Copa del Mundo del fútbol tenemos un calendario intensivo en abril y mayo, tenemos planeadas muchas luchas, también con ocupación de tierras, pero no puede ser la única estrategia.
¿Cuál es la relación del MST con el Gobierno de Dilma Rousseff?
Se crearon muchas expectativas al principio, tanto con Lula como con Rousseff. Pero tenemos muchas críticas por su política económica. En el Congreso presentamos una propuesta para asentar a 100.000 familias y el Gobierno planteó una respuesta para 35.000. No ha avanzado en la democratización de tierras ni en políticas de desarrollo de los asentamientos. Tiene políticas importantes, pero insuficientes para la demanda que existe. El Gobierno ha priorizado el agro-negocio, la producción de mercancías, que necesitan mucha más inversiones.
¿Cuál es el papel del agro-negocio?
El agro-negocio concentra más de 40% de las tierras productivas, mientras todas las tierras afectadas por la reforma agraria suponen el 10%. El agro-negocio produce monocultivos para exportación, sobre todo soja, maíz... Concentra la tierra con un uso intensivo de agro-tóxicos, transgénicos y mano de obra precarizada. El Ministerio de Trabajo ha identificado a muchas haciendas que utilizan trabajo esclavo. No crea trabajo, no distribuye renta, concentra riqueza, destruye la biodiversidad y no produce alimentos, produce mercancías para el mundo.
¿Tampoco esperan un cambio ante las elecciones?
Es año electoral, pero no es nuestra prioridad. En el Congreso, no había una pauta para reunirnos con la presidenta. Hicimos una marcha con 15.000 personas y, fruto de la movilización y de la presión social, la presidenta se vio obligada a recibirnos. Le presentamos las críticas que tenemos al Gobierno en una carta pública y nuestra agenda, como asentamientos de familias, políticas de desarrollo de los asentamientos, educación o superficie de regadío en el nordeste de Brasil. Este va a ser un año de grandes movilizaciones en toda la sociedad.
¿Se pueden repetir las movilizaciones del año pasado?.
Tal vez. La juventud va a ser protagonista por la insatisfacción por el proceso de concentración de la riqueza. Hemos llevado a cabo muchos procesos de formación política e ideológica. La sociedad tiene que conocer el por qué de las desigualdades, el origen de nuestros problemas. El malestar continúa porque los problemas no se resolvieron.
También está el Mundial de Fútbol
El fútbol está en la cultura brasileña, pero en el día a día tienes la educación precarizada, los problemas de falta de transporte público colectivo o la falta de servicios sociales y, muchos recursos son destinados a la reforma de los estadios. La mayoría no va a tener acceso a los estadios porque es muy caro para la población en general. Esas contradicciones van a aflorar.
¿Cuántas familias viven en las tierras ocupadas?
Hay 500.000 familias asentadas y otras 100.000 acampadas, todavía no legalizadas. Es provisional hasta que el Gobierno les reconozca. Y tarda mucho. Hay familias viviendo 16 años acampadas, en precariedad. El Estado no garantiza sus derechos y también sufren la represión. Otra marca de la lucha por la tierra en Brasil es la violencia. En los últimos 30 años más de 1.500 trabajadores han sido asesinados en la lucha por la tierra.
25/04/2014
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