Por: Miguel Mazzeo y Fernando Stratta
(ContragemoníaWeb/Argentina)
“Por lo tanto, la producción capitalista sólo sabe desarrollar la técnica y la combinación del proceso social de producción socavando al mismo tiempo las dos fuentes originales de toda riqueza: la tierra y el hombre”.
Carlos Marx
La transición a un sistema poscapitalista implica un proceso largo y complejo que incluye diversidad, contradicción y la no linealidad. El desarrollo de la economía popular puede adquirir sentidos anticapitalistas en el marco de una estrategia de subordinación (supeditación) constante de las categorías y los elementos mercantiles de la economía y la sociedad de la Formación Social Capitalista, a una lógica no-mercantil y no-capitalista.
Sin dejar de reconocer que, en primera instancia, es absolutamente lógica una situación caracterizada por la resistencia “espontánea” a los procesos de subsunción formal (referidos a las condiciones indirectas y generales de trabajo) y real (situados en el propio proceso de producción) del trabajo y de la
naturaleza al capital, planteamos la necesidad de una ofensiva y la posibilidad de una inversión de este proceso: el pasaje a un proceso de subsunción formal y real del capital al trabajo. Un proceso de ampliación constante (un crecimiento por multiplicación) de las áreas no capitalistas de la Formación Social Capitalista y de desarrollo consciente de nuevas áreas productivas y sociales no capitalistas, capaces de penetrar progresivamente en aquellas áreas signadas por las lógica del capital. Un proceso de subordinación del valor de cambio al valor de uso. Un proceso en el cual el trabajo asociado y las
formas de producción basadas en la organización autogestionaria del trabajo se instituyen y conquistan espacios al interior de la formación social capitalista.1
Este proceso reclama la recuperación (y la articulación) de los saberes prácticos y teóricos del trabajo asociado. En este sentido las experiencias colectivas populares de trabajo remiten a espacios que proponen una transformación radical de la realidad (del sistema capitalista) desde el interior del sistema, no desde un lugar exógeno y abstracto.
Este proceso contempla la posibilidad de extender y potenciar diversos ámbitos económico-sociales que, aún en el marco de formaciones sociales capitalistas, han conservado un núcleo solidario, no integrado absolutamente a las lógicas del sistema capitalista, donde el consumo lejos de ser un acto violento remite a una “comunión” entre los hombres y las mujeres y entre ellos-ellas y las cosas
y la naturaleza, un núcleo no funcionalizado por el sistema de dominación ni sometido por la fuerza compulsiva del mercado. Nos referimos a ámbitos que, muchas veces, desde una mirada economicista, eurocéntrica y signada por la idea de progreso, suelen ser desechados por “anacrónicos”, “atrasados”,
“arcaicos”, “románticos”, etcétera.
La otra posibilidad consiste en extender y potenciar los ámbitos prefigurativos (económicos y sociales), anticipatorios del futuro: ámbitos cooperativos, autogestionados y superadores del “productivismo”, la depredación de la naturaleza y la “regulación del trabajo asalariado”.2 Partiendo de estos ámbitos será posible poner coto al mercado y su lógica fragmentaria. Será posible una praxis que garantice que los mercados se mantengan dentro de los límites trazados por la necesaria reproducción de los conjuntos interdependientes de la división social del trabajo y la de la naturaleza.3
Raúl Burgos plantea que el “área productiva no-capitalista de la economía” es un “terreno estratégico de la lucha hegemónica” y sostiene que En América Latina en esta área deben ser incluidos tanto los elementos comunales precapitalistas como los poscapitalistas: cooperativismo autogestionario rural y urbano; comuna rural en los países de cultura incaica (ayllus) y en las áreas de conservación de las culturas indígenas en el Brasil y otros países, fábricas recuperadas por sus trabajadores, como en el caso de la Argentina y Brasil entre otros; fábricas estatales auto-gestionadas como en
el caso de Venezuela, etc.4
Este proceso de desarrollo del “área de productiva no capitalista”, ya sea ensus formatos precapitalistas o poscapitalistas, no puede desvincularse de otrosplanos: por ejemplo, no puede desvincularse del cuestionamiento a la inserciónsubordinada y dependiente a los centros de poder mundial y de la matriz
concentradora y extranjerizante de la economía, de la lucha contra lasmultinacionales que quieren convertir los bienes comunes en mercancías; nopuede ser ajeno a la lucha contra los modelos reprimarizadores yneodesarrollistas que impulsan procesos económicos y sociales destructivos:
prácticas extractivistas o el monocultivo transgénico, en detrimento de la diversidad productiva y la sustentabilidad social y ambiental.
En este aspecto, habrá que lidiar por largo tiempo contra el sentido común productivista, y señalar que, muchas veces, la recuperación de la tasas de ganancia tienen como contracara la destrucción económica y social (destrucción del “producto potencial”, freno del desarrollo endógeno e integrado, incapacidad para satisfacer las necesidades desde el punto de vista transgeneracional), o también que la reparación de los daños, cuando es asumida, siempre está en déficit respecto de lo que se destruye.
Habrá que lidiar por largo tiempo con la idea que plantea que para pensar en un sistema superador del capitalismo se torna necesario desarrollar las fuerzas productivas, cumplir las tareas de la “acumulación primitiva” (ya no sólo las de la “acumulación socialista”) y avanzar en el proceso de industrialización.
Habrá que pensar en condiciones materiales del nuevo sistema no derivadas del desarrollo de las fuerzas productivas ni de la reducción de la jornada laboral(de los trabajadores formales). Hay que pensar en nuevos y múltiples espaciospara el trabajo social formativo (un trabajo que contrarreste la ideología de lasociedad de clases y la economía mercantil) y que permita avanzar en laautogestión.
Habrá que convencerse de una vez por todas que la producción, la distribución y el consumo no son momentos escindibles. No alcanza con la supresión de la propiedad capitalista y la apropiación
colectiva de los medios de producción, el monopolio del comercio exterior y la “planificación socialista”. Un sistema superador del capitalismo también debe plantear otra racionalidad. En fin, este proceso no puede escindirse de: a) un cuestionamiento permanente de la dinámica central del sistema capitalista; b) de la resistencia activa a todas las formas de cooptación del sistema de dominación, en particular del clientelismo y de todos los sistemas que impongan reciprocidades asimétricas y que refuercen la sumisión al Estado o a las ONGs; c) de un cambio en la relación del Estado con la sociedad civil popular, un cambio que modifique los comportamientos de la burocracia pública
tendientes a reproducir las desigualdades sociales; d) de la difusión de los valores afines al área económico-social no capitalista; e) del desarrollo de una cultura alternativa, f) de los formatos políticos no delegativos, basados en la participación directa y el protagonismo popular; g) del poder popular.
Esta concepción de la transición a un sistema poscapitalista confronta con la concepción clásica –evidenciada en las experiencias de los socialismos reales– que proponía la centralidad de la propiedad estatal.
El socialismo histórico encaró la cuestión de la propiedad en un sentido“principista”, de manera similar a lo que hace la sociedad capitalista.Ciertamente, la sociedad capitalista ve la propiedad como la llave para lasolución de todos los problemas sin discutir siquiera el hecho de que lasolución de problemas diversos exige también formas de propiedad diversas;esto es, ella no admite ningún pluralismo de las formas de propiedad. El socialismo histórico hizo algo análogo, aunque a la inversa. Casi no admitía
ninguna pluralidad de las formas de propiedad, pues consideraba ahora lapropiedad socialista –en última instancia estatal– como la solución de todos los problemas…5
A diferencia de la concepción clásica, la concepción de la transición basada en desarrollo del “área productiva no capitalista”, en donde juegan un papel clave las experiencias de economía social, contempla un abanico de formas de propiedad.Finalmente, el desarrollo del “área productiva no capitalista” también serelaciona con regiones desiderativas. Con lo queHinkelammert y Mora Jiménez denominan los “fines no factibles” de laeconomía. No factibles en lo inmediato, pero que motorizan acciones dado quefuncionan como utopía y aspiración, como un móvil desiderativo, como
proyectos a concretar en el futuro.6
Economía popular y democracia están indisolublemente relacionadas. Se tratade la misma relación que existe entre la socialización de la riqueza (asociación,producción y distribución autónoma de los productores libres) y la socializacióndel poder (la democracia radical, el autogobierno). O de la relación que existeentre autogestión y autogobierno. Entre autonomía y poder popular. Ambos
aspectos implican la construcción desde abajo de formas de coexistencia social post-capitalista.
La economía social favorece la participación popular directa en la toma dedecisiones en todos lo niveles y no en los niveles inferiores que concentranescasa capacidad decisoria o en las estructuras formales. Ofrece, en definitiva,un “anclaje asociativo” para las voluntades políticas emancipatorias.Las praxis tendientes a la expansión del “área productiva no capitalista”,implican un cuestionamiento a fondo de la hegemonía burguesa y al mismo tiempo la construcción de contra-hegemonía.
Desde el punto de vista de un proyecto superador del capitalismo, lasorganizaciones económicas populares pueden ser elementos de unaconstrucción hegemónica. Pueden funcionar como instancias que refuerzan,desde lo material y lo simbólico, el rol dirigente de aquellos sectores que aúnno han accedido al poder del Estado. Con esto, estamos señalando, además,que la economía social puede ser comprendida (a la luz de algunas categoríasgramscianas) como un conjunto de praxis con capacidad de modificar lasrelaciones de fuerza, como momentos imprescindibles de una “reformaintelectual y moral”, de la confirmación de un “bloque histórico” y del proceso deformación de una “voluntad nacional-popular”. No habrá un desenlace socialista para estos procesos si no se asume el proyecto superador del capitalismo.
De este modo, los avances en la transición a un sistema poscapitalista (osocialista) se pueden medir a partir del incremento en la capacidad deautogestión, en la capacidad de las personas de generar medios desubsistencia alternativos a la forma salarial, en la capacidad de las personas para autogobernarse.
La economía social como eje de la transición, permite delinear las limitacionesdel socialismo concebido como un orden apriorístico, que fue lo que ocurrió, enmayor o en menor medida en las experiencias históricas de los socialismosreales. Para Hinkelammert y Mora Jiménez, en la visión de Marxun orden apriorístico y determinista debe sustituir a un orden surgido comoreacción a desórdenes. La visión esquematizadora de Marx es la siguiente: siel capitalismo no es capaz de garantizar un orden determinista, entonces elsocialismo debe serlo. De esta visión esquemática emerge el capitalismo
soviético, que mediante un plan central pretendió realizar tal determinismo del orden.
La concepción de la transición basada en desarrollo del “área productiva no capitalista” también contempla un tipo de planificación económica no basada en criterios cuantitativos (una coincidencia no menor entre las economías deplanificación socialista y el mercado capitalista). Asimismo, contempla un
principio de redistribución progresivo por parte de la denominada “economíapública”, una orientación no competitiva del poder de compra del Estado, etc.
Por su parte, Lebowitz señala una limitación en Marx que abonó posteriores errores: Al no plantear la determinación del patrón de necesidades por la lucha declases, Marx dejó de considerar a los trabajadores como seres humanos y fuedesviando sus respuestas hacia explicaciones naturalistas y funcionalistas.Como los economistas políticos que había criticado en su juventud “pudoafirmar que el proletariado, como cualquier caballo, debe recibir lo suficientecomo para poder trabajar” […] Éste es un aspecto de la unilateralidad de los conceptos de El Capital y de un marxismo unilateral que no va más allá de ElCapital…
No hay comentarios:
Publicar un comentario