JOSEPH DAHER
Vientosur
Hace ya más de cuatro años que comenzaron los procesos revolucionarios en Medio Oriente y África del Nort. Y aunque no hayan terminado, sus objetivos iniciales (democracia, justicia social e igualdad) no han parecido nunca tan lejanos. La reacción, bajo todas sus formas, ha emprendido su contraofensiva. Sin embargo las aspiraciones a la libertad y a la justicia permanecen y las movilizaciones prosiguen.
Las dos fuerzas más importantes que se han distinguido y dominan la escena política de la región son, de un lado, los representantes de los antiguos regímenes autoritarios y, por otro, las fuerzas islamistas fundamentalistas y reaccionarias en su diversas componentes. En Túnez, por ejemplo, la formación que ganó las legislativas del pasado octubre y que luego ganó las presidenciales de noviembre-diciembre es Nidaa Tounes (La llamada por Túnez), que representa los intereses de los antiguos regímenes de Burguiba y de Ben Alí. Y en segunda posición llegaba el movimiento islamista reaccionario Ennahda.
Egipto
La vuelta al poder de los representantes de los antiguos regímenes no se limita a Túnez, es un fenómeno regional. En Egipto, el antiguo dictador Hosni Mubarak ha sido exculpado, el 29 de noviembre de 2014, de los dos cargos fundamentales que tenía en contra: la corrupción y sobre todo su papel en la represión y la muerte de más de 850 manifestantes durante los 18 días del levantamiento popular que provocó su caída, en febrero de 2011. Los hijos de Mubarak, Alaa y Gamal, acusados de haber desviado o facilitado la desviación de más de 125 millones de libras egipcias (alrededor de 14 millones de euros), han sido igualmente exculpados. Las acusaciones que pesaban sobre siete altos responsables de la seguridad, entre ellos el exministro del interior de Mubarak, Habib al-Adly, han sido abandonadas… El régimen de Sissi intenta, en efecto, rehabilitar al antiguo régimen autoritario de Mubarak y consorte prosiguiendo las mismas políticas.
Desde la llegada al poder de Sissi, al menos 1 400 partidarios de los Hermanos Musulmanes han sido asesinados y más de 15 000 simpatizantes de esta organización encarcelados. El papel contrarrevolucionario de los Hermanos Musulmanes ya lo abordamos en otras ocasioes, pero esto no debe impedirnos denunciar las exacciones y los crímenes contra los miembros de la Hermandad del régimen de Sissi, pues constituyen violaciones de los derechos democráticos elementales. Permanecer callados frente a estos crímenes sería dejar libre el campo a la contrarrevolución y traicionar principios básicos en la defensa de los derechos democráticos.
El poder egipcio no se ha detenido en los Hermanos Musulmanes, sino que ha atacado a los miembros de la oposición liberal y de izquierdas, encarcelando a numerosos militantes, en particular por haber infringido una controvertida ley que limita el derecho de manifestarse. A comienzos de enero de 2015, el Ministerio de Justicia del régimen de Sissi ha ordenadotambién la incautación de los bienes de un cierto número de miembros de los Socialistas Revolucionarios, del Movimiento 6 de abril y de la Juventud por la Justicia y la Libertad, de una lista de 112 personas acusadas de pertenencia a una organización terrorista. Esta medida está fundada en una decisión anterior del poder militar que consideraba a los Hermanos Musulmanes como un grupo terrorista.
Con el apoyo resuelto de Arabia Saudita y de las monarquías del Golfo e, incluso oficialmente, de Qatar…, la contrarrevolución encarnada por el régimen de Sissi no deja de avanzar. Qatar, que apoya al movimiento de los Hermanos Musulmanes en Egipto y otros países, y que sigue acogiendo a responsables de estos últimos, dio a conocer su apoyo al régimen de Sissi el 9 de diciembre de 2014 en el marco de una conferencia del Consejo de Cooperación del Golfo, como consecuencia de las presiones ejercidas por las diferentes monarquías del Golfo. Sin embargo, queda por ver si lo anterior se transformará en la práctica en un apoyo activo al régimen de Sissi.
Al mismo tiempo, el movimiento de los Hermanos Musulmanes, severamente reprimido, no ha hecho una autocrítica profunda de su paso por el poder y de sus políticas autoritarias y contrarrevolucionarias. Desde la caída de Morsi, incluso ha reforzado su discurso comunitario religioso agresivo hacia la minoría cristiana copta, acusándola de todo tipo de complots y de ser la principal responsable de la caída de los Hermanos Musulmanes del poder, a la vez que se niega a aportar su apoyo a las demandas sociales y a las numerosas huelgas de trabajadores reprimidas por el poder. La única consigna y eslogan de los Hermanos Musulmanes dirigida a sus partidarios, la vuelta de Morsi, está lejos de los objetivos de la revolución (democracia y justicia social).
Siria
En el caso de Siria, si en el pasado la solución de un régimen autoritario sin Assad y con algunos sectores de la oposición siria (liberales y Hermanos Musulmanes) próximos a los Estados occidentales y las monarquías del Golfo, pero no representativos de los revolucionarios sirios, era apoyada por las diferentes fuerzas imperialistas internacionales y regionales, hoy estas últimas están de acuerdo en decir que Assad podría finalmente seguir y ser un aliado en la autodenominada “guerra contra el terrorismo”. El régimen de Assad se vería por tanto blanqueado de todos los crímenes y destrucciones causadas por sus fuerzas armadas y las milicias locales o extranjeras. Por otra parte, se puede constatar que la intervención en Siria de los Estados occidentales, llevada acabo por los Estados Unidos con la colaboración de ciertas monarquías del Golfo, no ha tenido muchos efectos sobre el terreno y no ha impedido el avance de las fuerzas yihadistas; en concreto, de las fuerzas del Estado Islámico y de Jabhat al Nusra (rama de Al Qaeda en Siria). En Irak y Siria, a pesar de la recuperación de Kobane, estas fuerzas yihadistas conservan una gran parte de los territorios conquistados.
Del mismo modo, siempre ha habido un rechazo por parte de los autodenominados “amigos” de la revolución siria a ayudar políticamente y sostener militarmente a las componentes democráticas y populares del Ejército Sirio Libre (ESL) y a los grupos kurdos del PYD (PKK sirio), que han combatido y combaten contra el régimen Assad y contra las fuerzas islámicas reaccionarias. Hay que recordar que son estas dos fuerzas, el ESL y el PYD, las que junto al movimiento popular sirio, han combatido en primer lugar, pagando un duro tributo, la expansión de las fuerzas yihadistas en Siria, mientras que el régimen de Assad les dejaba extenderse y concentraba su represión contra las fuerzas populares, tanto civiles como armadas, demócratas y progresistas del país.
La catastrófica situación humanitaria y política en Siria no ha impedido el desarrollo, aunque debilitado, de las resistencias populares en diferentes regiones de Siria contra el autoritarismo de las fuerzas de Assad y de los grupos islamistas reaccionarios y yihadistas. A comienzos de enero tuvieron lugar manifestaciones populares masivas en los suburbios de Damasco, en Beit Sahem, contra el comportamiento autoritario de Jabhat Al-Nusra, a la vez que se gritaban consignas contra el régimen de Assad. En las regiones “liberadas” de Alepo, grupos revolucionarios han lanzado un llamamiento a la huelga general contra el secuestro de personal sanitario por las fuerzas de Al Nusra. En el barrio de Al Wa´er, en Homs, se han celebrado manifestaciones con consignas que pedían la caída del régimen. Hay que saber igualmente que durante el mes de diciembre, los trabajadores de la limpieza de las regiones “liberadas” de Alepo se han manifestado y han protestado contra los retrasos del pago y los recortes salariales impuestos por la Coalición Nacional de las Fuerzas de la Oposición y de la Revolución Siria (oposición siria próxima a las monarquías del Golfo y de los estados occidentales).
Túnez
En Túnez, como hemos dicho anteriormente, las dos fuerzas que ocuparon las primeras posiciones en las legislativas fueron Nidaa Tounes, que representa los intereses de los antiguos regímenes de Burguiba y de Ben Ali, y el movimiento islamista reaccionario Ennahda, que estuvo en el poder desde octubre de 2011 en alianza con el Congreso para la República (CPR) y Ettakatol, considerados entonces como partidos “socialdemócratas”.
Nidaa Tounes aparece, de ese modo, como la opción más atrayente a ojos de las organizaciones patronales tunecinas, de las cancillerías occidentales y de las instituciones financieras internacionales. Por su parte, Ennahda cuando estuvo en el poder dio continuidad a las políticas económicas y sociales ultraliberales de la época de Ben Ali. Además, Ennahda se comprometió con celo a respetar los compromisos de Túnez hacia la Unión Europea, el FMI y el Banco Mundial, para que se le concedieran nuevos préstamos por más de varios miles de millones. Al mismo tiempo, los sindicatos combativos y las demandas de los trabajadores han sido consideradas como excesivas. Y en una entrevista de julio de 2014, Ghannouchi (el jefe de Ennahdade) acusó a la Unión General de Trabajadores Tunecinos (UGTT) de ser una herencia de Francia y no constituir una institución “natural” de la sociedad musulmana.
La llegada al poder de Ennahda no acabó con la violencia contra los opositores, como se pudo constatar con los asesinatos políticos. Hubo numerosos ataques por parte de las milicias, consideradas a sueldo de Ennahda, llamadas “Ligas de Protección de la Revolución” (LPR), así como por grupos salafistas. Diferentes movimientos políticos y sociales estaban en el punto de mira: mítines políticos del Frente Popular o de sus componentes, así como de otros militantes y asociaciones (entre ellas los artistas que no pueden exponer por “violación de los principios islámicos”). Sin olvidar el ataque de las LPR contra la sede de la UGTT en Túnez, con porras, cuchillos y bombas de gas, causando más de una decena de heridos el 4 de diciembre de 2012, 60º aniversario del asesinato del líder y fundador del movimiento sindical tunecino, Farhat Hached. Esta violencia iba acompañada de un endurecimiento de la represión estatal contra los opositores; en particular, de numerosos sindicalistas detenidos en varias ocasiones por su actividad sindical.
Antes de tener que abandonar el poder, Ennahda y sus aliados votaron un presupuesto de austeridad y políticas antisociales y antipopulares. Las nuevas medidas fiscales, abiertamente desfavorables a las capas medias y populares, fueron el detonador de un amplio movimiento de protesta, provocando no solo la anulación de las medidas sino, también, la dimisión forzosa del presidente del gobierno, el islamista Ali Laarayeidh.
Bahrein, Yemen y Libia
En otros países, los procesos desencadenados en 2011 atraviesan también situaciones difíciles. En Bahrein, el régimen monárquico de los Al Khalifa, con el apoyo de las monarquías del Golfo que acusan sin fundamento a Irán de apoyar a los manifestantes y de querer dar un golpe de Estado, continúa reprimiendo a las principales organizaciones de la oposición y a los militantes/2.
La monarquía de los Al Khalifa no ha dejado de instrumentalizar las tensiones comunitarias contra los chiitas, muy discriminados a nivel político y social, para dividir a las clases populares y restar crédito a los manifestantes hostiles al régimen. Los servicios de seguridad del reino continúan reprimiendo violentamente la mayor parte de las manifestaciones populares, al mismo tiempo que “elecciones” legislativas, que tuvieron lugar hace unos meses, fueron completamente boicoteadas por el conjunto de la oposición que ponía en cuestión la falta de transparencia y de democracia.
Así pues, el nuevo parlamento está completamente enfeudado con el poder. El jefe del principal partido de oposición chiita bahreiní (el partido conservador al-Wefaq, que pide una monarquía constitucional y no la caída del régimen), el jeque Ali Slamane, fue detenido a finales de diciembre y aún sigue detenido. A pesar de las protestas muy puntuales y poco audibles, los Estados occidentales continúan apoyando al régimen de los Al Khalifa, particularmente los Estados Unidos cuya 5ª Flota está establecida allí. Washington considera su base militar en Bahréin como el principal contrapeso a los presuntos esfuerzos de Irán por desarrollar sus fuerzas armadas y amenazar el Golfo.
En Yemen, la solución que habían negociado Arabia Saudita y los Estados Unidos en 2011, consistente en mantener el régimen asociándole otras fuerzas políticas, a la vez que se procuraba la salida al dictador Ali Abdulá Saleh, ha sido anulada por la toma de la capital, Saana, por los milicianos Huthi (rebeldes chiitas) en septiembre de 2014. Los Huthis están en contra del lugar otorgado a los partidarios de Saleh en el “gobierno de consenso” producto de la solución negociada, así como por la inmunidad garantizada al presidente caído. Reivindican la atribución a la minoría Huthi de carteras ministeriales en un gobierno compuesto en su mayoría por simpatizantes del partido sunita Al-Islah, la rama yemení de los Hermanos Musulmanes.
Las conquistas territoriales de los Huthi han sido posibles por el debilitamiento del del Estado desde el levantamiento de 2011, con un trasfondo de problemas sociales y económicos profundos. El país es ahora pasto de conflictos militares entre fuerzas políticas rivales, así como de manifestaciones populares. La crisis se ha agravado más aún recientemente cuando milicianos Huthi han tomado al asalto el complejo del palacio presidencial del primer ministro en la capital.
Uno de los principales escollos es la oposición, mezclada a cuestiones tribales y comunitarias (con los Huthi, provenientes de una rama del chiismo, contra grupos islamistas sunitas algunos de los cuales se reclaman de Al Qaeda), entre el proyecto de un Estado federal con seis regiones, acordado en enero de 2014 al término de una conferencia de diálogo nacional, y el de la milicia de Ansarullah cercana a los Huthi que quiere un Estado formado por dos regiones.
En Libia, el país es pasto de la anarquía y de los enfrentamientos violentos entre fuerzas políticas rivales. En el país existen oficialmente dos gobiernos y dos parlamentos paralelos, uno próximo a los milicianos de Fajr Libya (Alba de Libia), considerado como una coalición de milicias de Misrata y de los islamistas y que controla Trípoli; y, el otro, reconocido por la comunidad internacional y que tiene la sede en Tobruk, cerca de la frontera egipcia.
El 14 de enero de 2015se han abierto discusiones en Ginebra, bajo la égida de la ONU, para intentar poner en pie un alto de las hostilidades entre los diferentes actores políticos. Numerosas milicias armadas se han desarrollado sin control, imponiendo sus leyes en ciertas regiones. El sur del país es así teatro de enfrentamientos tribales en el marco de una lucha de influencias por el control del contrabando en el desierto. Libia no ha encontrado gobierno estable desde la caída del dictador Gadafi en octubre de 2011 y ha pasado a estar bajo el dominio de milicias exrebeldes que se disputan los territorios de este enorme país desértico y rico en petróleo.
Enfrentamientos y colaboración
Los enfrentamientos entre representantes de los antiguos regímenes y fuerzas islamistas reaccionarias y fundamentalistas han podido ser constatados tanto en las elecciones legislativas tunecinas como en la represión de los Hermanos Musulmanes en Egipto. Esto no quiere decir que los enfrentamientos entre estas dos fuerzas no hayan dejado lugar a alianzas y colaboración en momentos dados. Hay que recordar que tras la caída de Mubarak, el movimiento de los Hermanos Musulmanes en Egipto mantuvo buenas relaciones e incluso colaboró con los dirigentes del ejército hasta el derrocamiento de Morsi en julio de 2013. Además, cuando los Hermanos Musulmanes dominaban el parlamento y ocupaban la presidencia, no pusieron en cuestión el poder político y económico del ejército, ni denunciaron su papel represivo contra el movimiento popular, por ejemplo, durante los 18 días del levantamiento de 2011 o con ocasión de los crímenes de Maspero en noviembre de 2011 contra los manifestantes coptos. A nivel económico, los Hermanos Musulmanes se inscribían en la línea de las políticas neoliberales de la era Mubarak, criticando únicamente el nepotismo y la corrupción del régimen. Esto no les impidió colaborar con ciertas figuras del mundo de los negocios cercanas al régimen de Mubarak /3. Su programa político y económico impulsaba el desmantelamiento acelerado de los servicios sociales del Estado en beneficio de un aumento del papel del sector privado y de las asociaciones de caridad religiosas.
En Túnez, Nidaa Tounes y Ennahda han colaborado en numerosas ocasiones en el pasado y no han ocultado sus intenciones de hacerlo en el futuro. En una entrevista de octubre de 2014, Rached Ghannouchi no excluía la posibilidad de trabajar con Nidaa Tounes y añadía que fue el partido Ennahda quien impidió la adopción de la ley de inmunización de la revolución, permitiendo así a personas que pertenecieron al antiguo régimen presentarse a las elecciones. Tras la victoria de Nidaa en las legislativas, el vicepresidente de Ennahda Abdelfattah Mourou, declaraba que no estaba en contra de que Ennahda formara parte del próximo gobierno. El líder del movimiento Nidaa Tounes y candidato a la presidencia de la república, Beji Caid Essebsi, ha hecho saber también que el movimiento Ennahda no es un enemigo, y ha indicado incluso que si el interés supremo del Estado lo exige, Nidaa no dudará en ningún momento en formar un frente con Ennahda.
En las primeras sesiones del nuevo parlamento tunecino, esta colaboración ha sido notable. La única votación producida el 2 de diciembre concernía a una suspensión de sesión de 48 horas para dejar más tiempo a Nidaa Tounes y Ennahda para negociar entre ellos y/o que encontraran aliados. El Frente Popular fue el único grupo parlamentario en oponerse, junto con algunos diputados independientes. En la segunda sesión, el 4 de diciembre, Nidaa y Ennahda votaron de nuevo conjuntamente el reparto de puestos. Ghannouchi declaró a finales de diciembre que Nidaa Tounes no era el representante del antiguo régimen y que tenía confianza en Caid Essebsi, que formaba parte de la revolución.
El nuevo primer ministro, Essid, representa en gran parte esta convergencia de intereses. Había sido Ministro del Interior en 2011, en el gobierno provisional de Caid Essebsi, entonces Primer Ministro tras la caída del dictador Ben Ali, pero también luego, consejero a cargo de los asuntos de seguridad ante su sucesor, el islamista Hamadi Jebali. Anteriormente, bajo Ben Ali, Essebsi había sido Jefe de Gabinete del Ministro del Interior, así como Secretario de Estado de Medio Ambiente. Ennahda se ha declarado dispuesto a “cooperar plenamente” con él.
El importante hombre de negocios y apoyo de Ennahda, Mohammed Frikha, había declarado anteriormente que UTICA (el sindicato patronal tunecino) había propuesto a los diferentes partidos, entre ellos Ennahda, integrar hombres de negocios en sus listas, precisando que existía un cierto consenso sobre la línea económica, en particular entre Ennahda, Nidaa Tounes y otros como Afec (partido ultraliberal).
Contra las dos variantes de la contrarrevolución
Estos dos actores, los representantes de los antiguos regímenes y las fuerzas islamistas reaccionarias y fundamentalistas, son enemigos declarados de los objetivos iniciales de los procesos revolucionarios. Los movimientos populares, militantes y grupos que defienden esos objetivos han sido atacados por esas dos fuerzas.
Se trata de dos fuerzas contrarrevolucionarias, más allá de las diferencias entre sus discursos. Los representantes de los antiguos regímenes se presentan como defensores del modernismo, salvadores de la unidad de la patria y campeones de la lucha contra el “terrorismo”. Las fuerzas islamistas reaccionarias y fundamentalistas se presentan por su parte como los garantes de la religión islámica, de la moral, de la autenticidad de la identidad islámica y árabe, estableciendo la relación con la “Umma” (la comunidad de los creyentes o “Nación”) islámica.
Estos dos discursos, ciertamente divergentes en apariencia, no deben hacernos olvidar que los dos movimientos comparten un proyecto político muy similar: limitar y reprimir los derechos democráticos y sociales, a la vez que intentan garantizar el sistema de producción capitalista y continuar las políticas neoliberales que empobrecen a las clases populares de la región. Igualmente, estas dos fuerzas contrarrevolucionarias no dudan en utilizar un discurso que intenta dividir y oponer a las clases populares sobre bases comunitarias religiosas, étnicas, de género, regionalistas, etc.
Las diferentes fuerzas políticas que han optado y optan por apoyar a una de estas dos fuerzas contrarrevolucionarias, presentándola como la opción “menos mala”, hacen de hecho la opción de la derrota y del mantenimiento del sistema injusto en el que viven las clases populares de la región. El papel de los revolucionarios no es elegir entre diferentes fracciones de la burguesía y de la contrarrevolución, apoyadas por diferentes actores imperialistas o subimperialistas. Es preciso en particular subrayar en este tema los dos centros de la contrarrevolución regional que son, por un lado, Arabia Saudita y sus aliados del Golfo que apoyan las fuerzas de los antiguos regímenes y, por otro, Qatar que apoya las fuerzas islámicas fundamentalistas.
El papel de las corrientes progresistas es oponerse a las diferentes fuerzas de la contrarrevolución y construir un frente independiente de estas dos formas de reacción. Las fuerzas progresistas deben inscribirse sobre bases democráticas, sociales, antiimperialistas, oponiéndose a todas las formas de discriminación y trabajando por un cambio radical de la sociedad, en una dinámica por abajo que haga de las clases populares el actor del cambio.
Frente a los enfrentamientos o la colaboración entre las fuerzas de la reacción, no elegimos una de las formas de la reacción. Hay que apoyar, construir y organizar una alternativa popular y radical por los objetivos iniciales de las revoluciones: la democracia, la justicia social y la igualdad.
l´Anticapitaliste n. 62, febrero 2015
Traducción: Faustino Eguberri para VIENTO SUR
Notas
1/ Este conjunto se extiende desde los movimientos de los Hermanos Musulmanes a los diferentes grupos yihadistas. Estas fuerzas no son similares, existen diferencias muy importantes entre ellas, pero comparten una posición contrarrevolucionaria frente al movimiento popular y los objetivos de la revolución.
2/ La población de Bahrein es mayoritariamente chiíta mientras que la familia reinante Al-Khalifa es sunita.
3/ El presidente Morsi, por ejemplo, invitó a formar parte de un viaje a China a Mohamed Farid Khamis, patrón de Oriental Weavers y entonces miembro del Comité Ejecutivo y parlamentario del Partido Nacional Democrático (PND), el antiguo partido del poder durante la dictadura de Mubarak. Otro miembro del Comité Ejecutivo del PND, íntimo del hijo del antiguo presidente, Gamal Mubarak, participaba igualmente en la delegación: Sherif Al-Gabaly, miembro del consejo de administración de la Federación Egipcia de Industrias y patrón de Polyserve, un grupo especializado en los abonos químicos.
Las dos fuerzas más importantes que se han distinguido y dominan la escena política de la región son, de un lado, los representantes de los antiguos regímenes autoritarios y, por otro, las fuerzas islamistas fundamentalistas y reaccionarias en su diversas componentes. En Túnez, por ejemplo, la formación que ganó las legislativas del pasado octubre y que luego ganó las presidenciales de noviembre-diciembre es Nidaa Tounes (La llamada por Túnez), que representa los intereses de los antiguos regímenes de Burguiba y de Ben Alí. Y en segunda posición llegaba el movimiento islamista reaccionario Ennahda.
Egipto
La vuelta al poder de los representantes de los antiguos regímenes no se limita a Túnez, es un fenómeno regional. En Egipto, el antiguo dictador Hosni Mubarak ha sido exculpado, el 29 de noviembre de 2014, de los dos cargos fundamentales que tenía en contra: la corrupción y sobre todo su papel en la represión y la muerte de más de 850 manifestantes durante los 18 días del levantamiento popular que provocó su caída, en febrero de 2011. Los hijos de Mubarak, Alaa y Gamal, acusados de haber desviado o facilitado la desviación de más de 125 millones de libras egipcias (alrededor de 14 millones de euros), han sido igualmente exculpados. Las acusaciones que pesaban sobre siete altos responsables de la seguridad, entre ellos el exministro del interior de Mubarak, Habib al-Adly, han sido abandonadas… El régimen de Sissi intenta, en efecto, rehabilitar al antiguo régimen autoritario de Mubarak y consorte prosiguiendo las mismas políticas.
Desde la llegada al poder de Sissi, al menos 1 400 partidarios de los Hermanos Musulmanes han sido asesinados y más de 15 000 simpatizantes de esta organización encarcelados. El papel contrarrevolucionario de los Hermanos Musulmanes ya lo abordamos en otras ocasioes, pero esto no debe impedirnos denunciar las exacciones y los crímenes contra los miembros de la Hermandad del régimen de Sissi, pues constituyen violaciones de los derechos democráticos elementales. Permanecer callados frente a estos crímenes sería dejar libre el campo a la contrarrevolución y traicionar principios básicos en la defensa de los derechos democráticos.
El poder egipcio no se ha detenido en los Hermanos Musulmanes, sino que ha atacado a los miembros de la oposición liberal y de izquierdas, encarcelando a numerosos militantes, en particular por haber infringido una controvertida ley que limita el derecho de manifestarse. A comienzos de enero de 2015, el Ministerio de Justicia del régimen de Sissi ha ordenadotambién la incautación de los bienes de un cierto número de miembros de los Socialistas Revolucionarios, del Movimiento 6 de abril y de la Juventud por la Justicia y la Libertad, de una lista de 112 personas acusadas de pertenencia a una organización terrorista. Esta medida está fundada en una decisión anterior del poder militar que consideraba a los Hermanos Musulmanes como un grupo terrorista.
Con el apoyo resuelto de Arabia Saudita y de las monarquías del Golfo e, incluso oficialmente, de Qatar…, la contrarrevolución encarnada por el régimen de Sissi no deja de avanzar. Qatar, que apoya al movimiento de los Hermanos Musulmanes en Egipto y otros países, y que sigue acogiendo a responsables de estos últimos, dio a conocer su apoyo al régimen de Sissi el 9 de diciembre de 2014 en el marco de una conferencia del Consejo de Cooperación del Golfo, como consecuencia de las presiones ejercidas por las diferentes monarquías del Golfo. Sin embargo, queda por ver si lo anterior se transformará en la práctica en un apoyo activo al régimen de Sissi.
Al mismo tiempo, el movimiento de los Hermanos Musulmanes, severamente reprimido, no ha hecho una autocrítica profunda de su paso por el poder y de sus políticas autoritarias y contrarrevolucionarias. Desde la caída de Morsi, incluso ha reforzado su discurso comunitario religioso agresivo hacia la minoría cristiana copta, acusándola de todo tipo de complots y de ser la principal responsable de la caída de los Hermanos Musulmanes del poder, a la vez que se niega a aportar su apoyo a las demandas sociales y a las numerosas huelgas de trabajadores reprimidas por el poder. La única consigna y eslogan de los Hermanos Musulmanes dirigida a sus partidarios, la vuelta de Morsi, está lejos de los objetivos de la revolución (democracia y justicia social).
Siria
En el caso de Siria, si en el pasado la solución de un régimen autoritario sin Assad y con algunos sectores de la oposición siria (liberales y Hermanos Musulmanes) próximos a los Estados occidentales y las monarquías del Golfo, pero no representativos de los revolucionarios sirios, era apoyada por las diferentes fuerzas imperialistas internacionales y regionales, hoy estas últimas están de acuerdo en decir que Assad podría finalmente seguir y ser un aliado en la autodenominada “guerra contra el terrorismo”. El régimen de Assad se vería por tanto blanqueado de todos los crímenes y destrucciones causadas por sus fuerzas armadas y las milicias locales o extranjeras. Por otra parte, se puede constatar que la intervención en Siria de los Estados occidentales, llevada acabo por los Estados Unidos con la colaboración de ciertas monarquías del Golfo, no ha tenido muchos efectos sobre el terreno y no ha impedido el avance de las fuerzas yihadistas; en concreto, de las fuerzas del Estado Islámico y de Jabhat al Nusra (rama de Al Qaeda en Siria). En Irak y Siria, a pesar de la recuperación de Kobane, estas fuerzas yihadistas conservan una gran parte de los territorios conquistados.
Del mismo modo, siempre ha habido un rechazo por parte de los autodenominados “amigos” de la revolución siria a ayudar políticamente y sostener militarmente a las componentes democráticas y populares del Ejército Sirio Libre (ESL) y a los grupos kurdos del PYD (PKK sirio), que han combatido y combaten contra el régimen Assad y contra las fuerzas islámicas reaccionarias. Hay que recordar que son estas dos fuerzas, el ESL y el PYD, las que junto al movimiento popular sirio, han combatido en primer lugar, pagando un duro tributo, la expansión de las fuerzas yihadistas en Siria, mientras que el régimen de Assad les dejaba extenderse y concentraba su represión contra las fuerzas populares, tanto civiles como armadas, demócratas y progresistas del país.
La catastrófica situación humanitaria y política en Siria no ha impedido el desarrollo, aunque debilitado, de las resistencias populares en diferentes regiones de Siria contra el autoritarismo de las fuerzas de Assad y de los grupos islamistas reaccionarios y yihadistas. A comienzos de enero tuvieron lugar manifestaciones populares masivas en los suburbios de Damasco, en Beit Sahem, contra el comportamiento autoritario de Jabhat Al-Nusra, a la vez que se gritaban consignas contra el régimen de Assad. En las regiones “liberadas” de Alepo, grupos revolucionarios han lanzado un llamamiento a la huelga general contra el secuestro de personal sanitario por las fuerzas de Al Nusra. En el barrio de Al Wa´er, en Homs, se han celebrado manifestaciones con consignas que pedían la caída del régimen. Hay que saber igualmente que durante el mes de diciembre, los trabajadores de la limpieza de las regiones “liberadas” de Alepo se han manifestado y han protestado contra los retrasos del pago y los recortes salariales impuestos por la Coalición Nacional de las Fuerzas de la Oposición y de la Revolución Siria (oposición siria próxima a las monarquías del Golfo y de los estados occidentales).
Túnez
En Túnez, como hemos dicho anteriormente, las dos fuerzas que ocuparon las primeras posiciones en las legislativas fueron Nidaa Tounes, que representa los intereses de los antiguos regímenes de Burguiba y de Ben Ali, y el movimiento islamista reaccionario Ennahda, que estuvo en el poder desde octubre de 2011 en alianza con el Congreso para la República (CPR) y Ettakatol, considerados entonces como partidos “socialdemócratas”.
Nidaa Tounes aparece, de ese modo, como la opción más atrayente a ojos de las organizaciones patronales tunecinas, de las cancillerías occidentales y de las instituciones financieras internacionales. Por su parte, Ennahda cuando estuvo en el poder dio continuidad a las políticas económicas y sociales ultraliberales de la época de Ben Ali. Además, Ennahda se comprometió con celo a respetar los compromisos de Túnez hacia la Unión Europea, el FMI y el Banco Mundial, para que se le concedieran nuevos préstamos por más de varios miles de millones. Al mismo tiempo, los sindicatos combativos y las demandas de los trabajadores han sido consideradas como excesivas. Y en una entrevista de julio de 2014, Ghannouchi (el jefe de Ennahdade) acusó a la Unión General de Trabajadores Tunecinos (UGTT) de ser una herencia de Francia y no constituir una institución “natural” de la sociedad musulmana.
La llegada al poder de Ennahda no acabó con la violencia contra los opositores, como se pudo constatar con los asesinatos políticos. Hubo numerosos ataques por parte de las milicias, consideradas a sueldo de Ennahda, llamadas “Ligas de Protección de la Revolución” (LPR), así como por grupos salafistas. Diferentes movimientos políticos y sociales estaban en el punto de mira: mítines políticos del Frente Popular o de sus componentes, así como de otros militantes y asociaciones (entre ellas los artistas que no pueden exponer por “violación de los principios islámicos”). Sin olvidar el ataque de las LPR contra la sede de la UGTT en Túnez, con porras, cuchillos y bombas de gas, causando más de una decena de heridos el 4 de diciembre de 2012, 60º aniversario del asesinato del líder y fundador del movimiento sindical tunecino, Farhat Hached. Esta violencia iba acompañada de un endurecimiento de la represión estatal contra los opositores; en particular, de numerosos sindicalistas detenidos en varias ocasiones por su actividad sindical.
Antes de tener que abandonar el poder, Ennahda y sus aliados votaron un presupuesto de austeridad y políticas antisociales y antipopulares. Las nuevas medidas fiscales, abiertamente desfavorables a las capas medias y populares, fueron el detonador de un amplio movimiento de protesta, provocando no solo la anulación de las medidas sino, también, la dimisión forzosa del presidente del gobierno, el islamista Ali Laarayeidh.
Bahrein, Yemen y Libia
En otros países, los procesos desencadenados en 2011 atraviesan también situaciones difíciles. En Bahrein, el régimen monárquico de los Al Khalifa, con el apoyo de las monarquías del Golfo que acusan sin fundamento a Irán de apoyar a los manifestantes y de querer dar un golpe de Estado, continúa reprimiendo a las principales organizaciones de la oposición y a los militantes/2.
La monarquía de los Al Khalifa no ha dejado de instrumentalizar las tensiones comunitarias contra los chiitas, muy discriminados a nivel político y social, para dividir a las clases populares y restar crédito a los manifestantes hostiles al régimen. Los servicios de seguridad del reino continúan reprimiendo violentamente la mayor parte de las manifestaciones populares, al mismo tiempo que “elecciones” legislativas, que tuvieron lugar hace unos meses, fueron completamente boicoteadas por el conjunto de la oposición que ponía en cuestión la falta de transparencia y de democracia.
Así pues, el nuevo parlamento está completamente enfeudado con el poder. El jefe del principal partido de oposición chiita bahreiní (el partido conservador al-Wefaq, que pide una monarquía constitucional y no la caída del régimen), el jeque Ali Slamane, fue detenido a finales de diciembre y aún sigue detenido. A pesar de las protestas muy puntuales y poco audibles, los Estados occidentales continúan apoyando al régimen de los Al Khalifa, particularmente los Estados Unidos cuya 5ª Flota está establecida allí. Washington considera su base militar en Bahréin como el principal contrapeso a los presuntos esfuerzos de Irán por desarrollar sus fuerzas armadas y amenazar el Golfo.
En Yemen, la solución que habían negociado Arabia Saudita y los Estados Unidos en 2011, consistente en mantener el régimen asociándole otras fuerzas políticas, a la vez que se procuraba la salida al dictador Ali Abdulá Saleh, ha sido anulada por la toma de la capital, Saana, por los milicianos Huthi (rebeldes chiitas) en septiembre de 2014. Los Huthis están en contra del lugar otorgado a los partidarios de Saleh en el “gobierno de consenso” producto de la solución negociada, así como por la inmunidad garantizada al presidente caído. Reivindican la atribución a la minoría Huthi de carteras ministeriales en un gobierno compuesto en su mayoría por simpatizantes del partido sunita Al-Islah, la rama yemení de los Hermanos Musulmanes.
Las conquistas territoriales de los Huthi han sido posibles por el debilitamiento del del Estado desde el levantamiento de 2011, con un trasfondo de problemas sociales y económicos profundos. El país es ahora pasto de conflictos militares entre fuerzas políticas rivales, así como de manifestaciones populares. La crisis se ha agravado más aún recientemente cuando milicianos Huthi han tomado al asalto el complejo del palacio presidencial del primer ministro en la capital.
Uno de los principales escollos es la oposición, mezclada a cuestiones tribales y comunitarias (con los Huthi, provenientes de una rama del chiismo, contra grupos islamistas sunitas algunos de los cuales se reclaman de Al Qaeda), entre el proyecto de un Estado federal con seis regiones, acordado en enero de 2014 al término de una conferencia de diálogo nacional, y el de la milicia de Ansarullah cercana a los Huthi que quiere un Estado formado por dos regiones.
En Libia, el país es pasto de la anarquía y de los enfrentamientos violentos entre fuerzas políticas rivales. En el país existen oficialmente dos gobiernos y dos parlamentos paralelos, uno próximo a los milicianos de Fajr Libya (Alba de Libia), considerado como una coalición de milicias de Misrata y de los islamistas y que controla Trípoli; y, el otro, reconocido por la comunidad internacional y que tiene la sede en Tobruk, cerca de la frontera egipcia.
El 14 de enero de 2015se han abierto discusiones en Ginebra, bajo la égida de la ONU, para intentar poner en pie un alto de las hostilidades entre los diferentes actores políticos. Numerosas milicias armadas se han desarrollado sin control, imponiendo sus leyes en ciertas regiones. El sur del país es así teatro de enfrentamientos tribales en el marco de una lucha de influencias por el control del contrabando en el desierto. Libia no ha encontrado gobierno estable desde la caída del dictador Gadafi en octubre de 2011 y ha pasado a estar bajo el dominio de milicias exrebeldes que se disputan los territorios de este enorme país desértico y rico en petróleo.
Enfrentamientos y colaboración
Los enfrentamientos entre representantes de los antiguos regímenes y fuerzas islamistas reaccionarias y fundamentalistas han podido ser constatados tanto en las elecciones legislativas tunecinas como en la represión de los Hermanos Musulmanes en Egipto. Esto no quiere decir que los enfrentamientos entre estas dos fuerzas no hayan dejado lugar a alianzas y colaboración en momentos dados. Hay que recordar que tras la caída de Mubarak, el movimiento de los Hermanos Musulmanes en Egipto mantuvo buenas relaciones e incluso colaboró con los dirigentes del ejército hasta el derrocamiento de Morsi en julio de 2013. Además, cuando los Hermanos Musulmanes dominaban el parlamento y ocupaban la presidencia, no pusieron en cuestión el poder político y económico del ejército, ni denunciaron su papel represivo contra el movimiento popular, por ejemplo, durante los 18 días del levantamiento de 2011 o con ocasión de los crímenes de Maspero en noviembre de 2011 contra los manifestantes coptos. A nivel económico, los Hermanos Musulmanes se inscribían en la línea de las políticas neoliberales de la era Mubarak, criticando únicamente el nepotismo y la corrupción del régimen. Esto no les impidió colaborar con ciertas figuras del mundo de los negocios cercanas al régimen de Mubarak /3. Su programa político y económico impulsaba el desmantelamiento acelerado de los servicios sociales del Estado en beneficio de un aumento del papel del sector privado y de las asociaciones de caridad religiosas.
En Túnez, Nidaa Tounes y Ennahda han colaborado en numerosas ocasiones en el pasado y no han ocultado sus intenciones de hacerlo en el futuro. En una entrevista de octubre de 2014, Rached Ghannouchi no excluía la posibilidad de trabajar con Nidaa Tounes y añadía que fue el partido Ennahda quien impidió la adopción de la ley de inmunización de la revolución, permitiendo así a personas que pertenecieron al antiguo régimen presentarse a las elecciones. Tras la victoria de Nidaa en las legislativas, el vicepresidente de Ennahda Abdelfattah Mourou, declaraba que no estaba en contra de que Ennahda formara parte del próximo gobierno. El líder del movimiento Nidaa Tounes y candidato a la presidencia de la república, Beji Caid Essebsi, ha hecho saber también que el movimiento Ennahda no es un enemigo, y ha indicado incluso que si el interés supremo del Estado lo exige, Nidaa no dudará en ningún momento en formar un frente con Ennahda.
En las primeras sesiones del nuevo parlamento tunecino, esta colaboración ha sido notable. La única votación producida el 2 de diciembre concernía a una suspensión de sesión de 48 horas para dejar más tiempo a Nidaa Tounes y Ennahda para negociar entre ellos y/o que encontraran aliados. El Frente Popular fue el único grupo parlamentario en oponerse, junto con algunos diputados independientes. En la segunda sesión, el 4 de diciembre, Nidaa y Ennahda votaron de nuevo conjuntamente el reparto de puestos. Ghannouchi declaró a finales de diciembre que Nidaa Tounes no era el representante del antiguo régimen y que tenía confianza en Caid Essebsi, que formaba parte de la revolución.
El nuevo primer ministro, Essid, representa en gran parte esta convergencia de intereses. Había sido Ministro del Interior en 2011, en el gobierno provisional de Caid Essebsi, entonces Primer Ministro tras la caída del dictador Ben Ali, pero también luego, consejero a cargo de los asuntos de seguridad ante su sucesor, el islamista Hamadi Jebali. Anteriormente, bajo Ben Ali, Essebsi había sido Jefe de Gabinete del Ministro del Interior, así como Secretario de Estado de Medio Ambiente. Ennahda se ha declarado dispuesto a “cooperar plenamente” con él.
El importante hombre de negocios y apoyo de Ennahda, Mohammed Frikha, había declarado anteriormente que UTICA (el sindicato patronal tunecino) había propuesto a los diferentes partidos, entre ellos Ennahda, integrar hombres de negocios en sus listas, precisando que existía un cierto consenso sobre la línea económica, en particular entre Ennahda, Nidaa Tounes y otros como Afec (partido ultraliberal).
Contra las dos variantes de la contrarrevolución
Estos dos actores, los representantes de los antiguos regímenes y las fuerzas islamistas reaccionarias y fundamentalistas, son enemigos declarados de los objetivos iniciales de los procesos revolucionarios. Los movimientos populares, militantes y grupos que defienden esos objetivos han sido atacados por esas dos fuerzas.
Se trata de dos fuerzas contrarrevolucionarias, más allá de las diferencias entre sus discursos. Los representantes de los antiguos regímenes se presentan como defensores del modernismo, salvadores de la unidad de la patria y campeones de la lucha contra el “terrorismo”. Las fuerzas islamistas reaccionarias y fundamentalistas se presentan por su parte como los garantes de la religión islámica, de la moral, de la autenticidad de la identidad islámica y árabe, estableciendo la relación con la “Umma” (la comunidad de los creyentes o “Nación”) islámica.
Estos dos discursos, ciertamente divergentes en apariencia, no deben hacernos olvidar que los dos movimientos comparten un proyecto político muy similar: limitar y reprimir los derechos democráticos y sociales, a la vez que intentan garantizar el sistema de producción capitalista y continuar las políticas neoliberales que empobrecen a las clases populares de la región. Igualmente, estas dos fuerzas contrarrevolucionarias no dudan en utilizar un discurso que intenta dividir y oponer a las clases populares sobre bases comunitarias religiosas, étnicas, de género, regionalistas, etc.
Las diferentes fuerzas políticas que han optado y optan por apoyar a una de estas dos fuerzas contrarrevolucionarias, presentándola como la opción “menos mala”, hacen de hecho la opción de la derrota y del mantenimiento del sistema injusto en el que viven las clases populares de la región. El papel de los revolucionarios no es elegir entre diferentes fracciones de la burguesía y de la contrarrevolución, apoyadas por diferentes actores imperialistas o subimperialistas. Es preciso en particular subrayar en este tema los dos centros de la contrarrevolución regional que son, por un lado, Arabia Saudita y sus aliados del Golfo que apoyan las fuerzas de los antiguos regímenes y, por otro, Qatar que apoya las fuerzas islámicas fundamentalistas.
El papel de las corrientes progresistas es oponerse a las diferentes fuerzas de la contrarrevolución y construir un frente independiente de estas dos formas de reacción. Las fuerzas progresistas deben inscribirse sobre bases democráticas, sociales, antiimperialistas, oponiéndose a todas las formas de discriminación y trabajando por un cambio radical de la sociedad, en una dinámica por abajo que haga de las clases populares el actor del cambio.
Frente a los enfrentamientos o la colaboración entre las fuerzas de la reacción, no elegimos una de las formas de la reacción. Hay que apoyar, construir y organizar una alternativa popular y radical por los objetivos iniciales de las revoluciones: la democracia, la justicia social y la igualdad.
l´Anticapitaliste n. 62, febrero 2015
Traducción: Faustino Eguberri para VIENTO SUR
Notas
1/ Este conjunto se extiende desde los movimientos de los Hermanos Musulmanes a los diferentes grupos yihadistas. Estas fuerzas no son similares, existen diferencias muy importantes entre ellas, pero comparten una posición contrarrevolucionaria frente al movimiento popular y los objetivos de la revolución.
2/ La población de Bahrein es mayoritariamente chiíta mientras que la familia reinante Al-Khalifa es sunita.
3/ El presidente Morsi, por ejemplo, invitó a formar parte de un viaje a China a Mohamed Farid Khamis, patrón de Oriental Weavers y entonces miembro del Comité Ejecutivo y parlamentario del Partido Nacional Democrático (PND), el antiguo partido del poder durante la dictadura de Mubarak. Otro miembro del Comité Ejecutivo del PND, íntimo del hijo del antiguo presidente, Gamal Mubarak, participaba igualmente en la delegación: Sherif Al-Gabaly, miembro del consejo de administración de la Federación Egipcia de Industrias y patrón de Polyserve, un grupo especializado en los abonos químicos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario