Cada año Francia celebra el 14 de julio la caída, en 1789, de la Bastilla, que entonces era la principal prisión en París. Se supone que la celebración marca el fin del llamado Ancien régime. Unifica el país en torno a lo que se refiere actualmente como valores republicanos.
La primera vez que se celebró la ocasión fue al año siguiente, en 1790, y se dedicó a la paz y unidad nacional. El Día de la Bastilla, sin embargo, no se convirtió en una celebración anual, sino hasta 1880, cuando la legislatura de la Tercera República proclamó el 14 de julio como fête nationale (fiesta nacional), algo que se ha mantenido hasta el día de hoy. Pero este año la República no está unificada en lo absoluto, su futuro inmediato podría ser aún más incierto y existe mucho debate de lo que constituye exactamente los valores republicanos.
La actual Constitución es cuasi presidencial, lo que hace de la elección de un presidente algo crucial políticamente. No obstante, al mismo tiempo, establece un sistema donde hay dos rondas de votación, a menos que alguien consiga una clara mayoría en la primera ronda. En la segunda hay sólo dos candidatos, los dos que tuvieron la votación más alta en la primera vuelta.
El objeto de este sistema es permitir que toda agrupación política muestre su fuerza en la primera ronda y luego se vote en la segunda por uno de los dos partidos principales (centroderecha contra centroizquierda). El problema es que este sistema funciona sólo si hay dos partidos principales. Si existen tres con una fuerza electoral más o menos equivalente (como ocurre en el presente), el sistema se transforma. En este caso, los tres partidos principales deben mantenerse unidos en la primera vuelta y urgir a los partidos más pequeños a que hagan votación útil en la primera ronda para que su partido preferido de segunda vuelta esté presente en esa segunda votación.
Confusión y estragos resultan de esto. Primero que nada, dentro de los tres partidos principales y luego dentro de las tendencias políticas más pequeñas. Cada uno de los actuales partidos principales –los socialistas (centroizquierda), los republicanos (centroderecha) y el Frente Nacional (extrema derecha)– está enfrascado en una lucha interna en relación con sus estrategias y cada uno arriesga secesiones. Al mismo tiempo, los partidos menores se están partiendo precisamente en torno a si debieran emitir votos útiles en la primera ronda o no. El mayor partido de más a la izquierda se ha dividido en relación con este punto.
Uno de los puntos sustantivos a debate es la construcción de Europa, incluido el euro como divisa, la libertad de movimiento al interior de la Unión Europea (UE) y la recepción y trato a los inmigrantes de fuera de la UE. Esto, por supuesto, es un debate importante en toda la UE. La posición de Francia está en algún lugar medio en el rango de puntos de vista europeos, tanto el de los gobiernos como el de la opinión pública.
Además, Francia se ha preocupado por largo tiempo por mantener o aumentar su papel en el sistema-mundo como un todo y al interior de Europa. Por tanto, una de sus fortalezas ha sido el arreglo de facto que ha mantenido con Alemania para constituir un dúo cuyas preferencias acordadas se volvieron la base de las políticas colectivas europeas. Esto funcionó en tanto Alemania estuvo dividida en dos y Francia fue un país con armas nucleares y un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Pero en los últimos 20 años, Alemania se ha vuelto tan comparativamente fuerte a nivel económico que necesita menos la legitimación que un dúo franco-alemán le ofrecía a Alemania. El dúo ya no hace las reglas ni políticas de la UE.
Las relaciones de Francia con Estados Unidos también han sido un punto importante desde por lo menos 1945. Por un lado, Estados Unidos, en particular el Congreso estadunidense, ha sido muy crítico de lo que considera una actitud demasiado acomodaticia por parte de Francia, primero hacia la Unión Soviética y ahora con Rusia. Por otro lado, Francia ha sido muy crítica de lo que considera un abandono de Estados Unidos hacia la defensa de los derechos humanos (por ejemplo en Siria).
La reciente votación de Gran Bretaña en favor de abandonar la Unión Europea ha proporcionado aún más incertidumbre en Francia. ¿Es esto un plus o un minus para Francia? Francia está buscando presentarse como un buen puerto de abrigo para los negocios (y en especial las estructuras financieras) que pudieran estar buscando un ambiente más tranquilo y menos inseguro. Pero Francia está también preocupada por la cuasi forzada repatriación de los ciudadanos franceses que ahora residen y trabajan en Gran Bretaña. En las próximas negociaciones de Gran Bretaña y la Unión Europea, Francia está insegura de si debe o no pujar en el esfuerzo por mantener a Gran Bretaña atada a la Unión Europea, de algún modo. La designación de Boris Johnson como ministro británico de Relaciones Exteriores debilita cualquier sentimiento favorable a Gran Bretaña.
Así que la confusión nos regresa a las elecciones presidenciales venideras. El Frente Nacional ha estado buscando sacar votos de los dos partidos centristas clásicos, amainando su lenguaje racista y, de hecho, sacando a los miembros que rehúsan hacerlo. Notablemente, Marine LePen purgó a su padre y líder de largo plazo del Frente Nacional, Jean-Marie LePen, por negarse a hacerlo. Pero existe el riesgo de perder a algunos de sus simpatizantes previos hacia partidos alternos o hacia el abstencionismo.
El Partido Republicano, de centroderecha, encabezado por el anterior presidente, Nicolás Sarkozy, intenta quitarle votos al Frente Nacional virando su retórica en su dirección. Esto lo disputan fuertemente otros dos candidatos de la primaria venidera, Alain Juppé y François Fillon. Si Sarkozy gana, Fillon puede retirarle el apoyo a su partido. Se piensa por lo general que Juppé es uno de los que es más probable que gane una elección nacional de segunda vuelta, debido a sus puntos de vista más moderados en los puntos centrales. Pero para estar en la segunda vuelta debe ganar la nominación del partido en la primaria, y para hacerlo ha virado su retórica hacia la derecha.
Finalmente, el actual presidente François Hollande se encuentra en la situación más difícil de todas. El Partido Socialista está presionado a participar en una primaria que es una primaria para toda la izquierda francesa. Hollande no quiere una primaria abierta de ese tipo, y parece probable que la pueda perder. Así que está pugnando por que la convención del partido tome una decisión hacia una plataforma más a la derecha, con la que él cree que podrá ganar la segunda ronda. Ha estado entonces pujando por una nueva legislación que debilita los derechos de los sindicatos. Esto es impopular tanto para la izquierda del partido, que ya refunfuña, como para dos de sus propios supuesto aliados, el ministro de Economía, Emmanuel Macron, y el primer ministro, Manuel Valls, ambos maniobrando por convertirse en el candidato socialista, si no en 2017, en 2022. Macron siente que Hollande no llega lo suficiente a la derecha.
Las múltiples incertidumbres al interior de los partidos en Francia hacen que las recientes puñaladas por la espalda al interior del Partido Conservador Británico luzcan pálidas en comparación. Dado que la economía de Francia está también en una condición alarmante, 2016 parece un momento nada propicio para celebrar festividades nacionales que se basen en valores republicanos comunes.
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