La filosofía de la praxis hoy
Entrevista de la revista
La Llamarada a Néstor Kohan
(Buenos Aires, agosto de 2012)
* ¿Cómo ves el mundo contemporáneo? ¿Existe una
alternativa actual al capitalismo?
En nuestra opinión,
hoy en día el mercado capitalista y el “american
way of life” (modo de vida norteamericano) se han impuesto y generalizado
de manera brutal a escala planetaria. A pesar de la crisis aguda (todavía peor
que la de 1929) que hiere al capitalismo en sus entrañas, sus propagandistas lo
presentan en los medios de comunicación como el único modo de vida posible. En
ese contexto, se torna más necesario que nunca repensar una alternativa para
los pueblos oprimidos, para la juventud rebelde, para la clase trabajadora que
resiste, en todo el mundo, pero en particular en Nuestra América. La mejor
alternativa, la más viable, la más posible, la más deseable, la más potente y
además la más abarcadora de todas —porque no deja a ningún movimiento social
afuera e integra todas las rebeldías en un mismo arco iris anticapitalista— es la
teoría del marxismo y el proyecto político socialista-comunista. No es la única
alternativa, hay otras, pero en su gran mayoría, las demás son rebeldías de corto
alcance, de mirada miope, de radio restringido (porque por lo general suelen
dar cuenta únicamente de un tipo específico de dominación, sin mirar ni abarcar
al conjunto del sistema capitalista como una totalidad). Esas otras
alternativas, aunque justas y necesarias, sin embargo suelen carecer de la capacidad
teórica y del proyecto político de largo alcance, estratégico, para aglutinar
al conjunto de clases, capas, segmentos y movimientos sociales de los oprimidos
contra la totalidad del sistema capitalista. El marxismo, en cambio, sin
desconocerlas ni darles la espalda, las integra, incorpora sus reclamos,
permite articularlas dentro de un horizonte mucho más radical, más ambicioso,
más profundo y con un grado de solidez teórica que las demás no tienen. Por
eso, en nuestra opinión, todavía no ha nacido una teoría del mismo nivel de
comprensión y de la misma capacidad crítica y política del marxismo —entendido
como filosofía de la praxis— que pueda llegar, quizás, a reemplazarlo o a
superarlo.
* ¿A qué nos referimos cuando hablamos de filosofía
de la praxis?
El marxismo
entendido como filosofía de la praxis hace referencia a una visión política e histórica de su filosofía, es decir, una
concepción del mundo y de la vida que no se restringe a un conjunto de textos
para consumo universitario o un simple recetario de índole “doctrinario” con su
paquete cerrado y clausurado de preguntas y respuestas, de citas permitidas y
autoridades consagradas (por lo general europeas).
La filosofía
marxista de la praxis ha aspirado históricamente a descentrar la filosofía, a hacerla
girar sobre sus propios pies, a sacarla de su cómodo lugar (en el cual discute
consigo misma sin “contaminarse” con las luchas y conflictos sociales)
invitándola a buscar un sujeto social y político colectivo que pueda realizar
sus sueños, proyectos y programas de emancipación. Esa aspiración le ha valido
el desprecio, la sorna o la ironía de los profesores de filosofía y de toda la
Academia en general ya que el marxismo resulta siempre incómodo, políticamente
incorrecto y sumamente molesto. Para decirlo con una expresión sencilla y
popular: el marxismo jode. No se deja encasillar en los moldes del saber
universitario, en las “carreras” y en sus parcelas. El marxismo entendido como
filosofía de la praxis no es “filosofía” en sentido estricto, como tampoco es
“economía”, “sociología”, “historia”, “ciencia política” ni “antropología”. No
es nada de eso en particular y es todo eso al mismo tiempo, superando cada uno
de esos saberes cristalizados, segmentados y parcelados, convertidos en
“disciplinas” supuestamente autónomas.
Al no aceptar la
parcelación universitaria del saber en “factores” inconexos y aislados, el
marxismo entendido como filosofía de la praxis provoca y molesta a las
distintas corporaciones académicas. Le “falta el respeto” a lo ya consagrado y
se vuelve un insecto molesto para todos los que pretenden monopolizar el saber
según las normas y rituales del sistema de dominación.
Al emprender esa
tarea, la filosofía de la praxis realiza una terrenalización de la filosofía
marxista, desanudando cualquier posible lazo con las metafísicas tradicionales
que tan bien calzaban en las parcelas universitarias (el “materialismo
dialéctico” como saber para la disciplina filosófica, el “materialismo histórico”
como teoría sociológica, la “economía marxista” como conjunto de leyes
apropiadas para la disciplina económica y así de seguido…).
En realidad, el
marxismo entendido como proyecto político de hegemonía socialista, concepción
materialista de la historia, filosofía de la praxis y teoría crítica de la
sociedad capitalista no se adapta a los saberes parcelados ni intenta acoplarse
a supuestas disciplinas autónomas, separadas entre sí, despolitizadas y
deshistorizadas, falsamente universales (en realidad totalmente impregnadas de
eurocentrismo por sus categorías, por su objeto de estudio, por las únicas
“autoridades” que se suelen usar como referencia, etc).
En ese sentido esta
concepción de la filosofía de la praxis se desmarca de una manera tradicional
de comprender el marxismo como “doctrina” universalizante, sin raíces propias,
sin referencias concretas a nuestra historia, a nuestra tradición y a nuestra
identidad colectiva como pueblos en lucha contra el colonialismo, el
imperialismo y la dominación capitalista.
* ¿Qué vínculo establecería la filosofía de la praxis
entre la teoría y la práctica?
Mucho se ha
debatido sobre esta pregunta. Cientos de libros se han escrito al respecto. Me
animaría a trazar dos analogías para responderla de manera no trillada ni
repetir lugares comunes.
(a) ¿Qué vínculo hay entre “la gran teología”
que manejaron siempre los intelectuales del Vaticano y el catecismo de un cura
de un barrio de un país periférico?
(b) ¿Qué relación
se podría establecer entre “la filosofía seria” que se enseña en la alta Academia
y los libros populares de autoayuda que circulan en los shoppings?
En ambos casos, (a)
y (b), se produce un proceso de terrenalización y mundanización de los planteos
teóricos. Con el cura del barrio, en un plano, y con los manuales de autoayuda,
en el otro, los grandes planteos metafísicos “bajan a la Tierra”, adoptan un
lenguaje comprensible y popular, dejan de ser simples relatos teóricos para
convertirse en normas de conducta práctica a seguir en la vida cotidiana. La
metafísica (laica o religiosa) se transforma de este modo secular en ética y
política orientando a las personas en el día a día.
Con el marxismo
sucede algo similar. La filosofía de la praxis descentra la concepción
materialista dialéctica tradicional (que generalmente discute sobre cosmología,
dejando a un lado los problemas de la vida humana como si fueran secundarios
bajo la errónea acusación de “subjetivismo” o incluso de “idealismo”) para
terrenalizarla, desplazándola del ámbito de la especulación ahistórica,
trayéndola al mundo de la vida social y
de la praxis histórica revolucionaria de los pueblos oprimidos y las clases
explotadas en lucha. La filosofía de la praxis de algún modo integra “la gran
teoría” con las normas prácticas de vida en la cotidianeidad. En esa analogía,
sería la síntesis entre la teología más refinada y abstracta del Vaticano y las
normas de conducta práctica que un cura de barrio promueve entre la juventud de
una parroquia de un país periférico.
Siguiendo con esa
analogía, aunque comparte la terrenalización del pensamiento, una de las
principales diferencias entre la filosofía marxista de la praxis, por un lado, y
las concepciones del catecismo que maneja un cura de un barrio y los manuales
de autoayuda, por el otro, reside en que la filosofía de la praxis no sólo
cuestiona la vulgarización de las grandes concepciones del mundo que realizan
los catecismos y los manuales de autoayuda. Además, la filosofía marxista de la
praxis apunta a romper con las jerarquías entre la filosofía para la elite y la
filosofía para las masas, tan característica de la teología por un lado y el
catecismo por el otro, o entre las metafísicas universitarias, por un lado, y
la autoayuda popular, por el otro. La filosofía de la praxis apunta sus cañones
contra las jerarquías que separan a “los que saben” de “los que no saben”. En
lugar de reforzar esa asimetría (tan característica de la Iglesia oficial del
Vaticano o de la Academia universitaria) tiende a disolverla, socializando el
saber y terminando con el reinado elitista de los “médicos brujos”, es decir,
con el repugnante monopolio del saber en pocas manos y cerebros que presupone
una escisión entre la teoría y la práctica, entre el cerebro y la mano, entre
el alma y el cuerpo.
Otra diferencia importante
se encuentra en que, a diferencia del catecismo y la autoayuda, la filosofía
marxista de la praxis aspira a cambiar de raíz el mundo con un trabajo paciente,
militante y a largo plazo. De este modo elude el tramposo atajo de las
soluciones mágicas que proporcionan la falsa promesa de una felicidad inmediata,
tan típica de la autoayuda, y tan característica de la obediencia a las
instituciones (eclesiásticas, pero no sólo ellas) en las que el catecismo
popular educa a los chicos y jóvenes.
* ¿Cuáles son las principales polémicas con otras
concepciones del marxismo, como la del DIAMAT?
La filosofía
marxista de la praxis no sólo polemiza y discute al interior del marxismo. Sus
principales polémicas se desarrollan contra las visiones apologéticas del capitalismo,
es decir, contra la derecha. Esta corriente de pensamiento critica y cuestiona
desde las versiones universitarias más refinadas del posmodernismo,
posestructuralismo, posmarxismo, positivismo, etc, hasta las versiones más
rudimentarias de la autoayuda o el catecismo, como anteriormente te comentaba.
En nuestra opinión,
la polémica con la derecha es el principal ámbito de combate teórico de la
filosofía marxista de la praxis. Pero sus discusiones también tienen efecto al
interior de la teoría revolucionaria y el campo popular.
La filosofía
marxista de la praxis nace, precisamente, durante el siglo 19, en polémica con el
materialismo ilustrado heredero de la revolución francesa de 1789 y con el
idealismo de los filósofos alemanes simpatizantes de la revolución burguesa.
Esas son sus primeras polémicas históricas. También polemizó con la visión
metafísica de los economistas burgueses (tanto de los economistas científicos,
que buscaban la verdad aunque no la podían encontrar por sus límites de clase,
como de los economistas chantas, que Marx denominaba vulgares, ajenos a la
búsqueda de la verdad y de la ciencia). Y al mismo tiempo polemizó con el
socialismo “autogestionario” y “cooperativo” que creía ingenuamente que se
podían construir islas socialistas dentro del océano capitalista, es decir,
cooperativas autónomas comunistas sin trastocar el conjunto de las relaciones
sociales de producción capitalistas. Por otra parte, polemizó con la vertiente
gradualista y reformista que creía llegar al socialismo con créditos del Estado
y con el apoyo de los gobiernos. ¡Muchas polémicas al mismo tiempo! Así nació
el socialismo y el comunismo contemporáneo, en medio de debates y polémicas. Con
el correr del tiempo, ya cerca del siglo 20, el marxismo desarrolló muchas
otras polémicas (con la variada familia del positivismo, con el neokantismo,
con distintas variantes del irracionalismo, etc). Es recién con el advenimiento
del stalinismo (alrededor de 1930) cuando la filosofía marxista de la praxis
discute al interior del marxismo con la versión filosófica oficial que se
intentó elaborar en la Unión Soviética durante la época de Stalin (corriente
bautizada, por sus inspiradores soviéticos, con el término DIAMAT que resumía
el materialismo dialéctico). Recién entonces la filosofía marxista de la praxis
arremete en toda la línea contra el evolucionismo, el etapismo, el economicismo
y su principal fundamento filosófico, el llamado DIAMAT. Tampoco se detuvo ahí.
Creemos que hoy, en el año 2012, la principal polémica teórica de la filosofía
marxista de la praxis no es contra el DIAMAT en el cual ya casi nadie cree y expresa
escasa circulación entre las organizaciones de izquierda. Hoy la principal
tarea, ya no frente a la derecha sino al interior del propio campo popular, consiste
en discutir con los derivados políticos del posmodernismo y el
posestructuralismo (ambos de origen estrictamente europeo, principalmente
francés) que en Argentina suelen adoptar el nombre más simpático y el
envoltorio menos chocante de “autonomismo”.
* ¿Quiénes han sido los principales exponentes de la
filosofía marxista de la praxis?
La lista es demasiado
larga… En primer lugar, obviamente, los fundadores de esta tradición: Marx y
Engels. Luego de ellos el italiano Antonio Labriola, Lenin, Trotsky, Rubin y
Lunacharsky en Rusia, la judía polaca Rosa Luxemburg, Mehring en Alemania, Lukács
en Hungría, Gramsci en Italia, Mariátegui en Perú, el Che Guevara en toda
América Latina, Sánchez Vázquez en México, Henri Lefebvre en Francia, Karel Kosik
y Jindřich Zelený en
Checoslovaquia, Löwy, Konder y Coutinho en Brasil, entre muchísimas otras y otros
pensadores (imposible nombrarlos a todos y recorrer todos los países). Pero si
partimos de la hipótesis de que esta concepción no es sólo teórica, sino también
práctica, me animaría a incluir en esa enumeración de ningún modo exhaustiva a
todos y todas las militantes del marxismo revolucionario de Nuestra América y
del mundo, hayan escrito o no grandes obras marxistas. ¿O nuestro Mario Roberto
Santucho —sin una obra escrita comparable a Historia
y conciencia de clase de Lukács o a los Cuadernos
de la cárcel de Gramsci—, por su concepción política y por como la llevó a
cabo, no perteneció acaso a esta tradición del marxismo revolucionario?
* ¿Cómo se desarrolló esta concepción en América Latina?
De manera desigual,
accidentada y siempre sometida a un continente explosivo, marcado a fuego por
los genocidios, las dictaduras militares y numerosas revoluciones, desde la
mexicana y la boliviana hasta la cubana y la nicaragüense, ente muchas otras,
triunfantes o fallidas. De todos nuestros pensadores marxistas sin duda el
peruano Mariátegui fue el más original, acompañado por el combativo joven Julio
Antonio Mella en Cuba, el salvadoreño Farabundo Martí y el erudito argentino
Aníbal Ponce o el gran dirigente cordobés de la Reforma Universitaria Deodoro
Roca. Años más tarde, esta concepción creadora del marxismo alcanzó su cenit
con la obra, el pensamiento y la práctica política del Che Guevara y toda la
corriente que en él se inspira. Corriente que no quedó sepultada en los años
’60. La insurgencia continúa hoy, en pleno siglo 21, batallando en Colombia con
las FARC-EP y en varios otros países, desafiando dogmas y modas universitarias, grandes “analistas”
mediáticos e inclusive pretendidos marxólogos que de manera triste, gris y
mediocre citan palabritas sueltas de Marx… para oponerse a las rebeliones
populares y a las insurgencias contemporáneas. Creo que esta concepción del
marxismo ha sido tan rica y productiva que generó diversas creaciones
originales de Nuestra América, desde la teoría marxista de la dependencia con
Ruy Mauro Marini hasta la teología de la liberación, pasando por la pedagogía
del oprimido de Paulo Freire entre muchos otros y otras.
* ¿Qué lecturas sugerís para iniciarse en el estudio de
esta concepción?
En primer lugar
leer al Che: “¿Qué debe ser un joven comunista?”, texto formidable… “El
socialismo y el hombre en Cuba” y el “Mensaje a los pueblos del mundo a través
de la Tricontinental”, también del Che. Los 7
ensayos de interpretación de la realidad peruana de Mariátegui; Humanismo burgués y humanismo proletario
de Ponce, Poder burgués y poder
revolucionario de Santucho, el Cuaderno
Nº 11 de los Cuadernos de la cárcel de
Gramsci, las Tesis sobre Feuerbach de
Marx, el ¿Qué hacer? de Lenin; “La
cosificación y la conciencia el proletariado” de Lukács… Pero también sugeriría
leer a Mariano Moreno y a Simón Bolívar, conocer la historia de San Martín,
Artigas y Toussaint-Louverture,
conseguir la novela El recurso del método
de Alejo Carpentier, mirar y discutir películas como Queimada, Los traidores, entre muchas otras…
* ¿Cuáles son las tareas que desde la izquierda
deberíamos encarar para reactualizar y darle vida a esta tradición?
No tengo la bola de
cristal ni me siento un profeta. Sólo tengo opiniones y ni siquiera sé si son
válidas. Hay que acabar con la ingenuidad de creer que la gente que escribió o
leyó libros “tiene la precisa”, aferró la verdad con sus dedos y tuvo acceso al
futuro. No es así. Basta de “médicos brujos”. Simplemente pienso y siento que
debemos darles la espalda a quienes nos quieren convencer que el guevarismo es
algo “viejo” y “pasado de moda”, que la estrategia para la toma del poder es
“autoritaria” y “vanguardista”, que para defender las luchas sociales y los
movimientos de la base hay que abandonar la construcción de organizaciones que
vayan más allá de las reivindicaciones del día a día. No tenemos la receta
infalible (el que dice que la tiene sencillamente miente) pero sabemos que
debemos mirar más a América Latina, como
nos enseñó Mariátegui. Pero no sólo a las experiencias institucionales (Cuba,
Venezuela, Ecuador, Bolivia) o a los movimientos sociales (Sin Tierra de
Brasil, comunidades indígenas de Chiapas, etc.). Hay que mirar Nuestra América,
sí, pero en forma completa…, sin olvidarnos tampoco de la insurgencia comunista
que en Colombia hoy obliga a los yanquis a desplegar 7 nuevas bases militares
para aplastar el sueño de la Patria Grande de Simón Bolívar y San Martín.
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