Fernando Martínez Heredia, La grandeza lo es más mientras es más humana

 La Habana, Cuba


Ha muerto Hugo Chávez Frías, uno de los grandes de este siglo. Aunque era previsible, es un golpe muy grande para todos nosotros, y para las causas populares. El joven cadete que quería entregar su vida al pueblo venezolano se convirtió en el líder máximo de una gran revolución que, como todas, nadie podía prever. El bipartidismo corrupto que logró que uno de los países más ricos tuviera tasas récord de pobres y miserables entró en crisis, pero eso nunca es suficiente. El militar revolucionario logró ser presidente dentro de las reglas del juego del sistema, pero fue capaz de gobernar para el pueblo y desatar sus fuerzas, demostró su genio en la estrategia y la táctica de los combates cívicos y encabezó la conversión de su gobierno en un proceso de transformaciones profundas de las personas y la sociedad, que continúa y no podrá ser detenido.

Siempre un hijo del pueblo sencillo, el presidente Chávez se ganó la devoción sin límites de la ciudadanía mediante su actuación y su carisma. Ha sido el conductor y el educador que brindó espacios y organización para que la gente y el país avanzaran a un grado que nadie pudo soñar, que les permite albergar hoy un proyecto trascendente de liberaciones. Chávez es sinónimo del movimiento, la política, la ética y la unificación; es el imán de voluntades y el vencedor de obstáculos y adversarios.

Pero no le bastó. Digno continuador de Simón Bolívar, Chávez construyó una política internacional revolucionaria que es un polo fundamental en el auge actual de cambios y esperanzas de la América Latina y el Caribe. Uno de los protagonistas de los poderes y movimientos populares que están en la vanguardia de ese auge, Chávez ha sido al mismo tiempo el amigo seguro y fraterno de los países que ganan autonomía y soberanía frente al imperialismo y dan pasos para procurar distribuciones más justas de las riquezas nacionales entre la población. Y ha sido Chávez un adalid de la integración continental, el proyecto más ambicioso, que aspira a poner bases firmes para la segunda independencia de Nuestra América.

Ya tendremos estudios que sepan valorar la grandeza de Hugo Chávez. Pero en esta hora de dolor insondable yo quiero al menos recordar a Hugo en su Aló Presidente en el mausoleo del Che en Santa Clara, orgulloso de rendirle un homenaje activo bajo la fuerte lluvia. O hace ocho meses, en el acto de inicio de su última campaña electoral, caminando bajo el sol del mediodía junto a miles de seguidores, negado a subirse a un vehículo. O día a día, expositor infatigable y sonriente, haciendo simpático al socialismo, siempre un ser humano en todas las situaciones, ante todos los problemas y en el trato con todas las personas, demostrando que la grandeza lo es más mientras es más humana.

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