Guatemala: Fascismo o paranoia?
Guatemala, 3 de octubre 2012
El Periódico
Mario Roberto Morales
El periodista de derecha Juan Luis Font dijo (elPeriódico 21-9-12) que mi penúltimo artículo expresa “la paranoia desorbitada de quien ve venir al fascismo detrás de la reforma constitucional de Pérez Molina”. Lo que dije en “Así nace el fascismo” (elPeriódico 20-9-12) fue que “el presidente militar del país insta a refrendar reformas a la Constitución a fin de que el Ejército cuente con ‘leyes claras’ para proteger al ciudadano de los delincuentes”, que “lo mismo hizo Hitler para ‘proteger’ –con la ley en la mano– al pueblo alemán de los judíos” y que en nuestro medio “la militarización de la seguridad interna es la plataforma del fascismo”.
Si esto es “paranoia desorbitada” ¿qué significa lo que a continuación cito de la Política Nacional de Seguridad, en la cual se lee que “Entre las amenazas (…) que afectan la vida” de los guatemaltecos están: “el femicidio, el sicariato, el asesinato, el secuestro, el narcotráfico y el terrorismo”? (p.1). Ojo, que el documento no está hablando de terroristas internacionales (a los cuales se refiere en la página 20), sino de amenazas internas a la vida de los guatemaltecos. ¿Será que la Política Nacional de Seguridad entiende por “terroristas” lo mismo que la canalla fascista, es decir, dirigentes campesinos y gremiales, intelectuales de izquierda, defensores de derechos humanos, excombatientes guerrilleros y juristas incorruptibles? ¿Son estos el “enemigo interno” que esta política se propone combatir en calidad de “terroristas”? Parece evidente que sí.
Porque la lógica que anima este documento parte de que “La seguridad interior constituye el principal desafío de la administración gubernamental”. Para lo cual debe “contar con estructuras fortalecidas (…) en torno a un objetivo común, que debe ser la seguridad de todos los habitantes de la República”; asunto que requiere realizar “la formulación y ejecución de programas de acción como espacios seguros en el hogar, barrios, municipios y fronteras” (p.30). Es decir, el control militar de la esfera privada (el hogar) y de la esfera pública (la calle) para convertirlos en “espacios seguros”: el Gran Hermano con uniforme verde olivo sentado a la sala.
Dice el documento de marras que “Resulta imprescindible para la efectividad de esta Política y del Sistema Nacional de Seguridad, el desarrollo cualitativo y profesional del Sistema Nacional de Inteligencia”, a fin de “fortalecer las capacidades del Estado de salvaguardar a las personas, instituciones e información sensitiva (sic) contra agentes hostiles, (sic) que pretendan obstaculizar el logro de los objetivos nacionales” (p.28). Es decir, la creación de un ejército de espías en los “espacios seguros” del “hogar, barrios, municipios y fronteras”: el Gran Hermano en fatigas camufladas con un aura y un collar hechos de orejas.
Todo esto obedece, claro, a los mandatos de la “Seguridad Hemisférica” y constituye una tendencia mundial para el control poblacional y territorial de una humanidad en permanente y disciplinada labor de consumo de mercancías tan innecesarias como nocivas. Y se hace en nombre de la libertad, el libre mercado y la moral cristiana. Esa que abrazan los biempensantes que ven paranoia en el análisis concreto de la situación concreta y exhortan a las distraídas y volátiles masas consumidoras a legalizar la militarización de la vida civil. Si esto no es fascismo, díganme entonces qué es.
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