LA CRISIS ESTRUCTURAL NECESITA DE
UNA
TRANSFORMACIÓN ESTRUCTURAL
István Mészáros
Traducción Libre elaborada por: Centro de Estudios y Análisis
Materialista - Ernesto Che Guevara.
México, octubre 2012.
Contacto: cedam.ecg@gmail.com
Cuando se enfatiza la necesidad de una transformación estructural radical debe quedar claro desde el
principio que ello no es un llamado a una
Utopía no realizable. Al contrario, la característica distintiva
primaria de las utopías modernas era
precisamente la proyección de que la mejoría pretendida en las
condiciones de vida de los trabajadores podía ser alcanzada en el ámbito de la base estructural existente de las sociedades
criticadas. Así, Robert Owende New Lanark, por ejemplo, que tenía una sociedad
comercial básicamente insustentable con el filósofo liberal utilitarista Jeremy
Bentham, intentó con ese espíritu la realización general de
sus esclarecidas reformas sociales y educacionales. Ella pedía lo imposible.
Como también sabemos, el altisonante principio moral “utilitarista” “el mayor
bien para el mayor número” se redujo a la nada desde su defensa por Bentham. El
problema para nosotros es que, sin una evaluación adecuada de la naturaleza de
la crisis económica y social de nuestros días
–que ya no puede ser negada por los defensores del orden capitalista, aun cuando ellos rechazan la necesidad de una
transformación mayor–, la probabilidad de éxito a este respecto es
insignificante. El fin del “Welfare State”, en el pequeño número de países
privilegiados donde una vez fue instituido,ofrece una lección que nos hace reflexionar
sobre ello.
Voy a comenzar citando un artículo reciente de
los editores del más completo diario de la burguesía internacional, The Financial Times (“US budget
impasse”, The Financial Times, 2 June 2011).Hablando de la peligrosa crisis
financiera, reconocida por los propios Editores como peligrosa, ellos terminan
el artículo con estas palabras:
“Ambos lados [Demócratas y
Republicanos] son culpados por un vacío de liderazgo y deliberación responsable.
Es una grave falta de gobierno y más peligrosa de lo que Washington cree
ser”. Eso es todo lo que tenemos como
sensatez editorial sobre la pertinente cuestión de la “deuda soberana” y los
crecientes déficits económicos. Lo que torna el editorial del Financial Times
aún más vacío que el vacío de liderazgo deplorado por el diario es el ruidoso
subtítulo de ese mismo artículo: “Washington debe dejar de posar y comenzar a gobernar”. Como
si editoriales como ese pudiesen significar algo más que asumir determinada
actitud en nombre de “gobernar”; pues la grave cuestión en juego es la deuda
catastrófica de la “casa todo-poderosa” del capitalismo global, los Estados
Unidos de América, donde tan sólo la deuda del gobierno (o sea, sin agregar
deuda privada individual y Corporativa) ya se cuenta muy por arriba de 14
billones de dólares, conforme lo proyectado en grandes números iluminados en la
fachada de un edificio público de Nueva York, indicando la incontenibletendencia
creciente de la deuda.
El punto que yo deseo enfatizar
es que la crisis que tenemos que enfrentar es una crisis estructural profunda y cada veza más
grave, que necesita la adopción de cambios estructurales de gran alcance, con
el objetivo de alcanzar una solución sustentable. Se debe también enfatizar que
la crisis estructural de nuestro tiempo no se originó en 2007 con la “explosión
de la burbuja inmobiliaria de los Estados Unidos”, sino que, por lo menos,
cuatro décadas antes. Yo hablé sobre ello, en estos mismos términos, en los
años de 1967 (en “As tarefas a nossa frente”), mucho antes de la explosión de
Mayo de 1968 en Francia; y escribí en 1971, en el Prefacio a la Tercera Edición
de la “Teoría de la enajenación en Marx”
[Editorial Era, 1ª edición 1978, México], que los acontecimientos que se estaban
desenvolviendo “caracterizaban dramáticamente la intensificación de la crisis estructural
global del capital”. A este respecto, es
necesario aclarar las diferencias relevantes entre tipos o modalidades de
crisis. No es indiferente si una crisis en la esfera social puede ser
considerada una crisis
periódica/coyuntural o algo mucho más fundamental que eso. Pues obviamente, la
manera de lidiar con una crisis estructural fundamental no puede ser
conceptualizada en términos de las
categorías de crisis periódica o coyuntural. La diferencia crucial entre esos
dos tipos de crisis, marcadamente contrastantes, es que la crisis periódica o
coyuntural se desenvuelve y es más o
menos solucionada con éxito dentro de la estructura establecida, en cuanto la
crisis fundamental afecta a la propia estructura en su totalidad.
En términos generales, esa distinción
no es simplemente una cuestión acerca de la aparente gravedad de esos tipos
contrastantes de crisis. Una crisis periódica o coyuntural puede ser
dramáticamente severa, como fue la “Gran Crisis Económica Mundial de 1929-1933”
habiendo sido con todo capaz de una solución dentro de los parámetros del
sistema dado. Y del mismo modo, pero en el sentido opuesto, el carácter
“no-explosivo” de una crisis estructural prolongada, en contraste con las “grandes
tempestades” (en palabras de Marx) a través de las cuales las crisis
coyunturales y periódicas pueden ellas mismas librarse y solucionarse, puede
conducir a estrategias fundamentalmente mal concebidas, como resultado de la interpretación
errónea de la ausencia de “tempestades”, como si tal ausencia fuese una
evidencia impresionante de la estabilidad indefinida del “capitalismo
organizado” y de la “integración de la clase obrera”.
Se debe enfatizar bien: la crisis
en nuestros días no es comprensible sin que sea referida a la omnipresente
estructura social global. Eso significa que, con el fin de aclarar la
naturaleza persistente y cada vez más grave crisis en todo el mundo de
hoy, debemos enfocar nuestra atención en la crisis del sistema del capital en
suintegralidad, pues la crisis del capital que ahora estamos experimentando es
una crisis estructural omniabarcante.
Veamos, pues, resumiendo cuanto
sea posible, las características que
definen la estructura que definen la
crisis estructural que nos preocupa.
“La novedad histórica de la
crisis de hoy se torna manifiesta en cuatro aspectos principales:
1
– su carácter es universal, en lugar de ser restringido a una esfera
particular (por ejemplo, financiera o comercial, o afectando éste o aquél rubro particular de la producción, aplicándose
a éste o aquél tipo de trabajo, con su gama específica de habilidades o grados
de productividad, etc.);
2
– su objetivo es verdaderamente
global (en el sentido más literal y amenazador del termino), en lugar de
estar limitado a un conjunto particular de países (como fueron todas las
principales crisis del pasado);
3 – su escala de tiempo es
extensa, continua -o si se prefiere,
permanente- en lugar de limitada y cíclica, como fueron todas las crisis
anteriores del capital;
4 – en contraste con las erupciones
y colapsos más espectaculares y dramáticos del pasado, su modo de desenvolvimiento podría denominarse como reptante,
con lacondición de que de cara al futuro, no se puede excluir que haya las
convulsiones más fuertes o violentas: es decir, cuando se le acabe la gasolina
a la compleja maquinaria ahora
activamente anclada en la “administración de la crisis” y en el “desplazamiento”
más o menos temporal en que las crecientes contradicciones pierdan su fuerza…
[En este punto], se vuelve necesario
tejer algunas consideraciones generales sobre los criterios de una crisis estructural,
así como sobre las formas en que puede ser prevista su solución. En términos
más simples y generales, una crisis estructural afecta a la totalidad de un complejo social, en todas
las relaciones entre sus partes constituyentes
o subcomplejas, así como con otros complejos a los cuales esta vinculada. Al contrario,
una crisis no-estructural afecta sólo algunas partes del complejo en cuestión
y, así, no importando qué tan grave puede ser en lo que se refiere a las partes
afectadas, en tanto no puede poner en riesgo la sobrevivencia continua de la
estructura global.
Consecuentemente, el
desplazamiento de las contradicciones
sólo es posible cuando la crisis fuese parcial, relativa o internamente
administrable por el sistema, requiriendo solamente alteraciones -por muy importantes- dentro del propio
sistema relativamente autónomo. Justamente por eso, una crisisestructural pone
en cuestión la propia existencia del complejo global involucrado, postulando su
trascendencia y sustitución por
El mismo contraste se puede expresar
en términos de los límites que todo complejo social específico resulta
tener en su inmediatez, en determinado momento, cuando son comparados a
aquéllos más allá de los cuales no puede ir.
De este modo, una crisis
estructural no se refiere a los límites inmediatos, sino a los límites últimos
de una estructura global...” [Cita de la Sección 18.2.1 de Beyond Capital.
Edición en español Más allá del capital. Editorial, Hermanos Vadell, Venezuela,
2001.)un complejo alternativo
.De este modo, en un sentido
bastante obvio, nada puede ser más serio que la crisis estructural del modo de
reproducción sociometabólico del capital, que define los límites últimos del
orden establecido. Sin embargo, aunque profundamente grave en sus parámetros
generales de gran importancia, a juzgar por la apariencia, la crisis
estructural puede no parecer de importancia tan decisiva cuando es comparada a
las vicisitudes dramáticas de una crisis coyuntural mayor. Las “tempestades” a
través de las cuales las crisiscoyunturales se descargan son bastante
paradójicas, en el sentido de que, en su modo de desdoblamiento, ellas no sólo
se descargan (y se imponen), sino también se solucionan, dadas las circunstancias,
hasta donde sea viable. Ellas pueden hacer
eso precisamente por ser de carácter parcial, lo que no pone en cuestión, los
límites máximos de la estructura global establecida. Al mismo tiempo, sin
embargo, y por la misma razón, sólo pueden “resolver” los problemas
estructurales subyacentes hondamente arraigados
—que necesariamente tienen que hacerse valer una y otra vez en forma de
las crisis coyunturalesespecíficas— de una manera estrictamente parcial y, en
lo temporal, también sumamente limitada. Es decir, hasta que sobre el horizonte
de la sociedad se aparezca la siguiente crisis coyuntural.
Por el contrario, en vista de la
naturaleza inevitablemente compleja y prolongada de la crisis estructural, que
se desenvuelve en el tiempo histórico en un sentido epocal y no
episódico/instantáneo, lo que decide el punto es la interrelación acumulativa
de la totalidad, aun bajo la falsa
apariencia de “normalidad”. Es así porque en la crisis estructural todo está en
juego, incluidos los últimos límitesomniabarcantes del orden establecido, del
cual ya no es posible queexista una instancia en particular
“simbólica/paradigmática”. Si nocomprendemos las conexiones e implicaciones
sistémicas generalesde los eventos y desarrollos específicos, perderemos de
vista loscambios realmente significativos y las correspondientes palancas para una
potencial intervención estratégica que los afecte de manerapositiva, en pro de
la necesaria transformación sistémica. Nuestraresponsabilidad social, por
consiguiente, exige tener una concienciaincondicionalmente crítica de la interrelación
acumulativa que va surgiendo, en lugar
de andar buscando garantías reconfortantes en el mundo de la normalidad
ilusoria hasta que la casa se nos derrumbesobre nuestras cabezas.
Es necesario enfatizar aquí que,
por casi tres décadas después de la
segunda guerra mundial, la expansión económica desarrollada en los países capitalistas
dominantes generaron la ilusión, incluso hasta en algunos intelectuales de
izquierda, de que la fase histórica de “capitalismo en crisis” había sido
superada, dando lugar a lo que ellos problema citando algunos pasajes del
trabajo de uno de los mayores intelectuales del siglo XX, Jean-Paul Sartre, por
quien, como ustedes saben por mi libro sobre Sartre, tengo la más elevada consideración.
Sin embargo, el hecho es que la adopción de la noción de
que, superando el “capitalismo en crisis” y convirtiéndose en “capitalismo avanzado”
el orden establecido creó grandes dilemas para Sartre. Eso es aun más
significativo, porque nadie puede negar la búsqueda completamente
comprometida de Sartre por una solución emancipatoria viable, ni su gran integridad
personal. En relación a nuestro problema, tenemos que recordar que, en la
importante entrevista dada al grupo Manifiesto Italiano –después de esbozar su concepción de las
implicaciones insuperablemente negativas de su propia categoría explicativa de
la institucionalización inevitablemente perjudicial de lo que él llamaba el
“grupo en fusión”, en su Crítica de la Razón Dialéctica–, él tuvo que llegar a
la penosa conclusión de que: “en cuanto reconozco la necesidad de una organización, debo confesar que no veo cómo
los problemas que confrontan cualquier estructura
estabilizada puedan ser resueltos” (Entrevista publicada en The Socialist
Register, 1970, p. 245). llamaron
“capitalismo organizado avanzado”. Quiero ilustrar esteAquí la dificultad
reside en que los términos del análisis social de
Sartre son establecidos de tal
modo que los distintos factores y correlaciones que en la realidad
forman parte del todo, constituyendo diferentes facetas fundamentalmente del mismo complejo societario, son descritos por
él en la forma de dicotomías y oposiciones de lo más problemáticas,
generando así dilemas insolubles y una
derrota inevitable para las fuerzas sociales emancipatorias.Esto se muestra
claramente en el diálogo entre el grupo Manifiesto y
Sartre:
“Manifiesto: ¿en qué bases precisas
se puede preparar una alternativa revolucionaria?
Sartre: Repito, más en la base de la “alienación” que la de “necesidades”. En resumen, en la reconstrucción
de lo individualy de la libertad – la necesidad de ella es tan urgente que
hasta las técnicas de integración más refinadas no pueden permitirse no
tomarlas en cuenta.
Así, Sartre, en su evaluación
estratégica de cómo superar el carácter opresor de la realidad capitalista, construye una oposición totalmente
insustentable entre la “alienación” de
los trabajadores y sus “necesidades”
supuestamente satisfechas, tornando, por tanto, más difícil de prever un
resultado positivo prácticamente viable. Y aquí el problema no reside
simplemente en darle credibilidad en exceso a la explicación sociológica
extremadamente superficial, entonces en boga, de las llamadas “técnicas refinadas de integración”, en lo que se refiere a los trabajadores. Por desgracia, es mucho más grave que esoEn
verdad, el problema realmente perturbador en juego es la evaluación de la
viabilidad del propio “capitalismo avanzado”
y el postulado asociado de “integración” de la clase trabajadora, que
Sartre comparte en esta ocasión, en gran medida, con Herbert Marcuse.
En la actualidad, la verdadera
cuestión es que, al contrario de la cuestión indudablemente viable de algunos
trabajadores específicos en el orden capitalista, la clase obrera –la
antagonista estructural del capital– representando la única alternativa
hegemónica históricamentesustentable al sistema del capital – no puede ser integrada a la estructura
explotadora y alienante de reproducción societaria del capital. Lo que torna
eso imposible es el antagonismo
estructuralsubyacente entre capital y trabajo, que emana, como una necesidad inevitable,
de la realidad de clase de dominación y
subordinación antagónicas.
En este discurso, ni siquiera una
mínima plausibilidad del tipo de una alternativa falsa, a la manera de
Marcuse/Sartre, entre alienación continua y “necesidad satisfecha” es “establecida” con base en la compartimentación descarrilante de indeterminaciones estructurales globalmente
arraigadas e insustentables del capital – sobre la cual se basa necesariamente
la viabilidad sistémica elemental del único orden sociometabólico reinante del
capital – en la forma de separación extremadamente
problemática del “capitalismo avanzado” de las llamadas “zonas marginales” y
del “tercer mundo”. Como si el orden reproductivo
del postulado “capitalismo avanzado” pudiese sustentarse por algún periodo de
tiempo, e incluso indefinidamente en el futuro, sin la explotación existente de
las mal comprendidas “zonas marginales” y del “tercer mundo” dominado por el
imperialismoSe hace necesario citar aquí, de modo íntegro, el pasaje relevante
en que esos problemas son explicados detalladamente por
Sartre. La parte en cuestión de esa esclarecedora
entrevista es la
siguiente:
“El capitalismo avanzado, en lo
que se refiere a la conciencia de su propia condición, y a pesar de las enormes
desigualdades en la distribución de la renta, consigue satisfacer las necesidades
elementales de la mayoría de la clase trabajadora –faltando, naturalmente, las zonas marginales, 15 por ciento de trabajadores en los Estados
Unidos, los negros y los inmigrantes; faltando
los viejos, faltando, en escala
global, el tercer mundo.
Sin embargo, el capitalismo
satisface ciertas necesidades primarias y también satisface ciertas necesidades
que creóartificialmente: por ejemplo, la
necesidad de un carro. Fue esa situación lo que me llevó a revisar mi
“teoría de las necesidades”, una vez que esas necesidades no están más, en una
situación de capitalismo avanzado, en oposición sistemática al sistema. Al contrario,
se tornan, parcialmente, bajo el control del sistema, un instrumento de integración del proletariado en ciertos
procesos producidos y dirigidos por la ganancia. El trabajador se agota para
producir un carro y para ganar lo suficiente para adquirir uno; esa adquisición le da la
impresión de haber satisfecho una necesidad. El sistema que lo explota le
impone al mismo tiempo una meta y la posibilidad de alcanzarla. La conciencia
del carácter intolerable al sistema no debe más, por tanto, ser buscada en la
imposibilidad de satisfacer necesidades elementales, sino, sobretodo, en la
conciencia de la alienación –en otras palabras, en el hecho de que esta vida no
vale la pena ser vivida y no tiene sentido,
que ese mecanismo es un mecanismo engañoso, que esas necesidades son
artificialmente creadas, que ellas son falsas, que ellas son extenuantes, y
sólo sirven a la ganancia. Pero unir la clase con base en esto es aun más
difícil” Si aceptamos esa caracterización del orden “capitalista avanzado” al
pie de la letra, en este caso, la tarea de producir una conciencia
emancipatoria no es sólo “más difícil”, sino casi imposible.
Pero el fundamento dudoso a través del cual podemos
llegar a una conclusión apriorística, imperativa y tan pesimista – prescribiendo de lo alto de esa “nueva
teoría de las necesidades” el abandono por los trabajadores de sus “necesidades
artificiales adquisitivas”, ejemplificadas por el automóvil, y su sustitución
por el postulado completamente abstracto que pone para ellos que “esta vida no
vale la
pena ser vivida y no tiene
sentido” (un postulado noble, pero antes abstracto e imperativo, y
efectivamente negado, en la realidad, por la evidente necesidad de los miembros
de la clase trabajadora de asegurar las condiciones de su existencia
económicamente sustentable) – es tanto la aceptación de un conjunto de
afirmacionestotalmente insustentables como la
omisión igualmente insustentablede algunas partes
vitales determinantes del sistema del capital realmente existente en su
crisis estructural históricamente irreversible.
Para empezar, es extremadamente
problemático hablar sobre “capitalismo avanzado” – cuando el sistema del
capital como modo de reproducción sociometabólica se encuentra en su fase declinante de desarrollo histórico y,
por tanto, es sólo capitalisticamente
avanzado, mas no en ningún otro sentido, siendo, entonces, capaz de sustentarse
sólo de un modo más destructivo y, por
tanto, en último análisis,
autodestructivo. Otra afirmación: la caracterización de la aplastante
mayoría de la humanidad – en la categoría de pobreza, incluyendo los “negros y
los inmigrantes”, los “viejos” y, “en escala global, el tercer mundo” – como pertenecientes a las “zonas marginales”
(en afinidad con los “excluidos” de Marcuse), no es menos insustentable. En
realidad, es el “mundo capitalista avanzado” queconstituye el margen
privilegiado totalmente insustentable del sistema global desde hace mucho tiempo,
con su inhumana “negativa elemental de la necesidad” para la mayor parte del
mundo, y no lo que hace mucho tiempo, es descrito por Sartre en su entrevista
al Manifiesto como las “zonas marginales”. Lo que dice respecto a los Estados
Unidos de América, el margen de pobreza es muy disminuido,como si fuera un mero
15 por ciento. Además de ello, la caracterización de los automóviles de los
trabajadores solamente como simples “necesidades artificiales”, que sólo sirven
a la ganancia, no puede ser más unilateral. Al contrario de muchos
intelectuales, ni siquiera aquellos trabajadores relativamente ricos, sin
hablar de los miembros de la clase trabajadora como un todo, tienen el lujo de
encontrar su local de trabajo al lado de su cuartoAl mismo tiempo, al lado de
las omisiones espantosas, algunas de las contradicciones y fracasos
estructurales más graves están faltando en la descripción sartreana del
“capitalismo avanzado”, virtualmente vaciando el significado de todo el
concepto.
En este sentido, una de las
necesidades más importantes sin la cual ninguna sociedad -pasada, presente o
futura- podría sobrevivir, es la necesidad de trabajo. Tanto para los individuos productivamente
activos –incluyendo todos ellos en un
orden social completamente emancipado
– como para la sociedad en
general, en su relación históricamente sustentable con la naturaleza. El necesario
fracaso en solucionar ese problema estructural fundamental, que afecta todas
las categorías de trabajo, no solo en el “tercer mundo”, sino hasta en los
países más privilegiados del capitalismo avanzado, con su desempleo peligrosamente
creciente, constituye uno de los límites absolutos delsistema del capital en su
integralidad. Otro grave problema que enfatiza la inviabilidad histórica presente
y futura del capital es su transformación desastrosa en dirección a los
sectores parásitos de la economía – como la especulación aventurera productora
de crisis que incomoda (como una cuestión de
necesidad objetiva a menudo erróneamente como fracaso personal irrelevante)
al sector financiero y la fraudulencia
institucionalizada, íntimamente asociada a él – en contraposición a las ramas productivas de la vida
socioeconómica requeridos para la satisfacción de la genuina satisfacción de la necesidad humana. Esa es una transformación que sobresale en nítido
contraste amenazador con la fase creciente del desarrollo histórico del
capital, cuando el prodigioso dinamismo expansionista sistémico (inclusive la revolución
industrial) se debía predominantemente a las realizaciones productivas socialmente
viables y mucho más intensas. Tenemos que añadir a todo ello las cargas
económicas masivamente despilfarradoras impuestas a la sociedad de manera autoritaria
por el Estado y por el complejo militar/industrial – con la industria de armas
permanente y las guerras correspondientes–,
como parte integral del perverso “crecimiento económico” del
“capitalismo organizado avanzado”. Y para mencionar solo una más de las implicaciones catastróficas del desarrollo sistémico
del capital “avanzado”, debemos tener en mente la transgresión ecológica global devastadora de nuestro modo de reproducción
sociometabólico no mas sustentable en el mundo planetario finito, con la
explotación voraz de los recursos materiales no renovables y la destrucción
cada vez más peligrosa de la naturalezaDecir todo ello, no es “ser prudente
después del acontecimiento”. En la misma ocasión en que Sartre dio la
entrevista al Manifiesto, yo escribí que “Otra contradicción básica del sistema
capitalista de control es que él no puede separar ´avance´ de destrucción, ni ´progreso´ de desperdicio –
por más catastróficos que sean los resultados.
Cuanto más descubre la fuerza productiva, más desencadena el poder dedestrucción;
y cuanto más amplía el volumen de producción, más debe enterrar las montañas de
basura sofocante. El concepto de economíaes radicalmente incompatible con la
´economía´ de producción de capital, que, por necesidad, empeora aun más las
cosas, primero agotando con desperdicio voraz los recursos limitados de nuestro planeta, y agravando aun más el resultado contaminando
y envenenando el medio ambiente humano con sus residuos y efluentes producidos
en masa”. (Isaac Deutscher Memorial Lecture,
The Necessity of Social Control, delivered at the London School of Economics
on January 26, 1971.)
De ese modo, las afirmaciones problemáticas
y las omisiones de importancia seminal de la caracterización de Sartre del
“capitalismo avanzado” debilitan mucho el poder de negación de su discurso libertario.
Su principio dicotómico que repetidamente defiende con la
“irreductibilidad del orden cultural al orden natural” se encuentra siempre a
la búsqueda de soluciones del “orden cultural”, en el nivel de la conciencia de
los individuos, a través del trabajo de “conciencia sobre conciencia” del
intelectual comprometido. Él recorre la idea de que la solución exigida estaría
en aumentar la “conciencia de la alienación”
– esto es, en términos de su “orden cultural” – al mismo tiempo
descartando la viabilidad de basar la estrategia revolucionariaen necesidad perteneciente
al “orden natural”. Necesidad material, esto es, la que se dice que ya cumplen
la mayoría de los trabajadores, y de cualquier manera constituyendo un
“mecanismo falso y engañoso” y un “instrumento de integración del
proletariado”.
Para estar seguro, Sartre se involucra
profundamente con el desafío de tornarse hacia la cuestión de cómo aumentar
“la conciencia del carácter intolerable del sistema”. Pero, como tema de consideración
inevitable, la propia primacía indicada como condición vital del éxito – el
poder de la “conciencia de la alienación” precisado por Sartre, necesitaría
ella misma de algún amparo objetivo. En caso contrario, más allá de la
debilidad de circularidad autorreferencial de la primacía indicada, la naturaleza imperativa de sus palabras “puede prevalecer
contra el carácter intolerable del
sistema” permanece predominante como una
defensa cultural noble, pero
ineficaz. En verdad, ello es
problemático hasta en los propios términos de referencia de Sartre, cuando, en
sus palabras bastante pesimistas, la necesidad es de derrotar la realidad tanto
material y culturalmente destructiva, como estructuralmente atrincherada “de
este miserable conjunto que es nuestro planeta”, con sus
“determinaciones horribles, feas y ruines, sin esperanza”.
Así, la cuestión primaria se
refiere respecto a la demostrabilidad o no del carácter objetivamente
intolerable del propio sistema. Pues, si la intolerabilidad demostrable del
sistema falta en términos sustantivos, como proclamado por la noción de
habilidad del “capitalismo avanzado”
para satisfacer las necesidades materiales excepto en las “zonas
marginales”, el “largo y paciente trabajo en
la construcción de la conciencia” abogado por Sartre permanece casi
imposible. Es ese conocimiento básico objetivo que requiere ser (y, en verdad,
puede ser) establecido en sus propios términos integrales de referencia,
requiriendo la desmistificación radical de la creciente destructividad del
“capitalismo avanzado”. De modo que para ser capaz de superar la dicotomía
postulada entre orden cultural y orden natural, la “conciencia del carácter
intolerable del sistema” sólo puede ser construida en esa base objetiva – que incluye el sufrimiento causado
por el fracaso del capital “avanzado” de satisfacer hasta las necesidades
elementales de alimentación, no sólo en
las “zonas marginales”, sino para incontables millones, como claramente ha sido
evidenciado en los motines por alimento en muchos países.
En su fase ascendente,
afirmaba con éxito sus realizaciones productivas con base en su dinamismo expansionista interno hasta ahora
sin el imperativo de un esfuerzo monopolista/imperialista de los países
capitalisticamente más avanzados para la dominación mundial militarmente
asegurada. Con todo, por la circunstancia históricamente irreversible de entrar
en la fase productivamente descendente, el sistema del capital se torna inseparable
de la necesidad de un aumento constante de expansión militarista/monopolista y
la ampliación de su base estructural, cuidando en el tiempo debido del plano
productivo interno, el establecimiento y la operación criminalmente
destructiva/devastadora de una
“industria de armas permanente”,
conjuntamente con las guerras necesariamente a ella asociadas. De hecho,
mucho antes de la deflagración de la primera guerra mundial, Rosa Luxemburgo
identifico claramente la naturaleza de este desarrollo monopolista/imperialista
en el plano destructivamente productivo, escribiendo en su libro La Acumulación
de Capital sobre el papel de la producción militarista masiva que:
“El propio capital, en el fondo,
controla este movimiento automático y rítmico de producción militarista a
través de la legislatura y de la imprenta, cuya función es moldear a la llamada
´opinión pública´”. Es por eso que esta rama específica de acumulación
capitalista parece, en principio, capaz de una expansión infinita”.
En otro respecto, el creciente
despilfarro de energía y recursos estratégicos de material vital trajo consigo
no sólo la siempre y más destructiva articulación
de las autoafirmativas determinaciones estructurales del capital en el
plano militar (por la “opinión pública” legislativamente
manipulada y nunca siquiera investigada, cuanto mas propiamente regulada), pero
también en lo que se refiere a la creciente invasión destructiva en la
naturaleza por la expansión del capital.
Irónicamente, pero de ningún modo
sorprendentemente, esa vuelta del desarrollo histórico regresivo del sistema del
capital en cuanto tal, trajo consigo algunas consecuencias amargamente negativas
para la organización internacional del trabajo.
En verdad, esa nueva articulación
del sistema del capital en el último tercio del siglo diecinueve, con su fase
imperialista monopolista inseparable de su ascendencia global plenamente ampliada,
abrió una nueva modalidad de dinamismo expansionista (demasiado antagónico y
fundamentalmente insustentable) con el aplastante beneficio de sólo algunos
países imperialistas privilegiados, aplazando así “el momento de la verdad” que
acompaña a la crisis estructural
inevitable denuestro propio tiempo. Este tipo de desarrollo imperialista
monopolista dio un impulso importante hacia la posibilidad de expansión del
capital y acumulación militaristas, cualquiera que fuese el precio a pagarse en
su debido tiempo por la destructividad cada vez más intensa de este nuevo
dinamismo expansionista. En verdad, el dinamismo monopolista militarmente
estructurado, tuvo que asumir la forma de las dos devastadoras guerras
mundiales, bien como de la aniquilación total de la humanidad implícita en una
potencial tercera guerra mundial, además
de la peligrosa destrucción actual de la naturaleza que se torno evidente en la
segunda mitad del siglo veinte.
En nuestros días, estamos experimentando
la profunda crisis estructural del sistema del capital. Su destructividad es
visible en todas partes, y no da señales de disminución. En relación al futuro,
es crucial saber cómo conceptualizar la naturaleza de la crisis con el fin de prever
su solución. Por el mismo motivo, se hace necesario rexaminaralgunas de las
principales soluciones pensadas en el pasado. Aquí no es posible hacer más que
mencionar, con una concisión estenográfica, los abordajes contrastantes que
fueron ofrecidos, indicando al mismo tiempo, lo que en los hechos les
acontecióPrimero, tenemos que recordar que fue mérito del filósofo liberal John
Stuart Mill tejer consideraciones sobre qué tan problemático sería el
interminable crecimiento capitalista sugiriendo como solución para ese problema
“el estado estacionario de la economía”. Naturalmente, tal estado estacionario,
bajo la égida del sistema del capital, no pasaría de una ilusión, porque es enteramente
incompatible con el imperativo de expansión de capital y acumulación. Hasta hoy
mismo, cuando tamaña destrucción es causada por el crecimiento inadecuadoy por
la más despilfarradora distribución de nuestra energía vital y recursos
materiales estratégicos, la mitología del crecimiento es constantemente
reafirmada, siendo asociada al plan engañoso de “reducir nuestra nivel de carbono” hasta el año 2050, cuando
en realidad se está moviendo en la dirección opuesta. Así, la realidad del liberalismo
vino a ser la agresiva destructividad del neoliberalismo.
Suerte semejante afectó a la
perspectiva social demócrata. Marx formuló claramente sus advertencias sobre
este peligro en su Crítica del Programa
de Gotha, pero ellas fueron totalmente ignoradas. Aquí, también, la
contradicción entre el prometido “socialismo evolutivo” bernsteniano y su
realización en todas partes se tornó flagrante. No sólo en virtud de la
capitulación de los partidos social demócratas y de los gobiernos al cebo de
las guerras imperialistas, sino también por la transformación de la social
democracia en general – incluso el “Nuevo laborismo” británico – en versiones más o menos abiertas del neoliberalismo,
abandonando no sólo la “vía del socialismo evolutivo”, sino hasta la otrora
prometida implementación de la reforma social significativa.
Además de ello, una solución muy
prometida para las repulsivas desigualdades del sistema del capital fue la
prometida difusión en el mundo entero del
“Welfare State”, después de la segunda guerra mundial. Entre tanto, la
prosaica realidad de esa pretendida conquista histórica se tornó no sólo
fracaso absoluto en la institución del Welfare State en cualquier parte del llamado
“Tercer Mundo”, si no aun liquidación actual de las relativas conquistas del
Welfare State – en la esfera de la seguridad social, servicio de salud y
educación –, hastaen el pequeño papel de
países capitalistas privilegiados en que ellas fueron instituidas.
Y, es claro, no podemos
desconsiderar la promesa de realizar la fase más elevada del socialismo (por
Stalin y otros) a través de la derrota y
abolición del capitalismo. Trágicamente, siete décadas después de la Revolución
de Octubre, la realidad se convirtió en la restauración del capitalismo de una
forma neoliberal regresiva en los países de la antigua Unión Soviética y del
Este europeo.
El denominador común de todas esas
tentativas fracasadas – a pesar de sus diferencias principales – es que todas
ellas intentaronalcanzar sus objetivos
dentro de la base estructural del orden sociometabólico establecido. No
obstante, como penosas experiencias históricas nos enseñan, nuestro problema no
es simplemente “la derrota del
capitalismo”. Así, a medida que ese objetivo pueda ser alcanzado, con
certeza será apenas una realización inestable, porque todo lo que puede
ser destruido puede también ser restaurado.
La verdadera - y mucho más difícil – cuestión es la necesidad de transformación
estructural radical. El sentido palpable
de tal transformación estructural es la completa
erradicación del propio capital del proceso sociometabólico.
En otras palabras, la
erradicación del capital del proceso metabólico de la reproducción
societaria. El capital en sí mismo es un
modo general de control; lo que significa
que él lo controla todo y lo implosiona como un sistema de control reproductivo
de la sociedad. Consecuentemente, el capital en cuanto tal no puede ser
controlado en ninguno de sus aspectos. Todas las tentativas de medidas y
modalidades para “controlar” las distintasfunciones del capital en una base duradera
fallaron en el pasado.Teniendo en cuenta su incontrolabilidad estructuralmente
arraigada –lo que significa que no hay poder concebible dentro de la base estructural del propio
sistema del capital por medio del cual el propio sistema pueda ser sometido a
un control duradero. El capital debe ser completamente erradicado. Este es el
significado central del trabajo de toda la vida de Marx.
En nuestros días, la cuestión
del control – por medio de la
institución de transformación
estructural en respuesta a la profundización de nuestra crisis estructural – se
está tornando urgente no sólo en el sector financiero, debido al
desperdicio de billones de dólares, sino
en todo lugar. Las principales revistas financieras capitalistas se quejan de
que “China está sentada en tres billones de dinero en efectivo”, idealizando
una vez más soluciones para “el mejor uso de aquel dinero”. Pero lo que verdaderamente hace pensar seriamente es que
la agravante deuda total del capitalismo llega a diez veces más que la cantidad
de dólares no utilizados de China.
Además de ello, aunque la inmensa
deuda actual pudiese ser, de algún modo, eliminada, aunque nadie sepa cómo, la
verdadera pregunta sería: cómo fue
generada, en primer lugar, y ¿cómo se puede
asegurar que no será nuevamente generada en el fututo? Es por eso que la dimensión productiva del sistema – a saber,
la propia relación del capital – es que debe ser fundamentalmente transformada
con el fin de superar la crisis estructural a través de la transformación
estructural adecuada.
La dramática crisis financiera
que experimentamos en los últimos tres años es sólo un aspecto de la trifurcada destructibilidad del sistema
del capital.
(1) en la esfera militar, con las
interminables guerras del capital desde el inicio del imperialismo monopolista
en las décadas finales del siglo diecinueve, y sus más devastadoras armas de destrucción
masiva en los últimos sesenta años;
(2) la intensificación, a través
del evidente impacto destructivo del capital en la ecología, afectando
directamente y colocando en riesgo el fundamento natural elemental de la propia
existencia
humana, y
(3) en el dominio de la
producción material y de desperdicio cada vez mayor, debido al avance de la
“producción destructiva”, en lugar de la otrora alabada “destrucción creativa”
o “productiva”. Estos son los graves
problemas sistémicos de nuestra crisis estructural
que sólo pueden ser solucionados por una completa transformación estructural.
Traducción Libre elaborada por:
Centro de Estudios y Análisis
Materialista - Ernesto Che Guevara.
México, octubre 2012.
Contacto: cedam.ecg@gmail.com
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