Javier Payeras
En las calles de Guatemala reptamos sin crecer, porque crecer significa morir.
En las calles de Guatemala hay una escarcha de resignación que nunca se derrite.
En las calles de Guatemala un chico de quince le dispara a una abuela de sesenta.
En las calles de Guatemala hay un vendedor de algodones de azúcar frente a la escena del crimen.
En las calles de Guatemala sicarios y oficinistas comen en la misma carretilla de hot dogs.
En las calles de Guatemala los buses se quedan sin piloto. En las calles de Guatemala los grafiti dicen todo, pero a nadie le interesa.
En las calles de Guatemala suceden milagros que se pierden en el ruido.
En las calles de Guatemala los altoparlantes le piden a Dios que no se vaya.
En las calles de Guatemala los niños le sacan brillo a los zapatos de los ministros.
En las calles de Guatemala el dolor ya no nos devuelve nada.
En las calles de Guatemala las vallas publicitarias nos bloquean el cielo.
En las calles de Guatemala los pájaros se estrellan contra las campanas de las iglesias.
En las calles de Guatemala los puentes tienen cercos para que nadie salte de ellos.
En las calles de Guatemala la sirena de una ambulancia separa el mar rojo de la hora pico.
En las calles de Guatemala los diarios envuelven la carne roja de los mercados.
En las calles de Guatemala las victorias se saludan con cohetillos calibre cuarenta y cinco.
En las calles de Guatemala los muros son altos e imposibles de saltar.
En las calles de Guatemala la poesía se derrite sin finalizar su camino.
En las calles de Guatemala quedan volcanes de ropa sin gente.
En las calles de Guatemala no se respira sino se sangra.
En las calles de Guatemala la tristeza se abre por todos lados.
En las calles de Guatemala estas palabras pasarán hoy directo al olvido.
En las calles de Guatemala nos gritamos todo y no podemos decirnos nada.
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