Marruecos: la gestión espacial del conflicto social y político
Amin Alsaden
2 de diciembre 2012, Sin Permiso
Cuando se considera la ola de revueltas que sacudieron el mundo árabe recientemente, también conocida como la "primavera árabe", Marruecos es a menudo percibido como una excepción a la regla. El perfil socio-político del país hizo que muchos creyeran que era sólo cuestión de tiempo que las masas descontentas salieran a las calles y derrocaran a un régimen que ha monopolizado el gobierno durante décadas y al que se puede culpar de los males del país. Sin embargo, Marruecos ha sobrevivido a los disturbios y su liderazgo parece hoy ser tan fuerte como siempre. Se suele explicar aludiendo a las promesas de reforma política que el rey Mohammed VI anunció poco después de que empezasen los disturbios regionales. Esta narrativa, aunque certera, no refleja con exactitud la relación que existe entre el correoso régimen y el país en general. Otros factores, tales como la espacialidad del país (que abarca el abanico de territorios físicos desde los espacios inhabitables hasta la infraestructura de apoyo), y cómo el régimen la produce, controla, y remodela, pueden ayudar a explicar mejor la presunta estabilidad del statu quo político.
Diversas tradiciones intelectuales, como la filosofía, la sociología, la geografía y la antropología han prestado en las últimas décadas una especial atención a la construcción de la espacialidad. Consideran este enfoque un área válida de análisis, utilizado no sólo para revelar cómo factores sociopolítico dan forma y producen ambientes humanos, sino que también se emplea en el examen de las jerarquías, diferenciaciones, exclusiones y otras relaciones y significados construidos e inscritos (tanto física como metafóricamente) dentro de esos entornos. Los estudios recientes sobre Marruecos - y el Medio Oriente en general - ha pasado por alto las prácticas espaciales en la comprensión de la situación actual, dejando en el aire, sin embargo, muchas preguntas importantes acerca de las complejas dinámicas nacionales y regionales contemporáneas. Es necesario prestar una especial atención a la cuestión del espacio hoy en Marruecos, sobre todo a raíz de las revueltas árabes, si se quiere comprender el delicado equilibrio del país.
Aunque esta artículo intentará explicar a grandes rasgos la relación entre la espacialidad de Marruecos y los levantamientos locales que, tras surgir desde 2011, han ido decayendo, su principal preocupación no es el espacio de la disidencia en sí mismo. No nos interesa investigar la relación directa entre las calles o las principales plazas públicas, como el equivalente marroquí de la Plaza Tahrir de El Cairo, y por qué las protestas tuvieron lugar, o no (si un levantamiento masivo iba a triunfar, cualquier espacio hubiera sido apropiado, y sólo la violencia bruta hubiera podido disuadir a la multitud). La relación entre el espacio y la disidencia debe ser entendida de manera diferente, sobre todo en Marruecos. La investigación que nos ocupa se centra en las grandes narraciones que han logrado disuadir preventivamente los disturbios. Se centra en los aspectos de la espacialidad del país a los que se suele prestar poca atención: grandes iniciativas, penetrantes y envolventes, que se considera que mejoran lo viejo y traen lo nuevo. Aspectos que a menudo se pasa por alto, ya sea porque son pensados en términos positivos, incluso por los marroquíes, o porque son tan gigantescos en escala, literalmente abarcan todo el país, que en algunos casos, el análisis académico tiene dificultades para relacionarse con acontecimientos más localizados y aislados. Mi ambición es arrojar algo de luz sobre estos aspectos generales del medio físico, tal vez banales, de Marruecos, en los que, tras un examen, las tácticas espaciales del estado son más evidente y más eficaces.
Pero antes de preguntarnos por ese espacio, es necesario un pequeño desvío para evaluar la relación de Marruecos con los levantamientos regionales, y el papel que la nueva constitución ha desempeñado en los acontecimientos recientes y en la justificación de la continua estabilidad del país.
Las reformas y la estabilidad
Marruecos puede considerarse una excepción a la "primavera árabe", pero no puede ser aislado de su contexto. Como se insinuó anteriormente, las protestas tuvieron lugar, como era previsible. El llamado posteriormente “Movimiento 20 de febrero" movilizó con éxito a principios de 2011 a los ciudadanos marroquíes en decenas de ciudades de todo el país. Las reivindicaciones de los organizadores giraron en torno a los derechos civiles y políticos, y oscilaron entre llamamientos a mayor libertad, igualdad y democracia, el fin de la corrupción y la opresión, y la denuncia de la represión policial. Los manifestantes también expresaron preocupaciones más pragmáticas, exigiendo mejoras en la educación y la sanidad y soluciones al problema de la vivienda, así como medidas para reducir el desempleo, proteger los derechos laborales, y controlar la inflación de los precios de los bienes básicos [1] . El movimiento encontró eco en la vida de muchos marroquíes, y sumo tal cantidad de seguidores que, por un momento, el destino del régimen parecía incierto. Pero el gran impulso inicial y el entusiasmo popular que generó pronto se disiparon. El Rey, días después del estallido de las primeras protestas organizadas el 20 de febrero , sorprendió a todo el mundo tomando la iniciativa, reconociendo las reivindicaciones de los manifestantes, y prometiendo reformas constitucionales sustantivas. Esta decisión suele interpretarse como prueba del astuto ingenio del monarca marroquí y el Majzen (un auténtico gobierno en la sombra, un órgano no oficial de poderosos cortesanos que impregnan todos los órganos esenciales del estado), que actuaron preventivamente y con rapidez para evitar cualquier posibilidad de que una rebelión importante hubiera puesto en peligro al propio régimen.
La "primavera árabe", llegó a Marruecos, por supuesto. Los eventos aquí descritos no hubieran podido ocurrir si no fuera por la cobertura diaria de los que estaban teniendo lugar en Egipto por canales de televisión árabes como Al-Jazeera. Más importante aún, los jóvenes iniciadores del Movimiento 20 de febrero no se hubiera atrevido a continuar su campaña sin el ejemplo de la reciente caída del régimen de Ben Ali en Túnez, un país que los marroquíes sienten culturalmente más cercano. El distinto resultado de la “primavera marroquí” hasta la fecha – porque se trata de un proceso abierto - a menudo se justifica con el hecho de que el Rey eligió, aparentemente al menos, negociar y hacer concesiones. Su postura fue tomada en serio por el público, como lo evidencia el disminuido interés popular en las manifestaciones posteriores, a la espera de las reformas prometidas. La reforma de la Constitución marroquí fue finalizada y publicada unos meses más tarde; sin embargo, su lectura ha llenado de razones para el cinismo.
Tal vez uno de los cambios más importantes de la reforma es que el Rey renunció a su derecho divino al trono, lo que significa que, al menos en teoría, que ya no es legalmente blasfemo dudar de la legitimidad de la monarquía. La Constitución establece simultáneamente, sin embargo, que el Rey sigue siendo el comendador de los creyentes de Marruecos, lo que da al monarca la última palabra en los asuntos religiosos y control sobre los sermones de los viernes en las mezquitas de todo el país. La Constitución va más allá, al señalar en otra parte que es ilegal cuestionar el sistema monárquico y violar el carácter sagrado de la persona del Rey. Por otra parte, el rey sigue siendo el jefe del Consejo Supremo de Ulemas, preside la Autoridad Superior de la Judicatura, y el recién creado Consejo Supremo de Seguridad (de hecho, el control de los aparatos militares, de seguridad, e inteligencia del país). El Rey, como establece la nueva Constitución, puede disolver el parlamento siempre que lo desee, nombrar a la mitad de los miembros del Tribunal Constitucional, y declarar el estado de emergencia nacional. Así, en resumen, la nueva Constitución garantiza que el poder, en última instancia, queda en manos del monarca, mientras que al gobierno electo le toca lidiar el difícil proceso político y satisfacer las expectativas y reivindicaciones de una población exasperada.
Sin embargo, cinismos aparte, la nueva Constitución también promete una serie de reformas que deben ser analizadas. El primer ministro ya no será nombrado por el Rey, sino que es un funcionario público elegido, dotado de la facultad de designar a los miembros del gobierno. Además, la nueva Constitución reconoce la libertad de expresión y de manifestación. Se compromete a defender los derechos humanos universales, procesos electorales libres y honestos, y la igualdad entre los sexos. Promueve la gestión transparente y responsable. Promete que el Estado hará todo lo posible para garantizar a los ciudadanos una vivienda digna, seguridad social, educación moderna, acceso a servicios de salud y oportunidades de empleo, entre otros derechos y privilegios recogidos en el documento. La lista de garantías puede ser criticada como retórica y vaga, sin posibilidad real práctica, pero la Constitución reformada recoge ambiciones nobles, y describe los pasos de una transición posible hacia un sistema de gobierno más democrático.
Este análisis de la nueva Constitución, tal vez un poco largo para un artículo más preocupado por las prácticas espaciales en Marruecos, es necesario como respuesta a quienes creen que la estabilidad actual puede ser explicada por la adopción de dicho documento y las reformas que promete. Esta muy lejos de ser el caso. El problema de la nueva Constitución es precisamente el carácter abierto de las posibilidades que ofrece (y lo mismo ocurre con el análisis político que le acredita la actual estabilidad política del país). La verdad es que la nueva Constitución es ambigua en el mejor de los casos en relación con las reivindicaciones de los manifestantes del 20 de febrero. Recoge muchas aspiraciones, pero el gobierno aún no ha puesto en marcha los mecanismos e instituciones que las concreten y las hagan realidad. Y mucho menos ha hecho para empoderar a los actores políticos recién elegidos para realizar esas reformas.
Mucho también se han alabado los logros alcanzados por el Partido Justicia y Desarrollo (PJD) y su carismático líder Abdelilah Benkirane, el primer ministro de Marruecos no designado directamente por el Rey. A pesar de la popular ideología moderadamente islámica del PJD, y aunque el partido prácticamente ha dominado el proceso político en Marruecos desde las elecciones parlamentarias de 2011, queda por ver si los nuevos actores políticos tienen el poder suficiente y efectiva para lograr reformas reales. No sólo es prematuro evaluar la capacidad del PJD para poner en práctica las reformas prometidas en la nueva Constitución, también es muy dudoso que el partido vaya a conseguir mantener a raya la frustración popular por mucho tiempo.
La articulación popular de estas frustraciones no es nada nuevo en Marruecos, y el discurso en torno a los principales temas que la nueva Constitución se compromete a reformar ha estado en circulación desde hace varios años - no es necesariamente resultado de, o una reacción a, los violentos levantamientos de la "primavera árabe". Además de las tendencias políticas y económicas relativamente liberales - en comparación con el anterior rey - que Mohammed VI ha exhibido desde que llegó al trono, la presión pública ha aumentado gradualmente, aprovechando las nuevas libertades adquiridas desde la muerte de su infame padre. En Marruecos ha emergido una naciente sociedad civil en los últimos años que ha crecido con las reformas propugnadas previamente por la monarquía, Distintos grupos con agendas diversas han presionado a favor de reformas en varios frentes, como derechos humanos, laborales, corrupción, rendición de cuentas y desigualdad , entre otros. El discurso se hizo más audaz y la movilización pública cobró impulso tras los recientes acontecimientos regionales, en particular el colapso de los regímenes en Túnez y Egipto. Los recientes cambios constitucionales puede ser vistos, por lo tanto, como un pequeño paso en un proceso más largo: el calendario fue elegido estratégicamente, pero el contenido no sido una gran sorpresa.
No deseo descartar por completo la eficacia de las reformas en la estabilización del país: la nueva Constitución fue la respuesta inmediata a una situación potencialmente explosiva en 2011. La nueva reforma, y el momento, fueron fundamentales para aplacar a la opinión pública a raíz de los levantamientos regionales. Estas reformas, sin embargo, han de entenderse de otra manera: en primer lugar, como una continuación de un proceso ya en marcha, y en segundo lugar, por si mismas significan poco. Así pues, vuelta a la espacialidad, para comprender en qué otro lugar, sobre todo en el entorno físico que habitan las personas, se pueden localizar las tácticas estabilizadoras más eficaces del estado. La espacialidad de Marruecos puede dar testimonio de las políticas y las reformas anteriores a la publicación de la nueva Constitución: la espacial del país ha sido un resultado de, y ha sido moldeada en gran medida por, tales políticas.
Tácticas espaciales
La nueva Constitución por sí sola no puede justificar el actual statu quo en Marruecos, y una lectura que privilegia sólo los factores políticos en la comprensión del actual equilibrio de Marruecos es insuficiente. Hay que plantear una hipótesis alternativa. La monarquía marroquí evitó el destino de otros regímenes de la región, y el tumulto de la "primavera árabe" no sólo gracias a la introducción de enmiendas constitucionales que prometían reformas muy necesarias, sino también alterando la espacialidad del país para evitar la disidencia y fortalecer las bases de una estabilidad construida cuidadosamente. En todo Marruecos el espacio se revela como algo premeditado y orientado a largo plazo, un compromiso político con reformas más lentas y quizás más sostenibles.
La espacialidad del país cuenta una historia elocuente sobre el estado actual de las cosas. El gobierno marroquí viene gestionando desde hace varios años de forma inteligente el espacio a través de un doble enfoque que hace hincapié en la tradición y la modernización. Mientras que el primero es evidente en la conservación diligente de la arquitectura indígena, el segundo puede observarse en las inversiones privadas y públicas: las urbanizaciones privadas indican el optimismo de los inversores independientes sobre la estabilidad del estado y las perspectivas futuras del país, mientras que la construcción proyectos a gran escala enfatizan las prioridades de inversión del Gobierno. Ello proporciona una comprensión de la visión a largo plazo del régimen, y un ejemplo de cómo el Estado interacciona físicamente con la ciudadanía. En otras palabras, el delicado equilibrio contemporáneo de Marruecos es el resultado no sólo de declaraciones o decretos emitidos por el gobierno, sino de una serie de tácticas espaciales a largo plazo que afectan al público de una manera más inmediata y palpable que la mera retórica política. Unos pocos ejemplos del Marruecos contemporáneo puede ilustrar esta hipótesis, y se puede demostrar que, a pesar de que muchos proyectos realizados por el Estado proyectan eficazmente su visión, su parálisis podría poner en peligro el futuro del régimen. En lugar de ahondar en los detalles de un estudio caso por caso, vamos a abordar varios aspectos de la participación del Estado en la espacialidad de Marruecos: porqué actúa intencionadamente a gran escala, sacrificando su buena ejecución en aras de una apreciación general de su preocupación más amplia, que consiste en llamar la atención sobre la relevancia del espacio en la construcción de la realidad actual de Marruecos.
El espacio tradicional esta presente en todo Marruecos; el territorio está incrustado de joyas históricas, ejemplos exquisitos de arquitectura indígena, a veces abarcando medinas enteras. No es de extrañar que las ciudades del Magreb sigan siendo representantes, o tal vez las representaciones, de la idea orientalista de la llamada "ciudad islámica”: una categorización genérica de las ciudades árabes tradicionales del norte de África, que afirma que su composición espacial es la expresión sociológica de la fe islámica de sus habitantes. Esta relación es aprovechada por la monarquía marroquí, que emplea, en sintonía con el paisaje de la arquitectura indígena, entre otras estrategias, un complejo sistema de rituales y ceremonias estatales, estilos tradicionales, títulos y honores, con el fin de preservar una imagen construida en la que la monarquía no sólo es inseparable de la herencia islámica de la nación, sino también de los cimientos históricos de Marruecos. La tradición está consagrada en las prácticas cotidianas de la monarquía y la nación, reiterando constantemente que son una y la misma cosa.
Las ciudades imperiales - las antiguas capitales de las diversas dinastías marroquíes - juegan un papel importante en este relato, como se puede comprobar hoy más que nunca. Marrakesh, por ejemplo, ha sido renovada recientemente y su economía es cada vez más dependiente de las hordas de turistas que vuelan a su nuevo aeropuerto internacional de Menara para experimentar lo último en espectáculos orientalistas en el Magreb. La vieja medina ha sido objeto de una renovación masiva, y muchos de los monumentos importantes de la ciudad están en proceso de restauración,. Fez, por otra parte, conocida como la capital cultural y religiosa de Marruecos, está emblemáticamente atrapada en la historia y la vitalidad de la ciudad todavía gira en torno a su antigua medina pero la ciudad vieja no esta bien. Las autoridades locales están intentando preservarla desesperadamente, con ayuda de varias fundaciones de los Estados Unidos y la Unión Europea. Cuando se recorren los callejones de la ciudad se tropieza con estructuras de refuerzo, que dan apoyo a los viejos edificios al borde del colapso, dando la impresión de que sólo se está retrasando más que evitando las inminentes tragedias.
Tal vez el equilibrio entre tradicionalismo y modernización es más evidente en Rabat, la sede del gobierno. Uno de los vínculos más obvios con el pasado orquestado por la monarquía es Tour Hassan, un complejo histórico que ofrece una gran mezquita y el incompleto alminar medieval. El moderno mausoleo de Mohammed V y Hassan II, los antepasados inmediatos del monarca actual, se ha integrado en el complejo histórico, en un claro gesto que sugiere la continuidad sin fisuras de la realeza con el incompleto pero continuo proceso de construcción nacional de Marruecos. El papel de la monarquía como custodio y árbitro último de la tradición en Marruecos no sólo presta una legitimidad renovada, sino también impresión de permanencia, como la arquitectura que conserva rigurosamente.
Las redes modernas de comunicación y la nueva arquitectura cada vez más complementan el paisaje tradicional bien conservado de Marruecos. Esta fórmula cuidadosamente calibrada asegura que el país se moderniza sin alterar los hitos históricos que constituyen la columna vertebral de su identidad peculiar. Esta combinación de modernización y tradicionalismo recuerda discursos convencionales de construcción nacional que requieren al estado trabajar con diligencia en el mantenimiento de los restos de su historia y probar así la continuidad con el pasado y la inevitabilidad del momento actual como punto culminante de una larga narrativa nacional . Al mismo tiempo, el estado conecta distintas partes del país, en un intento de homogeneizar y centralizar el acceso a la ciudadanía. El proceso puede haber sucedido relativamente tarde en Marruecos, en comparación con otras naciones, pero sus síntomas son inconfundibles.
Los intentos de modernización son abundantes, y pueden verse sobre todo en los grandes centros urbanos. Los resultados son especialmente evidentes, como resultado de un largo período de relativa estabilidad en el país, junto con las recientes políticas económicas agresivamente liberales, muy favorables a la actividad constructora. Se ha inaugurado recientemente una red de carreteras que une ciudades marroquíes más importantes. La mayoría de las estaciones de tren en las grandes ciudades son nuevas o han sido recientemente renovadas. En Casablanca se está construyendo un sistema de tranvías (hace un año que está operativo en Rabat). También está prevista la construcción de una nueva Casa de la Opera en Casablanca. La importancia de las inversiones privadas es visible en los muchos edificios nuevos en toda la ciudad, y en los grandes complejos comerciales, como Marina Casablanca. Acaba de inaugurarse en Casablanca el primer centro comercial de tipo americano, con tiendas de las marcas internacionales de lujo. Estos proyectos son la señal de una intensa actividad e inversión económica en el país. Pero no carecen, sin embargo, de inconvenientes y controversias. En aras a la claridad, los actuales esfuerzos de modernización se pueden clasificar en privados o públicos. Pero a menudo se superponen en Marruecos, porque los mundos que describen están inextricablemente unidos en una compleja red de intereses creados, y los límites de la intervención del Estado (en particular, de la monarquía y sus compinches) son por lo general difíciles de marcar.
Cuando se trata de la inversión privada, las políticas económicas relativamente liberales de Marruecos han sido la característica distintiva de la interacción del estado con el crecimiento del país. Marruecos, a diferencia de muchos otros países árabes, casi nunca ha perseguido un modelo socialista en el que el Estado dirigía los aspectos más importantes del desarrollo nacional. Y ello se suele recordar con frecuencia, y se recoge en las recientes enmiendas constitucionales, en un lenguaje que define el papel del Estado, cuando se trata de bienes o servicios públicos, más como facilitador que como proveedor directo. Sin embargo, creer que la inversión privada es ajena a la vida política en Marruecos sería un error.
Incluso sin tener en cuenta la extensa red de corrupción y nepotismo, que garantiza importantes dividendos a las élites políticas en cada nuevo proyecto privado que se inicia en las ciudades marroquíes, el Estado influye en la empresa privada de varias formas. En Casablanca, por ejemplo, el corazón económico del país y su ciudad más poblada, la cantidad de nuevos edificios en construcción revela una sensación de excesivo optimismo sobre las perspectivas de futuro de Marruecos. Los promotores y especuladores privados no se atreverían a embarcarse en este tipo de proyectos sin calcular los de riesgo. Su actividad constructora, con estándares internacionales de calidad, esta motivada porque creen en la estabilidad del sistema político y son optimistas sobre el futuro previsible de Marruecos: un futuro , en otras palabras, que excluye cambios políticos radicales. Los inversores privados, por lo tanto, integran sus intereses en el marco de las ambiciones desarrollistas de la monarquía, plasmando su visión del país. En Marruecos, el Estado está implicado en la animación incluso de aquellos proyectos independientes que ocurren más allá de su control directo y actividad.
A pesar de este boom de la construcción, no todos los marroquíes comparten los beneficios de la inversión privada. La mayor parte de este proceso urbanizador está dirigido a la diáspora marroquí con dinero, que desea comprar propiedades en su país, y a los extranjeros, o a aquellos que pueden permitirse el estilo de vida que ofrecen los nuevos resorts, hoteles y edificios de apartamentos. Estos proyectos estimulan la economía y crean oportunidades de empleo para muchos trabajadores de la construcción marroquíes, pero su carácter de inversión de lujo excluye a la clase media. Aunque la mayoría de estos proyectos están integrados en la ciudad y no necesariamente aislados en comunidades cerradas, su precio es prohibitivo para ciertos sectores de la población, que no se pueden ser vistos en su interior. Puede haber hasta cierto punto un efecto de goteo hacia abajo, pero los beneficios de estos proyectos los cosecha principalmente la clase alta de la sociedad marroquí.
Si la construcción privada constituye un vínculo indirecto entre el estado y la composición espacial del país, la inversión pública sitúa en primer plano el impacto directo de las políticas estatales, y es la expresión de las orientaciones económicas o políticas del gobierno en la tercera dimensión. La mayoría de las obras públicas contemporáneas en Marruecos tienen truco, sin embargo. Por ejemplo, el nuevo sistema de trenes alta velocidad que el gobierno está construyendo presenta una paradoja desconcertante. El sistema propuesto, basado en el TGV de Francia, que está siendo construido y será operado por empresas francesas, conectará Casablanca con Rabat y Tánger, en la mitad de tiempo. La participación francesa es sólo uno de los motivos de la gran controversia que rodea a la inversión. Se dice que el Rey otorgó en 2007 el proyecto a las empresas francesas como un gesto político, y que el entonces presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, agradeció el favor en la ceremonia de inauguración alabando las recientes reformas democráticas de Mohamed VI. El debate más general que plantea el proyecto gira, sin embargo, en torno a si Marruecos lo necesitaba o era capaz de absorber dicha inversión. Grandes partes del país, particularmente en las zonas rurales donde vive la mitad de la población, siguen sin tren o acceso a la red básica de carreteras, lo que hace que dedicar un porcentaje tan considerable del presupuesto del país al tren rápido para mejorar la conexión ya existente entre las principales ciudades sea una opción más que cuestionable. El uso de una porción tan grande de los recursos financieros del país sitúa en primer plano otras áreas donde la inversión urgente es mucho más necesaria, como la asistencia sanitaria y el sistema educativo. Una campaña de oposición al proyecto, llamada "Stop TGV", ha ganado amplio apoyo en la sociedad civil en Marruecos. La campaña critica la lógica detrás del proyecto, y estima que las sumas invertidas en el nuevo sistema de trenes podrían haber sido utilizadas en su lugar para construir miles de escuelas rurales o decenas de hospitales. Sobre todo, a pesar de que la construcción del nuevo sistema de trenes de alta velocidad, y su funcionamiento posterior, crea oportunidades de empleo para los marroquíes, el proyecto debe ser evaluado por su objetivo, y al servicio de quién se construye. Si el precio de los billetes de tren del sistema actual es ya bastante caro para una gran parte de la población de Marruecos, es más que probable que los trenes de alta velocidad solo sean accesibles a los turistas extranjeros y los ricos, cuestionando la oportunidad de la inversión del gobierno.
Otro ejemplo de inversión pública es el nuevo sistema de tranvías de Casablanca. Las marcas de este nuevo proyecto, actualmente en curso, son visibles en varios puntos de la ciudad: la construcción de las nuevas vías del ambicioso sistema de transporte público se lleva a cabo a lo largo de varias calles, a través de muchas intersecciones y varias plazas. Se pueden ver los distintos segmentos del proyecto en distintos grados de progreso, desde la preparación del suelo inicial, a las paradas totalmente equipadas con barandillas, tejado y artefactos de iluminación exterior. Es así porque el proyecto está retrasado. La construcción de la primera línea del sistema, un segmento de 30 kilómetros que enlaza los barrios principales de Casablanca prestará servicio a un cuarto de millón de pasajeros al día, y debería haber estado listo en el año 2010 [2]. Pero el nuevo sistema ha provocado una gran cantidad de quejas de los vecinos por la larga duración de los trabajos de construcción y carácter disperso, que ha causado continuos atascos de tráfico por la obstrucción de varias calles en el centro de la ciudad. El proyecto se estancó por disputas políticas [3]. Al parecer, los diferentes actores políticos - que pertenecen a unos 38 partidos legalmente reconocidos - sabotean el progreso del proyecto para que sus oponentes no lo rentabilicen, por no hablar de los beneficios financieros asociados a los contratos. Algo parecido ocurrió con el nuevo teatro de la ópera propuesto por el alcalde de Casablanca, y el proyecto fue desechado antes de que viera la luz. Todo ello trae a primer plano una ironía inherente en muchos grandes proyectos públicos en Marruecos: a pesar de las críticas al férreo control de la monarquía, los marroquíes saben que importantes obras públicas con potenciales beneficios a largo plazo, como el tranvía de Casablanca, no se emprenderían, dada la cultura política actual, sin la implicación directa de la propia monarquía. Es decir, a pesar de que las acciones de la monarquía puede ser percibidas como hegemónicas, la falta de poder, el caos y la corrupción que caracterizan el ámbito político en el que actúan los cargos públicos implica que sólo esa hegemonía puede producir resultados efectivos. Ello mantiene la imagen de la monarquía como una autoridad patriarcal benevolente capaz de hacer las cosas cuando todo lo demás falla. Los cargos públicos elegidos democráticamente aún deben probar de lo que son capaces.
El hecho de que los nuevos tranvías sean parcialmente financiados con préstamos de Francia, y estén siendo construidos y operados por empresas francesas, no sólo provoca el resentimiento popular sobre la continua dependencia de la ex potencia colonizadora de Marruecos, sino que sugiere favores políticos al más alto nivel a la hora de concebir el propio del proyecto. Pero a pesar de estas consideraciones, la iniciativa promete mejorar el transporte público en las populosas ciudades de Marruecos, y reducir la dependencia de taxis o vehículos privados, lo que puede ser positivo.
Quizás no hay otro proyecto que exprese mejor la visión de la monarquía sobre el acceso a y el control de los transportes a largo plazo que la red de carreteras en construcción desde hace varios años. Se terminan e inauguran nuevos tramos periódicamente, sobre todo Marrakech-Agadir y Oujda-Fez-se, lo que confirma el compromiso del gobierno de enlazar las principales ciudades de Marruecos con autopistas modernas. Los beneficios económicos nacionales de proyectos público tan grandes son muchos, pero la empresa no está exenta de inconvenientes. Los usuarios marroquíes más modestos de estas carreteras, como los taxistas, se quejan de que los peajes de las nuevas autopistas - probablemente necesarios para amortizar la inversión pública masiva - son demasiado caros (los mismos conductores se quejan de la reciente subida de la gasolina, una estrategia del gobierno para recortar los subsidios a la gasolina para los ricos, pero que termina por afectar principalmente a los pobres). Estos conductores prefieren utilizar la antigua red nacional de carreteras, que sigue siendo gratuita, pero que significa mucho más tiempo de viaje, ya que sus dos carriles suelen ser taponados por lentos camiones. Así, las nuevas autopistas son utilizadas principalmente por los ricos (que en su mayoría poseen vehículos privados), o en el mejor de los casos por el transporte profesional. Además, dado que las empresas privadas del Rey controlan una parte considerable de la industria cementera del país, los nuevos proyectos de construcción, en particular de los cientos de kilómetros de nuevas carreteras, contribuyen significativamente a la riqueza personal del monarca, convirtiéndose en el beneficiario clave de este tipo de proyectos. La reciente denuncia de WikiLeaks, pocos meses antes de las protestas de 2011, acusaba a Omnium Nord Africain (ONA), sociedad holding del Rey, de monopolizar el acceso al mercado de bienes raíces en Marruecos y coaccionar a los promotores independientes a firmar contratos que benefician a la empresa real. Si estas acusaciones son ciertas, es lógico especular que la mayoría de las inversiones públicas del gobierno, directa o indirectamente, son ante todo ventajosas para la familia real. Las denuncias también sirven para ilustrar los fuertes vínculos entre las empresas públicas, las ganancias de la oligarquía, y la inversión privada. Lo que cuestiona los potenciales efectos positivos de la modernización de Marruecos.
Una visión equivoca
En lo que se refiere a la estabilización de la dinámica política entre el Estado y la población, las tácticas espaciales de la monarquía han tenido éxito hasta ahora. Mientras que la tradición y su relación implícita con la antigua monarquía ayuda a mantener el statu quo cultural heredado, la modernización aplaca a las masas con la imagen de progreso que proyecta. Este último, a su vez, intenta conectar todas las regiones del país, centraliza y facilita el acceso y el control del estado.
Dichas tácticas implican una estrategia global a favor del Estado para controlar el espacio en Marruecos y comunicar a la ciudadanía lacónicos mensajes específicos a través de este medio: mensajes sobre quién decide como cambiar el medio ambiente, quién posee el poder para poner en práctica esas transformaciones, y quién se beneficia de los resultados. Esta estrategia global no puede ser articulada en un documento oficial único. Sin embargo, es evidente a partir de un estudio detallado de la participación multifacética del Estado en la composición espacial del país. Incluso si los hechos que se describen aquí se llevan a cabo inconscientemente y de forma aislada, en su conjunto implican una inteligente meta-estrategia que consolide la gobernabilidad, mantenga la estabilidad y contribuya a la continua construcción de la nación.
Curiosamente, la construcción nacional de Marruecos tienen similitudes notables con la experiencia francesa, sobre todo del siglo XIX. Los hitos de los esfuerzos de Francia por consolidar el control del Estado sobre el territorio nacional, desde la “haussmannización” de París (que las autoridades francesas ya aplicaron en las “villes nouvelles” en Marruecos), hasta el desarrollo de inmensas redes de transporte que conectan la capital con el resto de la República (como en la actualidad intenta la monarquía en Marruecos), a la institucionalización de la mayoría de los aspectos de la vida política, social y cultural (tal vez en marcha en Marruecos: un proyecto cuyo principal obstáculo es la corrupción reinante), y así sucesivamente, puede comenzar a ilustrar las afinidades entre las dos estrategias espaciales nacionales. Lo que es necesario analizar, sin embargo, dada la evidente brecha espacio-temporal que separa las dos experiencias, es si la misma fórmula puede producir los resultados deseados.
No se puede criticar razonablemente la preservación tenaz de la arquitectura tradicional. Aunque su principal beneficiario es el régimen, que se aprovecha de las narrativas históricas favorables, la importancia de las estructuras históricas como patrimonio cultural del país, así como su utilidad en el caso de los edificios utilizados, justifica el cuidado que se les prodiga. Los esfuerzos de modernización, sin embargo, merecen una inspección más cercana. La mayor parte de la inversión pública y privada se orienta hacia los estratos superiores de la sociedad, con exclusión de la gran mayoría de la población, cuyos problemas requieren una atención seria y urgente. Además, la nueva arquitectura es realmente exasperante, o al menos cabe destacar las disparidades que existen entre los muy ricos y la inmensa población pobre: un abismo que no hace más que crecer (aunque ha habido un aumento constante del PIB per cápita desde la independencia , con un aumento sustancial desde que Mohammed VI llegó al poder, el coeficiente Gini de Marruecos también ha aumentado en los últimos años, lo que indica que a medida que la riqueza nacional crece, también lo hizo la desigualdad de ingresos). Hoy, todavía una simple calle separa las partes pobres, viejas y en ruinas de Casablanca de los nuevos barrios donde los ricos y los extranjeros se permiten el lujo de vivir. Algunos marroquíes creen que no es sostenible, mientras que otros creen que los marroquíes están satisfechos y que el país siempre ha tenido esas disparidades. En 2011 las protestas demostraron claramente que una franja importante de la población no esta satisfecha, y no es de extrañar que esas manifestaciones se produjeran al mismo tiempo que nuevas infraestructuras y proyectos de construcción proliferan en las ciudades marroquíes, descaradamente mostrando los males del país y la distribución desigual de la riqueza .
La mayoría de las inversiones en Marruecos hoy son, pues, de doble filo, y la visión del país de la monarquía, como hemos podido analizar a partir de sus proyectos de desarrollo, es deficiente y parcial. No se puede negar que estos proyectos crean empleos, ahorran tiempo de viaje, mejoran las condiciones ambientales, y contribuyen al esfuerzo de construcción nacional. Pero la mayoría son iniciativas de modernización parcial y selectiva, centrándose en un determinado estrato social y sirviendo objetivos muy específicos. Ello supone un desprecio evidente para los urgentes desafíos a los que se enfrenta la mayoría de la población del país. Marruecos sigue sufriendo tasas altas de analfabetismo y de extrema pobreza, un empeoramiento de las infraestructura educativa, pobreza generalizada, enorme desempleo y desigualdad de género, entre otros problemas sociales graves. Según Naciones Unidas, Marruecos se situó en 2011 en el puesto 130 en términos de desarrollo humano, detrás de Siria y Egipto. El país necesita desesperadamente programas de modernización que garanticen un desarrollo sostenible y que puedan beneficiar a sectores más amplios y desfavorecidos de la población. Proyectos cuyos beneficios lleguen a más gente y más abajo socialmente, y cuyo objetivo principal sea resolver problemas sociales donde la intervención es muy necesaria.
Es lamentable que cuando se conversa con muchos marroquíes, estén convencidos de que están mejor con el régimen actual, es decir, con una situación estable en la que puedan continuar con sus vidas sin la amenaza del caos total y un futuro desconocido: una visión que puede atribuirse a su percepción de la evolución trágica de los acontecimientos regionales, sobre todo en Siria. Es lamentable porque implica, al menos momentáneamente, una disminución de la presión interna para que la monarquía cumpla sus promesas.
La estabilidad no sólo es el resultado de los deseos de las personas, sino también de la situación nacional de la propia monarquía en Marruecos, que sigue siendo incontestable. A pesar de que el desafío popular es sin duda mayor, y muchos ciudadanos aprovechan el aperturismo limitado del gobierno, en la creencia de que la represión es algo del pasado, la monarquía se mantiene tabú. Como parte integral del movimiento nacionalista y la independencia, además de ser un componente inseparable de la historia anterior a la colonización francesa, la monarquía se percibe como un fundamento profundo en la estructura cultural de Marruecos, cuyo cambio es inimaginable para muchos. No es de extrañar que el Movimiento 20 de febrero apenas se atreviese a cuestionar la monarquía. Lo que exigió, en cambio, fueron reformas políticas significativas y el fin de los problemas más escandalosos del país. Pero a pesar de la supervivencia de la monarquía y de su favorable percepción popular, no hay garantías de estabilidad en Marruecos. Como demuestra nuestro análisis de la espacialidad del país, la mala gestión, la corrupción, la distribución desigual e injusta de la riqueza nacional, la marginación y el desprecio de las necesidades de la población más desfavorecida de Marruecos, no son una opción. La combinación explosiva de agravios públicos de carácter social y económico, puede producir con una sola chispa una erupción masiva que acabe con cualquier régimen, y Marruecos no es una excepción.
Notas:
[1] Videos editados por los organizadores del movimiento, articulando estas reivindicaciones, circularon por la web antes de las manifestaciones, en una estrategia similar a la empleada por los organizadores de las manifestaciones en Egipto o Túnez que utilizaron los medios sociales para llegar a la población. Aunque la eficacia de estos videos en Marruecos, donde el acceso a Internet es bajo, se puede debatir, su éxito en la comunicación de la agenda del movimiento a la clase media y jóvenes activistas no debe ser subestimada. Algunos de estos videos se pueden ver en: "Morocco campaign #feb20 #morocco" [video file], February 16, 2011, < http://www.youtube.com/watch?
feature=player_embedded&v=S0f6FSB7gxQ>; and "Second Moroccan February 20th Campaign Video" [video file], February 18, 2011, <http://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=Lli6YpMjGO8>
[2] Un año más tarde, los informes predijeron la fecha de finalización de la primera línea del nuevo sistema de tranvía para finales de 2012. Ver: "SM el Rey lanza las obras de construcción de la plataforma del tranvía de Casablanca, por un valor 6,4 mil millones dirhams" en Noticias de Marruecos central, 12 de agosto de 2009. Las noticias sobre los retrasos que puedan afectar a la fecha de finalización prometida se publicó un año después: "Tranvía al- Dar al-Baida Qed 'La Yera al-Noor Qareeban "[Tranvía de Casablanca no se inagurará pronto] en Telexpress, 15 de noviembre de 2011, <http://telexpresse.com/news2127.html>.
[3] Aunque me baso en una entrevista con un funcionario marroquí de Casablanca, los medios de información locales aludieron a estas peleas. En unas declaraciones recientemente publicadas, el nuevo alcalde de Casablanca ha expresado su voluntad de trabajar con todos los miembros del Ayuntamiento para revitalizar todos los proyectos parados por intereses políticos personales: Al-Dar'i, Abdul -Wahid, "Wali al-Dar al-Baidha 'al-Jadid Yedduq Naqoos Khatar al-Masharee' al-Mutaqqifa" 24 de mayo 2012, <http://www . ahdath.info /? p = 82834>.
Amin Alsaden es estudiante de doctorado en la Escuela de Diseño de la Universidad de Harvard
Traducción para www.sinpermiso.info: Gustavo Buster
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