Mélanie Gourarier, Gianfranco Rebucini, Florian Voros
Viento Sur, 20 de septiembre de 2013
Raewyn Connell, profesora de sociología en la Universidad de Sydney, estuvo en París el pasado junio en el marco de las jornadas de estudios “Les masculinités au prisme de l´hégémonie” en la École des Hautes Études en Sciences Sociales. Ocasión para hablarde su trayectoria de investigadora así como sobre la historia y la actualidad de los planteamientos críticos de las masculinidades.
Tras haber consagrado sus investigaciones a las dinámicas de clase (Ruling Class, Ruling Culture 1977) y a las relaciones entre relaciones de clase y de género en el medio escolar (Making the Difference, 1982), Raewyn Connell desarrolla una teoría del género como estructura social (Gender and Power, 1987). Publica en 1995 la obra Masculinities, rápidamente traducida a varias lenguas europeas, así como al japonés, chino y hebreo entre otras. Esta obra constituye una referencia mayor para las ciencias sociales y para el desarrollo de los estudios sobre las masculinidades [masculinity studies].
Los masculinity studies se han constituido en particular alrededor del concepto de “masculinidad hegemónica”, que aparece en Australia en trabajos de sociología de la educación al comienzo de los años 1980, antes de conocer su primera formalización teórica en un artículo de 1985 (Carrigan, Connell, Lee “Towards a new sociology of masculinity”). Raewyn Connell plantea luego una conceptualización renovada de este concepto (Masculinities, 1995/2005; “Hegemonic Masculinity : Rethinking the concept”, 2005) que despliega sobre nuevos terrenos: la salud, la sexualidad, la colonialidad (Southern Theory, 2007) y la globalización (Gender: in world perspective, 2009). Este concepto intenta analizar los procesos de jerarquización, de normalización y de marginación de las masculinidades, mediante las cuales ciertas categorías de hombres imponen, a través de un trabajo sobre ellos mismos y los demás, su dominación a las mujeres, pero también a otras categorías de hombres.
Para empezar, nos gustaría que nos hablaras sobre el contexto de emergencia del concepto de masculinidad hegemónica. ¿Como explicas que el proyecto de los masculinity studies haya sido formulado por primera vez en la Australia de los años 1980?
¡Lo primero que tenéis que saber es que en Australia no solo hay cocodrilos y canguros! Más en serio, es importante recordar que Australia es un país mayoritariamente urbano, dependiente económicamente de la exportación de minerales y productos agrícolas. En la primera mitad de los años 1980, el país conocía una profunda transformación cultural y se disponía a atravesar una importante transición económica. Un rodeo histórico se impone para comprender ese singular contexto.
La Australia moderna es el resultado de la invasión europea de un territorio ocupado desde hace al menos cuarenta mil años por pueblos indígenas que habían construido en él una cultura y una relación con la tierra complejas. Los colonos aplastaron a las sociedades aborígenes en la casi totalidad del continente (solo un tercio de la población aborigen ha sobrevivido), para establecer en él un puesto de vanguardia masculinizado del capitalismo europeo, especializado en el comercio de materias primas (lana, minerales, trigo, carne) con la metrópoli.
Las olas migratorias europeas, asociadas a políticas estatales de desarrollo, han generado ciudades e infraestructuras orientadas hacia la industria de la exportación. La población colonial blanca ha desarrollado una ideología racista (cuya prolongación contemporánea es la política de “Australia blanca”), una identidad nacional masculinizada y una cultura dependiente, bastante leal hacia el Imperio británico. El siglo XX ha visto la emergencia de una economía industrial y de un estado providencia asociados a un sindicalismo poderoso, aunque una vez más dominado por los hombres, así como la aparición de una burguesía industrial. Estas transformaciones han tenido por efecto acelerar el desarrollo y la modernización del sistema educativo.
Los años 1960 y 1970 vieron la emergencia de protestas contra este orden social. Primero con el renacimiento político y cultural aborigen, que desembocó en el movimiento por el derecho a la tierra [Lands Rights movement]. Un movimiento estudiantil iconoclasta fue luego el laboratorio de una contracultura, de la que surgió en particular un movimiento ecologista. Un movimiento por la paz se oponía entonces a la implicación de Australia en las guerras imperialistas. Lo que nos interesa más directamente en esta historia, es la emergencia de una impugnación feminista del patriarcado australiano que se formuló en ese momento, rápidamente seguida por los combates gay y lesbiano contra la represión y la discriminación sexual.
El movimiento de liberación de las mujeres fue particularmente influyente durante los años 1970. Algunas feministas se acercaron a los grupos modernizadores en el interior del Partido Laborista, desplegando así su influencia en el corazón del estado. Otros crearon programas de women´s studies en la universidad, trasformando las formas de estudiar la historia, la literatura y la sociología. Más en general, el impacto cultural del feminismo permitió la emergencia de cuestionamientos sobre el sexismo y la subordinación de las mujeres en los terrenos de la educación, los medios, la sexualidad, la vida familiar, el trabajo y el sindicalismo.
Varios factores han convergido así en el alba de los años 1980 y permitido una puesta en cuestión de los hombres y de la masculinidad. El militarismo y el heroísmo guerrero habían sido vivamente criticados por el movimiento por la paz. La masculinidad heterosexual era cuestionada por el movimiento de liberación gay; y, a medida que se desarrollaba la epidemia de VIH/sida, era también la masculinidad gay la que se veía cuestionada. Las ciencias sociales feministas ponían en cuestión al “naturalidad” de las formas dominantes de masculinidad. Habiendo sido obtenidos un cierto número de avances feministas a través de las alianzas con hombres en el seno del Partido Laborista y de las burocracias del estado, la cuestión de la participación de los hombres en cambios positivos en las relaciones de género ganaba también en visibilidad.
Por otra parte, los dos mayores novelistas australianos de la era moderna son una mujer, Christina Sead, y un hombre homosexual, Patrick White; no se puede por tanto hablar de un establishment cultural patriarcal poderoso en Australia. La New Left y la contra cultura han dado a los y las jóvenes intelectuales de mi generación el sentimiento de que toda institución podía y debía ser puesta en cuestión. La expansión del sistema universitario (en el marco de la política modernizadora del estado australiano de los años 1940 a 1970) dio a muchos y muchas de nosotras una base institucional y recursos para la investigación.
Esos años constituyen por tanto un momento histórico en el que los muros que protegían la masculinidad convencional se agrietaban repentinamente, mientras nuevas coaliciones emergían y desarrollaban nuevas perspectivas.
¿Porqué has utilizado el concepto de hegemonía, en lugar de otra conceptualización de la dominación, para estudiar las masculinidades?
El concepto de hegemonía circulaba ya en el seno de la izquierda australiana en los años 1970 para pensar las relaciones de clase. Utilizábamos este concepto para analizar el poder de los hombres de negocios y de los hombres políticos conservadores en un país que tenía un movimiento sindical muy poderoso y un Partido Laborista capaz de ganar elecciones. Este concepto es por otra parte un elemento central del marco teórico de Ruling Class, Ruling Culture /1.
El término venía de Antonio Gramsci. Una parte de su trabajo estaba entonces disponible, en traducción inglesa o bajo al forma de comentarios. Su nombre era conocido. Había una emigración italiana hacia Australia, y la izquierda australiana seguía de cerca la actualidad del Partido Comunista italiano (que tenía culto por Gramsci), de la “vía italiana” y del eurocomunismo. Había estudiado también ese concepto en un contexto muy diferente, en el marco de enseñanzas de licenciatura en la Universidad de Melbourne. Estudiaba entonces la política griega de los siglos cuarto y quinto antes de JC, de donde viene la idea del eghemon en una alianza de fuerzas políticas /2.
El empleo del término de hegemonía se ha aceptado luego como evidente cuando se trata de analizar una configuración particular de las relaciones de género, una situación en la que la centralidad, el leadership y el poder de una minoría se habían estabilizado; y donde esta predominancia era menos impuesta por la fuerza que orgánicamente integrada en la cultura y las rutinas de la vida cotidiana.
Siempre he sido muy reticente respecto a las teorías funcionalistas y las teorías de la reproducción social, tanto si emanan de la derecha como si lo hacen de la izquierda, refiriéndose a la clase o el género. Cuando esas teorías son producto de intelectuales conservadores (como Parsons o Easton), se convierten en parte del orden hegemónico. E incluso cuando emanan de pensadores más progresistas (como Althusser, Bourdieu o Poulantzas), esas teorías tienden a inhibir, más que a aumentar, la capacidad del actuar militante. Mi reticencia hacia esas teorías se desarrolló en particular cuando realicé mi trabajo sobre enseñantes en la escuela pública, a quienes no es de ninguna ayuda explicar que están destinados y destinadas a la reproducción de las jerarquías sociales. De lo que tienen necesidad, es de teorías que trabajen prácticas pedagógicas de transformación social.
En el artículo “Rethinking the concept” /3, vuelves sobre los usos, las críticas y las traducciones culturales de que ha sido objeto el concepto de masculinidad hegemónica. ¿Cuál ha sido, como consecuencia, el efecto de esta circulación globalizada del concepto sobre tu propio trabajo?
Es paradójico. La proliferación globalizada de las investigaciones sobre las masculinidades es tal que no soy capaz de seguirlas todas. Me esfuerzo por leer lo más posible y muchas personas tienen el detalle de hacerme llegar sus trabajos –a veces en lenguas que no puedo leer, ¡pero me siguen interesando!
Este giro global de los estudios sobre la masculinidad debe alertarnos sobre la dimensión colectiva de la producción de conocimientos, así como sobre el carácter internacional de la fuerza de trabajo implicada en este proceso. Las ciencias sociales anglofonas mainstream son muy autorreferenciales y no se confrontan suficientemente con los demás contextos geográficos y culturales. Por contraste con algunos de mis colegas anglófonos, creo que mi visión más sombría y más compleja de los temas ligados a la masculinidad, proviene de mi localización en las orillas del Pacífico Sur y de mi colaboración con investigadores e investigadoras más allá de la metrópoli.
Esta circulación globalizada de las ideas me ha obligado también, con el tiempo, a cuestionar algunos de los presupuestos constitutivos de la primera versión de mi modelo de la hegemonía en las relaciones de género. La ironía está en que me doy cuenta ahora de que ¡ese modelo inicial en realidad tiene mucho en común con los sistemas teóricos cerrados que, por otra parte, me esforzaba por superar! Un mejor conocimiento de la historia del colonialismo, de las sociedades postcoloniales, así como de sus dinámicas de género, me ha obligado a reconocer que no se puede tomar como presupuesto de partida la existencia de un orden de género estable. Primero porque los órdenes de género precoloniales no son ellos mismos estáticos. Pero sobre todo porque la colonización destruye las estructuras sociales locales y las dinámicas que les son propias. Luego, el colonialismo reconstruye –o se esfuerza por reconstruir– un orden del género que se basa en nuevas bases; pero lo que resulta de ello es una sociedad de tensiones exacerbadas y violencia endémica. Las relaciones de poder postcoloniales globalizadas repiten estas dinámicas y esos conflictos en nuevos términos. En relación al modelo inicial, hoy concibo la hegemonía como una tentativa de realización del poder [achievement of power] más repleta de contradicciones, históricamente transitoria y más directamente ligada a la violencia.
¿Como pueden los estudios sobre las masculinidades contribuir a la lucha contra el masculinismo y a la resistencia frente al backlash antifeminista?
Hay dos aspectos en esta cuestión. Los masculinity studies son ante todo un proyecto de producción de conocimientos: investigar, teorizar, publicar, difundir. Creo (¡pero se trata de una creencia ciega por la herencia de la Ilustración y por las tradiciones protestante y socialista de las que he salido!) que la producción del saber y la enseñanza pública son capaces de hacer retroceder los prejuicios y el obscurantismo. Un corpus de conocimientos sólidos y accesibles sobre los temas relativos a las masculinidades es en sí un recurso social.
La otra vertiente de esta cuestión, más política, se refiere a las formas en que las ideas producto de este corpus de conocimientos pueden ser desplegadas en combates por la igualdad de género. Una contribución importante de los masculinity studies puede aquí sencillamente consistir en el aporte de la prueba –ya muy bien documentada– de que las masculinidades son diversas e históricamente cambiantes. El dogma de la fijeza de los caracteres masculinos (o femeninos) es en efecto una pieza esencial de la caja de herramientas de los reaccionarios de género, ya sea su lenguaje pseudo científico o pseudo religioso. Podemos demostrar ya, con pruebas, lo absurdo de ese dogma.
Puede también ser importante mostrar que los hombres no se benefician en bloque /4 de los dividendos masculinos generados por un orden de género patriarcal. Hay niveles de beneficio muy diferentes y ciertos grupos de hombres pagan en realidad un precio muy caro (en pobreza, en violencia, en depresión) por el mantenimiento del orden de género en vigor. Lo que quiere decir que ciertos hombres (y su número no hace más que aumentar) sacarán beneficios de la transformación progresista del orden de género y que pueden por tanto constituir aliados en el combate por el cambio. Tales coaliciones han emergido en el seno de la generación precedente /5 y continuarán emergiendo. Actualmente en marcha –un ejemplo entre otros es la implicación de hombres en investigaciones y programas de acción contra la violencia de género con los que colaboro en Asia del Sudeste.
En Francia eres conocida esencialmente como una socióloga especialista de las masculinidades. Sin embargo, tus primeros trabajos versan sobre las relaciones de clase y tus trabajos más recientes sobre la globalización y la colonialidad del poder. ¿Cómo se articulan estas tres dimensiones?
Mis publicaciones iniciales trataban de hecho sobre la concienciación social y política de los niños (retomaba algunas ideas de Piaget) y sobre las políticas electorales de derechas en Australia. Desde hace más de cuarenta años estoy en el mundo de la investigación y he trabajado en un amplio abanico de cuestiones que van desde la educación escolar a la teoría social crítica, pasando por el análisis de género, la sexualidad y la prevención del VIH, el trabajo de los y las intelectuales, o la reforma estatal –y muchas otras cosas, disponibles en mi página web www.raewynconnell.net.
Estos diferentes proyectos no están necesariamente unidos por una coherencia. Me he dedicado a responder a los problemas públicos, a las crisis y a los nuevos marcos de pensamiento según se planteaban. He trabajado en el seno de una decena de equipos de investigación, que utilizaban cada uno estilos y métodos de investigación diferentes. Sería falso decir que cada uno de esos proyectos formaba parte de un gran proyecto crítico coherente.
Pero pienso que existen conexiones entre esos proyectos. Es en cualquier caso la tesis convincente de Demetris Z. Demetriou, que ha estudiado atentamente las relaciones entre mis investigaciones sobre las relaciones de clase y las realizadas sobre las relaciones de género /6... ¡y debo confesar que es un poco aterrador ver tu propio trabajo sometido a una lectura tan rigurosa!
Creo que mis investigaciones sobre las masculinidades, las relaciones de clase y la colonialidad del saber comparten un mismo compromiso crítico hacia el poder, las desigualdades sociales, la institucionalización de los privilegios y la justicia social en su sentido más amplio.
Comparten también una conciencia histórica (una de mis obras más conocidas en Australia se titula por otra parte Class Structure in Australian History /7) y, así, una atención a los cambios estructurales y a las luchas sociales. Es un método que me parece esencial para toda investigación –incluso muy localizada– movida por una preocupación por la justicia social.
Esas agendas de investigación tienen además en común el dedicarse a dar cuenta de la textura de lo real, de la materia rugosa de los procesos sociales y de la irreductibilidad de las gentes, de la experiencia y de las instituciones. Durante estos años, la entrevista biográfica y el análisis por estudio de casos son las herramientas que he utilizado más. Se trata de un método lento, laborioso, reacio a la automatización. No tiene igual para dar cuenta de la complejidad de las situaciones locales a la vez que toma el pulso de las dinámicas globales. Este método fuerza igualmente a los y las investigadoras a interactuar con personas de carne y hueso, que las rutinas científicas tienden a abstraer a través de su léxico: “sujeto”, “actor”, “agente”. Ellos y ellas están entonces obligados a tratarles con respeto, incluso cuando sus prácticas sociales les resultan detestables. Me he encontrado por ejemplo en esa situación durante mis entrevistas con hombres de negocios.
En Southern Theory, propones un relato alternativo de la producción del saber en ciencias sociales. ¿Cuáles son las implicaciones de este planteamiento crítico para los estudios de género y, más en particular, para el estudio de las masculinidades?
La tesis de Southern Theory tiene numerosas implicaciones para los estudios de género. Consagro justamente una parte importante de mi trabajo más reciente al estudio de estas implicaciones.
En una palabra, lo que entendemos por gender theory es de hecho una teorización de las relaciones de género salida de la metrópoli global, es decir de Europa y de América del Norte. Entonces no es sorprendente que esta teorización tenga sentido en relación a las experiencias sociales propias de esas regiones. Por evidente como pueda parecer desde el punto de vista de la sociología del conocimiento, esto es raramente tomado en cuenta en los estudios de género tal como son practicados.
Sin embargo esos países no se han desarrollado de forma aislada: hablamos de metrópolis coloniales de antaño y de los centros del capitalismo globalizado de hoy. Esos países han construido una economía global del saber en la que la metrópoli es el lugar de la teoría y la periferia (donde vive la gran mayoría de la población mundial) es el lugar de la recogida de datos. La producción del saber en la periferia está entonces fuertemente subordinada a los conceptos, teorías, metodologías y paradigmas de la metrópoli. Se trata de un modelo general, que se aplica a los estudios de género.
Sin embargo, las sociedades colonizadas se han dedicado a pensar la colonización independientemente de los colonos. Las sociedades de la periferia continúan produciendo un trabajo intelectual a contracorriente de esta economía dominante del saber. Es lo que llamo “la teoría del Sur” [southern theory], que no es un “saber indígena” estático, sino una respuesta intelectual a la experiencia social de la colonización y a las sociedades postcoloniales de hoy. Southern Theory cuenta la historia de un amplio conjunto de proyectos intelectuales llevados a cabo en diferentes continentes. La obra se inscribe en un movimiento teórico más amplio y en pleno auge que muestra la riqueza del pensamiento social salido de las diferentes regiones del sur, entre ellos Alternative Discourses in Asian Social Science /8 de Farid Alatas, Provincializing Europe /9 de Dipesh Chakrabarty, o también Theory from the South /10 de Jean and John Comaroff.
Re-Orienting Western Feminisms /11 de Chilla Bulbeck es un libro que muestra la proliferación del pensamiento feminista por las diferentes regiones del Sur. Hay igualmente excelentes revistas feministas como Cadernos PAGU y Estudos Feministas en Brasil, Feminist Africa en Africa del Sur, l’Indian Journal of Gender Studies en India, Debate Feminista en México, al-Raida en Líbano o también Australian Feminist Studies en Australia, de las que los y las investigadoras de la metrópoli pueden aprender mucho. Investigadoras feministas importantes como Bina Agarwal, Fatima Mernissi, Amina Mama, Heleith Saffioti o Teresa Valdés, deberían formar parte de todas las listas de lectura propuestas a los y las estudiantes de las universidades del Norte.
Los universitarios del norte que trabajan en el terreno de los estudios sobre las masculinidades tienen a veces conocimiento de las investigaciones empíricas sobre los países del Sur. Pocos se confrontan en cambio con los saberes sobre los hombres y las masculinidades producidos en los mundos postcoloniales. Esto se debe en parte a que estos últimos no son siempre etiquetados como “investigaciones sobre las masculinidades”. Hay sin embargo mucho que aprender de los escritos de Ashis Nandy /12 sobre las dinámicas interactivas en marcha en la formación de las masculinidades; de los de Octavio Paz /13 sobre los movimientos políticos y culturales conservadores en términos de género; así como de las novelas de Chinua Achebe /14 sobre el impacto del poder exterior sobre el mantenimiento de la autoridad masculina. Y no me refiero aquí más que a antiguas generaciones de intelectuales. Este trabajo de descentramiento es, creo, el desafío más importante a asumir por los estudios sobre las masculinidades de mañana.
Has insistido recientemente sobre la importancia de contemplar a los trabajadores/trabajadoras intelectuales como trabajadores/trabajadoras /15. ¿Cuáles son las implicaciones prácticas de ello?
Las enseñanzas que saco de las investigaciones que he consagrado al trabajo intelectual –ya se trate de historias de vida, de estudios cuantitativos o de teorizaciones, o que esos trabajos traten sobre Australia u otras regiones /16– nos conducen a lo que decía antes sobre la economía global del conocimiento. La producción del saber es un proceso social –un proceso social globalizado. Esta producción moviliza una fuerza de trabajo diferenciada que, contemplada a escala global, representa una formación social importante. Esta producción requiere recursos sociales, tiene consecuencias complejas y es históricamente cambiante.
Esto tiene implicaciones prácticas importantes. Es fundamental primero reconocer las posiciones diferenciadas de los diversos grupos implicados en lo que es aparentemente un campo académico unificado, en este caso los masculinity studies. ¿Qué tipo de trabajo obtiene los recursos? ¿Qué tipo de trabajo carece de recursos?
Contemplar a los y las investigadoras como trabajadores y trabajadoras equivale a colocar el foco sobre las relaciones concretas que ellos y ellas mantienen los unos con los otros, por ejemplo sobre las formas de trabajo cooperativo y prácticas comunicacionales que están implicadas en un campo científico dado. Esto coloca igualmente el foco sobre las formas de gubernamentalidad y de control que acaban rigiendo este campo científico –siguiendo el giro gerencial en la gestión de las universidades, de la parte creciente de los fondos privados en la financiación de la investigación, o de la predominancia de las ONGs y de los programas de ayuda en la financiación de la investigación social en los países pobres.
¿Cuál puede ser la contribución de los estudios sobre las masculinidades a la crítica del neoliberalismo globalizado?
La cultura neoliberal está –y es un punto importante– masculinizada desde el comienzo. El modelo del “actor racional”, alrededor del cual la teoría económica neoliberal se ha construido, es una figura masculina. Las políticas neoliberales, en su rechazo a toda forma de democracia participativa, no dejan de recurrir a la figura política del “hombre fuerte” y dedican un culto a la toma de decisión autoritaria, racional, eficaz y sin piedad. La mercantilización de los deportes de competición masculinos, de la Fórmula 1 a la Copa del Mundo de fútbol, constituye un laboratorio fascinante para el estudio del neoliberalismo y de las dinámicas de masculinidad.
Pero existen conexiones más concretas entre masculinidad y neoliberalismo, en particular vía el sistema de gestión empresarial. La globalización neoliberal produce nuevas instituciones y nuevos espacios sociales que se extienden a escala global –en particular a través de la World Wide Web, el estado de seguridad transnacional, los mercados mundiales y las firmas multinacionales. Cada una de esas instituciones está organizada por un régimen de género complejo y geográficamente extenso.
Son terrenos de formación de la masculinidad –y están hoy entre los terrenos más importantes a estudiar. Tenemos necesidad de más investigaciones en este dominio. Sería preciso que los estudios localizados sobre las masculinidades estén más atentos a las conexiones entre los contextos locales y esos terrenos globales.
En el corazón de las firmas multinacionales –así como más allá de esas firmas, en otros terrenos globales– se despliega la masculinidad de las nuevas élites de directivos y patronales. Siendo esas élites de difícil acceso, incluso para los investigadores del Norte, han sido puestas en pie diferentes estrategias de acercamiento : el estudio de las representaciones mediáticas de los directivos de las empresas, el estudio de sus huellas documentales, o también la entrada por la joven generación (este ha sido mi planteamiento). Algunos investigadores han logrado tener un acceso más directo y estoy segura de que se aprenderá pronto mucho de los resultados de estas investigaciones.
La investigación sobre las masculinidades no es por supuesto la única llave de comprensión del orden neoliberal mundial. Pero ésta ayudará a la comprensión del funcionamiento de las instituciones neoliberales, así como de los contextos en los que las decisiones son tomadas y las estrategias decididas.¿Cómo, por ejemplo, son pensados y puestos en marcha los proyectos de las firmas multinacionales que saquean las tierras, desplazan poblaciones, destruyen ecosistemas, generan violencia social o vierten polución para los próximos miles de años? El análisis de la dimensión de género de la cultura de los directivos empresariales, así como de los proyectos de vida de los hombres que dirigen esas firmas nos permitirá comprender mejor y así luchar mejor contra esos modos de gestión y de explotación.
10/09/2013
http://www.contretemps.eu/print/interviews/masculinit%C3%A9s-colonialit%C3%A9-n%C3%A9olib%C3%A9ralisme-entretien-raewyn-connell
Traducción: Faustino Eguberri para VIENTO SUR
Notas
1/ R.W. Connell, Ruling Class, Ruling Culture. Studies in conflict, power and hegemony in Australian Life, Cambridge University Press, Cambridge, 1977.
2/ NdT : Sobre este tema, George Hoare et Nathan Sperber escriben : “En griego antiguo, el término [hegemonía] deriva de eghestai que significa “dirigir”, “conducir”. Esta palabra dará más tarde lugar a la palabra eghemon que durante la guerra del Peloponeso, designaba la ciudad más poderosa, en posición dirigente en la alianza de las diferentes ciudades griegas entre si”. Introduction à Antonio Gramsci, La Découverte, Paris, 2013, p. 94.
3/ R.W. Connell, James Messerschmidt, “Hegemonic Masculinity : Rethninking the Concept”, in Gender & Society, vol. 19, n°6, 2005, p. 829-859.
4/ NdT : En francés en el texto.
5/ NdT : Sobre este punto, ver : Pauline Debenest, Vincent Gay et Gabriel Girard, “Les masculinités et les hommes dans les mouvements féministes, entretien avec Raewyn Connell” in Féminisme au pluriel, Syllepse, Paris, 2010, p.59-76.
6/ Demetris Z. Demetriou, “Towards a genealogy of R.W. Connell’s notion of ‘‘structure’’, 1971-1977”, in Nathan Hollier (dir.) , Ruling Australia, Australian Scholarly Publishing, Melbourne, 2004, p. 24-44.
7/ R.W. Connell, Terry Irving, Class Structure in Australian History : Documents, Narrative and Arguments, Longman, Melbourne, 1980.
8/ Syed Farid Alatas, Alternative Discourses in Asian Social Science : Responses to Eurocentrism, Sage Publishers, New Dehli, Thousand Oaks et Londres, 2006.
9/ Dipesh Chakrabarty, Provincialiser l’Europe. La pensée postcoloniale et la difference historique, trad. Nicolas Vieillescazes et Olivier Ruchet, Editions Amsterdam, Paris, 2009 [edición original: 2007].
10/ Jean Comaroff, John L. Comaroff, Theory from the South : Or How Euro-America Is Evolving Towards Africa, Paradigm Publishers, Boulder, Colorado, 2011.
11/ Chilla Bulbeck, Re-Orienting Western Feminisms : Women’s Diversity in a Postcolonial World, Cambridge University, Press, Cambridge, 1998.
12/ Ashis Nandy, The intimate ennemy. Loss and recovery of self under colonialism, Oxford University Press, New Dehli, 1983. NdT: Marc Saint-Upéry ha realizado un retrato intelectual y político Ashis Nandy, “L’expérience impériale et l’esprit indien”, in La Revue des Livres, n°5, mai-juin 2012.
13/ Octavio Paz, Le labyrinthe de la solitude, nouvelle édition augmentée, trad. Jean-Clarence Lambert, Gallimard, Paris, 1990 [edición original: El laberinto de la soledad, 1950]
14/ Chinua Achebe, Le monde s’effondre, trad. Michel Ligny, Editions Présence Africaine, Paris, 1966 [edición original: Things Fall Apart, 1958]
15/ Raewyn Connell, « La vocation de la sociologie : un travail collectif à l’échelle mondiale » in Dialogue global, vol. 3, n°3, mai 2013, p. 4-6.
16/ Una lista de los trabajos de Raewyn Connel sobre el trabajo intelectual es consultable en su página web .
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