Patricia Rodríguez Pagés / Sevilla / 6 oct 2013
Cuenta Magdalena León que el concepto del ‘buen vivir’ está en la historia de todos los pueblos del mundo, que en sus lenguas originarias existe desde siempre una formulación, un concepto que habla de cómo construir una forma de convivencia basada en la armonía entre los seres humanos y con la naturaleza, y en la generación de unos equilibrios que nos permitan vivir bajos los principios de justicia y solidaridad.
Esta economista, feminista, ha sido en los últimos años asesora en el proceso constituyente ecuatoriano y en la definición de políticas públicas y marcos normativos sobre economía social y solidaria, además de integrar el equipo que formuló el Plan Nacional para el Buen Vivir 2009-2013. Un concepto complejo en la actual coyuntura social y económica pero que en Ecuador lo trabajan ya como paradigma alternativo al desarrollo que propone el modelo capitalista: “El Buen Vivir propone la refundación del Estado y de la sociedad como contestación al neoliberalismo”. Magdalena León abrió el pasado jueves el IV Congreso de Economía Feminista en Carmona (Sevilla), con una conferencia inaugural que no dejó indiferente a un auditorio copado por mujeres, ávidas de alternativas al actual orden de cosas.
Usted es una de las artífices de ese concepto, el del Buen Vivir. ¿En qué consiste exactamente?
Es más una inspiración para articular esos anhelos y propuestas de cambio que han ido surgiendo: son críticas al capitalismo pero con alternativas. Todas ellas se va juntando para darle forma a ese concepto del Buen Vivir que pone por delante, por ejemplo, la diversidad como algo que tiene que ser potenciado. Se trata de construir una nueva forma de convivencia, más equilibrada entre los seres humanos, bajo los principios de justicia, de solidaridad, de reciprocidad. Y para ello es necesario desplazar el capital como eje para situar la vida, tanto material como inmaterial, en el centro.
¿Cómo se materializa eso? ¿Quizá en empezar a construir el mundo de abajo arriba?
Parece lo más razonable en un mundo en crisis, no sólo económica sino también ambiental. No tenemos disyuntiva: hay unos límites materiales y hay un modelo de consumo que está íntimamente ligado con esa crisis ambiental que tiene que revisarse. Es necesario insistir en esa búsqueda constante de equilibrios de vida, es un objetivo de humanidad y ese sí debe ser un objetivo universal. Esa es la visión ancestral del Buen Vivir: no se trata de consumir más, de tener más, es lograr un equilibrio de vida para que la vida se regenere y se reproduzca, y la vida no en abstracto sino de las personas, de su trabajo. La economía capitalista ha llegado a tal perversidad que no importa invertir en qué si no lo que importa es invertir y que rinda. Por ejemplo, producir automóviles no debería ser un objetivo económico ni ambiental y, sin embargo, lo es. Y no sólo eso, sino que los recursos públicos se utilizan para reflotar esas industrias… Cuando un pequeño empresario quiebra se le dice ‘usted quiebra por ineficiente’… Estos son recontraineficientes porque están quebrando y en cambio les premiamos. Es irracional desde la lógica del Buen Vivir.
Hay quien afirma que la actual crisis económica se llevará por delante, al menos en España, 30 años de conquistas sociales y en favor de la igualdad. ¿Tan débiles eran estos logros?
Creo que las conquistas y los avances tienen que defenderse en cualquier situación y en cualquier contexto. Siempre, sin esperar que cambie el todo. Y eso que nos ha costado tanto no puede ser resignado en ninguna circunstancia: tenemos que defenderlo siempre pero quizá vinculado a procesos de cambio mayor. Las conquistas hay que seguir defendiéndolas con uñas y dientes.
“Antes pensábamos sólo en la igualdad en el ámbito de lo público, de lo laboral… pero ahora esa vuelta a la casa se da con un reparto más equilibrado entre los miembros de la familia”
Pero no parece una tarea tan sencilla en la actual coyuntura económica…
Sí, a veces puede parecer descorazonador en estos contextos de crisis, donde parece que todo es retroceso, pero creo que en esta crisis hay elementos de reinterpretación en los que esa vuelta al hogar o esa importancia que vuelve a cobrar la familia, como espacio de contención económica y social, puede llevarnos a otras formas de democratización de puertas adentro. Antes pensábamos sólo en la igualdad en el ámbito de lo público, de lo laboral… pero ahora esa vuelta a la casa se da con un reparto más equilibrado entre los miembros de la familia y esa vuelta hace que se revalorice lo que se está compartiendo, porque antes todo se compraba y estaba hecho. Ahora se comparte más, se socializa más y se está más en casa y esto es bueno para las relaciones sociales y para el cuidado de los hijos, no visto en términos conservadores, sino de recrear positivamente esas relaciones sociales y familiares.
Usted es muy crítica con el capitalismo pero es desde el capitalismo desde donde se han impulsado las políticas de género. ¿No es así?
Bueno, las mujeres hemos aprendido a desconfiar del Fondo Monetario Internacional. El interés del capitalismo vendrá seguro porque les parece que todavía no estamos suficientemente explotadas, que somos más explotables aún. El FMI dice que hay que terminar con la desigualdad para que la economía avance y yo me pregunto ¿será que dicen lo mismo que nosotras? ¿Han recibido alguna señal? Seguro que no. Porque las mujeres tienen que ser iguales ¿para qué? No es porque seamos seres humanos con derechos, no porque instrumentalmente sea necesario, como propone el FMI, es porque hay que cerrar unas brechas para que entonces las mujeres vayan al mercado sin mayores contratiempos, interrupciones e interferencias a darlo todo en el mercado laboral. ¿Para qué vais a estar exprimidas en un lado y en otro? ¡Vengan todas acá! Eso es lo que nos dice el Fondo.
¿Dónde queda entonces ese empoderamiento de las mujeres que reivindican los movimientos feministas?
Las mujeres hemos vivido grandes cambios… pero cómo interpretar ese empoderamiento, de dónde viene y de qué se trata, porque todo se ha contaminado un poco con esa visión neoliberal. ¿Qué es una mujer empoderada? ¿Una mujer que se parece a un hombre? Esa mujer que tiene éxito, que va escalando posiciones, que tiene un trabajo bien pagado… Esa es la idea individual del carrerismo, una idea inherente al hombre. ¿Por qué contaminarnos de esos valores? ¿Entonces lo que reivindicábamos antes lo hacíamos por dominadas, por tontas o desempoderadas? No es así. Hemos estado subordinadas, pero en esa subordinación también hemos creado, hemos estado cuidando la vida no sólo porque nos lo impusieron, ahí hay un margen de elección. Hay que valorar cómo y qué hemos aportado y contribuido. “Las mujeres hemos aprendido a desconfiar del Fondo Monetario Internacional”
¿Qué propone el concepto del Buen Vivir para caminar hacia la igualdad de las mujeres?
El Buen Vivir sirve para analizar la realidad de ciertas mujeres desde otras perspectivas. En nuestros países se dice, por ejemplo, que la mujer indígena es la más explotada, la más analfabeta, la más pobre, la más violentada. Sólo características negativas. Todas ciertas y todas comprobables, pero desde el Buen Vivir también nos planteamos, además, si esa mujer es la que más sabe de semillas, si tiene otros saberes sobre plantas medicinales, si participa en la vida comunitaria con roles de cohesión, si transmite la cultura. Sólo con ese ejercicio, la mujer indígena es otra. Si solo te quedas en la visión negativa la conclusión es que esta mujer tiene que dejar de ser lo que es y transformarse en la empoderada. Nosotros no sólo vemos unos seres humanos llenos de carencias, sino a unos seres que viven en condiciones de injusticia, pero que aportan y que pueden tener un camino de transformación, ese es un empoderamiento del Buen Vivir.
La lucha contra esa invisibilidad ha sido uno de los históricos caballos de batalla de las mujeres. El Instituto Andaluz de la Mujer y la Universidad Pablo de Olavide han presentado el primer estudio que pone valor económico al trabajo de cuidados que las mujeres realizan para el sostenimiento de los hogares y el bienestar de la sociedad.
La economía del cuidado y su visibilización son claves porque lo que no se ve no se aprecia ni se transforma. Y las mujeres nos hemos empeñado en que esa visibilización exista para cambiar un estado de cosas que es injusto, no con miras a la abolición de la economía de los cuidados, sino con miras a que sea algo recíproco, compartido, de corresponsabilidad de hombres, mujeres, entre generaciones y entre las esferas de lo público y de lo privado. Porque siendo algo fundamental no puede ser excluido de la agenda pública y compartida, es una manera de hacer justicia. No se trata de pagarles un salario a las amas de casa, porque no todo tiene que asimilarse a las formas del mercado, es una cuestión de corresponsabilidad social, estatal.
“No se trata de pagarles un salario a las amas de casa, porque no todo tiene que asimilarse a las formas del mercado, es una cuestión de corresponsabilidad social, estatal”
Entonces el futuro de las mujeres pasa por…
Desde luego el futuro no puede pasar por plantearse cuánto tiempo nos va a tomar que la mujer se incorpore al mercado de trabajo. No, no, no… Como sociedad, debemos plantearnos cuánto tiempo nos va a tomar revalorizar estas otras prácticas, fortalecerlas y vivir según otros códigos. Porque los ajustes estructurales de hoy parten del reconocimiento de que el capitalismo está en crisis y, en medio de esos ajustes, hay una necesidad de cambio. Y somos las mujeres las que hemos liderado la denuncia de cómo el capitalismo, el libre comercio, ha mercantilizado todos los espacios de la vida.
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