1ro de enero de 2014,Viento Sur,
La lucha del Movimiento Pase Libre (MPL) -movimiento por los transportes públicos gratuitos- contra el aumento de los precios de los tickets de transporte, fue la que desencadenó la amplia e impresionante movilización popular en Brasil el pasado mes de junio, que sacó a la calle a centenares de miles, cuando no a millones, de personas en las principales ciudades del país. El MPL ha sido la pequeña chispa libertaria que ha desencadenado el incendio. ¿Qué lecciones se pueden sacar de esta experiencia y cuál es el alcance social, ecológico y político de la lucha por el transporte gratuito?
El MPL fue fundado en enero de 2005, con ocasión del Foro Social Mundial de Porto Alegre, como una red federativa de colectivos locales. Esos colectivos existían desde hace varios años y habían llevado a cabo ya luchas importantes como la de Salvador da Bahía en 2003, contra una subida del precio de los autobuses. La Carta de Principios el MPL (revisada y completada en 2007 y 2013) lo define como un “movimiento horizontal, autónomo, independiente, no partidario pero no antipartidos”.
La horizontalidad es sin duda la expresión de un planteamiento libertario que desconfía de las estructuras e instituciones “verticales” y “centralizadas”. La autonomía en relación a los partidos significa la negativa a ser instrumentalizados por estos últimos, pero el movimiento no rechaza la colaboración y la acción común con las organizaciones políticas, en particular de la izquierda radical. Coopera también con asociaciones de los barrios populares, de los movimientos por el derecho a la vivienda, de las redes de lucha por la salud, y con ciertos sindicatos (trabajadores del metro, enseñantes). Ven en el transporte gratuito no un fin en sí sino “un medio para la construcción de una sociedad diferente”. Pequeña, la red no ha superado nunca algunos centenares de militantes, enraizados primero en los institutos de enseñanza, y más tarde en ciertos barrios populares. De sensibilidad anticapitalista libertaria, los activistas tienen diferentes origines políticos: trotskystas, anarquistas, altermundialistas, neozapatistas; con un toque de humor, algunos se definen como “anarco-marxistas punk”. En noviembre de 2013 realizó, por primera vez, una Conferencia Nacional en Brasilia -gracias al apoyo financiero de la filial brasileña de la Fundación Rosa Luxemburg- con la participación de 150 delegados, que representaban a 14 colectivos locales. Se adoptaron, por consenso, algunas resoluciones y se encargó a un grupo de trabajo, compuesto de representantes de los colectivos, que coordinara las iniciativas, respetando la autonomía local y la “horizontalidad”. (Hemos obtenido estas informaciones gracias a dos reuniones con militantes del MPL en Sao Paolo, Brasil, en noviembre de 2013).
El método de lucha del MPL es también de inspiración libertaria: la acción directa en la calle, a menudo lúdica e insolente, más que la “negociación” o el “diálogo” con las autoridades. Los militantes no fetichizan ni la violencia, ni la no-violencia; una de sus acciones típicas es el bloqueo de las calles, a los sones de fanfarrias musicales, dando fuego a neumáticos y “catracas”. Este término, intraducible, designa en Brasil un torno metálico giratorio, bastante rígido, situado en cada autobús, que no puede ser atravesado más que después del pago del billete a un controlador. El símbolo del MPL es una “catraca” ardiendo... Hay que recordar que el transporte público, que en su origen era un servicio público, ha sido privatizado en todas las ciudades del país, y pertenece a empresas capitalistas de prácticas mafiosas. Las alcaldías tienen, sin embargo, un control sobre el precio de los billetes.
La inteligencia táctica del MPL fue darse en primer lugar un objetivo concreto e inmediato: contra el aumento del precio del ticket decidido por las autoridades locales en las principales ciudades del país, tanto en las gestionadas por el centro-derecha como por el centro-izquierda (el Partido de los Trabajadores, que se ha vuelto social-liberal). Rechazando los argumentos pretendidamente “técnicos” y “racionales” de las autoridades, el MPL ha movilizado miles de manifestantes, duramente reprimidos por la policía. Estos primeros miles de manifestantes se han vuelto decenas de miles, y luego millones (al precio, es cierto, de una cierta dilución política), y los poderes locales se han visto obligados, precipitadamente, a anular los aumentos. Primera lección importante: ¡la lucha paga, se puede ganar, y hacer retroceder a las autoridades responsables!
A la vez que lleva este combate práctico y urgente, el MPL no ha dejado ni por un momento de agitar a favor de su objetivo estratégico: el precio cero, el transporte público gratuito. Para ello es preciso, observa la Carta de Principios “retirar el transporte público del sector privado colocándole bajo el control de los trabajadores y de la población”. Es lo que los militantes del MPL llaman “la perspectiva clasista” de su combate. Es una exigencia de justicia social elemental: el precio del transporte es prohibitivo para las capas más pobres de la población, que viven en la periferia degradada de las grandes ciudades, y dependen de los transportes públicos para ir a su trabajo o a su lugar de estudio. Es una reivindicación que interesa directamente a los jóvenes, a los trabajadores, a las mujeres, a los habitantes de los barrios de chabolas, es decir a la gran mayoría de la población urbana.
Pero el precio cero es también una demanda profundamente subversiva y antisistémica, en el espíritu de lo que se podría llamar el método del programa de transición: como observa la Carta de Principios del MPL “nuestras demandas superan los límites del capitalismo y ponen en cuestión el orden existente”. Es un hermoso ejemplo de lo que el filósofo marxista Ernst Bloch llamaba una utopía concreta. Ciertamente, hay ciudades, en Brasil o en Europa, en las que esta propuesta ha podido ser realizada. Numerosos estudios especializados han demostrado que es completamente posible hacerlo sin con ello gravar el presupuesto de las administraciones locales. No deja de ser cierto que la gratuidad es un principio revolucionario, que va a contrapelo de la lógica capitalista, para la que todo debe ser una mercancía; es por tanto un concepto insoportable, inaceptable y absurdo para la racionalidad mercantil del sistema. Tanto más en la medida que, como propone el MPL, la gratuidad de los transportes es un precedente que puede abrir el camino a la gratuidad de otros servicios públicos: educación, salud, etc. De hecho, la gratuidad es la prefiguración de una sociedad diferente, fundada en otros valores y otras reglas que las del mercado y de la ganancia capitalistas. De ahí la resistencia encarnizada de las “autoridades”, tanto conservadoras, como neoliberales, “reformadoras”, centristas o social-liberales.
Existe aún otra dimensión de la reivindicación del transporte gratuito, que por el momento no ha sido suficientemente planteada por el MPL (pero que comienza a ser tomada en cuenta): el aspecto ecológico. El sistema actual, totalmente irracional, de desarrollo ilimitado del coche individual, es un desastre a la vez desde el punto de vista de la salud de los habitantes de las grandes ciudades -miles de muertos a causa de la polución del aire directamente provocada por los tubos de escape- y desde el punto de vista del medio ambiente. Como se sabe, el coche es uno de los principales emisores de gas con efecto invernadero, responsable de la catástrofe ecológica del cambio climático. El coche sigue siendo, desde el fordismo hasta hoy, la mercancía faro del sistema capitalista mundial; por consiguiente, las ciudades están completamente organizadas en función de la circulación automóvil. Ahora bien, todos los estudios muestran que un sistema de transporte colectivo eficaz, extenso y gratuito, permitiría reducir significativamente el uso del coche individual. Lo que está en juego no es solo el precio del billete de autobús o de metro, sino otro modo de vida urbana, sencillamente, otro modo de vida.
En resumen: la lucha por el transporte público gratuito es a la vez un combate por la justicia social, por el interés material de los jóvenes y de los trabajadores, por el principio de gratuidad, por la salud pública, por la defensa de los equilibrios ecológicos. Permite formar amplias coaliciones y abrir brechas en la irracionalidad del sistema mercantil. ¿No deberíamos, en Francia y en toda Europa, inspirarnos en el ejemplo del MPL impulsando en nuestras ciudades movimientos amplios, unitarios, autónomos, de lucha por la gratuidad de los transportes públicos?
24/12/2013
http://blogs.mediapart.fr/blog/michael-lowy/241213/movimento-passe-livre-le-mouvement-pour-le-transport-gratuit-au-bresil
Traducción: Faustino Eguberri para VIENTO SUR
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