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21/09/14 |
Sin Permiso
Desde que la izquierda india sufrió una paliza histórica en las urnas a principios de este año, algunos analistas la condenan a las esquelas y otros han hecho sugerencias de mejora. Los primeros están, en gran parte, fuera de lugar, ya que la izquierda —con varios millones de miembros entre sus partidos— no se disolverá en las grietas del capitalismo indio, siempre y cuando se mantengan las contradicciones de este capitalismo. Las últimas sugerencias son bienvenidas, y algunas han proporcionado una dirección útil para un movimiento que necesita de camaradería intelectual y crítica. Recientemente, el historiador y novelista Mukul Kesavan contribuyó en esta dirección con un ensayo en esta línea ("Left Behind: Where Are the Comrades When One Needs Them?” [“Abandonado: ¿dónde están los camaradas cuando uno los necesita?” NdT] The Telegraph, 8 de septiembre). El objetivo principal de Kesavan es el partido más grande de la izquierda India, el Partido Comunista de India (Marxista) [Communist Party of India (Marxist); de ahora en adelante CPI-M; NdT]. Los demás, incluidos los maoístas, quedan fuera de su análisis.
Al igual que Mukul Kesavan, cuando pienso en el CPI-M, me vienen a la cabeza directamente las consecuencias del progromo antisij de 1984 en Delhi. Recuerdo que mientras que otros entraban en disputas partidistas o se encogían de miedo, los cuadros del CPI-M ayudaron a establecer los campos de rehabilitación y trabajaron para paliar el gran dolor que sufrió todo el paisaje de la capital del país. La forma en que Kesavan comienza su gran asalto al cliché sobre los comunistas de Delhi es relevante para mí. Implica que él, al igual que yo, reconoce que el CPI-M está presente más allá de Bengala Occidental. En Bengala Occidental, un estado con una población de cerca de cien millones de personas, el Frente de Izquierda (con el CPI-M como su partido mayoritario) había estado en el poder durante treinta y cuatro años. El Frente de Izquierda ganó siete elecciones a la asamblea estatal de manera consecutiva, desde 1977 a 2011. La derrota en 2011 no supuso un shock, como sugeriré más adelante, pero sin duda ha sido un punto de inflexión. Esa derrota ha supuesto que la mayoría de las opiniones sobre la izquierda india comiencen y terminen en Bengala Occidental. El comienzo de Kesavan atendiendo a lo ocurrido en Delhi es una excepción, pero no puede contenerse. Se traslada al tema de Bengala Occidental una vez que comienza su discusión real sobre el comunismo indio. Una pena.
Durante los últimos diez años, he viajado por toda la India, desde Tamil Nadu a Haryana, estudiando el trabajo de los comunistas. Descubrí que el CPI-M y la All-India Democratic Women’s Association [Asociación de Mujeres Democráticas de la India. En adelante AIDWA; NdT] lograron la atención nacional sobre el tema los panchayat khap ("tribunales" socialmente opresivos locales), poniendo en gran riesgo a sus cuadros. Los miembros de AIDWA se mueven entre la lucha para mostrar atrocidades concretas y la toma de la calle en contra de una administración estatal que tolera formas medievales de justicia (para más detalles, recomiendo el libro de Elisabeth Armstrong Gender & Globalisation, [Género y Globalización; NdT], Tulika, 2013). Encontré que eran el CPI-M y su Tamil Nadu Untouchability Eradication Front quienes unieron a las organizaciones Dalit (intocables) para luchar contra la avalancha de atrocidades anti-Dalit que se cometieron desde la década de 1990. Poner fin al sistema de dos grupos y romper los "muros de intocabilidad" ha sido tan importante para la lucha comunista como la batalla para aumentar el salario diario. En Andhra Pradesh, vi que los cuadros del CPI-M han caminado miles de kilómetros en sus constantes padyatras (largas marchas) para defender los medios de subsistencia de la gente, y para luchar por una alternativa al control de la industria energética por parte del sector privado. Estos comunistas me recuerdan a los que ayudaron a establecer los campos de rehabilitación en 1984. Ese espíritu está vivo y coleando.
Si este espíritu está vivo y coleado en otras zonas del país, ¿por qué se ha visto reducido en Bengala Occidental —el tema central del ensayo de Kesavan? Después de treinta y cuatro años, el Frente de Izquierda perdió la reelección. Es notable señalar que ninguna otra formación podría haber sido reelegida durante un período de tiempo tan largo. La presión por la reelección no se puede descartar. A partir de las conversaciones con miembros del Frente de Izquierda de diferentes niveles supe que después de tres décadas se necesita mucho tiempo para girar hacia una política de oposición. También aprendí cómo entienden su derrota —de una forma más compleja que la señalada por Kesavan. Kesavan se centra en el nivel de los dirigentes, haciendo comentarios sarcásticos sobre su trasfondo vinculado con las castas. En realidad, la izquierda tiene que hacer un mejor trabajo para diversificar su liderazgo en relación a las castas y al género. Pero esta no es la causa inmediata de la derrota en Bengala Occidental. Hay que tener en consideración otras razones:
(1) El importante logro rural del Frente de Izquierda —las reformas agrarias radicales— produjo nuevas clases adineradas rurales cuyo propio instinto las alejo gradualmente de la Izquierda. En 1995, entrevisté al líder del CPI-M, Anil Biswas, y me contó que la Izquierda tenía que ser cautelosa con la aparición de esta nueva realidad de clases en el campo. Se esperaba que la descentralización de los panchayat (autonomías locales) ayudara a mantener las políticas en las regiones rurales, pero el resultado ha sido contradictorio.
(2) Kesavan dice que “es comprensible la tentación de hablar de ‘Nandigram’ o ‘Singur’, pero hay que resistir”. Singur es el nombre de la ciudad donde el gobierno de Frente de Izquierda intentó montar una fábrica de coches, pero se enfrentó a la protesta contra la adquisición de tierras. Básicamente pasó lo mismo en Nandigram, donde de nuevo hubo una disputa sobre las tierras. Pero después, Kesavan no puede contenerse. Estos problemas tienen que plantearse como deben plantearse. Algunos en la Izquierda Comunista han rechazado reconocer los peligros de la política de industrialización —algunos dirán que la política en sí es mala ya que traza un camino hacia la desigualdad, mientras que otros argumentarán que la ejecución de esta política no fue democrática. De cualquier modo, se han asimilado las conclusiones de Nandigram. Es un castigo por el que la Izquierda deberá pagar en un futuro.
(3) Es correcto afirmar que la Izquierda fracasó a la hora de trazar un plan novedoso y radical en educación y sanidad —un gran proceso político que podría producir bienes públicos de la misma manera que el Frente Izquierda llevó a cabo sus reformas agrarias. El gobierno llevó a cabo modestas reformas en educación y sanidad, pero estas políticas no han formado parte de una gran campaña, al contrario que la campaña de planificación del pueblo que dirigió el Frente Democrático de Izquierda en 1996 en Kerala.
Estos tres puntos son lecciones importantes. Quizás el aspecto más relevante de la disminución de la Izquierda, aquel que Kesavan no menciona en absoluto por la deshonra de los hechos, es el caso de los ataques violentos a los cuadros de Izquierda, que comenzaron hace una década y que persisten aún con ferocidad. Cientos de cuadros de partidos de Izquierda han sido masacrados en los caminos de las zonas rurales de Bengala Occidental y miles de simpatizantes de la Izquierda han sido expulsados de sus casas y trabajos. Por ejemplo, el caso de Santana Mondal de Naskarpur (Arambagh), a quien los miembros dirigentes del partido semi-fascista Trinamul Congress (TMC) apuñalaron el 7 de mayo de 2014. Mondal es una valiente simpatizante del CPI-M, una agricultora paria. Su reacción ante el terror que sufre la gente de su clase es memorable: “No os preocupéis, llegará el día en que este goodan raj [gobierno de gánsters] termine”.
Por desgracia para Mukul Kesavan no hay un partido social demócrata que encaje con su gusto. El ascenso del partido de derecha BJP [Partido Popular Indio; NdT] es alarmante. El Congreso ha abandonado la senda del Socialismo Fabiano que el Primer Ministro Jawaharlal Nehru implantó en la India. Kesavan espera que la Izquierda, a la que continúa admirando, se deshaga de su fijación por Karl Marx. Espera que las “explicaciones basadas en la realidad” permitan a los comunistas convertirse en lo que Kesavan cree que cada sistema parlamentario debe tener: “un partido social demócrata capaz de llevar a cabo una redistribución y comprometido con la secularidad”. La Izquierda está comprometida con la secularidad y la democracia social, pero también es consciente de que las soluciones a las calamidades actuales no pueden surgir dentro de las estructuras vigentes. Un sistema que produce niveles diabólicos de pobreza es incapaz de hacer que la pobreza pase a la historia. Por esa razón las estructuras tienen que cambiar, ese es el objetivo final de un movimiento comunista. Abandonar ese objetivo último significa dejar a la sociedad con la ilusión puesta en pequeñas reformas. Setecientos millones de indios viviendo en la miseria no se lo pueden permitir. Ni tampoco el resto.
Vijay Prashad es el autor de No Free Left: The Futures of Indian Communism (próxima publicación de Left Word Books, Nueva Delhi). Ha contribuído en Killing Trayvons: an Anthology of American Violence.
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Futuros rojos. Debates en el comunismo indio Vijay Prashad · · · ·
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