La Jornada
E
n medio de la perpetua evolución de los tantos virajes en las políticas y las alianzas geopolíticas de varios países de Medio Oriente, uno solía al menos estar seguro de cuáles eran los objetivos de los actores principales, tanto en la región como en el mundo exterior.
Esto ya no es cierto en la Siria de hoy. La política siria actual está formada por una triada: quienes respaldan al régimen de Bashar Assad, los que apoyan el califato que se autodenomina Estado Islámico (IS, por sus siglas en inglés) y los así llamados grupos islámicos moderados que reivindican luchar contra los otros dos grupos. Las luchas triádicas son notoriamente difíciles de analizar y predecir porque las triadas tienen la casi fatal suerte de reducirse, en un plazo relativamente corto, a una lucha de dos bandos más claros. Sin embargo, en este caso muchos de los actores centrales en la región y más allá presentan una gran ambivalencia acerca de qué es lo que quieren. Muchos de ellos prefieren mantener la triada si pueden, y temen ser forzados a escoger a qué lado de la diada le otorgan prioridad. Esta ambivalencia es particularmente cierta en Turquía, aunque también es así en Arabia Saudita y Estados Unidos.
Turquía comparte una larga frontera con Siria. Ha sido gobernada durante algún tiempo ya por el AKP (el Partido de la Justicia y el Desarrollo), partido islámico que busca proyectarse como entidad orientada a los valores y las prácticas islámicas, pero sin dejar de ser tolerante con otras perspectivas y compromisos. Comenzó su gobierno con una anunciada política exterior de mantener sus vínculos con el mundo occidental (como miembro de la OTAN) y ser un país deseoso de ingresar a la Unión Europea, al tiempo de intentar restaurar el papel de Turquía como potencia importante en Medio Oriente, una que pudiera mantener buenas relaciones con todos los otros países de la región.
Cuando la guerra civil llegó a Siria, Turquía ofreció sus servicios como mediador. En el proceso, en algún punto, el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, pensó que el presidente de Siria, Bashar Assad, le había mentido. Profundamente afrentado, de ser un mediador se transformó en uno de los principales proponentes de un cambio en el régimen sirio.
Turquía tiene una minoría kurda muy grande, a la que sucesivos gobiernos le han negado reconocimiento, autonomía y derechos lingüísticos. Desde el establecimiento de la república turca, hace más de 90 años, los gobiernos turcos han reaccionado a las demandas kurdas con total supresión, aun negando, algunos, que exista algo así como un grupo que son los kurdos. Hace unos 30 años un movimiento kurdo, militante marxista-leninista, el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (o PKK, por sus siglas en kurdo), intentó alcanzar los objetivos kurdos por la vía armada. El líder del movimiento, Abdullah Ocalan, fue capturado y sentenciado a cadena perpetua.
Hace unos cuantos años el actual régimen turco cambió su curso y sorprendió al mundo al entrar en negociaciones con el PKK buscando alcanzar un arreglo de compromiso. Por su parte, el PKK indicó que ya no era un movimiento marxista-leninista y que estaba listo para contemplar la idea de un régimen de autonomía como objetivo en lugar de la independencia para la región kurda. Estas discusiones han sido difíciles, pero siguen su curso y parecieran prometedoras.
La guerra civil siria le dio la vuelta a la situación interna en Turquía. Las fuerzas del califato (el llamado IS) se expandieron considerablemente en el norte de Siria y han estado buscando controlar el lado sirio de su frontera con Turquía. Aquí, de hecho, se encuentra una región poblada por kurdos sirios. Su movimiento principal, el PYD (Partido de la Unión Democrática) ha sido el principal blanco del ataque del IS, así como la principal fuerza en la zona que resiste el avance del IS. Al momento el IS continúa con su ataque de Kobani, la capital de facto de la región kurda en Siria.
El movimiento de los kurdos sirios guarda relación cercana con el movimiento kurdo en Turquía, el PKK. Cuando Estados Unidos anunció su política de crear una coalición de fuerzas para pelear contra las fuerzas del IS y al utilizar sus aeroplanos para impulsar el avance, Turquía se encontró de inmediato bajo considerable presión por Estados Unidos para unirse a la lucha. En particular, los kurdos a ambos lados de la frontera y Estados Unidos han llamado a la apertura de las fronteras turcas en ambos sentidos: permitir que entren a Turquía para encontrar un refugio seguro los kurdos sirios que se encuentran amenazados (en Kobani y otras partes) por las fuerzas del IS, pero también permitir que los kurdos de Turquía ayuden militarmente a los kurdos de Siria.
Turquía ha sido muy renuente a acceder a cualquiera de estas peticiones. El presidente Erdogan declaró que, desde el punto de vista de Turquía, tanto el IS como el movimiento kurdo turco, el PKK, eran movimientos terroristas por igual, y que Turquía no veía razón alguna para abrir su frontera en esta forma. Ésta es una posición extraña, dado que el gobierno turco ha estado negociando por algún tiempo con el PKK pese a etiquetarlo como movimiento terrorista. Los movimientos kurdos, el PKK y el PYD, no pueden de ninguna manera ser equiparados con el IS, el cual persigue una campaña militar muy agresiva contra todos y cada uno.
Así, ¿qué le está diciendo Turquía al mundo? El gobierno ha argumentado que luchar contra el IS fortalecerá a Bashar Assad. Esto es probablemente cierto. Pero aquí es donde yace la opción de Turquía y su ambivalencia. El gobierno turco exige a Estados Unidos la promesa de no apartarse de continuar la lucha contra el régimen de Assad y –en particular– que establezca ahora una zona de vuelos prohibidos sobre la frontera. Estados Unidos argumenta que esto es imposible de hacer sin tropas en el terreno, que no enviarán.
Y aquí está la opción: ¿cuál diada? Si uno le da prioridad a la lucha contra el IS, esto reduce el respaldo otorgado a los cada vez menos islamitas moderados de Siria. Si uno le da prioridad a combatir a Assad, esto fortalece al IS y, sin duda, conducirá a una extensa masacre de kurdos sirios a manos del IS, como ha advertido el enviado sirio en Naciones Unidas.
La otra ambivalencia turca se refiere a sus negociaciones con el PKK. Si Turquía da la espalda a los dilemas de los kurdos sirios, esto probablemente conducirá a la ruptura de las negociaciones con el PKK en Turquía. Así se lo ha advertido públicamente el PKK. Pero si el gobierno turco se vuelve más activo contra el IS, el resultado podría significar que el PKK logre tener una posición más fuerte en las negociaciones en curso.
Además, Turquía está intentando mejorar sus relaciones con Irán. Ambos países comparten fuertes intereses comunes en Afganistán y en Irak, y aun respaldan las mismas fuerzas en Palestina. Pero no pelear activamente contra el IS interferirá con su intento de aumentar lazos. Por otro lado, una activa oposición al IS interferirá con el intento de Turquía por presentarse como el campeón de los islamitas sunitas.
De un modo u otro, Turquía tendrá que llegar a una política más coherente en el futuro cercano. De otro modo, su alegato de que es un actor importante en la región caerá por los suelos. Y su lucha interna con los kurdos estallará, probablemente, de nuevo en violencia. La ambivalencia no es admirada en una zona de luchas tan candentes.
Traducción: Ramón Vera Herrera
© Immanuel Wallerstein
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