Guatemala: Columna de Carolina Escobar Sartí
Prensa Libre, 20 de abril 2013
Esta Guatemala se siente.Una a veces no sabe pero siente. En este caso, se sentía que ante el tamaño de las rotundas evidencias presentadas en el juicio por genocidio contra Ríos Montt y Rodríguez, en un país como Guatemala, serían acciones de ese mismo tamaño las que tratarían de impedir que se hiciera justicia. Pero no es lo mismo presentirlo que vivirlo. Por eso no supe qué sentir cuando, la tarde del jueves 18 de abril, me llegó la noticia de que la jueza primera de Primera Instancia Penal de Mayor Riesgo A, había declarado anulado el juicio. Muchas emociones juntas, pero la tristeza era la que más pesaba, creo yo.
CAROLINA ESCOBAR SARTI
No habíamos salido aún de la impresión provocada por el comunicado de los ex funcionarios del gobierno arzuista, hace cuatro días, y ya estábamos entrando en otro agujero negro. Por cierto, me quedé pensando qué fue realmente lo que me hizo ruido de ese comunicado; no fueron los nombres de sus signatarios lo que dolió, porque uno más o menos va perfilando quién es quién en este país y cómo se mueven las piezas de un ajedrez. Tampoco fue el estilo lo que conmovió, porque era escritura insípida. Y menos conmovió el fondo, carente de sustancia, de propuesta y solidez argumentativa. Lo que a mí personalmente me tocó de ese comunicado es la complicidad que se estableció entre quienes lo suscriben y eso que Daniel Feierstein llama la práctica social del genocidio, al punto de haber llevado por título: “Traicionar la paz y dividir Guatemala”.
Lo que me toca son esas relaciones de “cofradía” que se dan entre esos grupos y abogados penalistas, que con cierta frecuencia se reúnen para hablar de sus casos, y que —a su vez— son compadres de jueces y magistrados. Tanto el genocidio en su momento, como la impunidad que hasta ahora ha reinado, precisan de múltiples complicidades, porque ninguna tiranía, menos la de la impunidad, se sostiene sin socios. Tanto ese comunicado como el haber anulado el juicio no valen como hechos en sí mismos, aislados, sino desde las relaciones que demandan, establecen y fortalecen. El juicio por genocidio contra Ríos Montt y Rodríguez es, en sí mismo, el símbolo de la posibilidad de un Estado de derecho; el anularlo es el símbolo del peso que tienen ciertos sectores y grupos de poder real dentro de la sociedad guatemalteca, y la evidencia de cómo cierran filas ante una situación como esa para mantener el Estado de facto.
Pero sostenemos la esperanza. Según un comunicado del Ministerio Público (MP) (18-04-2013), la jueza Carol Patricia Flores dictó una resolución ilegal. La jueza Jazmín Barrios no se detendrá y el debate en las cortes seguirá. El MP dice: “Consideramos que la resolución de la jueza Carol Patricia Flores está completamente alejada del cumplimiento de lo ordenado por la Corte de Constitucionalidad, el MP hizo ver estos extremos a la señora juez al utilizar el recurso de reposición en la audiencia de hoy por la tarde. Sin embargo, la jueza confirmó su resolución, lo cual incumple abiertamente con lo ordenado por una sentencia de amparo. Ante tal ilegalidad, presentaremos las acciones correspondientes ante los órganos judiciales competentes para que obligue el cumplimiento de lo ordenado por la CC”.
Una a veces no sabe pero siente. Yo siento que ya no quiero esta Guatemala impune, violenta, insegura, injusta; que quiero una Guatemala distinta, una más pacífica que dejar a las siguientes generaciones, una más digna, más decente, de gente más honrada. Una a veces no sabe, pero siente que la injusticia es demasiada.
La violencia política no se acaba con una firma, porque la paz no es sepulcro blanqueado ni fosa silenciada y olvidada. La paz tiene una madre, una hija, una abuela, una amiga, una hermana mayor, una compañera indisociable, una verdad irreductible, y se llama justicia.
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