La Jornada, 8 de febrero 2014
No hace mucho tiempo, los expertos y los inversionistas vieron los mercado emergentes” –un eufemismo para China, India, Brasil y algunos otros– como como quienes podrían rescatar la economía-mundo. Éstos eran los que sostendrían el crecimiento, y por tanto la acumulación del capital, cuando Estados Unidos, la Unión Europea y Japón fallaran en su previo y tradicional papel de pilares del sistema capitalista mundial.
Por eso impacta cuando, en las dos pasadas semanas, el Wall Street Journal (WSJ), Main Street, el Financial Times (FT), Bloomberg, el New York Times (NYT) y el Fondo Monetario Internacional (FMI) hacen sonar la alarma ante el “colapso” de esos mismos mercados emergentes, preocupándose en particular de una deflación que podría ser “contagiosa”. A mí me suena como pánico apenas contenido.
Primero, una palabra respecto de la deflación. Un mercado “en calma” es uno donde los precios nominales no bajan, y sólo trepan hacia arriba lentamente. Esto posibilita a vendedores y compradores predecir con razonable con- fianza qué decisiones son óptimas para ellos. Los mercados mundiales no han estado en calma, en este sentido, por algún tiempo. Muchos analistas fijan la fecha del inicio de la decadencia de esa calma desde el viraje de los mercados hipotecarios en Estados Unidos, ocurrido en 2008. Por mi parte, yo veo que el inicio de la decadencia de esa calma ocurrió en el periodo entre 1967 y 1973, y ha continuado desde entonces.
El mercado no está en calma si existe una deflación significativa o una inflación significativa. Éstas son realmente lo mismo en términos de su impacto sobre las cifras del empleo reales y por tanto sobre la demanda efectiva de producción de todo tipo. Cuando el empleo mundial real baja por una o por otra razón, existe sufrimiento agudo, real, para la vasta mayoría de la población mundial, y un vasto incremento en la incertidumbre, que tiende a paralizar la ulterior inversión productiva, lo que conduce a más sufrimiento y más parálisis. Es un círculo vicioso.
No hay duda de que algunos grandes capitalistas logran sacar provecho de la situación mediante sagaces manipulaciones financieras que implican especulación. Su problema es que apuestan fuerte –sea por preciar masivamente sus activos o por bancarrota. Sin embargo, por lo menos estos manipuladores tienen oportunidad de ganar masivamente. Es bastante seguro que la mayoría de la población mundial perderá, a veces masivamente.
¿Qué hay de los reportes de pánico? Michael Arnold en el WSJ se pregunta, “¿Empujarán las liquidaciones a que los bancos centrales de los mercados emergentes suban las tasas?” Él afirma que el alboroto fue ocasionado por “cifras de crecimiento decepcionantes” para China y la devaluación de la divisa de Argentina. Arnold se preocupa en particular por India e Indonesia, que tienen “una gran carga de deuda y una pesada dependencia hacia los préstamos del exterior”, por lo que se movilizan para frenar la inflación. Menciona a Turquía como otra zona de problemas.
Hal M. Bundrick en Main St enfatiza el contagio. Cita tanto los cambios en la política monetaria estadunidense como las preocupaciones en torno a la economía china, más los disturbios políticos en Turquía, Argentina y Ucrania, como promotores de la “aceleración de la decadencia”. Cita a un banquero ruso en torno a la caída del rublo y en relación a una atmósfera “cercana al pánico”. Dice que este pánico está “cruzando de los mercados emergentes a los desarrollados en términos de sensibilidades”.
Gavyn Davies en el FT intitula su nota, “¿Será que el mundo emergente descarrile la recuperación global?” Dice que las divisas emergentes han estado en “caída libre”. También ve la desaceleración china como el punto clave, en particular por su impacto sobre las “economías abastecedoras” (es decir, los países que venden productos primarios a China), especialmente Brasil, Rusia y Sudáfrica. Afirma que “el dolor de una burbuja crediticia” no es sólo problema de China, sino el de Turquía, India e Indonesia. Si la baja en el crecimiento chino se profundiza, esto amenazaría con convertirse en “una renovada recesión global”. Tras terminar con una nota ligeramente optimista, de inmediato se retracta de lo anterior diciendo que sus simulaciones (la base de su ligero optimismo) se basan en viejas tendencias que tal vez no se sostengan más.
Ralph Atkins en FT habla del “espectro de la deflación”. La deflación, aun cuando sea positiva en el corto plazo, “es definitivamente negativa para los capitales accionarios” en el más largo plazo. Su preocupación parece ser la zona del euro. Habiendo citado las razones de otros para verle el lado más brillante, termina diciendo “el espectro de la deflación usó su capa de invisibilidad”.
Y nada menos que Christine Lagarde, la directora general del FMI, dijo a figuras del establishment reunidas en el Foro Económico Mundial en Davos que hay una amenaza mundial a los mercados en tanto Estados Unidos recorte su estímulo en efectivo. Hay un “nuevo riesgo en el horizonte que necesitamos vigilar de cerca”. Y cita los “efectos de derrame... en los mercados emergentes”.
Esa misma semana, Bloomberg hizo un editorial que comenzó: “Las economías de los mercados emergentes tuvieron una semana brutal”. Ellos vieron a los mercados emergentes demasiado atados al dólar estadunidense y por tanto “concretamente sensibles a las fluctuaciones –reales o imaginadas– en la política monetaria estadunidense”.
Así que le predican a la Reserva Federal estadunidense para que no “apriete demasiado pronto” y predeciblemente le predican a los países emergentes para que “mejoren sus políticas”.
Y nada menos, Landon Thomas del NYT nos informa que el nuevo slogan de moda en Wall Street, que reemplaza a BRICS es “los Cinco Frágiles”. Esta lista incluye a tres miembros de BRICS (Brasil, India, Sudáfrica) más Turquía e Indonesia. Deja fuera a China y a Rusia, cuyos pesos geopolíticos parecen contar fuertemente en las escalas.
Todo mundo parece proferir buenos consejos, seguros de que de algún modo se paliará la situación. Pocos parecen preparados a admitir que la demanda global efectiva es el real problema. Pero uno siente que, por debajo de la superficie, todos entienden esto. Es por eso que entran en pánico, porque entonces, todo su énfasis en el “crecimiento” –una fe cardinal– queda socavado. En ese caso, la crisis se vuelve algo que no es cíclico, sino estructural, para lo cual uno debe responder no con paliativos, sino inventando un nuevo sistema. Esta es la famosa bifurcación en la que sólo hay dos posibles resultados –uno mejor y uno peor que el actual sistema existente, uno en el que todos estamos implicados como jugadores.
Traducción: Ramón Vera Herrera
© Immanuel Wallerstein
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