Henri Wilno
Viento Sur, 6 de febrero de 2014
A final de 2013, muchas ciudades italianas estuvieron afectadas por cortes de carreteras, ocupaciones de plazas públicas y manifestaciones “sorpresa”. Sus actores son capas sociales poco acostumbradas a este tipo de lucha: comerciantes, artesanos, camioneros, pequeños campesinos, junto a otras franjas populares situadas más o menos en los márgenes de la sociedad: jóvenes de barriadas, parados y también estudiantes. Se les ha denominado forconi (los que blanden horcas).
Henri Wilno
En enero de 2012 tuvo lugar en Sicilia un movimiento de empresarios camioneros. Durante varios días bloquearon los accesos portuarios y las carreteras y autopistas cercanas a Palermo. Trataban de protestar contra el precio del fuel, siendo su principal reivindicación la reducción de impuestos. Estas acciones se beneficiaron del apoyo, o de la participación, de otras categorías sociales: pescadores (también sensibles al precio del fuel), campesinos, empresarios y artesanos de la construcción, parados...
Este movimiento traducía aspiraciones más amplias que el precio del fuel e hizo aparecer a los forconi, nacidos en Sicilia en el medio agrícola durante el verano de 2011. Estos forconi sicilianos mezclaban una temática regionalista (más autonomía para Sicilia respecto al gobierno central), la afirmación del derecho a la “dignidad”, denuncias de la corrupción de los políticos y de su negativa a escuchar las reivindicaciones populares, y un rechazo del gobierno y de la Banca Central europea. Se declaraban apolíticos y contrarios a los partidos políticos, aunque algunos observadores habían señalado la presencia de elementos de extrema derecha en el movimiento, sobre todo de Forza Nuova.
Por parte de los partidos políticos nacionales, llegaron declaraciones de apoyo más o menos explícitos al movimiento de enero de 2012 de la “Italia de los valores” (centro izquierda) y de Beppe Grillo. Los grandes partidos guardaron un penoso silencio. En cuanto a los animadores de los movimientos sociales sicilianos, se dividieron: algunos denunciaron las acciones de protesta apuntando la presencia de los neofascistas, mientras que los animadores de dos centros sociales de izquierda de Palermo/11 declararon: “Estamos con los forconi, es un combate legítimo, popular y ampliamente apoyado, que necesita una buena orientación. No tenemos miedo de ensuciarnos las manos por hacerlo”.
La onda de choque del 9 de diciembre
Desde este primer asalto, se despejaron las características que siguen definiendo al movimiento: centro de gravedad pequeño-burgués, eco popular, presencia de la extrema derecha, inacción de los grandes partidos y sindicatos, interrogantes a la “izquierda de la izquierda”.
En 2012 y 2013 el movimiento forconi fue brotando en distintas regiones italianas. Se formaron coordinaciones a nivel regional y nacional sobre consignas generales contra los impuestos, contra los políticos, los parásitos (apuntando a los funcionarios), los sindicatos que sólo defienden a los trabajadores que tienen un empleo, etc. A ello se añade también el “orgullo de ser italiano”. El 9 de diciembre de 2013 y los días siguientes, tuvieron lugar importantes manifestaciones en decenas de localidades, caracterizadas por cortes de carreteras, invasiones de vías férreas y enfrentamientos con la policía delante de edificios públicos. Estas manifestaciones fueron particularmente importantes y duras en Turin, ciudad tradicionalmente obrera, aunque muy afectada por las reestructuraciones industriales (automóvil, sobre todo), habiendo perdido una cuarta parte de sus habitantes respecto a 1971. En Turin y en Génova hubo policías que se quitaron el casco en señal de simpatía con el movimiento.
Al igual que en el movimiento siciliano del año anterior, a las capas pequeño-burguesas tradicionales se les unieron parados, jóvenes de los barrios, algunos estudiantes. Los manifestantes la emprendieron con el gobierno de Enrico Letta y su política de austeridad, con los políticos corruptos (“Que se vayan todos”), con la subida de impuestos, con los bancos, el euro y la Unión Europea. Muchos llevaban banderas italianas y cantaban el himno nacional. En Turin se vio también a militantes de los centros sociales que declaraban: “No estamos de acuerdo pero estamos en el movimiento de protesta para cambiar la trayectoria”.
Después de esta erupción, durante el resto del mes de diciembre tuvieron lugar diversas acciones locales de los forconi, mientras aumentaban las divergencias entre “moderados” y “duros”, en particular sobre los medios de acción. El ala “dura” (cuyo principal dirigente Calvani, agricultor, llegó en Jaguar a una reunión) llamó a manifestarse en Roma el 18 de diciembre (en una de sus múltiples declaraciones, Calvani llegó a hablar de una salida militar a la situación). A pesar del refuerzo de los fascistas de la Casa Pound, esta acción fue un fracaso, con menos de 3.000 participantes. Uno de los animadores de los “duros”, Andrea Zumino (agricultor de la Italia del norte) se distinguió declarando que Italia estaba siendo esclavizada por los banqueros judíos...
Los “moderados”, con Marianno Ferro (también agricultor, procedente del Movimiento para la autonomía de Sicilia, tradicional aliado de la derecha), se disociaron de la iniciativa del 18 de diciembre. Algunos forconi de este ala “moderada” desplegaron simbólicamente una banderola el 23 de diciembre en el Vaticano, delante del Papa: “Los pobres no pueden esperar”. Pero parecía que la principal cita del movimiento debería ser el 10 de enero, cuando expiraba el ultimátum lanzado al presidente del Consejo, Letta, para obligarle a dimitir. Conforme se acercaba la fecha, las controversias entre Calvani y Ferro redoblaron en intensidad. Y las iniciativas de los “duros” el 10 de enero no atrajeron a mucha gente.
¿Una explosión sin futuro?
Hay materia para interrogarse sobre el futuro de los forconi. Después de la conmoción de diciembre, la prensa y los grandes partidos volvieron a los juegos políticos. Pero de hecho, el movimiento forconi es la expresión de una doble crisis: de la formación social italiana, y de un modo de gobierno donde, tras la caída de Berlusconi, derecha e izquierda se han coaligado en el gobierno para llevar a cabo una política ultraliberal. Más que otros países europeos, Italia se caracteriza por la importancia de las capas pequeño-burguesas tradicionales no asalariadas. Así, según el Insee, en el año 2006 había en Italia 120 comercios minoristas por cada 10.000 habitantes, contra algo más de 30 de Alemania y Reino Unido, y 70 en Francia. Según la Oficina Italiana de Estadísticas (Istat), en 2011 las pequeñas empresas (menos de diez asalariados) tenían en Italia un peso superior a la media europea: 81% del empleo (67% de media europea) y un tercio del valor añadido (contra un 20%).
Estas capas han podido sobrevivir gracias sobre todo a diversas reglamentaciones protectoras y al fraude fiscal. Pero la liberalización del comercio y el desarrollo de las grandes cadenas de distribución ponen en dificultades al pequeño comercio local y sobre todo a los vendedores ambulantes. Después de seis años de crisis económica, los despidos y el crecimiento del paro pesan sobre el consumo, lo que fragiliza también a estos comerciantes y artesanos. En fin, en el marco de las políticas de austeridad, se exigen permanentemente sacrificios cuya única función es restaurar los beneficios y las rentas de la patronal y la gran burguesía. Estos sacrificios recaen ante todo sobre los asalariados, pero no dispensan, a través de la fiscalidad, a estas capas pequeño-burguesas (algunas de las cuales tienen la costumbre de subestimar las rentas que declaran).
Además, entre los pequeños empresarios con dificultades, se encuentran también parados, entre ellos un gran número de jóvenes y de antiguos asalariados que habían reunido todas las reservas financieras familiares para poner en pie un pequeño negocio con el que obtener unos ingresos/22. Por otra parte, según los datos más recientes del Istat, la tasa de paro italiana ha conocido un nuevo ascenso en noviembre de 2013, alcanzando el nivel récord del 12,7%, una subida de 1,4 puntos en un año. En el tramo entre los 15 y los 24 años, la tasa de desempleo ha alcanzado el 41,6%, su nivel más alto desde 1977. Según un informe del Istat de diciembre de 2013, uno de cada tres italianos está expuesto a riesgo de pobreza y los indicadores italianos de pobreza son superiores a la media europea, en particular el hecho de sufrir importantes privaciones materiales (29,9% de las familias, contra el 14,5%).
En el diario de izquierda Il Manifesto, un cronista escribía que la manifestación de los forconi de Turin, el 9 de diciembre, estaba compuesta sobre todo de “empobrecidos” (impovereti) –miembros de las capas medias empobrecidas, trabajadores precarios condenados a seguir siendo, parados, etc.
Esta situación es propicia a los movimientos de revuelta social a pesar de la inacción de las direcciones de los grandes sindicatos, que respaldan todas ellas, en distintos grados, las políticas neoliberales. El pasado 18 de octubre, los sindicatos de base (independientes de las grandes confederaciones) habían llamado a una jornada de huelga nacional y a una manifestación en Roma, contra la política de austeridad. La huelga fue seguida sobre todo en el sector público, en particular en la educación, salud, bomberos y transportes públicos locales. Al día siguiente, sábado 19 de octubre, se organizó una nueva manifestación en Roma, con el apoyo de los sindicatos de base, en el marco de la jornada europea por el derecho a la vivienda. Esta manifestación reunió a más de 70.000 personas y se situó de hecho bajo el signo de la lucha contra la precariedad. Muchos jóvenes y emigrantes sin papeles participaron en ella. Estas jornadas exitosas, a pesar de sus límites (movilización sólo de algunos sectores el 18, reaparición entre los promotores del 19 de la vieja teoría que distingue a los llamados trabajadores “garantizados” de los “no garantizados”), muestran la existencia de un potencial para movilizaciones más importantes/33. Pero no han marcado la situación hasta el punto de constituir una señal ampliamente percibida de la existencia de una oposición social capaz de volver a dar una esperanza frente al rodillo compresor de las políticas capitalistas.
Derecha e izquierda mezcladas
Desde la caída de Berlusconi en noviembre de 2011, se han sucedido dos gobiernos. El primero, dirigido por Mario Monti (exGoldman Sachs, excomisario europeo) estaba apoyado por todos los partidos representados en el parlamento (excepto la Liga del Norte y la extrema derecha). Emprendió una política de austeridad drástica y reformas liberales, algunas de las cuales afectan a la pequeña burguesía tradicional (horarios de apertura de comercios, por ejemplo). Las elecciones de febrero de 2013 vieron el éxito de las listas del movimiento “5 estrellas” de Beppe Grillo/44.
Tras algunos sobresaltos y diversas maniobras, se estableció un gobierno de unidad nacional (berlusconistas, exberlusconistas, izquierda parlamentaria) bajo la dirección de Enrico Letta (exdemócrata-cristiano, pasado al Partido Demócrata -elPD surgió de la transformación mayoritaria del antiguo PC italiano en un partido social-demócrata de orientación muy derechista). Este gobierno ha continuado la política de Monti con algunos retoques (supresión del impuesto sobre la vivienda principal).
El PD eligió en diciembre un nuevo dirigente, Matteo Renzi, uno de cuyos primeros gestos fue avanzar una propuesta de “Job act” con la medida-estrella para sustituir los diversos tipos de contratos de trabajo existentes en Italia por un contrato único, en el que la protección del asalariado crecería con la antigüedad. Esta reforma conduciría a la plena libertad de despido para todos los nuevos empleados. A pesar de ello, las direcciones sindicales aprueban el plan de Renzi o no quieren pronunciarse claramente contra él. Incluyendo a la CGIL (el equivalente de la CGT francesa en Italia), a pesar de la contestación interna.
Nada sorprendente que en este “pasticcio” donde se mezclan derecha e izquierda hayan surgido los forconi. Además están los asuntos de corrupción: la última revelación se refiere a L’Aquila, ciudad víctima de un temblor de tierra en 2009 y cuya reconstrucción está todavía por hacerse a pesar de los miles de millones de euros invertidos. Frente a los forconi, gobierno y direcciones sindicales han condenado las violencias cometidas en las manifestaciones y esperan que pronto el movimiento no sea sino un mal recuerdo.
Por parte de los partidos parlamentarios, Beppe Grillo (así como la Liga del Norte) ha sido el más claro en su apoyo a los forconi, mientras que Berlusconi también afirmaba su solidaridad. En la “izquierda”, por el contrario, el PD se ha presentado como defensor de las instituciones republicanas. Ocurre lo mismo con SEL (Sinistra, Ecologia, Liberta), cuyo líder Nichi Vendola ha declarado que las protestas eran un peligro para la democracia. Estos partidos refuerzan el sentimiento de amplias fracciones de las capas populares, de un desinterés por su situación por parte de la izquierda oficial. Como ha escrito Roberto Biorcio en Il Manifesto: “la horca brilla en el vacío de la izquierda”.
En cuanto a la izquierda radical, se encuentra dividida. Algunos sectores (entre ellos los militantes de los centros sociales arriba citados) han participado, más o menos, en las iniciativas de los forconi, poniendo el acento en la posibilidad de influir en algunos de sus componentes. Algunos, como uno de los líderes históricos del movimiento No Tav (movimiento de protesta contra el proyecto de construcción de la nueva línea de alta velocidad Lyon-Turin), Alberto Perino, se interrogan: “Cuando un pueblo está oprimido, se rebela y debe estar claro que nosotros no podemos dejar el campo libre a otros. Recordemos la experiencia de Aurora Dorada en Grecia. Existe el riesgo de que esto pueda reproducirse en italia. No digo que tengamos que ir del brazo con el “fascio”. Todo lo contrario. Pero si hay que prestar atención a que no nos instrumentalicen, hay que hacerlo de forma que no sean otros los que instrumentalicen la revuelta popular”.
Sinistra anticapitalista, una de las organizaciones de la IV Internacional en Italia, desarrolla una posición más distante respecto a los forconi. “Sería una ilusión peligrosa, como desvarían algunos en la izquierda, considerar que estas movilizaciones son precursoras de una real lucha positiva contra las políticas de austeridad y los gobiernos que las han aplicado”, escribe Franco Turigliatto. Diego Giachetti ha resumido el problema así: “Se trata de un fenómeno que muestra el potencial de radicalización hacia la derecha de sectores de la pequeña burguesía y del ‘sub-proletariado’, lo que puede convertirse en un peligro para la clase obrera, también duramente golpeada por la crisis y la política gubernamental (...) La debilidad y la ineficacia de las acciones de las direcciones sindicales y políticas abren la vía a este tipo de protesta. La cuestión no puede ser resuelta pretendiendo que estas movilizaciones pueden ser una verdadera lucha positiva contra las políticas de austeridad y los gobiernos que las aplican. Tampoco se puede dejar de lado estas movilizaciones considerándolas sólo como el fruto de un complot (¿destructor?) montado por grupos fascistas”. Estos análisis llevan a Sinistra anticapitalista a poner el acento en la necesidad de una movilización de los trabajadores contra el gobierno y las políticas de austeridad, para ofrecer una verdadera garantía a la cólera popular.
Forconi y “gorros rojos”
La cuestión puede plantearse así: ¿Forconi y “gorros rojos” ("bonettes rouges", expresión que adquirió a finales del año pasado la masiva movilización en Bretaña contra el eco-impuesto que quería imponer el gobierno Hollande. Ndt) son la misma cosa? Algunos han subrayado una proximidad. De hecho, de manera muy esquemática, la valoración de este tipo de movimientos depende de tres consideraciones: el hecho generador, las fuerzas que actúan en el interior, y su trayectoria.
Los “gorros rojos” y más en general el movimiento bretón, han tenido un doble origen: la defensa del empleo frente a planes de despido y una protesta contra el eco-impuesto. Este segundo aspecto aproxima a los forconi y las manifestaciones bretonas, mientras que los aleja la participación real de obreros en lucha, y no sólo de elementos populares atomizados como es el caso de Italia. Aunque el sindicato agrícola (FDSEA) y la patronal han actuado para centrar el movimiento bretón contra el eco-impuesto (y a favor de sus propias demandas), no lo han conseguido del todo, a pesar de la ayuda objetiva que, con su abstención, les han aportado lo esencial de las estructuras sindicales departamentales y el Frente de Izquierda. Por otra parte, el peso de la extrema derecha ha sido muy débil en las iniciativas bretonas (al contrario de lo que ocurre en Italia), más débil en todo caso que el de los militantes anticapitalistas organizados (sobre todo, el NPA) actuando por la expresión autónoma de un “polo obrero”. Los “gorros rojos” se han quedado como un movimiento regional mientras que los forconi han pasado de Sicilia al conjunto de la península.
Es difícil decir más en este estadio. Los dos movimientos recuerdan que las políticas liberales y la crisis pueden engendrar y engendrarán revueltas de capas distintas al proletariado. Los anticapitalistas, conservando su independencia, deberán confrontarse a ellas adaptando su táctica a cada situación concreta. “La acción política no es una acera de la perspectiva Nevski” (una acera limpia, ancha y unida a la arteria principal, absolutamente rectilínea, de San Petersburgo), subrayaba Lenin en “La enfermedad infantil del comunismo”...
Revue L’anticapitaliste nº 51 - febrero 2014-
Traducción: VIENTO SUR
NOTAS
1/ Después de los movimientos de los años 1970 y del movimiento autónomo, se instalaron jóvenes en edificios, muchas veces ocupados como lugares autogestionados donde se desarrollan actividades políticas, culturales, de ayuda, conciertos, debates, etc. La mayor parte de estos centros sociales están animados por militantes anarquistas o de la esfera de extrema izquierda. Pero existen también, sobre todo en Roma, centros sociales de derecha o neofascistas, el más importante de los cuales es la Casa Pound (en recuerdo del poeta Ezra Pound). La expresión “Casa Pound” designa a un movimiento político fascista que aspira a un desarrollo nacional.
2/ Ver: “Italia en la hora de la movilización de los sectores de la pequeña burguesía golpeados por la crisis”. Franco Turigliatto, diciembre 2013, http://www.europe-solidaire.org/spip.php?article30687.
3/ Ver: “Italia, ¿un relanzamiento de las movilizaciones?, Franco Turigliatto, Inprecor nº 599-600, noviembre-diciembre 2013, e “Italia: los sindicatos de base en la calle”, Thierry Flamant, Convergence révolutionnaire, noviembre-diciembre 2013.
4. Ver: “Italia: en los orígenes de la crisis política”, Ugo Palheta, revista TEAN-L’Anticapitaliste, nº 43, mayo 2013, http://npa2009.org/node/37392.
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