Tariq Alí · Emma Graham-Harrison · · · ·
Sin Permiso, 9 de febrero 2014
Tariq Alí: El futuro de Pakistán está vinculado a los talibanes
Hace doce años, unas pocas semanas después de la ocupación de Afganistán, sugerí (en estas páginas) que la euforia despertada por una conquista fácil estaba fuera de lugar. Sería una guerra larga y uno de sus efectos secundarios sería desestabilizar seriamente Pakistán. Por desgracia, los acontecimientos no han contradicho el análisis. El desbordamiento en Pakistán ha estado provocando el caos durante años. La opinión de que esto no tiene nada que ver con Afganistán es demasiado superficial para merecer una consideración seria.
No es ningún secreto que, desde el 9/11, los sucesivos gobiernos -Musharraf, Zardari y ahora los hermanos Sharif - han consentido los ataques con aviones no tripulados de Estados Unidos y han estado al tanto de las operaciones encubiertas de la CIA en Pakistán. Las encuestas de opinión, sin embargo, revelan que una gran mayoría de ciudadanos paquistaníes se oponen a las políticas estadounidenses. La capitulación de los partidos laicos liberales ante Washington dejó el campo libre a los grupos armados fundamentalistas religiosos, que comenzaron a desafiar el monopolio de la violencia legítima del Estado, presentándose como defensores del Islam y de los oprimidos pastunes en Pakistán. Sus afirmaciones son falsas.
Sólo el año pasado el TTP (Movimiento Talibán de Pakistán), el mayor de los grupos fundamentalistas armados, ha llevado a cabo cientos de ataques en diferentes partes del país, masacrando a cientos de inocentes y la mitad de esa cifra de personal de seguridad y militar. ¿Quiénes eran los muertos? Los cristianos en Peshawar, chiítas en otras partes del país, la flota de guerra en Karachi, agentes de inteligencia y policías y soldados en todas partes.
Los intentos de los militares en los últimos años para desalojarlos de ciertas áreas que controlaban (Swat es el mejor ejemplo) fracasaron por dos razones: la aplanadora maquina militar es torpe e imprudente, a menudo logra exactamente lo contrario de lo que se ha propuesto antes de tener que retirarse, y, en segundo lugar, una vez que los soldados regresan a los cuarteles, la infraestructura civil es demasiado débil para resistir las intrusiones armadas de los militantes islamistas. El patrón se repite y nada cambia.
Hace unas semanas, el TTP atacó el cuartel general militar en Rawalpindi, matando a soldados y civiles. Cuando el primer ministro, Nawaz Sharif, llegó a visitar a los heridos en un hospital local, multitudes de ciudadanos enojados corearon los más selectos insultos en punjabi contra el TTP y exigieron una respuesta contundente. Sharif, visiblemente afectado, autorizó a uno de sus ministros más cercanos a declarar virtualmente la guerra: se ordenó a la fuerza aérea paquistaní atacar las bases del TTP. Los líderes del TTP se sorprendieron, y pidieron de inmediato conversaciones con el gobierno.
Pidieron a Imran Khan, líder del PTI - el gobierno provincial en la provincia de Pakhtunkhwa, fronteriza con Afganistán - que formase parte de su delegación. Avergonzado por la solicitud, se negó. Pero otros han aceptado, incluyendo Sami-ul-Haq, el espeluznante clérigo a quién se considera como el "padre de los talibanes". Nawaz Sharif ha decidido dar marcha atrás a partir de la acción militar, y se espera que las conversaciones comiencen muy pronto. Pueden producir un alto el fuego temporal, pero no mucho más.
A pesar de horrorosa la serie de atentados recientes, el corazón del problema sigue siendo Afganistán. No es porque el TTP y sus redes sean tan poderosos que sus líderes no puedan ser encontrados, capturados, acusados y castigados. El hecho es que, con la retirada inminente de los EE.UU. de Afganistán, el servicio de inteligencia de Pakistán, el ISI, y sus jefes en Pakistán no puede permitirse el lujo de ofender al TTP demasiado. Islamabad ha desarrollado la teoría de la "profundidad estratégica": mantener Afganistán fuera de las manos de los aliados de la India como una estrategia defensiva contra la India. Esto siempre fue un poco absurdo, teniendo en cuenta que tanto la India como Pakistán son potencias nucleares y cualquier conflicto serio sería un desastre para ambos países.
Además, los pastúnes de Afganistán siempre han resentido la división británica de sus tierras y no pocos en Pakistán se sienten más cerca de sus hermanos afganos que del régimen en Islamabad. El velo de los talibanes ha enmascarado esta hostilidad y le ha dado colores religiosos, pero, en el fondo, la cuestión nacional sigue siendo fuerte. Si una sección del ISI apoya a las redes armadas, es difícil para otras alas del ISI acabar con ellas.
Una solución duradera, que puede muy bien que no sea la preferida por muchos paquistaníes, vendrá después de que los EE.UU. y sus aliados hayan abandonado el país. El presidente títere, Hamid Karzai, es consciente de todo esto, y ha declarado: "Los talibanes son nuestros hermanos", y denunciado la presencia británica en Helmand. Probablemente tratará de promover el nacionalismo pastún para debilitar a Islamabad. Hay mucho en juego para todas las partes.
Tariq Ali es miembro del consejo editorial de SIN PERMISO. Uno de sus últimos libros publicados es The Duel: Pakistan on the Flight Path of American Power [hay traducción castellana en Alianza Editorial, Madrid, 2008: Pakistán en el punto de mira de Estados Unidos: el duelo].
http://www.theguardian.com/commentisfree/2014/feb/04/pakistan-future-tied-to-taliban
Emma Graham-Harrison: Afganistán: Despenalizar la violencia de género
Una nueva ley afgana permitirá a los hombres atacar a sus esposas, hijos y hermanas sin temor al castigo judicial, deshaciendo años de lento progreso en la lucha contra la violencia en un país asolado por los llamados asesinatos de "honor", matrimonios forzados y una pertinaz violencia doméstica.
El pequeño pero significativo cambio del código penal de Afganistán prohíbe a los familiares de una persona acusada de prestar testimonio en su contra. La mayor parte de la violencia contra las mujeres en Afganistán es en el seno de la familia, por lo que la ley - aprobada por el Parlamento, pero a la espera de la firma del presidente Hamid Karzai -, tendrá como efecto silenciar a las víctimas, así como la mayoría de los posibles testigos de su sufrimiento.
"Es una farsa", dice Manizha Naderi, director de la ong Mujeres por las Mujeres Afganas. "Va a hacer imposible enjuiciar los casos de violencia contra las mujeres. Los más vulnerables no tendrán justicia ahora."
Bajo la nueva ley, los fiscales no podrán encausar casos como el de Sahar Gul, una novia niña cuya familia política encadenó en un sótano y mató de hambre, tras quemarla y azotarla cuando se negó a trabajar como prostituta para ellos. Mujeres como Sitara, de 31 años de edad, que han sufrido la amputación de nariz y labios a manos de su marido a finales del año pasado, nunca podrán acusar a sus torturadores.
Los asesinatos de "honor" por parte de padres y hermanos que desaprueban el comportamiento de una mujer serán imposibles de castigar. El matrimonio forzado y la venta o el comercio de las hijas para poner fin a disputas o saldar deudas también quedarán en gran medida fuera del control de la ley en un país donde un juicio por violencia de genero ya es raro.
Exención del cónyuge
Es común en los sistemas legales occidentales excusar de declarar a aquellas personas que podrían incriminar a su cónyuge. Pero es una excepción muy limitada, con poco que ver con la prohibición general prevista en Afganistán.
Para Human Rights Watch es "dejar que los agresores queden impunes".
El cambio está en una sección del código penal titulada “Prohibición de interrogar a una persona como testigo”. Otras personas que quedarán incluidas en esta prohibición son los niños, los médicos y los abogados defensores de los acusados.
Los senadores querían en principio una versión más suave de la ley que impidiese que los parientes estuvieran legalmente obligados a subir al estrado en un caso en el que no quisieran declarar. Pero las dos cámaras del Parlamento finalmente aprobaron la prohibición de todo los testimonios.
Como la mayoría de los afganos viven en recintos amurallados, compartidos sólo con sus familias extensas, ello implica a la mayoría de los testigos de la violencia doméstica.
Decisión presidencial
El proyecto de ley ha sido elevado a Karzai, quien debe decidir si firma la ley. Al no poder bloquear la reforma en el Parlamento, los activistas planean una campaña para presionar al presidente hasta que suspenda la nueva ley.
"Vamos a pedir al presidente que no firme hasta que se modifique el artículo. Vamos a poner un montón de presión sobre él", dice Selay Ghaffar, directora del refugio y de la ong Asistencia Humanitaria para las Mujeres y Niños de Afganistán. Los activistas esperan repetir el éxito de una campaña en 2009 que obligó a Karzai a matizar el derecho de familia que consagraba la violación conyugal como un derecho del marido.
Pero eso fue hace cinco años, y desde entonces Karzai ha consentido un fortalecimiento de las fuerzas conservadoras. Sólo el año pasado, el Parlamento ha bloqueado una ley para frenar la violencia contra la mujer y reducir la cuota de mujeres en los consejos provinciales y el Ministerio de Justicia ha adelantado una propuesta para reintroducir la lapidación como castigo por adulterio.
"Al principio, tenían cierto miedo al nuevo gobierno y los medios de comunicación", señala Ghaffar, refiriéndose al período posterior a la caída de los talibanes, cuando los derechos de la mujer atrajeron la atención internacional. "Ahora, hacen lo que quieren, ya que ven que el gobierno no es muy democrático ni defiende los derechos de las mujeres".
Las tropas extranjeras se están retirando en grandes números y todos se irán a finales de año. El acuerdo para mantener pequeños contingentes de fuerzas de Estados Unidos para formar a los soldados afganos y perseguir a los militantes islamistas a lo largo de la frontera con Pakistán está fracasando ya, como resultado de la oposición de Karzai.
Lazos tenues
Las relaciones con Washington, que han sido malas durante años, han empeorado como resultado de la tensión sobre el acuerdo, la liberación de decenas de presos que según EE.UU. son peligrosos Talibanes, los conflictos por los ataques insurgentes y las bajas civiles.
Los países que gastan miles de millones para mejorar la justicia y los derechos humanos en Afganistán se centran ahora en gran medida en la seguridad, y han dejado de lado, como imposible, la política afgana.
Heather Barr, investigadora de Human Rights Watch, afirma: "Quienes se oponen a los derechos de las mujeres se han envalentonado durante el año pasado. Creen que están ante una ventana de oportunidad para comenzar a revertir los derechos de las mujeres. No hay necesidad de esperar a 2015. La falta de respuesta por parte de los donantes les ha alentado aún más. Todo el mundo sabe desde mayo que esta ley podría ser aprobada, pero ningún donantes se ha pronunciado sobre ello".
Emma Graham-Harrison, ha sido corresponsal en Afganistán y Pakistán para The Guardian, y actualmente miembro de su comité de redacción.
http://www.theguardian.com/world/2014/feb/04/afghanistan-law-victims-violence-women
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