Mariya Ivancheva
Viento sur, 6 de febrero de 2014
En el curso de estos cinco años, la Bulgaria post-socialista ha conocido una ola persistente de movilizaciones que han coincidido con la ola mundial de movilizaciones antineoliberales contra la austeridad, la deuda y la precariedad —ola que comenzó con la Primavera Árabe, Occupy Wall Street y los movimientos indígenas-. Sin embargo, interpretar las movilizaciones búlgaras como parte de esta ola podría ser peligrosamente engañoso. Este artículo viene a presentar la dinámica de contestación y los marcos de la movilización analizando tres puntos álgidos del período 2012-2013. Algunas características del paisaje político y social de la Bulgaria actual hicieron cada vez más difícil el desarrollo de estos movimientos hacia posiciones antineoliberales o anticapitalistas. Yo lo explico por algunas características de las manifestaciones búlgaras, que son típicas no solo de Bulgaria, sino igualmente de otros países post-socialistas.
De entrada, la permanencia o la vuelta al poder de partidos neoliberales fuertes -que se apoyan en la herencia simbólica del socialismo de Estado para destruir las instituciones socialistas de protección social- perpetúa el carácter fuertemente "anticomunista" de las protestas.
En segundo lugar, el discurso sobre "la clase media que trabaja duramente" - principal eslogan de la transición a la democracia liberal y al capitalismo de mercado libre en 1989- ha hecho imposible alianzas de clase entre los trabajadores económicamente vulnerables poco cualificados y los trabajadores altamente cualificados.
Y, por último, pero no menos importante, dadas las décadas de creación de hegemonía neoliberal en el país, el "buen funcionamiento del capitalismo" ha sido considerado como la solución para salir de la pobreza, del endeudamiento y de la precariedad, y no como su causa.
Estos tres motivos, que están presentes en el caso de Bulgaria, hacen imposible una orientación espontáneamente antineoliberal o anticapitalista de las protestas. Éstos trazan igualmente una separación entre las olas de protestas sociales, paralelas pero no coincidentes, en el mundo: esta línea de demarcación podría llegar a ser un primer paso para las movilizaciones que surgen en favor un cambio social global.
La ola de protestas
Bulgaria vive una ola de protestas que comenzó en 2007. Activadas por la multiplicación de construcciones sobre espacios protegidos (reservas naturales), éstas tuvieron lugar principalmente en Sofía, la capital. A pesar de la protección de las reservas naturales de Bulgaria en el marco del programa Natura 2000 de la Comisión Europea, la clase política búlgara negoció con los especuladores numerosas construcciones semi-legales y no reguladas. Las zonas naturales protegidas fueron transformadas en desiertos de hormigón, provocando la destrucción de fuentes de agua, de suelos y de biotopos naturales. Esta ola de protestas fue acompañada por campañas contra los OGM (organismos genéticamente modificados), contra la extracción de gas de esquisto y contra el ACTA/1 -todas estas políticas fueron presentadas como activos para la consolidación de las clases medias, la sanidad y el acceso a la educación- y otras cosas. Estas movilizaciones alcanzaron su punto álgido en junio de 2012, cuando el Parlamento aprobó una nueva ley forestal. El principal bulevar del centro de la capital fue ocupado durante días por los manifestantes. La clase política, bajo presión por sus muchos problemas, aprobó la ley forestal sin las cláusulas que afectaban a las reservas naturales.
Los activistas ecologistas saludaron estas manifestaciones como una victoria. Sin embargo su combate en defensa de la naturaleza no se basa en un debate sobre las alternativas al capitalismo neoliberal, debate suscitado por la crisis. Los eslóganes contra la oligarquía y la corrupción han eclipsado las discusiones sobre prácticas similares en otros sectores desde 1989. En el proceso de privatización rápida y masiva, y de austeridad draconiana, los gobiernos de finales de 1990 y principios de 2000 desmantelaron las infraestructuras y las instituciones de protección social del socialismo de Estado y llevó a millones de búlgaros al desempleo, la precariedad y la emigración para huir de la miseria. Pero los manifestantes contra la ley de bosques, contra la fracturación hidráulica por el gas de esquisto, contra el ACTA, con los OGM han mostrado poca solidaridad con los profesores, los universitarios, los estudiantes, los mineros, los obreros industriales y los conductores que se movilizaron en paralelo contra la privatización de la industria y los recortes en el sector público en materia de empleo, salarios, seguridad y servicios. A pesar de usar lemas inspirados en Occupy Wall Street y otras protestas contra la austeridad, los ecologistas búlgaros no ven el capitalismo como un problema. No solamente se declaran "anticomunistas" y se oponen al pasado socialista del Estado y su metástasis en el poder estatal, sino que además declaran que el capitalismo es su ideal y que el problema no está en el sistema global (por ejemplo, la crisis desde el año 2008, por nombrar su fracaso más reciente), sino en su versión local "oriental", que obstaculiza el consumo y el ocio de la clase media que trabaja duro.
Con el mismo razonamiento, el verano de 2012, los activistas ecologistas dieron la espalda a dos posibilidades de aliarse con aquellos que no se sienten preocupados por el ocio, el consumo o la supervivencia ecológica del planeta a largo plazo, pero que se preocupan, en cambio, por cómo llegar a fin de mes. De entrada, ignoraron despectivamente la contra-manifestación de los campesinos de las zonas de las reservas naturales, para los que el desarrollo de estas regiones significaba únicamente trabajo y supervivencia económica. A continuación, mientras que las manifestaciones en las reservas naturales crecían, los ecologistas no cuestionaron el aumento del 13% en el precio de la electricidad, que tuvo lugar cuando aún se manifestaban por las calles de Sofía. Si bien, es ese momento, los activistas habían destacado que tal aumento significaría que la mitad de la pensión o del salario mensual de millones de búlgaros irían a las cuentas de las empresas energéticas privatizadas... Y como nadie se tomó en serio esta cuestión en el verano de 2012 y no hubo respuesta a la subida de precios de la electricidad, los búlgaros comenzaron a pagar un elevado precio a partir del invierno de 2013.
¿Cívico o social?
A finales de enero de 2013, los búlgaros se despertaron con enormes facturas de electricidad que muchos no podían permitirse. La respuesta fue incendiaria: la tasa de suicidios aumentó brutalmente, así como la muerte de personas mayores, llegando a la inmolación de siete desempleados y trabajadores. Esta situación no llegó a su fin al terminar el invierno: durante el verano siguiente hubo otras dos inmolaciones más. Las facturas y los suicidios catalizaron la movilización social en todo el país a partir del invierno de 2013. Los manifestantes fueron en su mayor parte búlgaros ordinarios: hombres y mujeres de edad media, parejas jóvenes con niños y estudiantes, así como un cierto número de matones de extrema derecha, ultras procedentes del fútbol. Los eslóganes usados criticaban la elevada subida de la luz, el mediocre nivel de vida y la corrupción flagrante. Estas movilizaciones no fueron seguidas por la masa de manifestantes ecologistas del verano de 2012, ya que estos estaban protestando contra la central nuclear de Belene así como contra la nueva ley de bosques. Tratando de complacer al gobierno, quien les hizo concesiones en el verano de 2012, los ecologistas defendían que solo el Ministro de Medio Ambiente -y no el gobierno en bloque- debía dimitir. En sus discursos, éstos explicaban que no querían sumarse a las protestas contra la subida del precio de la luz, señalando que ellos peleaban por causas "cívicas" y no por causas "sociales". La salud del bosque búlgaro era una causa de la "sociedad civil", mientras que la ayuda social, el derecho al trabajo y el acceso a los servicios eran según ellos una causa "social" y, por lo tanto, irrelevante. Esta contraproducente división entre reivindicaciones cívicas y sociales se reprodujo durante el segundo pico de la ola de movilizaciones en el verano de 2013. Después de los enfrentamientos entre los manifestantes y la policía en febrero de 2013, el gobierno de centro-derecha del GERB/2 dimite y es reemplazado por un gobierno neoliberal similar, formado por el Partido socialista búlgaro/3 y el Movimiento por los Derechos y Libertades/4, que representa al minoría turca, con el apoyo tácito del partido de extrema derecha Ataka/5. Esta coalición entre social-demócratas, liberales con una base étnica y un partido de extrema derecha podría ser considerada una verdadera contradicción, pero está en perfecta sintonía con la tradición de coaliciones políticas búlgaras a lo largo de veintitrés años desde la transición: partidos de segmentos políticos muy diferentes convergen entorno a los intereses de los bloques de las potencias mundiales y de las élites capitalistas locales. El BSP, que es una estructura oligárquica con raíces en la nomenklatura socialista, y sus aliados nacionales e internacionales post-socialistas eligieron a Plamen Orecharski -antiguo ministro de Finanzas de los dos anteriores gobiernos, uno de derecha y otro de izquierda- a la cabeza de un gobierno de coalición.
La promesa de reformas que beneficiarían a los búlgaros económicamente vulnerables hecha por Orecharski no clamó a los anticomunistas. Éstos creen que el retorno al poder del BSP convertirá a Bulgaria en sierva de los intereses rusos. Al mismo tiempo, la crisis creciente de la representación política y la aparente ausencia de programa político y económico que pudiera llenar las vacías arcas del gobierno alimentan la desconfianza hacia éste. Los sucesivos nombramientos de oligarcas han disipado rápidamente el crédito del que podía beneficiarse el gobierno. La gota que colmó el vaso fue la elección de Delyan Peevski a la cabeza de la Agencia Nacional de Seguridad del Estado (DANS). Orecharski presentó a Peevski como un luchador por la transparencia, pero a ojos de la mayor parte de los búlgaros este monopolista de los media y beneficiario de las privatizaciones encubiertas es la encarnación misma de la corrupción. Incluso después de la dimisión de Peevski, el pueblo continúa ocupando las calles cada día. En el momento que redactamos este artículo, cada día se reúnen en las calles, sobre todo en Sofía, reclamando la dimisión de Orecharski. Asimilan al BSP, neoliberal y capitalista, así como a los partidos oligárquicos en el poder y en la oposición al "comunismo". Como en verano de 2012, estos manifestantes desatienden las contra-manifestaciones diarias de los búlgaros menos privilegiados simbólica y materialmente, frente a aquellos para los que un cambio de gobierno no significa mucho cuando las reformas, si bien cosméticas, supondrían unas cuantas migajas para sobrevivir al invierno.
¿Invierno o verano?
Las movilizaciones de los veranos de 2012 y 2013, además de las de invierno, forman parte de la misma ola de protestas en Bulgaria. Como coincidieron con las manifestaciones en Grecia, Rumanía, Eslovenia y Turquía, a veces se han interpretado como parte de la misma gran ola de luchas contra la austeridad y las privatizaciones. Pero la realidad del terreno es mucho más compleja. Mientras que las movilizaciones invernales fueron una explosión popular de los que sufren la pobreza y las privatizaciones fruto de la crisis económica, las de los verano de 2012 y 2013 fueron provocadas por un "pánico moral" a las fuerzas oligárquicas y a los intolerantes en el poder. Y si todas estas movilizaciones protestan contra el control del Estado por las redes oligárquicas, las manifestaciones de febrero han articulado algunas reivindicaciones anticapitalistas, reclamando más seguridad social e igualdad, mientras que en junio estas reivindicaciones fueron edulcoradas o eclipsadas por las demandas de libertades democráticas. De esta forma, "la oligarquía" no es percibida más que como un sinónimo de la élite política del momento. Sin embargo, en lugar de ser vista por lo que es -una élite de poder típica que defiende los intereses del gran capital- la oligarquía neoliberal búlgara es considerada como "comunista" y por tanto toda manifestación contra ésta debe ser anticomunista o será considerada como no válida y fútil.
Lo que es más, cuando muchos de los búlgaros que estaban en la calle en el invierno de 2013 había tomado parte igualmente en las manifestaciones del verano, los medios liberales se dedicaron a contraponer las dos protestas, presentándolas como incompatibles, usando la metáfora de "la clase media" que ya emplearan en el verano de 2012. Esta es una manera de negar la realidad de aquellos que tienen problemas para alcanzar un salario medio que es de los más bajos de la Unión Europea. Sin embargo, la retórica de "la clase media" ha seguido presente en los relatos locales a favor de las protestas. Ésta ha sido utilizada por los manifestantes en verano de 2013, como un año antes, con el fin de defender su causa "cívica" de "los valores" en oposición a la causa "social" del "hambre". Los intelectuales que se pusieron del lado de las protestas declararon que la división entre las movilizaciones del invierno y las del verano es la división entre quienes leen y quienes no leen, entre quienes comprenden la civilización de los valores europeos y quienes no los comprenden, entre los "pobres" y los "indignados moralmente", entre los que pagan sus facturas e impuestos y entre los que no se pueden permitir hacerlo y tienen que vivir de la asistencia social. Esta división ha conmocionado a mucha gente socialmente responsable y que no ha dejado de manifestarse.
Al mismo tiempo, las reivindicaciones económicas de los manifestantes, tanto en invierno como en verano, han sido poco claras e intrínsecamente contradictorias. Durante los veranos de 2012 y 2013, los debates sobre la forma de gestionar las tierras para las reservas naturales y los recursos públicos de una manera más transparente quedaron en nada. La privatización se considera mala solo cuando concierne a las tierras de las reservas naturales o cuando se realiza de una manera no transparente. El capitalismo verde, la energía verde, la reducción de impuestos a los ricos o la privatización en beneficio de los capitalistas serios y morales fueron algunas de las demandas formuladas por las manifestaciones estivales. Y aún cuando éstos compartían la preocupación de la lucha contra la corrupción y la necesidad de transparencia, sus análisis no iban hasta plantearse lo injusto, o al menos lo problemático, del sistema económico actual. El mercado libre occidental y las democracias representativas, en estos momentos sacudidas por una profunda crisis, están hoy día idealizadas: los slogans piden a "Europa" ayudar a los búlgaros para poner fin a la corrupción.
Las movilizaciones invernales asumieron un discurso contra las privatizaciones, pero solo en sus inicios. Una vez formulada la demanda central del ·fin de todos los monopolios", parecía que la mayoría de los manifestantes culpaba a las empresas de distribución de energía de estar insuficientemente privatizadas, lo que permitía de esta manera unos precios de la electricidad demasiado altos. Pasaron por alto el hecho de que los precios se mantuvieron tan altos debido a un acuerdo de cártel y que esto es posible porque estos precios no están regulados por el gobierno.
En lo que concierne a los derechos políticos, los manifestantes invernales y estivales no divergieron de manera significativa: avanzaron muchas demandas y consignas exigiendo "un gobierno de expertos", ·mayor representatividad" o "democracia directa", que eran vistas como realizables desde la calle.
Aparición y desaparición de oportunidades
Estas reivindicaciones contradictorias, estos análisis y proyectos disonantes, no podían permitir orientar las movilizaciones contra el actual sistema político y económico. Esto ha sacado a la luz, sobre todo, que la amnesia de veintitrés años de transición a una democracia liberal y una economía de mercado han vaciado la imaginación política, el diccionario y el repertorio de los manifestantes. A pesar de la ola mundial de protestas contra el capitalismo neoliberal, todos los partidos de la transición búlgara comulgan con él y es percibido por la gente en las calles como el único camino a seguir. La dominación ideológica del "anticomunismo" en las manifestaciones hacen imposible cualquier aparición de un ala de izquierdas, socialista o anti-anticomunista. Los falsos discursos sobre "las clases medias" impiden la construcción de coaliciones con los que sufren privaciones no solo morales, sino también materiales.
Sin embargo, en las manifestaciones del verano emergió un pequeño número de voces críticas. Éstas declararon que tienen muchas cosas en común con aquellos que se movilizaron en invierno e igualmente con los contra-manifestantes del verano: el pueblo en su conjunto sufre a causa de la situación política y económica actual, la pobreza es un problema para todo el país. Éstos han llamado a organizar las movilizaciones de una forma más inclusiva con el fin de que las protestas búlgaras resuenen a la vez que la ola mundial de protestas contra la austeridad. Si esto no se realizara, los manifestantes búlgaros permanecerían en el lado equivocado de la barricada. Representarían más la indignación de una pretendida élite periférica que desea sobre todo mantener en su lugar a las autoridades aparecidas en otra constelación y luchar hasta la última gota de su sangre por la utopía de la prosperidad capitalista global - una causa que ya se ha desvanecido en los principales países del sistema capitalista mundial.
http://orta.dynalias.org/inprecor/article-inprecor?id=1559
Traducción: VIENTO SUR
Notas
1/ Se trata de un acuerdo comercial contra la piratería/falsificación (Anti-Counterfeiting Trade Agreement — ACTA), que es un tratado internacional para el reforzamiento de los derechos de la «propiedad intelectual», negociado entre 2006 y 2010 por unos cuarenta países y firmado por EEUU, Australia, Canadá, Corea del Sur, Japón, Marruecos, Nueva Zelanda y Singapur y por 22 Estados miembros de la UE. Su objetivo es, en particular, el control de Internet así como de los medicamentos genéricos. También refuerza jurídicamente la apropiación de los avances tecnológicos y científicos por parte del gran capital.
2/ El GERB (Ciudadanos por el Desarrollo Europeo de Bulgaria), un partido político de centro-derecha, neoliberal, fundado en 2006 por Boïko Borissov, antiguo guardaespaldas de Todor Jivkov (stalinista, principal dirigente del país de 1954 a 1989), mientras fue alcalde de Sofía. En 2009, ganó las elecciones europeas y la elecciones legislativas, y formó un gobierno en minoría (27 julio 2009 hasta 13 marzo 2013). Su candidato ganó la presidencia en 2011 cuando el partido se impuso en las elecciones municipales. Si bien perdieron el gobierno, el GERD fue el partido que obtuvo mayor representación en las elecciones legislativas de mayo de 2013, con 97 diputados (sobre los 240 posibles).
3/ Partido Socialista Búlgaro (BSP) es el nuevo nombre adoptado en 1990 por el Partido Comunista Búlgaro que dominó Bulgaria desde 1945. Es un partido neoliberal, nomenklaturista, que forma parte de la Internacional Socialista y del Partido Socialista Europeo.
4/ El Movimiento por los Derechos y Libertades (DPS) es el partido de la minoría turca y musulmana en Bulgaria. Forma parte de la Alianza de los liberales y demócratas por Europa junto, entre otros, los Liberales demócratas de Reino Unido y el FDP alemán.
5/ Unión Nacional Ataque(Ataka) es un partido de extrema derecha, racista y xenófobo que ataca a las minorías nacionales (gitanos y turcos) fundado y dirigido por Volen Siderov. Una delegación de este partido participó en la fiesta del Frente Nacional francés en 2006.
No hay comentarios:
Publicar un comentario