Simona V. Yagenova
El siglo XX nos ha dejado un enorme legado de
experiencias de como se gestan los regímenes fascistas, el modus operando del
imperialismo, las estrategias desestabilizadoras de la extrema derecha, el papel de las empresas de comunicación para
imponer su distorsionada “ verdad” sobre la luchas de los pueblos por su
emancipación y los sucesos internos en aquellos países que lograron o intentaron construir sociedades
socialistas.
En un contexto mundial de crisis, de disputa
por territorios y bienes naturales se
asiste a una nueva ofensiva del capital acompañado de una tendencia hacia la
remilitarización, espionaje mundial,guerras y el reagrupamiento de fuerzas
políticas de extrema derecha y neofascista quienes bajo su lógica totalitaria
como violenta, intentan borrar los derechos conquistados así como los sueños de
libertad, justicia, autodeterminación y
emancipación de los pueblos.
Pero las fisuras del sistema de dominación
hegemónica se ensanchan en la medida que los dispositivos legitimadores del
status quo pierden su eficacia y se han convertido en un estorbo para los
perversos afanes de acumulación de las clases dominantes. En tal sentido, el
modelo de la democracia burguesa y el capitalismo defendido como el único
horizonte posible para la humanidad por los ideólogos de la derecha, enfrentan
una creciente crisis de legitimidad, que abre la oportunidad de avanzar en la
construcción de alternativas sistémicas y un nuevo orden mundial.
Pero los proceso de construcción de un nuevo
modelo civilizatorio que trasciende las prácticas, imaginarios y relaciones
sociales basados en el capital requiere de una profunda batalla ideológica
política, estrategias organizativas novedosas, correlación de fuerza,
direccionar los saberes y poderes populares anti sistémicas hacia un cauce político
que desemboque en la construcción del poder popular y arrebata poder de decisión a quienes lo han sostenido
hasta la fecha. En fin es otra oportunidad histórica para demostrar la
superioridad ética,política, económica y socio-cultural de un modelo
civilizatorio que se erige en defensa de la vida, la madre naturaleza y el bien
común, tal como lo ha demostrado Cuba ya desde hace tantas décadas, y lo
intentaron demostrar los procesos revolucionarios que fueron derrocados por
medio de Golpes de Estado, como en el caso de Chile(1973), o Guatemala (1954), etc.
Es desde
América Latina, subcontinente gobernado mayoritariamente por gobiernos de
izquierda y centro-izquierda, que se están construyendo propuestas concretas,
tales como el ALBA, UNASUR; la CELAC, que aspiran a convertirse en un motor de
construcción de alternativas y de integración
horizontal y solidaria, sur- sur, es desde América Latina que se está
revitalizando el debate en torno a la construcción de un sistema-mundo
distinto; es desde el subcontinente que los pueblos originarios reivindican
como alternativa el Buen Vivir o el Sumak Kawsay, o Utz
k'aslemal con la aspiración de
recuperar el sentido y la defensa de la vida
desde una perspectiva holística encaminada a recuperar el equilibrio y
la armonía entre todos los seres vivos/as.
Fueron las luchas populares en América Latina frente a las políticas
neoliberales que jugaron un papel relevante que antecedieron y nutrieron
precisamente estos cambios políticos que se han vivido en la parte sur del
subcontinente en los últimos 15 años.
Hablar de
Venezuela hoy y la Revolución Bolivariana remite necesariamente a las grandes
figuras y los procesos emancipatorios que América Latina ha vivido a lo largo
de los últimos siglos y que reflejan los profundos sueños de libertad,
emancipación y autodeterminación de nuestros pueblos frente a las embestidas
del capital y del imperio. Cuba sin duda alguna señaló el camino y a lo largo
de estos cincuenta y cinco años ha sido el contundente ejemplo de la dignidad revolucionaria
latinoamericana Una de estas ha sido la
enorme importancia de la lucha política ideológica, la batalla de las ideas, y
el reconocimiento de que las conquistas políticas revolucionarias hay que
defenderlos minuto a minuto en todos los ámbitos y espacios y al costo de lo
que sea.
La Revolución Bolivariana se convirtió en una
luz de esperanza para los pueblos de nuestra Patria Grande y porque no decirlo,
para el mundo entero. La construcción de este proceso revolucionario desde sus
inicios se ha enfrentado a las fuerzas oscurantistas defensores de los
intereses imperiales, quienes defienden la reproducción sistémica del capital,
o quienes enajenados de su propia historia, identidad o pertenencia de clase, se convierten en defensores de las ideas de la
clase dominante.
Los diversos intentos de golpe de Estado han
sido exitosamente derrotados por un pueblo que está movilizado y comprometido
con la Revolución. El guión golpista y los métodos de desestabilización son
ampliamente conocidos, como lo son quienes lo impulsan. Cuentan con el respaldo
de la extrema derecha y de grupos neofascistas del continente, son financiados
por grupos empresariales trasnacionales, regionales y nacionales, disponen de poderosos dispositivos mediáticos, grupos paramilitares y controlan aún
importantes rubros de la matriz económica venezolana. La guerra económica
consistente en el acaparamiento de los
productos básicos, la especulación con los precios entre otros, que busca
desestabilizar y desgastar al proceso revolucionario está siendo enfrentada con
acertadas medidas, sentando precedentes importantes como fijar una tasa máxima
de ganancia del 30%.
Los incidentes violentos impulsados por
grupos fascistas que han dejado un legado de destrucción, heridos y muertes
desnudan, nuevamente, la verdadera naturaleza de los grupos opositores
venezolanos y sus aliados internacionales, y evidencia su desesperación ante la
profundización del proceso revolucionario. La experiencia del siglo XX nos ha
demostrado que la tolerancia o titubeo ante las fuerzas fascistas solo conlleva
a que estos se multiplican y crezcan. Con el fascismo no se dialoga, se derrota
con la fuerza popular organizada, y la implacable aplicación de medidas
estatales en defensa de la vida y del proceso revolucionario, que es
precisamente la respuesta que el
gobierno de Nicolás Maduro está dando ante los acontecimientos registrados.
No hay
vuelta para atrás. El único camino que
tenemos en nuestra Patria Grande es profundizar los procesos de construcción
del poder popular, impulsar prácticas contrahegemónicas que nos conlleven a
erigir un nuevo modelo civilizatorio , integrarnos horizontal y solidariamente
y demostrar que si es posible salir de la trama del capital y sus perversas
repercusiones.
18 de
febrero 2014
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