28 mayo 2014
El militar que fue electo Presidente, pero que diariamente ha querido ejercer su mandato con prácticas sultanescas, ha ordenado a sus huestes que le allanen el terreno para prolongar su mandato por dos años para, así, de golpe en golpe perpetuarse en el poder.
Formados en la academia de la tortura y la ejecución extrajudicial, este grupo de militares no se acostumbrar a vivir en democracia, mucho menos a cumplir estrictamente lo que las leyes ordenan.
Golpe a golpe, manipulan normas, asaltan instituciones. Acompañados por un coro claro y evidente, aunque desafinado, de militares de línea, aquellos que sin pasar por la escuela castrense se soñaron siempre comandantes o generales y ahora quieren el poder a como dé lugar, juegan a la democracia con visiones y posiciones autoritarias.
Incapaces de logar sus propuestas de campaña, particularmente porque el cumplimiento de la ley no es su fuerte, el militar y sus seguidores ven con pena que el tiempo se les agota, que su candidato no levanta en las encuestas, y que si bien gastan a manos llenas en rubros superfluos o clientelares, declarando de excepcional 85 % de las compras (con lo que resulta que cumplir con la Ley de compras es ahora la excepción), la militarización efectiva de la sociedad y el ejercicio público no la han conseguido.
Los militares –de escuela y de línea– controlan espacios, compran lealtades, despilfarran recursos, pero la sociedad se resiste a ser encuadrada y clama en todos los ámbitos por participación y democracia.
Evidentemente la Constitución de la República es una norma caduca, elaborada en un pacto excluyente, a la que las reformas de 1993 simplemente vinieron a hacerla mucho más favorable a les élites económicas, pero esa es la Ley y su reforma, necesaria e inminente, solo podrá suceder si se realiza en un proceso de amplia participación y debate ciudadano.
Los militares de este sultanato ya intentaron su reforma, y su incapacidad para la negociación los condujo a un rotundo fracaso, como también han fracasado cuando sin mayor disposición ciudadana manipularon la reforma fiscal: En Guatemala se vende y compra cada vez (que no es lo mismo a que produzcamos más) el Gobierno gasta en superficialidades y negocios opacos, pero el fisco recauda menos. Nunca antes habíamos vivido tal surrealista. Pero los militares que nos gobiernan (los de escuela y los de línea) quieren dos años más.
No para lograr la gobernabilidad, sino para militarizar aún más la sociedad. Son incapaces de serios y auténticos diálogos, como quedó demostrado al negarse a hacer pública la propuesta que, supuestamente, querían presentar a un pequeño grupo de líderes de la Puya. Estos pedían documentar todo para transparentar el diálogo, pero los militares de línea aunque hablan de diálogo le temen a su práctica efectiva porque exigen relaciones de igualdad, y ellos solo saben insolentes mirar hacia abajo, o servilmente mirar hacia arriba.
El período de gobierno bien puede extenderse, pero su aplicación no puede ser de aplicación retroactiva (a quienes fueron electos por 4 años) y exigiría condicionar la reelección de alcaldes para que, por ejemplo, fuese de solo un período, y que la de diputados demandara una proporción mayor en la cifra repartidora.
La democracia exige el reconocimiento de la diversidad de ideas y, en consecuencia, el respeto irrestricto a las minorías, debiéndose cerrar espacios a la cooptación, el mercadeo y el chantaje político. Las elecciones europeas del 25 de mayo son una clara muestra de ello: la democracia se consolida donde hay un amplio, responsable y respetuoso reconocimiento de la diversidad y las minorías. Una sociedad solo avanza si el Estado asegura a sus ciudadanos el ejercicio de sus derechos básicos como salud, educación y trabajo.
Guatemala es el único país latinoamericano dirigido por militares, donde se pontifica desde las aulas y el estrado del juez a favor de la tortura y la ejecución extrajudicial. Es el de los más bajos índices de desarrollo humano. Es una sociedad que aún no consolida sus instituciones democráticas.
El gobierno militar en sus 30 meses nada ha hecho para revertir esas tendencias, y si bien su aceptación era en enero del 50 %, no por ello tendría expedito el triunfo en una consulta popular para ganar dos años más de aire. Es evidente que si se anima, saldrá más que trasquilado, ¿a qué le apuestan entonces?
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