En Defensa de la Protesta
social
La desvalorización del mundo humano crece en razón
directa
de la valorización del mundo de las cosas. C. Marx
Simona V. Yagenova
Se asiste a
un contexto mundial cuyos rasgos sobresalientes son la profunda y prolongada crisis
sistémica del capitalismo, una intensificación de la disputa inter-imperialista
por territorios, recursos naturales, y mano de obra barata, un renovado ciclo de militarización y ofensivas bélicas que tiene como sujeto
principal al Imperialismo Estadounidense y sus aliados, y un resurgir de las
fuerzas de extrema derecha, neofascistas y ultraconservadores. Son cada vez más,
las voces críticas que plantean que no se trata solamente de una crisis
económica, sino de una crisis civilizatoria, sustentado en imaginarios y modos
de vida-consumo que no son sustentables a largo plazo, encaminándose el planeta
a procesos de autodestrucción cada vez más visibles.
Frente a
este escenario mundial, en que millones de trabajadores/as pierden sus fuentes
de trabajo o simplemente ya no tienen
posibilidad de insertarse en el mercado laboral, cuando los jubilados ya no cuentan con el seguro social o no
podrán sobrevivir del cheque de su jubilación, cuando las grandes empresas transnacionales se
apropien de los recursos naturales y del código genético de la humanidad, y la
esperanza de los jóvenes por un futuro está siendo hipotecado por quienes
defienden a ultranza la lógica de un modelo que se basa en la lógica
depredadora y destructiva del capital, rebelarse es una obligación.
Tal como ha
sucedido en otro periodos históricos cuando los pueblos levantan su voz de
protesta, estas manifestaciones de rechazo son ahogadas con gas, tanques de
agua, golpes, despidos, en fin, la violencia ejercida desde siempre, cuando las
elites y sus intereses se sienten amenazadas, tal como ha podido observarse en
las protestas de Grecia, España, Italia, Inglaterra, Estados Unidos, etc.
regímenes supuestamente democráticas. Constituye una respuesta ciudadana cada
vez más crítica a las elites económicas mundiales, abonando con ello a la resistencia que se libra en diferentes
lugares del planeta.
En Guatemala, se constata una
tendencia ascendente de la protesta social, que tiene como protagonistas una diversidad
de fuerzas sociales. La falta de voluntad de las élites, la incapacidad de los
Estados para satisfacer el cúmulo de inconformidades y demandas acumuladas así como la capacidad de lucha y resistencia
de los pueblos frente a la creciente injusticia y desigualdad, son un reflejo del
fracaso político del modelo neoliberal, que no logró legitimarse ante una
amplia gama de los ciudadanos/as. El imaginario de una sociedad distinta,
esbozada en las consignas, demandas y en las reiteradas luchas por transformar
aquello que es considerado injusto, y nacido del mundo de las necesidades no
satisfechas, es reflejo de que no se ha perdido la esperanza de que es posible,
mediante la participación activa, cambiar la realidad existente.
Mientras quienes defienden el
status quo, la protesta social es sinónimo de ingobernabilidad, amenaza al
sistema establecido e impide “el progreso y desarrollo,” otros lo valoran como
un derecho ciudadano conquistado, aún dentro del marco del minimalismo de la
democracia liberal y representativa. Hoy por hoy, el derecho a la protesta
social enfrenta nuevas amenazas, en un contexto de reforzada imposición del
modelo de acumulación por despojo que se aplica en contra de la voluntad
popular, y que afecta a los pueblos indígenas, trabajadores/as, campesinos,
mujeres y juventud del país. La persecución jurídica, campañas de desprestigio
en contra de líderes/lideresas populares, las amenazas de delimitar el derecho
a la huelga, manifestaciones y bloqueos de carretera, entre otros, parecen
indicar signos de un tiempo pasado que vuelve al presente.
Los casos de Barillas,
Huehuetenango, Santa María Xalapán, Río Dolores, AV, los sucesos en los territorios de los pueblos
ixil, kiché, qeqchí, mam, chortí, la
desarticulación del Archivo de la Paz, el despido de sus trabajadores, la
pretensión de intervenir a la FLACSO
Guatemala y la represión en contra de los estudiantes normalistas el día 5 de
junio 2012, desmedida e injustificada, evidencia como el uso creciente de la
fuerza se impone sobre la voluntad de diálogo, reflejo de la configuración de un proyecto
político autoritario que amenaza los escasos y frágiles espacios democráticos
existentes.
Para quienes creemos firmemente
en que son los pueblos organizados que construyen los cambios, porque cargan el
peso histórico de las múltiples opresiones e injusticias acumuladas y porque mediante
sus saberes y prácticas contra hegemónicas defienden la vida de hoy y mañana,
es una obligación preservar los derechos conquistados, defender el bien común y
la dignidad y derechos de los guatemaltecos y guatemaltecas.
6 de junio 2012
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