Indignación
KAJKOJ MáXIMO BA TIUL
Indignación, rabia, vergüenza da. Porque cuando pensábamos que íbamos a transitar hacia la consolidación de una verdadera democracia volvemos a momentos de terror, y ahora que no nos digan que es culpa del crimen organizado, de la delincuencia juvenil o de sicarios porque también es de un Estado y gobiernos que nunca se han preocupado por la gente. Para llegar hasta el asesinato debe estar bien pensada y bien definida la estrategia y solo puede nacer de mentes de personas que durante muchos años han podido vivir ocultas, pero derramando su odio y su venganza sobre hombres y mujeres que lo único que buscan es construir una sociedad justa y más humana.
Criminalizarlos, hacerlos sentir delincuentes o terroristas, desalojarlos, intimidarlos y asesinarlos, como si la vida no valiera nada. Incluso hasta dejando un papel que dice: “El mensaje se lo dejas en el cadáver”, como en el caso de Domingo Hernández. Sin importarles que Guatemala es parte de instrumentos internacionales en materia de derechos humanos y que la Constitución reza que el Estado de Guatemala se organiza para el bien común y que su objetivo es preservar la vida.
La declaración de la ONU sobre el Derecho y el deber de los individuos, los grupos y las instituciones de promover y proteger los derechos humanos y las libertades fundamentales universalmente reconocidos (1998), dice: “Toda persona tiene derecho, individual o colectivamente a promover y procurar la protección y realización de los derechos humanos y libertades fundamentales en los planos nacional e internacional”.
Los defensores y defensoras de los derechos humanos trabajan para hacer realidad un mundo más humano y justo. Muchos defienden los derechos humanos en sus actividades cotidianas y otros lo hacen por una acción o postura en favor de los mismos derechos. La mayoría que dedican su vida y se comprometen a la defensa de los derechos humanos colectivos o individuales respetan la universalidad de los mismos, asumiendo que todos los “seres humanos son iguales en dignidad y derechos, sin importar el género, la raza, la etnia o cualquier otra condición”. Se comprometen a cumplir, respetar y hacer respetar las normas en materia de derechos humanos, tanto individuales como colectivos.
En Guatemala estamos lejos de ver que en la práctica se defienda y se proteja a los defensores de los derechos humanos. Al contrario, se ha vuelto nuevamente cotidiana la consigna: “Matando al perro se acabó la rabia”.
Estos últimos días hemos recibido, con mucha indignación, el ataque contra Yolanda Oquelí, el asesinato de Ovidio Ortiz, Ricardo Morataya y José Tabico Tzunun, el atentado contra Melvy Lizeth Camey Rojas, la agresión contra un grupo de mujeres de Quiché y su dirigente Lolita Chávez, últimamente el atentado contra el líder indígena k’iche Domingo Hernández Ixcoy, las órdenes de captura y desalojos contra comunidades y sus líderes y más.
¡Por eso y por más estamos indignados!
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