Carlos Aznarez Trump y Latinoamerica. Con Cuba y Venezuela en la mira

 Las relaciones de Donald Trump con Latinoamérica, más allá de la verborragia habitual del presidente norteamericano, aún muestran conos de incertidumbre. Por un lado, figura la embestida que el multimillonario ha encarado con respecto a los megaproyectos de alianzas encaradas por el ex presidente Barak Obama. De hecho, una de las primeras iniciativas de Trump fue la de firmar una orden para que EE.UU no forme parte del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica. Se sabe por sus propios dichos que el nuevo presidente estadounidense es un crítico acérrimo de los tratados multinacionales, por considerar que no contemplan las prioridades estadounidenses y ponen los intereses comerciales por encima de la generación de empleo que él considera pivote de la economía. Extraña conclusión, ya que cada uno de los TLC impulsados por EE.UU siempre han derivado en ganancias espectaculares para la parte norteamericana. Esta decisión, que cayó como un mazazo en casi todos los mandatarios neoliberales de la región que palpitaban el triunfo de Hillary Clinton, los ha obligado a repensar un plan alternativo. De hecho, en la reunión del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC) que se realizó a fines de noviembre de 2016 en Lima, la respuesta ante el proteccionismo azuzado por Trump fue parte del debate. Fue allí que un fanático de los TLC (a expensas de la miseria que encarnan para los pueblos del continente) Ildefonso Guajardo, secretario de Economía de México -y ex negociador en Washington de otro gran acuerdo, el NAFTA-, declaró en ese entonces que, junto con Japón, Australia, Malasia, Nueva Zelanda y Singapur, estudiarían soluciones alternativas para un TPP sin Estados Unidos, aunque no tenía nada claro cómo podría lograrse. 

En realidad, el camino a seguir será el alentado por China que está dispuesto a ocupar el sitio que eventualmente dejaría libre Trump. En términos de relación política y comercial, Trump contará con aliados de un nivel de obsecuencia que llega a irritar al propio establishment norteamericano. Allí está el caso de Argentina, con Mauricio Macri y su deseo explícito de convertirse en el gran bonete de todo ataque diplomático a Venezuela bolivariana. Para ello no bastan con los encuentros afectivos con la esposa del golpista Leopoldo López o con atizar el fuego del Mercosur para que condene a Nicolás Maduro, sino que Macri juega fuerte a través de su canciller Susana Malcorra generando una rebelión de los países con gobiernos derechistas en la OEA y tratando de cumplir disciplinadamente lo que impone el Secretario Luis Almagro, otro gran peón del Imperio. 

Por su parte, el gobierno golpista brasileño de Michel Temer y el de Horacio Cartes en Paraguay, también se han ofrecido a Trump no solo para elucubrar nuevos TLC sino para acompañar la gestión agresiva norteamericana contra Venezuela, y de paso también apuntar a Cuba.  

Pero si hay un país donde Trump puso la mira desde antes de ganar las elecciones, ese es México. Contando con la anuencia inicial del propio presidente mexicano Peña Nieto, que cortejó a Trump en plena campaña electoral invitándolo a su país y congraciándose con algunos de sus peores gestos, el mandatario norteamericano puso primera apenas obtuvo el triunfo y amenazó con duplicar lo que ya aplicaba Obama con respecto a la inmigración mexicana. Esas señales xenófobas, racistas y prepotentes encendieron todos los fuegos de la población mexicana y fue tal el repudio que hasta los propios políticos de la derecha tuvieron que asumir consignas de tinte patriótico frente al imperio. Vapuleado por la oposición, Peña Nieto quiso ponerse a tono y prometió no pagar el muro anunciado por Trump para intentar cerrar la puerta a los migrantes, pero además, en lo que hace a lo económico el Gobierno de México empezó conversaciones con sus contrapartes de la Unión Europea para actualizar su propio tratado de libre comercio que fue inicialmente firmado en el año 2000. Aumentando el desafío, funcionarios del Gobierno de México se dirigieron al Foro Económico Mundial en América Latina donde reiteraron su interés en comprar más bienes — particularmente maíz y soja— de Brasil y Argentina en lugar de hacerlo a Estados Unidos. Esto último no es un detalle menor ya que México es uno de los mayores compradores de maíz y soja estadounidenses. El maíz es un alimento básico para la dieta de los mexicanos, usado para todas sus comidas desde puestos de tacos hasta restaurantes finos. 

Hay equipo Entre las figuras a las que Trump les derivará funciones de asesoramiento e incluso participación en algunas actividades que tengan que ver con las relaciones con Latinoamérica y el Caribe, figuran: Mauricio Claver Carone: hijo de cubanos, nacido en Florida y criado en Madrid, el abogado Mauricio Claver Carone es director ejecutivo del poderoso US Cuba Democracy PAC, el principal grupo de lobby pro-embargo de Washington, y de la organización sin fines de lucro Cuba Democracy Advocates. Además, es un habitual columnista en temas de política internacional en períódicos, radio y TV y en su propio blog, Capitol Hill Cubans. Desde todas esas plataformas marcó su fuerte oposición a la política de Barack Obama de acercamiento a Cuba y aboga por mantener las sanciones a la isla hasta que haya elecciones libres, democracia plena y libre mercado. Trump lo designó como parte de su equipo de transición en el Departamento del Tesoro, en donde ya había sido asesor legal en el pasado. 

José Cárdenas: Hijo de colombianos, nacido y criado en Washington DC, ocupó distintos cargos en el Departamento de Estado, el Consejo de Seguridad Nacional, la OEA y la agencia para el desarrollo USAID durante los gobiernos republicanos. Integrante de la línea más dura del conservadurismo estadounidense, Cardenas es socio de Roger Noriega (ex subsecretario de Estado de Gorge W. Bush) en la consultora Visión Américas, que asesora a empresarios estadounidenses y latinoamericanos en busca de negocios en el continente. En los últimos años alzó su voz para  reclamarle a Barack Obama posiciones más firmes contra la Venezuela chavista, el ecuatoriano Rafael Correa o el boliviano Evo Morales. También apoyó el intento de destitución del hondureño Manuel Zelaya. 

Leah Campos: Descendiente de inmigrantes mexicanos, fue agente operativo de la CIA en Europa y América Latina durante una década. Ferviente católica y madre de cuatro, dejó la agencia de inteligencia cuando su marido fue asignado a Afganistán. En 2012 se postuló sin éxito para una banca legislativa por Arizona. Durante su campaña, pedía que su país "no caiga en la retórica divisiva que predomina en países como Venezuela y Argentina" ni se deje seducir por "las falsas promesas del estatismo fallido de las socialdemocracias europeas”. Integra diversas organizaciones conservadoras y fue una promotora entusiasta de la campaña de Trump a la presidencia. 

William Brownfield: El actual subsecretario de Estado para la lucha internacional contra el delito y el narcotráfico es uno de los diplomáticos estadounidenses en actividad con mayor experiencia en América Latina. Nacido en Texas y con un fluido español, William Brownfield fue embajador en Chile, en Venezuela (donde vivió en tensión con Hugo Chávez al comienzo de su mandato) y en Colombia (donde tuvo una relación mucho más amistosa con el entonces presidente Álvaro Uribe). También ocupó diversas posiciones en las embajadas de El Salvador, Argentina, Panamá y Suiza. Con buena llegada tanto a republicanos como a demócratas (su esposa, la también embajadora Kristie Kenney, es asesora de John Kerry), ya ha sido consultado por el equipo de Trump y algunos creen que podría convertirse en el soporte más profesional y menos ideológico del equipo del presidente para la región.

 Craig Deare ha sido nombrado Director Principal para el Hemisferio Occidental del Consejo Nacional de Seguridad (NSC). El Dr. Deare ha sido profesor en la National Defense University desde enero de 2001, y actualmente es Decano de Administración del College of International Security Affairs (CISA). Ingresó a CISA en marzo de 2010 luego de más de nueve años en el Centro de Estudios de Defensa Hemisféricos (CHDS). En CHDS el Dr. Deare fue Decano de Asuntos Académicos de 2004 a 2007. Deare se desempeñó en el Ejército durante 20 años, donde cumplió una variedad de tareas, especializándose en inteligencia militar como funcionario en América Latina. Se retiró del Ejército con el rango de Teniente Coronel. Es experto en México. Recibió una beca del Congreso de la Asociación Americana de Ciencia Política (APSA). Fue Asistente Legislativo para Asuntos de Seguridad Nacional del Senador Bob Graham (D-FL). Luego de ello fue Oficial de Enlace con el Congreso de la Oficina de Enlace Legislativo del Ejército, y Jefe del Sector de Planes y Operaciones de la División de Programas. Ha publicado artículos en varias publicaciones académicas y políticas, entre los cuales se destacan “Security Implications of Drug Legalization in the U.S. and Mexico,” en The State and Security in Mexico: Transformation and Crisis in Regional Perspective Strategic Forum, nº 243; “Relaciones de defensa México-Estados Unidos” en Atlas de la Seguridad y la Defensa de México 2009; “Improving U.S. Defense Structure for the Western Hemisphere” en Joint Forces Quarterly; y “La militarización en América Latina y el papel de Estados Unidos” en Foreign Affairs Latinoamerica. Se anticipa que en marzo de 2017  publicará su libro sobre las relaciones entre México y los Estados Unidos. También se recibió en la U.S. Marine Corps University Command and General Staff College. Carl Meacham es Vicepresidente Adjunto para América Latina de PhRMA (asociación de laboratorios farmacéuticos), habiendo recientemente regresado a Washington D.C. para ocupar dicho cargo. Durante 2016 trabajó en Chile en al área de relaciones gubernamentales de Uber. La mayor parte de su carrera ha sido en Washington D.C. Antes de trabajar para Uber, se desempeñó durante dos años como Director del programa de las Américas en el Centro para Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS). Antes de trabajar para CSIS trabajó para el Senador Richard Lugar (R-IN) en el personal republicano del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, donde monitoreó la labor del Departamento de Estado con el Hemisferio Occidental. Antes de eso Meacham trabajó para dos Senadores demócratas. Asimismo, fue Asistente Especial del Subsecretario del Departamento de Comercio, se desempeñó en la Oficina de Asuntos Cubanos del Departamento de Estado, y en la Embajada de Estados Unidos en Madrid. Meacham ha escrito sobre los beneficios del acuerdo con Cuba respecto al compromiso general de los EE.UU. con la región. Anteriormente había escrito que las sanciones a Venezuela podrían ser efectivas, pero que se corría el riesgo de aumentar la inestabilidad económica. También comparó a Venezuela con Ucrania en términos de los riesgos de desestabilización de sus respectivas regiones. Mediante Twitter, indicó que Venezuela podría ser la primera crisis del Presidente Trump y el Secretario de Estado Tillerson, y que estaba decepcionado por la falta de discusión sobre Venezuela, y las protestas en México por el aumento del precio de la gasolina, en las audiencias de confirmación de los nombrados para ocupar cargos en los Departamentos de Estado y de Defensa, y la CIA. También mediante Twitter ha manifestado que “cree en políticas públicas basadas en evidencia verificable.” Obtuvo una Licenciatura de la State University of New York en Albany, una Maestría de la School of International Studies de American University, y otra de la School of International and Public Affairs de Columbia University. Se crió en Chile

. Otto Reich nació en Cuba, de donde, junto con su familia, se exiló a los 15 años. Fue Embajador de los EE.UU. en Venezuela (1986-1989), y ocupó diversos cargos en los gobiernos de los Presidentes Ronald Reagan, George H. W. Bush, y George W. Bush. Actualmente es presidente de Otto Reich Associates, una firma consultora que asesora sobre relaciones internacionales, comercio, e inversiones para clientes estadounidenses, e internacionales. En 2001 el Presidente Bush lo nombró Secretario de Estado Adjunto para el Hemisferio Occidental. Sin embargo, no obtuvo el apoyo de Comité de Relaciones Exteriores del Senado y el Presidente Bush solo lo pudo nombrar para ocupar el cargo durante un año. Terminado dicho período, fue Enviado Especial de la Casa Blanca para América Latina de 2003 a 2004. Reich ha sido el centro de varias controversias. Una de las más notorias fue su labor con los Contras nicaragüenses (un grupo que luchó contra el gobierno Sandinista) mientras ocupaba la dirección de la Oficina de Diplomacia Pública para América Latina y el Caribe del Departamento de Estado. En 1987 el Fiscal General de los Estados Unidos dictaminó que parte del trabajo de Reich habían sido “actividades de propaganda prohibidas,” y que estaban “fuera del rango de actividades aceptables para la agencia de información pública.” Sin embargo, a diferencia de otros funcionarios de Reagan, Reich no fue imputado por violar la prohibición de ayudar a los Contras, que había sido aprobada por el Congreso en 1984. Durante la década del 1990 Reich trabajó como cabildero en asuntos latinoamericanos. Colaboró en la redacción de la Ley Helms-Burton que fortaleció el embargo de los EE.UU. a Cuba. En una entrevista en marzo de 2016, criticó la campaña de Donald Trump en las elecciones internas del Partido Republicano y afirmó que el candidato tenía ideas extrañas, y que sus antecedentes como empresario eran cuestionables. En enero de 2017, junto a otros cuatro ex diplomáticos, firmó una carta enviada al Presidente electo Trump, exhortándolo a detener la cooperación en materia de inteligencia con Cuba.

Reich obtuvo una Maestría en Estudios Latinoamericanos de Georgetown University, y una Licenciatura en Estudios Internacionales de la University of North Carolina. Sirvió en el Ejército de 1966 a 1969. Yleem Sarmiento de Poblete: Originaria de Miami, Florida, la Dra. Poblete fue nombrada por el Presidente Trump como integrante del equipo del Consejo Nacional de Seguridad. En 2013, junto con su marido, fundaron el Grupo de Análisis Poblete.

La Dra. Poblete es Becaria del Instituto de Investigación Política y Estudios Católicos, y profesora invitada de instituciones académicas privadas y públicas. Durante casi dos décadas trabajó en la Cámara de Representantes ocupando varios cargos. De 2011 a 2013, fue Jefe de Personal y Directora de Personal del Comité de Asuntos Internacionales presidido por la Diputada Ileana Ros-Lehtinen (RFL). Antes de eso fue Directora del Personal de la Minoría del Comité de Asuntos Internacionales de la Cámara de Representantes; Directora del Personal del Subcomité de Medio Oriente y Asia Central; y Directora y Subdirectora del Personal del Subcomité de Operaciones Internacionales y Derechos Humanos. También trabajó para el Subcomité de Política Económica Internacional y de Comercio, y para el Subcomité sobre África. En el Comité de Asuntos Internacionales Poblete trabajó en la legislación para imponerle sanciones a Irán y a Siria; suspender la contribución estadounidense a la Agencia Internacional de Energía Atómica, que estaba proporcionando asistencia técnica a Irán, Siria, y Corea del Norte; y exigirle cuentas a las fuerzas de paz de la ONU acusadas de abuso sexual. En 1996 participó en la redacción de la Ley Helms– Burton. Ha publicado artículos en The Hill, Wall Street Journal, National Review Online, National Interest, y The Washington Times, entre otras publicaciones. Ha escrito sobre las relaciones entre Cuba y los EE.UU., la influencia de Irán en América Latina, y la necesidad de imponerle sanciones a Venezuela. Está convencida de que hay grupos terroristas infiltrados en América Latina cuyo propósito es atacar a los EE.UU. Poblete obtuvo un Doctorado en Política Mundial y Relaciones Internacionales de la Catholic University of America, con una concentración en el Medio Oriente y el Hemisferio Occidental. También obtuvo una Maestría en Relaciones Internacionales de la Universidad de Miami, y una Licenciatura en Relaciones Internacionales de Saint Thomas University. Trump y Cuba Asesorado por lo más recalcitrante del lobby cubano-americano Trump no ahorró epítetos para atacar a Cuba en la campaña electoral. Llamó a Fidel “brutal dictador” y por muy poco no se fotografió en las calles de Miami festejando con los “gusanos” la muerte del máximo jefe de la Revolución Cubana. Sus asesores principales en lo que hace a reforzar las presiones sobre la Isla,  provienen del staff que habitualmente ejerce una actividad desestabilizadora también contra Venezuela, siendo su principal artífice el senador (hijo de inmigrantes cubanos) Marco Rubio.

Este personaje junto con el senador Bob Menéndez y la congresista Ileana Ros-Lehtinen, hija de uno de los testaferros del dictador Fulgencio Batista, son considerados la base fundamental que le dio el triunfo a Trump en La Florida, en base a promesas de endurecer cada vez más las medidas contra Cuba. Los tres son también grandes amigos de Israel y sus posiciones guerreristas en la región de Medio Oriente y en base a ello logran suficiente apoyo económico para resucitar la idea de volver a hostigar a Cuba como en los tiempos de la Fundación Nacional Cubano-Americana, piloteada por Jorge Mas Canosa. Este núcleo duro de la mafia anticubana, se constituyó en eslabón fundamental para boicotear antes y después del anuncio de Obama de flexibilizar las relaciones. En esos momentos jugaron todas sus influencias para que se expidan otras “personalidades” para denunciar a la “dictadura” cubana.

En ese sentido, ganaron la escena el presidente de la Cámara de Representantes, John Boehner, junto con Jorge Luis García Pérez, Antúnez, y su esposa, Yris Tamara Pérez Aguilera, ambos con antecedentes penales, incluso antes de ser convertidos en “disidentes”. Por su lado, Marco Rubio, “ofreció” en plena campaña de Trump, el testimonio de Rosa María Payá, la hija del fallecido Oswaldo Payá, la que negoció su visado como refugiada política en Estados Unidos a cambio de hacer campañas contra Cuba, las cuales no han tenido resultados. Y Ros-Lehtinen presentó a la hija de unos de los pilotos que fueron enviados por ella a Cuba para violar el espacio aéreo y provocar incidentes que frenaran las posiciones que estaba asumiendo el presidente Bill Clinton hacia la Isla, lo que consiguió obligándolo a firmar la Ley Helms-Burton, donde entregó al Congreso sus prerrogativas presidenciales para eliminar el Bloqueo.

Sin embargo, al mes de asumir el cargo Trump se produjo el nombramiento de Jason Greenblat como negociador para el tema cubano. Este funcionario fue hasta diciembre de 2016 vicepresidente de la Organización Trump y es defensor del acercamiento comercial entre ambos países. De hecho, ha visitado Cuba en varias ocasiones como miembro de diferentes delegaciones. Desde La Habana se han pronunciado de manera clara: Cuba está dispuesta a continuar el diálogo con Estados Unidos, aunque no hará concesiones en cuanto a su soberanía e independencia. Es condición innegociable el tema del levantamiento del bloqueo y también la devolución de la zona donde actualmente está ubicada la Base Naval de Guantánamo.

Todo hace pensar que en los próximos meses se dilucidará la incógnita del quehacer de Trump frente a un gobierno que el multimillonario detesta pero al que no sabe cómo acometerlo. Por un lado, pareciera que el mantenimiento de la actual política hacia Cuba responde al interés nacional de Estados Unidos, no solo por el beneficio económico sino también por un tema de seguridad nacional, y funcionarios del gobierno como Jason Greenblatt (del NSC), el secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, y el secretario de Seguridad Nacional, John Kelly, estarían “abiertos a este argumento”.

 Por el lado de los business, compañías con intereses en Cuba también han estado activas tratando de enviar un mensaje al gobierno de Trump con una agenda proempresarial. “Con el deseo del nuevo gobierno de impulsar nuestra economía, tenemos la esperanza de que ambos gobiernos seguirán el impulso para continuar trabajando y abrir la puerta para que florezca el comercio entre nuestros dos países”, dijo hace pocos días Vanessa Picariello, directora de relaciones públicas de Norwegian Cruises.

 “Líderes cívicos del American Farm Bureau, la Cámara de Comercio de Estados Unidos y legisladores republicanos han alentado al presidente Trump a cambiar nuestra fallida política de embargo a Cuba. El presidente Trump puede crear miles de millones de dólares en comercio y decenas de miles de empleos en Estados Unidos con la ampliación del comercio con Cuba”, recalcó James Williams, director de Engage Cuba, una activa coalición de empresas y organizaciones que cabildean para eliminar las restricciones económicas a Cuba. Durante este tiempo, cartas a favor de la actual política de acercamiento a Cuba han sido enviadas a la administración por la Cámara de Comercio de Estados Unidos, líderes católicos, el American Farm Bureau, organizaciones cubanoamericanas como el Cuba Study Group y legisladores republicanos como Tom Emmer, quien presentó nuevamente una iniciativa (Ley de Comercio con Cuba) para eliminar el embargo. A pesar de estas luces y sombras, Raúl Castro muestra cautela y evita caer en una confrontación directa con la Casa Blanca, en espera de que Trump defina su postura.

Por el momento, las autoridades estadounidenses se han limitado a informar que se encuentran "revisando" su política con respecto a la isla. De todas maneras, Cuba avanza franqueando puertas. Recientemente Raúl recibió a Thomas J. Donohue, presidente de la Cámara de Comercio de los Estados Unidos, con un doble propósito: subrayar su disposición a seguir abriendo la isla a la inversión norteamericana para contrarrestar en lo posible el cabildeo del lobby republicano favorable al embargo; y también para aprovechar el acceso de Donohue al nuevo secretario de Estado norteamericano,

 Rex Tillerson, expresidente de Exxon Mobil, una de las petroleras que aportaron fondos a la cámara. No es descartable que el dirigente de la poderosa agrupación de empresas y hombres de negocios estadounidenses fuera a su vez, mensajero del equipo de Tillerson, que amagó con la reincorporación de Cuba a la lista de países patrocinadores del terrorismo si no aceptaba un acuerdo más beneficioso para todos. El improbable reingreso perjudicaría duramente por su simbolismo y derivaciones en el mundo de la banca, la inversión extranjera y la diplomacia.

 La administración Trump trata, a través de sus enviados, de doblarle el brazo a los jefes revolucionarios cubanos, exigiendo liberación de lo que ellos definen como “presos políticos” y Cuba considera delincuentes comunes o criminales. También abogan por lograr una promesa de Cuba en el sentido de terminar a corto plazo con el sistema de partido único, algo que Cuba rechaza con mucha lógica. Solo con ver lo que significa la partidocracia occidental, asumir ese reto sería dar un paso fundamental hacia la corrupción y la politiquería burguesa, algo que el pueblo cubano rechaza tajantemente.

En lo que hace a Trump como amenaza militar, Cuba a esta altura de lo que han sido sus relaciones con Estados Unidos durante 58 años, no descarta nada. De allí que más allá de buscar salidas alternativas en el marco del buen relacionamiento, siempre está preparada para un eventual ataque, algo que con Trump y su impronta de generar incertidumbre sobre sus próximos pasos, no se puede descartar. Venezuela en la mira de Trump Las incógnitas sobre las relaciones con Cuba no son tales cuando el multimillonario presidente habla de Venezuela.

En la campaña electoral y luego de asumir de su boca salieron rayos y centellas cada vez que menciona a Nicolás Maduro. “Todo anda mal allí, ya que es una dictadura que viola todos los derechos y libertades”, dijo en una charla con periodistas, pero luego, hablando con su equipo de asesores, Trump aconsejó algo más que mano dura. De allí que no sorprendiera las medidas tomadas contra el vicepresidente bolivariano Tarek el Aissami, quien según Washington fue el blanco de una investigación de varios años por su posible participación en el envío de cargamentos de droga a México, cuyo destino final era EEUU.

El Departamento del Tesoro también lo vincula con el cártel mexicano de Los Zetas. NI más ni menos. El Aissami y el propio Maduro respondieron que Trump seguía los pasos desestabilizadores e injerencistas de Obama y demostraron que todo lo dicho por el jerarca imperialista de la Casa Blanca era puro montaje. No se habían aquietado esas aguas turbulentas cuando se conocieron las palabras ante el Comité de Servicios Militares del Senado, del Comandante del Comando Sur estadounidense Kurt W. Tidd, quien dijo que la inestabilidad en Venezuela afecta a toda la región y manifestó su preocupación por la influencia de Rusia, China e Irán en América Latina. Según este cruzado yanqui, Venezuela atraviesa un período de inestabilidad significativa el año en curso debido a “la escasez generalizada de medicamentos y comida, una constante incertidumbre política y el empeoramiento de la situación económica”. Luego agregó las palabras claves que facilitarían una intervención militar en toda regla: "La creciente crisis humanitaria en Venezuela podría obligar a una respuesta regional”, Hay que recordar que el Comando Sur de Estados Unidos es una fuerza militar conjunta de más de 1.201 personas, que opera en 32 países de América Latina y del Caribe, y está adscripto al Departamento de Estado. Por su parte, el influyente diario The Washington Post, arrojó más gasolina al fuego en un editorial reciente: “Castigar a los líderes venezolanos corruptos y apoyar a los opositores moderados, no violentos como López, debería ser una decisión simple para Estados Unidos, dado el catastrófico declive de Venezuela, la agenda antiestadounidense y el creciente aislamiento en la región”, indica el editorial.

 “El gobierno de Estados Unidos debe seguir con las sanciones especialmente contra los generales envueltos en ganancias provenientes de la especulación por la escasez de alimentos y el encarcelamiento de los líderes políticos. Debe haber un lobby en la Organización de Estados Americanos para ir contra el régimen de Maduro mediante la Carta Democrática Interamericana”, y agrega que debe demostrar resolución acerca de los derechos humanos. Cada una de estas intervenciones prepotentes y casi siempre humillantes, muestran un panorama altamente crítico para la Revolución Bolivariana. Estados Unidos alimenta a la oposición más violenta y, como en Siria, la califica de “moderada”. Mira a un costado cuando jóvenes de ultraderecha arremeten contra todo lo que tienen a su alcance en las llamadas “guarimbas” pero ponen el grito en el cielo cuando el gobierno venezolano toma medidas necesarias y lógicas contra estos abusos. Finalmente, visto el accionar de Trump frente a Siria, bombardeando territorio soberano sirio, poco se puede esperar de lo que este dinosaurio fascista pueda efectivizar en Latinoamérica de bueno. Por lo pronto, Cuba y Venezuela están en su diana, y solo falta por saber cuando se decidirá a apretar el gatillo.

Claudio Katz Desconcierto global con Trump


Trump es un mandatario reaccionario que explicita sus planes de agresión con muros, visados, oleoductos contaminantes y aumentos del presupuesto de defensa a costa del gasto social. Pero ningún otro presidente enfrentó tanto rechazo inicial. Los millones de manifestantes que ganaron las calles, ya impusieron el freno judicial de varios atropellos propiciados por el magnate. El principal objetivo económico de Trump es recuperar la primacía de Estados Unidos en el marco de la globalización neoliberal. No lidera un repliegue proteccionista, sino un reordenamiento proyanqui de los tratados de libre comercio. Su prioridad es doblegar a China, para lograr la apertura del mercado asiático a los bancos y proveedores estadounidense, mientras obstruye las importaciones de su rival de Oriente. 

El potentado busca reforzar la preponderancia internacional de Wall Street, con mayor desregulación financiera y privilegios impositivos a los bancos. Pretende consolidar la preeminencia del lobby petrolero eliminando las restricciones a la contaminación. Recurre a la xenofobia para limitar la movilidad de la fuerza de trabajo y reforzar la vieja segmentación de los asalariados estadounidenses. Con esa estrategia no recuperará el empleo industrial perdido. A lo sumo facilitará la relocalización de sectores automatizados, que utilizan contingentes muy reducidos y calificados de mano de obra. 

En el plano geopolítico Trump aspira a restaurar el unilateralismo bélico. Proclama que Estados Unidos debe alistarse para “ganar guerras”, con la intención de retomar el modelo agresivo de Bush. En Medio Oriente trata de recomponer la alianza con Turquía, Arabia Saudita e Israel para recrear la primacía del imperialismo en Siria e Irak. Tiene en la mira exigir por la fuerza el desarme atómico de Irán y despliega las mismas presiones sobre Corea del Norte, como una amenaza indirecta a China. 

También trabaja para lograr la subordinación total de Europa, a través de su mayor financiamiento de la OTAN. Pero esa estrategia requeriría neutralizar a Rusia mediante acuerdos privilegiados de asociación económica. Esa política choca con la oposición frontal del establishment liberal y el rechazo explícito de un significativo sector de la CIA, el Congreso, el poder judicial y los medios de comunicación. 

 En la primera potencia se registra un inédito escenario de división de las clases dominantes. La eventual implementación de una alianza con Rusia contra China suscita enormes conflictos y el gobierno apela a la improvisación. En un clima de gran oposición de las elites afronta una significativa escala de fracasos y renuncias. La presentación de Trump como un “populista anti-sistémico” es totalmente incorrecta y los paralelos que se trazan con Maduro o Evo Morales son disparatados. 

El multimillonario es un exponente de la clase capitalista, que ensaya una gestión autoritaria con aspiraciones bonapartistas. En el plano ideológico intenta reemplazar el cosmopolitismo de la Tercera Vía por alguna combinación de neoliberalismo con xenofobia. Su modelo económico mixtura monetarismo y ofertismo con ciertos ingredientes keynesianos. En ningún caso se justifican las posturas contemporizadoras de algunos intelectuales progresistas, que presentan a Trump como un líder industrialista, antiliberal o pacificador. Con esa mirada resulta imposible valorar la explosión de protestas que genera su presidencia. 

China se dispone a pulsear con Trump enarbolando una agenda de Davos. Propone profundizar el capitalismo global y los acuerdos de libre-comercio. La elite rusa vacila luego de sus exitosas jugadas en Siria y Crimea. Sabe que Estados Unidos nunca ofrece retribuciones significativas a cambio de la simple subordinación. En sintonía con Trump el gobierno inglés acelera el Brexit. Propicia fuertes restricciones a la inmigración, mayor diversificación del comercio y una creciente desregulación financiera. Pero afronta una seria amenaza de secesión de Escocia, en un marco de generalizado temblor de la Unión Europea. El Viejo Continente ya comienza a lidiar con un peligro de fractura en tres asociaciones de reducida influencia. 

Es evidente que en América Latina la prioridad de Trump es el atropello a México. Agrede a ese país como una advertencia a los grandes rivales de Asia y Europa. Quiere convertir a México en un caso testigo de su proyecto de limitar la inmigración y renegociar los convenios comerciales. Ninguna de las críticas del magnate al NAFTA valida la conveniencia de ese tratado. Al contrario confirman todos los efectos de empobrecimiento y desnacionalización que generó en el país. 

Trump está muy involucrando, además, en la nueva campaña contra Venezuela. Con ridículas acusaciones de narcotráfico, intenta repetir en la OEA el operativo que condujo a la expulsión de Cuba en años 60. Esa ofensiva socava el restablecimiento de relaciones diplomáticas con la isla, en un marco de gran parálisis de CELAC, UNASUR y todos los organismos de interacción latinoamericanos forjados en la última década. Los gobiernos de continuismo derechista y de restauración conservadora se amoldan a la agenda imperial de Trump. 

Macri compra armas, apuntala las acciones anti-iraníes de Israel e incentiva agresiones contra Venezuela. Temer aleja a Brasil de los BRICS para situarlo en la esfera de EDI Santos acelera el ingreso de Colombia en la OTAN, encubre el asesinato de militantes y renegocia los acuerdos de paz con la pauta represiva que exige Uribe. Peña Nieto se humilla, amparado por una clase dominante que carece de un Plan B frente al ultimátum del imperio. La adversidad económica internacional refuerza esta subordinación política al Norte de la alta burguesía latinoamericana. La prosperidad de la década pasada quedó atrás y desde 2012 impera un ciclo recesivo. Brasil padeció en los últimos dos años el peor retroceso económico desde la crisis del 30. 

Los precios de las materias primas oscilan entre nuevas caídas y leves recuperaciones, sin recuperar el elevado techo de la década anterior. Las remesas y la inversión externa retroceden y el previsible repunte de la tasa de interés estadounidense disuade la llegada de capitales. Pero al cabo de un largo proceso de primarización no solo retrocede la industria local. La crisis también golpea a las empresas transnacionales de origen latinoamericano. Por eso sale a flote ahora la corrupción de Oderbrecht. El escándalo provocado por el sistema internacional de coimas montado por la empresa ha sido utilizado para los operativos golpistas de la derecha. Pero también facilita la captura estadounidense de los apetecidos negocios de obra pública. Frente a estas adversidades los grupos dominantes de la región retoman la ortodoxia neoliberal. Buscan acuerdos de libre-comercio con la Unión Europea y aceptan la agenda china de invasión importadora y saqueo de los recursos naturales. Reactivan, además, las privatizaciones inconclusas o fracasadas de los años 90 e implementan un brutal recorte de los derechos sociales, con mayor flexibilización laboral y contra-reformas en el sistema de jubilaciones. Esta escalada agrava la pobreza, la desigualdad y la precarización. Pero la restauración conservadora ha quedado desconectada en América Latina de su referente estadounidense. Los mandatarios neoliberales apostaban al triunfo de Hillary y sus políticas derechistas han perdido sintonía con la Casa Blanca. Este distanciamiento acentúa la vulnerabilidad de gobiernos cada vez más ilegítimos. La república de delincuentes que impera en Brasil se deshace de un ministro tras otro, mientras el repudiado Temer gobierna a la deriva con el auxilio del Congreso, la justicia y los medios. Macri sufre el desgaste generado por sus fracasos económicos, la pérdida brújula política y el descontento social. Peña Nieto está tocando un piso de inédita impopularidad. El miedo imperante en Colombia, la represión vigente en Honduras, el desengaño predominante en Perú o los explosivos contubernios reeleccionistas en Paraguay no generan el clima de estabilidad, que requiere el neoliberalismo. Trump aporta muy poca consistencia a la restauración conservadora, mientras continúa indefinido el desenlace del ciclo progresista. La caída de los gobiernos de centroizquierda de Argentina y Brasil no desencadenó el efecto dominó que imaginaba la derecha. La derrota de su delfín en Ecuador confirma la continuidad de los escenarios en disputa. 

 En Venezuela se define el resultado de esta pulseada. Los golpistas intentan complementar el sabotaje de la economía con violencia callejera y provocaciones diplomáticas. El gobierno resiste a los tumbos con maniobras institucionales, sin apelar a un poder comunal alternativo y sin afectar los recursos económicos de los conspiradores. En este incierto escenario se afianza la resistencia de una nueva generación luchadores, que participó activamente en la experiencia política de la década pasada. Ese segmento actúa sin padecer la carga de derrotas (y desmoralizaciones) que afectó a sus antecesores de los años 70. Argentina es el epicentro de movilizaciones gigantescas. El dominio callejero que exhibió la derecha ha sido sustituido en Brasil por una gran irrupción social. El gasolinazo marcó un punto de giro en México, luego de intensas luchas de los maestros y las víctimas de Ayotzinapa. En Chile se refuerza la batalla contra los Fondos de Pensión y en Colombia se acrecientan los paros campesinos. En lugar de indagar tanto el devenir de los gobiernos, hay que prestar mucha atención a estas luchas por abajo. 

La llegada de Trump intensifica esa acción popular e incentiva la recreación de las tradiciones antiimperialistas latinoamericanas. Especialmente en México se renueva la memoria de los avasallamientos perpetrados por Estados Unidos. Frente a un horizonte tan controvertido resulta indispensable caracterizar acertadamente al millonario que ocupa la Casa Blanca. Es totalmente erróneo observarlo como un potencial aliado, suponiendo que encarna proyectos heterodoxos o antiliberales. Mucho peor es imaginarlo como un admirable “líder peronista”. Para construir una resistencia latinoamericana desde la izquierda hay que confrontar con Trump, creando vínculos de solidaridad con los manifestantes de Estados Unidos. Es poco realista fantasear con una alternativa global a Trump liderada por el Papa Francisco. En la batalla contra el exponente del imperio hay que apuntalar proyectos anticapitalistas. Es la única forma de recuperar conquistas y preparar caminos hacia la igualdad social

REDH, CONDENAMOS ATAQUE TERRORISTA CONTRA VENEZUELA BOLIVARIANA


Date: 29 junio, 2017Author: redhsite0 Comentarios



La tarde de ayer, 27 de junio, se produjo en Caracas un atentado que debe ser severamente repudiado por la Comunidad Internacional. Un Comando Policial, presumiblemente vinculado a servicios especiales contra revolucionarios, se apoderó de un helicóptero y abrió fuego, desde el aire, contra sedes gubernamentales, como el Tribunal Supremo de Justicia, el Ministerio del Poder Popular para las Relaciones Interiores, Justicia y Paz y otros; lanzando granadas de guerra contra ellos.

Este acto demencial, forma parte de la escalada que los grupos más reaccionarios de ese país vienen implementando para frustrar el proceso emancipador latinoamericano y derribar por la fuerza a un gobierno que fue ungido por la voluntad soberana de su pueblo en elecciones validadas también por el concierto internacional.

Los intelectuales, artistas y movimientos sociales en Defensa de la Humanidad, que seguimos atentamente el proceso revolucionario de Venezuela, condenamos esta insanía terrorista y llamamos a repudiar firmemente este accionar sedicioso contra el pueblo bolivariano de Venezuela.

Lima, 28 de junio del 2017

Red En Defensa de la Humanidad

Basta de terrorismo en Venezuela

Declaración de la articulación de Movimientos Sociales hacia el ALBA


VENEZUELA | 29 DE JUNIO DE 2017
imprimir 
Tip A Friend
Durante los últimos días, la insurrección derechista en Venezuela ha incrementado sus niveles de agresión, pasando a una fase de ataques con explosivos a bases militares, instituciones y personas que se identifican con el chavismo. Entre ellos se encuentran los recurrentes ataques a la base militar de La Carlota, en el Gran Caracas y más recientes, los ataques con granadas a la sede del Tribunal Supremo de Justicia y del Ministerio del Interior realizados desde un helicóptero.
Todo esto se desarrolla con total complicidad de sus aliados internacionales, entre los que cabe destacar al Secretario General de la OEA y a las cancillerías de EEUU, el Reino de España, México, Brasil y Argentina, quienes no han expresado hasta el momento una sola palabra ante los ataques. De igual modo, las ONG imperialistas y los medios internacionales hacen malabares para que estos hechos pasen desapercibidos, mientras siguen acusando al gobierno encabezado por Nicolás Maduro como una “dictadura”.
Ante esta situación, nos preguntamos: ¿Qué hubiera pasado si estos hechos ocurrían en cualquier otro país del mundo? ¿Se imaginan el discurso de Almagro, las cancillerías y los medios privados si en EEUU o en Argentina -por poner sólo dos ejemplos-, un sector de la población llamara a derrocar el gobierno y grupos de manifestantes armados arrojara explosivos y asesinara a personas? ¿Qué pasaría si en el Estado español secuestraran un helicóptero y arrojaran granadas a un grupo de periodistas del diario El País, ABC, TVE que estuvieran reunidos en la sede del Tribunal Supremo de Justicia?
Cada día que pasa hay más evidencias respecto a lo que se encuentra en curso en Venezuela: un golpe de estado que se propone derrocar a un gobierno en pleno período constitucional, como lo han intentado hacer desde el primer minuto en que fue elegido Nicolás Maduro.
Ante esta situación, los movimientos populares de Nuestra América no vamos a callar. Reiteramos nuestra solidaridad y respaldo al pueblo y el gobierno legítimo de Venezuela. Respaldamos los intentos por dirimir las diferencias políticas por vías pacíficas, apelando a la mayor participación posible. En este sentido, respaldamos el proceso en curso hacia la Asamblea Nacional Constituyente, a la cual se pretende bloquear por medio de estos actos terroristas.
Convocamos a organizaciones populares, medios de comunicación, periodistas y a las personas del pueblo en general a romper el cerco informativo y multiplicar la información veraz pero comprometida con el pueblo.
El imperialismo norteamericano -y las fuerzas aliadas a él en cada país- están decididos a llevar a Venezuela a una guerra civil para quedarse con sus reservas petroleras y terminar con una experiencia política que alumbró un nuevo tiempo histórico para América Latina. Los pueblos de Nuestra América, conscientes de lo que se encuentra en juego, unimos filas para defender las revoluciones y procesos populares del continente, para seguir caminando hacia la Patria Grande soberana, plurinacional y participativa. Vamos por el Buen Vivir de nuestros pueblos.
#NoPasarán
#VenezuelaCorazónDeNuestraAmérica
ALBA Movimientos
28 de junio de 2017

Michael Roberts The profitability of crises


June 19, 2017
I was recently interviewed on my book, The Long Depression, and on other economic ideas, by José Carlos Díaz Silva from the Economics Department of the National University of Mexico (UNAM) where I have been invited next March 2018 to deliver a series of lectures.

In the first part of this interview, Jose questions me on the basic themes of my book.

JCD: In general terms, how could you explain the recent crisis? Can we link the United States crash in 2008 with the problems that followed in Spain, Greece and Ireland, and the latter with the recent scenario as a unique process of crisis?

MR: In my book, The Great Recession and my subsequent book, The Long Depression, I argue that the global financial crash of 2008 and the ensuing deep global slump in capitalist production were caused by a combination of the falling profitability of productive capital (Marx’s law) and excessive borrowing to speculate in fictitious capital (stocks, bonds and property).  At a certain point, bank lending and mortgages and their ‘diversification’ into mortgage-backed derivatives (bought worldwide) could no longer be funded as profit in productive sectors dropped and incomes fell back.  The great Ponzi scheme of financial speculation then collapsed and revealed the underlying failure of capitalist production.  Investment plunged and took employment, incomes and consumption down with it.

This is the ‘normal’ process of capitalist crisis: profitability falls to a point where profits in total stop rising, then investment collapses and the costs of capital (means of production and labour) are reduced violently.  This particular slump was worse because it was combined with the destruction of fictitious capital that had reached unprecedented levels; and because it was global.  Every major economy and financial sector was affected.  The banking crash and the massive credit squeeze spread to Europe.  The credit crunch hit the property markets of Spain and Ireland; and the excessive over-leveraged property and corporate sectors in Greece.  Greece was brought to its knees because of the previously wild borrowing at cheap rates by Greek corporations especially in property; and the tax evasion and capital flight of those corporates and the rich meant that the Greek government had insufficient revenues to handle a collapse in the economy and meet the demands of its creditors, the French and German banks.
So the Euro crisis was really a crisis of global capitalism.  But it had special features in that the weakest parts of the Euro area were hit hardest because they were dependent on investment from the core (Germany, France etc).  And the Euro leaders were unwilling to subsidise the weaker economies.
JCD: Why is important to build a general theory of capitalist crisis?
MR: If we do not develop general theories then we remain in ignorance at the level of surface appearance.  In the case of crises, every slump in capitalist production may appear to have a different cause.  The 1929 crash was caused by a stock market collapse; the 1974-5 global slump by oil price hikes; the 2008-9 Great Recession by a property crash.  And yet, crises under capitalism occur regularly and repeatedly.  That suggests that there are underlying general causes of crises to be discovered.  Capitalist slumps are not just random events or shocks.
The scientific method is an attempt to draw out laws that explain why things happen and thus be able to understand how, why and when they may happen again.  I reckon that the scientific method applies to economics and political economy just as much as it does to what are called the ‘natural sciences’.  Of course, it is difficult to get accurate scientific results when human behaviour is involved and laboratory experiments are ruled out.  But the power of the aggregate and the multiplicity of data points help.  Trends can be ascertained and even points of reversal.
If we can develop a general theory of crises, then we can test against the evidence to see if it is valid – and even more, we can try and predict the likelihood and timing of the next slump.  Weather forecasting used to be unscientific and just based on the experience of farmers over centuries (not without some validity).  But scientists, applying theory and using more data have improved forecasting so that it is pretty accurate three days ahead and very accurate hours ahead.
Finally, a general theory of crises also reveals that capitalism is a flawed mode of production that can never deliver a harmonious and stable development of the productive forces to meet people’s needs across the globe.  Only its replacement by planned production in common ownership offers that.
JCD: When talking about the pertinence of the falling profit rate as a determinant of the crisis, it is commonly underlined in Marx’s works as the strongest explanation. This is, if Marx himself considered the falling profit rate as the foundation of the main explanation of the crisis, then we should think of it as correct, but if we find some textual evidence, in the Marx’s writings, that shows he abandoned this thesis In his last years of work, then it will be incorrect thinking on the falling rate of profit as the main explanation of the crisis. How fruitful is this way of doing research? Is it possible that waiting for the “Marx approval” is a noxious one for the possibility of constructing a theory of crisis?
MR: Interpreting Marx’s voluminous writings to ascertain what his theory of crises is useful, but only to some extent.  Marx’s contribution must be the foundation of any effective and relevant theory of crises under capitalism, in my view.  But as you say, there can be many interpretations and Marx’s unfinished works lead to ambiguities that can exercise academics and scholars for a lifetime!  So there are severe limits on this type of research.  Even if we were to agree on what Marx’s theory of crises is (or even that he had one – because that is disputed), what if he were just wrong?
Moreover, it is 150 years since Marx developed his analysis of capitalism based on the main example of British capital in the mid-19th century.  The world and capitalism has moved on since then – in particular, it is the US that is now the dominant hegemonic capital, capitalism is now global and controlled even more than before by finance capital.  Thus a theory of crises must take into account these new developments.  Also, we have much more data and information to work on compared to Marx’s limited access.  The task now is not to keep analyzing and re-interpreting Marx, but to stand on his shoulders and raise our understanding.
JCD: If we define the organic composition of capital as the level of the value of the means of production to the value of labor power, does this variable depend on distributional factors or the profit rate? Do you think it is important to take into account the materialized composition of capital and the organic composition of capital?
MR: The organic composition of capital is an important Marxian economic category.  It shows the social relation between human labour and machines as the means of production.  Under capitalism, individual capitalists compete to extract the maximum amount of value (and surplus value after paying for the wages of labour power) from their workforces.  That competitive drive for profit (getting the greater share of the total value produced) pushes capitalists to increase their use of machinery in order to raise the productivity of labour by shedding labour (costs).  So Marx reckoned that a rising organic composition of capital was the long-term tendency of the capitalist mode of production.  Indeed, it was the basis of the law of the tendency of the rate of profit to fall (the law as such).  The organic composition of capital is measured in money but Marx says its mirrors the technical composition of capital (machines measured in hours of labour against the amount of hours worked).  However, the increase in machinery by capitalists to replace labour will raise the productivity of labour and reduce the value of labour power if the costs of reproduction of labour fall.  And it can also reduce the costs of machinery.  So the value composition of capital can fall.  But Marx said that, as a rule, this would only slow the rise in the organic composition of capital, not cause it to fall over the long term.
All the empirical evidence shows that Marx was right.  So the basic assumption of Marx’s law of profitability, that there will be a rising organic composition of capital over time, is realistic and proven.  If there is no change in the rate of exploitation or surplus value of the workforce, then a rising organic composition will lead to a fall in the rate of profit.  However, increased mechanization will usually lead to a rise in the productivity of labour and the rate of surplus value.  This acts a counter-tendency to the rising organic composition of capital and the tendency of the rate of profit to fall.  But the tendency will override the countertendencies over time.
JCD: Is the dynamic between the falling profit rate and its counter tendencies the explanation of the economic cycles? Why is so? Which are the differences with the ideas of the Kondratiev’s long waves and the one of Schumpeter about the cycle?
Yes, in Marx’s theory, it is the dynamic between the rising organic composition of capital and the counter-tendencies of a rising rate of surplus value and a falling value composition of capital.  Marx’s law of profitability means that eventually a fall in the profit rate leads to a fall in the mass of profit or at least a fall in new value created.  This leads to a slump in new investment. Capitalists then look to reduce their costs of capital (labour power and assets). So capital values are devalued (after the bankruptcy and merger of capitals and a large increase in the reserve army of labour) to the point where the mass and rate of profit begins to rise again for the surviving capitalists and then investment resumes, and with it employment and incomes. The whole cycle commences again.
In my view, this profit (ability) cycle, as I call it, is the basis of the so-called business cycle.  But it is not the same as the business cycle.  That is affected by the turnover of capital in productive sectors and in unproductive sectors like housing, also by international trade etc.  The profit cycle from trough to trough can last 30-36 years, while the modern business cycle (Juglar) appears to be 8-10 years.  So, for example, in the period 1946-82, there were several business cycles or slumps (1958, 1970, 1974-5, 1980-2).
The Kondratiev cycle, if it exists, and I am inclined to think so, is much longer term, over 54-72 years (I think it has been getting longer).  The K-cycle is driven by the swings in world commodity prices and probably by the cluster of innovation cycles delineated by Schumpeter – but also by the direction of the profit cycle.  The K-cycle has been getting longer because people are living longer (at least in the major economies), so the generational effect is now four times 18 years, not four times 14 years, if you like.  This affects the length of the innovation cycle of discovery, development, explosion, maturity and stagnation – possibly.  In many ways, these are all hypotheses to be proven. Data points are few.  But I argue in my book, The Long Depression, that the conjunction of the downward phase of the K-cycle, the profit cycle and Juglar cycle only happens once every 60-70 years.  When it does, capitalism has a depression rather than just a ‘normal’ slump.  This was the case in the 1880s, the 1930s and now.
JCD: What are the main difficulties for calculating the profit rate? Is there some way of calculating the circulating capital turnover? If it would be possible to calculate the capital turn over, how different the calculation of the profit rate could be? This can explain the constancy of the materialized composition of capital that some have shown?
MR: The difficulties of measuring the rate of profit from the view of Marxian categories are manifold!  First, we must use official statistics that are not accumulated in the best way to measure Marxian categories.  Indeed, some Marxist economists reckon that trying to measure the rate of profit using official statistics in money is impossible and pointless.  Others reckon that the data are so poor we cannot do it practically.  I do not agree.  It is the job of any scientific analysis to overcome these theoretical and practical difficulties in measurement.  And many Marxist economists are doing just that.
On categories, should we measure the rate of profit of the whole economy, or just the capitalist sector, or just the corporate sector, or just the non-financial corporate sector, or just the ‘productive’ sector?  Should or can we include variable capital and circulating capital in the denominator?  Should we measure gross profit or net profit after depreciation?  Can we measure depreciation correctly?
All these various measures are useful and possible.  The data are available for many major economies and many Marxist scholars have now made such measurements.  And yes, variable capital should and can be included empirically.  And there has been work on measuring the impact of the turnover of capital too.  What increases confidence in this work is that, by and large, whatever measure is used, it shows, for most countries, over time that the rate of profit has been falling.  Of course, not in a straight line because there are periods when the counteracting factors dominate, if only for a while.  And each major slump produces a temporary recovery in profitability.  But these turning points are also broadly at the same time.  All this increases confidence that Marx’s law of profitability is valid and relevant to an explanation of recurrent crises under capitalism and also its eventual demise as a mode of production.
JCD: Which is the correct way of calculating the profit rate: historical cost or current cost? Why is so?
MR: Theoretically, capital accumulation should be seen as temporal.  By that I mean, a capitalist must pay a certain money amount for machinery and raw materials to start production.  Then the workforce is employed to produce a new commodity for sale.  It does not matter if the cost of replacing that machinery in the next production cycle has changed.  The profit for the capitalist should be based on the original (historic) cost of the machinery etc not on its current (replacement) cost.  So the rate of profit properly measured should use historic cost measures.  However, this is a matter of theoretical debate, with some scholars arguing for replacement costs and some arguing for something in between!  What is interesting is that the difference this makes to the measurement of the rate profit is greater or lesser according to the change in prices of the means of production over time.  So in the recent period where inflation has been low, particularly for capital goods, over time, the difference between the rate of profit measured on historic costs versus current costs has narrowed.
JCD: Why is the profit rate not in the core of the recent discussion about the crisis, both in the academic and journalistic field? Is it not paradoxical speaking about capital without underlining the profitability determinants?
MR: The reason that profitability is not considered in any discussion of crises is both ideological and theoretical.  Mainstream economics has no real theory of crises anyway: crises are just chance, random events or shocks to harmonious growth under capitalism; or they are the result of the interference in competition and markets by governments, or central banks; or they are result of monopoly or financial recklessness or greed.  Mainstream economics also denies any role or concept of profit in its marginalist theories of production and demand.  This is deliberate: there is no place for a theory of profit based on the exploitation of labour power (Marx’s value theory).  Diminishing returns on utility and productivity lead to no profit at the point of equilibrium.  Also heterodox/Keynesian theories also deny the role of profit, as they are also based on marginalism and (im)perfect competition.  Crises are therefore the result of a ‘lack of effective demand’ caused by an ‘irrational’ change in expectations (‘animal spirits’).  It has nothing to do with the profitability of capital, apparently – or more precisely the exploitation of labour.  And yet capitalism is a system of production for profit in competition.  So why is profit not a determinant in investment and production?  It is an ideological refusal to accept that.  Instead apparently, everybody gets their fair share according to their (marginal) contribution.  The mainstream finds no explanation of crises as a result; and the Keynesians look to ‘demand’ not profit as the driver of crises.

“La salida de la crisis, es decir, una nueva fase prolongada de acumulación de capital, no es posible”

Entrevista con François Chesnais:




Henri Wilno y François Chesnais

Para François Chesnais 1/, el capitalismo, inmerso en sus contradicciones internas y también abocado a la crisis ecológica que genera, choca hoy con “límites infranqueables”.
Henri Wilno – El debate entre economistas marxistas sobre las causas de la crisis actual no está cerrado ni mucho menos. ¿Cómo te posicionas en este debate? ¿Cómo se articulan los distintos factores de la crisis?
François Chesnais – El comienzo de la crisis suele datarse a finales de julio y comienzos de agosto de 2007. En estos nueve años transcurridos, mi posición ha evolucionado, por supuesto. En un texto de otoño de 2007 para el congreso Marx International, publicado en el n.° 1 de la revista conjunta A l’Encontre-Carré rouge, dije de inmediato que la crisis había comenzado de una manera muy clásica en el sistema crediticio estadounidense, que se trataba de una crisis de sobreproducción y sobreacumulación basadas en un endeudamiento masivo de las empresas y los hogares, facilitado por medios de ingeniería financiera inéditos y cuyo terreno era el mercado mundial. La crisis de septiembre de 2008 en Wall Street estuvo a punto de llevarse por delante el sistema financiero mundial y provocó una recesión mundial parada al vuelo por China.
Desde una perspectiva mundial, ha habido una reestructuración y no una destrucción del capital productivo. Este no ha sido el caso del capital ficticio, es decir, de los títulos que dan derecho a participar en el reparto de beneficios en el caso de las acciones y obligaciones privadas y, en el de los bonos del Tesoro, a cobrar a través del servicio de la deuda pública con cargo a los ingresos centralizados por el impuesto. Para sus titulares, estos títulos, que deben ser negociables en todo momento en mercados especializados, representan un “capital” del que esperan un rendimiento regular en forma de intereses y dividendos (una “capitalización”). Desde el punto de vista del movimiento del capital que produce valor y plusvalía, no son, en el mejor de los casos, más que el “recuerdo” de una inversión ya realizada, de ahí el término de capital ficticio.
A partir de estas formas primarias, la “ingeniería financiera” ha engendrado formas derivadas (en inglés, derivatives). En mis textos he subrayado la actualidad del “ciclo corto” del capital-dinero (A-A’, es decir, recibir más dinero que el aportado inicialmente), en el que los inversores esperan, sin salir de los mercados financieros, flujos de ingresos regulares “como los perales traen peras” [según una expresión irónica de Marx].
Sobre la cuestión de la tasa de beneficio, en relación con la cual yo no tenía nada que aportar, me he adherido a la posición clásica, que la vincula a la composición orgánica del capital, pero he insistido en la necesidad para el capital industrial de realizar el ciclo completo, A-M-P-M’-A’ (para obtener A’ habiendo adelantado A, hace falta que haya habido compra de fuerza de trabajo, producción y comercialización), y por tanto de interesarse por la demanda. En los últimos meses en que estuve escribiendo Finance Capital Today, cayó en mis manos un texto en inglés de Ernest Mandel de 1986, que no se ha citado nunca o casi nunca, sobre las consecuencias de lo que él llamaba el “robotismo”, que entonces estaba en sus comienzos.
Mandel sostiene en este escrito que “la extensión de la automatización más allá de cierto límite conduce inevitablemente, primero a una reducción del volumen total del valor producido, y después a una reducción del volumen de la plusvalía realizada”. 2/
Veía allí un “límite infranqueable”, portador de una “tendencia del capitalismo al hundimiento final”. La robotización bloquea la posibilidad de rebajar la composición orgánica, es decir, la relación entre la parte constante (el valor de los medios de producción) y la parte variable (el valor de la fuerza de trabajo, la suma de los salarios), de manera que el juego efectivo de los factores que “contrarrestan la baja tendencial de la tasa de beneficio” se torna esporádico y lo que era un límite relativo se convierte en un límite absoluto.

Mucho más recientemente, en un texto clarificador de 2012, Robert Kurz habla de “producción real insuficiente de plusvalía” sobre el trasfondo de la “tercera revolución industrial (la microelectrónica)”. La debilidad de la inversión productiva hace que el capital ficticio viva cada vez más en una esfera cerrada. Los “perales dan menos peras”, salvo en el caso de los bonos del Tesoro, la labor de los operadores consiste en realizar beneficios, minúsculos en la mayoría de transacciones, pasando de un compartimiento del mercado a otro. El resultado es la inestabilidad financiera endémica y la formación de burbujas, que es otro rasgo característico del periodo.
¿Podemos decir que el único horizonte del capitalismo es la perpetuación de esta crisis?
Así lo creo, máxime cuando se producirá un entrelazamiento con los efectos económicos, sociales y políticos del cambio climático. Dos potentes mecanismos, que se calificaban de “procíclicos”, se han vuelto estructurales y favorecen esta situación en que la salida de la crisis, es decir, una nueva fase prolongada de acumulación de capital, ya no es posible. El primer mecanismo está claramente identificado, a saber, la defensa incondicional de las pretensiones de los poseedores de títulos de deuda pública, que implica imponer la austeridad presupuestaria y el ataque a los derechos sociales. El segundo es un mecanismo cuya función empieza a reconocerse, a saber, los efectos de la robotización, cuya ralentización resulta imposible debido a la competencia capitalista, a la disminución tendencial de la plusvalía y a la dificultad de satisfacer a los accionistas. Solo hay que ver lo que está comenzando en el sector bancario, sin duda “la siderurgia de mañana”.
Por otro lado, la crisis económica, al prolongarse, se combinará con los efectos económicos, sociales y políticos del cambio climático; las relaciones que ha establecido el capitalismo con “la naturaleza” han conducido a otro límite, cuya caracterización está en discusión. Marx no podía prever la destrucción por la producción capitalista de los equilibrios ecosistémicos, particularmente de la biosfera. Apenas previó el agotamiento de los suelos por efecto de la industrialización de la producción agrícola. Algunos marxistas, empezando por O’Connor, han tratado de llenar el vacío. Han empezado definiendo la destrucción de los recursos no renovables bajo sus múltiples formas y más tarde el cambio climático como un “límite externo”.
Defiendo la tesis de la internalización del límite, la necesidad ahora de abandonar la oposición entre “contradicción interna” y “contradicción externa” a raíz de la imposibilidad para el capitalismo de modificar sus relaciones con el medio ambiente. En efecto, la valorización sin fin del dinero convertido en capital en un movimiento de producción y venta de mercancías, también sin fin, le impide frenar sus emisiones de gas de efecto invernadero, controlar el ritmo de explotación de los recursos no renovables. El mecanismo que conduce a la “sociedad de consumo” y su insensato despilfarro es el siguiente: para que la autorreproducción del capital sea efectiva, es preciso que el ciclo de valorización se cierre con “éxito”, es decir, que las mercancías fabricadas, la fuerza de trabajo comprada en el “mercado de trabajo” y utilizada de manera discrecional por las empresas en los centros de producción, se vendan.
Para que los accionistas estén satisfechos, hace falta sacar al mercado una vasta cantidad de mercancías que cristalizan el trabajo abstracto contenido en el valor. Para el capital, es absolutamente indiferente que estas mercancías representen realmente “cosas útiles” o que simplemente lo parezcan. Para el capital, la única “utilidad” que cuenta es la que permite obtener beneficios y proseguir el proceso de valorización sin fin, de modo que las empresas se han convertido en maestras en el arte de convencer, mediante la publicidad, a quienes tienen realmente o de forma ficticia (el crédito) el poder adquisitivo de que las mercancías que les ofrecen son “útiles”.
A propósito de la crisis ecológica, para designar la tendencia y señalar las responsabilidades se utiliza a menudo el término “antropoceno”. Tú lo rechazas. ¿Puedes precisar qué hay detrás de este debate?
Lo que está en juego es la necesidad de dar un fundamento sólido al ecosocialismo. No hay que olvidar que el artículo publicado en Inprecor es una traducción de la conclusión de Finance Capital Today. Para mí se trataba de proporcionar a un público anglófono un punto de referencia. El nombre de Jason Moore le es familiar. El término “antropoceno” lo han inventado unos científicos para designar la actual era geológica, que se caracteriza por el hecho de que la “humanidad” se convierte en una fuerza geológica efectiva que altera el conjunto de factores climáticos, geológicos y atmosféricos.
En un trabajo que pretende “multiplicar los puntos de vista”, Christophe Bonneuil y Jean-Baptiste Fressoz han propuesto una “lectura ecomarxista del antropoceno”, consistente en “releer la historia del capitalismo bajo el prisma no solo de los efectos sociales negativos de su globalización, como en el marxismo estándar (cf. la noción de ‘sistema-mundo’ de Immanuel Wallerstein y la de ‘intercambio desigual’), sino también de sus metabolismos materiales insostenibles (consistentes en fugas adelante recurrentes hacia la ocupación de nuevos espacios hasta entonces vírgenes, implantando en ellos relaciones extractivistas y capitalistas) y sus impactos ecológicos”. 3/Bonneuil y Fressoz, al igual que Jason Moore, establecen un vínculo entre el cambio de las relaciones del ser humano con la naturaleza, teorizado por Francis Bacon y René Descartes, y el de las relaciones entre los seres humanos con la creación de la esclavitud y después la construcción de la dominación imperialista.
Moore es menos ecuménico que los autores franceses y hunde el clavo. La palabra “capitaloceno” sirve para afirmar que vivimos “la edad del capital” y no la “edad del ser humano”. “La edad del capital” no tiene para él tan solo una acepción económica, sino que designa una manera de organizar la naturaleza, haciendo de la naturaleza un elemento externo al ser humano y también un elemento cheap, en el doble sentido que puede tener esta palabra en inglés: barato, pero también el derivado del verbo cheapen, que significa rebajar, abaratar, degradar. 4/Esto vale para los y las trabajadoras, cuando la intensidad de la explotación del trabajo culmina en las minas y las plantaciones.
Tú reactualizas el debate sobre los límites del capitalismo. Esto realza la importancia de lo que está en juego en el periodo actual. Ahora bien, a diferencia de los años treinta, asistimos sin duda a un ascenso de las fuerzas reaccionarias de todo pelaje, pero no al del movimiento obrero, mientras que el movimiento altermundialista, en el mejor de los casos, está estancado y los ecologistas son capaces de ofrecer resistencias locales feroces, pero no más… En este contexto, ¿cuáles pueden ser las perspectivas y los puntos de apoyo de los marxistas revolucionarios?
Hay que tener cuidado con la analogía de los años treinta, cada vez más marcada por la perspectiva de una nueva guerra mundial. Pero por lo demás tienes razón. Todo está en manos de las y los “de abajo”. El peso del paro lastra las luchas obreras. La tarea del momento es transformar la indignación en cólera en todos los terrenos en que la suscitan las desigualdades, y sembrar sus gérmenes y apoyarla cuando estalle. Es esencial dirigirla contra el capital y la propiedad privada. Las luchas ecologistas sacan fuerza de su convicción y de la delimitación exacta del enemigo. Por el contrario, el movimiento altermundialista se estanca porque ha eliminado el componente anticapitalista que ha tenido en algún momento.
02/06/2017 | Henri Wilno
Publicado originalmente en la revista L’Anticapitaliste n°86 (abril de 2017) :
Traducción: viento sur
1/ Miembro del grupo de trabajo de Economía del Nouveau Parti Anticapitaliste (NPA) y del consejo científico de Attac, François Chesnais ha escrito, por ejemplo, Les Dettes illégitimes (Editions Raisons d’agir), y dirigido La Finance mondialisée (Editions La Découverte 2004).
2/ Ernest Mandel, Introduction, en Karl Marx, Capital, Libro III (Penguin, 1981), p. 78.
3/ Attac, Les Possibles, n° 3, primavera de 2014, donde resumen las posiciones defendidas en su libro L’événement anthropocène – La Terre, l’histoire et nous, Le Seuil, 2013.
4/ Jason Moore, Capitalism in the Web of Life, Ecology and the Accumulation of Capital, Verso, 2015.


William Robinson La crisis del capitalismo global y la marcha de Trump hacia la guerra




William I. Robinson


La discreta escalada de la intervención norteamericana en el Medio Oriente en las últimas semanas llega en un momento en que el régimen de Trump enfrenta un creciente escándalo sobre la presunta injerencia rusa en su campaña electoral de 2016, además de los índices históricamente más bajos de aprobación para un presidente entrante y una resistencia cada vez mayor entre la población. Los gobernantes estadounidenses a menudo han lanzado aventuras militares en el exterior para desviar la atención de las crisis políticas y los problemas de legitimidad en su ajuar.
Más allá de la intervención en Siria, Iraq y Afganistán, Trump ha propuesto un incremento de $55 mil millones de dólares en el presupuesto del Pentágono. Ha amenazado con utilizar la fuerza militar en varios polvorines alrededor del mundo, incluyendo a Siria, Irán, el Sudeste Asia, el flanco oriental de la OTAN con Rusia, y en la Península de Corea. En la medida que surjan centros competidores de poder en el sistema internacional, cualquier aventura militar podría desembocar en una conflagración global con consecuencias devastadoras para la humanidad.
Los periodistas y comentaristas políticos han centrado su atención en el análisis geopolítico en su esfuerzo por explicar las crecientes tensiones internacionales. Por muy importante que sea este enfoque, hay profundas dinámicas estructurales en el sistema del capitalismo mundial que empujan los grupos gobernantes hacia la guerra. La crisis del capitalismo global se viene intensificando, no obstante el optimismo de los economistas tradicionales y las elites mareadas por índices recientes de crecimiento y la repentina inflación de los precios de las acciones a raíz de la elección de Trump. En particular, el sistema enfrenta una insoluble crisis de sobre-acumulación y legitimidad.
La crisis actual, más que cíclica, es estructural, lo que quiere decir que la única solución es una reestructuración del sistema. La crisis estructural de los años 1930 fue resuelta mediante un nuevo tipo de capitalismo redistributivo, o sea, la socialdemocracia, el Keynesianismo, y el corporativismo. El capital respondió a la crisis estructural de los años 1970 globalizándose. La emergente clase capitalista transnacional (CCT) emprendió una vasta reestructuración neoliberal, liberalización comercial e integración de la economía mundial.
La globalización facilitó un boom en la economía global en la última década del siglo XX en la medida que los ex-países socialistas se integraron al mercado global y el capital transnacional, liberado del estado-nación, emprendió una enorme ronda de despojos y de acumulación a nivel mundial. La CCT descargó los excedentes anteriormente acumulados y reanudó la generación de ganancias en el emergente sistema globalizado de producción y finanzas mediante la adquisición de los bienes privatizados, la extensión de las inversiones en la minería y la agro-industria a raíz del despojo de centenares de miles de personas del campo en el antiguo Tercer Mundo, y una nueva ola de expansión industrial asistida por la revolución en la Tecnología de la Informática y la Computación.
No obstante, globalización capitalista ha dado lugar a una polarización social mundial sin precedentes. La agencia de desarrollo británico Oxfam informa que apenas el uno por ciento de la humanidad posee la mitad de la riqueza del mundo y el 20 por ciento controla el 95 por ciento de esa riqueza, mientras el restante 80 por ciento tiene que conformarse con apenas el 5 por ciento.
Dada esta extrema polarización de los ingresos y la riqueza, el mercado global no puede absorber la producción de la economía global. El colapso financiero de 2008 marcó el arranque de una nueva crisis estructural de la sobre-acumulación, lo que se refiere a que el capital acumulado no puede encontrar salidas rentables para la reinversión de ganancias. Los datos para 2010 indican, por ejemplo, que las compañías estadounidenses contaban en ese año con $1.8 billones de dólares en efectivo no invertido. Las ganancias corporativas han registrado niveles casi record al mismo tiempo que la inversión corporativa ha declinado.
En la medida que se va acumulando este capital no invertido, crecen enormes presiones para encontrar salidas rentables para el excedente. Los grupos capitalistas, y especialmente el capital financiero transnacional, presionan a los estados a crear nuevas oportunidades para la inversión rentable. Los estados neoliberales han recurrido a cuatro mecanismos en años recientes para ayudar a la CCT a descargar el excedente y sostener la acumulación frente al estancamiento.
Uno es el asalto y el saqueo a los presupuestos públicos. Las finanzas públicas han sido reconfiguradas mediante la austeridad, los rescates a las corporaciones, los subsidios estatales al capital, el endeudamiento estatal, y el mercado global de bonos, todo lo que resulta en la transferencia directa e indirecta por parte de los gobiernos de la riqueza, desde las clases laborales a la CCT.
Un segundo mecanismo es la expansión del crédito a los consumidores y los gobiernos, sobre todo en los países ricos, para sostener el consumo. En Estados Unidos, por ejemplo, país que ha sido “el mercado de última instancia” para la economía global, el endeudamiento de las familias de la clase obrera ha llegado a nivel record para todo el periodo post-Segunda Guerra Mundial. Los hogares norteamericanos tenían una deuda total en 2016 de $13 billones de dólares en préstamos estudiantiles y automovilísticos, en deudas de las tarjetas de crédito, y los hipotecarios. Mientras tanto, el mercado global de bonos –un indicador de la deuda gubernamental global– ya había para 2011 rebasado los $100 billones de dólares.
Un tercer mecanismo es la frenética especulación financiera. La economía global ha sido un gigantesco casino para el capital financiero transnacional, mientras crece cada vez más la brecha entre la economía productiva y el “capital ficticio”. El Producto Bruto Mundial, o el valor total de los bienes y servicios producidos a nivel mundial, alcanzó los $75 billones de dólares en 2015, mientras la especulación solamente en monedas extranjeras llegó a $5.3 billones al día en ese año y el mercado global de derivados se estimó en un alucinante $1.2 trillones.
Estos tres mecanismos pueden resolver el problema momentáneamente pero a la larga terminan agravando la crisis de la sobre-acumulación. La transferencia de la riqueza desde los trabajadores al capital constriñe aún más al mercado, mientras el consumo financiado por el cada vez mayor endeudamiento y la especulación aumenta la brecha entre la economía productiva y el “capital ficticio”. El resultado es una cada vez mayor inestabilidad subyacente de la economía global. Muchos ahora consideran que otro colapso es casi inevitable.
Sin embargo, hay otro mecanismo que sostiene la economía global: la acumulación militarizada. He aquí una convergencia de la necesidad que tiene el sistema para el control social y la necesidad que tiene para la acumulación perpetua. Las desigualdades sin precedentes solo pueden ser sostenidas por los sistemas cada vez más expansivos y ubicuos de control social y represión. Pero muy por aparte de las consideraciones políticas, la CCT ha adquirido un interés creado en la guerra, el conflicto, y la represión como medio en sí de la acumulación, incluyendo la aplicación de amplias nuevas tecnologías y una mayor fusión de la acumulación privada con la militarización estatal.
Mientras la guerra y la represión organizada por el Estado cada vez más se privatiza, los intereses de un amplio despliegue de grupos capitalistas cambian el clima político, social, e ideológico hacia la generación y el sostenimiento de los conflictos – tal como en el Medio Oriente – y en la expansión de los sistemas de guerra, de represión, de vigilancia y de control social. Las así llamadas guerras contra las drogas, contra el terrorismo, contra los inmigrantes; la construcción de muros fronterizos, de centros de detención de los inmigrantes y cárceles; la instalación de los sistemas de monitoreo y vigilancia en masa, y la extensión de las compañías privadas mercenarias y de seguridad – todo eso se convierte en principales fuentes para la acumulación y generación de ganancias.
El estado norteamericano se aprovechó de los ataques del 11 de setiembre de 2001 para militarizar la economía global. El gasto militar estadounidense se disparó, alcanzando billones de dólares para librar la “guerra contra el terrorismo” y las invasiones y ocupaciones de Iraq y Afganistán. La “destrucción creativa” de las guerras funge para echar leña a las brasas humeantes de una economía global estancada. El presupuesto del Pentágono subió en un 91 por ciento en términos reales entre 1998 y 2011, y aun sin incluir las asignaciones especiales para Iraq, se incrementó en un 50 por ciento en términos reales en este periodo. En la década de 2001 a 2011, las ganancias de la industria militar casi se cuadruplicaron. A nivel mundial, el gasto militar creció en un 50 por ciento desde 2006 a 2015, de $1.4 billones a $2.03 billones de dólares.
La vanguardia de la acumulación en la economía real alrededor del mundo cambió de la Tecnología de la Informática y la Computación antes de que reviente en 1999-2000 la burbuja de la bolsa de valores para este sector (conocido como “dot-com”), al nuevo “complejo militar-seguridad-industrial-financiero” – este mismo complejo a la vez integrado al conglomerado de alta tecnología. Este complejo ha acumulado enorme poder en los pasillos del poder en Washington y en otros centros políticos alrededor del mundo. Un emergente bloque de poder que reúne el complejo financiero global con el complejo militar-seguridad-industrial tendió a cristalizarse a raíz del colapso de 2008. Hay una peligrosa conjugación alrededor de la acumulación militarizada de los intereses de clase de la CCT con las cuestiones geopolíticas y económicas. Entre más llega a depender la economía global de la militarización y el conflicto, cada vez mayor es el impulso hacia la guerra y cada vez son más altos los riesgos para la humanidad.
El día después del triunfo electoral de Trump, el precio de las acciones de la empresa “Corrections Corporation of America”, la principal contratista privada para los centros de detención de los inmigrantes en Estados Unidos, se disparó en un 40 por ciento, dada la promesa electoral de Trump de deportar a los inmigrantes en masa. Los grandes contratistas militares como Raytheon y Lockheed Martin, registran súbitas alzas en sus acciones cada vez que hay un nuevo brote del conflicto en el Medio Oriente. Horas después de que la marina norteamericana bombardeó a Siria con misiles Tomahawk el pasado 6 de abril, el valor de las acciones de Raytheon subió en un mil millones de dólares. Centenares de firmas privadas alrededor del mundo hicieron ofertas para la construcción del tristemente célebre muro de Trump en la frontera estadounidense-mexicana.
Más allá de la retórica populista, el programa económico de Trump constituye el neoliberalismo en esteroides. Las reducciones de impuestos corporativos y la acelerada desregulación vendrá a exacerbar la sobre-acumulación y aumentará la propensión del bloque de poder para los conflictos militares. Los militares activos y retirados que controlan la maquinaria norteamericana de guerra ocupan numerosos puestos en el régimen de Trump y gozan de cada vez mayor autonomía de acción. Sin embargo, detrás los régimen de Trump y del Pentágono, la CCT busca sostener la acumulación mediante la expansión de la militarización, el conflicto y la represión. Solamente un contra-movimiento desde abajo, y a la larga, un programa para redistribuir la riqueza y el poder hacia abajo, pueden contrarrestar el espiral hacia arriba de la conflagración internacional.
William I. Robinson
Profesor de Sociología, Universidad de California en Santa Bárbara