Guatemala: Comunicado de la Marcha Indígena, campesina y Popular28 de diciembre 2012


 Informamos desde Nebaj, terminó la audiencia intermedia en el proceso 280-20112 contra el compañero preso político Felipe Gutiérrez Cifuentes. El juez del Juzgado de Primera Instancia Penal, Narcoactividad y Delitos contra el Ambiente de Santa Maria Nebaj ha desestimado los cargos de robo agrabado, homicidio en grado de tentativa y detenciones ilegales con los que el querellante adhesivo Finca San Francisco acusaba al compañero Felipe. 
El juez únicamente le imputa el delito menor de coacción y amenazas y la apertura de juicio por estos cargos será el proximo 11 de enero a las 11 de la mañana en el mismo Juzgado de Nebaj. Don Felipe fue capturado el pasado 9 de febrero de 2012 por su lucha en defensa del territorio en contra de los despojos del terrateniente Pedro Brol, su detención fue bajo falsas acusaciones con la clara intención de criminalizar y reprimir la organizacion comunitaria en Regadíos, Uspantán, comunidad en la que don Felipe es líder y alcalde indígena. 
El juez, actuando con imparcialidad, ha desestimado por evidente falta de pruebas los falsos delitos por los que don Felipe guarda prisión desde hace casi un año. Reconocemos el buen trabajo del equipo jurídico del Comité de Unidad Campesina-CUC que está llevando la defensa del compañero y que ha conseguido demostrar las falsedades de las acusaciones del querellante adhesivo. 
La justa lucha y la organización comunitaria campesina e indígena hoy ha logrado una victoria frente al poder económico y los terratenientes que siguen bloqueando el desarrollo del país y condenando a la miseria y el hambre al campesinado indígena y ladino. Don Felipe Gutiérrez Cifuentes, primer preso político del gobierno del Partido Patriota y líder campesino e indígena en defensa de la Madre Tierra y el territorio ha demostrado su inocencia y esperamos su pronta y justa libertad.


 Marco A. Gandásegui, (hijo) Panama: Balance del 2012
Panamá tiene más “billonarios” en 2012 


 El año 2012 en Panamá fue extremadamente convulsionado, tanto política como económicamente. La política oficial de gobierno se redujo a crear oportunidades de negocios para las trasnacionales que especulan con las riquezas panameñas: el Canal de Panamá y todas las actividades de transporte marítimo, los negocios inmobiliarios, el turismo y otras afines. El crecimiento de las ganancias bancarias son un buen indicador de la política de despojo que aplica el gobierno en detrimento de las familias de los trabajadores, de la gente del campo, de los pequeños y medianos empresarios y, sobre todo, de la juventud, de las mujeres y de las etnias discriminadas.

 Los ideólogos de los gobernantes, hasta hace poco, decían cínicamente que mientras más rápido los millonarios se hacían billonarios, las riquezas comenzarían a “gotear” hacia abajo y favorecer a los pobres. En los últimos diez años la riqueza de Panamá, utilizando el indicador convencional del producto interno bruto (PIB), se multiplicó tres veces pasando de 10 mil millones a más de 30 mil millones de dólares. Sin embargo, la pobreza sigue golpeando a cerca de la mitad de la población y el empleo informal sigue siendo la forma de trabajo más común en el país. 

 La población panameña tiene cada vez menos oportunidades para educarse. Las tasas de deserción tienden a subir cada año. Al mismo tiempo, los servicios de salud y seguridad social así como los servicios de agua potable, la recolección de basura, el saneamiento ambiental y otros servicios básicos han colapsado sin soluciones a la vista. 

 La corrupción - que antes se disimulaba-, en la actualidad, es una práctica abierta. La Contraloría, la Procuraduría y otras instancias de control no actúan para detener el caos en el manejo de los fondos públicos. ¿Qué hace el gobierno con los mil millones de dólares que la Autoridad del Canal de Panamá (ACP) le traspasa anualmente al gobierno? El gobierno anunció que tenía una lista de proyectos que entre 2010 y 2014 demandarían inversiones por 13 mil millones de dólares. ¿Dónde están los informes sobre esas inversiones? Mientras tanto, el presidente de la Asamblea de Diputados gasta arbitrariamente 600 mil dólares del erario público en la compra de 30 mil jamones para regalarle a su base electoral (que tiene menos de 10 mil familias). La Contraloría ni la Procuraduría creen prudente realizar una investigación.

 El crimen aumenta de la mano de la militarización. El gobierno movilizó tropas para reprimir las protestas populares contra los despojos de tierras en Chiriquí y en Colón con un saldo de cinco muertes. La provincia del Daríen y la comarca de Kuna Yala han sido convertidas en zonas de acceso limitado. Los estamentos de seguridad panameños, entrenados y financiados por EEUU, siguen realizando sus experimentos de armas y de guerra psicológica. La política equivocada de “guerra contra las drogas”, impulsada por la Embajada de EEUU, se ha convertido en una campaña para convertir a los jóvenes panameños – especialmente los más humildes - en consumidores de los estupefacientes.

 El incremento del empleo informal en las ciudades, tiene su complemento en las áreas rurales donde los campesinos e indígenas son expulsados de sus tierras por intereses especulativos turísticos, mineros e hidroeléctricos.

 ¿Qué es lo que más le disgustó a los panameños en 2012? 

 En primer lugar, el alto costo de la vida. El incremento de los precios supera los ingresos informales de los trabajadores. Según las estadísticas, la canasta básica (de alimentos y otras necesidades) aumentó en forma significativa en 2012. Los salarios de los trabajadores se estancaron.
 En segundo lugar, los panameños se sienten cada vez más inseguros en la calle, en sus comunidades y en sus hogares. La militarización – denominada seguridad nacional – en su momento, engañó a muchos haciéndolos creer que iba a acabar con la violencia ha hecho lo contrario. Un indicador fehaciente es el número de homicidios que aumentó en 2012. 
 En tercer lugar, la corrupción que ha convertido a los empleados públicos en blancos para quienes quieren hacer negocios ilegales. Desde las posiciones más altas hasta las más bajas, “todos tienen un precio”, declaró un encumbrado “servidor público”.
 ¿Qué quieren los panameños para 2013?
 Primero, un plan económico que ofrezca empleo, especialmente para los jóvenes. El empleo informal y el trabajo precario son dos características negativas de la estructura económica panameña. La mayoría de los panameños no tienen empleos fijos (y trabajan sin contratos ni seguro social) y, como consecuencia, sus familias se desintegran.   
 Segundo, un plan social que garantice salud, educación y vivienda a todos los panameños. Los panameños quieren programas de salud a nivel de las comunidades y centros de salud para atender las enfermedades. El gobierno tiene recursos suficientes para lograr este objetivo pero prefiere gastarlos en negocios con sus socios del sector privado. El pueblo también quiere escuelas en las comunidades donde viven los estudiantes con educadores bien pagados.
 Tercero, un plan de seguridad que ponga fin a la corrupción, que garantice la tranquilidad de las comunidades y que erradique las guerras territoriales sangrientas por el control de la distribución de drogas ilícitas.
Panamá, 27 de diciembre de 2012.

Chile: Protesta de los maestros


Telesur, 26 de diciembre 2012


Profesores de Chile realizarán una protesta este miércoles en Santiago (capital del país) contra la intención de cerrar y fusionar las escuelas de seis municipios, lo que pone en peligro el empleo de 30 mil personas del sector.La protesta se llevará a cabo frente a la municipalidad de La Florida, que junto a las comunas Quillota, Valparaíso, Copiapó, San Fernando y Estación Central pretenden cerrar y fusionar los colegios de sus distritos por la disminución de las matrículas, lo que impacta en los ingresos que las hacen funcionar, según lo que remarcaron los alcaldes.

Por su lado, el presidente del colegio de Profesores, Jaime Gajardo, subrayó que el panorama podría empeorar porque esta es la primera fase de un plan que en esta semana duplicará el cierre y fusión, y en enero de 2013 lo acrecentará.Además expresó que la iniciativa afecta a 30 mil profesores, que hoy no saben lo que va a ocurrir, y resaltó que la medida impacta en las condiciones de enseñanza del sistema educativo.Gajardo consideró que la situación demuestra la crisis sistémica que vive la educación municipalizada. Afirmación que también fue respaldada por el presidente Metropolitano del Colegio de Profesores, Jorge Abedrapo, quien sostuvo que los cierres de colegios nacen de la legislación por la subvención por asistencia y la mala gestión de los municipios.

En tanto, que el dirigente estudiantil Cristofer Sarabia remarcó que “las escuelas municipales son considerados como la última opción en calidad de educación, lo que crea las condiciones para que la gente siga en la pobreza”.Según Sarabia, el financiamiento de la eduación pública se basa en la asistencia de los alumnos a clases, algo que baja en los colegios municipales donde muchos jóvenes tienen que viajar una hora o más por vivir en zonas rurales, como Valdivía, lo que hace que se pierdan los 88 dólares por alumno.Otra de las causas es que los municipios no se preocupan por captar una mayor matrícula de alumnos, según lo que señala Verónica Aliaga, exconcejal y dirigente del Colegio de Profesores en La Florida.

Estos factores han derivado en que en los últimos 30 años se hayan cerrado 250 colegios de este tipo y se crearan más de dos mil 500 establecimientos particulares subvencionados o privados, de acuerdo con Sarabia.

De esta manera se vuelve a poner de relieve el lucro en la eduación pública, el principal factor que ha generado multitudinarias marchas en Chile por parte de estudiantes universitarios y de enseñanza media, quienes exigen que se restablezca la educación pública y gratuita, estatus quitado por la constitución sancionada durante la última dictadura militar de Augusto Pinochet, que convirtió al Estado en un mero regulador y delegó la enseñanza al sector privado.

En la actualidad, la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico(OCDE) estima que en la educación universitaria la inversión privada es del 85 por ciento y que el 70 por ciento de los estudiantes recurre a un crédito para pagar sus estudios.

Además, la OCDE considera a la educación chilena como la segunda más cara y la más desigualdad del mundo ya que el Estado solo destina dos mil 500 dólares per cápita en la enseñanza básica y media, una cifra que representa entre el 37 y 28 por ciento de lo que invierten los países de la organización en el área.

FELICES FIESTAS A TODOS LOS Y LAS LECTORES DE PENSAMIENTO CONTRACORRIENTE.  

LES DESEO PAZ Y FELICIDAD, PERO SOBRE ENERGÍA PARA AVANZAR EN LA CONSTRUCCIÓN DE UN NUEVO MODELO CIVILIZATORIO BASADA EN LA JUSTICIA, LA EQUIDAD, Y EL BUEN VIVIR. 

¡QUE VIVAN LOS PUEBLOS QUE LUCHAN POR UN NUEVO PORVENIR!

EL CONSEJO EDITORIAL

Bolivia: Evo Morales y el Futuro del Planeta


Caracas, 21 Dic. AVN.- El presidente de Bolivia, Evo Morales, señaló este viernes que “estamos en un momento crucial para la definición del futuro de nuestro planeta”, marcado por el inicio del Pachakuti, tiempo de equilibrio y armonía para la Madre Tierra y del fin del capitalismo salvaje.

“En nuestras manos y en nuestra conciencia está la responsabilidad de acordar el camino que vamos a seguir para garantizar la erradicación de la pobreza, la redistribución de la riqueza, así como la creación y fortalecimiento de nuestras condiciones sociales, materiales y espirituales para vivir en armonía y equilibrio con la naturaleza”, dijo Morales durante los actos por la llegada de la Nueva Era, que pone fin al ciclo del no-tiempo, y comienzo del Pachakuti.Las actividades se realizaron en la Isla del Sol, ubicada en el Lago Titikaka, en la provincia Manco Kapac, del departamento de La Paz.En su alocución, el mandatario agregó que “el Estado Plurinacional de Bolivia, haciendo eco de la voz de los pueblos del mundo, asume una obligación ética con el planeta y propone la necesidad de que el ser humano recupere el sentido de unidad y pertenencia con la Madre Tierra”.

Fin del capitalismo salvaje

El mandatario boliviano manifestó que “este 21 de diciembre es el día del inicio de Pachakuti, que se traduce en el despertar del mundo a la cultura de la vida, es el inicio del fin del capitalismo salvaje”.
Asimismo, dijo que es “la transición del tiempo de la violencia entre los seres humanos y de la violencia con la naturaleza, a un nuevo tiempo donde el ser humano constituye una unidad con la Madre Tierra y todos convivimos en armonía y equilibrio con la totalidad de los cosmos”.Agregó que este día se producen grandes cambios. “Es el anuncio de que la cultura de la muerte, el hambre y la injusticia habrá llegado a su fin”.El mandatario señaló que “los Estados ricos e industrializados deben contribuir a promover la socialización de la riqueza y el bienestar en armonía con la naturaleza”.Porque -indicó- “mientras que los Estados pobres y en desarrollo deben distribuir la poca riqueza con la que cuentan, no hay futuro para la humanidad e impera el egoísmo y la codicia, la acumulación y la continuación de un sistema donde el que tiene más reina sobre los desposeídos”.

Cambios políticos

Durante su alocución, acompañado de cientos de indígenas de toda la región, Morales manifestó que “este nuevo tiempo tiene que ser el fin de las monarquías, de las jerarquías, de las oligarquías y de las anarquías del Estado y del capital”.Abogó por la refundación de la democracia y la política mundial. “El mundo está viviendo una crisis de los sistemas políticos donde estos no representan a los pueblos, son elitistas, excluyentes, ordenados por cúpulas oligárquicas con la función de servir al bolsillo de pocos y no al pueblo”, señaló Morales.Por ello, instó a trabajar por conseguir una “democracia comunal, donde no existen mayorías ni minorías sino donde las decisiones se toman en consenso y donde se impone la razón y no el voto”.

Descolonizarnos

El mandatario boliviano propuso además hacer cambios sociales para el bienestar colectivo. En ese sentido, pidió “descolonizarnos del racismo, del facismo y de todo tipo de discriminación”.Asimismo, llamó a “descolonizarnos del mercantilismo, del consumismo y la codicia para promover el vivir bien”.También instó a “recuperar los conocimientos y códigos de las culturas milenarias del mundo para fortalecer la conciencia de las personas y las sociedades sobre la Madre Tierra, entendiendo de que es un ser vivo y sagrado y de que somos sus hijos e hijas, que nos alimentamos de ella, respetando los signos de la naturaleza, entendiendo que todo lo que existe es parte del equilibrio y armonía de la vida”.

Y en cuarto lugar, propuso que en los países “donde existen múltiples culturas, es un imperativo promover la construcción de estados plurinacionales donde exista el respeto del pluralismo social, económico, jurídico y cultural”. 


Fernando Martínez Heredia : El colonialismo en el mundo actual

 La Haine, 24 diciembre 2012

OSPAAAL

Siguen existiendo colonias remanentes de la época en que esa era la relación principal de dominación, y debemos seguir combatiendo hasta que dejen de serlo
  

Palabras pronunciadas en la sede de la Organización de Solidaridad de los Pueblos de África, Asia y América Latina (OSPAAAL) en la presentación del número 176 de la revista Tricontinental, dedicada al tema del colonialismo.

La mayor parte de este número está dedicada a un tema de enorme importancia actual: el colonialismo. La nota inicial, “Al lector”, que es de una calidad singular, expone lo esencial en cuanto a las colonias que existen en el mundo actual, su distribución geográfica y las funciones que desempeñan para los poderes coloniales. Destaca los casos de Palestina, Puerto Rico, Sahara Occidental y Malvinas, por la atención internacional que reciben. Y explica muy bien, y de manera sintética, el contenido del número.

He tenido la satisfacción de revisar con cuidado los artículos, lo que me permitió constatar los valores de cada uno y del conjunto que forman, un número 176 que está a la altura de la tradición de esta revista, combatiente y hermosa, hija consecuente e intransigente de aquellos trabajos y aquellos ideales que reunieron en La Habana hace casi 47 años a representantes de los luchadores de nuestro mundo, el que los enemigos de la Humanidad habían oprimido, expoliado y aplastado siempre, y al que en aquellos años los medios de comunicación le habían dado el tercer lugar en una clasificación de tres.

Estimo que hay dos procedimientos igualmente válidos en estas presentaciones: describir y comentar cada uno de los textos de la publicación; o hacer comentarios referidos al asunto principal que ha sido abordado y expuesto a lo largo del número. Inspirado por esos textos, escojo la segunda fórmula para estas palabras, por lo que acabo de decir y porque los presentes tendrán a su alcance de inmediato la revista. Añado solamente una cálida felicitación a los aspectos formales del número, que le aportan gran belleza y capacidad comunicativa.

El colonialismo ha sido la forma fundamental y decisiva de la universalización de las relaciones mercantiles, de la individualización de las personas y la oposición de todos contra todos —forzada por el poder del dinero y por las violencias del poder—, de la homogeneización de los patrones de consumo y la generalización de determinadas relaciones sociales fundamentales y sus valores correspondientes, a escala planetaria. En dos palabras, ha sido la forma principal de universalización del capitalismo. En el caso del continente americano, es en estos años que se está cumpliendo realmente el llamado Quinto Centenario, que en su momento fue tan publicitado y manipulado como rechazado, y no en aquellas fechas de 1492 en que un explorador llegó a unas islas del Caribe. Aquel fue el inicio de un colosal genocidio, de un gigantesco ecocidio, de la destrucción de culturas maravillosas, condicionante de la elaboración material e ideal de una civilización egoísta, explotadora, criminal, excluyente, racista y depredadora, que le impuso al planeta entero su título pretencioso de modernidad.

José Martí, el primer gran pensador anticolonial que comprendió el imperialismo, escribió en 1884: “¡Robaron los conquistadores una página al universo!”. Pero no olvidemos nunca que desde el inicio se trataba de un negocio, el más despiadado y abarcador, el más opuesto al bienestar, la dignidad y el despliegue de la condición humana y la convivencia social que se ha inventado: el capitalismo. El jefe de los conquistadores de las sociedades existentes en el actual México, que eran superiores a ellos en muchos aspectos, le había escrito en 1524 a su emperador pidiéndole que ordenara la detención del saqueo indiscriminado y que se comenzara la colonización del país.

Los años que siguieron al final de la Segunda Guerra Mundial fueron los de la independencia para la gran mayoría de las colonias que existían en África y Asia. Varios factores principales concurrieron en aquellos eventos históricos. Un nuevo orden capitalista de posguerra, en el cual predominó abiertamente EE.UU, que tenía dentro de su estrategia mundial la disolución del dominio colonial europeo y que actuó en consecuencia. Una Europa colonialista, que aunque ya carecía de poder suficiente para alternar con EE.UU., pudo lanzarse a una rápida reconstrucción y ampliación económica; establecer relaciones de tipo neocolonial con sus antiguas posesiones podía serle muy provechoso en esa hora de reubicarse. Pero hay que recordar que no por eso propiciaron las independencias. Siglo y medio después de la Revolución francesa no querían aceptar la autodeterminación de los pueblos. Los mismos colonialistas que aprobaron en 1952 un plan para conceder autogestiones o independencias, después de 1972 ejecutaron matanzas terribles y represiones por doquier, y pusieron obstáculos de todo tipo a los procesos de independencia de las colonias.

Pero no pudieron evitar aquellos procesos. Lo que sucedió fue que los pueblos protagonizaron el ocaso efectivo del colonialismo. Por todas partes se movilizaron, se organizaron, presionaron, negociaron o exigieron la independencia, en muchos países como culminación de procesos políticos y sociales nacionalistas previos. En numerosos lugares se combatió con las armas en la mano a los colonialistas. El triunfo de la Revolución china en 1949 y las revoluciones victoriosas de Vietnam y Argelia fueron jalones muy importantes de un avance extraordinario de la cultura mundial: la conversión de la independencia en liberación nacional. Activistas y pueblos muy diferentes y que estaban en situaciones muy disímiles se aproximaron, motivados por la afinidad de sus problemas, la identidad de sus enemigos y la necesidad de aumentar sus fuerzas y auxiliarse. La Conferencia de Solidaridad Afroasiática de Bandung en 1955, la fundación del Movimiento de los Países No Alineados en 1961 y la Conferencia Tricontinental de 1966 fueron hitos de un movimiento internacional cuyo logro principal estuvo en formarse y desarrollarse fuera y lejos de la égida de los imperialistas, en ser una forma más de las identidades que reclamaban su lugar en el mundo.

Las nuevas realidades autóctonas de África, Asia y América Latina y el Caribe tenían que enfrentarse al mismo tiempo con el imperialismo y con la búsqueda de la justicia social, con el “subdesarrollo” —mal nombre dado al lugar en que fueron puestos dentro del sistema mundial capitalista—, con la mentalidad colonizada —la herencia maldita del colonialismo—, con la necesidad de modernizaciones y la de hacer la crítica del signo burgués de la modernidad. A diferencia de la primera ola revolucionaria del siglo XX, que tuvo su centro en Europa, una segunda ola revolucionaria que recorría el planeta en los años 60-70 tenía su centro en ese mundo tercero.

Aquellos eventos cambiaron el mapa del mundo y la composición y el manejo de las relaciones internacionales, e hicieron grandes aportes a la cultura de los pueblos, al convertir lo que hubiera sido un paso de avance o una coincidencia de intereses diferentes en unos procesos políticos, sociales, económicos y de pensamiento que tuvieron un alcance extraordinario. Pero en las últimas décadas hemos padecido una transformación hipercentralizadora y parasitaria del imperialismo, reforzado por un periodo de grave disminución de las luchas de clases y de liberación. El capitalismo actual está librando una formidable guerra cultural a escala universal, mediante la cual pretende compensar la desaparición de su gran promesa abstracta de progreso, desarrollo y buen gobierno; ocultar la pérdida de los rasgos de competencia, iniciativa y libertades económicas, y un campo y seguridad para sectores medios, que poseía su régimen; forzar a aceptar el despojo que se ha hecho en tantos países de la mayoría de las conquistas sociales y políticas logradas durante el pasado siglo; y prevenir o desmontar todas las resistencias y protestas.

Esta guerra cultural se propone que todos en todas partes acepten el orden que impone el capitalismo como la única manera en que es posible vivir la vida cotidiana, la vida ciudadana y las relaciones internacionales. Uno de sus objetivos cardinales es que olvidemos la gran herencia que nos brinda precisamente la acumulación cultural constituida por la historia horrorosa del colonialismo y la historia de las resistencias y las rebeldías de los pueblos. Reprimidos o tolerados, aplaudidos o condenados por ser diferentes, pero siempre explotados, discriminados y avasallados, pretenden que renunciemos al pasado y el futuro y asumamos una homogeneización de conductas, ideas, gustos y sentimientos dictada por ellos

La guerra del lenguaje forma parte de esa contienda. Como bien apunta Wilma Reverón, llamar a los colonialistas actuales “potencias administradoras”, y a las colonias “territorios no autónomos” o “en fideicomiso” es un escamoteo de la realidad. Existe toda una lengua para lograr que las mayorías piensen como conviene a los dominadores o, en muchos casos, que no piensen. El principio de soberanía nacional ha sido sumamente debilitado en el mundo actual, pero esto es ocultado mediante expresiones como “lucha contra el terrorismo”, “intervención humanitaria”, “tratados de libre comercio”, “defensa de los derechos humanos”, “países fracasados” y otras. En el siglo XXI, los imperialistas vuelven a ocupar militarmente países, pero a los ocupantes se les llama de cualquier manera menos invasores. Tratan de convertir en naturales las relaciones de vasallaje, el intervencionismo, el pago de tributos, el saqueo de los recursos. Lo que pretenden, en general, es desinformar, confundir, manipular, crear una opinión pública obediente —y, si es posible, entusiasta en su obediencia—, y convertir a las personas en público. Danny Glover denuncia ese trabajo imperialista en un párrafo muy esclarecedor de su entrevista acerca de los Cinco.

La generalización del neocolonialismo como forma de dominación imperialista en su expansión mundial a mediados del siglo XX fue un indicador de madurez del capitalismo como formación social: el funcionamiento mismo de su modo de producción se convertía en su principal mecanismo de explotación y de obtención de ganancias procedentes de los países subalternos, aunque ventajas extraeconómicas y medios políticos, militares e ideológicos siguieran desempeñando papeles importantes en la relación neocolonial. Al mismo tiempo, esa relación marcaba los límites de aquella dominación. El país neocolonizado debía ser independiente y poseer soberanía nacional, aunque en la práctica lo fuera con limitaciones; disponer de grados relativamente notables de desarrollo de su formación social nacional; tener instituciones, intereses, representaciones y proyectos, capaces de ser integrados en la hegemonía de su clase dominante-dominada nativa, que los proclamaba como los nacionales, o de ser lugar de reclamaciones, conflictos y elaboraciones de sectores más o menos opuestos a ellas que también se reclamaban como nacionales.

Ese neocolonialismo formaba parte, entonces, de una época de muy agudas pugnas entre conservatismos y reformismos, entre revoluciones de liberación nacional y socialistas y contrarrevoluciones, entre modificaciones de muchos tipos de las estructuras y funciones del capitalismo a escala mundial, que negociaban o chocaban con estrategias, esfuerzos y proyectos de desarrollo nacional más o menos autónomo de numerosos países del llamado Tercer Mundo. El desarrollo, las políticas sociales a favor de mayorías, el socialismo, el nacionalismo de clases dominantes, la democratización de las formas de gobierno y otras dinámicas estaban a la orden del día, y el movimiento y la discusión de ideas acerca de todos estos temas era muy fuerte y constante.

En 1981, la revista Tricontinental reprodujo en sus números 74 y 75 mi ensayo “Neocolonialismo e imperialismo. Las relaciones neocolonialistas de Europa en África”. Ayer lo revisé, sobre todo el acápite en que trataba la relación en su aspecto conceptual, y se me hizo claro que aquella situación ha cambiado mucho, y que ha sido sobre todo en perjuicio de los pueblos y países de la mayor parte del planeta. El neocolonialismo se ha deteriorado en cuanto a sus aspectos menos negativos, y lo mismo ha sucedido con la forma de gobierno democrática que se generalizó en esa época. Estas dos instituciones notables de la segunda mitad del siglo pasado se han ido vaciando de su contenido, y en el nuevo siglo el retroceso se ha hecho evidente.

Siguen existiendo colonias remanentes de la época en que esa era la relación principal de dominación, y debemos seguir combatiendo hasta lograr que dejen de serlo, pero cada vez están menos solas. En la práctica, la recolonización selectiva es una de las características actuales del imperialismo, que escoge las regiones y países que considera apropiados para saquear sus recursos naturales, esquilmar su fuerza de trabajo, cobrar tributos, obtener ganancias directas y establecer posiciones militares. Las demás áreas del que fue Tercer Mundo son abandonadas a una suerte de miseria y exclusión. Los imperialistas operan con impunidad, por eso ocupan militarmente países, alardean de sus asesinatos mediante drones, sus esbirros toman presos a ciudadanos de otras naciones y sus jueces ordenan a otros países que paguen lo que ellos dispongan a partir de litigios privados.

Aparte de otros defectos, tengo que revisar aquel ensayo para que los conceptos de colonialismo y neocolonialismo que exponen puedan seguir siendo útiles, y los análisis acerca de su alcance y sus procedimientos se enriquezcan o cambien sus resultados a partir de los nuevos datos. Considero necesario que todos los que analizamos estas cuestiones cruciales del mundo actual trabajemos con los eventos y los procesos que están en curso y las tendencias que puedan deducirse de ellos, pero sin limitarnos a ellos, en busca de un pensamiento crítico que llegue a aportarnos conceptos e interpretaciones de las características fundamentales del sistema que oprime a los pueblos y amenaza al planeta, de las claves de su funcionamiento y los rasgos y las reglas de sus modos de operar. Y que nos aporte, a la vez, conocimientos ciertos y crecientes acerca de los pueblos dominados y de nuestro propio campo; de los modos como se reformulan el consenso, la indiferencia o la resignación de los de abajo, y no solo sus protestas y resistencias; de las raíces de nuestras insuficiencias, divisiones y debilidades.

En los años recientes se han levantando en diferentes lugares del mundo acciones y banderas de rebeldía, sentimientos profundos de inconformidad y esperanzas de que pueda pretenderse un mundo y una vida nuevos. La región de América Latina y el Caribe está en la vanguardia entre estos movimientos. Al enfrentar las tareas ciclópeas que esto demanda y los desafíos casi insondables que pone ante nosotros, se hace clara la necesidad de ideas, elaboraciones intelectuales, divulgaciones, debates, capacidad de influir, hacer conciencia, sumar, aprender de los demás, conducir. La nueva vida y el mundo nuevo solo nacerán y serán fuertes a partir actividades intencionales, organizadas y concientes. A nuestro favor tenemos una acumulación cultural excepcional, herencia yacente que hay que aprovechar y superar. Los trabajos como este que presentamos hoy son modestos pasos en el largo camino, pero son los que nos llevarán a vencer al colonialismo actual y a sus padres.

Ojalá que este número de Tricontinental trascienda la lectura por especialistas, pueda llegar a profesores y comunicadores y los induzca a ofrecerle a nuestra población informaciones y criterios que tanta falta nos hacen, para que los problemas, las tareas y la cultura de nuestro mundo, el mundo tricontinental, ocupen un espacio mayor y más calificado en nuestro país. La OSPAAAL y su revista Tricontinental tienen una historia que nos invita a recuperar un legado de luchas y de ideas, pero nos ofrecen sobre todo una lección para el futuro, para el camino indispensable que debemos recorrer.

Es obvia la necesidad de unirnos y avanzar juntos, en este momento histórico en que está en marcha la recolonización selectiva del mundo y el imperialismo norteamericano intenta convertirse en el imperio mundial, pero, al mismo tiempo, los seres humanos y los pueblos vuelven a actuar y a representarse la liberación de todas las dominaciones y la creación de nuevas relaciones entre las personas y con la naturaleza, y nuevas instituciones que estén realmente al servicio de todos y permitan el despliegue de todos. Termino con mis palabras en otra publicación cubana, con motivo del aniversario 45 de aquel congreso celebrado en La Habana: este tiene que ser, entre otras cosas, otra vez el tiempo de la Tricontinental.

España: Los gobiernos del dolor

Marcos Roitman Rosenmann
La Jornada

La capacidad para adjetivar las políticas de recortes antisociales y antidemocráticos no tiene límite. Tampoco el cinismo y la hipocresía con que actúa la clase política gobernante. Mariano Rajoy, presidente del gobierno; María Cospedal, pluriempleada, secretaria general del Partido Popular y presidenta de la Comunidad Autónoma de Castilla la Mancha, y Alberto Ruiz Gallardón, ministro de Justicia, se emplean a fondo. Hablan de dolor a la hora de aplicar las políticas de ajuste presupuestario. Para ejemplarizar cuál es su estado de ánimo, Gallardón ha puesto de moda una frase que está en boca de muchos ministros y de Rajoy: "Gobernar consiste en repartir dolor". Pero en la repartición hay quienes lo infringen y administran y otros que lo reciben y padecen. En esta crisis las decisiones no afectan por igual a unos y otros. Torturador y torturado no son lo mismo. Pensar en el sufrimiento y el dolor ajeno para quienes se benefician del mismo no deja de ser un comportamiento rayano en la enfermedad patológica. Ellos sienten el dolor ajeno, aunque no hacen nada para remediarlo. Gracias a sus lumbreras, la vida cotidiana en España se llena de dolor. Veamos.

Los bancos de alimentos se han convertido en alternativa para miles de familias en paro. Sin ingresos estables ni prestaciones sociales, ni tarjeta sanitaria, con hijos en edad escolar, sin becas ni ayudas, acuden a ellos para recibir una cuota de alimentos para sobrevivir. Pasta, leche, huevos, azúcar, arroz, galletas y alguno que otro enlatado. También se aprovisionan de artículos de limpieza y aseo personal. No pierden la dignidad y salen adelante. Asimismo, las campañas navideñas de organizaciones no gubernamentales (ONG), caracterizadas por ubicar sus objetivos solidarios en África, Asia o América Latina, hoy demandan alimentos para bancos y comedores sociales en España. Sus peticiones dejan al descubierto la desarticulación del estado de bienestar. La brecha entre ricos y pobres se profundiza. España se torna dual. Las diferencias sociales se hacen visibles. Imágenes de la posguerra civil, en los años 40, con cartillas de racionamiento, hambre y pobreza vuelven a estar presentes. Se trata de gente pidiendo en las calles, semáforos, el Metro, durmiendo entre cartones, yendo de casa en casa solicitando algún producto para alimentar a la familia o trabajo. Ya no son vagabundos o marginales. Son trabajadores desahuciados, despedidos de su trabajos que viven en coches con su prole y no reciben prestaciones. Vuelve la España dual, excluyente, caciquil y oligárquica.

La ilusión de una sociedad moderna se difumina. La Constitución es papel mojado. Ni social ni democrática ni de derecho. Las pensiones se congelan, la educación se torna confesional. Se impone la asignatura de religión católica en los colegios públicos. La vivienda es un lujo al alcance de pocos. Pero los bancos mantienen cerradas más de medio millón de viviendas. La justicia sigue el mismo camino, los ciudadanos, por recurrir sentencias o acudir a los tribunales, deberán pagar elevadas tasas. Se elimina el concepto de justicia redistributiva y garantista. Sólo tendrán justicia quienes tengan dinero. El turno de oficio se restringe. La sanidad se entrega a empresas cuyo fin consiste en obtener ganancias. Ninguno de los beneficiarios de las privatizaciones de hospitales y centros de salud pertenecen a la esfera sanitaria. Son empresas afincadas en la construcción, coresponsables de la burbuja inmobiliaria. Ahora, en medio de la crisis, trasladan su codicia a la sanidad. La salud, si se privatiza, se convierte en un buen negocio para especuladores sin escrúpulos. Los beneficiaros son conocidos. Dragados y Contratas, Sacyr, Acciona, Hispania o FCC. Pertenecen a bancos como BBVA, BSCH y similares. Así administran dolor.

Mientras se pone a la venta el sistema sanitario, la justicia, la educación, las compañías aéreas, las universidades, los aeropuertos e infraestructuras, algo inédito comienza a extenderse por Europa. Familias noruegas, danesas y suecas inician un plan de "apadrinar" familias españolas en situación de exclusión. Son decenas los beneficiarios. Les pagan el alquiler de la vivienda y les mandan dinero para hacer frente a la educación de sus hijos.

En otras esferas el problema es similar. Los fondos para investigar se han reducido 75 por ciento, con el consiguiente cierre de laboratorios y líneas de investigación. Trabajos pioneros sobre sida, cáncer, genoma humano, etcétera, se tiran a la basura. Se disuelven equipos interdisciplinarios y los profesionales desilusionados, con sueldos de miseria, abandonan por impotencia. En los años 80 muchos de ellos, con carreras prometedoras en el extranjero, regresaron bajo el compromiso de obtener contratos y una inversión amplia en I+D. Se sienten engañados. La fuga de cerebros se generaliza en todas las disciplinas. Física, química, ingeniería, medicina, ciencias ambientales, nuevas tecnologías, etcétera. Muchos de ellos hacen maletas. La juventud, sin futuro, busca fuera una opción de vida digna. No importa en qué ni cómo. Pero la ministra de Trabajo lo interpreta como resultado "del espíritu de aventura y afán de conocimiento de una juventud llena de vida".

Los trabajadores han sido las víctimas propicias de esta política de repartir dolor. Los empresarios acumulan, reciben beneficios, se dan la gran vida, pero exigen austeridad y moderación salarial. El despido libre se generaliza. La reforma laboral, desde su aplicación, ha visto aumentar las cifras de paro en más de medio millón de personas. Suma y sigue. La criminalización de las protestas da un salto cualitativo. La policía tiene orden de tomar datos a manifestantes y pasarlos al Ministerio de Interior. De manera aleatoria se pide la documentación y en una o dos semanas reciben una multa de entre 300 y 500 euros por disturbios o resistencia a la autoridad.

La avalancha de estudiantes, maestros, médicos, enfermeras, jueces, fiscales, abogados, pensionistas, minusválidos, jornaleros, obreros, funcionarios, bomberos, asociaciones de vecinos, amas de casa, consumidores y parados crece y se extiende. Políticos mediocres, agazapados en un discurso ramplón, recurren al argumento de la fuerza. Reprimen. La policía, local o nacional, toma las calles de ciudades y pueblos. Intimidan, increpan, disparan balines de goma, bombas de humo y a los detenidos los maltratan y torturan. Los grupos especiales antidisturbios no llevan identificación a la vista, aspecto obligatorio. El gobierno los protege, archiva las causas en caso de acusaciones o los indulta directamente si son condenados por la justicia. Esa es la forma de "administrar dolor". En otras palabras: el que parte y reparte se lleva la mejor parte. Unos nacen para mandar y otros para obedecer. El señor sea con nosotros. Amén.

Fuente original: http://www.jornada.unam.mx/2012/12/23/opinion/022a1mun

Rusia:Entre Gaidar y Keynes


Boris Kagarlitsky · · · · ·


 Sin Permiso, 23 diciembre 2012

Observando las hordas de compradores que sitian las tiendas de Moscú durante esta temporada festival, alguien podría preguntarse por qué se habla tanto de crisis. Según la Oficina de Estadística del Estado, los salarios nominales en algunos sectores de la economía se incrementaron hasta casi 10 veces desde el año 2000. La cifra tendría, por supuesto, que ajustarse a la inflación. En un informe reciente, el Institute for Global Research and Social Movements descubrió que el dólar se depreció con respecto al oro más de un 300% durante ese mismo período y que el rublo lo hizo a su vez con respecto al dólar. Con todo, el resultado sigue siendo impresionante: los salarios reales en algunos sectores prácticamente se han duplicado en los últimos 12 años.

Los salarios no sólo han aumentado en la industria de las materias primas, sino también en sectores del sector público como la sanidad y la educación. Pero se produce un desequilibrio cuando el crecimiento de los salarios en algunos sectores supera a los de otros. Por ejemplo, desde el 2000 al 2010 los salarios en las industrias de las materias primas eran casi el doble que en el sector industrial. De manera similar, los indicadores para "los salarios medios" no reflejan el hecho de que en cada uno de esos mismos sectores hay una distancia desproporcionada entre los salarios de ambos extremos de una misma escala salarial.  

El crecimiento de los salarios nominales en Rusia desde el año 2000 hasta el 2010 ha cambiado de raíz la situación en la economía, incrementando la importancia del mercado interno y el papel de los consumidores rusos en él. Esto, a su vez, ha conducido a un debate sobre qué curso debería tomar el país en su política económica.

Pero la facción neoliberal en el gobierno considera este crecimiento una señal de que puede comenzar a desplazar algunos de los costes sociales más importantes heredados del sistema estatal soviético hacia el sector privado. Pero sus adversarios más moderados argumentan que ejercer cambios drásticos en las prestaciones sociales desestabilizaría la situación política en el país y provocarían protestas masivas.

Mientras la mayoría de los rusos se opone categóricamente a las políticas económicas neoliberales, el gobierno ha oscilado entre las políticas keynesianas y las neoliberales desde el comienzo de la crisis mundial. Asustado por las protestas de hace un año, las autoridades tomaron un giro claro hacia la izquierda a comienzos de 2012 incrementando el gasto social y retrasando la siguiente serie de reformas de mercado. Pero el declive de la influencia de la oposición ha animado a las autoridades a adoptar un curso más liberal en la segunda mitad del año. Las recientes medidas de privatizar servicios sociales se comen el salario adicional que los rusos están ganando, resultando en la reducción de la demanda en otros sectores.

Estas medidas también han impulsado una nueva oleada de protestas en las provincias. A diferencia de las concentraciones anteriores en las grandes ciudades, a la gente que asistió a estas manifestaciones no la unía una serie común de demandas o llamadas a que la cúpula gubernamental dimita.

Podría pensarse que los logros económicos de la última década han conducido a aliviar las tensiones, pero en realidad han conducido a un acalorado debate sobre la política gubernamental en la esfera social. Si el gobierno quiere rebajar la tensión del conflicto, tendrá que tomar los pasos adecuados para corregir el desequilibrio entre las profesiones y ocupaciones peor pagadas y las mejor pagadas.

Por desgracia, la aplicación de un plan así requeriría una mayor regulación del estado en la economía y serios cambios en el sistema político del país. Cualquiera que sea el bando que gane en esta batalla para determinar el curso económico de Rusia, la política jugará un papel central en su implementación.

Boris Kagarlitsky es autor de numerosas obras de análisis sobre la transición al capitalismo en Rusia, es director del Instituto de Estudios sobre la Globalización y los Movimientos sociales de Moscú y editor de la revista Levaya Politika (Políticas de Izquierda).



Africa: Mujeres de Mali, digamos « NO! » a la guerra impuesta por otros 


Sin Permiso, 23 de diciembre 2012

De la situación dramática de Mali se desprende una realidad terrible que se verifica en otros países en conflicto: la instrumentalización  de la violencia sobre las mujeres para justificar  la  ingerencia y las guerras causadas por la  codicia de las riquezas de su país. Las mujeres africanas deben saberlo y hacerlo saber.


Introducción

De la situación dramática de Mali  se desprende una realidad terrible que se verifica en otros países en conflicto: la instrumentalización  de la violencia sobre las mujeres para justificar la ingerencia y las guerras causadas por la  codicia de las riquezas de su país. Las mujeres africanas deben saberlo y hacerlo saber.

De la misma forma que la amputación de dos tercios del  territorio  de Mali y la imposición de la charia a las poblaciones de las regiones ocupadas son humanamente inaceptables, la instrumentalización de esta situación, por ejemplo por la suerte reservada a las mujeres, es moralmente indefendible y políticamente intolerable.

En consecuencia, nosotras, las mujeres de Mali, tenemos que jugar  un rol histórico , aquí y ahora, en la defensa de nuestros derechos humanos / Sugerencia, Reemplazar humanos por fundamentales/ contra tres formas de fundamentalismo: el religioso a través del islam radical; el económico a través del todo mercado; el político a través de la democracia formal, corrupta y corruptora.

Invitamos a toda/os aquella/os que,  en nuestro país, en Africa y en otras partes, se sientan concernidos por nuestra liberación de estos fundamentalismos, a juntar sus voces a las nuestras para decir “No” a la guerra por procuración que se perfila  en el horizonte. Los argumentos siguientes justifican este rechazo:

1 La negación de democracia

La demanda del despliegue de tropas africanas en el norte de Mali, transmitida por la Comunidad de Estados de Africa del Oeste (CEDEAO) y la Unión Africana (UA)  a las a Naciones Unidas, se basa en un diagnóstico deliberadamente  sesgado e ilegítimo.  No se basa en ninguna concertación nacional digna de este nombre, ni en la cúspide ni en la base. Este diagnóstico excluye, por otra parte, la fuerte responsabilidad  moral y política de las naciones que han violado la resolución 1973 del Consejo de Seguridad transformando la protección de la ciudad  libia  de Ben Ghazi en un mandato de derrocar el régimen de Mouammar Kadhafi y de matarlo.  La coalición de los separatistas del movimiento nacional de liberación del  Azawad (MLNA), de Al Kaeda  al Maghreb Islámico (AQMI) y de sus aliados que ha vencido a un ejército maliano desmotivado y desorganizado debe igualmente esta victoria militar  a los arsenales  salidos del conflicto libio.

El mismo Consejo de Seguridad ¿va a aprobar en los próximos días el plan de intervención militar que los Jefes de Estado africanos han aprobado, pretendiendo así corregir las consecuencias de una guerra injusta con una guerra  igualmente  injusta?

Marginalizada y humillada en la gestión de la crisis “libia” ¿puede o debe la Unión Africana  lanzarse a esta aventura en Mali sin meditar las enseñanzas de la caída del régimen de Mouammar Kadhafi ?

 ¿Donde está la coherencia de los dirigentes africanos en la gestión de los asuntos del continente si la mayoría de ellos se opuso en vano a la intervención de la OTAN en Libia y ahora se ponen de acuerdo sobre la necesidad de un despliegue de fuerzas militares en Mali, de consecuencias incalculables?

2 La extrema vulnerabilidad de las mujeres en las zonas en conflicto.

El Grupo de Crisis internacional advierte, con razón, que “En el contexto actual, una ofensiva del ejército maliano apoyado por fuerzas de la CEDAEO y/o de otras fuerzas tiene todas las probabilidades de provocar  aún mas víctimas civiles en el Norte, de agravar la inseguridad y las condiciones económicas y sociales en el conjunto del país, de radicalizar a las comunidades étnicas, de favorecer la expresión violenta de todos los grupos extremistas y, en fin, de arrastrar al conjunto de la región a un conflicto multiforme sin línea de frente en el Sahara”. (« Le Mali : Evitar la escalada » International Crisis Group - http://www.crisisgroup.org/fr- 18 julio 2012).

 Estas consecuencias revisten una gravedad especial para las mujeres. Su vulnerabilidad, que está en todas las bocas, debería estar presente en todos los espíritus cuando se toman las decisiones y ser disuasiva cuando la guerra puede evitarse. Se puede. Debe evitarse en Mali.

Recordemos que los casos de violación que deploramos en las zonas ocupadas del Norte pueden multiplicarse con el despliegue de varios miles de soldados. A este riesgo hay que añadir el de una prostitución más o menos disimulada que se desarrolla generalmente en las zonas de gran precariedad y en consecuencia los riesgos de propagación del VIH/SIDA. El plan de intervención militar  que va a examinar el Consejo de Seguridad ¿prevé los medios para proteger realmente a las mujeres y niñas de Mali de este tipo de situación desastrosa?

Recordemos también que en el conjunto del territorio las sanciones económicas impuestas por la comunidad internacional al pueblo maliano en nombre del retorno a un orden constitucional desacreditado afectan considerablemente a los grupos vulnerables. Debido a la división sexual de las tareas, las mujeres se enfrentan a nivel doméstico a la enorme dificultad  de proporcionar agua, alimentos, energía doméstica, medicamentos a las familias. Esta lucha cotidiana e interminable para la supervivencia es ya en sí misma una guerra. En estas circunstancias de precariedad y de vulnerabilidad  de las poblaciones, y de las mujeres en especial, la opción militar en preparación es un remedio que tiene todas las probabilidades  de ser peor que la enfermedad, mientras que una alternativa pacífica  que emanara de la sociedad maliana, civil, política y militar,  sería constructiva.

3 Incoherencias de la comunidad internacional

 Todos los poderosos representantes de la « comunidad internacional » así como la CEDEAO y la UA se han pronunciado a propósito de nuestros malditos males de mujeres en situación de conflicto. A tal señor tal honor, el Presidente francés François Hollande, que juega el papel de jefe de filas en la defensa de la opción militar, ha subrayado el sufrimiento de las mujeres « primeras víctimas de las violencias de las guerras » (Kinshasa – 14ª cumbre de la Organización Internacional de la Francofonía). Sin embargo, el 26 de Septiembre 2012 declaró en New York, en ocasión de la reunión especial sobre el Sahel, al margen de la Asamblea General de las Naciones Unidas, « Sé que puede haber una tentación de llevar a cabo negociaciones. ¿Negociar con grupos terroristas ? En absoluto. Cualquier pérdida de tiempo, cualquier proceso que se eternizara no haría más que hacer el juego a los terroristas ». « Hay que saber terminar una guerra », parece que dicen los Presidentes americanos y francés. « La guerra de Afganistán se ha prolongado más allá de la misión inicial. Induce a la rebelión al mismo tiempo que permite combatirla. Ya es hora de poner fin ordenadamente a esta intervención y me comprometo aquí a hacerlo » declaró el candidato François Hollande en su discurso de investidura a la elección presidencial.

 La Secretaria de Estado norteamericana de asuntos exteriores, Hillary Clinton, cuya escala del 29de octubre 2012 en Argelia, tenía en parte como objeto convencer al Presidente Abdelaziz Bouteflika  de retomar el bando de la guerra, se dirigió a los Jefes de Estado africanos reunidos en Addis –Abeba en estos términos: “En la República Democrática del Congo, el ejercicio de actos de violencia contra las mujeres y las jóvenes y las actividades de los grupos armados en la región oriental del país, son para nosotros una fuente constante de preocupación. La Unión Africana y las Naciones Unidas no deben ahorrar esfuerzos a fin de ayudar a la RDC a reaccionar a estas crisis de seguridad incesantes.”

 La iniciativa del Secretario de las Naciones Unidas, Ban Ki Moon, titulada “Unidos para acabar con la violencia contra las mujeres”, lanzada el 25 de Enero 2008, presta una atención particular a las mujeres del Africa del Oeste. Esto era antes de las guerras en Costa de Marfil y en Libia, que han perjudicado mucho la realización de los objetivos asignados a estas iniciativa.  Comprendemos su reserva respecto al despliegue militar y esperamos que no apoyará el plan de intervención de los Jefes de Estados de la CEDEAO. La guerra, recordémoslo, es una violencia extrema contra las poblaciones civiles, entre ellas  las mujeres. No puede más que alejarnos de los objetivos de esta iniciativa.

 ¿Por qué los poderosos de este mundo, que tanto se preocupan de la suerte de las mujeres africanas, no nos dicen la verdad acerca de lo que está en juego en cuanto a  minería,  petróleo y geoestrategia de las guerras?

Por su parte, la Presidenta de la comisión de la UA, Nkosazana Dlamini-Zuma,  subraya que “Es crucial que las mujeres contribuyan y se impliquen activamente en la búsqueda de una solución al conflicto. Sus voces deben ser oídas en los esfuerzos para promover y consolidar la democracia en sus países. Para ello podéis contar sin duda alguna con el apoyo de la UA así como con mi compromiso personal”. (Reunión del grupo de apoyo y de seguimiento de la situación de Mali – 19 Noviembre 2012).

El nombramiento por vez primera de una mujer para este puesto podría ser un verdadero factor de emancipación política para las mujeres y por la tanto de liberación  del Continente si Nkosazana Dlamini- Zuma acepta ampliar  la base del debate sobre las mujeres africanas  integrando en él los temas globales que se nos ocultan.


4 Nuestro triste estatuto de rehenes

 Mali es un país a la vez agredido, humillado y tomado como rehén por actores políticos e institucionales  que no tienen que rendirnos cuentas para nada, empezando por la CEDEAO. Una de las consecuencias de esta realidad  es la enorme presión ejercida sobre lo que queda del Estado maliano. El Presidente interino, Dioncounda Traoré, es el primero de los rehenes malianos. Si ha creído necesario recordar, el 19 de Octubre 2012, con ocasión de la reunión de un grupo de apoyo y seguimiento de la situación de nuestro país, que no es un Presidente rehén, es precisamente  porque lo es. Si no, no habría repetido tres veces, el 21 de Septiembre 2012, la víspera del aniversario de la independencia de nuestro país, que privilegiaba el diálogo y la concertación, para pedir a las Naciones Unidas, tres días más tarde, una intervención militar internacional inmediata. “Tengo conciencia de ser el Presidente de un país en guerra pero la prioridad es el diálogo y la negociación. La segunda prioridad es el diálogo y la negociación  y” insiste, “la tercera prioridad continúa siendo el diálogo y la negociación. Haremos la guerra si no nos queda otra alternativa…” declaró en su discurso a la nación antes de cambiar de opinión.

 Más allá del Presidente interino, todos somos rehenes prisioneros de un sistema económico y político  no igualitario  e injusto que sobresale en el arte de romper las resistencias a golpe de chantaje a la financiación. La supresión de la ayuda exterior se traduce este año 2012 en una falta de ganancias de 429 miles de millones de francos CFA. La casi totalidad de las inversiones públicas  se han suspendido. El cierre de numerosas empresas ha ocasionado despidos y paro técnico a decenas de miles de trabajadores mientras que los precios de los alimentos continúan subiendo. Las pérdidas más importantes se registran en los sectores de la construcción y de las obras públicas. El turismo, el artesanado, la hotelería y la restauración, que sufrían desde 2008 los efectos de la inclusión de Mali en la lista de países con riesgo, se encuentran gravemente afectados, a pesar de que constituían fuentes de ingresos sustanciales para las regiones actualmente ocupadas, especialmente la de Tombouctou.

 Se hace referencia al status de rehén no para desdramatizar la experiencia insoportable de los rehenes europeos y de sus familias sino para recordar la situación igualmente grave de todos los seres humanos atrapados en sistemas de los que no son personalmente responsables. La cuestión es sin embargo saber actuar de tal manera que nuestro país reencuentre la integridad territorial y la paz y que los seis franceses detenidos por AQMI vuelvan a sus familias sanos y salvos, sin que estas liberaciones  abran la vía a una intervención militar que pondría en peligro la vida de centenares de miles de habitantes del Norte de Mali  que son igualmente rehenes.


5 La guerra interpuesta

 El juego de la guerra se alimenta de un conocimiento insuficiente  de lo que está en juego. Jacques Attali proporciona a quienes quieran utilizarla, una clave de lectura que demuestra, si ellos es necesario, que la intervención militar prevista es una guerra por procuración. Según él, Francia debe actuar  « …porque esta región  (el Sahel) puede convertirse en una base en la retaguardia de formación de terroristas y de kamikazes que atacarán los intereses occidentales en la región ; e incluso, a través de múltiples medios de paso, en Europa. Por ahora no son más que algunos centenares ; si no se hace nada pronto serán varios millares, venidos de Pakistán, de Indonesia y de América Latina. Y los yacimientos de uranio del Níger, esenciales para Francia, no están lejos ». (Blog Attali. 28 mayo 2012.)

La distribución de papeles entre Francia, la CEDEAO, la UA, Europa y la ONU está clara. La CEDEAO, de la que numerosos malianos y africanos no comprendían hasta ahora  su juego turbio, ejerce una misión en Mali.  Según Jacques Attali, la organización  subregional debía actuar “ para devolver a las autoridades civiles los medios de decidir, sin miedo, de restablecer la seguridad, de reestructurar el aparato militar y de volver a empezar  la actividad económica; en el Norte, para acabar con esta secesión hará falta un acción militar  sobre el terreno, con un apoyo logístico a distancia, medios de observación, drones y capacidad de encuadramiento estratégico.

 ¿Quién puede hacer todo esto? Evidentemente, no el gobierno maliano en solitario, que no tiene ni armas ni autoridad. Tampoco la CEDEAO que no tiene medios militares suficientes para garantizar el conjunto de la acción necesaria y que ni siquiera  puede esperar recibir  esta petición del gobierno maliano que está bajo la influencia de fuerzas inciertas. Tampoco la UA, y menos en solitario. Entonces ¿quién? ¿la ONU? ¿ la NATO? La cuestión va a salir pronto. Actualmente ya ha salido. Una vez más Europa debería evidentemente estar unida y en situación de decidir y actuar. Pero no lo está. Ahora bien, si las mediaciones actuales fracasan, pronto será necesario pensar en como establecer una coalición del tipo de la que ha funcionado en Afganistán. Antes de que lo imponga un equivalente del 11 de Septiembre 2001” »(El Blog de Jacques Attali : 28 Mayo 2012).

 Por lo tanto todo está claro. La guerra prevista en Mali entraría en el contexto de una prolongación de la de Afganistán, de donde Francia y Estados Unidos se retiran progresivamente después de once años de combates y de fuertes pérdidas en hombres, en material y en finanzas. Puesto que el Sahel es la zona de influencia de Francia, ésta toma la dirección de los asuntos que conciernen a Mali y subcontrata la violencia militar a la CEDEAO. Esta transferencia aparece correcta políticamente  para no ser acusada de colonialismo y e imperialismo, pero también para reducir el coste de la guerra y no registrar otras pérdidas en vidas humanas. Las opiniones públicas occidentales toleran cada vez menos que sus ciudadanos mueran en defensa de “nuestras” causas. Así, las tropas africanas  son llamadas,  al mismo título que los tiradores senegaleses,  a apoyar con la fuerza a Francia.


6 La mundialización  de los males y de las redes

 En este contexto el radicalismo religioso no tiene necesidad del norte de Mali para expandirse en Africa del Oeste y en el mundo. La economía mundializada sobre la base de la injusticia y de las desigualdades  es una máquina trituradora de las economías locales, las sociedades y las culturas que le ofrecen el terreno necesario.

 Del  Mar Rojo al Atlántico, de Afganistán a Nigeria, de Toulouse, donde Mohamed Merah ha actuado y ha sido abatido, a Tombouctou, los asuntos en juego son a la vez ideológicos, civilizacionales, identitarios, pero también económicos, políticos y geoestratégicos. Los actores y las fuerzas presentes son más o menos los mismos, con variantes locales para manipular  como la rebelión tuareg en Mali.

Por otra parte, ni afghanos, ni pakistaneses, ni argelinos ni otros predicadores,  son recién  llegados  en Mali.  Hicieron su aparición en las mezquitas a partir de la década de los 90, en el momento en que las  dramáticas consecuencias sociales y humanas de los Programas de Ajuste Estructural (PAS) sobre el empleo, la renta y los vínculos sociales empezaban a hacerse  sentir.

 7 La perspectiva “badenya” como alternativa a la guerra.

Algunas mujeres malianas,  bien impregnadas  de los riesgos y de la maquinaria  mortífera de la mundialización  neoliberal  incluyen entre ellos  las guerras. A los valores guerreros y depredadores del orden económico dominante oponemos los valores pacifistas, que nos reconcilian  los unos con los otros, así como con el resto del mundo. Badenya, (hijos de la madre) es uno de los valores que nosotras, las mujeres de Mali,  debemos cultivar más y contraponer al valor masculino fadenya (hijos del padre) que en su versión ultraliberal autoriza la carrera desenfrenada y fratricida al beneficio, hasta el punto de malvender  empresas públicas rentables, de ceder tierras agrícolas a los dominadores y de aceptar la partición del territorio nacional.

 Profundamente enraizado en la perspectiva badenya, nuestro rechazo de la guerra hunde sus raíces en una concepción de la procreación según la cual poner un niño en el mundo es ya una forma de montar al frente (musokele).  Y demasiadas de nosotras mueren dando a luz. Día tras día luchamos contra el hambre, la pobreza, la enfermedad, para que todos los niños crezcan, trabajen, cuiden de sí mismos  y asuman su parte de responsabilidad.

 Del mismo modo, cada una de nosotras reconoce en cada soldado, así como en cada rebelde y en cada nuevo converso al djihadismo, que van a enfrentarse en caso de guerra, a un hermano, un hijo, un sobrino, un primo. Antes buscaban un estatus social a través del empleo, los ingresos o incluso una visa. Con frecuencia fue en vano…Ahora tienen armas de guerra entre sus manos temblorosas. 

 Nuestras armas deberán ser la lucidez y la madurez política en este mundo sin fe ni ley. No hay ninguna razón para que Mali  se comprometa en un terreno en el que tanto Francia como Estados Unidos se retiran, a pesar de la potencia armamentística de la OTAN.

A la economía de la guerra, nosotras, las mujeres de Mali, oponemos la economía de la vida aprovechando la transición en curso como una ocasión histórica de hacer frente al triple desafío del saber, de la ciudadanía y del diálogo. Las evoluciones en curso sobre el terreno, entre ellas la voluntad de negociación de Anar  Dine y del MNLA, la modificación constante de las relaciones de fuerza, así como las estrategias y las interacciones entre los distintos grupos presentes, deben ser examinados con la atención necesaria a fin de no solamente evitar una guerra potencialmente trágica sino también de sortear los escollos  de los acuerdos pasados.

Las concertaciones nacionales previstas desde hace meses deben celebrarse de una vez para permitir a la sociedad maliana en su conjunto de reencontrarse y de definir por sí misma las bases y condiciones de una solución concertada (y no impuesta) al conflicto actual. Nosotras, mujeres malianas,  contribuiremos a ello plenamente, así como mañana contribuiremos a la refundación de la democracia en nuestro país de acuerdo con los valores sociales y  culturales  que nos son familiares.

Se trata, en resumen, de dar credibilidad,  de reforzar la capacidad de análisis,  de anticipación y de proposición de la sociedad maliana, civil, política y militar.

Pedimos a toda/os aquella/os que comparten nuestro planteamiento que interpelen inmediatamente a los principales actores de la comunidad internacional, por escrito o bajo cualquier otra forma de expresión, apelando a que el Consejo de Seguridad no adopte una resolución que autorice el despliegue  de millares de soldados en Mali.

Firmantes: Aminata D. TRAORE ; SISSOKO Safi SY ; SANOGO Sylvie KONE ; IMBO Mama SY ; Kadiatou TOURE ; TRAORE Sélikèné SIDIBE(Vieux) ; DICKO Rokia SACKO ; Ténin DIAKITE ; DOUMBIA Fanta DIALLO ; KONE Mamou TOURE ; TRAORE Sarata SANOGO ; TRAORE Penda DIALLO ; DIABATE Kadiatou KOUYATE ; Aminata BOCOUM ; Oumou KODIO ; Assatou KAREMBE ; Awa KOÏTA ; Aminata DOUMBIA ; Fatoumata COULIBALY ; Badji BOIRE ; Awa TOURE ; Bintou KONE ; Fatoumata MARIKO ; Mariam KONE ; Minata DIARRA ; Oumou KEITA ; Kadiatou DIALLO ; Kankou KONE ; Rokia NIARE ; Kadia DJIRE ; Ada NANTOUMA ; Awa COULIBALY ; Soungoura DOUMBIA ; Fanta KANTE ; Safiatou COULIBALY ; Djaba TANGARA ; KONE Mama DIARRA ; Ismael DIABATE ; Karamoko BAMBA ; Doumbi FAKOLY ; Coumba SOUKO ; Clariste SOH-MOUBE ; Nathalie M’Dela-Mounier.



Traducción para www.sinpermiso.info: Anna Maria Garriga

Entrevista a Fréderic Lordon, «Estamos asistiendo al hundimiento de un mundo, están a punto de desatarse fuerzas inmensas»www.revuedeslivres.fr

Traducido para Rebelión por Caty R. y Beatriz Morales Bastos

Fréderic Lordon es economista, director de investigación del CNRS e investigador del Centro de Sociología Europeo (CSE). Sus últimas obras son D’un retournement l’autre. Comédie sérieuse sur la crise financiare. En Quatre actes, et en alexandrins (Seuil, 2011), Capitalisme, désir et servitude. Marx et Spinoza (la Fabrique, 2010) y L’Intérêt souverain. Essai d’anthropologie économique (La Découverte, 2011).La versión original (en francés) de este texto ha sido publicada en RdL, la Revue des Livres n° 3 (enero-febrero de 2012) y es accesible en www.revuedeslivres.fr

En esta gran entrevista, Fréderic Lordon expone sus comentarios y análisis de la actual crisis económica y sus orígenes. Con tono mordaz y una visión rigurosa repasa las causas y efectos de la crisis y además comenta el tratamiento de la Economía por parte de los medios de comunicación, el lugar que ocupa en el ámbito universitario y la eventual salida del euro. Mientras doblan las campanas por el proyecto neoliberal, nos dice, la actualidad es una oportunidad única de un cambio profundo: un mundo se derrumba ante nuestros ojos.

¿Qué pasa? ¿Qué está ocurriendo ante nuestros ojos desde hace treinta años, desde 2008, desde hace unos meses, desde hace unas semanas?

Es una lección histórica. Debemos abrir bien los ojos, no suele darse la oportunidad de ver algo parecido. Asistimos al derrumbamiento de un mundo que se convertirá en escombros. 

La historia económica, en particular la que ha optado por no dejarse limitar totalmente –hablo de autores como Kindleberger, Minsky o Galbraith- ha reflexionado desde hace mucho tiempo sobre el inmenso poder destructivo de la finanza liberal que necesitaba poderosos intereses –obviamente fabricados- de ceguera histórica para colocar en los raíles ese tren de las finanzas que ya ha causado tantos desastres; como sabemos, en Francia fue la izquierda que gobernó la que se encargó. De modo que a la vista de las lecciones de la historia, desde el primer momento de la desregulación se podía anunciar la perspectiva de una inmensa catástrofe, aunque sin saber dónde, cuándo o cómo se produciría exactamente. Dicha catástrofe ha tardado 20 años en sobrevenir. Pero aquí está. Sin embargo hay que señalar que un escenario que algunos habían previsto a largo plazo consideraba la hipótesis de una sucesión de crisis financieras graves, que se recuperarían pero sin resolver ninguna de las contradicciones fundamentales del mercado de las finanzas, en un orden de gravedad creciente hasta llegar a «la madre de todas las crisis». 

Según ese esquema, la primera crisis de la serie no tardó ni un año en manifestarse ya que el gran crac bursátil se produjo en 1987… después del big bang de 1986. Luego las crisis se sucedieron con una frecuencia media de tres años. Y llegamos a 2007. No fue 2007 y tampoco en 2010. Es ahora cuando el discurso liberal no hace más que presionar para hacernos tragar la idea de una crisis de las deudas públicas totalmente autónoma, en principio europea, imputable a una fatalidad esencial de la indigencia del Estado. Pero obviamente el hecho generador fue la crisis de las finanzas privadas que se desencadenó en Estados Unidos, que por otra parte fue una expresión típica de las contradicciones de lo que podríamos denominar, simplemente, el capitalismo de baja presión salarial en el que la doble limitación de la rentabilidad accionarial y de la competencia del libre cambio lleva a los salarios a una compresión continua y no deja otra solución a la solvencia de la demanda final que el sobreendeudamiento de los hogares.

Esa configuración es la que explotó en el sector particular de los créditos hipotecarios (más conocidos como subprimes) y en un año desestabilizó todo el sistema financiero estadounidense y después, interconexiones bancarias obligan, el europeo, hasta el «momento Lehman», donde llegamos al borde del precipicio y hubo que salvar a los bancos. Y digo que «hubo que salvar a los bancos» porque la ruina completa del sistema bancario nos habría llevado en cinco días, en el aspecto económico, al «estado de naturaleza». ¡Pero no se trataba de de salvarlos y después nada! Sin embargo es lo que han hecho todos los gobiernos conformándose, a partir de 2009, con anunciar proyectos de volver a la regulación en los que el tono marcial disputa con la inocuidad. Tres años después la vuelta a la regulación financiera no ha pasado de una etapa vacilante –lo cual es muy lamentable, ya que el sistema financiero es todavía más vulnerable que en 2007 y tenemos una crisis muy superior… Mientras tanto los banqueros rescatados juran que no deben nada a la sociedad con el pretexto de que la mayoría de ellos han reembolsado las ayudas de emergencia que recibieron en el otoño de 2008. Naturalmente, para restablecer su conciencia al mismo tiempo que sus balances financieros, fingen ignorar la amplitud de la recesión que el choque financiero dejo tras él. Un choque financiero del que vinieron, en una primera etapa, el hundimiento de los ingresos fiscales, el recorte automático de los gastos sociales, el crecimiento del déficit y la explosión de las deudas. Y después, en una segunda etapa, los planes de austeridad… ¡Exigidos por los mismos financieros a los que se acababa de rescatar a costa del Estado! 

Así pues, desde 2010 y el estallido de la crisis griega, las finanzas supervivientes masacran los títulos soberanos en los mercados mientras que el mundo financiero habría fallecido si los Estados no se hubieran sangrado para rescatarlo de la nada. Es tan colosal que casi es hermoso… Para rematar la faena, los mercados exigen a los Estados –y por supuesto lo consiguen- políticas restrictivas coordinadas que tienen el mérito de llevar a un resultado exactamente opuesto al que presuntamente se busca: la restricción generalizada es tal que los ingresos fiscales se hunden tan rápido como se recortan los gastos, y finalmente las deudas crecen… Pero la austeridad no es mala para todo el mundo: su excusa perfecta «el problema de las deudas públicas» permite a la agenda neoliberal acumular progresos espectaculares impensables en cualquiera otra circunstancia.

Ya lo hemos entendido, la lección no es tanto económica como política. Por otra parte es tan sustanciosa que no se sabe por dónde agarrarla. Por una parte tenemos la extraordinaria posición de poder conquistada por la industria financiera, que puede obligar a los poderes públicos a socorrerla y después puede volverse contra dichos poderes públicos especulando con las deudas soberanas, y para remate rechazar cualquier tipo de regulación seria. Por otra parte está la fuerza de la agenda neoliberal que, inflexible, sigue su camino en medio de las ruinas que ha producido: El neoliberalismo nunca ha conocido un avance tan prodigioso como este gracias… a su crisis histórica, el estallido de las deudas públicas que ha creado una oportunidad formidable y sin precedentes para desmantelar el Estado social por medio de los planes de austeridad y el «pacto del euro». Por todas partes solo se ven grandes regresiones. Finalmente, y quizá sobre todo, está la crisis histórica de la soberanía, atacada por dos flancos. Por un lado por los mercados financieros, porque ahora ya es obvio que las políticas públicas no se conducen (solo) según los intereses legítimos del cuerpo social, sino según las conminaciones de los acreedores internacionales convertidos en un «cuerpo social competidor», tercer intruso del contrato social que ha eliminado de manera espectacular a una de las partes. Y por otro lado el ataque de la construcción europea, porque «en buena lógica» es necesario reconducir y profundizar en eso que ya se ha demostrado convenientemente tóxico: un tipo de modelo europeo que somete las políticas económicas nacionales por una parte a la tutela de los mercados de capitales y por otro lado a un mecanismo de reglas cuyo endurecimiento está conduciendo al despojo absoluto de las soberanías en beneficio de un cuerpo de controladores (la Comisión) u obligaciones constitucionales («reglas de oro») de las que solo hay que ver la depresión en la que nos han hundido desde que se vienen aplicando en 2008 y en la que nos seguimos hundiendo sin remedio…

Pero quizá la auténtica lección empiece ahora que están a punto de desencadenarse fuerzas enormes. Si como se podía presentir desde 2010 cuando se lanzaron los planes de austeridad coordinados, el fracaso macroeconómico anunciado conduce a una oleada de bancarrotas soberanas, el hundimiento bancario que seguirá inmediatamente (o que precederá, por un efecto de anticipación de los inversores) será, al contrario del de 2008, irrecuperable, en cualquier caso para los Estados, que financieramente ya están rendidos; solo quedará la alternativa de una emisión monetaria masiva o el estallido de la Eurozona si el Banco Central Europeo (y Alemania) rechazan la primera solución, En una semana cambiaremos literalmente de mundo y podrían ocurrir cosas insólitas: restauración de los controles de capitales, nacionalizaciones inmediatas e incluso expropiación de los bancos, restablecimiento de los bancos centrales nacionales –esta última medida firmaría, por sí misma, la desaparición de la moneda única-, la salida de Alemania (seguida por algunos satélites), la constitución de un eventual bloque «sureuropeo», o bien el regreso de las monedas nacionales. 

¿Cuándo sobrevendrá esta conflagración? Nadie puede decirlo con certeza. No podemos excluir que una cumbre europea consiga por fin golpear lo suficiente para calmar por un momento la especulación. Pero el tiempo ganado no impedirá que la macroeconomía haga su trabajo: cuando se imponga, de aquí a seis o doce meses, la evidencia de una recesión general como resultado de la austeridad generalizada y los inversores vean que sube sin parar la marea de las deudas públicas que presuntamente deberían frenar las políticas restrictivas, la conciencia del atolladero absoluto que aparecerá en ese momento conducirá a los propios operadores a declarar una «capitulación», es decir, una avalancha masiva fuera de los compartimentos obligatorios y, por efecto del mecanismo de propagación cuyo secreto posee la finanza liberalizada, una dislocación total de los mercados de capitales en todos los sectores. 

Y durante ese tiempo las tensiones políticas se acumularán, ¿hasta un punto de ruptura? Como en el caso de todos los umbrales críticos del mundo social histórico, no sabemos previamente dónde se encuentra ni qué es lo que determinará que lo franqueemos. Lo único cierto es que el despojo generalizado de la soberanía (por parte del mundo financiero y de la Europa neoliberal) actúa profundamente en los cuerpos sociales y necesariamente sobrevendrá algo, no sabemos qué. Lo mejor o lo peor. Percibimos claramente que habría material para reescribir una versión actualizada de La gran transformación de Karl Polanyi, recuperando la idea de que los cuerpos sociales atacados por el liberalismo siempre acaban reaccionando, y a veces de forma brutal, en proporción a lo que previamente han padecido y «acumulado». En este caso no se trata tanto de la descomposición individualista derivada de la mercantilización de la tierra, el trabajo y la moneda lo que podría suscitar esa reacción violenta, como del insulto repetido al principio de soberanía como elemento fundamental de la política moderna. No se puede dejar a los pueblos de forma permanente sin su soberanía, nacional u otra, porque la recuperarán por la fuerza y de una forma poco agradable a la vista.

La «crisis de la deuda» en primer lugar es una crisis de la Eurozona, en la que los desequilibrios se acumulaban, y que la crisis financiera ha desestabilizado. Por lo tanto se trata de una crisis monetaria aún latente (ya que el euro todavía no se ha dividido ni ha estallado) pero obvia. El probable hundimiento del euro podría tomar diversas formas: una forma atenuada con la creación de dos zonas monetarias –según un reparto entre el norte y el sur (incluida Francia) o entre el centro (incluida Francia) y la periferia- o una forma más dramática, con la pulverización del euro y la vuelta a diecisiete monedas nacionales. Al ser la moneda una construcción política, la cuestión que se plantea es de orden político: ¿en qué condiciones (políticas) ese hundimiento podría evitar el triunfo de los sentimientos nacionalistas y xenófobos y, al contrario, favorecer el acercamiento de los pueblos (o algunos de ellos) para crear nuevas construcciones (monetarias, financieras, presupuestarias, políticas…) solidarias? Si en la actualidad es probable la salida del euro, ¿cómo salir bien?

En primer lugar me siento muy tentado a repetir los propios términos de la cuestión para señalar la paradoja de que lo que se denomina concretamente «crisis del euro» no es en primer lugar una crisis monetaria. Una de las particularidades de los sucesos actuales es el hecho de que la moneda europea no es objeto de ningún rechazo, ni por parte de los residentes de la zona ni de los inversores internacionales, como lo demuestra el hecho de que la paridad entre el euro y el dólar se mantiene sin apenas fluctuaciones. En cualquier caso tenemos el hecho de que (de momento) no existe una huida hacia delante del euro, ni interna ni externa. Y si se diera solo sería el desarrollo terminal de una crisis cuya naturaleza real es otra. Pero si no es una crisis estrictamente monetaria, ¿entonces qué es?

La respuesta es que se trata de una crisis institucional. Es el marco institucional de la moneda única, como una comunidad de políticas económicas, el que corre el riesgo de volar en pedazos tras las crisis financieras que tienen como epicentros las deudas públicas y los bancos. Si explota el euro, será a continuación de bancarrotas soberanas tales que arrastrarán inmediatamente a un hundimiento bancario –a menos que este se produzca en solitario por pura y simple anticipación de los primeros-. En cualquier caso, el centro del asunto será una vez más el sistema bancario y la imposibilidad de dejarlo que se arruine sin emprender el proceso de otra forma, una propuesta en la que hay que repetir sin descanso que el rescate no puede equivaler a «encarrilarlos y ponerlos en marcha para que sigan andando»; aprovecho para añadir que después de haberme dado mucho miedo durante mucho tiempo, la perspectiva de este hundimiento cada vez me parece más agradable, ya que por fin crearía la oportunidad en primer lugar de nacionalizar íntegramente el sector bancario, simplemente haciéndose cargo de él, y después reconvertirlo en el sentido de un «sistema de crédito socializado» (1). 

Así, si nos ubicamos en la hipótesis del hundimiento bancario, la cuestión es saber cuál es, en ausencia de los Estados arruinados, la institución capaz de organizar la recuperación financiera de los bancos para que recobren su actividad de suministradores de crédito. En esta configuración, solo tenemos una: el Banco Central Europeo, que no solo deberá garantizar un apoyo de liquidez (que ya es el caso) sino también desembarazar a las entidades de sus activos desvalorizados, recapitalizarlas y finalmente garantizar los depósitos y los ahorros. No hace falta decir que a escala de todo el sector bancario es una operación de creación monetaria masiva que habría que aceptar. ¿Está preparado el BCE? Bajo la influencia alemana es de temer que no. Sin embargo la urgencia extrema de restaurar íntegramente los fondos públicos y de restablecer el sistema de pagos exigirá una actuación inmediata. Es decir, que dar largas al asunto con las «conversaciones con nuestros amigos alemanes» o volver a negociar un tratado hace mucho tiempo que han desaparecido de la lista de las soluciones pertinentes. 

Frente a lo que debemos identificar claramente como retos vitales para el cuerpo social, un Estado enfrentado a una negativa del BCE tomaría inmediatamente la decisión de recuperar su propio banco central nacional para que emitiera moneda en cantidad suficiente y reconstruir rápidamente un pedazo del sistema bancario en condiciones de operar. Al surgir entonces en el corazón de la Eurozona una o varias fuentes de emisión de moneda fuera de control, es decir, la creación de euros «impuros» susceptibles de corromper los euros «puros» que solo el BCE tiene el privilegio de emitir, Alemania, con el Tribunal Constitucional de Karlsruhe al frente, decretaría inmediatamente la imposibilidad de permanecer en semejante «unión» monetaria convertida en una anarquía y la abandonaría a su suerte, probablemente para rehacer un bloque con algunos seguidores seleccionados escrupulosamente (Austria, Países Bajos, Finlandia, Luxemburgo). En cuanto a las demás naciones, tendrían que elegir entre reconstruir un bloque alternativo o bien regresar cada una a su propio destino monetario, Francia, por su parte, removiendo cielo y tierra para embarcarse con Alemania… sin la menor garantía de que la aceptase a bordo…

¿Ese estallido podría desatar el resurgimiento de los nacionalismos? Este es el eterno argumento de los amigos de la Europa liberal y de la globalización: la situación actual o la guerra. Se podría empezar haciéndoles observar que la situación del continente entre 1945 y 1985, que cualquier prueba a ciegas les haría considerarla como el infierno económico en la tierra (proteccionismo, monedas nacionales, soberanías independientes, nacionalizaciones –en particular de los bancos-) fue de las más pacíficas con respecto a las inquietudes por las que fingen preocuparse. Siguiendo esta vertiente, también se podría señalar, con un argumento contrario, que los nacionalismos, separatismos y extremismos de derecha nunca se han llevado tan bien como desde que los países están sometidos a la férula de la globalización liberal. 

Lo que quiero decir en realidad es muy simple: hay ciertas formas de «internacionalismo» que son las peores enemigas del internacionalismo auténtico. Porque es innegable que el hecho de maltratar, bajo la enseña de la gran integración económica mundial, a los cuerpos sociales como lo ha hecho la globalización actual, en primer lugar con el discurso de la «evidencia» cosmopolita de la nueva oligarquía, acompañada de su desprecio moralizador por los «tibios» y «replegados sobre sí mismos», es la manera más segura de enfurecer a la gente. Cuando objetivamente se ubica a los trabajadores de un país en situación de antagonismo, por ejemplo por la ferocidad de las diversas formas de la competitividad (comercial o de los territorios por los estándares sociales), realmente hace falta un candor internacionalista (por no decir una estupidez supina) por parte de los intelectuales para impartir lecciones sobre los esplendorosos horizontes del cosmopolitismo. Y es inútil apelar al sentido de la solidaridad internacional cuando las condiciones concretas del «internacionalismo» actual han destruido metódicamente dicha solidaridad. Como todo lo demás, el internacionalismo y la superación de los nacionalismos necesitan sus posibilidades que son, en primer lugar, materiales. Por los menos tu pregunta plantea el problema en sus términos pertinentes: los términos de la constitución y la composición (positiva o negativa) de las afinidades. Existen sentimientos comunes de pertenencia nacional, y a ese respecto es mejor atenerse a la lección de Spinoza: ni lamentar ni detestar, sino comprender. Y también existen posibles sentimientos comunes de clase. Siempre se trata de la misma cuestión, la de las divisiones, por sectores o transversales, según los cuales se constituyen las agrupaciones. Cuando los últimos prevalecieron sobre los primeros pudo aparecer, en efecto, la Primera Internacional. 

¿Pero cuáles son las condiciones de esa prevalencia? Creo que no hay una respuesta general a esa pregunta. Hablo solo de las afinidades presentes en la coyuntura considerada. Si por ejemplo observamos la cuestión en el ámbito general de la globalización, podríamos decir que la dinámica laboral ascendente de los chinos suscita en los trabajadores mucho interés en la continuación de un régimen de crecimiento dependiente por ahora de las exportaciones. Y más ampliamente, por lo tanto, los empuja a un régimen no cooperativo del comercio internacional.

Para que el sentimiento común supere el arrastre de las afinidades nacionales y nazca el sentimiento de una solidaridad de clase que pueda agrupar a los trabajadores de diversos países, sin duda será necesario sacarlos de la relación de antagonismo objetivamente configurada por las estructuras económicas presentes que las fija a los intereses respectivos sin ninguna perspectiva de su superación espontánea. En primer lugar porque los agentes siempre siguen únicamente sus líneas de interés, y pedirles que se salgan de ellas es una quimera si no se les proponen intereses de sustitución.

Solidaridad solo es otro nombre de un alineamiento o una compatibilidad de intereses –donde la noción amplia de interés no se refiere exclusivamente a los intereses materiales, aunque también los incluye- Así, tiendo a pensar que un régimen de proteccionismo moderado que crearía en la economía china incitaciones a caminar más deprisa hacia un régimen de crecimiento «autocentrado», arrastrado por la creación de un mercado interior, haría mucho más por los trabajadores chinos y por la posibilidad de solidaridades salariales internacionales que todos los llamamientos moralistas a las virtudes del nacionalismo abstracto. Porque ese es el drama de esa idea «internacionalista»: me pregunto si se puede decir lo que decía Deleuze de los Derechos Humanos: «Es un gran concepto, ¡tan grande como un solar!». Su carácter abstracto le condena a la categoría de lo que Spinoza denomina «ideas generales», un ente imaginario que flota en el aire sin ningún anclaje en situaciones históricas concretas. Y cada vez más, la discusión internacionalista separada las afinidades particulares me parece un perfecto sinsentido.

¿Qué señala entonces el diagnóstico europeo actual? Que nada impide a priori pensar en la creación de una unión monetaria… siempre que no se le de la peor configuración posible, ¡la de Maastricht-Lisboa! Para todas las convulsiones que seguirán, el estallido del euro al menos tendrá el mérito de librarnos de ese flagelo institucional y volver a crear las condiciones de una construcción alternativa. ¿Se aprovechará la oportunidad? Y si es así, ¿quién la aprovechará? Lo único que se puede decir es que la salida de Alemania eliminaría la dificultad principal, la que procede de haber sometido todo a la construcción de las obsesiones idiosincrásicas de uno  solo –otra vez una cuestión de sentimientos colectivos y su compatibilidad-, a la que siguieron la independencia del Banco Central, la exposición por principio de las políticas económicas a los mercados de capitales y su encuadre en normas automáticas antidemocráticas. Hoy vemos que en ese marco institucional la moneda europea, no la idea de una moneda europea en sí misma, ha terminado resultando trágicamente odiosa a los pueblos, ¡con razón! Por poco que se proponga un encuadre institucional que evite el maltrato económico y político del euro, una nueva moneda europea podría nacer, en principio en la propia estela de la anterior. Si se piensa, la tarea es muy simple –se deduce de la inversión radical de las características del euro actual- y que tenga como única directriz el respeto escrupuloso al principio de soberanía. En resumen:

1) Excluir a los mercados financieros de la financiación de los déficit públicos, es decir, su intrusismo en el contrato social y su capacidad de fracturarlo.

2) Eliminación de las reglas automáticas de las políticas económicas y restitución de las instituciones políticas unificadas completamente soberanas.

3) Anular el estatuto de independencia del Banco Central y restituirlo al perímetro de la soberanía democrática.

¿Y si no encontramos la voluntad política para semejante reconstrucción ni dinámicas comunes para apoyarla? Entonces obviamente volveremos a las monedas nacionales, hecho que hay que calificar justamente: no como una catástrofe nacionalista real, sino como una ocasión perdida. Se puede, es mi caso, encontrar preferibles los proyectos de superación de las naciones actuales porque, con un buen encuadre institucional, crece el poder individual y se amplían las oportunidades de paz. Pero si solo se puede elegir entre los encuadres que generan violencia económica y los que niegan la soberanía política por un lado, o las soluciones nacionales por otra parte, personalmente no dudaría ni un momento. Con la condición de ver, por lo menos, que las empresas «de superación» finalmente son proyectos de reconstrucción nacional pero a una escala ampliada. Por poco que se tome como guía absoluta el principio de soberanía, es decir, admitiéndolo intrínsecamente, se puede denominar nación a cualquier conjunto que se propone desplegarlo y por lo tanto llegar mejor a la idea de que la «nación» así redefinida es un principio abstracto pero insuperable, incluso para quienes piensan en su evolución: la nación-mundo, pero con la condición de pretender hacer política únicamente en la coyuntura actual.

¿Cómo ha reconfigurado la crisis el campo de los (pocos) economistas franceses de izquierda?

Por primera vez se ha organizado, ¡es un acontecimiento! Se ha organizado en dos planos. En primer lugar en el sentido de la intervención en el debate público respecto a la política económica: esos son los «economistas aterrorizados». Por supuesto existen economistas críticos que participan en el debate público, aisladamente o en organizaciones como Attac o la Fondation Copernic, pero es la primera vez que un grupo se constituye en calidad de economistas y para nosotros además es una manera de decir que la profesión, muy justamente cuestionada por sus increíbles errores cuando no por sus compromisos de todo tipo, no está totalmente infectada. Después los economistas de izquierda también se han organizado académicamente creando la AFEP (Asociación Francesa de Economía Política) desmarcada, de forma totalmente deliberada, de la oficial AFSE (Asociación Francesa de Ciencia Económica), donde de paso vemos que las diversas formas de nombrar una disciplina son cualquier cosa menos neutras. Todavía más que los «aterrorizados» la AFEP señala, en un registro más legitimador, que no existe una única «comunidad» de economistas. También indica que existe un vínculo entre las opciones intelectuales dominantes en el campo de los economistas y la debacle general que se desarrolla ante nuestros ojos. Denuncia la tremenda falta de pluralismo de un universo «científico» que sin embargo como tal se le supone abierto al debate intercrítico. 

Sé que todas estas pueden parecer consideraciones sofisticadas hechas únicamente para interesar a los pertenecientes al sector, pero al mismo tiempo hay que ver con claridad cuáles son las consecuencias muy concretas –y muy devastadoras- en el exterior: la ciencia económica dominante ha contribuido considerablemente a crear el mundo financiero contemporáneo y los mercados de las finanzas, también es esa ciencia la que informa las políticas económicas de austeridad; su papel en el desastre histórico es abrumador.

El encarnizamiento con el que los economistas ortodoxos han emprendido la erradicación, hay que hablar en estos términos, de cualquier diferencia heterodoxa y cualquier pensamiento crítico, es impresionante. Son asuntos totalmente concretos, muy mezquinos vistos desde fuera, pequeñas y siniestras historias de puestos, becas de doctorado, coloquios y publicaciones. Y hay que decir, por ejemplo, que no aparece ni un solo heterodoxo como agregado de Ciencia Económica, ni uno solo promocionado al grado de director de investigación entre los heterodoxos del CNRS, y que incluso después de la crisis está política de erradicación continúa con más fuerza. 

Obviamente esos hechos solos no bastan para organizar la desaparición de la heterodoxia por puro y simple desgaste demográfico. Aunque alguien pueda poner límites a los estudiantes de doctorado, ¡no puede hacerlos desaparecer! Pero las condiciones de entrada en las instituciones académicas son atrozmente adversas para los jóvenes doctores heterodoxos que necesitan ser santos –o locos- para lanzarse. Sin embargo hay que informar de todo esto a ese veredicto intelectual que va a aparecer inevitablemente y no dudará ni un momento en declarar que todo es exacto en el pensamiento heterodoxo y todo falso en el ortodoxo. Y buena suerte a los que siguen creyendo que la Ciencia (en cualquier caso la Económica) es un universo de espíritus puros.

Aquí se ve que la autonomía y el repliegue sobre sí mismo del sector, cosas que generalmente se cuentan entre sus virtudes, se vuelven contra él: el enorme impacto de la crisis casi no ha producido ningún efecto. ¡Ahí tenemos incluso a la reina de Inglaterra!, que al menos se muestra majestuosamente sorprendida de que ninguno de los distinguidos y acomodados economistas con los que cuenta el reino  (sus heterodoxos, como los nuestros, viven en bodegas) viese venir y el golpe y anunciara el terremoto. Y los economistas de la Royal Academy se han visto obligados responder. No se puede decir que haya salido gran cosa, pero al menos han tenido que explicarse un poco. ¡En Francia nada de nada! Los mismos siguen con sus coloquios de que no cambie nada en sus pequeños modelos y la caza a los heterodoxos continúa a toda máquina.

Me dirán que exagero un poco al sostener que no pasa «nada», y eso no es totalmente inexacto, antes, en estas mismas columnas, he previsto el derrocamiento de la hegemonía de la teoría neoclásica y su sustitución por el paradigma de la «neuroeconomía del comportamiento» (2). Sin embargo sería un error creer que se produciría un cambio intelectual o político… Y como me resulta imposible explicar con detalle aquí el porqué, me contento con una gran elipse invitando a las personas a descubrir la Allianz Global Investors Center for Behavioural Finance. Ahí verán a los más famosos neuroeconomistas ocultos tras los más importantes inversores institucionales del mundo y por lo tanto deberán, por anticipación, saber a qué atenerse. Sí, los viejos ortodoxos colaboraron con el mundo financiero que ha acabado hundiéndose, ¡pero los nuevos solo tienen que ocupar su lugar!

¿Es útil y apropiado el término «neoliberalismo» para designar lo que conforma la singularidad de todas o parte de las transformaciones contemporáneas del capitalismo? ¿Qué caracteriza al neoliberalismo y qué papel desempeñan las finanzas y la deuda en su propia lógica? Curiosamente, como puso de relieve Maurizio Lazzarato (3), en su genealogía del pensamiento neoliberal que contribuyó a entender mejor la novedad del neoliberalismo, a no ver ya en él solo una vuelta al laisser-faire del siglo XIX, Michel Foucault no otorga ningún papel a la cuestión de las finanzas y de la deuda…

Nunca me ha parecido muy pertinente juzgar una declaración por lo que deja de lado, salvo si es evidente que la ausencia tiene un claro valor de síntoma o bien perjudica de forma decisiva la intención demostrativa del autor. Por consiguiente, no se podrá reprochar a Foucault que no haya analizado exhaustivamente el neoliberalismo, con más motivo en la época en la que se publicó el Nacimiento de la biopolítica, mientras que ahora todavía estamos en el inicio del proceso y habría sido necesaria una enorme clarividencia para anticipar todas sus repercusiones futuras. Recuerdo, por ejemplo, que el desmoronamiento de la tasa de ahorro de los hogares estadounidenses y el aumento de su tasa de endeudamiento, hecho característico por excelencia del capitalismo neoliberal, solo se produjeron a partir de 1984-1985, y en Francia hubo que esperar hasta mediados de la década de 1990, momento de la instalación en un régimen de «franca» globalización. Sin embargo, es indudable que Maurizio Lazzarato tiene razón en una cosa: si el neoliberalismo se comprende no como una simple configuración de amplias licencias sino como un régimen de normalización positiva, entonces, evidentemente, hay que incluir en él todos los efectos de la deuda. Va a parecer que caigo en el ecumenismo fácil (y sin embargo, ¡lo pienso de verdad!): hay que reprochar menos a Foucault haber olvidado la deuda y las finanzas que agradecer a Lazzarato haberlas añadido al cuadro de conjunto. Queda la cuestión de si el período actual cae completa y exclusivamente bajo el concepto de neoliberalismo tal como lo ofrece el pensamiento de Foucault. Seré un poco más reservado sobre este punto. 

Es cierto que la insistencia de Foucault en deshacer una visión de las instituciones a las que solo conoce bajo el prisma de la negatividad, para hacerlas aparecer finalmente en el positivismo de su producción normativa permite captar una característica muy profunda del periodo actual (los sectores de la sociedad sometidos al azote del poder normalizador de la evaluación saben algo de ello). Sin duda era útil percibir esta productividad de las instituciones, sobre todo estatales, para no cometer el error de asimilar el neoliberalismo a un liberalismo clásico simplemente intensificado («ultra» como han dicho muchos). Por consiguiente, no hay duda de que hay novedad en este «liberalismo», lo que justifica plenamente el prefijo, y aunque al principio probablemente era necesario «retorcer el palo en el otro sentido», tampoco habría que olvidar todo lo que el régimen actual ha conservado del liberalismo clásico entendido como eliminación de los dispositivos de contención que permiten retener el impulso de los poderes privados. Así pues, no comparto la idea de que era un total contrasentido la lectura «liberalista» del neoliberalismo. Evidentemente, carece del positivismo normalizador de lo «neo» y de la instauración de un régimen disciplinario muy particular, pero a pesar de todo capta la prolongación y profundización de los rasgos del liberalismo más clásico: el hecho de deshacer los marcos institucionales, reglamentarios y legales que constreñían las acciones de los agentes y los frenaban (en todo caso a los más poderosos) de llevar su beneficio más allá de un determinado límite afecta decisivamente a la distribución de los recursos de poder en la sociedad y, sobre todo, a la relación de fuerza capital-trabajo. 

Está muy claro que esta relación cambia por completo según se pase de una economía en la que los derechos de aduana hacen que reine un proteccionismo moderado, donde el régimen de inversiones directas está bajo un control estricto, las finanzas rigurosamente encuadradas y compartimentadas en unos espacios reglamentarios nacionales, los bancos vigilados y (a menudo) nacionalizados, la Bolsa y el poder accionarial son casi inexistentes, a una economía en la que el libre comercio hace que actúe con la mayor violencia posible la competencia entre espacios con estándares socioproductivos abismalmente diferentes, en la que el régimen de inversiones directas totalmente liberalizado desencadena el chantaje de las deslocalizaciones, en la que las finanzas están desreguladas (¿hay necesidad de alargarse al respecto?), y en la que el poder accionarial es el amo de las empresas. 

Ahora bien, las dinámicas económicas-políticas que se establecen debido a estas transformaciones estructurales proceden en primer lugar, muy clásicamente, de la liberación de los arranques de fuerza privados, debido al descenso de las retenciones institucionales. Para decirlo más simplemente: de una extensión del laisser-faire y ello incluso si esta extensión no se opera sponta sua sino que supone la intervención desreguladora, exógena, de las políticas públicas, nacionalmente o por medio de tratados europeos, acuerdos y organismos internacionales interpuestos (OMC, AGCS, etc.). Sin embargo, en todo caso muchos de los fenómenos del período actual dependen en primer lugar de este efecto de ampliación del conjunto estratégico de los agentes (¿cuál es la libertad de las acciones lícitas que se les ofrecen?) de tal modo que, evidentemente, solo beneficia a los más poderosos. Una vez que estos últimos pueden hacer cosas que les estaban prohibidas, las harán si pueden obtener beneficio. Si deslocalizar (o amenazar con hacerlo) ayuda a ganar en los salarios y en las condiciones de trabajo, deslocalizarán; si la conminación de extraer cada vez más rentabilidad de los propios capitales permite intensificar la productividad, conminarán a hacerlo, y así sucesivamente. 

Con todo, más que oponer los efectos de lo «neo» y de lo «veterano» hay que articularlos: el efecto «laisser-faire» es lo que mantiene el efecto «normalización». Primero hay que rebajar la negatividad de los cuadros institucionales preexistentes y que los dominantes hayan extendido su conjunto estratégico para poder instaurar nuevos positivismos normalizadores. Las normas de evaluación que destrozan tantos sectores de la sociedad tienen sin duda su origen en la revolución financiera que ha impuesto y difundido por todas partes sus propios esquemas normativos (rating, reporting, benchmarking…). El paradigma de la evaluación permanente es las finanzas liberalizadas que, como su nombre indica, han sido… ¡liberalizadas! Para que aparecieran estos esquemas, primero hubo que eliminar unas barreras que restringían la libertad estratégica de los inversores. Descompartimentar, desregular, desintermediar o desnacionalizar han sido los requisitos previos del nuevo positivismo normalizador de las finanzas y todas estas cuestiones tienen que ver con la cuestión (negativa) de los límites. Así que quizá habría que dotarse de un nuevo concepto de la actual configuración del capitalismo: no se trata simplemente del neoliberalismo en el sentido «foucaultiano» que ha adquirido a partir de ahora el término, sino de (torciendo y luego enderezando el palo) algo que sería a partes iguales «neo» y «ultra».

Hay algo de «demente», de asombroso en todo esto, en nuestra incapacidad colectiva para detener la catástrofe en curso. ¿Es apropiado el calificativo de «suicidas» aplicado a las «élites» políticas y económicas? ¿Cómo es posible sociológicamente semejante hybris*? ¿Cómo se fabrican unas élites tan «dementes»


En general es un buen método recurrir lo más tarde posible, e incluso no hacerlo, a las categorías de la psicopatología para dar cuenta de un fenómeno social, aunque hay que reconocer que en este caso no se puede evitar pensarlo… Entre consternado y sarcástico Marx ya subrayaba en El 18 Brumario de Luis Bonaparte la incapacidad de la burguesía de superar sus intereses más  «mezquinos e indecentes». Siglo y medio después seguimos sin poder afirmar que la racionalidad, aunque sea la de los intereses particulares de los dominantes, sea el motor de la historia. En cierto modo, hay que quedarse con la mejor parte: a fin de cuentas, como la catástrofe es sin lugar a dudas el modo histórico más eficaz de destrucción de los sistemas de dominación, la acumulación de los errores de las «élites» actuales, incapaces de ver que sus «racionalidades» a corto plazo sustentan una gigantesca irracionalidad a largo plazo es lo que nos permite que esperemos ver que este sistema se desmorona en su conjunto. 

Es cierto que la hipótesis de la hybris, entendida como principio de «ilimitación», no carece de valor explicativo. Además, es una manera de volver a la discusión precedente sobre el neoliberalismo o, más bien, sobre lo que subsiste en él de «veterano» e incluso de «ultra». Y es que, efectivamente, es la destrucción de los dispositivos institucionales de contención de fuerzas lo que empuja irresistiblemente a las fuerzas a propulsar su impulso y retomar la marcha para empujar más todo lo lejos que sea posible. Y, en efecto, hay algo similar a una embriaguez del avance para hacer perder toda medida y volver a instaurar la primacía de lo «indecente» y de lo «mezquino» en la «racionalidad» de los dominantes. Así, un capitalista que tuviera una visión a largo plazo no habría tenido dificultades en identificar al Estado del bienestar como el coste final y relativamente moderado de la estabilización social y de la consolidación de la adhesión al capitalismo, es decir, un elemento institucional útil para preservar el dominio capitalista (¡del que, sobre todo, no hay que deshacerse!). Evidentemente, en cuanto sintieron que se debilitaba la relación histórica de fuerzas (la cual tras la Segunda Guerra Mundial les había impuesto la Seguridad Social), lo que, sin embargo, era lo mejor que les podía pasar además de contribuir a garantizar treinta años de crecimiento ininterrumpido, los capitalistas se apresuraron a recuperar todas las concesiones que habían tenido que hacer. En Estados Unidos los conservadores, que no tienen miedo a mostrarse como son, dieron el nombre más claro a esta perspectiva de reconquista: «a roll back agenda…» [Una agenda de anulación]. 

Con todo, habría que preguntarse por los mecanismos que en la mente de los dominantes convierten unos enunciados que de entrada están burdamente tallados según sus intereses particulares en objetos de adhesión sincera, asumidos de manera generalizada. Y puede que para ello haya que volver a leer la proposición 12 de la III parte de la Ética de Spinoza según la cual «el espíritu se esfuerza por imaginar qué aumenta la capacidad de actuar de su cuerpo», que más explícitamente se traduciría por «nos gusta pensar lo que nos alegra (lo que nos conviene, lo que es adecuado a nuestra posición en el mundo, etc.)». No cabe duda de que existe un placer intelectual del capitalismo en pensar según la teoría neoclásica que la reducción del paro pasa por la flexibilización del mercado del trabajo. Lo mismo que hay uno del financiero en creer en la misma teoría neoclásica según la cual el libre desarrollo de la innovación financiera favorece el crecimiento. El endurecimiento en enunciados de validez completamente general de ideas de entrada manifiestamente formadas junto a los intereses particulares más groseros sin duda encuentra en esta tendencia su ayuda más poderosa. Por ello cada vez es más difícil distinguir entre imbéciles y cínicos ya que los primeros mutan casi fatalmente para adoptar forma de los segundos. Si se observa con atención, no se encuentran individuos tan «limpios» (habría que decir tan íntegros) como Patrick Le Lay de TF1 [la cadena de la televisión nacional francesa] que, poco decidido a complicarse la vida con las doctrinas inútiles y falsamente democráticas de la «televisión popular», declaraba sin ambages que no tenía otro objetivo que vender a los anunciantes tiempo de cerebro disponible; ruda franqueza que quizá tengamos que agradecerle: al menos sabemos a quién tenemos ante nosotros y es una forma de claridad que no deja de tener mérito. 

Por lo demás, hay resistencias doctrinales fáciles de entender. Las finanzas, por ejemplo, no se rendirán nunca. Dirán y harán cuanto puedan para desbaratar los más mínimos intentos de re-regularización. ¡De hecho, lo hacen muy bien! Para convencerse de ello no hay más que ver la espantosa indigencia de las veleidades reguladoras, como atestigua el hecho de que desde 2009 se ha hecho tan poco que la crisis de las deudas soberanas vuelve a amenazar con acabar en un desmoronamiento de las finanzas internacionales. Nada es más fácil de entender: un sistema de dominación nunca entregará las armas por sí mismo y buscará perpetuarse por todos los medios. Es fácil pensar que los hombres de las finanzas relancen el sistema que les permite embolsarse los astronómicos beneficios de la burbuja y dejar los costes de la crisis a todo el cuerpo social, obligado por los poderes públicos interpuestos a socorrer a las instituciones financieras, a no ser que perezca él mismo por el desmoronamiento bancario. ¡Simplemente, hay que ponerse en su lugar! ¿Quién aceptaría renunciar? Incluso habría que decir más: es una forma de vida lo que defienden estas personas, una forma de vida en la que entran tanto la perspectiva de unos inauditos beneficios monetarios como la embriaguez de operar a escala planetaria, de mover cantidades colosales de capital, por no hablar de los extras más caricaturescos pero muy reales del modo de vida de los «hombres de los mercados»: chicas, cochazos, drogas. Todas estas personas no abandonarán así como así este mundo maravilloso que es el suyo, habrá que actuar para que lo suelten. 

En realidad, donde el misterio se oscurece verdaderamente es en el papel del Estado. Encargado de la socialización de las pérdidas bancarias y de la limpieza de los costes de la recesión, literalmente rehén de las finanzas cuyos riesgos sistémicos está obligado a reparar, ¿no debería ser el más interesado en cerrar de una vez por todas la leonera de los mercados? Parece que plantear así la pregunta sea responderla, pero solo lógicamente, es decir, desconociendo sociológicamente la forma de Estado colonizado que es la propia del bloque hegemónico neoliberal: los representantes de las finanzas se encuentran en ella como en casa. La interacción, hasta la completa confusión, de las elites políticas, administrativas, financieras, y a veces mediáticas, ha llegado a tal grado que la circulación de todas estas personas de una esfera a otra, de una posición a otra, homogeneiza completamente, salvo diferencias mínimas, la visión del mundo compartida por este confuso bloque. La fusión oligárquica –y casi habría que entender la palabra en su sentido ruso– ha llevado a la anulación de la diferenciación de los compartimentos del campo del poder y a la desaparición de los efectos de la regulación que venía del encuentro, a veces de la confrontación, de gramáticas heterogéneas o antagonistas. Así, sin duda con la ayuda de un mecanismo de atrición demográfica, se ha visto, por ejemplo, la desaparición del hábito del hombre de Estado en la forma que adoptó tras la Segunda Guerra Mundial, ya que la expresión «hombre de Estado» ya no hay que comprenderla en el sentido usual de «gran hombre» sino de aquellos individuos portadores de las lógicas propias de la fuerza pública, de su gramática de acción y de sus intereses específicos. Los altos funcionarios, que antaño eran hombres de Estado porque estaban consagrados a las lógicas del Estado y determinados a hacerlas valer frente a las lógicas heterogéneas (como, por ejemplo, las del capital o de las finanzas), son una especie en vías de extinción y los que hoy «entran en la carrera» no tienen más horizonte intelectual que replicar de forma servil (y absurda) los métodos de lo privado (de ahí, por ejemplo las monstruosidades tipo «RGPP», Revisión General de las Políticas Públicas), ni más horizonte personal que abandonar el servicio al Estado para pasarse a lo privado, lo que les permitirá integrarse encantados en la casta de las élites indiferenciadas de la globalización. Así, los dirigentes nombrados a la cabeza de lo que queda de empresas públicas no tienen nada más urgente que hacer que cargarse el estatuto de estas empresas y llevarlas a la privatización para reunirse por fin con sus camaradas y retozar a su vez en los mercados mundiales, de las finanzas de las fusiones-adquisiciones y, «accesoriamente», de los bonos y de las stock-options. 

Este es el drama de nuestros días, que a nivel de estas personas a las que seguimos llamando «élites» (nos preguntamos por qué dado lo abrumador que es su balance histórico) ya no hay en ninguna parte ninguna fuerza de llamada intelectual susceptible de crear un discurso contrario. Y el desastre es completo cuando los propios medios de comunicación han sido arrastrados, y desde hace tanto tiempo, por el corrimiento de tierras neoliberal; lo más extravagante pretende reconducir a los editorialistas, cronistas, expertos semivendidos y toda esta banda que se presenta como los preceptores ilustrados de un pueblo obtuso por naturaleza e «ilustrable» por vocación. Se habría podido imaginar que el cataclismo del otoño de 2008 y el desmoronamiento espectacular de las finanzas llevaría a una gran limpieza de todos estos locutores que emergían harapientos de las humeantes ruinas, pero ¡No hubo nada de eso! ¡Ninguno se movió! Alain Duhamel sigue pontificando en Libération; este mismo periódico, en un intento desesperado de hacer olvidar sus décadas liberales, sigue confiando una de sus secciones más decisivas, la sección europea, a Jean Quatremer que ha llenado metódicamente de mierda a todas las personas que denunciaban las taras, ahora visibles para todos, de la construcción neoliberal de Europa. En France Inter, Bernard Guetta sobrepasa por la mañana todos los récords de incoherencia (habría que ponerle delante lo que dijo hace cinco años escasos, no digo ya en 2005, famoso año del tratado constitucional europeo…). El programa semanal de economía de France Culture oscila entre lo hilarante y lo desolador al insistir en dar la voz a quienes han sido los más fervientes apoyos doctrinales del mundo que se está desmoronando, como por ejemplo Nicolás Baverez, que sin duda es el más gracioso de todos y que se ha apresurado a sermonear a los gobiernos europeos y a conminarles al rigor más extremo antes de darse cuenta de que era otra burrada. Y todas estas personas sacan pecho con la impunidad más perfecta, sin que sus jefes les retiren jamás una crónica, ni el micro, ni siquiera les pidan que se expliquen o den cuenta de sus discursos pasados. Este es el mundo en el que vivimos, el mundo del autoblanqueamiento colectivo de los deslices. 

¿Cómo entender también que lo que ocurre no produzca una indignación o una cólera aún mayor, más decidida, más organizada? Funciona algo parecido a una «fábrica de impotencia», cuya eficacia supera por el momento nuestra capacidad de transformar nuestra indignación en capacidad de actuar colectivamente. ¿Cuáles son los resortes de esta fábrica de impotencia? 

En efecto, este es un misterio que tendría que aclarar la sociología o la ciencia política… Pero si se me permite aventurar algunas intuiciones, para empezar me pregunto si no habría que plantear el problema justo al revés: lo que hay que comprender no es que no haya un movimiento de indignación, ¡sino que a veces se produzca! Temo que deplorar la inercia o la apatía de las masas no procede de un sociocentrismo típico de la skhole intelectual o militante, es decir, de personas que tienen tiempo libre, para unos de adoptar el punto de vista de Sirius y para otros de pensar sistemáticamente en el paso a la acción puesto que el paso a la acción es por definición la esencia misma de su actividad. Podrá parecer que es un argumento ramplón, pero tiene las sólidas propiedades de un materialismo rústico: ¿en qué tiene posibilidad la gente de ocupar su tiempo? Aparte de las minorías intelectuales y militantes, el mundo se divide entre los gobernantes cuya actividad a tiempo completo es dirigir la vida de los demás y los gobernados que dedican lo esencial de su tiempo a ocuparse de su reproducción material y de hecho se remiten en todo lo demás a la pasividad de aquellos que les rigen. Esta elemental asimetría temporal entre organizadores, delegados y pagados a tiempo completo para organizar, y los «organizados», acaparados «oportunamente» por las necesidades de su propia supervivencia, es la garantía más segura de la estabilidad del poder por medio de un simple efecto de saturación temporal. Los militantes, en todo caso aquellos que no son activistas profesionales, remunerados como tales por una organización, saben bien lo que cuesta en fatigas suplementarias o en poner en tensión su vida personal el hecho de salir de la pasividad a la que normalmente les condenaría su condición material: después de ocho horas diarias de trabajo, los «organizados» solo tienen intersticios (la última hora de la tarde, a veces las noches, los fines de semana) para encontrar peros a los organizadores, los cuales, después de haber «organizado», se van a dormir. La fuerza de gravedad resultante de esta división del trabajo es el segundo plano que hay que tener en mente para darse cuenta en primer lugar de hasta qué punto es milagroso el que surja un movimiento social de cierta magnitud, en todo caso para darse cuenta de todos los obstáculos, temporales, es decir, materiales, que ha tenido que vencer. 

Por si fuera poco, hay que contar con muchas otras dificultades. Y, sobre todo, con todas las que se podrían incluir en la categoría general de la traición de los mediadores. Para empezar, la de los mediadores mediáticos, que trabajan para que pasen por normales (conformes al orden de las cosas o a las instrucciones de la «razón») las situaciones más anormales. Pero habría que tomarse el tiempo de hacer un análisis completo de los mecanismos que llevan a los mediadores mediáticos a no mediatizar nada ya, es decir, a mantener en la invisibilidad las situaciones sociales y sus verdaderos determinantes (cuya sola exhibición bastaría para alimentar furores legítimos) y hacer que los análisis críticos sean inaudibles (excepto algunas excepciones sistemáticamente subrepresentadas, cuando no se declaran excluidas por principio a menos que se les ofrezcan unos formatos tan pobres que no tienen la menor oportunidad de «tener efecto»). Debido a ello los medios de comunicación son gestores del bien colectivo del acceso necesariamente enrarecido a la arena pública y por ello se deben a una obligación de diversidad, incluso habría que decir a una obligación de asimetría de la que se debería beneficiar la crítica puesto que el orden social se beneficia ya de toda la asimetría contraria de las fuerzas de la dominación. 
Pero en cierto modo han privatizado este bien colectivo en beneficio de una ínfima minoría de preceptores que, excepto algunas diferencias insignificantes, tienen todos ellos el mismo lenguaje, y por medio de su homogeneidad añaden la dominación simbólica a la dominación material. De modo que, a través de los medios de comunicación supuestamente mediadores pero definitivamente olvidadizos por su vocación, ya no ocurre nada sino solo aquello que celebra, anima o bien rehabilita sin cesar al orden neoliberal, y ello, hoy de forma muy espectacular, en contra incluso de las crisis más estrepitosas de este último. Debo confesar que a veces pienso que un despido masivo de la pandilla editorialista y experta presente podría producir al instante unas consecuencias políticas importantes: imaginen los efectos posibles de la denuncia repetida del carácter odioso del poder accionarial, de su responsabilidad directa en los sufrimientos de los trabajadores (hasta llevar al suicidio), la demostración insistente de la inanidad de las políticas de austeridad o incluso el cuestionamiento sistemático de determinados partidos (de «izquierda») que se niegan obstinadamente a incluir seriamente en su agenda problemas como la Europa liberal o la globalización. Pero igualmente confieso que probablemente esta sea una experiencia de pensamiento ociosa y a varios títulos. 

En el orden de las traiciones mediáticas (lato sensu), sin embargo, la peor es sin duda la de los mediadores políticos: partidos de oposición que ya no se oponen a nada o burocracias sindicales que se han convertido en expertas en perder en las arenas las cóleras populares. ¿Es útil consagrar un cuarto de hora de más a la anatomía patológica del Partido Socialista? Se puede evitar difícilmente aunque sea en la perspectiva de las elecciones presidenciales y para constatar que para esta edición el candidato Hollande se pone a ello no ocho días antes de la segunda vuelta, como exigía hasta ahora un ligero reflejo de vergüenza, sino ocho meses antes de la primera para ofrecer una alianza con los centristas, peripecia anecdótica a primera vista, pero de hecho un atajo fulgurante que señala todo o casi todo lo que se puede esperar de una hipotética presidencia socialista en materia de transformación económica y social: nada. Ya se ha dicho todo sobre el compromiso histórico de la socialdemocracia, especialmente francesa, con el neoliberalismo, pero para cerrar lo más rápidamente posible este lamentable capítulo se puede medir el grado de fracaso histórico de un partido que todavía osa llamarse «socialista» por su incapacidad para poner en tela de juicio al capitalismo neoliberal en el momento en el que su crisis apoplética abre una ventana de oportunidad histórica sin parangón (y uno acaba por preguntarse qué tipo de acontecimiento, qué grado de devastación se necesitaría ahora para que en esta materia el encefalograma socialista emita un nuevo un bip). 

Por consiguiente, el drama actual del período se debe a la ausencia de cualquier fuerza política en torno a la cual hacer que se precipiten los efectos comunes de cólera e indignación. Y este es el problema: no hay que sobrevalorar la capacidad de las multitudes para auto-organizarse a gran escala. El periodo actual lo demuestra a contrario puesto que ninguno de los cuerpos sociales maltratados por las políticas de austeridad ha superado todavía el estadio de las manifestaciones esporádicas y sin continuidad para entrar en un movimiento de sedición generalizado. Sin duda se enfadarán conmigo los amigos de la multitud libre sujeto de la historia, pero me pregunto si para manifestar su propia fuerza política este no necesita un «polo» que focalice y condense y que la haga «coherente». Salvo que siga siendo difusa, la multitud necesita unos puntos focales en los que «las cosas se precipiten», por medio de los cuales adquiera consistencia y conciencia de sí misma, aunque no ignoro en absoluto todo lo que puede pasar a continuación de captación y de desposesión a partir de estos puntos focales… pero, a fin de cuentas, no es aquí donde se va a solucionar el problema de la horizontalidad democrática, aunque al menos se pueda decir que, precisamente, esta última es un problema y no una evidencia. Por el momento, a falta de auto-organización constatada y de fuerza política susceptible de crear un polo constituyente o agregador, solo quedan las cóleras difusas, no coordinadas, incapaces de unirse a falta de lugar. 

Y no es con las direcciones sindicales con las que hay que contar. O si hay que contar con ellas es más bien para producir los resultados exactamente inversos, es decir, devolver al polvo los gérmenes de cólera en vías de fusión. Y es que es necesario un cierto talento en el orden la negatividad para haber volatilizado tan artísticamente la energía de las movilizaciones masivas [en Francia] de enero-marzo de 2009 y de las jubilaciones en otoño de 2010. No se sabe si hay que invocar el dogma (absurdo) de la separación de lo «sindical» y de lo «político» (como si la acción en las cuestiones sociales no tuviera un carácter profundamente político) o bien (sobre todo) el compromiso de las instituciones sindicales, como tales integradas orgánicamente en el juego institucional general y que se han vuelto incapaces de salir de él para ponerlo en tela de juicio. Pero el hecho está ahí: la formidable efervescencia de cólera que hizo salir a la calle a millones de personas en 2009 y 2010 y que más allá, por ejemplo, de la ocasión formal de las jubilaciones tenía el móvil manifiesto del rechazo de cualquier modelo de sociedad, no solo no ha encontrado ningún líder sindical (o político) para verbalizar su verdad, sino que ha sido dilapidado conscientemente por las vías habituales de la deambulación tan ritual como inofensiva por barrios cuidadosamente elegidos para no albergar ningún punto caliente simbólico (¿quién ha visto en el trayecto République - Nation el menor ministerio, una sede de banco o de un gran medio de comunicación?). Me digo a mí mismo que, siguiendo por este bonito camino, pronto no habrá más que acercarse al Bosque de Vincennes: se habrá molestado a algunas ardillas y se volverá de la manifestación con la sensación de haber tomado el aire… 

¿Qué es lo que permitirá detener esta fábrica de impotencia? ¿Cómo reconstituir, en la situación actual, una capacidad de actuar colectiva, transformadora y emancipadora? 

Como carezco completamente de toda experiencia y de todo talento de empresario político, no tengo la menor idea de las vías por medio de las cuales se reconstituyen las capacidades de actuar colectivamente, a falta de lo cual no tengo otra solución que volver a mi postura escolástica y a su punto de vista exterior. La multitud se pone en movimiento cuando pasa ciertos duelos afectivos. Pero, ¿son estos duelos los mismos para todo el mundo? ¡No! ¿Dónde están exactamente? No se sabe ex ante. Las condiciones materiales, tal como determinan el impacto diferencial de la crisis a través de la estratificación social, la distribución desigual de las disposiciones a la aceptación o a la movilización, son otros tantos datos que «heterogeneizan» a la «multitud», categoría cuya homogeneidad engañosa es un puro efecto nominal. ¿Por qué el movimiento de los Indignados cuajó tan bien en España, incluso en Estados Unidos, y tan poco en Francia donde somos dados a regodearnos en nuestra «tradición» manifestante y reivindicativa? En el caso de España, nos preguntamos si la respuesta no está en una cifra: 40% de paro entre los jóvenes, es decir, en particular una producción masiva de licenciados que ven sus esperanzas profesionales «naturales» negadas brutalmente por la exclusión del empleo del que son víctimas. Son los hijos de la burguesía, bien dotados de capital cultural y escolar, pero que se descubren frustrados con respecto a lo que consideraban sus legítimas aspiraciones (¿Acaso el sistema no las había validado hasta entonces?), las cuales se dan la vuelta y basculan. Respecto a los estudiantes estadounidenses, quizá sea el peso de la deuda, en un momento en el que las relaciones con las instituciones financieras están profundamente deterioradas, lo que desempeña el papel equivalente y hace traspasar los umbrales de lo «intolerable». Pero se dirá que poco importa de dónde parte el movimiento y por qué razones particulares: al fin de cuentas, no existen acciones desinteresadas (al menos en un sentido del concepto de interés un poco… interesante). Lo que cuenta, independientemente de sus orígenes (pudenda origo, se podría decir a la manera de Nietzsche: los orígenes raramente son bellos de ver), es lo que produce: ¿tiene gancho, induce a continuar? Esas son las preguntas pertinentes. En esta medida, el juicio sigue siendo contrastado. A todas luces los Indignados españoles sacaron a una enorme cantidad de personas a la calle… pero, ¿con qué resultado electoral? Habría que volver a leer el artículo «Elecciones, trampa para gilipollas» de Sartre, que parece escrito la semana pasada y expresamente para la situación actual: en él deploraba el abismo que separa los movimientos sociales como dinámicas creadoras profundamente colectivas y la artificialidad serial del escrutinio que aísla y disuelve radicalmente toda la fuerza propia, auténticamente política de lo «en común». Así que, he aquí: los Indignados españoles salen a la calle… y se encuentran con el Partido Popular de Rajoy. Es para llorar. 

Con indignados o sin ellos, en Francia será la misma tarifa… En este caso es más bien «sin» y aquí también hay un misterio. Una vez más, la diferencia se debe en parte a la tasa de paro de los jóvenes, considerablemente más baja que en España, lo mismo que la tasa de paro global. Con un 10% de tasa de paro global los hijos de la burguesía todavía no sufren, sus posturas son bastante sólidas, sus accesos se mantienen lo suficiente para que la crisis no les maltrate demasiado. Recuerdo la breve pero violenta recesión de 1993, la tasa de paro había ascendido a más del 12% y, algo inaudito, ¡se había oído a notorios representantes del capital empezar a preocuparse por los estragos que padecía la sociedad francesa! Mi conjetura entonces era que en el entorno de Claude Bébéar, puesto que se trataba de él, un hijo de familia bien licenciado había tenido que quedarse en la estacada y esto había sido un trauma al descubrir la injusticia del mundo. Pero un 12%  no está tan lejos, podría llegar muy rápido teniendo en cuenta lo que se anuncia. Bourdieu, muy «spinozista» aquí, dio una ruda lección de realismo político recordando que en el Ámsterdam del siglo XVII los burgueses se habían decidido a financiar unas infraestructuras que enviaba las aguas residuales al alcantarillado porque el cólera, que no tiene en cuenta las barreras sociales, había empezado a llevarse a sus hijos. Así que probablemente ocurra lo mismo con las aguas del paro que con las aguas cargadas de miasmas: es necesario que el nivel suba lo suficiente para ir a importunar a los dominantes y hacer que se decidan a cuestionar su propio sistema, desde el momento en que este empieza a atentar demasiado contra sus propios intereses… Y luego, para su desgracia, los Indignados franceses tienen contra ellos otras dos idiosincrasias muy nuestras. La primera, visible por contraste con el caso estadounidense, se debe a la antipatía espontánea de las confederaciones sindicales por cualquier forma de movimiento dotada de dos odiosas propiedades, la de ser espontánea y la de que en gran parte se les escapa. Al contrario, los Occupy han recibido el apoyo discreto pero real, logístico y político, de los sindicatos estadounidenses, poco habituados a los movimientos de ciertas dimensiones y más bien contentos de encontrar aquí una oportunidad al menos de «participar» en una demostración a escala (casi) nacional. 

Es de esperar que las confederaciones francesas no den el menor apoyo a los Indignados de La Défense… Además, si lo dieran estos últimos desconfiarían como de la peste al presentir la recuperación de poca monta. La segunda tara francesa es, por supuesto, las elecciones presidenciales y su mitología inoxidable que sigue haciendo creer a muchas personas que es el momento político por excelencia, que es ahí donde las cosas se deciden verdaderamente, y precisamente vienen bien, la cita es en mayo… Actualmente hay burlas del híbrido Merkozy, pero quizá se reirá menos la gente al descubrir a Sarkollande… En este paisaje en el que todo está fiscalizado, en el que la captura «elitista» ha aniquilado toda fuerza de llamada, acabo por decirme que solo hay dos soluciones para reiniciar el movimiento: un deterioro continuo de la situación social, que llevará a que una parte mayoritaria del cuerpo social franquee unos «umbrales», es decir, a una fusión de las cóleras sectoriales y a un movimiento colectivo incontrolable, potencialmente insurreccional; o bien a un desmoronamiento «crítico» del sistema bajo el fardo de sus propias contradicciones (evidentemente, a partir de la cuestión de las deudas públicas) y de un encadenamiento que lleve de una serie de fallos soberanos a un colapso bancario, aunque esta vez diferente de la opereta «Lehman»… Digamos claramente que la segunda hipótesis es infinitamente más probable que la primera… aunque a cambio quizá tenga la propiedad de desencadenarla acto seguido. En todos los casos habrá que apretarse extraordinariamente el cinturón. Y, sobre todo, seguir reflexionando sobre las formas políticas de un movimiento social capaz de evitar todas las derivas de tipo fascista. 

Al comprobar el grado de bloqueo de instituciones políticas que se han vuelto completamente autistas y prohíben ahora todo proceso de transformación social en frío, también me digo a veces que quizá haya que volver a pensar la cuestión «ultra tabú» de la violencia en política, aunque solo sea para recordar a los políticos esta evidencia conocida por todos los estrategas militares de que un enemigo nunca está tan dispuesto a todo como cuando se le ha llevado a un callejón sin salida. Ahora bien, parece por un lado que los gobiernos, totalmente sometidos a la calificación financiera y consagrados a la satisfacción de los inversores, se están volviendo tendencialmente enemigos de sus pueblos y, por otra parte, que si a fuerza de haber cerrado metódicamente todas las soluciones de deliberación democrática, solo queda la solución insurreccional, no habrá que extrañarse de que la población, llevada un día más allá de sus puntos de exasperación, decida adoptarla, precisamente porque será la única. 

Notas: 

* Hybris es una palabra del griego clásico que significa orgullo o confianza  desmedidos en uno mismo (N. de T.

(1) Frederic Lordon, La Crise de trop, París, Fayard, 2009.

(2) Yves Citton y Fréderic Lordon, «la Crise, Keynes et les esprits animaux», Revue interrnationale des livres et des idées, nº 12, julio-agosto de 2009.

(3) Maurizio Lazzarato, La Fabrique de l’homme endenté, París, Ed. Amsterdam, 2011.

Fuente: http://www.revuedeslivres.fr/%C2%AB-nous-assistons-a-l%E2%80%99ecroulement-d%E2%80%99un-monde-des-forces-immenses-sont-sur-le-point-d%E2%80%99etre-dechainees-%C2%BB-entretien-avec-frederic-lordon/