“La razón científica no es socialmente contagiosa; las creencias sí, sean religiosas o políticas”

Entrevista a Maurice Godelier

17/11/2017 | Jérôme Shalski
Maurice Godelier describe en su libro L’imaginé, l’imaginaire et le symbolique (CNRS Éditions) un imaginario productor de realidad y de efectividad social, instancia de transformación, asimismo, de las relaciones sociales y de su superación.

Usted desarrolla la idea de que los seres humanos no solo viven en sociedad, sino que constantemente fabrican sociedad para vivir. ¿Qué implica esto?

La sociedad no es fruto de un contrato entre los individuos, como escribió Rousseau. Los humanos son una especie de primates que solo pueden existir y reproducirse en sociedad. Somos una especie “naturalmente” social. El fundamento de nuestra existencia en sociedad no debe buscarse en la sociedad, sino en la naturaleza. Ahí está nuestro punto de partida.

Pero a diferencia de las dos especies de primates más cercanas al ser humano, los chimpancés y los bonobos, que al parecer no han cambiado de forma de organización social pese a adaptarse a nuevos medios, los humanos, confrontados con problemas nuevos, han inventado nuevas formas de vivir juntos y de actuar sobre la naturaleza circundante. Han fabricado nuevas formas de sociedad y diferentes universos culturales. Esta capacidad se la deben a su cerebro, es decir, a la capacidad del pensamiento para imaginar otras maneras de organizarse, que ciertos grupos sociales decidirán entonces poner en práctica, es decir, para transformarlas en relaciones sociales que tienen sentido para ellos, y así constituir un nuevo universo cultural. Todo sistema social encierra una lógica que tiene su origen en la naturaleza de las relaciones que la componen y tiene un sentido para los actores que viven en estas relaciones y deben reproducirlas cotidianamente para seguir existiendo individual y colectivamente.

Hobbes, en el prefacio de su Leviatán, desarrolla la idea de que el ser humano no solo es capaz de fabricar herramientas y máquinas, sino también esa especie de máquinas prácticas que son las organizaciones políticas, sociales, por así decirlo, de segundo grado.

Las instituciones sociales, como por ejemplo los sistemas de parentesco o los sistemas religiosos, no son máquinas y no son secundarias con respecto a nuestra capacidad de fabricar herramientas. Nacen de problemas diversos que hay que resolver y las soluciones inventadas actúan, por supuesto, unas sobre otras. Pero dejemos estos problemas de causalidad recíproca para adoptar una visión global y forzosamente caricaturesca de la historia de la humanidad, de sus transformaciones sucesivas o simultáneas que ninguna ley de evolución ha impuesto a priori.

¿En qué han consistido estas transformaciones?
Durante decenas de milenios, en el paleolítico, la humanidad vive de la caza, de la recolección y de la pesca, según el entorno que ocupan los grupos humanos. A partir de 10 000 hasta 5 000 años antes de nuestra era, en algunas regiones del Viejo y del Nuevo Mundo, comienzan lentos procesos de domesticación de determinadas plantas y determinados animales. En el curso de este largo periodo, en una parte de la humanidad las formas de existencia social características del paleolítico –grupos humanos de tamaño reducido que dependen de los recursos producidos por la naturaleza, y que por tanto son móviles y carecen de jefes hereditarios, pero con diferencias de condición y de poder entre hombres y mujeres– son sustituidas en el neolítico por grupos que se vuelven sedentarios y se organizan en tribus. La forma tribal de sociedad se generaliza entonces en gran parte de Eurasia, América y Oceanía.

La domesticación de plantas y animales y el desarrollo de la agricultura y la ganadería introdujeron a una parte de la humanidad en una economía de riesgo. El exceso o la ausencia de lluvia amenazan las cosechas, la menor epizootia diezma los rebaños. El hambre o la incapacidad de asumir sus obligaciones materiales o sociales están siempre al acecho. Entonces vemos cómo se multiplican los dioses: de la lluvia, de los vientos, de los astros, de las estaciones. Aparecen y se difunden religiones politeístas que rinden culto a panteones de dioses que dominan las fuerzas de la naturaleza y el destino de los humanos y están jerarquizados entre ellos. Esta es la segunda gran transformación.
Estas transformaciones dieron lugar a diferencias de condición (sacerdotes, por ejemplo) y de riqueza en el seno de los grupos humanos, pero también entre unos y otros. La guerra, ya presente en el paleolítico, se convirtió en una amenaza y una práctica permanentes. Hacia 3300 en Mesopotamia, 3100 en Egipto, 1900 en China aparecieron nuevas formas de soberanía y de organización social marcadamente desigualitarias que se ejercían sobre poblaciones más vastas y que llamamos Estados, sin que desaparecieran las tribus y los grupos étnicos que les servían de sostén.

Una tribu no es simplemente la suma de grupos de parentesco, porque lo que las une no son únicamente relaciones de parentesco, sino relaciones político-religiosas distintas del parentesco que hacen de la tribu un todo que se reproduce como tal. De hecho, hasta la Revolución francesa, que condujo a la separación de la política y las religiones, todas las formas de poder tenían dimensiones y legitimaciones religiosas. Ejercer el poder era al mismo tiempo actuar sobre los seres humanos y actuar con la ayuda de los dioses o de Dios.

¿No comportan sus análisis un descentramiento crítico del papel de la familia y del parentesco en todas las sociedades, y no únicamente en las llamadas sociedades primitivas o arcaicas?

En ninguna parte y en ninguna época han sido ni son las relaciones de parentesco y la familia los fundamentos de la sociedad. Lo que fabrica una sociedad son las relaciones sociales que establecen la soberanía de cierto número de grupos humanos, clanes, castas o clases, sobre un territorio, sus recursos y sus habitantes. Estas relaciones son lo que en Occidente denominamos relaciones político-religiosas. Esto es aplicable tanto a las sociedades tribales como a las sociedades estatales. La monarquía francesa era de derecho divino. El cristianismo era religión de Estado, como sigue siendo el caso en Grecia y en otros países europeos. El islam es religión de Estado en Arabia Saudí en su forma más puritana, le wahabismo, etc.

En su libro L’imaginé, l’imaginaire et le symbolique, usted muestra hasta qué punto el imaginario tiene efectividad en la vida social. En su conclusión, cita una de las tesis sobre Feuerbach de Marx. ¿Bosquejo de un programa inacabado?

En torno a las nociones de imaginario y simbólico reina mucha imprecisión, por no decir confusión. La función simbólica es nuestra capacidad de producir signos que tienen sentido para quien los emite y quienes los reciben, siempre que compartan el código. La función simbólica está genéticamente programada en nuestra psique y en nuestro cuerpo. Un gesto, una mirada tienen significado. Esta función desborda el cuerpo y está presente en todo aquello a lo que damos significado: el sol, la tierra, el agua, los templos, las caretas, etc. Las palabras, el lenguaje son símbolos.

En cuanto al imaginario, las cosas se me aclararon cuando partí del hecho de que no todo lo que se imagina es imaginario. Entonces tuve que buscar las características que hacen que lo imaginado sea imaginario o no. Había vuelto a leer L’imagination (1936) y L’imaginaire (1940) de Sartre y mis notas de 1953, época en que yo preparaba la oposición a una cátedra de filosofía. Me di cuenta de que Sartre no hizo esta distinción y no dijo ni una palabra sobre la naturaleza del imaginario de los mitos y las religiones, ni del de los sistemas políticos. Sartre se interesaba sobre todo por el arte, el teatro y la pintura, entre otras cosas, y desarrolló una idea importante. Para él, cuando un actor interpreta a Macbeth, por ejemplo, no lo “interpreta”, sino que se “irrealiza” en Macbeth.

Los diferentes imaginarios que conforman la esencia de los juegos, de las artes, de las religiones o de los sistemas políticos instituyen, frente a la vida “ordinaria”, mundos “irreales” que son de dos tipos. Jugar con muñecas, a cartas o a fútbol es crear un universo ficticio y actuar en él según unas reglas hasta el momento en que el juego ha terminado y la vida sigue su curso. Cuando los visitantes del Louvre se apelotonan delante de la Gioconda y admiran su sonrisa misteriosa, saben que la Gioconda es la representación de una bella mujer, pero que no es una “verdadera” mujer. El niño que se disfraza de indio parece serlo, pero también sabe que no es un indio. El carácter “irreal” del juego o de la obra de arte está presente, pero el juego o la obra también son reales.

Ahora bien, con el imaginario implicado en las religiones desaparece el carácter “irreal” de las representaciones y de las prácticas que implican. Ya no se viven como “irreales”, sino como “surreales”, por mucho que sean contra-intuitivas y que su existencia suponga un acto de fe en su verdad. “Has creído porque has visto, felices serán aquellos que creerán sin ver.” Todas las religiones afirman que nos permitirán acceder a los fundamentos del orden del universo y de la sociedad y a los orígenes de este orden, a verdades y realidades más importantes que cualquier otra cosa para la conducción de nuestra vida.
Para ilustrar esto basta recordar que todas las religiones, sin excepción, politeístas y monoteístas, comparten el mismo postulado: que la muerte no es el fin de la vida, que hay vida después de la muerte y por tanto una morada de los muertos. Y numerosas religiones afirman que después de la muerte los dioses o Dios juzgan a los humanos por lo que han hecho durante su vida. Para el hinduismo, según sus méritos y sus deméritos, el muerto será enviado de nuevo a la rueda de las reencarnaciones o se convertirá directamente en un ancestro que vivirá junto a los dioses. Para los monoteísmos, el muerto, según sus pecados o sus buenas obras, irá al paraíso o Dios lo precipitará al infierno. Los símbolos entonces cambian de sentido.
Una máscara no es el “retrato” de un ancestro o de un dios. No lo “representa”. Lo hace presente para que se le pueda hablar. Lo “presentifica”, como mostró Jean-Pierre Vernant a propósito de las esculturas de los dioses griegos.

Otra cuestión en la que usted insiste es que real, imaginario y simbólico no constituyen órdenes separados. ¿En qué se aleja usted de Claude Lévi-Strauss en esta cuestión?
¡Cuidado con las palabras! Las distintas variedades de imaginario son todas componentes de lo real que producimos y vivimos. Las realidades imaginarias se transforman permanentemente en relaciones sociales reales y en realizaciones materiales: iglesias, mezquitas, etc., pero también en oraciones, en posturas del cuerpo, etc. Lo “real” es la mezcla y la articulación de todas estas “realidades” diferentes que hay que vivir y pensar, pero nunca separadas.
De ahí mi crítica de Lévi-Strauss, quien las presentaba como órdenes separados. Para ilustrarlo he elegido el personaje del coyote, uno de los actores principales de los mitos de los indios de América del Norte. Coyote es el equivalente de Raposo, el zorro de nuestros cuentos. Es un supermalvado y un astuto. En los mitos, está dotado de un pene serpentiforme que le permite copular a distancia con las mujeres con las que se encuentra y a las que corteja. También es un demiurgo, el jefe de los salmones que remontan los ríos que desembocan en el Pacífico. Si las mujeres con las que encuentra aceptan sus proposiciones, permite a los salmones permanecer en las aguas de su tribu. Si ellas se niegan, los salmones ya no volverán a sus ríos.
El coyote de los mitos presenta por tanto algunos atributos del animal real, sobre todo su astucia. Sin embargo, el pensamiento de los indios le ha dotado de un sexo imaginario y de maneras de actuar que lo convierten en el símbolo de los hombres mujeriegos. Finalmente, como jefe de los salmones, el coyote ha sido transformado en un animal metafísico que ya no tiene nada que ver con el coyote de los prados. El coyote ha servido así de pretexto y de materia para un pensamiento especulativo que trataba de explicar(se) por qué existen ríos con salmones y ríos sin salmones, por lo que los indios tenían que rendir culto al coyote.
Estamos aquí en el lado contrario al pensamiento científico, lógico-deductivo y/o experimental. Las religiones son formas de pensar totalizantes. Proponen explicaciones globales de la naturaleza y del origen del universo y del ser humano. El pensamiento científico resuelve paso a paso los problemas, aunque cada vez descubre otros. La razón científica no es socialmente contagiosa. Las creencias sí lo son, sean religiosas o políticas. (Artículo publicado en L’Humanité el 10 de noviembre de 2017)
10/11/2017
Traducción: viento sur

Entrevista a Noam Chomsky En la era Trump, graves amenazas para la “vida humana organizada”



23/11/2017 | Lucien Crowder
[Noam Chomsky, pese a ser un lingüista de enorme talla, es más conocido, fuera de su especialidad, por su intenso compromiso político desde una posición de izquierda, que le ha llevado a formular críticas aceradas a la política exterior de EE UU y a interesarse duraderamente por las armas nucleares y otras amenazas de índole tecnológica para la civilización humana. En esta entrevista, Chomsky conversa con el editor jefe del Bulletin of the Atomic Scientits, Lucien Crowder, sobre las políticas del gobierno de Trump en materia de cambio climático, modernización nuclear, Corea del Norte e Irán, así como sobre la intensificación de “las gravísimas amenazas a que nos enfrentamos todos”.]

En este tumultuoso primer año de la presidencia de Donald Trump, algunos observadores dirían que las perspectivas de supervivencia de la humanidad son menos halagüeñas que nunca en la historia reciente. Noam Chomsky estaría incluido entre dichos observadores. En esta entrevista, Chomsky señala que el gobierno de Trump –al retirar a EE UU del Acuerdo de París, socavar el pacto nuclear con Irán y no buscar un arreglo negociado con Corea del Norte– ha “incrementado drásticamente” las graves amenazas que penden sobre la humanidad. Chomsky identifica “un aumento muy peligroso de la irracionalidad” en EE UU, advierte contra un “totalitarismo incipiente” y lamenta la “estupidez extrema, planeada, militante y organizada” que a su juicio subyace a la política del Partido Republicano en materia de cambio climático.

Pregunta: Quisiera empezar leyendo un breve pasaje del discurso que pronunció usted en un acto en Nueva York el pasado diciembre, y después le formularé la pregunta. Usted dijo que “las amenazas a que nos enfrentamos ahora son las más graves que se han planteado jamás en la historia de la humanidad. Son literalmente amenazas para la supervivencia. La guerra nuclear, la catástrofe medioambiental: estas son cuestiones muy urgentes que no cabe aplazar. Son todavía más urgentes desde el 8 de noviembre…” Teniendo en cuenta todo lo que ha ocurrido desde el 20 de enero, ¿son las amenazas que identificó usted en diciembre más inminentes, menos inminentes o igual de inminentes? Se lo pregunto porque no creo que la respuesta sea necesariamente evidente, ya que en muchos sentidos Trump ha hecho exactamente lo que dijo que haría durante la campaña.

Chomsky: Ha hecho lo que dijo que haría y esto, como se predijo, ha agravado mucho las amenazas. La retirada del Acuerdo de París, la serie de medidas gubernamentales que han acelerado el uso de combustibles fósiles, las desregulaciones, todo esto se combina para intensificar la gravísima amenaza de catástrofe medioambiental.

Esta es muy grave. Puede usted echar un vistazo a un artículo del periódico de esta mañana, casi de cada mañana. Hoy aparece un artículo sobre los efectos probables del calentamiento global en el permafrost ártico, que nadie comprende realmente, pero que podría provocar una intensificación grave, de hecho no lineal, y rápida de la emisión de dióxido de carbono y metano a la atmósfera. Estamos muy cerca de un punto del que se sabe que ocurrió hace unos 125 000 años, cuando la temperatura era tan solo un poco superior a la actual y, como ha comentado [el premio Nobel y ex ministro de Energía] Steven Chu, el nivel del mar era de seis a nueve metros más alto. Puede usted imaginar qué efectos tendría esto para la vida humana organizada. EE UU por sí solo, bajo Trump y el Partido Republicano, se precipita hacia el desastre, negándose a tomar las medidas que el resto del mundo está adoptando, con vacilación, pero que al menos apuntan en esa dirección.

La amenaza de guerra nuclear ha aumentado. Con razón, poco después de la toma de posesión de Trump el Reloj del Apocalipsis se movió medio minuto más hacia la medianoche. Desde entonces nos hemos enterado de más cosas, que son todavía más aterradoras. A comienzos de marzo, el Bulletin publicó un artículo muy significativo que debería citarse en las portadas de la prensa de todo el mundo, sobre el programa de modernización del armamento nuclear iniciado con Obama y proseguido bajo Trump. Los lectores del Bulletin conocen el contenido, pero su significado es enorme.
Ahora mismo, el gobierno de Trump ha señalado muy claramente que va a intentar socavar el pacto con Irán, es decir, el Plan de Acción Conjunto. Ha dejado claro que va a intentar encontrar una manera de denunciar que Irán incumple el acuerdo. Apenas se presta atención al hecho de que el gobierno de Trump incumple ahora mismo el acuerdo. Citaré el acuerdo. Insta a EE UU a “hacer todo lo posible de buena fe… para evitar la interferencia en el pleno aprovechamiento de las ventajas, por parte de Irán, del levantamiento de la sanciones”. El gobierno de Trump parece estar dedicando un gran esfuerzo a convencer a Europa de interferir en ello. El acuerdo también llama a EE UU a “abstenerse de toda política encaminada específicamente a menoscabar directamente la normalización del comercio y las relaciones económicas con Irán.” Por supuesto que está haciendo exactamente esto.
Asimismo, en el caso de Corea del Norte, aunque por fortuna la retórica histérica ha amainado un poco, había ahí amenazas muy serias. Existen posibilidades en la mesa de negociaciones, [aunque] se les presta muy poca atención. El vasto aumento preconizado del presupuesto militar a expensas de cosas que el país realmente necesita, vuelve a intensificar las amenazas. Pienso que es justo decir que sí, como ha dicho usted, que Trump y los Republicanos están cumpliendo sus promesas preelectorales. Como era de prever, estas tienen por efecto la intensificación de las amenazas sumamente graves que se ciernen sobre todos nosotros.
Pregunta: Esto nos lleva directamente a mi siguiente pregunta. Hay quien estaría dispuesto a sostener que el gobierno de Trump es el más peligroso que jamás ha tenido EE UU. Puesto que usted ha vivido bajo diversos mandatos presidenciales, me gustaría preguntarle –con respecto a las amenazas de índole tecnológica para la civilización humana en las que se centra el Bulletin– si cree que Trump es innegablemente más peligroso que todos sus predecesores.
Chomsky: Bueno, nunca ha habido un gobierno aquí, o en cualquier otra parte, que se haya comprometido abiertamente a intentar socavar las perspectivas de viabilidad de la vida humana organizada en un futuro no muy lejano. Este es exactamente el significado de la postura de Trump y de la dirección del Partido Republicano sobre el cambio climático. Por desgracia, es una acusación grave, pero piénselo bien y verá que lamentablemente es cierta.
Aunque Trump marca el camino, no debemos olvidar que se trata de la dirección del Partido Republicano al completo. Si recordamos los debates de primarias del año pasado, cada uno de los candidatos negaba que estaba ocurriendo lo que está ocurriendo o decía “puede que así sea, pero no debemos hacer nada al respecto”. Esto lo decían los moderados, Jeb Bush y John Kasich. En otras palabras, el 100 % decía “no hagamos nada con respecto a la amenaza más grave a que se enfrentan los humanos desde que existen”, una amenaza que se aproxima. No es broma. El ascenso del nivel del mar [mencionado por Steven Chu] tendrá consecuencias drásticas para la vida humana. Chu concreta que unos 800 millones de personas viven a menos de 10 metros sobre el nivel del mar. En muchos casos, esto sería desastroso, y tan solo es una de las consecuencias. Los pasos que se están dando, incluida la desregulación radical –cada día vemos nuevos ejemplos–, son extremadamente lesivos para el propio país y también representan un enorme peligro para el futuro.
Pregunta: Ahora voy a plantearle una pregunta ardua. En lo que respecta al gobierno de Trump y el futuro de la civilización humana, si tuviera usted que señalar la medida o declaración singular más escandalosa que se haya realizado hasta el momento, ¿por cuál optaría?
Chomsky: Dejaré de lado las declaraciones incendiarias en Twitter y supondré que no son más de observaciones al margen. Las medidas más peligrosas, creo, son básicamente las dos que he mencionado: la apuesta por maximizar el uso de combustibles fósiles, incluido el más peligroso, y eliminar el mecanismo que lo limita, y la amenaza de socavar el Plan de Acción Conjunto –el acuerdo con Irán–, que podría tener consecuencias impredecibles, pero tal vez enormes.
Hay un conflicto importante en ciernes, como sabe todo el mundo, entre EE UU y el bloque saudí por un lado y el bloque Irán-Rusia por otro. Esto podría generar peligros muy graves, por no hablar ya de las peligrosas amenazas junto a la frontera rusa [por ejemplo, la OTAN y el ejército ruso operan muy cerca una de otro en el entorno de los países bálticos], que podrían estallar, incluso por accidente, dando lugar a algo incontrolable. Estamos viviendo tiempos muy peligrosos.
Creo que deberíamos tomarnos muy en serio los comentarios de William Perry [ex ministro de Defensa], una persona que no suele exagerar: es conservador y cuidadoso. Ha dicho que está aterrorizado no solo por la situación existente con respecto a la posibilidad de una guerra nuclear, sino también por la falta de preocupación al respecto, lo cual en cierto modo es todavía más aterrador.
Pregunta: Ha mencionado usted a Rusia. Permítame proponer una idea, que plateo con cierto ánimo provocador. ¿No podríamos afirmar que con respecto a la rivalidad entre Washington y Moscú el mundo es realmente más seguro hoy que lo que ha sido durante mucho tiempo? La guerra fría ha pasado a la historia. Los arsenales nucleares de ambos bandos son mucho más pequeños de lo que eran antes. Putin y Trump, por razones que siguen sin estar muy claras, muestran menos antipatía entre ellos que la que hubo entre Putin y Obama. ¿Es esto un motivo para dormir más tranquilos que lo que podíamos hacer en los años cincuenta y sesenta?
Chomsky: Debo decir que de todas las posiciones de Trump, la que resulta más razonable es su mención ocasional de que se esforzará por reducir tensiones con Rusia y mejorar las relaciones. Esto es muy de sentido común. En la medida en que se den pasos en este sentido, que lamentablemente son mínimos, esta sería una política razonable. Sin embargo, las amenazas son extremadamente graves, en particular las que he mencionado.
La postura de EE UU con su programa de modernización, tal como está descrito en el Bulletin, es la postura de un país que pretende dar el primer golpe. Ahora, por supuesto, doy por hecho que EE UU no pretende dar el primer golpe, pero toda víctima potencial –en este caso, Rusia– tendría que tener en cuenta esa posibilidad. Esto significa que si se produce cualquier tipo de accidente como los que han ocurrido en los últimos años, las señales falsas y todo eso, cabe la posibilidad de que la dirección rusa adopte el punto de vista de “usarlas o perderlas”. “Estamos siendo atacados con un primer golpe y nuestra única salida es hacer tanto daño como podamos”: en cuyo caso la vida humana se puede dar esencialmente por terminada. Las amenazas en la frontera rusa, incluso unos cazas que se sobrevuelan entre sí o algún pequeño accidente, puede desencadenar la catástrofe muy rápidamente.
En el pasado hemos tenido mucha suerte. Recapitulemos la crisis de los misiles de Cuba. Hubo situaciones en que estuvimos muy cerca de una probable guerra nuclear. El caso de los submarinos rusos –ahora se sabe, pero entonces no– que fueron atacados por destructores de EE UU y estuvieron a punto de lanzar sus torpedos dotados de cabezas nucleares, podría haber desencadenado una guerra nuclear generalizada… Por fortuna, Vasili Arjípov, un comandante, se negó a utilizarlos, pero a punto estuvo de estallar todo, y no fue la única vez.
Pregunta: Hablando de la crisis de los misiles de Cuba, el punto muerto en torno a las armas nucleares de Corea del Norte se califica a veces de crisis de los misiles de Cuba a cámara lenta, que es una especie de formulación interesante. Pero me pregunto si considera usted que ambas situaciones son especialmente similares.
Chomsky: No, desde luego que no. La crisis de los misiles de Cuba, recuerde, vino causada por acontecimientos previos. Fue una reacción a acontecimientos previos. Uno de ellos fue el rechazo por parte de Kennedy de la propuesta de Jrushchov de proceder a una fuerte reducción mutua de las armas ofensivas, que Jrushchov de hecho inició por su cuenta. El gobierno de Kennedy consideró la situación y procedió a un fuerte rearme militar, pese a que se supone que EE UU ya llevaba una gran ventaja. Generalmente se entiende que uno de los motivos de Jrushchov era el de intentar corregir el desequilibrio de fuerzas enviando misiles a Cuba, que fue una iniciativa temeraria y peligrosa. Este fue un objetivo. El otro, muy probablemente, era la operación Mongoose, la guerra terrorista de Kennedy contra Cuba, que de hecho, si examina usted los planes, estaba concebida para provocar una insurrección y una posible invasión de EE UU en octubre de 1962. No sabemos con certeza si Castro y Jrushchov eran conscientes de esto, pero es muy posible que sí lo fueran. Y entonces se desplegaron los misiles. Ahora no está ocurriendo nada parecido en Corea del Norte. La situación es diferente, peligrosa sí, pero diferente.
La segunda diferencia estriba en que había… bueno, en realidad no es una diferencia. En el caso de los misiles de Cuba, había una manera muy sencilla de resolver el problema y finalmente [así se hizo] más o menos: retirada mutua de los misiles de Cuba y de Turquía, donde EE UU tenía desplegados misiles obsoletos que de por sí estaban a punto de ser retirados. Estaban siendo sustituidos por los submarinos Polaris, que eran más letales. En el caso de Corea del Norte, parece que existe una vía razonable para la negociación y la mejora de la crisis. China y Corea del Norte, de hecho, han ofrecido repetidamente un acuerdo: una congelación mutua. Corea del Norte congelaría el desarrollo de armas nucleares y misiles, y a cambio EE UU renunciaría a las amenazantes maniobras militares junto a la frontera de Corea del Norte, que contemplan incluso el sobrevuelo con aviones B-52 capaces de transportar bombas nucleares.
Todo esto supone una grave amenaza para Corea del Norte por razones evidentes. Suspender las maniobras a cambio de la congelación de los programas [nucleares de Corea del Norte] permitiría reducir las tensiones y abriría la vía a ulteriores negociaciones con el fin, a ser posible, de desnuclearizar la península. Si examinamos el registro histórico, Corea del Norte puede que sea el régimen más feo del mundo –no cabe duda de que compite por el título–, pero ha seguido una política muy racional, de toma y daca. Ha respondido a las provocaciones de EE UU expandiendo su sistema nuclear. Ha respondido a los avances positivos reduciéndolo y, en un caso, en 2005, aceptando incluso desmantelarlo si EE UU cumplía sus obligaciones previstas en el tratado, cosa que EE UU no hizo en lo esencial.
Sin embargo, hay indicaciones de que las negociaciones podrían aliviar significativamente la crisis ahora mismo y abrir la puerta a un arreglo diplomático, que es la única esperanza real que queda para la supervivencia no solo de los coreanos, sino de todo el mundo, teniendo en cuenta la naturaleza de la amenaza.
Pregunta: Pero en todo caso, cualquier resolución sobre la península coreana será más complicada que la que puso fin a la crisis de los misiles de Cuba.
Chomsky: Lo que puso fin a la crisis de los misiles de Cuba fue una carta de Jrushchov, en la que propuso una retirada mutua pública de los misiles. Rusia retiraría los misiles de Cuba y a cambio EE UU retiraría los misiles Jupiter de Turquía. Ya he dicho que la retirada de estos últimos ya estaba prevista, pues iban a ser sustituidos por los submarinos Polaris, que eran mucho más letales y en aquel entonces invulnerables. Esta fue la propuesta. En realidad, Kennedy no la aceptó del todo. Quiso que fuera un acuerdo secreto, no público. Por fortuna, Jrushchov lo aceptó, de lo contrario no estaríamos conversando hoy aquí.
Pregunta: Las dos amenazas que el Bulletin aborda más exhaustivamente son la guerra nuclear y el cambio climático. Son amenazas de naturaleza muy distinta. La guerra nuclear tiene consecuencias potencialmente destructivas para la civilización, pero las armas nucleares no se han utilizado en tiempo de guerra desde Hiroshima y Nagasaki. El cambio climático, por otro lado, está ocurriendo, y si no se afronta debidamente, causará mucho sufrimiento a muchísima gente, pero no supondrá el fin de la civilización humana. Soy consciente de que esto es como comparar peras con manzanas, pero desde su punto de vista, ¿qué amenaza le preocupa más?
Chomsky: La amenaza del cambio climático me preocupa más porque espero que el milagro que estamos viviendo desde 1945 seguirá, y sin duda es un milagro. Si miramos los registros, es absolutamente pasmoso. Una y otra vez hubo una intervención humana, a veces casi en el último minuto, que evitó una guerra nuclear.
Al menos podemos tener la esperanza de que los líderes seguirán siendo razonables, o incluso lo agentes, porque desde Eisenhower en nuestro bando, y presumiblemente también en el bando ruso, la autoridad para utilizar las armas nucleares se subdelegó. Es posible que la subdelegación todavía exista, aunque esta información está clasificada. Los pilotos de la misión Chrome Dome durante la crisis de los misiles de Cuba, los B-52 que estaban volando por todo el mundo –alrededor de un tercio de la fuerza, con armas nucleares a bordo–, esos pilotos han dicho que estaban autorizados a utilizar las armas. No sé si esto es cierto, pero lo afirman. Al menos podemos esperar que la conciencia de que [una guerra nuclear] comportaría la práctica destrucción de la vida humana pueda impedir que se emprendan acciones destructivas.
En el caso del cambio climático, este es inexorable. Está produciéndose. Las amenazas son graves. Dentro de un par de decenios pueden ser extremadamente graves. Podríamos llegar a un punto de efectos no lineales, como la liberación de metano, que comporta consecuencias impredecibles, sin duda horribles. Tal vez la vida humana sobreviva entre los inuits o se adapte al clima en alguna montaña sobre un valle tropical en algún lado, algo por el estilo. La vida humana organizada corre un serio peligro.
La fusión del permafrost podría –o lo sabemos, pero podría– liberar microbios letales que podrían causar graves pandemias con terribles consecuencias. Ya nos encontramos casi en el límite del uso de los antibióticos conocidos, en gran parte debido a la producción cárnica industrial, que constituye otra contribución letal a [las amenazas para] la supervivencia humana. No es la única amenaza de pandemia, pero es una. Esta es otra cuestión que debe preocuparnos profundamente.
No tiene sentido continuar porque son muy fáciles de enumerar, pero nos enfrentamos a graves peligros. En lugar que abordarlos, cosa que podemos hacer, ya que son todos controlables, en lugar de abordarlos, digo, dedicamos enormes cantidades de dinero a intensificar los medios de destrucción, como los programas de modernización nuclear. Es casi surreal.
Pregunta: Sé que está usted al tanto de que más de 100 países han aprobado un tratado que prohíbe las armas nucleares. El tratado entrará seguramente en vigor este año, pese a que ningún país con armas nucleares lo ha suscrito. La idea es que con el tiempo el tratado de prohibición establezca una nueva norma internacional que inducirá a los países con armas nucleares a tomarse en serio la necesidad de proceder a un desarme nuclear general. Usted sigue muy de cerca las relaciones internacionales. ¿Cuál es su pronóstico? ¿Qué probabilidad hay de que un grupo de países numerosos, pero relativamente poco poderosos, prevalezca finalmente sobre los países más poderosos para obligarles a abandonar los instrumentos definitivos de su poderío militar?
Chomsky: Depende de nosotros. ¿Es posible construir un movimiento popular masivo en EE UU y otros Estados nucleares que obligue a sus gobiernos a reconocer que hemos de eliminar estas graves amenazas para la supervivencia humana? Podría ser. Volvamos a comienzos de la década de 1980, cuando hubo en efecto un movimiento antinuclear muy significativo en EE UU con un enorme apoyo [público], que influyó algo en la política, no lo bastante, pero algo. Esto puede volver a producirse, y creo que es la única esperanza de que este tratado entre en vigor, no solo en EE UU, pero sobre todo aquí.
Pregunta: ¿Dice usted que hace falta una presión interna en los países con armas nucleares? ¿No funcionará la presión internacional?
Chomsky: Tal como yo lo veo, los países con armas nucleares no cederán a las presiones de los que usted mismo ha calificado de Estados sin poder. Nunca lo han hecho en el pasado y no es probable que lo hagan ahora.
Pregunta: Ahora voy a abordar un tema que tal vez suene un poco fantástico, y espero que no se salga del terreno de la fantasía. Hemos oído hablar mucho del fascismo últimamente. Me parece que con respecto a las armas nucleares, no hay experiencias históricas que nos ayuden a entender cuál podría ser un planteamiento fascista sobre el uso de esas armas, suponiendo que los fascistas tomen el poder en algún lugar y se hagan con el control de armas nucleares. Los hilos históricos del armamento nuclear y del fascismo no se cruzan realmente. Hemos visto armas nucleares en manos de países democráticos, países comunistas, regímenes autoritarios, de un Estado apartheid. Se puede decir que todos estos países, con la excepción de EE UU en 1945, han manejado sus arsenales nucleares casi siempre de la misma manera. ¿Hay algún motivo para creer que un enfoque fascista del armamento nuclear sería diferente?
Chomsky: El término “fascismo” es bastante vago. Los rasgos fundamentales del fascismo que nos interesan aquí están perfectamente reproducidos en Corea del Norte, y sus políticas consisten en asegurar la posesión racional de armas nucleares. Las utilizan sin duda con fines disuasorios. Nadie piensa que la dirección de Corea del Norte pretenda aniquilarse a sí misma, lo que podría ser el efecto inmediato de cualquier acto agresivo. Es un régimen horripilante, pero son muy pragmáticos y están comprometidos con impedir la destrucción de su régimen. Tienen un medio para conseguirlo, a saber, la disuasión.
También están comprometidos con el desarrollo económico. Está admitido, aunque no se airee ampliamente, que el régimen busca el desarrollo económico, cosa que es importante. Solo pueden hacerlo de una forma limitada, con la enorme carga de la producción de armamento, lo que supone para ellos un buen incentivo para aceptar un acuerdo; algo como el acuerdo de 2005, según el cual, como ha escrito el experto en seguridad Leon Sigal, “Corea del Norte prometió abandonar ‘todas las armas nucleares y los programas de armamento existentes’”. Sin embargo, el gobierno de Bush abortó inmediatamente este acuerdo. ¿Habría funcionado? No lo sabemos, es posible. El acuerdo marco de Clinton con Corea del Norte funcionó más o menos durante 10 años. No del todo, pues se hicieron algunas trampas en cuestiones menores. Cuando se rescindió a raíz de las provocaciones de Bush, Corea del Norte no tenía armas nucleares. Quizá estaba disponiéndose a construirlas, pero no las tenía.
¿Cómo reaccionaría un régimen fascista? Tenemos un caso, la Alemania nazi, donde llegaron a la conclusión de que no podían producir esas armas a tiempo. Si las hubieran producido, ni siquiera me atrevo a imaginar las consecuencias.
Pregunta: ¿Hay algo en particular que no hemos comentado y que le guastaría plantear?
Chomsky: Creo que hay un crecimiento muy peligroso de la irracionalidad, especialmente en EE UU, y hasta cierto punto también en otros lugares. Esto es sumamente pernicioso. Es la irracionalidad combinada con una fuerte polarización, con la creación de burbujas en las que la gente refuerza sus propias creencias. Todo ello representa un peligro extremo, particularmente cuando tenemos un gobierno que se dedica a atizar el fuego. Es preciso hacer esfuerzos significativos en todos los niveles –educación, organización, activismo, que incluye a la izquierda, por cierto– para contrarrestar este fenómeno cultural muy pernicioso, que podría maximizar las enormes amenazas a que nos enfrentamos.
Pregunta: Cuando dice usted “irracionalidad”, ¿se refiere a…?
Chomsky: Mire las creencias. Las creencias que tiene la gente [según los sondeos de opinión] son increíbles. En numerosas cuestiones, la gente cree las cosas más alocadas. El mecanismo se entiende más o menos. Por desgracia, internet contribuye a ello creando esta tendencia a refugiarse en una burbuja de creencias que se autorrefuerzan. Entre los Republicanos, un sondeo reciente de YouGov muestra un elevado porcentaje que dice que cree más a Trump que a cualquier medio de comunicación, inclusive Fox News. Este es un signo de totalitarismo incipiente, cuando un líder es venerado como una deidad y lo que dice vale más que cualquier cúmulo de pruebas que puedan aducirse.
De hecho, una mayoría afirma que si Trump propusiera retrasar las elecciones de 2020 alegando que hubo un fraude electoral, que básicamente es inexistente, lo aceptarían. Estos son hechos muy peligrosos. Esto es bastante distinto de cosas como la creencia de que Obama es un musulmán nacido [fuera] de EE UU. Un 25 % de los Republicanos piensan que puede ser el Anticristo. Esto, de nuevo, es exclusivo de EE UU: el enorme poder de las creencias religiosas fundamentalistas, que el mundo fue creado hace 10 000 años y cosas por el estilo. Todo esto son procesos extremadamente peligrosos. No solo procesos –existen desde hace tiempo–, pero ahora se agudizan e intensifican en el actual clima político febril, cuando desde las máximas autoridades se atiza el fuego.
Pregunta: Me pregunto en qué sentido esto va en aumento. ¿Responden los líderes políticos a los prejuicios existentes de sus votantes, o sucede más bien que la gente acaba creyendo cosas que les han contado demasiadas veces?
Chomsky: Esto se refuerza recíprocamente, pero ha habido un proceso durante los últimos 40 años, más o menos. Ambos partidos políticos se han desplazado bastante a la derecha durante el periodo neoliberal. Así, los Nuevos Demócratas de hoy, Demócratas de tipo Clinton, son lo que antes solían denominarse Republicanos moderados. Bernie Sanders ha sido calificado, y se ha calificado él mismo, de revolucionario. Si miras sus programas, reflejan básicamente el liberalismo del New Deal, programas del tipo de los que no habrían sorprendido mucho a Dwight Eisenhower.
El Partido Republicano, mientras tanto, se ha ido tanto a la derecha que se ha salido del espectro político. Ya no pueden conseguir votos para un programa tan extremista de apoyo a los ricos y al poder empresarial. Si lo formulan de manera clara, no obtendrán ningún voto. Así que se han visto obligados a movilizar una base, que siempre ha existido, más o menos, pero que nunca ha estado organizada como fuerza política importante: cristianos evangélicos, ultranacionalistas, supremacistas blancos y otros. En este punto se produce el refuerzo mutuo.
De hecho, si contemplamos las primarias del Partido Republicano de los últimos 12 años o así, cada vez que ha emergido un candidato o una candidata –Michele Bachmann–, sus posiciones eran tan extremas que el aparato del partido movilizó sus fuerzas para destruirlos y lo consiguieron. Esta vez no lo ha logrado, pero ha ocurrido cada cuatro años a medida que el partido se desplaza cada vez más a la derecha y está obligado a apoyarse en esta clase de base.
Pregunta: Hay una tendencia en la vida estadounidense contemporánea que he oído calificarla de ignorancia combativa. Mi recuerdo llega hasta ahí, pero ¿diría usted que se trata de una tendencia que ha crecido notablemente con los años?
Chomsky: Siempre ha estado ahí. Creo que va en aumento, pero también se organiza más, destaca y actúa. En el pasado estaba latente. Ahora se encuentra en primera línea. Cuando Bobby Jindal, ex gobernador Republicano de Luisiana, advirtió hace un par de años que el Republicano estaba convirtiéndose en un partido estúpido, algo de verdad había en ello, y es una cuestión de principios. Tal vez el calentamiento global sea el ejemplo más extremo. Hace falta una estupidez extrema, planeada, militante y organizada para negar la gravedad de lo que está ocurriendo delante de nuestras narices. Hay líderes Republicanos que lo reconocen. Algunos de los momentos más chocantes durante las primarias fueron aquellos comentarios ocasionales de Jeb Bush y John Kasich cuando dijeron que “sí, es probable que esté ocurriendo, pero no haremos nada al respecto, porque no debemos”. Tal como lo puso Kasich [en una conferencia sobre energía el año pasado], “vamos a extraer [carbón], lo depuraremos y lo quemaremos en Ohio, y no vamos a pedir perdón por ello”.
¿Cómo calificar esto exactamente? No lo sé.
12/10/2017
Traducción: viento sur
 

Eric Toussanit La colosal deuda privada de las empresas




Menos de diez años después de la quiebra de Lehman Brothers, ocurrida en septiembre de 2008, ya están reunidos los ingredientes de una nueva gran crisis.
Sin embargo, los gobiernos de las principales economías del planeta habían prometido restablecer una disciplina financiera que respetara el interés general y evitara nuevas crisis de efectos dolorosos para la población. A fin de defender este sistema capitalista que asqueaba a una mayoría de la opinión pública, multiplicaron la palabrería sobre medidas fuertes destinadas a reformar el sistema para darle un "rostro humano", pero por supuesto sin que esto cambiara nada en la práctica. En realidad, la política que los gobiernos y los dirigentes de los bancos centrales han llevado a cabo ha cuidado y favorecido a los intereses del gran capital, en particular los de las grandes sociedades financieras. Ninguna medida estricta ha obligado seriamente a los capitalistas a poner freno a la toma de riesgos, a reducir la especulación, a invertir en la producción.
Las crisis forman parte del metabolismo del sistema capitalista pero todas no son iguales. En el presente artículo, no se trata de recordar las causas generales de las crisis capitalistas. Se trata aquí de diagnosticar factores que conducen ciertamente a una nueva crisis de gran amplitud.
Cuando estalle, los gobiernos, los dirigentes de los bancos centrales y la prensa dominante aparentarán sorpresa, como cada vez que ocurre.
Para la gente que se opone al sistema, es fundamental señalar con el dedo las responsabilidades y mostrar cómo funciona el capitalismo a fin de ser capaces de imponer una lógica diferente y de romper radicalmente con este sistema.
Desde 2010, aprovechándose de la política de bajas tasas de interés adoptada por los bancos centrales de los países más industrializados (Reserva Federal de los Estados Unidos, Banco Central Europeo, Banco de Inglaterra, Banco de Japón, Banco de Suiza....), las grandes empresas privadas han aumentado masivamente su endeudamiento. En Estados Unidos, por ejemplo, la deuda de las empresas privadas no financieras ha aumentado en 7 800 millardos de dólares entre 2010 y mediados de 2017.
¿Qué han hecho con el dinero prestado? ¿Lo han invertido en investigación-desarrollo, en inversiones productivas, en transición ecológica, en creación de empleos decentes, en la lucha contra el cambio climático? En absoluto.
Este dinero ha servido en particular para realizar las siguientes actividades:
I. Las empresas piden prestado para recomprar sus acciones en bolsa. Esto produce dos ventajas para los capitalistas: 1) hace subir el precio de las acciones; 2) permite remunerar a las y los accionistas sin consecuencias en el pago de impuestos sobre los beneficios. Además, en numerosos países, las plusvalías sobre las acciones no están gravadas con impuestos o lo están a tasas muy bajas (en comparación con el impuesto sobre la renta o el IVA). Ya en 2014, las recompras de acciones en Estados Unidos alcanzaron un montante mensual de entre 40 y 50 millardos de dólares 1/. El fenómeno ha proseguido posteriormente. Subrayemos que ya se había asistido, antes de la precedente crisis, a un aumento muy fuerte de las recompras de acciones a partir de 2003, que había alcanzado un máximo en septiembre de 2007 en plena crisis de las subprimes. Entre 2010 y 2016, las empresas norteamericanas compraron sus propias acciones en Bolsa por un montante aproximado de 3 000 millardos de dólares 2/. Como titulaba el diario financiero Les Echos, "las recompras récord de acciones son el motor de Wall Street". Una gran parte de la buena salud de las bolsas, no solo la de los Estados Unidos, es debida a las recompras masivas de acciones. Es pues completamente artificial.
Evolución de las recompras de acciones ("buybacks") por 500 grandes empresas privadas de los Estados Unidos de 1999 a 2017 en millardos de dólares (índice S&P 500)
Evolución de los dividendos pagados a los accionistas de 1999 a 2017 en millardos de dólares
Evolución de las recompras de acciones (en azul) y de los dividendos (en verde) de 1999 a 2017 en millardos de dólares. La curva roja indica la evolución del S&P 500, un índice bursátil basado en 500 grandes sociedades que cotizan en las bolsas americanas. El índice es propiedad y está gestionado por Standard&Poor´s, una de las tres principales sociedades de calificación de crédito.
“En el mundo real, las empresas capitalistas piden prestado capital en los mercados para recomprar sus acciones en Bolsa a fin de aumentar la riqueza de sus accionistas”.
En el mundo imaginario del sistema capitalista enseñado en los manuales de economía, las empresas emiten acciones en Bolsa para recaudar capital a fin de invertirlo en la producción. En el mundo real, las empresas capitalistas piden prestado capital en los mercados financieros o a los bancos centrales para recomprar sus acciones en Bolsa a fin de aumentar la riqueza de sus accionistas y dar la impresión de que la salud de la empresa es excelente.
Los dirigentes de empresa que son en parte remunerados en stock options, es decir en acciones que pueden revender, tienen un interés enorme en animar a su empresa a que recompre sus acciones. Quien parte y reparte....
Hay igualmente que subrayar que los dirigentes de empresa han sido muy generosos en materia de distribución de dividendos. Entre 2010 y 2016, los dividendos entregados a los accionistas en Estados Unidos alcanzó los 2 000 millardos de dólares. En total, si se suman las recompras de acciones y los dividendos distribuidos, los accionistas de las firmas estadounidenses han percibido 5 000 millardos de dólares entre 2010 y 2016.
En la cuenta de balance de las empresas, del lado del pasivo, la parte que se refiere a las deudas de la empresa crece mientras disminuye la parte que corresponde a las acciones de la empresa. Si llega a ocurrir que las tasas de interés sobre la deuda de la empresa aumentan, el pago de los intereses corre el riesgo de volverse insostenible y llevar a la quiebra. Además, si el curso de las acciones -que ha sido artificialmente inflado por el efecto combinado de las recompras y de la burbuja bursátil- baja con fuerza, la quiebra esta también a la vuelta de la esquina.
Hay que señalar que la recompra masiva de sus propias acciones, que ha sido muy practicada por grandes empresas norteamericanas como Hewlett Packard (HP), IBM, Motoroloa, Xenox, Symantec o JC Penney, no ha bastado para mejorar su salud.
II. Las empresas piden prestado para comprar créditos. Compran productos estructurados compuestos de créditos concedidos a otras empresas o a particulares. Compran sobre todo obligaciones emitidas por otras empresas privadas así como títulos públicos. La firma Apple tenía ella sola en 2017 créditos sobre otras empresas por un montante de 156 millardos de dólares, lo que representa el 60% del total de sus activos 3/. Ford, General Motors y General Electric compran igualmente deudas de otras empresas. El 80 % de los activos de Ebay y el 75 % de los activos de Oracle son créditos sobre otras empresas.
Las treinta principales empresas no financieras de los Estados Unidos activas en el mercado de las deudas poseen juntas 423 millardos de dólares de deudas de empresas privadas (Corporate debt and comercial paper securities), 369 millardos de dólares de deudas públicas y 40 millardos de dólares de productos estructurados (Asset Backed Securities y Mortgage Backed Securities).
En la medida en que las empresas intentan maximizar los rendimientos que sacan de los créditos que poseen sobre otras empresas, están empujadas a comprar deudas emitidas por las empresas menos sólidas dispuestas a remunerar a los prestamistas más que otras. El mercado de las deudas con riesgo se amplifica.
Si las empresas deudoras llegan a entrar en dificultades de pago, las empresas acreedoras se encontrarán en dificultades. En 2016, Apple hizo saber a las autoridades americanas que un aumento del 1 % de las tasas de interés podría provocar una pérdida de 4,9 millardos de dólares 4/. Tanto más en la medida que para financiar estas compras de deudas, Apple, igual que las demás empresas, ha tomado prestado. Por ejemplo, en 2017, Apple ha tomado prestados 28 millardos de dólares. Su deuda financiera total se elevaba a alrededor de 75 millardos de dólares. Por efecto dominó, en Estados Unidos podría producirse una crisis de una amplitud tan importante como la de 2007-2008.
Hay que saber igualmente que cuando las tasas de interés suben, el valor de los títulos de deuda de las empresas baja. Cuanto esos créditos (es decir los títulos de deudas emitida bajo forma de obligaciones por las empresas privadas) representan más una parte importante de los activos de las empresas, más puede tener un impacto negativo sobre la salud de los acreedores la caída del valor. Estos acreedores corren el riesgo entonces de carecer de fondos propios para compensar la devaluación o la desvalorización de los créditos que poseen.
La situación descrita corresponde a una nueva progresión de la financiarización del capital: las grandes empresas no financieras siguen desarrollando sus inversiones financieras. Apple, Oracle, General Electric, Pfizer, Ford o General Motors refuerzan sus departamentos financieros y asumen de nuevo cada vez más riesgos para aumentar sus beneficios. Si antes prestaban el 60 % de su liquidez a intermediarios, en particular los money market funds, para maximizar su rendimiento, ya no les confían mas que el 50 % y asumen ellas mismas directamente el riesgo a fin de maximizar sus rendimientos.
Además, una gran parte de los créditos poseídos sobre otras empresas pasan por paraísos fiscales, lo que aumenta la opacidad de las operaciones realizadas y puede aumentar el riesgo. Las islas Bermudas e Irlanda están entre los principales paraísos fiscales utilizados por las grandes empresas de los Estados Unidos que apuestan a fondo por la optimización fiscal.
Lo que acaba de ser descrito concierne al conjunto del mundo capitalista aunque los datos presentados se refieran a la economía de los Estados Unidos.
La montaña de deudas privadas de las empresas estará en el corazón de la próxima crisis financiera. Pero crisis o no, los comportamientos descritos justifican ampliamente la acción de todas las personas que luchan para acabar con el capitalismo y el sistema de la deuda.
Traducido por Alberto Nadal
Notas
1/ , “Return of the buyback extends US rally”, 5 diciembre 2014.
2/ , “Buyback outlook darkens for US socks”, 22 junio 2017.
3/ , “Debt collectors”, 16-17 septembre 2017.
4/ , “Patcy disclosure gives investors little to chew on”, 28 septembre 2017.
 

Atilio Boro La ultima cita de Fidel Castro


Análisis
Fidel Castro por Oswaldo Guayasamin (extracto) fidel   guayasamin extracto pq
Hace un año usted se nos iba. Los medios de todo el mundo dijeron, con ligeras variantes, algo así como “la muerte se llevó a Fidel”. Pero, con todo respeto, Comandante, usted sabe que no fue así porque usted eligió el día de su muerte. Perdone mi atrevimiento pero ella no vino a buscarlo; fue usted, Fidel, quien la citó para ese día, el 25 de noviembre, ni uno antes, ni uno después. Cuando cumplió 90 años, le dijo a Evo Morales y Nicolás Maduro que “hasta aquí llego, ahora les toca a ustedes seguir camino”. Pero usted también siguió su camino, aferrándose a la vida unos meses más hasta el momento preciso en que había citado a la muerte para que lo viniera a buscar. Ni un día antes, ni un día después.

¿Qué me lleva a pensar así? El hecho de que en cada una de las cosas que hizo desde su juventud siempre transmitió un significado revolucionario. La simbología de la Revolución lo acompañó toda su vida. Usted fue un maestro consumado en el arte de aludir a la Revolución y su necesidad en cada momento de su vida, pronunciando vibrantes discursos, escribiendo miles de notas y artículos, o simplemente con sus gestos. Sobrevivió milagrosamente al asalto al Moncada y ahí, de “pura casualidad”, usted aparece ante sus jueces ¡justito debajo de un cuadro de Martí, el autor intelectual del Moncada! ¿Quién podría creer que eso fue un hecho casual? Es cierto: la muerte fue a buscarlo infinidad de veces, pero nunca lo encontró: burló a los esbirros de Batista que lo buscaban en México y sobrevivió a más de seiscientos atentados planeados por la CIA. Usted todavía no la había llamado y ella, respetuosa, esperó que usted lo hiciera.

Un hombre como usted, Comandante, que hacía de la precisión y la exactitud un culto no podía haber dejado librado al azar su paso a la inmortalidad. Revolucionario integral y enemigo jurado del culto a la personalidad (exigió que, a su muerte, no hubiese una sola plaza, calle, edificio público en Cuba que llevara su nombre) quería que la recordación de su muerte no fuese sólo un homenaje a su persona. Por eso le ordenó que lo viniera a buscar justo el mismo día en que, sesenta años antes, hacía deslizar río abajo –sin encender los motores– el Granma, para iniciar con su travesía la segunda y definitiva fase de su lucha contra la tiranía de Batista. Quería de esa manera que la fecha de su deceso se asociase a un hito inolvidable en la historia de la Revolución cubana. Que al recordarlo a usted las siguientes generaciones recordasen también que la razón de su vida fue hacer la Revolución, y que el Granma simboliza como pocos su legado revolucionario.

Conociéndolo como lo conocí sé que usted, con su enorme sensibilidad histórica, jamás dejaría que un gesto como este –el recuerdo de la epopeya del Granma– quedase librado al azar. Porque usted nunca dejó nada librado al azar. Siempre planificó todo muy concienzudamente. Usted me dijo en más de una ocasión “Dios no existe, pero está en los detalles”. Y en línea con esta actitud el “detalle” de la coincidencia de su muerte con la partida del Granma no podía pasar inadvertido a una mente tan lúcida como la suya, a su mirada de águila que veía más lejos y más hondo. Además, su sentido del tiempo era afinadísimo y su pasión por la puntualidad extraordinaria. Usted actuó toda su vida con la meticulosidad de un relojero suizo. ¿Cómo iba a dejar que la fecha de su muerte ocurriese en cualquier día y sepultase en el olvido la partida del Granma y el inicio de la Revolución en Cuba? Usted quiso que cada año, al homenajear a su figura, se recordase también el heroico comienzo de la Revolución en aquel 25 de noviembre de 1956 junto a Raúl, el Che, Camilo, Ramiro, Almeida y tantos otros. Usted la citó y la muerte, que siempre respeta a los grandes de verdad, vino a recogerlo puntualmente. No se atrevió a desafiar su mandato. Y sus médicos tampoco, a los cuales estoy seguro les advirtió que ni se les ocurriera aplicarle medicina alguna que estropeara su plan, que su muerte ocurriera antes o después de lo que usted había dispuesto. Nadie debía interponerse a su voluntad de hacer de su propia muerte, como lo había hecho a lo largo de toda su vida, su último gran acto revolucionario. Usted lo planificó con la minuciosidad de siempre, con esa “pasión por los detalles” y la puntualidad con que hizo cada una de sus intervenciones revolucionarias. Por eso hoy, a un año de su partida, lo recordamos como ese Prometeo continental que aborda el Granma para arrebatarle la llama sagrada a los dioses del imperio que predicaban la pasividad y la sumisión para que, con ella, los pueblos de Nuestra América encendieran el fuego de la Revolución y abrieran una nueva etapa en la historia universal. ¡Hasta la victoria siempre, Comandante!

- Dr. Atilio A. Boron, director del Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini (PLED), Buenos Aires, Argentina. Premio Libertador al Pensamiento Crítico 2013. www.atilioboron.com.ar Twitter: http://twitter.com/atilioboron Facebook: http://www.facebook.com/profile.php?id=596730002

La última  

https://www.alainet.org/es/articulo/189439

Isabel Rauber Los movimientos sociales en tiempos de contrarrevolución preventiva global

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La intelectual argentino-cubana hace una radiografía del estado actual de los movimientos sociales en América Latina e identifica los desafíos que les exige la coyuntura, particularmente de los que están en situación de gobierno.

La globalización cambia de rostro

La realidad local, regional, continental y global en la que estamos inmersos, en no pocas ocasiones asombra, sorprende y hasta produce perplejidad.

A 12 años del “No al ALCA”, se hace evidente que los derrotados de entonces recompusieron sus fuerzas, actualizaron su estrategia y volvieron para recuperar los territorios perdidos, según ellos, esta vez “para siempre”.

Esto responde, por un lado y con marcado énfasis, a cambios tan rápidos como imperceptibles en su momento, de la organización global del capital en aras de imponer, garantizar y afianzar su hegemonía económica, cultural y política en todo el planeta. En esta tarea convergen centralmente, sectores del gran capital financiero, empresarial, tecnológico, farmacéutico, de la banca, del complejo militar industrial, y los grandes medios de comunicación masiva, cuyos dueños o asociados son los sectores de poder mencionados.

Perfeccionando los engranajes de su articulación en aras de la dominación, el período ilusorio del supuesto “fin de las ideologías” y el “somos todos amiguitos”, ha trasmutado –quitándose la máscara en un abrir y cerrar de ojos, a un estado de guerra global. Este disuelve uno a uno los derechos de la ciudadanía históricamente conquistados y transforma las bases y el modo de existir de las democracias. Ello no ocurre de modo “gracioso” ni casual. Responde a un plan muy bien elaborado, basado en la estrategia global del poder de “guerra preventiva”, la cual, identifica, construye o potencia nuevos “enemigos”, cuyo combate será la justificación de la implementación de las transformaciones necesarias en el ámbito jurídico-político de las democracias para tener el mundo bajo control. Las guerras, el injerencismo de todo tipo y la desestabilización de gobiernos, la criminalización de toda resistencia –individual o colectiva a este “nuevo orden” global, serán la antesala para el accionar de los motores del saqueo, la dominación y hegemonía del poder del capital sobre el resto de la humanidad. La globalización ha mutado internamente y muestra su rostro agresivo feroz en la aplicación de su estrategia de contrarrevolución preventiva global. Para avanzar con ella, los factores de poder necesitan disfrazar sus intenciones al menos en una primera etapa, y construir los nichos mentales de su aceptación y asimilación en todos y cada uno de los habitantes del planeta. ¿Cómo?, las herramientas principales son los medios de comunicación masiva, las redes sociales, y los intelectuales afines. Hoy están “engrasados” y actuantes los mecanismos más potentes de manipulación global (social e individual); son capaces de subvertir –si lo necesitan, el curso de vida de una sociedad, modificándolo acorde con las necesidades de intervención de los poderosos, para que consigan sus objetivos. Factores como la corrupción (por ellos mismos propiciada), el descontrolado narcotráfico, el crimen organizado, el terrorismo, la prevención ante las catástrofes naturales, son piezas claves en ese engranaje complejo de auspicio-justificación del intervencionismo y control social e individual por parte del poder global a través de sus agentes locales o en alianza con ellos.

Por otro lado, la perplejidad o desorientación que esta realidad provoca en algunos ámbitos de la izquierda (partidaria, intelectual o social) en Latinoamérica, converge con el estallido de los viejos paradigmas acerca del capitalismo, las revoluciones sociales, el socialismo, los sujetos, la política… Estos conceptos ahora se evidencia, se quedaron como aletargados en el siglo XX, respondiendo a la modernidad que los había engendrado, más allá de la supervivencia del tiempo histórico de la misma. El pensamiento binario, las miradas lineales, simples y unilaterales acerca de los procesos sociales, acuñaron un mecanicismo y determinismo que se resistió (y en cierta medida aun se resiste), a visualizar, reconocer y comprender la complejidad del mundo, es decir, la yuxtaposición simultánea y entrecruzada de dimensiones diferentes que (inter)definen los acontecimientos sociales en cada momento, acorde con el estado de situación de los factores (realidades, procesos, sujetos) de las dimensiones que se vayan entrecruzando. La dialéctica XXI o “teoría de la complejidad”, posibilita mirar y entender el mundo en la dimensión en que este es conocido en este tiempo y en base a cuyo conocimiento se definen acciones del poder. No es posible continuar de espaldas a ella.

El cambio cultural en el campo popular, progresista o de izquierdas es inaplazable

El cambio cultural, tantas veces reclamado, se impone. Pero no es parche; no basta con leer un libro, con visitar un barrio o una comunidad… Está anclado a nuevas prácticas, a debates con la diversidad de actores sujetos, sobre todo para escuchar, y a estudios críticos de las experiencias históricas y recientes de los movimientos sociopolíticos que hicieron posibles, que gestaron, las coyunturas políticas que posibilitaron la llegada al gobierno de sectores populares, progresistas o, incluso, representantes de los propios movimientos populares, indígenas, sindicales, campesinos, de mujeres… como ha ocurrido, por ejemplo, en el proceso revolucionario democrático de Bolivia, que abrió cauce a la fundación del primer Estado Plurinacional de Nuestra América, anclado en un proceso raizal de revolución democrática en descolonización intercultural.

Pero una cosa es leer recomendaciones, incluso enunciarlas, y otra asumirlas y desarrollarlas en nuevas prácticas políticas de organización y convivencia cotidiana en cada actividad en la que se participa. Hace falta una labor consciente, intencional y simultánea de deconstrucción de viejos paradigmas que hoy son grandes anteojeras, abrir las entendederas a lo nuevo y lo que viene coexistiendo y desarrollándose desde abajo: las experiencias comunitarias de vida e interrelación, las creaciones alternativas económico-productivas de los pueblos que vienen gestando una nueva civilización, aunque ciertamente, todavía muy limitadas –entre varias razones, por su estado de fragmentación y aislamiento.

En tanto la política se desarrolla en base al conflicto entre fuerzas sociales con intereses diversos, en el que cada una busca dirimir a su favor las diferencias en los disímiles terrenos en que se enfrentan, necesariamente, un sector o agrupamiento de sectores, necesita predominar sobre los otros, dominarlos, ya sea mediante el uso de la fuerza directa (sobre los cuerpos: represión), o sobre las mentes (hegemonía ideológica, cultural y política). Estamos en el tiempo del predominio de esta última tendencia. La interrogante que surge es: ¿Se ha actuado atendiendo a que este factor es la clave del accionar del adversario político de los pueblos y sus representantes en este tiempo? La respuesta es “No”. Y los espacios vacíos o abandonados fueron ocupados por la ideología del poder que sí se ocupó de llenarlos con sus contenidos y proposiciones engañosas. Ciertamente, es de notar que la irrupción de los gobiernos populares abrió puertas a cierto acomodamiento y achatamiento del quehacer de actores políticos y sociales, abonando también una especie de reflujo del protagonismo de los otrora muy activos movimientos sociales, que se suma agravando lo anteriormente expresado.

¿Este reflujo o desmovilización demuestra acaso que los movimientos sociales son efímeros o limitados en su accionar político?

Está claro que los años de gobierno popular promovieron enormes avances en materia de derechos, justicia social, reconocimiento de identidades, cosmovisiones, culturas, pueblos… No han sido gobiernos ineficientes ni acomodados. Sus acciones y transformaciones transformaron, sino las raíces, las interrelaciones sociales abriendo un tiempo de oportunidades para todos y todas. Entre ellas pueden destacarse, por ejemplo, la alfabetización; el programa “Hambre cero”; los bonos de ayuda a la niñez, a las mujeres, a los ancianos; el acceso a la vivienda, a la salud, a la educación, de amplios sectores populares, pasos firmes en aras de la igualdad de derechos; el reconocimiento de la plurinacionalidad de nuestros países; el reconocimiento pleno de los pueblos indígenas originarios, sus identidades, cosmovisiones, modos de vida; la revalorización social de las comunidades y el modo de vida y organización comunitario; la creación de las comunas y consejos comunales; el desarrollo de formas productivas eco-sustentables; los derechos de los LGTBI; el fortalecimiento de organizaciones y movimientos sociales… La recuperación del Estado como instrumento para la redistribución de la riqueza en beneficio de los sectores populares históricamente excluidos, saqueados y empobrecidos por las clases dominantes al servicio de la dependencia colonial; los avances en la articulación regional y continental de los gobiernos populares progresistas y los pueblos, esto es, en la construcción de alternativas independientes del yugo colonial económico, político y cultural imperialista, entre cuyos exponentes están: TELESUR, la CELAC, el ALBA, la UNASUR, los avances hacia la creación del Banco del Sur y las modificaciones en marcha en el Mercosur…

Nada de esto sería admitido ni “perdonado” por los poderosos desplazados del poder político. Hoy, a 12 años del No al ALCA, retornan vigorizados a través de las diversas modalidades de neogolpismo democrático-judicial que han elaborado. Con ello buscan, al igual que los conquistadores de antaño, lograr el aplanamiento social, la exclusión y la negación de todo derecho; aplastar toda resistencia para que los pueblos con la cabeza baja y sin atreverse a levantar la vista para mirarlos a los ojos, se sometan a sus designios y requerimientos. En un mundo donde hay una creciente población sobrante y cada vez menos recursos naturales para la vida, la servidumbre y nuevas formas de esclavitud están a la orden del día.

Pero no solo el neogolpismo y los medios de comunicación masiva son gestores de la situación actual del continente. El presente continental es parte de la pulseada política con el poder y sus dinámicas contradictorias. En ellas han influido también –como frenos o limitaciones factores internos del campo popular. Por ejemplo, el descuido hacia la labor política, el relegamiento de la participación popular en las políticas públicas, la subestimación de la construcción de poder popular desde abajo, el abandono o relegamiento de la formación política, la escasa creación de espacios para el intercambio, debate y reflexión entre los movimientos sociales y de ellos con otras fuerzas sociales y políticas populares o de izquierda; el olvido de la necesidad de buscar canales y contenidos para promover la rearticulación de los actores sociales y sus subjetividades políticas acorde con las nuevas realidades sociopolíticas que iban surgiendo en la medida que las iban creando y construyendo. En esta situación intervinieron, además, otros elementos.

La llegada de los gobiernos populares, en donde ocurrió, produjo un cambio en la coyuntura sociopolítica. Esto es: las fuerzas sociales que hasta ayer se articulaban o agrupaban para luchar contra los gobiernos neoliberales y sus estados, pasaron de pronto, a estar en situación de sintonía con los representantes del gobierno y el estado. Estas condiciones modificaron las subjetividades políticas de los diversos actores y disolvieron rápidamente las bases que hicieron posible hasta ese momento, su articulación y constitución en actor colectivo. En breve tiempo la fragmentación sectorial volvió a emerger.

Además, con la asunción de los gobiernos populares parecía que el “enemigo” se había desdibujado (y para muchos, disuelto), y que el viejo tiempo de luchas ya no tenía sentido. Había llegado el momento de “cosechar” lo que se había sembrado con tanto sudor y lágrimas. Esto es: ocupar cargos políticos o estatales, tener representación parlamentaria, dirigir ministerios, gobernaciones, municipios, etc. En general, puede decirse que cada sector social se replegó sobre sí mismo, a lo corporativo, centrado en defender lo que consideró “le correspondía”. La negociación bilateral con gobernantes se abrió paso y no pocas veces sin éxito. Tal vez porque ambas partes de la ecuación buscaban fortalecer sus posiciones.

Por esa vía, el sujeto político colectivo de ayer se fue (auto) desarticulando y prácticamente desapareció políticamente. La subjetividad colectiva ya no era tal.

Al modificarse los fundamentos que hicieron posible la intersubjetividad política anterior constitutiva del sujeto colectivo, pero mantenerse inalterables las bases (nexos sociales) sobre las cuales se había articulado, el sentido de su articulación sociopolítica en el nuevo tiempo (gobiernos populares) se resquebrajó y abrió las puertas a la fragmentación. Entonces los sujetos se replegaron a lo que sabían hacer: retomar sus prácticas defensivo sectoriales con el retorno de las disputas intersectoriales o sectoriales, aisladas del “todo político social” del cual ya no se sentían co-partícipes.

De conjunto, esto abrió cauces al desarrollo de una tendencia desmovilizadora de los movimientos. Ya no se trataba de luchar en las calles por derechos; con la llegada de los gobiernos populares estos ya estaban aceptados y reconocidos. El énfasis se puso entonces en negociar espacios de poder. Y así ocurrió. La desmovilización, por asimilación o descabezamiento de la dirigencia histórica de los grandes movimientos sindicales, indígenas, campesinos o político-partidarios del campo popular debido a su colocación en puestos gubernamentales o estatales, departamentales, provinciales, etc., desplazó gradualmente la anterior capacidad de ofensiva política. Así, en vez de reconstituirse en fuerza político social de tracción de los procesos políticos de transformación social en revolución democrática, las fuerzas sociales y políticas populares pasaron a ser una suerte de asociados o clientes de nuevo tipo de los gobiernos. La perspectiva crítica revolucionaria perdía un territorio importante, indispensable, para la diputa política en ciernes. Disputa que no es solo ni principalmente teórica, sino ante todo, de resistencia y presión de pueblos organizados y en lucha en las calles, en las comunidades y en todos los territorios del país.

Desafíos urgentes

Cualquiera que sea la situación actual de los procesos populares democráticos iniciados hayan finalizado los gobiernos populares o continúen en el ejercicio de sus funciones y responsabilidades, la arremetida conservadora imperialista define un presente en el que a las fuerzas populares y progresistas o de izquierda no les cabe ponerse a buscar responsables ni culpables de errores, limitaciones o derrotas, sino más bien identificarlos sean de movimientos sociales o partidos, y ponerse en marcha de conjunto para precisar las tareas políticas que demanda este tiempo y definir los desafíos que de ellas se desprendan. Entre ellos, por ejemplo:

A. Revertir/superar

●La ausencia de formación y debates políticos en movimientos sociales populares y partidos políticos de la izquierda latinoamericana.

●El tareísmo, que una vez más ocupó todas las dimensiones del quehacer político-social con lo cual muchas quedaron sin desarrollarse, en primer término, la dimensión político-ideológica-cultural del cambio, espacio vacío que fue ocupado y aprovechado por los opositores y sus campañas mediáticas de manipulación política.

●La separación jerárquica entre lo político y lo social y su pretendida subordinación a lo político partidario, estatal, gubernamental.

●La desarticulación del sujeto político colectivo. Es inaplazable atender a la rearticulación del sujeto político colectivo (socio-político), a partir de nuevas bases.

●La apología abstracta de “la democracia”. La democracia conquistada parecía ser un espacio social sin ideología en el que cada quien se podía desenvolver a sus anchas, buscando su bienestar, sin problemas ni obstáculos. Y así parecía ocurrir hasta que los sectores de oposición (viejo poder), reacomodados en la nueva situación, se hicieron políticamente presentes. Entonces la lucha de clases en democracia se hizo presente de modo evidente a través de las luchas políticas entre oposición y gobernantes.

●Las anteojeras propias de la mentalidad lineal, mecanicista, binaria y dogmática propias del siglo pasado, que sobreviven en la cultura política de amplios sectores, actores e intelectuales, partidos progresistas o de izquierda del continente.

B. Activarse; romper el cerco político-cultural del poder y sus tentáculos

Recuperar/fortalecer la autoestima. Es urgente recuperar la autoestima, el sentido de la organización social y política, construir canales entre ambas corrientes de identidad, organización, acción y pensamiento.

Reconocer, valorizar y afianzar los logros alcanzados por los pueblos y sus gobiernos populares/progresistas. No dejarse arrastrar por la propaganda malintencionada que busca invisibilizar los logros, inventar o potenciar defectos y machacarlos en aras de borrar la memoria colectica, criminalizando a referentes políticos populares, acuñando la idea del fracaso y, con ella, que “no se puede” cambiar la realidad y que, por tanto, no queda otra que aceptar este mundo tal y como está (naturalización de la injusticia, la explotación, la exclusión…).

Salir del círculo de manipulación del poder. Esto es clave. Dentro de él todo lo del pueblo resulta pecaminoso: la política, los derechos, la representación y la movilización… La “derrota moral” que los poderosos asestaron a los gobiernos populares (salientes) ha sido un elemento determinante para poner fin de tales procesos y también para la legitimación de los gobiernos que le sucedieron. En ella alimentan su legitimidad y asientan sus políticas neoliberales de nueva generación. Salir del cerco es indispensable, o la condena a una interminable defensiva justificatoria será el camino hacia una fragmentación y debilidad creciente del campo popular.

Cambiar la mentalidad, romper viejos esquemas que ya son tabúes: la separación de lo político y lo social, y sus sujetos, sus identidades y propuestas, sus organizaciones y actividades. Está claro que no todos son ni representan lo mismo, pero están raizalmente articulados desde el mismo momento en que responden a una misma realidad social y luchan para transformarla acorde con los intereses colectivos del pueblo. El desafío, en este sentido, es articular, no borrar diferenciaciones, ni responsabilidades y roles, sino articularlos para construir una poderosa fuerza político social colectiva de liberación (Mészáros).

●Abocarse a la formación política simultáneamente con el conjunto de actividades políticas del momento. Esto no puede entenderse como “adoctrinamiento”, sino, ante todo, está anclado a la recuperación y reflexión crítica de las experiencias populares de creación de poder popular desde abajo (en lo económico, organizativo-territorial, cultural, social…).

●Promover la participación y los procesos de aprendizaje políticos de las juventudes.

Revertir la desmovilización, el quemeimportismo y, finalmente, impedir la caída de amplios sectores del campo popular (incluyendo clases medias), en las redes comunicacionales de manipulación masiva, producidas por la oposición.

●Apelar a la participación protagónica en todas las dimensiones de la vida social, de todos y cada uno de los actores‑sujetos del campo popular, promoviendo sus ámbitos de empoderamiento territorial y comunitario. Poner fin a las prácticas que los relegaron a ser espectadores del proceso sociopolítico de cambios del que debieron haber sido co-protagonistas. En este sentido, los sectores político partidarios necesitan un sacudón político-cultural. Porque la participación no pasa solo por convocar a los otros/as a sumarse; es también –y tal vez, ante todo, estar donde viven los pueblos, en las comunidades, comunas, barrios, campos… para compartir, escuchar y dialogar. Implica también recuperar la cultura asamblearia masiva; recuperar la fuerza de la relación política persona a persona, casa por casa y en los lugares de trabajo.

La política está donde está el pueblo en su diversidad; convocar su protagonismo, contribuir a organizarlo o fortalecerlo si fuese necesario, es parte de lo que hoy implica promover la participación popular.

A los movimientos sociales, populares, indígenas, sindicales, juveniles… se les presenta hoy un nuevo escenario en la disputa social, cultural y político. Y el peso político de su protagonismo se evidenciará favorablemente si lo asume y desarrolla, o negativamente si queda vacío.

Construir o reconstruir el sujeto político, conducción socio-política colectiva. Esta es una labor que solo puede resultar del quehacer y la voluntad de los propios actores. ¿Se puede promover o contribuir a este proceso? Definitivamente sí; todos pueden hacerlo. Por ejemplo, desarrollando talleres de producción de conocimiento colectivo, para identificar y poner de manifiesto los puntos clave de entrecruzamiento e interdependencia de realidades, identidades, problemáticas y actores (con sus subjetividades), como base para su rearticulación. Esto, siempre acompañando prácticas de encuentro y diálogo entre todos y con todos, comprendiendo que ellas constituyen la fuerza pedagógica mayor.

¿Por qué pensar en una conducción política colectiva y no en “vanguardia”?

Las razones son diversas. Enfatizaré aquí algunas: Por un lado, porque una conducción colectiva no se asienta en la diferenciación jerárquica de los sujetos; no hay “adelantados y atrasados”. Quiérase o no, si hay adelantados o avanzados, hay también rezagados, atrasados; inferiores… No es que se diga así, pero se expresa en las prácticas políticas; es lo grave. En vez de aportar al fortalecimiento de la articulación y la unidad, la vanguardia tiende a buscar su diferenciación y la subordinación de “los demás” a lo que ella decida; es una resultante inevitable. De ahí que las vanguardias hayan resultado ser ineficientes, tanto para dirigir procesos colectivos como gobiernos. Los pueblos no quieren ser “arriados”, sino protagonizar. Y si esto no lo pueden realizar en el ámbito político al que pertenecen, los adversarios –que están al tanto, lo aprovechan para mostrarles espejitos prometiéndoles lo que anhelan, que será, en síntesis, un protagonismo de cinco minutos que allanará el camino hacia su sometimiento y destrucción.

Fortalecer la unidad del campo popular. Lo que no se hizo ayer, ya no se puede modificar. Pero sí se puede hacer hoy lo que al presente corresponde, tomando conciencia de la actual situación de extremo peligro para la vida que atraviesa la humanidad. Los movimientos indígenas, sindicales, campesinos, populares urbanos y del campo, de jóvenes, de mujeres, LGTBI, etc. son claves en esto pulseada; su rearticulación es indispensable. Pero ello no ocurrirá como resultado de un discurso ni una conferencia, es vital que sean estos sujetos, en su diversidad quienes vayan descubriendo las bases de la articulación y la interdependencia de unos y otros, y con la sociedad y la organización institucional y su representación política en el quehacer individual y colectivo. La fragmentación es el abono de todo derrota; la unidad el mayor antídoto, escudo y lanza. Promover espacios de encuentro, reflexión y organización en este sentido, es una de las tareas políticas por excelencia en este tiempo.

Manos a la obra.

2017-11-13

Publicado en: La época Con el título: “Romper el cerco manipulador del poder externo e interno”