Sanciones de USA contra Rusia o el tiro por la culata

Opinión
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Conductos de suministro de petroleo (verde) y gas (rojo) a Europa
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Los políticos del establishment de los Estados Unidos tienen una perversa tendencia a que los resultados de sus iniciativas en política internacional produzcan resultados contrarios a los objetivos perseguidos; es lo que en inglés y usando la jerga del medio diplomático se conoce como blowback1. Tal es el caso de las recientes sanciones contra Rusia, aprobadas por el Congreso de los Estados Unidos. Los legisladores norteamericanos parecen ignorar los cambios que están teniendo lugar en la economía mundial y parecen ignorar que los Estados Unidos han sido desplazados como eje de la Economía Mundial. Los Estados Unidos ya no son los acreedores del mundo ni tampoco son el lugar donde todos quieren invertir. Desde el último tercio del Siglo XX los Estados Unidos, gracias a una balanza comercial crónicamente negativa y a la emisión inorgánica de dinero y de valores inorgánicos, pasaron a ser los mayores deudores del mundo.

En los Estados Unidos se suele olvidar que el auge económico del país comenzó cuando, después de anexarse medio México, los Estados Unidos llegaron al Océano Pacífico. Era la realización, ayudada por las armas y las torpezas mexicanas, del llamado Destino Manifiesto (Manifest Destiny), una singular doctrina según la cual el destino de las trece colonias inglesas nacidas en el borde de la costa oriental de América del Norte era expandirse sobre territorios franceses y mexicanos hasta alcanzar el Océano Pacífico. Una vez alcanzado el Pacífico, fue cuando ese acontecimiento se convirtió en el eje del crecimiento económico mundial durante todo el siglo XIX: el desarrollo de infraestructuras para ligar la costa del Este en el Atlántico con la costa del Oeste en el Pacífico, requirió muchísimo dinero. Es la época plasmada por las películas tipo Western; la época de los Robber Barons y de la construcción de ferrocarriles. Fue también la época en que los financistas de todo el mundo (sobre todo ingleses) se volcaron hacia Estados Unidos y convirtieron a New York en el mayor centro financiero, después de Londres.

Mientras estos acontecimientos tenían lugar en los Estados Unidos, la población norteamericana, en esa época, estaba compuesta principalmente por agricultores que era el tipo de gente adecuado para desplazarse a llenar los espacios vacíos que dejaba lo que dieron en llamar la Nueva Frontera. Esto sucedía justo cuando la Vieja Europa sufría las consecuencias políticas de la Revolución Francesa y las guerras napoleónicas se combinaban con la precariedad laboral causada por la Revolución Industrial, para crear una convulsionada incertidumbre política y económica que alimentó una emigración masiva hacia ese espacio que se abría, ofreciendo frescas oportunidades en un ambiente de libertad formal. Fue así como, a medida que la antigua población norteamericana de vocación agrícola emigraba para colmar los nuevos espacios abiertos al Oeste, una nueva población recién llegada de Europa y con formación técnica y artesanal se instaló en las ciudades de la costa este.

Este fenómeno acentuó la tendencia a la industrialización del espacio nororiental de los Estados Unidos, haciendo nacer .industrias que se fortalecieron con la demanda de material que exigía la construcción de la nueva infraestructura, que en ese momento se equipaba con las ultimas novedades de la ciencia y la tecnología, como líneas férreas, las locomotoras a vapor y el telégrafo. El desarrollo de esa infraestructura dio un tal impulso al crecimiento económico de los Estados Unidos que, al terminar el Siglo XIX, Estados Unidos ya era una gran potencia financiera e industrial y es en calidad de tal que participa en la Primera Guerra Mundial, al final de la cual sale convertido en la principal potencia financiera del mundo, el país con el cual todas las otras potencias (vencedoras o vencidas) estaban endeudadas. Luego, con la Segunda Guerra Mundial, los Estados Unidos victoriosos quedan como la única gran potencia financiera. Al punto de que, en Bretón Woods, se acepta el dólar norteamericano como la moneda universal.

Esta supremacía económica reina incontestada hasta que, en 1970, los Estados Unidos dejan de ser los principales exportadores de petróleo y en 1971, ante una balanza comercial muy desfavorable a causa de haber pasado de ser el principal exportador de petróleo a ser el mayor importador. Fue entonces cuando los Estados Unidos renegaron su compromiso de Bretón Woods, de mantener su dólar respaldado por un patrón oro (US$35/Oz). Es a partir de ese momento que el dólar estadounidense comienza a ser emitido sin respaldo alguno y comienza el endeudamiento de Estados Unidos. La razón por la que el dólar siguió y sigue siendo aceptado como medio de pago es porque, al devaluar, Estados Unidos logró un acuerdo con los países de la OPEP, para que el petróleo que exportaban se cotizase exclusivamente en US$ y todos los países industrializados que exportaban a EEUU eran grandes importadores de petróleo, de modo que, de facto, eran dólares que pasaron de estar garantizados por un patrón oro para estar respaldados por un patrón petróleo, entonces se les llamó Petrodólares. Desde esa época las finanzas del gobierno de EEUU están ligadas al comercio financiero de Wall Street y por ello los intereses de los bancos, prevalecen sobre los intereses de los ciudadanos (desde 1913 la Federal Reserve, un grupo de grandes bancos privados, substituyó a la Secretaría del Tesoro en la emisión de dinero, que es un bien público).

En diciembre de 1991, cuando, destrozada por el esfuerzo económico que significó la carrera armamentista durante la Guerra Fría se disolvió la Unión Soviética, los Estados Unidos gozaban de una holgada situación económica. Su deuda pública de US$ 3.665 millardos era apenas un 58% del PIB. Se pensaba que, una vez terminada la Guerra Fría, con la lógica disminución de los gastos de Defensa, volverían a aumentar los gastos en infraestructura social humana y física. La comparación con el estado económico de la Federación Rusa, sucesora de la URSS, una economía devastada por 70 años de planificación centralizada que daba prioridad absoluta a la inversión en gastos militares. Rusia sufrió la colonización por Occidente de su política económica durante la era Yeltsin, que terminó privatizando a precios irrisorios las empresas claves de la infraestructura industrial del Estado. Todo parecía indicar que la ventaja de la economía norteamericana sobre la rusa se iría acentuando en el curso de los venideros años de paz. Aquello que algunos bien pensantes dieron en llamar “El dividendo de la Paz”. Sin embargo, a medida que pasaba el tiempo, los resultados de la paz en los Estados Unidos, se distanciaban cada vez más de lo que pudiera ser un dividendo socioeconómico. Pareciera que la ausencia de la amenaza soviética hacía que las políticas económicas de Estados Unidos, fuesen influenciadas cada vez más por los intereses financieros de Wall Street. Esa política ha conducido a una pésima redistribución de la riqueza, que ha sumido en la deuda a las clases asalariadas que trabajan en otros sectores que no sean los servicios financieros.

Como sucede siempre, las deudas de los sectores productivos de un país terminan siempre por reflejarse en las cuentas del Estado. La deuda por educación es considerada muy indicativa porque representa una inversión en el futuro desarrollo del país. Poco después de terminada la Guerra Fría (1997), en Estados Unidos la deuda de los hogares por prestamos, para educación superior, alcanzaba poco menos de US$30 millardos. Para 2017, había subido a la impagable cifra de más de 1,3 billones; lo cual dividido entre 44 millones de estudiantes arroja una cifra de US$ 48.000 de deuda por estudiante. Un detalle particular del sistema social norteamericano, si tenemos en cuenta cuando vemos que la educación superior es gratuita en países más pobres como Rusia y todos los países de la Unión Europea y de la paupérrima América Latina, todos ellos muy ajenos a las ínfulas de modelo universal con que se pavonean los Estados Unidos.

Es que en la política económica norteamericana las deudas son un modo de vida. Desde la época de Alexander Hamilton su primer Secretario del Tesoro. Es por eso que después de la Guerra Fría el dividendo de la Paz no ha contribuido a sanear las finanzas públicas, ni a mejorar la infraestructura, como sucedió en los países del antiguo Bloque Comunista; mientras que en Occidente la doctrina neoliberal imperante sirvió para hacer aflojar los controles de los estados sobre la economía; en particular para desregular el sector financiero. Es así como, gracias a la eliminación de las normas que distinguían entre bancos de ahorros y bancos de inversión, bien pronto fue absorbido casi todo el sector financiero por los bancos dedicados a la especulación financiera donde los gobiernos tuvieron que intervenir, para salvar al sector financiero entero con dinero público, usando el pretexto de proteger a los ahorristas. Esa política Made in USA aumentó las deudas nacionales de todos los países Occidentales, que están estrechamente ligados al sistema de Wall Street o a la City de Londres. Naturalmente, siempre con Estados Unidos a la cabeza.

En 2017, los Estados Unidos son el país más endeudado del mundo, con una deuda de 20 billones (trillions) y que significan un 104% de su PIB, lo que lo aproxima al grupo de países más endeudados de Europa: el decisivamente llamado grupo de los PIGS (Portugal, Italia, Grecia y España). Para hacer comparaciones: la Zona Euro tiene un promedio de deuda que llega al 90% del PIB, cifra que sobrepasa holgadamente el límite de 60% establecido en el Acuerdo de Maastricht. Grecia que sufre de tan mala reputación tiene una deuda que es un 179% de su PIB; le siguen Italia con 133%; Portugal con 130%; Chipre con 107%; Bélgica con 106%. Tales cifras figuran muy desfavorablemente con las de Rusia, cuya deuda nacional es de 190 millardos, y que cuyo pago no le acarrea ningún problema porque es apenas un 13% de su PIB, con una inflación que oscila entre el 4 y 5 %; lo que mantiene el rublo estable a pesar de las sanciones que le aplican desde la crisis ucraniana del 2014.

A pesar de las sanciones y de los bajos precios de los hidrocarburos; las reservas de Rusia llegaron a 406 millardos en 2017, una subida empinada desde los 385 millardos que tenía cuando tuvo lugar la crisis ucraniana del 2014.

El desarrollo de Eurasia

Las dos principales potencias económicas del Siglo XXI son la Unión Europea (PIB 20,7 billones (trillions) y China (PIB 23,066 billones (trillions). La fuente es el FMI y hemos preferido las cifras relacionadas con la paridad del poder de compra, que nos parecen más exactas, porque el modo tradicional de medir el PIB, se presta a que la inflación deje apariencia de crecimiento. Que la Unión Europea y China sean las primeras economías del mundo, desplazando a los Estados Unidos a un tercer lugar, no hace más que confirmar que son las economías mas competitivas, tal como lo demuestra el hecho de que sean las economías mas exportadoras; ambas con una balanza comercial netamente favorable. La balanza comercial de los Estados Unidos es crónicamente desfavorable y si bien suele ser positiva en servicios, en bienes se defiende con la exportación de armamento, algo que depende de factores políticos, más que de competencia comercial. El otro gran rubro de exportación norteamericano en bienes son productos agrícolas; pero aquí de nuevo no se trata de competitividad; se trata de productos con precios altamente subsidiados contra los cuales los productores locales, que suelen ser países del Tercer Mundo, no pueden competir.

El hecho es que, por leyes casi físicas, hay una tendencia a que las grandes economías exportadoras graviten unas hacia otras. El destino principal de las exportaciones de la Unión Europea es aún los Estados Unidos. El segundo destino es China, pero que a diferencia del mercado de los Estados Unidos, que es un mercado estancado, el mercado chino es el mercado que mas crece. Para China el principal destino de sus exportaciones es la Unión Europea. El espacio físico entre las dos principales economías del mundo se llama Eurasia y es un espacio estrechamente vinculado, económica y políticamente, a la Federación Rusa. Es Eurasia el lugar donde van a tener lugar las mayores inversiones en infraestructura del Siglo XXI. Serán las obras principalmente de transporte y telecomunicaciones, necesarias para ligar estrecha y eficazmente las economías de China y la Unión Europea. Hasta ese ímpetu tan lógico, que casi nos parece accesorio, sucede que Rusia es el principal proveedor de energía de ambos lo cual implica enormes inversiones en el campo energético, una actividad de la cual, en passant, las nuevas sanciones extraterritoriales del Congreso de los Estados Unidos miran a excluir a las propias empresas norteamericanas y también a las europeas.

El desarrollo de la infraestructura entre China y la Unión Europea tendrá, durante el Siglo XXI, un papel de estímulo a la economía mundial, que será similar al que tuvo en el Siglo XIX. El desarrollo de la infraestructura entre la costa del Este y la costa del Oeste de los Estados Unidos ya se comienza a entrever la magnitud de los trabajos que van a tener lugar. Ya está en construcción la red de oleoductos y gasoductos que van a distribuir el producto de los yacimientos siberianos, entre China y la Unión Europea. Uno de ellos es el North Stream II en el lecho del Mar Báltico y que está destinado a garantizar a Europa un suministro que sea independiente de los acontecimientos que tengan lugar en la convulsionada Ucrania. El gasoducto del North Stream II esta específicamente considerado en el texto legislativo de las sanciones que serán aplicadas contra Rusia, Irán y Corea del Norte. El nuevo ferrocarril entre Moscú y Kazan es otro proyecto en curso que ya deja entrever la magnitud de las obras de infraestructura que tendrán lugar en Eurasia. Se trata de un tren de alta velocidad (400km/h) que cubre un trayecto de 770 kilómetros con escalas cada 50-70 Km. El tiempo de viaje de Moscú a Kazan será reducido de 14 horas a 3:30. Este proyecto en curso de ejecución es parte de una red de trenes de alta velocidad que en su última etapa unirá a Pekín con Berlín. Estos proyectos son parte de la infraestructura de lo que en China han dado en llamar la Nueva Ruta de la Seda, en la que los caminos polvorientos de las caravanas serán substituidas por autopistas, trenes de alta velocidad y redes de fibra óptica.

El conjunto de obras será presumiblemente financiado por el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (Asian Infrastructure Investment Bank- AIIB). El AIIB comenzó con un capital de US$50 millardos, aportados principalmente por China y Rusia. Los Estados Unidos trataron de boicotear la participación de otros socios, pero sin éxito porque poco tiempo después todos sus vasallos europeos habían suscrito una participación. Hoy día, hasta la Argentina de Mauricio Macri es socia del AIIB. Es que el atractivo de los buenos dividendos es más fuerte que el prejuicio político. La ley con las nuevas sanciones a Rusia fue apenas aprobada ayer, 27 de julio, por la Cámara de Representantes y ya hoy habían críticas a las ilegales pretensiones de extraterritorialidad típicas de la política internacional del país indispensable y excepcional. El Canciller de Austria Christian Kern las tildo de irracionales y contrarias al sentido común; Claude Juncker, Presidente de la Comisión Europea protestó diciendo que la política de América Primero (America First) no debía ser equivalente a Europa de última. La Ministra de Economía de Alemania, Brigitte Zypries alertó que esas sanciones podían generar contra-sanciones y hacer que se cayera en una guerra económica. Fue un diputado ruso quien trató de encontrarle un motivo racional a esa absurda ley aprobada por el Congreso de Estados Unidos: dice que trata de obligar a que los europeos compren el gas de esquisto producido en Estados Unidos a un precio mucho más caro que el gas ruso. En efecto el primer cargamento de gas de esquisto ya fue entregado en la dócil Polonia.

Visto que los mayores proyectos que habrá en este siglo pasan por territorio ruso las recientes sanciones contra Rusia excluyen de ese jugoso pastel a las empresas norteamericanas. Con la típica arrogancia de quien hasta ahora era el principal mercado del mundo. Al querer castigar a las empresas rusas, castiga también a aquellas que participen en proyectos rusos, el Congreso americano castiga sus propias empresas y sin querer obtiene el resultado contrario de provocar la solidaridad europea con Rusia. Un enésimo caso de blowback.

Ginebra 28 /07/2017
1 En castellano corresponde a « tiro por la culata ».

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