India: Perspectivas de futuro de la izquierda india

Achin Vanaik

 23 Noviembre 2012,Sin Permiso


Las claves de una izquierda radical y rejuvenecida en la India deben ser la defensa de alternativas al capitalismo neoliberal, la formación de un frente unido anticapitalista, reforma de su principio organizativo del "centralismo democrático" para permitir auténticos debates democráticos  en su seno y la participación constante en las luchas de y para el pueblo.

Después de las elecciones 2009 al Lok Sabha, es evidente que la izquierda parlamentaria ha sufrido una derrota tan grave que no esta fuera de lugar describir su situación actual como de crisis. El hecho es que no es sólo su pobre desempeño electoral lo que constituye una grave advertencia, sino que existe la sensación generalizada de que incluso como una fuerza de movilización popular ha llegado a su techo en comparación con su propio pasado. ¿Cómo puede la izquierda tratar de revivir? ¿Puede convertirse en una fuerza significativa política y socialmente, con capacidad de ayudar a cambiar a mejor la vida política y social de la India, de manera que puedan avanzar hacia un futuro socialista que trascienda el capitalismo? Las opiniones aquí expresadas son personales y se refieren ante todo a las corrientes principales de la izquierda parlamentaria, al Partido Comunista de la India (Marxista) - CPI (M), al Partido Comunista de India (CPI) (y tal vez de paso, al Partido Comunista de India (Marxista -leninista)-Liberación - CPI (ML-L), excluyendo de este análisis al Partido Comunista de la India (Maoísta), que persigue una estrategia de derrocamiento armado del estado indio, una estrategia que crea sus propios problemas internos de autoritarismo militarizado, y que, desde mi punto de vista, no tiene ninguna posibilidad de éxito.

En la medida en que la izquierda comunista se define en relación con el capitalismo, lo que perciben los diferentes partidos, fuerzas sociales e intelectuales de izquierda que va a ser la futura trayectoria del capitalismo, a nivel global y en la India, dará forma a sus propias interpretaciones de lo que deberían ser las estrategias futuras de la izquierda india.

En este sentido, la derecha tiene razón: lo que significa que el capitalismo realmente existente es la única forma de capitalismo actualmente posible. Se trata de un capitalismo neoliberal, irreversiblemente rapaz, ecológicamente moderado y que puede adoptar un rostro más o menos humano. Es decir, puede ser lo que se ha denominado "neo-liberalismo compensatorio", con una serie de programas de asistencia social en vez de satisfacción universal de derechos sociales; o, si se quiere, un "neoliberalismo disciplinario" mucho menos propenso al estado del bienestar. Lo que esto indica es que el objetivo de un capitalismo democrático y social a nivel nacional o mundial, es decir, la visión de una democracia global cosmopolita que necesariamente tendría que  basarse en algún tipo de keynesianismo global, es una quimera, incluso como un objetivo, perspectiva o situación transitoria.

La izquierda debe, por supuesto, proponer diversas perspectivas sociales y democráticas como un auténtico estado del bienestar, pleno empleo, economía verde, más derechos sociales y culturales, y más empoderamiento de la gente común, no porque crea que son plenamente alcanzables en el capitalismo, sino precisamente porque no lo son. Por lo tanto, estas reivindicaciones y la lucha por su conquista puede ser el estímulo para el desarrollo de una comprensión mucho más radical de la necesidad de romper con el capitalismo, tan pronto como sea posible. En resumen, la izquierda india, aun cuando las circunstancias y sus propios errores la han situado a la defensiva más que en el pasado, debe ser ahora más radical que nunca en su programa y su práctica. Estratégicamente hablando, incluso teniendo en cuenta la necesidad de posibles compromisos tácticos y retrocesos, tomar la ofensiva es no sólo la mejor, sino la única estrategia realista para avanzar. ¿Qué quiere decir esto o implica? ¿Dónde está la izquierda india? Y ¿a dónde va desde aquí?

La izquierda y sus desafíos

Más de 20 y pico después de la caída del bloque comunista de la Unión Soviética y Europa Oriental y de la transformación capitalista de la China post-Mao, India es el único país del mundo que tiene dos partidos comunistas, que son los herederos políticos de la Tercera Internacional estalinista y del maoísmo, que no sólo han sobrevivido tanto tiempo, sino que crece y son más influyentes. Es un testimonio sin duda de la peculiaridad india - su combinación única de ser en el nivel macro una democracia burguesa muy estable, pero contar aún con niveles extraordinarios de pobreza económica y múltiples formas de opresión social, cultural y política, a menudo de una brutalidad extrema.

Esto ha permitido que conceptos estalinistas y maoístas de "desarrollo nacional", disfrazados de "verdadero proyecto socialista", sigan teniendo un gran atractivo, aunque haya sido al precio de carecer de una estrategia adecuada y eficaz para enfrentar con éxito y socavar un capitalismo que dispone de su mejor "envoltura política”, es decir, una democracia liberal auténtica y real, aunque limitada y débil. El resultado final es que las principales, es decir, las mayores corrientes organizadas de la izquierda comunista no han podido evitar los dos peligros de una subordinación total, o de un completo rechazo de la política parlamentaria.

Ambas vías han sido y siguen demostrando ser un callejón sin salida para los que no quieren cambiar el rumbo de su política: sus teorías y programas, sus estructuras y prácticas organizativas. Las sugerencias aquí formuladas, como se mencionó anteriormente, no se dirigen a todas las fuerzas comunistas, sino a las que al menos formalmente reconocen la necesidad de combinar la actividad política parlamentaria-electoral con la extra-parlamentaria y al mismo tiempo están comprometidas formalmente con la lucha contra el imperialismo, el internacionalismo socialista y el objetivo de trascender el capitalismo. Hay, en este sentido, algunos principios rectores clave para los partidos y organizaciones que persiguen políticas auténticamente transformadoras, incluso cuando se opera en el marco de una democracia liberal capitalista.

Para esas fuerzas, es el programa el que debe hacer al partido, no al revés. Es decir, hay límites estrictos a la dilución de su programa, e incluso de partes de él y de reivindicaciones relacionadas de ese programa, con el objetivo de conciliar alianzas estratégicas o incluso tácticas con otras fuerzas, para ampliar la base social-electoral del partido o incluso para alcanzar el poder. Además, lo que se desprende de este principio es que aunque se hagan esfuerzos para alcanzar el poder provincial en un marco burgués, el objetivo principal no es permanecer en el poder a toda costa a base de sacrificios programáticos y políticos, sino el de permanecer fieles y ser coherentes con el programa y sus objetivos implícitos de reforma, incluso si ello significa tener que abandonar el poder o la derrota en las urnas. Los compromisos son a veces necesario, pero deben estar basados en principios. Las derrotas son a veces inevitables y deben ser reconocidas como tal. No se deben disfrazar las retiradas como meros desvíos útiles o deseable.

Otro principio clave es que los partidos anti-capitalistas debe ser partidos de cuadros y tienen que resistir a toda costa la tentación de convertirse en partidos de opinión, no de cuadros, que prioricen ante todo, tener la mayor cantidad de votos inter-clasistas, inter-castas, inter-género en su base electoral y, en consecuencia, deban renunciar a la política de polarización que implican las movilizaciones extraparlamentarias socialmente progresistas para sustituirlas por otras de carácter comunitario o marginal. De hecho, la única manera de que las fuerzas políticas de la izquierda radical puedan seguir avanzando electoralmente es apoyándose en su política de movilización extraparlamentaria en el mayor número posible de temas que reflejen todo el abanico de las injusticias contemporáneas. En definitiva, el equilibrio entre los objetivos parlamentario-electorales y la actividad extra-parlamentaria siempre debe inclinarse con fuerza hacia la segunda. Pero esto a su vez impone dos realidades fundamentales.

En primer lugar, el destino de los partidos de la izquierda radical y sus perspectivas políticas están ligadas, sobre todo, al carácter de su base de cuadros, incluso más que a sus bases sociales que serán más variable, inciertas y fluctuantes en sus lealtades, como puede esperarse, dado el marco operativo de un sistema de competencia multipartidista. Garantizar, mantener, ampliar y profundizar la conciencia política-ideológica, el compromiso, la moral y la disciplina moral de su base de cuadros es fundamental. Sin ello no puede darse la política de movilización que debe estar en el corazón mismo de la política de los partidos de izquierda y que deben incorporar los distintos tipos de luchas justas, bien sean en nombre de la redistribución o del reconocimiento de derechos, de la igualdad de oportunidades o del derecho a decidir, de la subsistencia o las preocupaciones de identidad. La disciplina de los cuadros, su entusiasmo y su compromiso son de carácter voluntario y no puede ser institucionalmente impuestos desde arriba. Ese compromiso voluntario perdura sólo si (A) se origina en una profunda creencia en la justicia de la causa, en la coherencia del marco de orientación ideológica, en la validez del programa del partido que expresa concretamente el camino hacia el logro de los objetivos finales. (B) Se trata de ser parte de una organización cuya cultura interna es muy democrática y, por lo tanto, capaz de continuas auto-correcciones. (C) Y nace de la participación constante en las luchas reales de las masas oprimidas. ¿Qué se desprende de todo ello? Me atrevo a sugerir lo siguiente:

(1) Una renovación teórico-ideológico: el rechazo total de toda la tradición estalinista, de su política, programa, organización. Sólo de esta manera puede tener lugar la revitalización de la causa socialista que es necesaria.

(2) Una revisión programática, que rechace el enfoque del cambio revolucionario en dos etapas y todo lo que acompaña a esta perspectiva en términos de compromisos sociales y alianzas de clase con esta o aquella fracción de la llamada burguesía progresista.

(3)Una clarificación programática en el sentido de que la democracia socialista será más profunda y más amplia que la democracia burguesa, que prevé incluso mayores derechos cívicos, sociales, culturales, económicos, así como la participación pluripartidista, incluidas las fuerzas políticas declaradamente burguesas y capitalistas, sobre la base de que el derrocamiento violento de un orden post-capitalista estará constitucionalmente prohibida.

La democracia interna y los frentes amplios

Organizativamente, todo partido comunista que se precie debe estar estructurado de tal forma que sea sensible al contexto en el que opera y maximice la democracia interna. Aunque la izquierda convencional indio tiene una estructura interna más democrática que todos los demás partidos burgueses, dalias (intocables) o étnicos en el país (algo que es invariablemente ignorado por los críticos) aun no es suficiente.

(1) Lo que se requiere no es el rechazo del principio del centralismo democrático, sino un reconocimiento de que se trata fundamentalmente de un concepto político, no organizativo. En la medida que un partido de izquierdas debe tratar de desarrollar una visión coherente y global que abarque la comprensión de todas las formas de opresión y explotación, y de cómo luchar contra ellas, esta visión no puede ser propiedad de unos pocos líderes o teóricos o el monopolio del comité central o del comité ejecutivo. Sólo se puede llegar a ella, mantenerla, corregirla y avanzar a través de la máxima libertad de debate, controversia y discusión probados con la práctica. Como las mejores épocas del bolchevismo histórico y como las prácticas de sus herederos más principistas han mostrado, debe existir plena libertad para los miembros del partido para conectar horizontalmente entre sí y para buscar apoyo dentro del partido político para opiniones independientes del control de los órganos de dirección. Es decir, debe existir una estructura de reglas y normas que permita la existencia de tendencias y fracciones, su representación proporcional a todos los niveles de la pirámide de los órganos de dirección.

(2) En la medida en que la India tiene sus especificidades en cuanto a las formas de opresión, el reconocimiento de su importancia debe implicar reservar una representación proporcional al peso en la afiliación en el partido de los dalits (intocables) / y otras castas bajas, tribus originarias y mujeres en todos los niveles de la pirámide de los órganos de dirección. El valor de estas medidas a la hora de atraer a militantes de esos grupos oprimidos, y en el desarrollo de la capacidad y la credibilidad del partido para dirigir luchas sectoriales debería ser evidente.

(3) Uno de los mayores fracasos en la India ha sido la difícil y suspicaz relación entre los partidos de izquierda y los movimientos sociales independientes de ellos. A pesar de la culpa de ello es compartida, corresponde a los partidos, especialmente a la izquierda parlamentaria asumir una mayor responsabilidad para rectificar esta situación. No sólo hay que dar apoyo decidido a tales movimientos, pero también se debe a menudo adoptar intencionadamente un perfil bajo y secundario, sin intervenir en los movimientos como meras fuentes de reclutamiento. Además, en las asambleas legislativas en todos los niveles, los partidos de izquierda deben actuar como los portavoces parlamentarios de los movimientos progresistas con la misma determinación y compromiso que si tales movimientos tuvieran sus propios representantes. 

(4) Forjar una mayor unidad de la izquierda es una necesidad. La opinión de que el PCI (M) y el PCI tienen diferencias programáticas fundamentales que impiden su fusión es, visto desde fuera, incomprensible, y quizás para muchos que están dentro. Solo sirve para alimentar la sospecha de que los principales obstáculos para dicha unidad han sido disputas y peleas burocráticas y de aparato sobre repartos de puestos públicos. Además, la actitud ante las políticas de Frente Amplio (FA) también ha dejado mucho que desear. Estos frentes sobre temas específicos o con programas limitados de acuerdo no son mecanismos que, más allá de la unidad de acción, deban exigir unidad de análisis o de argumentos. Mientras que lo que une a las partes constitutivas de un FA es siempre más importante que lo que los divide, debe también aceptarse la plena libertad de debate y controversia en la que distintas organizaciones tratarán de expresar sus puntos de vista y ganar adeptos a sus perspectivas con respecto a las tácticas a seguir o ajustes programáticos que se harán. Los FA son más eficaces cuando son democráticos, cuando se combina compromiso unitario global con libertad para criticar. Este enfoque del FA siempre ha sido anatema para los enfoques estalinistas en los que el socio dominante invariablemente ha tratado de maximizar la lealtad a sus perspectivas no a través de la máxima libertad de debate político y la crítica, sino a través de otros medios.

Estas sugerencias son muy insuficientes para hacer frente a la actual "crisis de la izquierda india", pero, en mi opinión, constituyen un modesto paso adelante en el esfuerzo colectivo para rejuvenecer la izquierda india.

(Este artículo se basa en una presentación en un seminario sobre "Las izquierdas indias: Perspectivas de Desarrollo Social y Desafíos Políticos", organizado por el Consejo de Desarrollo Social en Nueva Delhi el 8 de agosto de 2012.)

Achin Vanaik ha sido profesor del departamento de Ciencias Políticas, Universidad de Delhi. 

Traducción para www.sinpermiso.info: Gustavo Buster

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