México Marcos Roitman Rosenmann Nochixtlán: tirar a matar



C
uánto más habrá que soportar. Ya no se trata de indignación. Las reformas neoliberales se están llevando por delante la decencia y la vergüenza. Las matanzas y desde luego la represión indiscriminada forman parte de su patrimonio. Sus reformas destilan sangre. No hay argumento capaz de justificar la violencia como parte del discurso político, menos aún con el recurso espurio de actuar bajo presión y disparar en legítima defensa.
Siempre igual, las víctimas son hombres, mujeres, jóvenes comprometidos con un futuro mejor y no ser sobrevivido como excrecencia de la economía de mercado. Se resisten a ver cómo México se desintegra por la ineficacia de una oligarquía política incapaz de comprender el significado de las palabras dignidad, democracia, negociación, participación, mediación y representación.
Para quienes hoy detentan el poder, el PRI y sus colaboradores necesarios, los enemigos a combatir son la juventud, los pueblos originarios, las organizaciones populares, los movimientos sociales, las cooperativas de producción campesina, los estudiantes, maestros, sindicalistas, intelectuales, deportistas; en definitiva, aquellos que levantan la voz, que han mostrado la desnudez de un mal gobierno y de sus prácticas corruptas. Los mismos que se han llenado los bolsillos a costa del sufrimiento de la clase trabajadora.
Nos despertamos con el horror, con un acto de absoluta arbitrariedad. Ya no se trata de una acción aislada, cuya explicación se encuentra en una orden a destiempo, en el miedo de un policía inexperto, que dispara. El asesinato, por el momento de ocho civiles; 22 desaparecidos y 45 heridos de bala responde a una acción conjunta, pensada, articulada y definida como estrategia de guerra total contra la sociedad civil organizada, donde el miedo, la represión y la violencia se conjugan en una sola propuesta: tirar a matar. Así dejan constancia Genaro Bautista y Franco Gabriel, como señala Luis Hernández Navarro en su artículo Oaxaca en las barricadas ( La Jornada 21/06/16).
Las autoridades guardan un silencio cómplice frente al horror de la matanza de Nochixtlán. O, como ya es costumbre, se parapetan en la manida frase: Se investigará hasta las últimas consecuencias; caiga quien caiga. Demagogia fácil, la misma que emplearon en Acteal, Atenco, Tlatlaya, Michoacán o Iguala. Los verdaderos responsables siguen usurpando el poder, beneficiándose de un control despótico, que oculte a sus compinches y deje libre a los culpables. Con uno o varios chivos expiatorios será suficiente. Algo similar a lo acontecido con Ayotzinapa.
Peña Nieto y sus ministros, los mismos que no tienen problemas en desnacionalizar el petróleo, privatizar y desregular a gusto de las grandes corporaciones trasnacionales, son los únicos responsables de la violencia, del uso de la fuerza descomunal, tan irracional como desigual. En la matanza de Oaxaca no existen eximentes, sólo cabe definirla como una estrategia de extermino.
Armas de última generación, drones, helicópteros lanzando gases lacrimógenos sobre la población, tecnología de punta para reprimir y acallar las voces de los maestros, cuyo único delito ha sido y sigue siendo exigir ser escuchados.
La política contra la CNTE, sus dirigentes y portavoces ha sido permanente. Cuenta con el beneplácito de Nuño y el eterno apoyo de la mafia del SNTE, verdaderos beneficiados de las reformas. Para la secretaría y el gobierno ha sido más fácil descalificar, identificar a los docentes refractarios con maestros que se oponen a ser evaluados. Ignorantes, sin formación y con escasos méritos, incapacitados para sentarse en una mesa de diálogo y negociación, sólo les cabe asumir las reformas. Bajo esta mentira, han recibido el desprecio y se les ha colgado el sambenito de enemigos del cambio. Se les ha criminalizado; ya no son maestros, docentes, profesores, son alborotadores, vendepatrias, mafiosos y narcotraficantes. Personas sin honor, despreciables. El gobierno del PRI no ha escatimado recursos para presentar el movimiento de maestros de la CNTE ante la opinión pública internacional como gente sin escrúpulos dispuesta a todo con tal de mantener sus privilegios, sin explicar cuáles.
Hoy, las noticias que abren los telediarios en España manipulan, no informan, hablan de enfrentamientos entre las fuerzas del orden público y grupos de encapuchados que les dispararon cuando se disponían a despejar las carreteras bloqueadas ytomadas por grupos de manifestantes. Bajo el paraguas de la legítima defensa, no hubo alternativa: dispararon para protegerse de los alborotadores, quienes disparaban, levantaban barricadas y profanaban los valores patrios. En fin, una retahíla de argumentos para justificar el asesinato a manos de la policía de ocho ciudadanos, trasformados en terroristas urbanos, delincuentes profesionales cuya finalidad era sembrar el caos y desconocer el poder legítimamente constituido. La autoridad, por tanto, no pudo dejar de actuar. El estado de guerra es ya una realidad en México. Disparen a matar.

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