Turquía. Entrevista a Tariq Alí “La mezcla de inteligencia aguda, audacia y renacer de la esperanza que vi me parecen realmente ejemplares”


Zeynep Bilgehan 

Lunes 1ro de julio de 2013
  

[Reproducimos la entrevista a Tariq Alí realizada por Zeynep Bilgehan para el periódico turco Hürriyet]

Usted ha emitido desde Ankara un mensaje de solidaridad con los manifestantes. Antes que nada: ¿desde cuándo se encuentra usted en Ankara y cuál es el motivo de su visita?

He estado en Ankara durante tres días para participar en una conferencia pública, invitado por la alcaldía de Çankaya; la fecha la habíamos acordado varios meses atrás. Claro que estuve observando los acontecimientos al anochecer: las cargas no provocadas contra manifestantes pacíficos, el uso constante de gases lacrimógenos y de chorros de agua. Fui al parque y hablé con los jóvenes que estaban allí.

¿Qué piensa de los recientes incidentes? Desde su punto de vista, ¿qué ha ocurrido o está ocurriendo en Turquía?

La mezcla de inteligencia aguda, audacia y renacer de la esperanza que vi me parecen realmente ejemplares. Me recuerdan hasta cierto punto a lo que sucedió en Europa (París y Praga) en 1968, mucho más que a la primavera árabe. Lo que está sucediendo en Turquía es muy claro: un gobierno autoritario elegido, partidario del neoliberalismo y de la guerra, pensaba que podía hacer lo que quisiera en virtud de su naturaleza democrática. Eso fue un error garrafal.

Cuanto estuve en Estambul hace unos meses era imposible no palpar un velo de depresión que había envuelto a los activistas y opositores. El cierre del cine más antiguo de la ciudad, en la avenida de Istiklal, apenas había provocado protestas. Estas fueron tan tímidas que el gobierno pensó que podía acelerar su misión destructiva. Se equivocaron groseramente. El primer ministro, en particular, un verdadero sultán de la construcción, se ha negado a dimitir y ha optado por la represión. Esta fue la gota que colmó el vaso. Gente que no se sentía concernida por la destrucción prevista del parque de Gezi salió entonces a la calle masivamente. A mayor represión, más crecía la protesta, extendiéndose prácticamente a todo el país, salvo cuatro ciudades de predominio kurdo. Una campaña por salvar un parque se había convertido en un levantamiento nacional contra un régimen obstinado y prepotente.

Usted ha dicho que los manifestantes turcos han despertado la esperanza en Europa. ¿En qué sentido han despertado la esperanza?

En el sentido de que lo que está ocurriendo en Turquía forma parte de la crisis del capitalismo neoliberal. En España, Grecia y Portugal ha habido huelgas generales, manifestaciones, etc. Justo cuando Erdogan recurría a la maquinaria represiva del Estado para favorecer al sector de la construcción, la coalición de gobierno de Grecia cerró la radiotelevisión pública para echar a periodistas. Los valientes ciudadanos turcos abrieron un nuevo frente en un momento importante. Y su ejemplo bien podría cundir en Francia y, quién sabe, tal vez incluso en el Reino Unido y Alemania en los próximos meses.

¿Cuál será a su juicio el resultado de estas protestas?

Lo que resulta crucial, como dije en mi mensaje de solidaridad, es el hecho de que el gobierno se ha desacreditado con la ayuda de unos medios de comunicación turcos dóciles y serviles, que han ninguneado, restado importancia y difamado a los ocupantes de la plaza Taksim durante las primeras semanas. A los periodistas que colaboraron debería caérseles la cara de vergüenza. En cuanto a cómo se reagrupará la nueva oposición, es difícil preverlo, pero si se forma un nuevo movimiento político estructurado democráticamente (como por ejemplo Syriza en Grecia), podría dar voz de un modo permanente a los de abajo. Una asamblea pública mensual en Estambul, Ankara, Esmirna, Bodrum, Antakiyya y otras ciudades para discutir la situación del país e internacional e informar sobre la construcción de un nuevo movimiento crearía algo permanente y restaría importancia al desalojo repetido de las plazas. Esa es mi esperanza.

En su mensaje, usted señala de pasada que “a largo plazo cambiará la política de Turquía”. ¿Podría entrar más en detalles? ¿Qué piensa que ocurrirá? ¿Cómo cambiará Turquía?

Turquía ha cambiado. Esto lo estamos viendo claramente. Como he dicho antes, la clave está en cómo se institucionaliza este cambio de manera que salga reforzada la democracia turca. La democracia real frente a la democracia realmente existente es una flor delicada: hay que cultivarla y alimentarla, pero no con la sangre de los ciudadanos o bajo la vigilancia regular (que recuerda, a pesar de su nivel tecnológico más elevado –y por tanto de naturaleza más envilecida– al de la antigua Stasi en la difunta Alemania del Este), ni tampoco a base de drones y torturas o el encarcelamiento de quienes dicen la verdad. El capitalismo neoliberal está vaciando la democracia de contenido. Quienes combaten la ofensiva capitalista también refuerzan la democracia.

En nuestra anterior entrevista hablamos de la “primavera árabe”. Usted dijo entonces que “la primavera ha dado paso al invierno”. Se puede comparar lo que ocurre en Turquía con la primavera árabe? ¿Cuáles son las similitudes y dónde están las diferencias?

Lo único en lo que se parecen es en la magnitud de la revuelta, pero en todo lo demás la situación es diferente. Como ya he dicho, Turquía está por su vida intelectual y su cultura política mucho más cerca de Europa. Basta mirar los libros traducidos de otras lenguas europeas, los planes de estudios universitarios y escolares, etc. para darse cuenta de ello. El estilo y el instinto de los manifestantes vienen a confirmarlo, al menos en mi opinión. Hubo dictaduras militares en España, Portugal, Grecia y Turquía. En el periodo actual, en que EE UU ha dejado de apoyar dictaduras en sus países clientes, Turquía ha resultado beneficiada. Sin embargo, el nuevo régimen, y en particular el brutal primer ministro, piensan que puede gobernar a la manera de antes. El proyecto de Erdogan consiste en erigirse en el anti-Ataturk utilizando el lenguaje de la OTAN con el disfraza del islam “moderado”. En las últimas semanas hemos comprobado lo “moderado” que es. La noción de que el conservadurismo islámico puede resolver los problemas reales con Turquía como modelo aparece ahora como un chiste malo en este país, por no hablar ya de Egipto y Túnez.

¿Podemos hablar de una primavera turca? ¿Por qué?

¿Por qué molestarnos en utilizar esta expresión? Ya está obsoleta.

¿Es posible que este movimiento también se convierta en invierno? ¿Qué habría que hacer para evitarlo?

La historia enseña que es imposible mantener un movimiento continuamente en el mismo nivel, de manera que no deberíamos ni siquiera admitir esa posibilidad. Lo que de verdad importa es cómo seguir adelante después de la primera fase. Y a este respecto ya he hecho algunas propuestas. Organizarse desde abajo para impulsar una nueva política. Un movimiento amplio y unido necesitará una plataforma política, algo por lo que se pueda luchar en los próximos años.

¿Cómo afectará este movimiento a Oriente Medio?

Cuando hace poco el ministerio de Exteriores sirio advirtió a sus ciudadanos de que se abstuvieran de visitar Turquía debido a los desórdenes y la represión, asistimos a una sátira oficial en estado puro que contesta a su pregunta. En Ankara, el culto a la personalidad de Erdogan me recuerda un poco a Mubarak y Assad.

Finalmente, en su mensaje usted dice “tomad la iniciativa de atenuar la ocupación, pero manteneos unidos para demostrar que seguís allí”. ¿Puede explicar esto un poco más? ¿Cómo deberían seguir los manifestantes?

Lo que quise decir es que siempre es mejor que el movimiento decida una retirada temporal que no es política, sino táctica.

¿Cree usted que de esto puede surgir un movimiento político? ¿Debería surgir o es mejor que se mantenga como resistencia civil?

Como he dicho antes, la mejor manera de avanzar sería el nacimiento de un nuevo movimiento político. Turquía es un país que carece de una oposición real, pues tanto el islamismo conservador como el nacionalismo conservador preconizan el neoliberalismo, la pertenencia a la OTAN, el control estricto de los medios, el encarcelamiento de periodistas (Turquía tiene la medalla de oro en este frente), etc. Así que existe un vacío. El tiempo es propicio, y la demagogia de Erdogan ha espantado a algunos de sus colegas.

Conservador en lo social, falto de escrúpulos en lo político, vinculado a determinadas industrias en lo económico y, en lo militar, la corriente islamista preferida de la OTAN, el partido en el poder en Turquía ha hecho oídos sordos a las voces de la calle. Que en una ciudad tras otra se lance la verdad a gritos puede disgustar al gobierno, pero esa verdad merece más que las melosas entonaciones de los columnistas mercenarios, sostenes televisivos de los medios oficiales. ¿Qué ha ocurrido con los 60 “sabios” escogidos por el régimen? ¿Acaso ha muerto su conciencia colectiva?

18/06/2013

http://www.counterpunch.org/2013/06/18/flames-of-resistance-and-hope-in-turkey/

Traducción: VIENTO SUR

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