Venezuela: La economía política de la transición al socialismo


Roger Landa 
Alainet, 3 de abril 2014

Los desafíos derivados del fallecimiento
del Comandante Chávez son enormes. No obstante,
nos legó una rica experiencia, un camino andado, una obra portentosa,
una fuerza política activada 
y un testamento programático, el Programa de la Patria,
que delinea nuestro horizonte histórico de transición al socialismo.

Jesús Faría

Luego de declararse el carácter socialista de la Revolución Bolivariana, se abrió un debate en Venezuela en torno a las condiciones de factibilidad de construir el socialismo en esta parte del mundo. En dicha discusión, se inscriben las contribución de Jorge Giodani: La transición venezolana al socialismo; Victor Álvarez: Venezuela: ¿Hacia dónde va el modelo productivo?, Claves para la industrialización socialista; Haiman El Troudi: La Política Económica Bolivariana y los dilemas de la transición socialista en Venezuela, Empresas de producción social instrumento para el socialismo del siglo XXI (en conjunto con Juan Carlos Monedero); entre otros pensadores y escritores no menos relevantes. En este contexto, el pasado 15 de marzo fue presentado en la 10ma Feria Internacional del Libro de Venezuela (Filven 2014), el libro La economía política de la transición al socialismo, escrito por el economista y diputado a la Asamblea Nacional Jesús Faría, y publicado por el Fondo Editorial Willian Lara. El texto ya había sido bautizado en el mes de febrero en la Universidad Bolivariana de Venezuela, y se trata de una “edición revisada y ampliada del ensayo presentado en el 2008, con motivo del Congreso Ideológico Extraordinario del PSUV”. 

Lo primero que salta a la vista al pasearse por las páginas de La economía política de la transición al socialismo, es su estética altamente pedagógica que va acompañada de una buena claridad conceptual. No dudamos en afirmar que Faría escribe para el pueblo y no para las academias, tan acostumbradas a los vuelos de abstracción seudo-concretos. Con ello, se plantean diversos temas a la discusión de manera clara, sin perder la profundidad analítica y rigurosidad teórica necesarias. Se trata, entonces, de un libro para la formación de cuadros, movimientos sociales, consejos de trabajadores y trabajadoras, consejos comunales, madres del barrio, etc.; puesto que aporta una visión completa de los grandes desafíos que plantea la transición al socialismo. 

A la vertiente pedagógica, se le añade el compromiso con que Faría plantea su análisis teórico. Nos encontramos con un libro escrito en estrecha vinculación con las prácticas de transformación de la realidad económica y política venezolana; con las dificultades objetivas que se imponen tanto coyuntural, como estructuralmente; con los avances, retrocesos, logros consolidados y tareas pendientes de la Revolución, etc. Así, el texto permite, primero, comprender en su generalidad aquellos elementos de orden constitutivos de la dinámica de transición al socialismo, pudiendo ser particularizados por las luchas locales en los distintos espacios de transformación. En segundo lugar, sin caer en la denuncia huera y prepotente de máscara “revolucionaria”, el análisis mantiene su vertiente crítica al extraer de las necesidades que plantean las circunstancias de lucha, una postura para la acción que contrasta con los -muchas veces inevitables- errores cometidos y las fallas presentes en la construcción del socialismo. 

Desde el punto de vista del conocimiento, La economía política de la transición al socialismo plantea un análisis que podríamos caracterizar como clásico, sin por eso caer en el dogmatismo. Es decir, Faría se acerca a la realidad estudiada: la economía política en la transición, desde el concepto de lucha de clases y la correlación de fuerzas que se desprende de su interacción, tanto en el plano político como en el económico. A este respecto, podemos resaltar algunos de los aspectos transversales presentes en la obra que se analizan bajo aquella clave interpretativa. 

1. Se recupera en tono estratégico la necesidad del Partido como máxima instancia de organización de las fuerzas populares. El partido tiene la tarea fundamental de articular a las masas populares en estrecha vinculación orgánicas con ellas; así como de establecer la dirección política que asegure su estabilidad en el tiempo, evitando siempre sustituir los intereses y la acción de las mismas. Igualmente, se hace énfasis en el papel protagónico de la clase obrera en conjunción con las demás clases trabajadoras, cuyo avance dependerá de la conquista del poder político y el crecimiento que ellas tengan, tanto en la participación de aquel, como en la base económica a partir de la industrialización socialista y la gestión obrera de medios de producción. Sin embargo, la célula orgánica (territorial, política y socio-económica) de organización y ejercicio de las fuerzas populares no es otra que la comuna. La comuna es, entonces, la instancia fundamental para el ejercicio de la democracia participativa, que deberá tener un basamento material productivo donde convivirán empresas de propiedad estatal, privada, mixta, pero especialmente de propiedad comunal autogestionada. La actividad de las mismas estará condicionada por los requerimientos de planificación regional y nacional, buscando siempre “elevados niveles de rendimiento, desarrollar procesos tecnológicos sencillos que abastezcan a la población con alimentos y bienes de consumo general, y presenten servicios públicos fundamentales.”

2. Se caracteriza el papel central del Estado para la conducción de la política en el periodo de transición, pero reconociendo su necesaria transformación bajo un orden político que permita “garantizar la conquista y consolidación del poder popular”. Se impone, entonces, la transformación del Estado para colocarlo al servicio de las masas populares, su organización y el despliegue de sus potencialidades. Así, se hace necesario la construcción de una nueva institucionalidad que desplace los privilegios de la clase burguesa y sus mecanismos burocráticos de control, por otra que en contenido y forma permita la ampliación del poder ejercido por las clases trabajadoras. En lo económico, el Estado debe asumir la dirección del proceso económico de desarrollo, empleando la riqueza generada en función de los intereses de las clases oprimidas, la conducción de las empresas e industrias estratégicas, controlar la participación de capital nacional y foráneo en la economía del país, formar a los trabajadores para la conducción del proceso económicos, entre otras. Sin embargo, el Estado sigue siendo un instrumento para acelerar los cambios, pero nunca la fuente de los mismos. 

3. En cuando al Mercado, se reconoce que en sí mismo ésteno es causa de la explotación; sino que es la lógica capitalista de acumulación que se le imprime y que tiene como sustento la forma de propiedad privada, la responsable de las desigualdades e injusticias sociales. Por tanto, el impulso de nuevas relaciones sociales de producción a partir del establecimiento progresivo de otras formas de propiedad socialistas es tarea fundamental en la transición. Dichas formas de propiedad socializadas estarán en convivencia con la propiedad privada durante el proceso de transición, pero deberán ir desplazándola del centro del proceso de producción-distribución. Igualmente, la planificación de la economía es fundamental para corregir las distorsiones del mercado e impulsar la participación de las clases trabajadoras en el proceso productivo. 

4. La cuestión del desarrollo económico es planteado como condición indispensable para avanzar al socialismo. Dicho desarrollo podrá ser o no factible según se creen las condiciones políticas requeridas (avance de la clase obrera y del poder popular, conformación de un partido de vanguardia, la consolidación de instituciones de un Estado socialista, etc.) y se superen las trabas impuesta por la formación socio-económica prevaleciente en Venezuela: el capitalismo rentístico y dependiente (atraso tecnológico, aparato productivo deficiente, distribución asimétrica de los ingresos, especulación, burguesía importadora, poca concatenación de unidades productivas, etc.). Para ello, se imponen diversas tareas: la creación de un sector socialista en la economía que funde nuevas relaciones sociales de producción, diversificar el aparato productivo, planificación de la tasa de acumulación de acuerdo a objetivos claros (de mediano y largo plazo), incorporar valor agregado a la materia prima disponible, atención preferencial al mercado interno, sustitución selectiva de importaciones, reordenamiento territorial del sistema productivo, impulso de los procesos de producción agrícolas, generación de empleos de elevada calidad, entre otras. Consecuencia importante del proceso de industrialización es la creación de “las condiciones materiales para el desarrollo del sujeto social de la revolución, el obrero”. 

5. La polarización generada por la expansión capitalista y el dominio que ejercen los centros económicos sobre las periferias, hace inevitable que la correlación de fuerzas dentro del periodo de transición se extiendan al terreno geopolítico. Por ello, se plantea la necesidad de que el periodo de transición sea, también, un proceso antiimperialista, cuyo reverso no puede ser otro que la soberanía nacional y la integración regional para hacer frente al poder que concentran el capital transnacional, los centros imperiales (con Estados Unidos a la cabeza), las burguesías internacionales, los mecanismos internacionales de control “legal” de la periferia, etc. Por tanto, el alcance de los objetivos revolucionarios y la creación de condiciones objetivas para su consecución, también se debaten en el plano de la integración bajo la dialéctica “soberanía-desarrollo”, como camino indispensable que permita superar las estructuras de dominación del sistema capitalista. 

Con lo dicho, invitamos a revisar el texto de Faría, entendiendo que no es intención del autor tener la última palabra con respecto al complejo entramado de problemas que suponen la tarea histórica de construir el socialismo. 



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