Mauritania y la siempre renovada lucha contra la esclavitud



Moussa Ould Hamed
Orient XXI
Traducido del francés para Rebelión por Carlos Riba García


El próximo 21 de junio*, Mauritania elegirá a su presidente. Entre los temas que están en debate, está el de la esclavitud y su necesaria erradicación. Entre 1981 y 2012 se han aprobado textos legales y otros que propugnan la abolición y la calificación de crimen contra la humanidad para la esclavitud, sin embargo nada ha cambiado, o casi nada.

La sombra de la esclavitud se cierne sobre la elección presidencial prevista para el 21 de junio de 2014, aunque el alcance de la elección aparezca disminuido por el boicot de los principales partidos de la oposición. De los cinco candidatos al cargo, dos pertenecen a la comunidad de los antiguos esclavos, los haratine1, a veces llamados todavía los “moros negros”. El actual presidente saliente, seguro de que será reelegido, ha confiado la dirección de su campaña a un cuadro haratine que durante mucho tiempo ha militado en la oposición.

Según un informe 2013 de la ONG internacional The Global Slavery Index, el número de “ciudadanos” mauritanos que aún viven en estado de esclavitud varía entre 400.000 y 600.000 personas de un total de 3.500.000 habitantes. Esta cifra es cuestionada fuertemente por el gobierno, que se obstina en la negación de la existencia de esclavitud en su país y solo habla de sus “secuelas”. Más del 80 por ciento de los esclavos o antiguos esclavos continúan integrados en las estructuras tradicionales, es decir, las tribus. Ser esclavo significa pertenecer a otra persona y trabajar para ella sin percibir remuneración alguna, no tener acceso a la propiedad, ni a la educación, ni a los servicios de salud y estar privado del derecho de heredar, tanto esa persona como sus hijos. Los haratine, aunque hayan sido liberados, siguen siendo víctima de todo tipo de discriminaciones.

Los padres fundadores

Al principio, tímidamente librada en la mitad del siglo pasado, la lucha contra la esclavitud tuvo un gran desarrollo en marzo de 1978 con el lanzamiento del movimiento El Hor (literalmente, “el liberado”). En su inicio, los primeros integrantes de esta estructura clandestina, todos provenientes de la comunidad haratine, fueron duramente reprimidos por las autoridades militares que habían derribado al “padre de la nación” y primer presidente de Mauritania, Moktar Ould Daddak.

Torturados y encarcelados, los fundadores del movimiento consiguieron tres años más tarde convencer al régimen militar del coronel Mohamed Ould Haidalla (1979-1984) de que adoptara la famosa ordenanza de abolición de la esclavitud en Mauritania. Un texto impreciso e incompleto que, por añadidura, preveía una verdadera aberración: la indemnización de los antiguos amos y no castigaba la práctica de la esclavitud.

Sometido a la presión de la comunidad internacional y de los militantes del interior, el gobierno del presidente Maaouiya Ould Sid’Ahmed Taya (1984-2005) aprobó una ley que prohíbe la trata de personas. Sin embargo, ha sido necesario esperar la llegada del efímero gobierno civil del presidente Sidi Ould Cheikh Abdellahi (abril de 2007-agosto de 2008) para la promulgación de la ley que castiga tanto la esclavitud en sí misma como a quienes la practiquen.

La aprobación por unanimidad de esta ley en el parlamento ha premiado el trabajo de un hombre: Messaoud Ould Boulkhir. Este descendiente de esclavos, que ha pasado por todo el escalafón de la administración mauritana, en 1984 fue nombrado ministro. Es el primer haratine en ocupar este puesto. Orador de palabra mordaz y áspera, en los primeros años noventa se impuso como el líder indiscutido de su comunidad. En 2003 se presentó como candidato a la presidencia y volvió a hacerlos en 2007. Después de haber obtenido el tercer puesto, vendió muy caro su apoyo al candidato Sidi Ould Cheikh Abdellahi, vencedor de las primeras elecciones creíbles de la historia política de ese país. El dirigente heratine se convirtió en el presidente de la Asamblea nacional y colocó en el gobierno a cuatro cuadros de su partido.

En 2008, Boulkhir dirigió la coalición hostil al golpe de estado del actual jefe de estado, el general Mohamed Ould Abdel Aziz, y se presentó a la elecciones presidenciales de 2009. Consiguió el segundo lugar, venciendo al líder de la oposición, Ahmed Ould Daddah. Hoy, con más de 70 años, Messaoud se ha hecho muy reflexivo. Se declara preocupado por la amenaza de violencia que pesa sobre el país, ha dejado a sus antiguos amigos de la oposición y ahora tiene trato con el jefe de estado al que antes había combatido. No obstante, esta alianza le ha permitido hacer avanzar su causa y conseguir que en la constitución se escriba un párrafo que establece que la esclavitud es un crimen contra la humanidad.

Sin embargo, Messaoud Ould Boulkhir ya no goza del apoyo unánime en su comunidad. Actualmente es cuestionado por los jóvenes líderes de su país, entre los cuales Birame Ould Dah Ould Abeid, es candidato en la elección presidencial y dirigente de la Inicitiva por el Resurgimiento del movimiento Abolicionista mauritano (IRA), y uno de los laureados con el Premio de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas en 2013.

El movimiento está dividido. También están los autores del Manifiesto por los derechos políticos, económicos y sociales de los haratine. Publicado el 29 de baril de 2013, este manifiesto llama “a la puesta en marcha de un verdadero contrato social basado en la pertenencia compartida a una nación unificada”. El pasado 30 de abril, este grupo ha celebrado el primer aniversario de la publicación de su documento mediante una marcha a Nouakcott2.

Eliminar el fenómeno

Recientemente, el gobierno –en colaboración con la Naciones Unidas– ha aprobado una hoja de ruta para la erradicación de la esclavitud. Consta de 29 medidas que apuntan a acabar con ella en un período de entre uno a dos años. Esas medidas van desde la reforma de la ley 2007-048, que convierte la esclavitud en un delito, a la obligación de poner en marcha proyectos de inclusión de las víctimas de trata, la indemnización por parte de quienes realizan actos de esclavitud, el acceso a la propiedad de bienes raíces, la ejecución de las decisiones judiciales, la creación de una institución de alto nivel destinada a luchar contra las secuelas de la esclavitud, la ayuda a las víctimas, el acceso a la escuela de los hijos de antiguos esclavos, la instauración de una Jornada de Lucha contra la Esclavitud, la implicación de la sociedad civil, el fortalecimiento de las ONG que trabajan en el sector, la creación de una comisión de seguimiento o evaluación periódica del trabajo realizado.

La Relatora especial de las Naciones Unidas sobre esclavitud Gulnara Shahinia declaró el 6 de marzo de 2014 que observa “un decisivo viraje en la lucha contra la esclavitud en Mauritania” y que “confía en que el gobierno, en estrecha colaboración con la sociedad civil, realizará todos los esfuerzos necesarios para el funcionamiento pleno de la hoja de ruta”. Sin embargo, las organizaciones mauritanas de lucha contra la esclavitud están muy poco satisfechas. Las ONG no solo estiman que han sido dejadas de lado de la preparación y elaboración de la hoja de ruta; además, piensan que el estado sólo se ha ocupado de engañar a la comunidad internacional con falsas apariencias.

“Las disposiciones precedentes, como la criminalización de la esclavitud, aprobada en 2007, no se aplican, y el Tribunal especial para juzgar los crímenes relacionados con la esclavitud no es más que un engaño destinado a frenar las innumerables demandas que se han llevado a los tribunales ordinarios en los últimos años, aseguran el presidente de IRA, Birame Ould Dah Ould Abeid, y Boubacar Ould Messaoud, presidente de SOS-Esclavos.

Sean cuales sean las críticas expresadas contra la hoja de ruta, la esclavitud en Mauritania, que afecta una franja importante de la población, constituye todo un desafío para este país de estructuras sociales en las que la inequidad es la norma. Pero el problema no es solo luchar contra ese flagelo que, ciertamente, acabará desapareciendo; son varios los factores (sociales, económicos, ecológicos…) que ayudan a que esto se dé. Lo más delicado y difícil de negociar es el caso de los descendientes de los esclavos, que no quieren esperar y exigen la posibilidad de beneficiarse en plenitud de su país para por fin superar las heridas y ofensas dejadas por largos años de explotación y humillación, que han dejado secuelas profundas, incluso insoportables.

Más que un discriminación positiva, se necesita una acción nacional de gran trascendencia en beneficio de las víctimas de la esclavitud. La estabilidad y el futuro de Mauritania dependen en gran medida del éxito o del fracaso del tratamiento que tenga este fenómeno y sus consecuencias.

* El original de esta nota se publicó el 19 de junio de 2014. (N. del T.)

1. En singular, hartaní. No hay constancia del origen de esta palabra.

2. “Mauritanie: les Haratines marchent pour leurs droits”, en Afrique Jet Actualités, 30 de abril de 2014.

Fuente:  http://orientxxi.info/magazine/en-mauritanie-la-lutte-toujours,0613

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