El dilema de la reforma agraria en la agroindustria de Brasil

Joao Pedro Stedile · · · · · Sin Permiso, 13 de enero 2013 


La sociedad brasileña se enfrenta en el campo a problemas de naturaleza distinta que requieren soluciones específicas. Tenemos graves problemas y situaciones de emergencia que requieren una actuación urgente. Hay alrededor de 150.000 familias campesinas sin tierra que viven bajo toldos, acampadas, luchando por un derecho que esta en la Constitución como es tener tierra para trabajar. Para resolver este problema, el gobierno tiene que hacer un verdadero esfuerzo conjunto de los diversos organismos y asentar a las familias en tierras que existen en abundancia en todo el país. Recuérdese que Brasil utiliza para la agricultura sólo el 10% de su superficie total .

Allí, en el noreste, hay más de 200 mil hectáreas que se preparan para proyectos de riego, con millones de fondos públicos, pero que el Gobierno sólo ofrece a los empresarios del Sur para producir para la exportación. Ahora, la presidenta se comprometió durante el Foro Social Mundial (FSM) de Porto Alegre, el 25 de enero de 2012, que daría prioridad a la solución de los sin tierra en estos proyectos. Sólo entonces sería posible asentar más de 100 000 familias en lotes de 2 hectáreas de regadío por familia.

Tenemos más de 4 millones de familias rurales pobres que reciben la Bolsa Familia para no morir de hambre. Esto es necesario, pero es un paliativo y debería  ser temporal. La única manera de salir de la pobreza es permitir el trabajo en la agricultura y actividades asociadas, que un amplio programa de reformas debería permitir. Porque ni las ciudades ni la agroindustria proporcionará trabajo decente a estas personas.

Tenemos millones de trabajadores rurales, asalariados, expuestos a todo tipo de explotación, desde el trabajo semi-esclavo a la exposición irresponsable a los venenos que el capataz ordena usar, y se requiere la intervención del gobierno para crear unas condiciones adecuadas de trabajo, ingresos y vida. Incluida la garantía de libertad de organización sindical.

La estructura de propiedad de la tierra, producción e ingresos de la sociedad brasileña en las zonas rurales hegemonizadas por  el modelo agroindustrial está creando problemas estructurales muy graves para el futuro. Basta considerar lo siguiente: el 85% de toda la tierra en Brasil se utiliza solamente para la soja / maíz, pasto y caña de azúcar. Sólo el 10% de los propietarios, hacendados que cuentan con áreas superiores a 500 hectáreas, controlan el 85% del valor total de la producción agrícola, destinada, sin ningún valor añadido, a la exportación. La agroindustria ha re-primarizado la economía brasileña. Somos productores de materias primas, que se venden y se apropian unas 50 multinacionales que controlan los precios, la tasa de ganancia y el mercado mundial. Si los hacendados tuviesen conciencia de clase, se darían cuenta de que ellos también son meros títeres de las corporaciones transnacionales.

La matriz de producción impuesta por el modelo agroindustrial es socialmente injusta, ya que cada año hay más personas en paro que son reemplazadas por máquinas y venenos. Es económicamente inviable, porque depende de las importaciones cada año, tomen nota, de 23 millones de toneladas de fertilizantes químicos procedentes de China, Uzbekistán, Ucrania, etc.. Es totalmente dependiente del capital financiero, que debe conceder anualmente 120 millones de dólares para que pueda plantar. Y subordinado a grupos extranjeros que controlan las semillas, insumos agrícolas, los precios, los mercados y se quedan con la mayor parte de las ganancias de la producción agrícola. Esta dependencia crea distorsiones de todo tipo: en 2012 faltó maíz en el Nordeste y a los avicultores, pero Cargill, que controla el mercado, exportó 2 millones de toneladas de maíz de Brasil a Estados Unidos. Y el gobierno debe haber leído los periódicos, como yo. Por otro lado, importamos  frijoles negros de China, para mantener nuestros hábitos alimenticios.

Este modelo es insostenible para el medio ambiente, ya que las prácticas de monocultivo destruyen toda la biodiversidad existente en la naturaleza usando pesticidas de manera irresponsable. Y eso desequilibra el ecosistema, envenena el suelo, el agua, la lluvia y los alimentos. El resultado es que Brasil representa sólo el 5% de la producción agrícola mundial, pero consume el 20% de todos los venenos del mundo. El Instituto Nacional del Cáncer (INCA), reveló que cada año hay 400.000 nuevos casos de cáncer, la mayor parte provocados por la contaminación de los alimentos. Y el 40% de ellos morirá. ¡Este es el peaje que las multinacionales agroalimentarias están cobrando a todos los brasileños! Y cuidado: el cáncer puede afectar a cualquier persona, independientemente de su posición y cuenta bancaria.

Una política de la reforma agraria no es sólo una sencilla distribución de la tierra a los pobres. Esto se puede hacer en casos de emergencia para resolver los problemas sociales localizados. Pero tampoco le interesa al gobierno. En la fase actual del capitalismo, la reforma agraria es la construcción de un nuevo modelo productivo para la agricultura brasileña: a partir de la necesaria democratización de la propiedad de la tierra y la reorganización de la producción agrícola con otros parámetros. En agosto de 2012, se reunieron 33 movimientos sociales activos en el campo desde Contag, que es el más antiguo, pasando por el MST, Vía Campesina, el movimiento de los pescadores, quilomberos, etc., y construimos una plataforma de propuestas unitarias para el cambio. Es necesario que la agricultura se reorganice para producir en primer lugar alimentos saludables para el mercado interno y para toda la población. Y es necesario y posible, la creación de políticas públicas que garanticen el fomento de una agricultura diversificada en cada bioma, produciendo con técnicas agroecológicas. Y el gobierno debe garantizar la compra de esa producción por la Conab.



Hay que transformar la Conab en gran empresa pública de abastecimiento, que garantice un mercado para los pequeños agricultores y distribuya en el país con precios controlados. Hoy contamos con programas embrionarios como el PAA (compra anticipada) y el 30% de las comidas escolares se compra obligatoriamente a los agricultores locales. Pero por el momento solo implica a 300 mil pequeños agricultores, muy lejos de los 4 millones que hay en la actualidad.

El gobierno tiene que invertir más recursos en investigación agrícola para la alimentación y no sólo estar al servicio de las multinacionales, como esta haciendo Embrapa, que sólo destina el 10% de la investigación  a los alimentos de los agricultores familiares. Hay que crear un programa de grandes inversiones en tecnologías alternativas, la mecanización agrícola para las unidades agrícolas pequeñas y las agroindustrias pequeñas en el Ministerio de Ciencia y Tecnología.

Hay que desarrollar un gran programa de cooperativismo para las pequeñas y medianas empresas agroindustriales, para los pequeños agricultores de todas las comunidades y municipios de Brasil, para que puedan tener sus industrias agrícolas, agregando valor y creando mercados para los productos locales. BNDES, en lugar de seguir financiando a las grandes empresas con proyectos multimillonarios que concentran la renta, debe crear un gran programa para las pequeñas y medianas empresas agrícolas en todos los municipios brasileños.

También hemos presentado propuestas concretas al gobierno para un programa eficaz de promoción de la agroecología y un programa nacional de reforestación de áreas degradadas, montañas y riberas en pequeñas unidades de producción bajo el control de las mujeres rurales. Sería un programa de bajo costo y ayudaría a resolver los problemas de las familias y de la sociedad brasileña para el reequilibrio del medio ambiente.

Desafortunadamente, no hay motivación en el gobierno para abordar seriamente estas cuestiones. Por un lado, están cegados por el éxito de las exportaciones en bruto de la agroindustria, que no tiene nada que ver con el proyecto nacional, y por otro lado, hay un contingente de técnicos aduladores que cercan a ministros sin experiencia de la vida real, que sólo analizan los temas  desde una perspectiva electoral o si son caros o baratos. Últimamente, hasta inventaron que era muy caro asentar familias, que primero es necesario resolver los problemas de los que ya tienen tierra y que los campesinos sin tierra esperen. ¿Esperar qué? ¿La Bolsa Familiar, el trabajo doméstico, emigrar a São Paulo?

Presidenta Dilma, como usted lee Carta Capital, espero que lea este artículo, porque dudo mucho que ninguno de sus porta-carteras  lo incluya en la colección de recortes de prensa del día. 



João Pedro Stedile, economista, es miembro de la coordinación nacional del MST (Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra) y de Vía Campesina Brasil.

Traducción para www.sinpermiso.info: Enrique García

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