Una lectura distinta de la historia de Asia Oriental: las tensiones entre Japón y China por el control de las islas Senkaku/Diaoyu Anu Kumar · · · · · 


14/10/12
 Sin Permiso

Las tensiones entre Japón y China por el control de las islas Senkaku/Diaoyu se remontan a hace más de un siglo. Pero hubo una época en que las islas eran parte del reino de Ryuku, que era independiente de los dos países y tenía lazos comerciales con ambos.

Las islas siempre han sido lugares anómalos. Excepcionales en la historia geológica de la Tierra, son almacenes que presentan rarezas vivientes. Y luego hay islas, antaño ubicadas en las fluidas líneas de cambio de la historia, que son hoy cruciales en el contexto geopolítico y económico del presente. Tal como han mostrado los acontecimientos del pasado reciente, estas islas, al igual que las ocho islas deshabitadas desperdigadas por el Mar de la China Oriental y a la vista del Japón, China y Taiwán, pueden desatar tensiones diplomáticas entre las naciones.

Un signo de la desazón que suscitan las islas queda claro en los diferentes nombres que llevan: las islas Senkaku controladas por Japón se denominan Diaoyu o Tiaoyutai en China y Taiwán, respectivamente. Las conmemoraciones del aniversario del “incidente de Liutiaohu”, un suceso que condujo a la invasión de China en 1931 por parte de Japón, se vieron exasperadas este año por las noticias de que el gobierno japonés buscaba adquirir “formalmente” las islas, de propiedad privada. La reivindicación de las islas por parte de Japón, que se remonta a la década de 1890, siempre se ha visto cuestionada por China y Taiwán, que citan evidencias textuales de un periodo mucho más alejado, pero las preocupaciones del presente tienen más importancia. Las islas se encuentran a lo largo de rutas pesqueras vitales y donde se señalizaron reservas petrolíferas a finales de los años 60.

Existen precedentes en el Derecho internacional de resolución de reclamaciones en conflicto presentadas por distintos países sobre islas deshabitadas. La reivindicación de la Isla de Clipperton en el Pacífico Oriental, hoy controlada por Francia, y Groenlandia oriental, que es parte de las reclamaciones de Dinamarca en la región, se resolvieron en los años 30 sobre la base de parámetros tales como la evidencia de ocupación, propósitos pacíficos e historia. Pero en el caso de Senkaku/Diaoyu, la historia es de muchas formas la fuente misma del conflicto. A veces, la difícil coexistencia del pasado con el presente puede volver esquiva la solución, aunque el profético consejo de Deng Xiaoping en la época del tratado de amistad sino-japonesa (1978) todavía suena a cierta. Tras un incidente en el que los chinos se retiraron “diplomáticamente” y declararon “accidental” la presencia de sus barcos cerca de las islas, Deng se había avenido a que las islas no figurasen en el tratado. El conflicto ahora enconado lo resolverían más sabiamente las generaciones futuras.

El pasado siempre tendrá su importancia, sin embargo. Por otro lado, acaso una lectura diferente de la historia, que resalte de nuevo los vínculos que antaño ligaban a la región, es decir, las masas terrestres y los mares, podría contribuir a una mejor comprensión.  

Hace setecientos años, las islas Senkaku/ Diaoyu, como otras de la zona, constituían puestos de avanzada vitales del reino marítimo Ryukyu. La presencia de las islas la habían registrado cronistas, cartógrafos y calígrafos del periodo. La inclusión de estas islas en el reino Ryukyu aparecía en un texto de principios del siglo XVIII escrito por un erudito guerrero japonés llamado Hayashi Shihei, un libro que formaría parte más tarde de la colección del funcionario comercial holandés Isaac Titsingh, que visitó Edo (Tokyo) en el siglo XVIII.


El reino de Ryukyu

El reino de Ryukyu se localizaba en torno a las islas del grupo de Okinawa y otros, como las Amami y las Sakishima. Estas llevan habitadas desde hace milenios, tal como han dejado establecido las excavaciones arqueológicas. En el siglo XIV, el reino se encontraba en el centro de un próspero comercio, mientras sus naves cruzaban una vasta región económica que, desde Corea, bajaba hasta el sudeste asiático e incluso algunas islas del Pacífico. El Rekidai Hoan, una colección de documentos Ryukyu que cubren un lapso de tres siglos, hacía recuento de estos lazos con un mundo más amplio. La mayoría de estos documentos se perdieron, empero, en la batalla de Okinawa en 1945, aunque se cree que sobreviven en algunas copias de universidades de Taiwán y Tokyo.

El reino sufrió el influjo de los reinos tanto de China como de Japón, manteniendo con todo su propia autonomía, algo que continuaría incluso después de su derrota a manos del clan japonés de los Satsuma a principios del siglo XVII. Fue un periodo en el que  los grupos piratas llamados wokou (o waku) desempeñaron un papel definitorio. Eran una suerte de rebeldes y entre ellos se contaban varios ronin, guerreros del Japón feudal, pero pronto se unirían grupos chinos a las filas de los wokou, y se mostraron indiscriminados tanto en sus lealtades como en la elección de sus víctimas. Los wokou realizaban incursiones regulares en ciudades costeras de China, Corea y hasta Japón. Hay registros de barcos wokou que navegaban aguas arriba del río Yangtsé, sometiendo a incursiones y pillaje a las ciudades situadas a lo largo de la ribera.

Esta existencia en el siglo XVI de un mundo marítimo de comerciantes, mercaderes y piratas con líneas divisorias que nunca fueron verdaderamente rígidas entre ellos, tuvo su papel en parte en cómo China y Japón “se aislarían” pronto. El mundo de tierra adentro era en buena medida agrícola, mientras que las ciudades costeras y ribereñas, donde se producía el comercio y los intercambios, eran en gran parte inseguras, enfrentadas como estaban a la amenaza de repetidos ataques piratas. Se trataba de algún modo de un gesto defensivo por parte de China y Japón para mantener a raya a los  wokou, pero también abarcaba varias prácticas de naturaleza “aislacionista”. Las medidas políticas que prohibían el comercio de ultramar, denominadas “haiyin” en China, y las que prohibían el contacto con los extranjeros, llamadas “sakoku” en Tokugawa, Japón, significaban que solo unos cuantas avanzadillas comerciales o islas, algunas parte del reino Ryukyu, permitían el contacto, el intercambio y la residencia de extranjeros.

Conforme estos reinos se cerraban sobre sí mismos, el reino marítimo Ryukyu prosperaba en un sistema a la vez intrincado y fluido en el que los conceptos de gobernante, líneas de control y los aspectos de la soberanía se basaban en la confianza y los tributos, derivados de sus vínculos con las dos masas terrestres que eran sus vecinos inmediatos. Durante dos siglos, los Ryukyu habían reconocido la soberanía dual tanto de China como de Japón, reteniendo, no obstante, su independencia, en un sistema de gobernación que no tendría lugar entre los modelos hoy aceptados.

Las relaciones de Japón con China en este periodo continuaron por medio del reino de Ryukyu. A la isla de Tanegashima, parte entonces del reino, y ubicada cerca de la isla japonesa Kyushu fue donde arribó la nao del explorador portugués Fernao Pinto en  1543, después de que fuertes tormentas las desviaran de su rumbo hacia China Oriental.  Tanegashima era una avanzada comercial y desde allí las mercancías se llevaban hasta Japón, y la llegada de Pinto a Tanegashima fue la primera presencia registrada de comerciantes europeos en una zona cercana a Japón. Estaba Deyima, bastante al norte de Nagasaki, donde los holandeses establecerían pronto un enclave, un mundo que describe con elocuencia David Mitchell en su novela, The Thousand Autumns of Jacob de Zoet.

La modernización del Japón meiyi impulsada por Occidente convirtió formalmente al reino de Ryukyu en parte del país en la década de 1860. Las islas Senkaku, parte de este reino, fueron declaradas terra nullius por Japón, aunque formalmente las controlase sólo tras la guerra de 1894-95, en la que Japón alcanzó una victoria decisiva sobre China. Hasta el tratado de Shimonoseki, que puso fin a la Guerra Chino-Japonesa, Japón se había precavido de impugnar las reclamaciones cinas sobre las islas. De nuevo intervendría la guerra en la década de los 30, y más tarde los años 70 verían una nueva era de disputadas reivindicaciones sobre estas islas, agravadas a causa de los amargos recuerdos que siguen vivos de los conflictos y la terrible guerra de hace menos de un siglo. Por otra parte, una lectura diferente, tal vez cooperativa, de la historia, cuando estas islas eran parte de un mundo marítimo más rico, podría tener como resultado una comprensión más fértil entre las naciones. El pasado nos ofrece siempre dos lecturas y a veces las lecciones más olvidadas pueden albergar pistas sobre el futuro.

Anu Kumar (anukumar0811@gmail.com) es un escritor actualmente radicado en Singapur. Su última novela es It Takes a Murder (Hatchette).

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