Amenazas de internacionalización de la guerra:La guerra siria corre fronteras
Roberto Montoya
Viento Sur, 9 de octubre de 2012
Sólo pasaron unas horas desde que zonas del territorio turco cercanas a la frontera con Siria fueran alcanzadas por proyectiles de grueso calibre disparados desde ese país, y el momento en que el Ejército turco respondió con varios ataques de represalia de su artillería. Bastó que cinco civiles turcos murieran en el primer ataque en la ciudad de Akckale, al sudeste de Turquía y a sólo 200 metros de la frontera, para que el Parlamento turco autorizara por amplia mayoría al primer ministro, el islamista moderado Recep Tayyip Erdogan, a lanzar una operación de castigo contra Siria y a enviar tropas a contra Damasco si lo considerara necesario.
Este es en realidad el segundo incidente serio entre ambos países en lo que va de año. En junio pasado, la defensa antiaérea siria derribó un avión turco de reconocimiento que habría invadido su espacio aéreo y ya en ese momento Turquía respondió con ataques puntuales contra posiciones sirias.
En esta ocasión Erdogan dio un paso más, convocó de urgencia una reunión de la OTAN –a la que pertenece su país– y consiguió el inmediato apoyo de esta alianza militar. La OTAN condenó el ataque sirio y consiguió que el régimen del dictador Bachar el Assad terminara disculpándose. Turquía sabe bien que en el caso de recibir un ataque en toda regla por parte de Siria, podría invocar el artículo 5º de la OTAN, que prevé la solidaridad de todos los países de esa alianza con cualquier miembro que sea agredido. El primero en utilizarlo en toda la vida de la OTAN fue Bush, tras el 11-S, consiguiendo que todos los países de la alianza se involucraran en su nefasta “cruzada contra el terror” hace once años.
La cruenta guerra civil que se vive en Siria y que ya ha provocado, desde enero de 2011, la muerte de más de 30.000 personas, puede así derivar en un conflicto bélico regional e internacional de consecuencias imprevisibles.
Era la escena temida. La tensión en la extensa frontera que comparten estos dos países ha crecido enormemente desde que se generalizara la guerra civil en el interior de Siria y que Turquía decidiera albergar en su territorio a más de 80.000 refugiados huidos del país vecino, y armar a un sector de los rebeldes. Siria ha acusado repetidamente ante la ONU a Turquía de injerencia flagrante en sus asuntos internos, a sabiendas de que la injerencia es mutua. La dictadura de Al Assad apoya a la guerrilla kurda asentada en el norte de su país, que hace constantemente incursiones armadas en Turquía. El pueblo kurdo, un pueblo sin Estado disperso entre Turquía, Irán, Irak y Siria, es la primera minoría –14 millones de personas– en Turquía, país que los ha discriminado y oprimido. Los enfrentamientos con el Ejército turco de las poderosas guerrillas del PKK que operan desde bases en los países vecinos ya han dejado más de 20.000 muertos. Tanto para Turquía como para el PKK, lo que pase con Al Assad es por tanto de vital importancia.
Aunque hasta el incidente de estos días oficialmente la guerra siria no había traspasado sus fronteras ni con Turquía, ni las que tiene con Irak, el Líbano, Israel o Jordania, la realidad es que en este conflicto están interviniendo de hecho importantes potencias regionales y mundiales. Las regionales, Turquía e Irán, con intereses contrapuestos.
Turquía apoya a los rebeldes sirios, busca el derrocamiento de Al Asad y el aniquilamiento de la guerrilla kurda que opera desde territorio sirio, y pretende ejercer cada vez más influencia regional.
El régimen iraní, por su parte, apoya a Al Assad –ambos son chiíes–, es uno de los pocos aliados que tiene en toda esta amplia zona y sabe bien que su caída facilitaría que Israel, Estados Unidos y otro
s países árabes estrecharan el cerco sobre el régimen de los ayatolás. Israel ya bombardeó un reactor nuclear sirio en 2007.
Las sanciones económicas impuestas a Teherán por Estados Unidos y la Unión Europea principalmente, están provocando estragos en la economía iraní y sus consecuencias sociales generan protestas callejeras, por lo que los problemas del régimen de Ahmadineyad se acrecientan.
Aparte de esas dos potencias regionales, varias potencias mundiales intervienen de hecho en este conflicto y dividen –una vez más– a la comunidad internacional y a la arcaica ONU. Mientras Estados Unidos y Europa son partidarios de una intervención –aunque a Europa no le resulta el momento más idóneo por la crisis económica y a Obama tampoco por las elecciones–, China y Rusia imponen su derecho de veto, impidiendo cualquier medida de fuerza en Siria.
Lo que lo que está en juego en Siria es incluso mayor a lo que representa Egipto y los otros países donde estalló la Primavera Árabe.
La caída de Al Assad no sólo supondría debilitar a Irán, a Hezbolá en el Líbano y a Hamas en Gaza, sino también abrir la puerta a Eurasia, esa gigantesca zona del mundo que incluye a Rusia y sus ex repúblicas, a China, Pakistán, India, donde se encuentran las reservas energéticas mundiales más importantes.
De ahí, la importancia que tiene Siria para Rusia y para China. Ambos mantienen relaciones comerciales y militares con el régimen de Damasco, una dinastía que se mantiene en el poder desde 1971. Rusia mantiene en el puerto sirio de Tartus la última base militar en el extranjero que conserva actualmente. Esta es esencial para las operaciones de la flota rusa en el Mar Negro y zonas del Mediterráneo.
Aunque para Estados Unidos y Europa supone un altísimo riesgo implicarse de forma abierta y directa en la guerra siria –aún no han cerrado sus frentes en Irak y Afganistán– es indudable que un enfrentamiento entre Siria y Turquía les serviría de excusa perfecta a la OTAN para acudir en auxilio de uno de sus miembros, saltándose así a la ONU y al veto que mantienen China y Rusia en el Consejo de Seguridad.
En todo caso, es de prever que nada de esto suceda al menos hasta después de las elecciones presidenciales estadounidenses del próximo 4 de noviembre.
7/10/2012
http://sur.infonews.com/notas/la-gu...
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